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La monarquía británica: Fruto enjundioso de las Relaciones Públicas

Enviado por Felix Larocca


  1. El solio inglés y las fantasías reinantes
  2. Isabel II
  3. Dos decisiones diagnósticas del espíritu utilitario de Isabel
  4. Le droit du seigneur
  5. La Casa de Hanover, generadora de cromosomas inferiores
  6. El futuro de la monarquía, si es que ésta sobrevive
  7. Los jubileos de los monarcas ingleses
  8. La secuela
  9. Memorias
  10. En resumen
  11. Bibliografía

"El reinado de Isabel ha sido uno de los más difíciles de la historia inglesa. La vida de la soberana ha estado complicada por mucha controversia, a veces consecuencia de los desatinos de sus familiares más cercanos, como fueran los de su única hermana y los de sus cuatro hijos y sus descendientes. (Su difunta hermana, la Princesa Margarita, tuvo dos hijos, varios amantes y vivió una vida dilapidada)." FEFL en El Jubileo de Diamante: La Princesa "Di" vs. Isabel II.

"La vida del hombre es solitaria, pobre, malévola, bruta y corta". Tomás Hobbes (1588-1679) en Leviatán.

En otras lecciones nos hemos ocupado con el estudio de la presidencia como institución viciada desde el punto de vista adaptativo-darvinista.

Nos preguntamos, ¿por qué razón la Naturaleza no la ha eliminado? Una explicación consiste, en que, por no deber su presencia a las labores de la evolución y no siendo necesaria para la persistencia de la especie misma — como la obesidad tampoco lo es — no nos parece que será posible que sea susceptible a ser descartada por medio de la selección natural.

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Selección natural

Aunque es concebible, que si se sigue lo que nos enseña nuestro artículo, "la regla del DNA", que la oportunidad de su mutación en algo más útil para la raza humana puede que algún día tenga lugar, como puede que sea el caso con todas las monarquías y dictatorías.

¿Un mundo sin presidentes, monarcas o dictadores? — Sería una situación sin precedentes.

¿Qué nos diría, al respecto, Tomás Hobbes?

¿Quién puede imaginar lo que esto sería? ¡No otra variedad de monarquías! Esperemos.

Nuestro objetivo en esta ponencia

En esta lección continuaremos el estudio de otro personaje de las soberanías anglas como ya hemos hecho en previas lecciones.

Hoy nos ocupa de nuevo, Isabel II, cabeza de la Casa Real de Windsor (de antes conocida como la Casa de Hanover), hoy cambiada de nombre por razones de conveniencias políticas.

Debemos, desde un principio, establecer que, igualmente, que si nos proponemos levantar el manto velado que cubre los monarcas ingleses, que soberanos (pasados y presentes) de otros países, solamente podrían resplandecer en el tablado de la historia por sus enormes fallos personales.

Nuestro intento al hacer una crítica en especial, de la vigente reina inglesa, es, porque su reinado, tan exaltado y celebrado por todo el mundo, es un panegírico al proxenetismo propagandista — en un país donde existe tanta miseria — que excede el juicio y la razón.

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Juan Carlos (Presidente en su país del Fondo Mundial para la Naturaleza) con elefante muerto por "fun"

No seleccionamos los ingleses, por ser ingleses, ya que Juan Carlos de Borbón — cazador de faldas y elefantes — no es muy diferente que las demás testas coronadas del mundo europeo.

Los seleccionamos por su astucia en lograr embaucar a todo un orbe con las pretensas de sus "méritos", a pesar de todos sus desperfectos, tanto físicos como morales.

Prosigamos

Un monarca hereditario, observó el patriota de la Revolución Americana, Thomas Paine, es una proposición tan absurda como lo sería un médico o un físico hereditario, añadimos nosotros.

Sin embargo, como toda monarquía depende de la replicación de los soberanos para asegurar que el trono siempre estará ocupado, es de interés científico, si no curiosidad meramente humana, saber en qué constituye el meollo intelectual y moral de la persona cuyos glúteos ocupan el trono.

El solio inglés y las fantasías reinantes

En Inglaterra los matrimonios de la presente monarquía se equiparan con los cuentos de hadas, para así dar a todos la ilusión de que los miembros de la nobleza fueron descendidos de un mundo mítico y prodigioso de proporciones divinas.

En este respecto, la realeza imperial japonesa adopta mitos similares como si sus miembros provinieran de un Olimpo divino, y, aunque siendo un tipo de soberanía distinta, la dictadura norcoreana, asimismo pretende que sus herederos diminutos y desquiciados son resultado de un fíat celestial.

