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La Psicoterapia del comportamiento suicida: Fundamentos (página 2)


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La intención de morir cuando se ha realizado un acto suicida se clasifica de la manera siguiente:

  1. Intento suicida no serio es aquel en el que no existe intención alguna de suicidio. El sujeto realiza el acto por un impulso no premeditado, de poca intensidad o con la intención de obtener alguna ganancia.
  2. Intento suicida poco serio en el cual existe alguna intención de suicidio y el acto ha sido realizado sin premeditación alguna, pero con una gran intensidad afectiva, buscando más que la muerte, una ganancia.
  3. Intento suicida serio cuando existe verdadera intención de suicidio, pero con atenuantes, pues aunque ha premeditado el acto, busca más la evasión de la realidad que poner fin a su vida. Puede estar o no bajo los efectos de las bebidas alcohólicas u otra sustancia en el momento de realizar el acto autodestructivo.
  4. Intento suicida muy serio cuando existen verdaderas intenciones de suicidio, hay premeditación y deseos de encontrar la muerte. Solamente un hecho casual o inesperado puede evitar la consumación del suicidio.

Esta clasificación y evaluación de la conducta suicida tiene varios inconvenientes en especial para aquellos que se inician en la prevención del suicidio, ya sean médicos, paramédicos o legos, pues calificar como "no seria" o "poco seria" una conducta autodestructiva, que compromete en mayor o menor medida la vida de cualquier ser humano, es a juicio del autor una clasificación "muy poco seria". Por otra parte, introduce un término descontextualizado, la ganancia secundaria, para evaluar los propósitos de algunos suicidas.

En este sentido todos los seres humanos hacemos lo que hacemos para obtener alguna ganancia, sea en forma de reconocimiento y prestigio social, remuneración financiera, halagos o simplemente conseguir el alivio de molestas sensaciones cuando realizamos cualquier necesidad fisiológica de primer o segundo orden.

Les sugiero a los lectores que nunca olviden lo siguiente:

Todo acto suicida debe ser considerado seriamente, pues indica que el sujeto carece de otros mecanismos reactivo adaptativos más eficaces para enfrentar la vida.

Una clasificación similar a la anterior es la que divide el intento de suicidio en cuatro grados como a continuación se refiere:

Grado 1.- Es el llamado "gesto suicida", sin daño físico alguno de gravedad, como una herida superficial o anunciar el intento suicida y comenzar a ingerir píldoras en presencia de personas interesadas en evitarlo.

Grado 2.- Acto suicida que requiere atención médica, pero sin riesgo significativo para la vida o la salud, como por ejemplo, lacerarse la piel sin que interesen estructuras profundas, ingestión de 4 a 5 píldoras para dormir u otro tipo de medicamento.

Grado 3.- Es el acto suicida con moderada o severa autolesión potencialmente fatal, pero con clara ambivalencia como por ejemplo cortarse las venas y tendones y seguidamente, buscar ayuda médica; ingerir 10 a 15 tabletas para dormir e informarlo al inicio de sus efectos.

Grado 4.- Es el acto suicida con intenciones inequívocas de acabar con la vida como saltar desde lugares muy elevados, ingestión de dosis letales de medicamentos en lugares apartados o presedación mediante un tranquilizante para evitar el vómito de una sustancia de elevada toxicidad.

Esta clasificación tiene el aspecto positivo de la gradación ya que de antemano, no califica el intento de poco serio o no serio. Sin embargo añade un nuevo elemento, el llamado "gesto suicida", lo que en vez de simplificar el problema lo complica. Los mal llamados "gestos suicidas" son señales de aviso que expresan que algo no anda bien y nunca deben ser minimizados, puesto que el gesto, en múltiples ocasiones precede al acto suicida.

Para el autor del presente libro el comportamiento suicida abarca una amplia gama de manifestaci0ones las que a continuación se citan:

1.- El deseo de morir se puede considerar "el portal" del comportamiento autodestructivo, y representa la inconformidad e insatisfacción del sujeto con su modo de vivir en el momento presente ("el aquí- ahora"). Se manifiesta en frases como las que siguen:"la vida no merece la pena vivirla", "lo que debiera es morirme", "para vivir de esta manera es preferible desaparecer de la faz de la tierra" y otras expresiones similares.

