A través de la historia se han conocido numerosos casos de personajes que habiendo tenido infancias y experiencias de juventud normales – desde los parámetros aceptados por la sociedad– terminaron sus vidas de adultos convertidos en unas máquinas de guerra, en asesinos imperturbables o sádicos o en seres con comportamientos y actitudes totalmente opuestos a sus referentes de enculturación.
En los libros de historia encontramos intentos de explicación de este tipo de comportamientos y se les atribuye a factores genéticos, influencias externas o desórdenes psíquicos de sus personajes. Así por ejemplo, en un libro escrito sobre la Revolución francesa se describe al Marqués de Mirabeau, uno de los grandes protagonistas de este hecho y se intenta explicar sus móviles de actuación por el origen toscano de su familia:
La sangre de Maquiavelo y el genio turbulento de las repúblicas italianas, se hallaban presentes en todos los individuos de esta raza; las proporciones de sus almas son superiores a su destino, vicios, virtudes, todo es extremado en ellos. Las mujeres o son angelicales o perversas; los hombres o sublimes o depravados.[1]
En otro texto sobre la Revolución Francesa se explica la actitud de otras cabezas visibles de este movimiento de la siguiente manera:
Danton degollaba para saciar su rabia; Robespierre, para vengar los insultos hechos a su vanidad, o para hacer desaparecer a un rival a quien tenía envidia: Marat, por aquel instinto de sangre que impele a una bestia feroz a matar y destrozar, aún después de haber saciado su hambre.[2]
Este tipo de caracterizaciones de la locura responden a unas percepciones que se tenían desde la época renacentista hasta finales del siglo XVIII en las que se asociaba este fenómeno como el fruto de la sin razón. A la que se responsabilizaba del abandono del hombre, de ser esclavo de los deseos y del corazón, que afloraran en su comportamiento las formas más vulgares y que la conducta moral no lo pudiera dirigir hacia la verdad.[3]. Sauvage, uno de los autores más reconocidos de esta época, reforzaba estas ideas de la siguiente manera:
…la desviación de nuestro espíritu no viene más que del hecho de que nos entregamos ciegamente a nuestros deseos, de que no sabemos refrenar nuestras pasiones ni moderarlas. De allí esos delirios amorosos, esas antipatías, esos gustos depravados, esa melancolía que causa la pena, esos arrebatos que en nosotros produce un rechazo, esos excesos en la bebida, la comida, esas incomodidades, esos vicios corporales que causan la locura que es la peor de las enfermedades. [4]
Todos aquellos que no se ajustaban a los cánones sociales, económicos y religiosos debían ser llevados a prisión. De esta manera homosexuales, portadores de enfermedades venéreas, impíos, alquimistas, iluminados, visionarios, vagos y libertinos fueron recluidos en cárceles especiales durante el período descrito.
En el siglo XIX con la aparición de la Psicología y mas concretamente con el desarrollo de la teoría psicoanalítica se empezó la caracterización y diferenciación de cada uno de los trastornos psicológicos. Así mismo se empieza a estudiar y a tratar de entender como se afecta la psiquis humana en virtud de las experiencias de vida de los sujetos. Este último aspecto quizás fue el paso más trascendental para la comprensión de los procesos de singularización que tenemos los seres humanos, por cuánto implicaba explorar ese universo mental en el que habitan fantasmas, sueños, miedos, angustias, experiencias fallidas, actos reprimidos que afectan a cada persona de una manera distinta.
Uno de los aportes mayores de la teoría psicoanalítica fue el establecimiento de la división de la estructura psíquica en Conciente e Inconciente y la caracterización de las instancias psíquicas: Ello, Yo y Super Yo. Este fue un paso importante para entender todos aquellos comportamientos que no podían ser explicados desde los parámetros racionalistas y aún todos esos actos en los que afloraba la animalidad presente en todos los seres humanos.