No hay que creer en un dios para usarlo como testigo de las banalidades del ser humano.

Prosiguiendo

La idea de que las nupcias de la realeza son eventos místicos pierde su significado especial cuando consideramos todas las bodas pasadas, y recientes que los miembros de la realeza británica han celebrado bajo el cetro de Isabel II, sin olvidar los desvaríos históricos de Enrique VIII.

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Andrés y Sarah

Sarah Ferguson ("Fergie') y Diana Spencer ("La Princesa Di"), con sus comportamientos, demolieron esta absurda idea.

A quienes le rindieran pleitesía en su jubileo, y aunque Isabel II, en público, y por conveniencia, se presenta con frescura y garbo, la verdad es que, en privado esta mujer sin estilo, ha sido una tirana y una dictadora absoluta y despiadada dentro de su familia.

Todo para preservar la vida de la realeza.

El glamor y la pompa no son lo único para la soberanía, pero son mucho, ya que sin ellos la institución, estaría irremisiblemente perdida y, resultaría abolida…

Isabel II

Isabel se las ha manejado para proyectarse como persona concienzuda y como gobernante consagrado al bienestar de su nación.

Esto último se acepta como axioma, aunque nadie en lo absoluto, puede determinar los beneficios que a su gente su presencia en el trono ha proporcionado.

Lo que mucho no importa, ya que el esfuerzo de establecer los hechos verdaderos, a nadie le atraiga, y, mucho menos a los parásitos nepotistas que de la monarquía se nutren con esplendidez. (Para leer más: http://www.monografias.com/trabajos49/nepotismo-del-gobernante/nepotismo-del-gobernante).

Para los súbditos leales de Isabel, ella es inmune a toda crítica, no importa cuán válida ésta sea.

Para los que no los son, porque son republicanos, la presencia de la reina y la de su familia, constituyen una ofensa al espíritu y a la solidez moral de toda una nación.

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La boda de Ana

Dos decisiones diagnósticas del espíritu utilitario de Isabel

En el comienzo de su mando la joven soberana tomó dos mayores decisiones, ninguna de las cuales fueron, ni necesarias, ni requeridas de ella.

Primero, rehusó autorizar el matrimonio de su única, y menor hermana, Margarita, con el hombre que ésta seleccionó y amaba, y segundo, permitió que su, socialmente inepto esposo (posiblemente, víctima del trastorno de Asperger), asumiera control de la escolaridad del primogénito.

La primera decisión fue tomada para apaciguar los líderes más conservativos de la Iglesia Anglicana (iglesia la cual ella, absurdamente, encabeza), la que no aprobaría el enlace matrimonial de Margarita con un hombre divorciado. Mientras que las razones para la segunda permanecen oscuras.

Los resultados fueron desastrosos en ambos casos.

La desafortunada Princesa, más adelante contrajo nupcias con — y se divorció de — un hombre a quien ella no amaba, disipando el resto de sus días en medio de la molicie, fumando, bebiendo ginebra, rodeada de cortesanos aduladores y chismosos, y siendo tan infeliz, como quien haya dilapidado toda una vida pueda sentirse.

Por su parte, Margarita añadió descendientes adicionales al establo real, para quienes hubo que encontrarles quehaceres para simular la apariencia de ser de alguna utilidad simbólica.

El Príncipe Carlos, heredero del trono — sometido por su papá a un régimen de amonestas autoritarias, y asistiendo a escuelas de internado que practicaban rígida disciplina — se retrajo dentro de sí mismo, eventualmente siendo presionado a un matrimonio con alguien quien él, ni amara ni respetara.

Hoy, el Príncipe, por todos vilipendiado, está encalveciendo, y se comporta como cascarrabias consumado y meterete empedernido que casi todos prefieren evitar.

Durante su carrera amorosa, Carlos encontró consuelo (como hicieran tantos de sus antepasados monárquicos), seduciendo la esposa de uno de sus camaradas en armas. Mujer a quien desposara, luego de divorciar a la Princesa Di, cuya sola misión fue la de dar dos herederos al trono (love is a many-splendored thing).

Así se comporta un oficial y caballero… Por lo menos en la Corte de Saint James.

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La boda de la Princesa "Dl" y Carlos

Le droit du seigneur

Pero el precedente histórico ya existía en el comportamiento de otros esposos cornutos y padres venales ingleses, que cedieron sus esposas e hijas al monarca reinante con pleno conocimiento y sin resquemores o escrúpulos.