2.- La representación suicida es la imagen mental del suicidio propio, pudiéndola expresar como que se "imaginaba ahorcado" o que "imaginaba su velorio después de cometer suicidio".

3.- La idea suicida consistente en el pensamiento de acabar con la propia existencia. Puede manifestarse de las siguientes maneras:

A. Idea suicida sin planeamiento de la acción: Es aquella idea en la cual el individuo expresa deseos de matarse aunque no sabe cómo hacerlo. Es frecuente que al preguntarle cómo ha pensado quitarse la vida, responda: "No sé".

B. Idea suicida con un método inespecífico o indeterminado: Es aquella en la que el sujeto expresa deseos de matarse y maneja varios métodos sin decidirse aún por uno específico. Es común cuando se le pregunta de qué forma ha pensado quitarse la vida, responda lo siguiente: "De cualquier forma, ahorcándome, quemándome, tirándome delante del tren".

C. Idea suicida con un método específico pero no planificado: Es aquella idea en la que el individuo desea morir, ha elegido un método específico, pero aún no ha considerado cuándo hacerlo, en qué lugar y qué precauciones ha de tomar para llevar a cabo el suicidio.

D. Plan suicida: Es aquella idea que, además de expresar sus deseos de autoeliminación, contiene el método específico, el lugar determinado y las precauciones que ha de tomar para lograr no ser descubierto y alcanzar el propósito anhelado de morir. Es muy grave cuando se presenta.

Todas estas manifestaciones de la ideación de autodestrucción deben ser exploradas, si el paciente no las manifiesta, pues la comunicación y el diálogo abierto sobre el tema no incrementan el riesgo de desencadenar el acto, como erróneamente se considera y es una valiosa oportunidad para iniciar su prevención.

Varias son las maneras de abordar el tema de la ideación suicida cuando el sujeto no las manifiesta de forma voluntaria:

Primera variante. Se le puede decir lo siguiente a la persona que se supone en peligro: "Evidentemente usted no se siente bien, me he dado cuenta de eso, y desearía saber de qué forma ha pensado resolver su situación actual". En esta variante se realiza una pregunta abierta para que el sujeto pueda expresar sus pensamientos y así poder descubrir sus propósitos suicidas.

Segunda variante. Se puede escoger un síntoma de los que más moleste al individuo y apoyándose en él, indagar sobre la presencia de ideas suicidas, como por ejemplo: "Usted me dice que apenas duerme y yo sé que cuando eso ocurre le vienen a uno a la cabeza muchos pensamientos. ¿Podría decirme en qué piensa usted cuando está insomne?"

Tercera variante. Se puede abordar al sujeto de la siguiente manera: "Durante todo este tiempo que se ha sentido tan mal, ¿ha tenido pensamientos malos?". En esta modalidad la idea suicida se hace sinónimo de pensamientos malos, aunque también se le puede calificar de ideas desagradables, barrenillos, pensamientos raros, etc. Si la respuesta es afirmativa, se debe preguntar cuáles son esos malos pensamientos, pues pueden ser temores infundados, miedo a enfermedades, a que le den una mala noticia, etc.

Cuarta variante. Se inicia el interrogatorio interesándose el entrevistador por la conducta suicida en la familia del sujeto, para en otro momento preguntar sobre el mismo tema, pero en el propio individuo. Sería como sigue: "Deseo saber si en su familia alguien se ha suicidado o ha intentado el suicidio. (Esperar respuesta.) ¿Usted lo ha intentado alguna vez? ¿Ahora lo está pensando hacer?"

Quinta variante. Se le puede preguntar directamente si ha pensado matarse, lo que haría como se ejemplifica: "¿Ha pensado en matarse por todo lo que le ocurre?; ¿ha pensado suicidarse?; ¿ha pensado acabar con su vida?".