La diferenciación entre el Conciente y el Inconciente, implicó el reconocimiento que una cosa son los actos concientes en los que tenemos pleno conocimiento de lo que hacemos, de lo que queremos y de lo que podemos hacer y otra cosa es ese abigarrado mundo conformado por fuerzas instintivas y deseos reprimidos sobre los cuales ejerce una presión el racionamiento lógico y las pautas sociales y morales para mantenerlos cerrados y sellados para la experiencia conciente. Este último campo sería el Inconciente.
El inconciente sería el dominio de lo ilógico, el revestimiento que tiene la instancia psíquica del ELLO, por cuánto en él prima lo que heredamos del mundo animal: los instintos originados en la organización somática. Pero según lo explica Freud, por la influencia exterior (Super Yo) se formó el Yo. Este se encarga de desplazar al Inconciente estos instintos y otros actos que puedan ser contrarios a un orden cultural.
De tal forma que "hacia el interior, frente al ello, conquista el dominio sobre las exigencias de los instintos, decide si han de tener acceso a la satisfacción, aplazándola hasta las circunstancias y circunstancias más favorables del mundo exterior, o bien suprimiendo totalmente las excitaciones instintivas".[5]
El Inconciente así descrito no deja de ser complejo y problemático, porque cada persona asimila de una manera distinta ese proceso de adaptación o represión de los instintos. Freud muestra como esos accesos de ira que son reprimidos por el individuo, le generan conflictos internos y enfermedades. Si se orientan hacia la propia persona le producen autodestrucción y en el caso de que se orienten hacia fuera generan un instinto de destrucción.[6]
Quizá Freud no lo dijera o no lo vislumbrara, pero se puede asegurar que el hombre es un ser indeterminado y no podemos predecir como será la magnitud de la exteriorización de esa energía reprimida y que hechos, personas o circunstancias desencadenarán ese instinto destructivo. En ausencia de un conflicto o hecho de gran trascendencia para el individuo, todo ese material almacenado en el inconciente puede permanecer desconocido para él y no se puede determinar cuáles van a ser las válvulas o escapes a través de las cuáles se filtrarán a la conciencia.
Carl Jung, uno de los revisionistas de la teoría de Freud, va más allá en la descripción de la complejidad del Inconciente. En primer lugar sostiene que éste no se encuentra inactivo sino que de una manera continua agrupa y reagrupa los contenidos que llegan a él, lo cual puede facilitar su traslado a la conciencia o por el contrario hacerlos más inaccesibles a la conciencia. A esto agrega que en el Inconciente se puede distinguir dos partes: el personal y el Colectivo.
El Inconciente personal se conforma por aquellos contenidos que son fruto de la experiencia de vida de cada persona y cuyo origen, efectos o manifestaciones parciales han de buscarse en el pasado personal de cada individuo.[7] El Inconciente colectivo, es de carácter universal, idéntico en todas las partes y en todos los hombres, a la que Jung denomina las partes inferiores de las funciones psíquicas. Corresponden a formas arcaicas y primitivas de los hombres heredadas y siempre presentes, a pesar de que en el proceso civilizador se ha tratado de transformarlas o suprimirlas través de la educación y formas religiosas elaboradas.
Entre las manifestaciones de ese Inconciente colectivo Jung menciona el concepto de Arquetipos, que son manifestaciones simbólicas a través de las cuáles se condensaba las ilusiones, fantasmas, formas arcaicas de pensamiento e instintos fundamentales de los primeros hombres que se enfrentaban a un mundo que poco conocían y dominaban.