El ejemplo paradigmático siendo Carlos II, don Juan empecinado y gobernante sin consecuencia significativa, o herederos legítimos.

Continuando

Sin ayuda externa, y al unísono, Margarita, la hermana, y Carlos el hijo, marcharon a la cabeza de los familiares de Isabel II que se distinguieron solamente por producir una cascada de descendientes anodinos, llenos de irresponsabilidades, e infidelidades conyugales, que mantuvieran felizmente ocupada la prensa de los tabloides londinenses.

Puede decirse que en algo descollaron…

Problema logístico: Existen tantos críos dentro de la extendida y disfuncional familia de esta reina, que resultaría difícil encontrar a todos algo con qué ocuparlos para poder justificar sus existencias.

Para el Príncipe Guillermo, hijo de Carlos y la desafortunada Princesa DI, fue diferente, ya, que en el día en que nació se decidió su cometido:

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La boda de Carlos y Camilla

Encontrar una esposa presentable, padrear un heredero varón (y preferiblemente otro varón de repuesto), para asegurar la supervivencia de la monarquía, aunque, probablemente — con los cambios proyectados — una primogénita podrá ser heredera de la corona.

Para supervivencia de la familia real, es muy importante que Guillermo complete su simple misión de padrote con precisión quirúrgica, porque él (supuestamente) debe ser salvador del Reino Unido, librándolo de la coronación de su padre, como el Rey Carlos III, a quien la mayoría de los británicos, desdeñan profundamente.

Pero, hay que tener en cuenta el hecho de que la monarquía es una enfermedad hereditaria, y que sólo un milagro puede salvar a Inglaterra del reinado de este hombre, que, como sucede al fruto del níspero, se pudrió antes de madurar.

Para los republicanos del país, loar un príncipe que habla a las plantas y que, como monarca, desea ser coronado como "cabeza de todas las religiones", este rey sería equivalente a un "real" insulto (literalmente).

Pero, por ahora, Carlos vive una vida rancia, sin ocupación y sin ningún cometido que no sea mantenerse en vigila esperando las nuevas de la muerte de su "Mami".

La Casa de Hanover, generadora de cromosomas inferiores

Andrés, el hermano "cachondo" de Carlos, en tiempos recientes logró recuperarse de otro pequeño aluvión de malas noticias que expusieron sus relaciones cálidas con el clan de Gadafi, cuando su ex esposa sonsacó un préstamo de un adinerado amigo norteamericano cuyos antecedentes estaban mancillados por una convicción, resultado de haber tenido relaciones sexuales con una mujer menor de edad.

El préstamo sirvió el propósito de sufragar en parte el derroche interminable de dinero que se requiere para mantener a flote a Sarah Ferguson, cuyo comportamiento no difiere mucho del de otros descendientes de la reina.

El futuro de la monarquía, si es que ésta sobrevive

Kate Middleton, futura reina de Inglaterra, no viene de un linaje que se ajusta a los requerimientos de la familia real tradicional.

Desde el principio, Kate hizo claro que (sin haber leído nuestros artículos al respecto) la virginidad en su caso era irrelevante. Lo que poco deja a la imaginación.

Su familia, esencialmente, carece de educación formal — como es el caso con toda la familia real. La madre fue una azafata, la hermana una mujer en búsqueda interminable de paparazzi para confirmar su, poca extraordinaria, "belleza", su hermano sufre de problemas de aprendizaje y todos se dedican a hacer dinero con la organización de fiestas privadas y la venta de mementos, como son los suvenires de jubileos.

Los jubileos de los monarcas ingleses

Debido al número de años necesarios para que tenga lugar, un jubileo de diamante es una singularidad.

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Kate el día de su matrimonio con Guillermo

El primero que se registra en la historia fue el de la Reina Victoria en el 1897, considerado una obra maestra de relaciones públicas, aún, en su época.

El de Isabel II sobrepasó el de Victoria, cuando más de un millón de leales súbditos, se agruparon para ver la soberana, en su Barcaza Real, navegando el río Támesis, acompañada de mil embarcaciones, para celebrar su hito de permanencia en el trono.

Para la ocasión, por todas partes en el dominio, muchos millones más se unieron por cuatro días — en ferias, fiestas callejeras, danzas comunales y picnics — para celebrar el aniversario adamantino de la coronación de la reina.

La secuela

En el momento, y ya que las festividades han concluido, podemos pausar a sopesar el gran interrogatorio:

¿Cómo es posible que en esta edad de la democracia moderna que el 80% de los ciudadanos británicos todavía soporten la institución de la monarquía, representada por una cabeza de estado hereditaria?