Sexta variante. En ésta es fundamental que el entrevistador conozca algún caso de suicidio entre los familiares, amigos o vecinos del individuo en riesgo, para abordarlo con lo que sigue: "¿Estás pensando solucionar tu problema de la misma manera que lo hizo Fulano, quitándose la vida?".

Cuando el individuo no "verbaliza" sus ideas suicidas, se puede llegar a sospecharlas mediante determinadas manifestaciones: algunos tienden a restar importancia a las ideas suicidas, minimizarlas, sobre todo con una sonrisa y expresiones como: "No te preocupes por mí", "No va a pasar nada". El cese de la angustia, una sensación de paz y tranquilidad internas, un período de calma después de una fase de agitación, son signos de grave peligro suicida, pues se ha resuelto el conflicto entre los deseos de vivir y los deseos de morir a favor de estos últimos (la calma antes de la tormenta).

Otras veces el sujeto se iguala, se identifica de manera velada o explícita con un conocido suicida con expresiones como: "Yo no pienso hacer lo mismo que hizo mi primo que se suicidó" (y usted no ha mencionado el tema durante la conversación). O también comparar su situación con la similar de una persona que se suicidó: "Fulano se mató cuando supo que tenía cáncer" (y a él se le está investigando para diagnosticarle un cáncer).

Apuntan hacia la presencia de una idea suicida las conductas asumidas cuando se le pregunta si ha pensado en quitarse la vida, entre las que se destacan el llanto sin pronunciar palabra alguna, bajar la cabeza y mirar el piso, hacer silencio repentino, motivado por la propia pregunta; fruncir el ceño, mostrarse intranquilo o angustiado, etc.

Hablan a favor de la existencia de un plan suicida, la tenencia escondida del futuro método para lograrlo (acumular tabletas, llevar consigo el tóxico, la soga), dirigirse hacia el lugar elegido para realizar el acto suicida y que usualmente no es visitado por el sujeto, ingerir bebidas alcohólicas en cantidades y con una frecuencia inusuales que llaman la atención de quienes lo conocen, mediante lo cual el individuo trata de lograr "el valor" necesario para llevar a cabo sus intenciones.

En no pocos casos las manifestaciones de angustia, miedo, intranquilidad, zozobra, son la expresión de una idea suicida que tiene la característica de ser recurrente, conminatoria, intrusiva en el campo de la conciencia del sujeto, sin que él se lo proponga y que es vivenciada como ajena, impuesta desde el exterior, aunque la reconoce como propia. Esta idea reviste grave peligro, pues personas impresionables y sugestionables, mediante un proceso de autohipnosis pueden llevar el suicidio a vías de hecho.

Contrariamente a lo que se piensa, interrogar sobre la existencia de las ideas suicidas no incrementa el riesgo de desencadenar este tipo de acto y puede ser la única oportunidad, tal vez la última, de iniciar las acciones preventivas.

Una vez determinado si la persona tiene una idea suicida, es aconsejable continuar profundizando, con esta secuencia:

Pregunta: ¿Cómo ha pensado suicidarse?

Esta pregunta intenta descubrir el método suicida. Cualquier método puede ser mortal. Se incrementa el peligro suicida si está disponible y existe experiencia familiar previa de suicidios con dicho método. Se incrementa el peligro si se trata de repetidores que incrementan la letalidad de los métodos utilizados para cometer suicidio. Es de vital importancia en la prevención del suicidio evitar la disponibilidad y el acceso a los métodos mediante los cuales se pueda lesionar el sujeto.

Pregunta: ¿Cuándo ha pensado suicidarse?

Esta pregunta no trata de averiguar una fecha específica para cometer suicidio sino más bien determinar si el adolescente está poniendo las cosas en orden, haciendo testamento, dejando notas de despedida, regalando posesiones valiosas, si espera la ocurrencia de un hecho significativo como la ruptura de una relación valiosa, la muerte de un ser querido, etc. Permanecer a solas es el mejor momento para cometer suicidio, por tanto, debe estar acompañado hasta que el riesgo desaparezca.