Jung advierte sobre los riesgos que trae o ha traído a la humanidad el tratar de disociar la conciencia y la inconciencia. Sostiene que el material alojado en este último campo se convierte en una energía psíquica que queda en el inframundo, como una "sombra" permanente y destructora en potencia que puede desencadenar neurosis, episodios de mal humor u olvido inesperados. [8]Recalca la necesidad de realizar intentos serios para reconocer nuestra propia sombra y que si lográramos avanzar en ese sentido seríamos inmunes a toda infección moral y mental y a toda insinuación. Como ejemplo de ello señala que los nazis se valieron de los mitos teutónicos para lograr que las masas alemanas se unieran a su causa.[9]
Este último aspecto nombrado es un indicativo para Jung de lo fácil que puede ser para un hombre pasar de un estado de bondad a uno de maldad y de esas combinaciones binarias que hacen parte de nuestra vida y del cosmos:
La triste verdad es que la auténtica vida del hombre consiste en un complejo de oposiciones inexorables: día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y desgracia, bueno y malo. Ni siquiera estamos seguros de que uno prevalecerá sobre el otro, de que el bien prevalecerá vencerá al mal o la alegría derrotará a la tristeza. La vida es un campo de batalla. Siempre lo fue y siempre lo será, y si no fuera así, la existencia llegaría a su fin.[10]
Los desarrollos de la teoría psicoanalítica permitieron entender como podía afectarse esa capacidad racional del ser humano y dar paso a ese componente instintivo que puede convertir al hombre en una máquina asesina. Quizá antes que las escuelas psicológicas y la teoría psicoanalítica empezaran a sistematizar un cuerpo de ideas explicatorias de estos fenómenos, en la literatura conciente o inconcientemente varios escritores habían plasmado en sus obras esas dimensiones del ser humano en las que se podía advertir su gran capacidad creativa pero también es potencial destructivo de si mismo y de los demás.
Desde los tiempos de los tragedias griegas, pasando por la Celestina en el siglo XVI y en las obras de Shakespeare en el siglo XVII se describen varias historias que registran los casos de personajes que llevaban una vida normal pero que acontecimientos externos o fuerzas del destino los llevaron a perder los estribos y terminaron cometiendo asesinatos contra personas que los rodeaban. El gran mérito de estos escritores es haber mostrado que de la normalidad a la locura sólo nos separa una delgada línea y que todos los seres tenemos una pulsión de muerte que puede ser activada de una manera insospechada e incontrolada.
Para los efectos de nuestro ensayo se ha escogido tres obras que permiten avanzar más en la descripción, caracterización y recreación de esas fuerzas inconscientes descritas por Freud y Jung en los apartes citados anteriormente. Las dos primeras obras son El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Roberto Luis Stevenson y El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde que fueron escritas en 1886 y 1890, respectivamente. La tercera es El Perfume de Patrick Süskind escrita en 1985.
Psicoanalistas como Carl Jung y algunos de sus discípulos ilustraron sus reflexiones sobre el inconsciente y las imágenes arquetípicas con hechos y situaciones tomadas de la obras Fausto de Goethe, El padre de Christina Alberta de H. G. Wells y El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Roberto Luis Stevenson. [11]
No incluyo aquí las reflexiones hechas por los miembros de la escuela psicoanalítica de Jung sobre la obra de Stevenson, pero incorporo una lectura personal sobre el aporte hecho por la obra de este autor al desarrollo de la comprensión de la psiquis humana. A través de los personajes El Doctor Jekyll y Míster Hyde, se introduce la duda o la sospecha de la perfectibilidad del ser humano y nos muestra el peso que puede representar para un individuo los condicionamientos sociales y culturales.
El Doctor Jekyll y Míster Hyde es una metáfora de la dualidad del ser humano y una crítica a las convenciones culturales que tienden a asimilar los buenos modales y la buena apariencia física como criterios a partir de los cuáles se decide la bondad de una persona.