La historia en la página principal del periódico New Stateman, intenta dar una respuesta a esta pregunta, expresando que la Reina ha presidido en la resurrección más exitosa en la reseña de las relaciones públicas.

Veamos

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Nell Gwyn una de las muchas amantes de Carlos II en el recuadro

Todo comenzó a ir mal en el 1992, el famoso annus horribilis que Isabel pronunciara, cuando Carlos y Diana se separaron, la Princesa Ana se divorció, y Fergie (Sarah Ferguson) fue sorprendida con un americano con quien, se presume, le fuera infiel a su esposo Andrés, segundo, al momento, en la línea de sucesión al trono.

Pero, desde entonces, la Familia Real ha experimentado una transformación total, como resultado de una campaña efectiva de relaciones públicas.

La Reina accedió a pagar impuestos, miembros ínfimos del clan han sido eliminados de la lista del subsidio asignado proveniente del fisco, y la imagen pública de todos los miembros de la realeza es manejada muy cuidadosamente por un ejército de profesionales en el campo de las comunicaciones.

El resultado de esta campaña ha sido que el soporte favorable de la monarquía se ha plasmado.

Pero, sería un error pensar que la seguridad que hoy los miembros de la realeza sienten, como resultado de una maquinaria de RP bien lubricada, es una invención moderna.

En efecto, la primera revolución de RP tuvo lugar en el siglo XIX cuando la monarquía cayó bajo un ataque público más severo que el que hoy pudiera imaginarse.

Todavía esta memoria persiste

Pero primero comencemos por analizar cómo piensa acerca de la reina el ciudadano británico de la clase laboral.

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Eduardo VII, hijo libertino de Victoria

Un taxista en Londres nos informa que la monarquía es una tradición arraigada como símbolo de unidad nacional.

Nuestra hija, ciudadana australiana, con una maestría en RP, por su parte, considera la monarquía y la afiliación de Australia al Commonwealth una situación ridícula.

Pero, como la gran mayoría de los ingleses piensan como piensa el taxista, cuando hay matrimonios reales, cientos de miles de los súbditos se congregan para ver la carroza de la reina deslizarse majestuosamente frente a ellos, para admirar las capas de armiño y sombreros con penachos de plumas, para escuchar las salvas ensordecedoras de los cañones y gozar del espectáculo de las tropas en parada.

Los comentadores de los medios de comunicación fortalecen la idea de que esos ritos son tradiciones vetustas que se remontan al comienzo de los tiempos con expresiones como: "toda la pompa y esplendor de una tradición de miles de años", y cosas absurdas por el estilo.

La realidad es que todas estas ceremonias reales, incluyendo las del último Jubileo, son creaciones de fines del siglo XIX y principios del XX.

Éstas son lo que historiadores modernos llaman "tradiciones inventadas", dirigidas, por quienes gobiernan, para dar la impresión convincente de que esas formalidades ilusorias mantienen una continuidad con un pasado ilustre.

Pero, ¿por qué razón tuvo la monarquía británica que inventar estas fábulas?, y ¿cómo lo logró?

Memorias

Muy pocos realizan que por los primeros tres cuartos del siglo diecinueve, la monarquía británica era objeto del escarnio público y se la consideraba como si fuera una mofa nacional.

Jorge IV fue objeto de burla por sus extravagancias y por ser un mujeriego, mientras que su matrimonio con la Reina Carolina fue un escándalo público sin precedentes.

Cuando murió en el 1830 el periódico The Times le dedicó el editorial que sigue: "Nunca hubo un individuo menos lamentado por sus semejantes que este rey recién fallecido. ¿Qué ojos han llorado por él? ¿Qué corazón ha emitido un latido de duelo sincero?"

¿Puede alguien imaginarse tal veredicto pronunciado en un miembro de la realeza actual (aun en el caso del trivial Príncipe Carlos)?

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El Jubileo de Victoria

Además, y, a pesar de lo que muchos puedan pensar, el reinado de Victoria — por tantos considerado lleno de esplendor y admiración popular — carecía totalmente de toda grandiosidad y soporte público.

Su coronación en el 1838 fue un fiasco absoluto: Los clérigos perdieron sus lugares en el orden del servicio, el anillo de la coronación no le sirvió y nadie se molestó en entonar el himno nacional.

Desde el mismo principio de su largo reinado, Victoria fue criticada en la prensa por su entremetimiento en asuntos políticos y constantemente fue satirizada por los caricaturistas.