Pregunta: ¿Dónde ha pensado suicidarse?

Mediante esta pregunta se intenta descubrir el lugar en que se piensa realizar el acto suicida. Por lo general los suicidios ocurren en los lugares frecuentados por el suicida, principalmente el hogar y la escuela o casa de familiares y amigos. Los lugares apartados y de difícil acceso, con pocas probabilidades de ser descubierto, y los elegidos por otros suicidas, conllevan un riesgo elevado.

Pregunta: ¿Por qué ha pensado suicidarse?

Con esta interrogante se pretende descubrir el motivo por el cual se pretende realizar el acto suicida. Los amores contrariados, la pérdida de una relación valiosa, las dificultades académicas o las llamadas de atención de carácter humillante se sitúan entre los más frecuentes. Los motivos nunca deben ser evaluados a través de la experiencia del entrevistador y siempre considerarlos significativos para el suicida.

Pregunta: ¿Para qué ha pensado suicidarse?

Se intenta descubrir el significado del acto suicida. El deseo de morir es el más peligroso pero no es el único, pues pueden referirse otras como reclamar atención, expresar rabia, manifestar a otros cuán grande son los problemas, como una petición de ayuda, para expresar frustración, para agredir a otros, etc.

Mientras más planificada está la idea suicida, el riesgo de cometer suicidio se incrementa considerablemente.

Por último, se debe prestar especial atención a aquellas personas que experimentan cambios ostensibles en su comportamiento habitual que limitan sustancialmente su adaptabilidad social (ingestión de alcohol o drogas, deserción laboral, divorcio, disidencia del grupo de pertenencia, etc.), aunque algunos autores excluyan estos cambios por considerar que se sustentan en motivaciones diferentes.

4- La amenaza suicida. Consiste en la insinuación o afirmación verbal de las intenciones suicidas, expresada por lo general ante personas estrechamente vinculadas al sujeto y que harán lo posible por impedirlo. Debe considerarse como una petición de ayuda.

5- El gesto suicida. Es el ademán de realizar un acto suicida. Mientras la amenaza es verbal, el gesto suicida incluye el acto, que por lo general no conlleva lesiones de relevancia para el sujeto, pero que hay que considerar muy seriamente.

6- El intento suicida, también denominado parasuicidio, tentativa de suicidio, intento de autoeliminación o autolesión intencionada. Es aquel acto sin resultado de muerte en el cual un individuo deliberadamente, se hace daño a sí mismo.

7- El suicidio frustrado. Es aquel acto suicida que, de no mediar situaciones fortuitas, no esperadas, casuales, hubiera terminado en la muerte.

8- El suicidio accidental. El realizado con un método del cual se desconocía su verdadero efecto o con un método conocido, pero que no se pensó que el desenlace fuera la muerte, no deseada por el sujeto al llevar a cabo el acto. También se incluyen los casos en los que no se previeron las complicaciones posibles, como sucede en la población penal, que se autoagrede sin propósitos de morir, pero las complicaciones derivadas del acto le privan de la vida (inyección de petróleo en la pared abdominal, introducción de alambres hasta el estómago o por la uretra, etc.).

9- Suicidio intencional. Es cualquier lesión autoinfligida deliberadamente realizada por el sujeto con el propósito de morir y cuyo resultado es la muerte. En la actualidad aún se debate si es necesario que el individuo desee morir o no, pues en este último caso estaríamos ante un suicidio accidental, en el que no existen deseos de morir, aunque el resultado haya sido la muerte.

Hasta aquí se han visto diversas clasificaciones, aunque no todas.

Finalmente la Clasificación Internacional de Enfermedades clasifica la conducta suicida según el método que se emplee para morir y tiene un valor práctico inestimable para determinar las causas de muerte.