Desde la perspectiva de los estereotipos sobre la belleza, el Doctor Jekyll era la conjunción de atributos positivos: alto, fina estampa, fornido, bien conformado, de rostro terso, quizá con aire de astucia, pero rebosante de inteligencia y bondad[12]heredero de considerable fortuna y dotado además de excelentes cualidades, inclinado por naturaleza al trabajo.[13] Míster Hyde era por el contrario la suma de factores negativos: enano, pálido y diminuto, daba la impresión de una deformidad sin que se le pudiera señalar ninguna, este hombre apenas parece humano ¿podemos decir que en él hay algo de troglodita? [14]
Quizá el aspecto más importante de la obra de Stevenson tenga que ver con la prefiguración de lo que los psicoanalistas denominarían más tarde el Inconsciente y que demuestra que la comprensión del ser humano es un fenómeno más complejo de lo que las simples apariencias dejan ver. El Doctor Jekyll sería esa parte conciente fruto de la educación, del apego a unas normas morales y unos patrones culturales que la sociedad del momento impone a sus asociados; El señor Hyde es por el contrario esa parte oscura, instintiva, impulsiva que todos podemos llevar y que tratamos de ocultar o impedir que aflore. Es todo ese material almacenado en nuestro Inconsciente.
En el desarrollo de su obra Stevenson aporta elementos importantes para entender cómo se va configurando ese material inconsciente en nuestra psiquis y en virtud de que factores puede emerger o salir a la luz. En primer lugar señala la represión de los deseos o los remordimientos por actos considerados inmorales. Esta explicación la da a través del análisis que hace un personaje del Dr. Jekyll:
Mi instinto me dice que se debate en aguas profundas. Cuando joven era turbulento; ha pasado mucho tiempo desde entonces, es cierto, pero la ley no admite plazos. ¡Ah! Debe tratarse de eso; el fantasma de algún viejo pecado, el cáncer de alguna vergüenza oculta, el castigo que llega con paso tambaleante años después de que la memoria y la propia estima han olvidado y perdonado la falta.[15]
En segundo lugar muestra como los condicionamientos sociales se convierten en elementos que impiden al hombre gozar de los placeres normales de la vida y le imponen el abandono de los mismos por ir en pos de ideales o sendas que la sociedad valora como sinónimos de éxito. Esta es la explicación que da el Dr. Jekyll del origen de la vida doble que llevaba y de las causas de su desestabilización:
Ávido por conseguir el respeto de los más sabios y grandes entre mis semejantes; tenía plenamente garantizado, como cualquiera podía suponer, un futuro honorable y distinguido. Y la verdad es que el peor de mis defectos era una cierta e impaciente disposición a la alegría de las diversiones que ha hecho felices a muchos, pero que yo encontré difícil de reconciliar con mi imperioso deseo de llevar alta la cabeza y mostrar ante el público un semblante más grave de lo común. La consecuencia fue que oculté mis placeres, y cuando alcance los años de la reflexión y empecé a mirar a mi alrededor y a hacer balance de mi progreso y posición en el mundo, estaba ya comprometido en una profunda duplicidad de la vida. Muchos hombres hubieran incluso blasonado de las irregularidades de que yo era culpable; pero desde los altos objetivos que me había trazado yo las miraba y escondía con un sentimiento casi mórbido de vergüenza.[16]
De una manera metafórica, Stevenson describe ese proceso a través del cual se opera ese cambio de personalidad del Dr. Jekyll a Mr. Hyde, que lo atribuye a una droga, aunque deja entrever que se opera cuando la persona está presa del abatimiento o el miedo. El paso de una persona grande, bien parecida a una de baja estatura y poco atractiva connota que el afloramiento del inconsciente en el ser humano significa un empequeñecimiento de su ser, de esa parte instintiva en la que puede emerger la pulsión de muerte, la negación de las convenciones sociales y culturales y de ese componente animal que la educación ha tratado de sellar.
Oscar Wilde contemporáneo de Stevenson presenta en la obra El Retrato de Dorian Gray unos planteamientos sobre el inconsciente que coincide en algunos aspectos con los desarrollados por Stevenson y en otros hay una clara diferencia entre los dos autores.
Wilde reconoce que en nuestro cerebro, en el alma o en nuestra psiquis (las menciona de una manera indiferenciada) hay un salvaje, un componente animal en el que las emociones, las pasiones, los impulsos y los instintos bullen en su interior y pueden emerger en cualquier momento. A estos elementos connaturales al ser humano le suma un componente adquirido en la vida social. El resultado era el siguiente:
Para él, el hombre era un ser dotado de innumerables vidas y sensaciones, una criatura compleja y multiforme que albergaba curiosas herencias de pensamiento y pasiones, y cuya carne misma estaba infectada por las monstruosas dolencias de los muertos.[17]
En los diálogos propuestos por Lord Byron y Dorian Gray hay un cuestionamiento al racionalismo, al papel que desempeñan la religión y la normatividad social. Considera Wilde que a través de estas corrientes filosóficas o sistemas normativos se fustigaba al hombre con el temor al pecado, al rechazo del hedonismo y se le condena a llevar una vida muy rígida, rutinaria y falta de imaginación. Los resultados de esta represión eran "la frustración de nuestras vidas,…la enfermedad del alma por el deseo. (Wilde: 24).
Al contrario de Stevenson que pretendía mostrar un contraste en el que la parte consciente era la parte virtuosa y apegada a unos cánones morales que exaltaba la sociedad y el componente inconsciente como el cúmulo de la maldad y lo abyecto,
Wilde propugnaba a través de los diálogos de sus personajes por la instauración de un nuevo hedonismo en el que la potenciación de la experiencia sensual fuera lo más importante. Vivir la vida, sin pensar en la noción del pecado, buscar sensaciones nuevas sin cesar. Ser bueno era estar en armonía consigo mismo y por eso el dandismo era la corriente de pensamiento que se ajustaba a sus pretensiones de que cada hombre convirtiera su vida en su propia obra de arte. El punto convergente de su propuesta se resumía de la siguiente forma:
Pero Dorian Gray consideraba que nunca se había entendido bien la verdadera naturaleza de los sentidos, que habían permanecido en un estado salvaje y animal sencillamente porque el mundo había tratado de someterlos por el hambre y matarlos por el dolor, en lugar de proponerse convertirlos en elementos de una nueva espiritualidad, en la que el rasgo dominante sería un admirable instinto para captar la belleza. Wilde: 150
A través de sus personajes hay un cuestionamiento permanente a la Psicología tradicional. Uno de los aspectos que cuestiona es la pretensión de exactitud que buscaba esta disciplina en el conocimiento de la vida humana. A este respecto sostenía que chocaba con una realidad en la que el hombre rara vez entendía a los demás y siempre se equivocaba sobre sí mismo. Otro de sus puntos de cuestionamiento estaba dado por que consideraba que los psicólogos eran superficiales al considerar que "el Yo es algo sencillo, permanente, fiable y universal" y también por la escisión que hacían del cuerpo y del alma. Terminaba este juicio último haciéndose las siguientes preguntas:
"¿Quién podrá decir donde cesaba el impulso carnal o empezaba el psíquico?..¿Era el alma un fantasma que habitaba en la casa del pecado? ¿O el cuerpo se funde realmente con el alma como pensaba Giordano Bruno? (Wilde, 2001: 69)
El retrato que se le hace al protagonista de la novela es la metáfora que le sirve a Wilde para mostrar la indisolubilidad del cuerpo y del alma. En donde por más que nos esforcemos por ocultar, sellar y reprimir nuestras emociones, pasiones y deseos ellas siempre van a pugnar por salir a flote o quedan como una memoria que en cualquier momento puede ser develada y mostrará de una manera cruda todo ese componente animal e instintivo que tenemos los seres humanos.
Por más que ante la sociedad el individuo pose como un ser prístino, educado, seguidor de los parámetros de los buenos modales y el gusto que se imponen en la época, hay un componente interior en su ser que lo impulsa hacia el placer y para lograr eso no le importa pasar por encima todas las restricciones y prohibiciones morales. Así parezca que el individuo normatizado y el empujado por el placer sean distintos, lo que nos quiere demostrar Wilde es que son uno solo. Con esta frase resumía su posición sobre el ser humano "todos llevamos dentro el cielo y el infierno".
El colofón de la obra nos reafirma la idea de Wilde sobre la indisolubilidad del cuerpo y el alma, el acto impulsivo de Dorian Grey de destruir el cuadro que evidenciaba su pasado de excesos y crímenes terminó con su vida y su cuerpo reflejó lo que había tratado de ocultar durante tanto tiempo. En este sentido Wilde, prefiguró las nociones de Inconciente colectivo y de arquetipos que como herencias, fuerzas instintivas, elementos arcaicos están en permanente tensión con el mundo racional y normatizado e impulsan al hombre a realizar actos de resistencia o de acomodación a estos condicionamientos sociales.
La última obra que se considerará en este escrito es El Perfume de Patrick Süskind. Se puede advertir en la obra de este autor algunos puntos de coincidencia con los aportes teóricos hechos por la Teoría de las Necesidades de Abraham Maslow. Este psicólogo elaboró una pirámide de las necesidades humanas, según la cual para que el ser humano alcanzase la autorrealización debía satisfacer previamente unas necesidades primarias vinculadas a la supervivencia, luego otras de tipo afectivo, para poder llegar a un estado de tranquilidad y de seguridad en sí mismo que le permita desarrollar todas sus potencialidades y metas.
Según Maslow, en la primera escala se sitúan las necesidades fisiológicas (hambre, sexo), en segundo lugar necesidades de seguridad (tanto físicas como psicológicas), en tercer lugar las necesidades de pertenencia y de amor (dar y recibir amor), en cuarto lugar las necesidades de estimación (lograr una estimación alta de nosotros mismos y de los demás) y finalmente las necesidades de actualización (la plena realización como seres humanos).
En la historia contada por Süskind, Grenouille, el personaje principal de la obra, desde el momento mismo de su nacimiento experimentó el rechazo y el odio hacia su persona. Recién nacido su madre lo tiró debajo de una mesa para que muriese y pasó de una madre sustituta a otra y todas lo rechazaban debido a su voracidad sin límites. Pero de ahí en adelante este personaje en su afán de sobrevivir comía lo que le diesen:
…sopas aguadas, nutrirse con la leche más aguada y digerir las verduras más podridas y la carne en mal estado…. una cantidad mínima de alimento y de ropa le bastaba. (12-13).
Hasta ese momento parecía que para Grenouille solo lo satisfacía tener sus necesidades fisiológicas cubiertas. Según Süskind a este personaje no le importaba y había convertido en superfluas necesidades de segundo y tercer orden (seguridad, ternura y amor). En esta última afirmación nos estamos ciñendo a la clasificación de Maslow.
Durante gran parte del relato se describe el alto grado de hermetismo en que vivía, no manifestaba a los demás ningún sentimiento, ni lo esperaba de los demás, hacía todo lo posible por mantenerse alejado de los demás, no era agresivo y si era castigado no expresaba muestras de dolor. Pasó de servir a un curtidor de pieles a un perfumista.
En este lapso de tiempo ocurrió lo que para el personaje inicialmente fue visto como su segundo nacimiento, pero después consideró que era su verdadero nacimiento. El hecho desencadenante de esta situación fue el asesinato que realizó de una jovencita muy atractiva y se sintió realizado al atrapar en su nariz todos los olores y fragancias que expedía su cuerpo.
Él que hasta ese momento no había tenido conciencia de sí mismo y que había existido como un animal, se sintió feliz por primera vez en su vida por haber captado en su olfato todo aquello que hacía atractiva y pletórica de belleza a aquella jovencita. Esto le permitió avanzar hacia los escalones superiores de la pirámide de las necesidades de Maslow. Fue un primer momento de quiebre de lo que había sido su vida, empezó a prefigurar la idea o sensación que tenía unas habilidades que los demás no tenían y que podía potenciarlas al máximo para trascender en la vida.
Estas habilidades estaban relacionadas con su sentido del olfato tan desarrollado y su capacidad para retener en la memoria todos los olores que expelían las personas, organismos vivos y seres inertes, lo cual podrían conducirlo a ser el mayor perfumista de la historia. Esta fue la conclusión a la que llegó:
Hoy le parecía saber por fin quien era en realidad: nada menos que un genio; y que su vida tenía un sentido, una meta y un alto sentido: nada menos que revolucionar el mundo de los olores; y que solo él en todo el mundo poseía todos los medios para ello: a saber: su exquisita nariz, su memoria feromonal. (Süskind: 28)
Sin embargo después de experimentar una penosa enfermedad decide alejarse de todo contacto humano y deseo de reconocimiento y durante siete años vivió como un ermitaño subsistiendo con el consumo de cualquier planta o animal que estuviera a su alcance. En uno de esos momentos de soledad, la percepción de no oler a nada, nuevamente le despierta los deseos de volver al seno social, pero esta vez buscando los medios de ser reconocido, de no pasar inadvertido ante los demás, de oler, atraer a los demás, ser alguien.
Reactiva sus experimentos de mezclas de olores buscando la fórmula de obtener una fragancia que le permitiera ser reconocido por los demás o al menos que los demás se percataran que vivía, que era un ser humano más. Retorna a la ciudad, se inventa una falsa historia de haber sido secuestrado durante muchos años por una banda armada y se presenta de una manera monstruosa ante los habitantes de una ciudad francesa. Es exhibido durante buen tiempo como si fuera una bestia y luego abandona este rol y decide retomar aquel deseo de trascender ante la sociedad.
En esta última fase de su vida logró algo que para cualquier ser humano podía ser vital, pero para él no: ser estimado, ser amado. A medida que conseguía con sus mezclas atraer más a las personas hacia sí, esto era para él como una especie de revancha a ese pasado en el que había sido despreciado desde el mismo momento de su nacimiento y tomado por una persona insignificante por ser cojo, feo y jorobado. Se regocijaba porque ahora era él quien tenía todo el poder y los demás estaban a su merced y podía engañarlos fácilmente con cualquier olor. Se sentía que él era todo y los demás nada. Ahora se habían invertido los papeles y él era quien despreciaba a los demás.
Su paso ulterior sería desarrollar un perfume que le concediera un aura tal que las demás personas lo vieran como un ser sobre humano, un ángel o un Dios y sobre todo le llenaba de satisfacción tener la conciencia que este logro no lo alcanzaba por intermedio de un padre, una madre o un Dios misericordioso sino por sí mismo. Él era su propio Dios. De esta forma este personaje alcanzaba el más alto escalón de la teoría de las necesidades: su plena realización como ser humano. El deseo que lo inspiraba era el siguiente:
….si deberían amarle cuando estuvieran dentro del círculo de su aroma, no solo aceptarle como su semejante, sino amarle con locura, con abnegación, temblar de placer, gritar, llorar de gozo sin saber por qué, caer de rodillas como bajo el frío incienso de Dios solo a olerlo a él. (Süskind: 96).
La conexión entre la teoría de las necesidades, la historia contada en El Perfume y la Pulsión de muerte es indirecta. En su afán de obtener ese perfume perfecto, Grenouille, no le importa que sus proveedoras sean jóvenes doncellas a las cuales asesina, atrapa en su nariz sus olores y va almacenando en grasas sus fragancias corporales. Süskind deja entrever que a su personaje principal no tiene o experimenta ningún remordimiento por asesinar, sino que más bien tiene un gozo sádico cuando esta al asecho de sus víctimas o cuando está en la tarea de atrapar sus olores.
Podemos también encontrar, en la pulsión de muerte del personaje Grenouille, una similitud con el fenómeno del canibalismo de carácter ritual y religioso observado entre los pueblos primitivos. Mientras el salvaje mata para incorporar en su cuerpo la destreza o fortaleza del guerrero o la sapiencia del chaman, Grenouille mataba para apropiarse de todo aquello que hacía tan atractivas a sus víctimas.
A manera de conclusión
A finales del siglo XIX emerge la Psicología como campo disciplinar y se avanza en el estudio de los comportamientos del ser humano y la identificación de las causas y factores de la desestabilización psíquica. Las obras de Robert Louis Stevenson y de Oscar Wilde aquí trabajadas corresponden a un período anterior a la aparición de la Psicología y del Psicoanálisis, pero tienen un valor muy importante porque ponen en cuestión ese pretendido comportamiento racional permanente del ser humano y muestran que esa parte animal propia de nuestro ser puede emerger en cualquier momento.
Las obras de Stevenson y Wilde develan esa parte nuestra que está en la sombra, que puede tener un potencial destructivo cuando escapa a nuestro control por diversos factores y da lugar a una pulsión de muerte. No importa la condición social o cultural del hombre está ahí en nuestro interior y la preocupación de los psicoanalistas, en especial, ha sido tratar de entender como esas fuerzas que denominan inconcientes pueden afectar nuestras vidas y cambiar esa idea que el hombre es social por naturaleza.
En la obra de Süskind, la pulsión de muerte se muestra como algo innato en algunos seres fruto de la fijación de concepciones mágicas religiosas en su cerebro, pero también la relaciona con el deseo del hombre de trascender no importa que en esa búsqueda arrastre con la vida de los demás.
La recreación de la Pulsión de muerte nos sirve para avizorar los riesgos que se ciernen sobre nuestra sociedad en la que cada vez más las personas están sujetas a presiones distintas (incertidumbre económica, presiones consumistas, inseguridad pública, violencias de diverso orden, ambientes competitivos) y estas pueden ser las compuertas que abran ese componente que está reprimido o contenido en nuestro inconciente y entre ellas esté esa pulsión de muerte.
Autor:
Luis Eduardo Lobato Paz
[1] Alphonse de Lamartine. Historia de Los Girondinos. Madrid: Imprenta ilustrada de Gaspar y Roig, 1860, pp. 5-6
[2] Walter Scott. Vida de Napoleón Bonaparte: precedido de un bosquejo preliminar de la Revolución Francesa. Barcelona: Imprenta Juan y Jaime Gaspar, 1830. Tomo II, pp26
[3] Michel Foucault. Historia de la locura en la época clásica. Bogotá: FCE, 1998.
[4] Michel Foucault. Historia de la locura en la época clásica, p 161
[5] Sigmund Freud. Obras Completas. Tomo 9. Madrid: Biblioteca Nueva, 1948, pp. 3380
[6] Sigmund Freud. Obras Completas. Tomo 9, pp.3382
[7] Carl Jung. Las relaciones entre el Yo y el Inconciente. Barcelona: Paidós, 1990, pp.33-34
[8] Carl Jung. El Hombre y sus símbolos. Barcelona, Paidós, 1995, pp.83
[9] Carl Jung. El Hombre y sus símbolos, pp. 79
[10] Carl Jung. El Hombre y sus símbolos, pp.85.
[11] Véase al respecto, Carl Jung et al. Espejos del Yo: imaginarios arquetípicos que dan forma a nuestras vidas. pp.47
[12] R.L. Stevenson. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Madrid: Edimat Libros, 2005, pp.47
[13] R.L. Stevenson. El extraño caso, pp.99
[14] R.L. Stevenson. El extraño caso, pp. 42
[15] R. L. Stevenson, El extraño caso. pp.44
[16] R. L. Stevenson, El extraño caso. pp.92
[17] Oscar Wilde. El retrato de Dorian Gray. Bogotá: Biblioteca El Tiempo, 2001, pp.164.