Cuando esta reina se retiró efectivamente de la vida pública en el 1860, las presiones en la monarquía empezaron a aumentar.

Con la organización de uniones laborales la conciencia republicana de la clase media comenzó a rivalizar con la lealtad a la corona.

Entre 1871 y 1874, ochenta y cuatro clubes republicanos se fundaron y el Primer Ministro Gladstone se preocupaba por la estabilidad del trono.

Fue durante esta atmósfera de crisis que un esfuerzo concertado se hizo para apuntalar el edificio de la monarquía y la noción que ésta representaba.

¿La solución? Resucitar el credo en la realeza por medio de la invención de tradiciones.

De esta manera el renacimiento del ritualismo monárquico se vio como un contrapeso necesario a los peligros de una democracia popular.

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El Jubileo de Isabel

Una nueva era de pompa y protocolo surgió en el 1877 cuando Victoria fue coronada Emperadora de la India, un título inventado por el Primer Ministro Disraeli, asociándola con las "glorias" — ya menguantes — del Imperio Británico.

Para el Jubileo de Oro de Victoria, en el 1887, por la vez primera, los Primer Ministros Coloniales fueron invitados, y sus tropas marcharon en parada en un ejercicio magistral de coreografía ceremonial, mientras que el Clero, ataviado con vestimentas nuevas y lujosas se exhibieron a sí mismos, para no ser menos.

El evento fue tan exitoso, que se repitió diez años después con mayor esplendor para el Jubileo de Diamante.

En el 1901, Eduardo VII, hijo disoluto de esta reina, quiso asegurar que su coronación sería recordada por la presencia de una nueva, ostentosa, y ornada carroza, que lo transportaría en su retorno, de la Abadía al palacio real.

Él asimismo transformó la apertura del Parlamento en una ceremonia formal, con paradas por las calles de Londres, y con el pronunciamiento de su discurso leyéndolo desde el trono.

Eduardo era un innovador aun después de su muerte, creando la tradición de que cuando los monarcas británicos mueren, yacen públicamente en estado.

Un cuarto de millón de personas desfiló a contemplar sus restos en el 1910.

Otros cambios adicionales ocurrieron, por ejemplo, en el 1917 la familia real procuró ocultar su linaje teutónico cambiando el nombre de la Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha por el de la Casa de Windsor, y celebrando las bodas reales en público, en lugar de a puertas cerradas.

El circo de los reyes británicos estaba, entonces, en su auge.

Fue por medio de esas tradiciones artificiosas que la Corona se restableció como un símbolo de patriotismo, asegurándose de la lealtad de las clases laborales.

Los resultados de esta campaña de PR han sido espectaculares, por esta razón es que vemos a tantos ciudadanos del reino unido rindiendo tributo a una institución virtual sin razón alguna para existir.

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Tomás Hobbes, autor de Leviatán

En resumen

El ser humano vive una existencia precaria durante la cual el comportamiento de otros seres vivos puede servirle de inspiración — aunque no siempre — y como modelo a adoptar.

Mientras que en otras especies…

En las colonias de hormigas, y en las colonias de abejas, la presencia discreta de la reina suministra un elemento de estabilidad adaptativa, lo que no es similar en nuestro género.

Nosotros no necesitamos reyes, como atestan las historias de tantas civilizaciones que no los tuvieran.

Pero, sin embargo, los reyes, para existir, nos necesitan a nosotros.

La pregunta final, si es que los tenemos: ¿Los necesitamos, y para qué…?

Fin de la lección.

Bibliografía

  • Larocca, FEF: El Jubileo de Diamante: La Princesa "Di" vs. Isabel II en monografías.com

  • Larocca, FEF: La Presidencia, Como Entidad: Cargo Superfluo en monografías.com

  • Larocca, FEF: De Cómo la Regla del DNA Gobierna un Mundo de Incertidumbres Ciertas en monografías.com

  • Larocca, FEF: El Nepotismo del Gobernante en monografías.com

  • Larocca, FEF: La Virginidad como Tabú en monografías.com

  • Larocca, FEF: El Trastorno de Asperger en monografías.com

  • Larocca, FEF: Abecedario "K" es por Autismo y Kanner en monografías.com

  • Larocca, FEF: El Príncipe Alberto en la Era de Victoria: La Guadaña de la Muerte y el Diagnóstico Equivocado en monografías.com

  • Larocca, FEF: La Distopía de Enrique VIII en monografías.com

  • Krznaric, R: (2012) The Wonderbox: Curious Histories of How to Live Profile Books

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La vida de los sueños por Salvador Dalí

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca