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El turismo en ciudades patrimoniales (página 2)


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La ambigüedad del concepto de patrimonio cultural es notoria tanto por el hecho de abarcar, como se ha comentado, campos amplísimos y en constante evolución, como por la habitual variación del propio concepto en función del sujeto que lo usa. El patrimonio cultural es, pues, un cuerpo vivo que no responde exclusivamente al pasado, sino que convive con el concepto de contemporáneo. Un cuerpo que incorpora numeroso material y sistemas metodológicos de traducción y transmisión tanto del pasado como del presente.

El concepto de patrimonio material tiene que ver con la transmisión de mensajes culturales vía objetos. Unos objetos que hacen de verdaderos mensajeros de cultura, así como de permanentes testimonios de hechos de civilización.

La noción de patrimonio está asociada a la idea de paso del tiempo. El transcurrir del tiempo hace que los individuos y los grupos vinculen el presente y el pasado, consolidando las nociones de continuidad o cambio histórico y cultural. Por diversas razones, la comparación entre espacios de tiempo diferentes adquiere perfiles muy nítidos si hay objetos de por medio que ayuden a contrastar. Así, es fácil de comprender que los objetos gracias a sus propiedades, fundamentalmente materialidad y solidez, tienen la ventaja de durar, generalmente más que las personas, presentándose a nuestros sentidos de una forma que admite poca discusión, puesto que no hay lugar a opinar sobre su existencia al hacerse presentes antes nuestros sentidos en todo momento, y además se pueden tocar.

El historiador G. Kubler ya sentenció refiriéndose a los objetos "El momento que acaba de pasar se ha extinguido del todo excepto por los objetos que ha podido dejar". La materialidad y durabilidad de los objetos los hace buenos agentes transmisores de mensajes a través del tiempo, puesto que las trazas de hechos de civilización, de datos de contenido cultural, permanecen inscritos en esos objetos por periodos mas o menos largos, apareciendo claramente ante el observador atento, instruido y capaz de discriminar. Se trata de darse cuenta, tal vez a simple vista, de los signos y señales inscritos en los objetos, para poder profundizar en su interpretación. La idea de que algo ha sucedido entre el tiempo del objeto y el nuestro, se vislumbra claramente gracias al objeto.

El patrimonio está formado por objetos que permanecen a pesar del paso del tiempo, sea en uso, sean en un museo. El patrimonio entendido como objetos de la historia, son una materialización de la historia; es decir es como la historia materializada. Bajo esta óptica, se obtiene un principio integrador de toda una serie diversa, casi incalculable, de testimonios materiales de la actividad humana, unos muy imponentes y conocidísimos y otros mas bien modestos y desconocidos para la mayoría de personas, que comunican cosas a quien quiera interesarse por ellas, que hablan de culturas y civilizaciones, de prácticas y costumbres, de creencias y rituales. Así, se incluyen en el mismo conjunto patrimonial objetos artísticos como los cuadros relevantes, objetos monumentales, documentos escritos, los primeros textos escritos y objetos etnográficos como unos vestidos tradicionales de la época.

Es evidente que los especialistas, ya sean antropólogos, historiadores o arqueólogos, se acercan al patrimonio desde diversas ópticas y a partir de tradiciones disciplinarias distintas. Para ellos, el patrimonio cultural histórico, es insustituible como objeto de estudio ya que les sirve de puerta de acceso al pasado, conjuntamente con la memoria y la historia escrita. Para la mayoría de la humanidad (incluidos los especialistas), el patrimonio es motivo de inspiración, estímulo a la imaginación y la curiosidad, suma de lecciones, fuente de sensaciones físicas, visuales y tácticas, y catalizador de sutiles emociones.

La definición clásica de turismo partía de considerar el traslado o viaje como el elemento básico que determinaba su existencia. Si bien ello es así en una primera visión, actualmente se define el turismo como un fenómeno más complejo donde intervienen otros elementos, entre los cuales figuran: el alojamiento, la alimentación y la recreación del viajero, además del viaje propiamente dicho.

Esto ha conducido a definir el turismo como un sistema cuya operación está integrada por diferentes actividades que constituyen un conjunto indisoluble, sin tales componentes resulta difícil concebirlo actualmente.

Por tanto, turismo es: viaje, estancia (por tiempo determinado), recreación, conocer otras culturas, etc. Unido a esto se adiciona un aspecto de índole puramente económica que diferencia al turista de cualquier otro viajero, el hecho de no representar una acción lucrativa para quien lo realiza. Turismo es." (Kurr Krapf & Walter Hunziker, 1942).

".. el conjunto de relaciones y fenómenos producidos por el desplazamiento y permanencia de personas fuera de su lugar de domicilio, en tanto que dichos desplazamientos y permanencia no estén motivados por una actividad lucrativa.

El turismo como acto consustancial al hombre y vinculado a su necesidad de locomoción, conocimiento y esparcimiento, ha derivado una enorme demanda extra domiciliaria de uso y consumo ocasional en transporte, alojamiento, alimentación, información, entretenimientos, e infinidad de otros servicios y bienes destinados a satisfacer al viajero.

Esto llega, a su vez, a comprometer y poner en operación (total o parcialmente) las más diversas actividades manufactureras y asistenciales en función del turismo. De este modo, el turismo ha alcanzado la denominación de "industria" por su extraordinaria importancia económica y por involucrar (directa o indirectamente) a disímiles actividades generadoras de bienes y servicios.

En sus inicios, la realización del viaje comportaba el aprovechamiento ocasional de bienes y servicios existentes en el lugar, como respuesta a las propias necesidades de la población residente y de los cuales hacía uso el visitante.

En la actualidad, a consecuencia de la estabilización y auge del turismo, el viajero dispone de instalaciones, bienes y servicios creados expresamente para su disfrute. Ello ha determinado el desarrollo de una multiplicidad de establecimientos, productos y servicios que están destinados en lo fundamental a la atención del visitante, cuya demanda ha pasado a ser razón para la existencia de tales actividades económicas.

Esto permite aplicarle al turismo el concepto de sector, partiendo de considerar que el mismo representa un conjunto de "producciones" estructuradas con un determinado grado de integración y dirigidas a servir una demanda relativamente homogénea.

Al emplear el término sector, para caracterizar al turismo, es necesario distinguir algunas diferencias entre éste y los restantes sectores económicos. De hecho, es evidente que el enfoque económico del turismo, como para cualquier otra actividad, implica la consideración de dos elementos: el primero se refiere a la demanda (o sea el consumo) y el segundo a la oferta (la producción).

La característica atípica del turismo establece que la fase final de su producción es de servicios, aún cuando globalmente no está compuesta únicamente por servicios. Por tanto, el resultado de tal "producción" se manifiesta sólo al momento del consumo. De ahí que sea una producción que se "realiza" y "termina" en cada prestación del servicio, al momento de su "consumo".

Un amplio número de actividades se enlazan con el turismo, bien de un modo directo y exclusivo (debiendo a él su origen y razón de ser) o indirectamente, como campo de ampliación de su propio mercado. Un guía-interprete que muestra un monumento, es ejemplo típico del primer caso. Un médico que atiende circunstancialmente a un turista enfermo o accidentado, lo es del segundo.

En un destino turístico, grande o pequeño, las llegadas de visitantes establecen una demanda y genera ingresos que involucran directamente a las empresas y establecimientos que ofertan bienes y servicios requeridos por los mismos, en cuanto a la hotelería, el transporte, comercios y espectáculos, entre otros.

Sin embargo, además de esas labores existen otras que también participan o se benefician del turismo. En ese conjunto se encuentran desde las entidades públicas (correos, servicios asistenciales, seguridad, etc.), donde hay que considerar también a la Hacienda Pública (impuestos y otros gravámenes); hasta el amplio conjunto de actividades con diversas formas de propiedad que comprenden, entre otras: teatros, salas de fiesta, instalaciones deportivas, museos, tiendas, parques de diversiones, bares y cafeterías.

Por otra parte, como resultado de las funciones que realizan todas esas entidades, se genera un efecto indirecto en un amplio espectro de otras entidades económicas. Prácticamente, excepto algunas pocas ramas como puede ser la industria pesada, el resto de la economía experimenta la influencia del turismo. Ello se corresponde con la demanda inducida por el funcionamiento de las entidades turísticas, para el suministro de materiales y equipos (de inversiones y otras obras), atender el flujo financiero interno y externo que todo ello genera, el mantenimiento y reparación de equipos y medios de uso, la importación y distribución de productos y otras muchas.

Todo esto forma una gran amalgama de relaciones y nexos económicos que se inscriben dentro del denominado "derrame" o "efecto multiplicador" del turismo, el cual será más o menos importante según el desarrollo del propio turismo y del grado de integración alcanzado por la economía nacional.

La adquisición de artículos y otros bienes que efectúan los visitantes durante su estancia en el país receptor, sobre todo de aquellos que son elaborados nacionalmente, constituye una auténtica exportación para las empresas productoras. De hecho, y a los efectos comerciales, resulta lo mismo que el turista consuma mercancías elaboradas en el país visitado mientras se encuentra en éste o las adquiera en el suyo propio, como resultado de una real exportación de dichos bienes. De ahí el concepto de "exportación invisible", interna o en frontera, que se establece para tal fenómeno.

La trascendencia económica de esta venta "dentro de frontera" se encuentra en la reducción de los gastos por fletes, seguros, embalajes y otros componentes que encarecen la operación con el exterior. Por otra parte, la exportación "invisible" facilita introducir nuevos productos en el mercado exterior, que de esta forma son previamente evaluados y promocionados en el propio país con menores costos.

El turismo es una actividad económica que genera entrada y salida de divisas para los países que intervienen en el mismo. En el caso de los países receptores, las salidas ocurren como consecuencia del proceso inversionista, la importación de equipos y de otros bienes y la repatriación de capitales, fundamentalmente. En cuanto a las entradas, la fuente principal radica en los gastos efectuados por los turistas durante su estancia en el país.

De acuerdo con ese movimiento y considerando que el saldo resultante sea favorable al país receptor, se presenta la posibilidad de que el turismo disminuya, compense o supere (con sus ingresos) el desequilibrio general de la Balanza de Pagos de ese país.

Anteriormente se mencionó el efecto que origina el turismo en otros sectores de la economía y su influencia en el desarrollo de diversas producciones y servicios. Unido a esto se encuentra su efecto en la ocupación. El auge del turismo provoca dos tipos de demanda de empleo. La primera es transitoria, referida a la construcción de instalaciones. La segunda es una demanda estable, que se corresponde con los trabajadores necesarios para operar las instalaciones turísticas. No obstante, este segundo tipo de empleo tiene, en ciertos momentos y países, una forma de manifestación algo parecida al primero; ello tiene que ver con las temporadas turísticas, en las cuales se contratan trabajadores eventualmente para atender una alta afluencia de visitantes.

La presencia de los turistas origina impactos de muy diverso orden en el ámbito social del destino o país receptor. Algunos autores enfocan este fenómeno como la consecuencia del "choque" de dos culturas: la externa (el turista) y la interna (el nativo). Sin embargo, los turistas no constituyen un conjunto homogéneo de personas, dada su diversidad de orígenes, culturas, modos de vida, etc. Ello es sólo una abstracción teórica. En realidad se manifiesta una cierta tendencia a la unificación, aunque lenta, de algunos aspectos del comportamiento social.

La influencia social del turismo en los países receptores es un tema muy polémico, sobre todo por la diversidad de impactos positivos y negativos que origina. En esencia, los enfoques al respecto intentan fomentar las resultantes consideradas positivas, mientras buscan controlar o reducir los efectos indeseables.

Al considerar los efectos positivos que en el orden económico y social genera el turismo, es necesario también analizar las consecuencias negativas que aporta para el país receptor, evitando un enfoque demasiado optimista. Por ello, se plantean ciertas cuestiones a tener en cuenta respecto al papel que debe desempeñar el turismo.

La experiencia internacional aconseja, entre otras cuestiones:

  • ? No asignarle únicamente el papel de captador de ingresos. Por el contrario, resulta necesario fomentarlo como elemento dinamizador o impulsor del resto de la economía. Aprovechar su efecto multiplicador es lo fundamental.

  • ? Es indispensable velar porque el desarrollo turístico no afecte al entorno natural y provoque fenómenos sociales indeseables (impactos sociales y medio ambientales).

  • ? La participación extranjera en el negocio turístico debe ser objeto de una adecuada regulación, a fin de reducir las actuaciones que generen excesivas erogaciones en divisas (por vía de la importación, etc.) y generar gastos adicionales al país.

En la Declaración de Manila (1990) promovida por la OMT, se establece, entre otros aspectos, una concepción del turismo que propenda a:

  • ? la conservación del patrimonio natural, histórico y cultural,

  • ? convertirlo en un factor de equilibrio social y de desarrollo del individuo,

  • ? la cooperación y comprensión mutua entre los pueblos.

La evolución histórica del turismo muestra, como uno de sus antecedentes, aquellos viajes que realizaban los miembros de la realeza y funcionarios del gobierno a diferentes ciudades para conocer acerca de la evolución de las comarcas del país. También se incluyen en esos primeros viajes los que efectuaban comerciantes y empresarios para evaluar la situación del mercado. Esos viajes tenían como destino las principales ciudades donde florecía la vida social y económica de la Europa del siglo XVIII.

A esos viajes se adicionan posteriormente otros motivados por la asistencia a fiestas, ferias y demás eventos que fueron caracterizando la posición de ciertas ciudades europeas en la esfera del comercio, el arte y la ciencia (París, Londres, Desdén, Florencia y Milán, son ejemplos de tales fenómenos).

En los últimos años del siglo XIX ,en el siglo XX y XXI, el auge de la cultura que tiene lugar en las capitales de varios países, unido a la mayor facilidad de transportación, propicia un aumento de los viajes con destino a ciudades donde la vida cultural resulta un atractivo señalado.

En la actualidad, este tipo de viaje muestra una tendencia que continúa en ascenso y representa una de las principales motivaciones para un segmento que crece constantemente. A ello contribuye, tanto el desarrollo de eventos de diverso carácter que tienen por sede una ciudad como la masividad de un turismo que busca conocer la historia y la cultura de otros pueblos.

El turismo de ciudad, asociado a las modalidades del turismo cultural y de eventos, presenta hoy día sus mayores exponentes en el atractivo que representan aquellas ciudades donde subsisten manifestaciones de pasadas épocas. En esas ciudades, las edificaciones, el folclore y la vida de sus habitantes, constituyen generalmente un imán que atrae una corriente de visitantes cuya presencia es cada vez más numerosa.

El crecimiento turístico de muchos países se ha enfocado tradicionalmente a destinos de playa, por ser uno de los más demandados en los últimos tiempos, dejando a un lado o menospreciando otras opciones entre las que se encuentran las ciudades. Ello se justifica en parte porque los recursos históricos y culturales de muchas ciudades no han sido debidamente promovidos, además de que requieren una atención especial para lograr su gradual incorporación al producto turístico que puede ofrecer una ciudad en su conjunto.

En ese orden, las ciudades con mayor posibilidad para convertirse en un destino turístico, son aquellas que cuentan con espacios donde se conservan manifestaciones de su vida anterior. Para América Latina, esos destinos están constituidos principalmente por las ciudades antiguas, también denominadas coloniales, o aquellas que aún conservan zonas con tales características.

El término de ciudad antigua o colonial identifica a todos aquellos asentamientos urbanos que fueron creados en América Latina y el Caribe durante la ocupación europea, ocurrida fundamentalmente entre los siglos XVI y XVIII. Esas ciudades o partes de ellas mantienen en la actualidad su fisonomía y constituyen una muestra viviente de la arquitectura, la cultura y las condiciones de vida de aquella época. Por ello y ante el aumento del turismo cultural o de ciudad, son susceptibles de utilizarse como un privilegiado atractivo para ese empeño.

Para lograr el desarrollo turístico de una ciudad que cuenta con un centro histórico o que toda ella es una ciudad colonial, será necesario conjugar la actuación de diversas organizaciones públicas, privadas y sociales. En esa acción se destaca el papel estratégico de las autoridades municipales, al ser responsables directas de la gestión y funcionamiento de cualquier ciudad.

En el mundo actual, se extiende la conciencia de que una de las más genuinas riquezas de la humanidad son los bienes de la cultura. Estos son, tanto materiales como inmateriales. Entre los primeros se destacan los espacios y edificaciones que por su naturaleza histórica y arquitectónica se constituyen en patrimonio. En los segundos se encuentran todas las manifestaciones del arte y la cultura.

El convencimiento de que ese patrimonio forma parte de la herencia común de la humanidad ha motivado la actuación de varias organizaciones internacionales en función de su preservación, particularmente la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). A resultas de tales acciones, muchos gobiernos establecen a ese fin leyes y normas de carácter nacional y se han creado instituciones orientadas al fomento y conservación de ese patrimonio.