Aspectos preventivos

La prevención de la conducta suicida incluye todas las medidas que se pueden realizar para evitar la ocurrencia de un acto de suicidio, la cual puede ser subdividida en tres categorías principales:

  1. Prevención General.- Incluye todas las medidas encaminadas a garantizar el apoyo psicológico, educacional y social a los individuos con la finalidad de mejorar sus capacidades de influenciar positivamente sobre sus propias vidas y dotarlos de las habilidades suficientes para afrontar las diversas situaciones criticas de sus vidas. Quedan incluidas, además, todas las medidas que contribuyen a prevenir y aliviar los daños a los seres humanos por cualquier contingencia. La prevención general del suicidio interesa fundamentalmente a los gobiernos de los diferentes países y en cada nación se pueden diseñar estrategias que guarden armonía con cultura y características socioeconómicas distintivas.
  2. Prevención Indirecta.- Intenta reducir el numero de actos suicidas en grupos de riesgo y en situaciones riesgosas con medidas enfocadas al ambiente como por ejemplo, reducción de los métodos mediante los cuales un individuo puede autolesionarse. En este tipo de prevención tiene un peso específico relevante los llamados factores de riesgo suicida los que deben ser considerados de forma individual, pues lo que para algunos es un elemento de riesgo para otros no representa problema alguno. Además de individuales son generacionales ya que los factores de riesgo suicida en la niñez pueden no serlo en la adultez o en la vejez. Por otra parte son genéricos pues los factores de riesgo de la mujer no son similares a los de los hombres y están mediatizados por las diversas culturas pues lo que es permitido en determinados contextos sociales es reprobado en otros. Finalmente existe un grupo de esos factores de riesgo suicida que son comunes a cualquier edad, sexo, cultura y son individualmente los más importantes entre los cuales se encuentra la enfermedad mental.
  3. Prevención directa.- Es la que va dirigida a abortar el proceso suicida y se realiza en los individuos con pensamientos suicidas, intentos de suicidio, deseos de morir y todos los que se encuentren inmersos en una situación de crisis suicida. Especial importancia reviste el reconocimiento del Síndrome Presuicidal, descrito por E. Ringel, y consistente en constricción, inhibición de la agresión y fantasías suicidas, factores que se retroalimentan entre si. La constricción se refiere a sentimientos e intelecto lo que limita al sujeto para encontrar otras salidas que no sean el acto de suicidio. Será precisamente a este tipo de prevención a la que nos referiremos, y que es, en última instancia, la que puede facilitar que el proceso suicida se detenga, se aborte y desaparezca el riesgo suicida inmediato. Dentro de la prevención directa examinaremos lo referente a la atención psicoterapéutica al individuo en situación de crisis suicida, por lo que se impone formular algunos conceptos y principios relacionados con dicha modalidad de tratamiento que utiliza la palabra y la escucha paciente, para lograr cambios en los participantes de una relación terapéutica.

Psicoterapia. Generalidades

El autor del presente texto coincide con aquellos que le asignan al concepto de psicoterapia una doble significación: una actitud, la psicoterapéutica caracterizada por una disposición permanente de ayuda, facilitación de un clima de confianza y seguridad y el establecimiento de una relación afectiva empática. En este sentido la personalidad del terapeuta tiene enorme importancia, la opinión que se tenga de él, de su pericia y profesionalidad, así como la experiencia con la que cuente para enfrentar a este tipo de individuos con tendencias suicidas. Saber escuchar es primordial y no solo parecer que se escucha, sino hacerlo realmente, mirando a los ojos del interlocutor, mostrar genuino interés en lo que nos confiesa, no interrumpirlo o solo hacerlo cuando sea estrictamente necesario para profundizar en nuestro conocimiento de lo que está experimentando el sujeto y utilizar expresiones que le aseguren que le entendemos, tales como:" No es para menos", "Me imagino", "Entiendo como se debe sentir" y otras similares.

Las técnicas psicoterapéuticas o psicoterapias son conceptos mas restringidos y suponen determinadas bases teóricas que las sustentan, un conjunto de técnicas especificas, diversos objetivos que se deben lograr en unos márgenes definidos de tiempo y unas indicaciones precisas, aunque algunas modalidades tienen utilidad universal, no así otras cuyos alcances son limitados.

Según sus objetivos básicos, las psicoterapias pueden ser divididas en dos grupos:

1.- Centradas en el insight, las que persiguen el autoconocimiento del sujeto, sus mecanismos reactivo-adaptativos, sus mecanismos psicológicos, sus formas de defenderse de las situaciones que le generan malestar, etc.

2.- Comportamentales, las que persiguen cambios de conductas concretas anormales o desadaptativas en el sujeto y utilizan para ello diversas técnicas basadas en la Teoría del Aprendizaje.

Otros autores clasifican las psicoterapias según sus objetivos en:

  • Supresivas las cuales van dirigidas, como su nombre a la supresión de síntomas específicos, sin pretender lograr un cambio en la personalidad del sujeto. Desde luego, aunque realmente este tipo de técnicas no modifican la personalidad de una manera global, si contribuyen al funcionamiento más adaptado del individuo, pues al eliminar determinados síntomas, ello genera una sensación de bienestar que le permite al sujeto una funcionabilidad social más efectiva.
  • Re-educativas, cuya finalidad es la eliminación de patrones inadecuados de conducta en sujetos que no presentan anomalías de su personalidad en otros aspectos
  • Reconstructivas, que persiguen una modificación sustancial de la personalidad del individuo, que a diferencia de la anterior, presenta graves alteraciones. Requieren una mayor cantidad de tiempo y no siempre se consiguen los objetivos propuestos.

Las psicoterapias también han sido clasificadas según su duración en breves y prolongadas. Las psicoterapias breves persiguen la supresión de los síntomas actuales y permiten al sujeto un nivel de funcionamiento similar al que ostentaban antes de presentar los síntomas actuales. Las psicoterapias de duración prolongada coinciden con los objetivos perseguidos por las psicoterapias reeducativas y reconstructivas ya mencionadas en el párrafo precedente.

Según el número de personas a las que va dirigida la psicoterapia se pueden clasificar en:

  • Psicoterapia individual cuando se trata del binomio terapeuta-sujeto
  • Psicoterapia de grupo cuando participan varias personas y puede tratarse de pequeños, medianos y grandes grupos. En esta variante de psicoterapia hay que señalar la presencia del matrimonio y la familia los que por las características de la relación entre sus integrantes, difiere de cualquier tipo de agrupación y por lo tanto requieren de otro enfoque aun cuando pudieran ser de utilidad algunas técnicas grupales.

Según su fundamentación teórica las psicoterapias pueden ser clasificadas en:

  • Psicoterapias basadas en el efecto de la palabra, la más primitiva de todas.
  • Psicoterapias basadas en la exploración y análisis de los procesos inconscientes.
  • Psicoterapias basadas en la Psicología experimental.
  • Psicoterapias basadas en la comprensión e intercambio vivencial.
  • Psicoterapias basadas en la Teoría de la Comunicación.

En este aspecto de la fundamentación teórica, en la actualidad hay múltiples variedades de psicoterapias que, aunque surgen de un tronco común, muchas de ellas incorporan particularidades que las diferencian sustancialmente entre si. Así se menciona el psicoanálisis ortodoxo, las psicoterapias psicoanalíticas, la psicoterapia centrada en el cliente de C. Rogers, la psicoterapia adleriana, la psicoterapia junguiana, la terapia familiar sistémica, la hipnosis, la psicoterapia racional causal, la psicoterapia racional emotiva, la psicoterapia catatimica imaginativa, la psicoterapia didáctica, el entrenamiento autógeno, la psicoterapia gestáltica, la logoterapia, el análisis transaccional , el análisis bioenergético, la psicoterapia cognitiva, la psicoterapia cognitiva conductual, la psicoterapia interpersonal y un largo etcétera.

No se han mencionado todos los tipos de psicoterapias existentes en la actualidad, pero se podría asegurar que existen tantas psicoterapias como psicoterapeutas, ya que es este quien, en ultima instancia, otorga el carácter distintivo a cada técnica.

Una vez realizada una somera revisión acerca de las psicoterapias, nos detendremos en su utilización en la persona con tendencias suicidas, por la importancia que tiene la preservación de la vida de este tipo de sujetos.

Psicoterapia de la persona en crisis suicida

Antes de aplicar cualquier técnica psicoterapéutica a una persona en crisis suicida, lo primero que hay que hacer es el diagnostico de dicha crisis.

Una crisis suicida es aquella crisis en la que, una vez agotados los mecanismos reactivo adaptativos creativos y compensatorios del sujeto emergen las intenciones suicidas y existe la posibilidad que el sujeto resuelva la situación problemática mediante la autoagresión.

Este tipo de situación requiere un control adecuado del tiempo, ser directivo y tratar de mantener a la persona con vida como principal objetivo.

Es similar a cualquier tipo de crisis, aunque difiere en un aspecto y es que existe la posibilidad que el individuo resuelva esta situación problemática mediante la autoagresión. Por tanto, al existir esa posibilidad real, el enfrentamiento a la crisis suicida requiere un uso apropiado del tiempo, hay que ser directivo y tratar de mantener a la persona con vida como objetivo fundamental.

En ocasiones, el diagnostico de una crisis suicida es relativamente fácil, pues la persona manifiesta sus intenciones de terminar con su vida por suicidio. Otras veces, hay que explorar la existencia de este tipo de ideas y en este texto hicimos referencia a varias formas de hacerlo, aunque para muchos la mejor forma de detectar el riesgo de suicidio es preguntando directamente a la persona si ha tenido ideas de suicidarse.

Desde luego, una crisis suicida difiere cuando se trata de un niño, un adolescente, un adulto o un anciano, por lo que se hace necesario conocer algunas particularidades de la conducta suicida en cada una de esas etapas de la vida, pues su tratamiento será diferente en cada una de ellas.

La crisis suicida infantil

Se considera que por debajo de los 5 ó 6 años, los niños tienen un concepto muy rudimentario de lo que es la muerte o el morir, por lo que resulta prácticamente improbable que se participe activamente de la muerte. En esta etapa la muerte se representa, personifica u objetiviza como una persona con buenas o malas intenciones, o un lugar desagradable o apacible. También a estas edades es común que la muerte se asocie a la vejez y a las enfermedades. Por encima de esta edad, se comienza a considerar la muerte como un suceso inevitable y universal, llegando el niño o la niña a la conclusión de que todas las personas, incluyéndolo a él, tienen que morir.

Paralelamente con el concepto de muerte se desarrolla el de suicidio. Por lo general los niños han tenido alguna experiencia sobre el tema mediante la visualización de este tipo de acto en la televisión, sea a través de programaciones para los adultos o dirigidos a los niños y las niñas (muñequitos o comics). Otras veces, el concepto se va adquiriendo mediante diálogos con compañeros de su propia edad que han tenido familiares suicidas o por conversaciones que escuchan a los adultos. En sus concepciones sobre el suicidio, en el niño se entremezclan creencias racionales e irracionales, articuladas y lógicas y poco coherentes y comprensibles.

Hay niños y niñas que adquieren ambos conceptos, muerte y suicidio a una edad más temprana y otros más tardíamente, creyendo estos últimos que la muerte es una continuidad de la vida o que es un estado parecido al sueño del cual es posible ser despertado tal y como ocurre en el cuento "La Bella Durmiente".

Un niño en crisis suicida comienza a manifestar una serie de señales en su conducta que, de manera general, se expresan en cambios de todo tipo. Puede comenzar a tornarse agresivo o pasivo en su escuela, en la casa. Cambian sus hábitos de alimentación y sueño, puede mostrar anorexia y rechazo a los alimentos o por el contrario, manifestar un apetito no usual. En cuanto al hábito de sueño, los cambios pueden consistir en insomnio, terrores nocturnos, pesadillas, enuresis o sueño excesivo. Dificultades en el rendimiento escolar, fugas de la escuela, desinterés, rebeldía sin motivo aparente, no participación en los juegos habituales con los amigos, repartir sus pertenencias y hacer notas de despedida son los signos que pueden ser observados en una crisis suicida infantil.