La Convención para la protección del patrimonio mundial, aprobada en la 17a. reunión de la Conferencia General de la UNESCO, define en su articulado cuales son objetos y sitios que pueden ostentar la condición de monumento. De acuerdo a ello son considerados monumentos:

  • Las obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumental, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, el arte o de la ciencia.

  • Los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración al paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, el arte o la ciencia.

  • Los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza, así como las zonas, incluidos los lugares arqueológicos que tengan valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico.

  • Los monumentos naturales constituidos por formaciones físicas y biológicas o por grupos de esas formaciones que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico.

  • Las formaciones geológicas y fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que constituyan el hábitat de especies animales y vegetales amenazadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico.

  • Los lugares naturales o las zonas naturales estrictamente delimitadas que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural.

Por otra parte, la UNESCO creó un comité gubernamental de protección del patrimonio cultural y natural, denominado Comité del Patrimonio Mundial, compuesto inicialmente por representantes de 21 países elegidos por los estados miembros de la mencionada Convención. Por lo antes expuesto debe tenerse en cuenta las tres dimensiones del desarrollo sostenible: lo económico, lo social y lo ambiental para garantizar y alcanzar la sostenibilidad turística.

La idea de patrimonio y la misma idea de patrimonio o bien cultural nos sugieren que estamos ante algo de valor. Valor en el sentido de valía, es decir, de percepción de cualidades estimables en una cosa, no de valor en un sentido lucrativo o especulativo. Se trata, pues, de un concepto relativo sometido a las circunstancias de la percepción y del comportamiento de las personas y, por lo tanto, dependiente de un marco de referencias intelectuales, históricas, culturales y psicológicas que varían con las personas y los grupos que atribuyen valor.

El valor instrumental, es decir el valor como recurso turístico, didáctico o científico del objeto no es el mismo en el contexto actual, que cuando era útil en otra época a sus dueños. Pero tampoco es igual al valor como recurso cultural de hace unas décadas, cuando apenas había turismo. El valor como recurso de un objeto patrimonial difiere también poco o mucho del valor como recurso de un objeto del pasado, apreciado como tal, pero que no ha sido declarado bien cultural, ni ha sido incluido en ningún catálogo, y difiere claramente del valor como utilidad del mismo objeto en su contexto original y posterior. Son, todas, etapas que hay que distinguir.

El antropólogo norteamericano W.D. Lipe sostiene que los restos del pasado configuran un depósito de recursos potenciales a nuestro alcance para ser utilizados en el presente y en el futuro para el desarrollo cultural de nuestra sociedad. Como las circunstancias sociales cambian con el tiempo, así como la manera de entender el mundo de la gente, no se puede establecer una analogía previa entre recursos potenciales y recursos efectivos. De manera parecida, el valor efectivo como recurso para los distintos grupos sociales de determinados objetos del pasado sólo puede establecerse en función de contextos particulares. Para Lipe estos contextos se configuran en torno a circunstancias históricamente determinadas, como son: las relaciones económicas, los criterios de gusto dominantes, las creencias e ideas mayoritarias, y las formas y estructuras de la investigación en ciencias sociales y humanas.

Este interesante planteamiento de Lipe es un intento de sistematizar las razones por las cuales las personas de nuestro tiempo seguimos apreciando, conservando y utilizando los objetos del pasado. Ahora bien, es cierto que este esquema está muy condicionado por la situación y el entorno de la sociedad norteamericana, muy cambiante y muy condicionada por las coyunturas políticas y económicas, que obligan a los gestores del patrimonio histórico, a los políticos y a la opinión pública a pronunciarse a menudo sobre qué sacrificar y qué salvar del legado histórico. Lipe apuesta por proporcionarles un instrumento de reflexión para orientar la toma de decisiones.

Por lo tanto, partiendo de las ideas de Lipe, pero asumiendo un carácter más universal y amplio, se clasifican los valores de referencia en tres grandes categorías convencionales: uso, forma y símbolo.

a) Valor de Uso

El valor de uso es equivalente a los valores económicos e informativo-científicos de otros autores. Se evalúa el bien como elemento que sirve para satisfacer alguna necesidad concreta, sea individual o colectiva, o dar respuesta a algún reto u oportunidad. Además, puede darse un uso inmediato y directo y un uso menos inmediato y menos tangible, por ello distinguimos entre un valor de uso tangible y un valor de uso intangible.

b) Valor Formal

El valor formal es equivalente al valor estético de otros autores. Se evalúa el bien por la atracción que despierta en lo sentidos y en función del placer estético y la emoción que proporciona, pero también en función de otros atributos difíciles de conceptuar, tales como la preciosidad, la apariencia exótica o el genio.

c) Valor Simbólico-Significativo

El valor simbólico es el equivalente al valor asociativo de otros autores. Se intenta evaluar el bien en la medida que nos pone en relación con su creador o sus usuarios en el pasado. El bien patrimonial u objeto histórico designa, representa o evoca un personaje, una cultura o un acontecimiento del pasado. El objeto histórico presenta la singularidad de participar al mismo tiempo del pasado y del presente. La propiedad del objeto histórico de servir de enlace real con el pasado le confiere un valor excepcional. Hablamos por lo tanto, de valor simbólico en el sentido de que el objeto actúa de presencia sustitutiva de alguien o algo, haciendo de nexo entre personas separadas por el tiempo, por lo que son testimonio de ideas, hechos y situaciones del pasado.

Tal como se ha comentado anteriormente, se pueden complementar las definiciones y descripciones del patrimonio cultural, añadiendo que es el conjunto de recursos culturales de un lugar, creados y conservados por sus gentes a lo largo de su historia.

Cuando este patrimonio se estructura para su uso y disfrute, se convierte en producto cultural. Se entiende por producto cultural aquel recurso en el que se puede realizar una actividad (visitar, asistir, participar, estudiar, comprar, comer,…) porque está formulada una propuesta de accesibilidad al mismo (temporal, espacial y económica).

Un recurso en el que la propuesta no está definida previamente por el propietario o gestor del recurso, no se considera producto, pues no es posible el uso y disfrute por parte del público.

Cuando el producto se promociona fuera de su localidad, se convierte en una oferta cultural, que es un producto cultural promocionado mediante un programa de actuaciones de comunicación, generales o específicas, dirigidas a un público (publicidad, folletos, libros, Web,…).

Cuando se realizan sólo acciones de promoción "in situ", se considera como producto cultural y no como oferta cultural.

El público atraído por el producto y la oferta, realiza el consumo cultural. Se entiende por consumo cultural la realización, por parte del público, de la actividad propuesta en el producto cultural.

Los diferentes consumidores culturales pueden clasificarse según varios criterios. Un criterio, generalmente aceptado es el de considerarlos a partir del origen de los mismos, surgiendo la siguiente clasificación:

  • Residentes

  • Visitantes

  • Excursionistas, que visitan el lugar sin pernoctar en él.

  • Turistas, viajeros que pernoctan en el lugar. Dentro de estos se pueden encontrar diferentes tipos: negocios, congresos, incentivos, vacacionales y por supuesto turistas culturales.

Un aspecto primordial para fomentar el turismo es el conocimiento, por parte de la administración local, de cuál es su patrimonio turístico, toda vez que éste representa la base para determinar la potencialidad del territorio. Un buen uso del patrimonio, que favorezca su preservación y conservación, además de constituir una obligación colectiva también rinde frutos económicos y sociales. Conocer y valorar el patrimonio contribuye a renovar y reforzar las tradiciones, así como a la afirmación de los valores ideológicos que conforman la identidad nacional. Por ello, cuidar el patrimonio es una tarea que se convierte en factor de cohesión social y estímulo comunitario. La promoción, aprovechamiento y conservación del patrimonio ayuda a contrarrestar las influencias negativas de patrones culturales ajenos a la realidad social del país.

La riqueza turística del territorio es un patrimonio: el patrimonio turístico. Este puede ser de tres tipos: natural, histórico-monumental y cultural.

El patrimonio natural está constituido por el conjunto de elementos que conforman el medio ambiente, como son: el suelo, el agua, el aire, la flora y la fauna. Estos elementos integran ecosistemas, es decir, se encuentran interrelacionados. De acuerdo a la ubicación geográfica, a sus condiciones de clima y al grado de preservación de su estado natural, los ecosistemas serán más o menos ricos.