Obviamente, una crisis suicida infantil surge de la interrelación del niño con su medio familiar, por lo que es imposible tratar psicoterapéuticamente este tipo de crisis sin involucrar a los padres. En ocasiones esto no se logra, pues el niño puede provenir hogares rotos o familias con un clima emocional muy caótico que impida tal procedimiento.

De todas formas, la atención psicoterapéutica a una crisis suicida infantil debe ir encaminada a la sensibilización de padres o tutores para que tomen conciencia de los cambios ocurridos en el niño o la niña y que pueden presagiar la ocurrencia de un acto suicida. Hay que insistir en el control de los métodos mediante los cuales el niño o la niña puedan autolesionarse e intentar modificar aquellos factores del medio familiar que están influyendo en los síntomas del niño y la niña, cuando esto sea posible.

Se debe realizar el diagnostico correcto del cuadro clínico que esta condicionando la crisis suicida para descartar que esta sea el comienzo de una enfermedad psiquiátrica mayor como el Trastorno Afectivo o la Esquizofrenia y en ello desempeña una función fundamental la entrevista al niño y la observación de sus juegos.

Si el niño o la niña han realizado una tentativa de suicidio hay que investigar que intención perseguía con este tipo de acto, pues no necesariamente tiene que estar incluido el deseo de morir, que es, como ya hemos referido, el de mayor gravedad. Los posibles factores desencadenantes deben ser explorados sistemáticamente, entre los que sobresalen el miedo al castigo, las llamadas de atención de carácter humillantes, los problemas escolares, presenciar acontecimientos dolorosos, etc.

La actitud de la familia ante el suicidio constituye un dato de suma importancia, como ha sido referido, y cuando sea posible hay que evaluar la capacidad que tienen los progenitores de comprender y modificar los factores que han predispuesto o precipitado el intento de suicidio. Es necesario que la familia comprenda que las conductas suicidas siempre indican una adaptación inadecuada y que son tributarias de tratamiento. En nuestra experiencia, evitamos por todos los medios que los progenitores se culpen mutuamente, para lo cual les hacemos entender que ya hay un problema en la familia, que es la conducta autodestructiva del niño y no se debe sumar otro mas, dado por los continuos ataques mutuos, que lo único que pueden conseguir, además del malestar de cada uno de ellos, es provocar un malestar mayor en el niño o la niña, quienes pueden sentirse responsables de tales reyertas.

Invitamos a cada progenitor a pensar en lo que cada uno puede hacer o dejar de hacer para que la situación del niño sea aliviada, y establecemos contratos terapéuticos con cada uno a ser re-evaluados en próximas visitas. Si alguno de los progenitores presenta niveles importantes de alteración psíquica y o emocional, intentamos la persuasión para recibir tratamiento psicofarmacológico concomitante. Nunca debe transmitirse a los miembros de la familia que este tipo de conducta tiene intenciones de manipularlos y siempre se les debe alertar sobre aquellas señales que pueden sugerir una posible repetición del acto suicida.

La hospitalización del niño o la niña puede ser una indicación si el intento de suicidio ha sido realizado con un método de elevada letalidad, si las intenciones son dejar de existir, si persiste la planificación suicida, si el intento de suicidio es el debut de una enfermedad psiquiátrica con síntomas psicóticos graves, si se asocia con abuso de sustancias adictivas, si el medio familiar es caótico con malos tratos, trastornos psiquiátricos de los progenitores, si la familia es incapaz de responsabilizarse con el tratamiento ambulatorio, etc.

El tratamiento de la familia no debe limitarse únicamente a la crisis suicida infantil sino que debe continuar hasta lograr un funcionamiento familiar que limite sustancialmente las posibilidades de repetición del acto suicida del niño o la niña.

 

 

 

Autor:

Prof. Dr. Sergio A. Pérez Barrero

Fundador de la Sección de Suicidiología de la AMP.

Fundador de la Red Mundial de Suicidiología.

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