La manifestación más integral del patrimonio natural es el paisaje. En él se integran el suelo, con sus diversas características orográficas, físicas, etc.; el aire, en cuanto atmósfera, clima, vientos, etc.; el agua, como grandes depósitos lacustres y corrientes fluviales; la flora, en sus diversas modalidades como parques, áreas campestres y zonas de reserva; y la fauna, con sus variantes marítima, fluvial, terrestre, etc.

El patrimonio histórico está conformado por sitios, edificaciones, monumentos y urbanizaciones que son considerados patrimonio de la Nación; así como por bienes muebles, mobiliario, pinturas, esculturas, etc., con características similares. La diversidad de componentes y la variedad de formas y estilos que responden a diferentes épocas hacen necesaria una clasificación de este tipo de patrimonio. Así, en el caso de América Latina, puede clasificarse en: prehispánico, colonial y contemporáneo.

El patrimonio histórico prehispánico está representado por los vestigios de las culturas indo americanas, fundamentalmente por las obras de carácter religioso y los restos de asentamientos primitivos, algunos de los cuales se han constituido como zonas arqueológicas en varios países de Latinoamérica.

El patrimonio histórico colonial está constituido por las áreas urbanas y edificaciones de los siglos XVI al XIX. Son característicos de este tipo de patrimonio los centros históricos de las ciudades coloniales y un gran número de iglesias, conventos, palacios y otras obras construidas en ese período, que incluye en muchos casos la etapa de la Independencia. Destacan en este aspecto edificaciones de gran valor como los teatros, los mercados monumentales y edificios de gobierno, así como villas y urbanizaciones, plazas, paseos y bulevares.

El patrimonio histórico contemporáneo lo constituyen las edificaciones y monumentos realizados en este siglo, que por sus características arquitectónicas, artísticas y por su significado, resultan obras que deben ser preservadas.

El patrimonio cultural está definido fundamentalmente por el conjunto de manifestaciones y expresiones de la vida colectiva que se manifiestan en las costumbres y tradiciones. Así, patrimonio cultural son las fiestas y ferias populares, la riqueza étnica, el vestuario, la artesanía, la comida típica, la música popular y los bailables, entre otras manifestaciones.

Diversos componentes del patrimonio forman parte de los denominados recursos turísticos. Conjuntamente con ellos se incluyen todos aquellos componentes esenciales de la actividad turística, como son: las instalaciones de alojamiento, alimentación, recreativas, deportivas, etc.

A la administración local le corresponde un papel de gran importancia en el cuidado y conservación del patrimonio. Aún cuando en la mayoría de los países las leyes reservan a las autoridades centrales las atribuciones generales de regulación y control del patrimonio histórico y natural, el gobierno municipal debe ser un activo colaborador en esas tareas.

Hay que tener presente que uno de los grandes atractivos para el turista nacional o extranjero lo constituye la posibilidad de cambiar de ambiente y disfrutar de las diferencias socio-culturales, tales como: los paisajes y bellezas naturales, las opciones de diversión y distracción que se abren al entrar en contacto con el folclor, la gastronomía local, las tradiciones populares y los festejos típicos. Estos son algunos de los atractivos que puede ofrecer el municipio, conjuntamente con el esparcimiento, la práctica de deportes, el goce estético en la contemplación de obras de arte, monumentos, museos y el arte popular.

Puede afirmarse que los países que tienen ciudades patrimoniales existen municipios que cuentan con un arsenal de recursos naturales, histórico-monumentales y culturales, los cuales permitirían convertir al turismo en una opción factible para su desarrollo. Este puede ser complementario o principal, dependiendo de la magnitud y calidad de esa riqueza patrimonial. El acercamiento de los visitantes al patrimonio implica convertirlo en un producto turístico, el cual debe ser gestionado desde el paradigma del desarrollo sostenible, teniendo en cuenta sus tres vectores, social, medioambiental y económico e incluyendo la dimensión educativa .Se deben tener en cuenta además las cinco C, incluidas por la UNESCO en las convenciones referidas a la conservación del Patrimonio: credibilidad, conservación, creación de capacidades, comunicación y comunidad, sólo con su integración podrá lograrse los objetivos referidos al bienestar, paz, seguridad en la Convención del Patrimonio Mundial para su protección.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Julián Gregorio Pérez Delgado

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