Muere absolutamente desilusionado, víctima de sus fracasos políticos y sin conseguir ninguna retribución económica por habernos legado una de las obras más famosas de la literatura latinoamericana.
Europa y Latinoamérica, raíz y fruto.
El primer romanticismo conservó el ideal de la belleza física y otros elementos de la máquina erótica, pero asentó las implicaciones trágicas, los arrebatos pasionales, los desenlaces necrológicos (el suicidio de Werther, por ejemplo) y toda una semiótica: suspiros, desmayos, rostros lánguidos, enfermedades incurables, búsquedas bizantinas del ser querido, etcétera. El segundo romanticismo reaccionó contra los excesos, pero dejó inconmovibles las bases del ideal, a las que adicionó, un cierto reverdecer místico, la vastedad y la pureza cercanas al modelo mariano.
Eduardo López Morales.
Aunque los románticos latinoamericanos habían bebido de su homólogo europeo, su pensamiento se fue trasformando de acuerdo con la realidad continental que, tanto en el plano práctico como en el espiritual, configuraba el nacimiento de de la identidad americana.
Por otro lado no debe olvidarse el inmenso atraso de los países latinoamericanos. Mientras el romántico europeo respondía frente a una sociedad de gran auge económico, el romántico de Latinoamérica aceptaba la responsabilidad sobre su propia tierra, atrasada e ignorante. El hombre americano, concreto, no huye de esa realidad sino al contrario: la enfrenta, toma conciencia.
Los temas tenían que ser otros. Mientras en Europa, registraba la sacudida de los vaivenes de la bolsa y auspiciaba la fuga hacia un feudalismo idealizado por el arte y la literatura, en América la literatura absorbía los temas candentes: La esclavitud, los problemas del indígena, la violencia caudillista, las pugnas entre los partidos políticos, los rezagos sociales y económicos, intentos en última instancia de aproximación a las contradicciones nacientes de una sociedad capitalista. Aunque se mantuvieron rasgos comunes como: la promoción de la naturaleza, el nacionalismo y el anticlericalismo por solo citar algunos.
Benedetto Croce hace un estudio sobre el siglo XIX europeo, tipificando al romanticismo. A uno, lo llama «especulativo» fundado sobre la crítica del academicismo literario, define al otro como «romanticismo moral», el romanticismo con enfermedad, el mal del siglo. El primero cabría ser precisado con el liberalismo en la literatura, el segundo con una proyección morbosa del fenómeno artístico; este desborde del romanticismo moral esta emparejado con el decadentismo. El sentimiento romántico latinoamericano, no solo por tardío, sino por sus coyunturas históricas, interpretó a su modo la transición entre los conceptos heredados que se desmoronaban y la presencia de los numerosos ideales liberales, traducidos en términos muy precisos de oposición a la metrópolis, necesidad de confirmar el surgimiento de la república, el futuro democrático, el ascenso de la burguesía, y más cercano a la propuesta de Croce sobre el primer tipo de romanticismo.
En Latinoamérica, el mal del siglo no extremó en la narrativa ninguno de los caracteres. Si en la lírica se descubría con frecuencia ese hastío por la existencia finita, en el género novelístico – incluso en obras propiamente románticas como María- no se presenta el cansancio de vivir, sino al contrario, una vitalidad exaltada, una fe en el porvenir. Lo dicho no excluye la presencia de sufrimientos que arrastran a los personajes.
Sintéticamente José Antonio Portuondo, resume esta tendencia latinoamericana del siglo XIX diciendo:
La novela hispanoamericana se ha nutrido de principalmente de la realidad social. Nació en 1816 con El Periquillo Sarmiento, para remendar las costumbres de un pueblo recién nacido en la libertad. La novela romántica fue siempre panfleto literario: la Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde, contra la sociedad esclavista; la Amalia de Mármol, contra la tiranía de rosas. Se dará el caso en que la novela, biográfica, ensayo y panfleto se integran en un solo impulso violentamente magnífico que engendra el Facundo de Sarmiento, rebelde a todo encasillamiento preceptista. La María de Isaacs que aparece muy tarde, en 1867, es la excepción en el apasionado panfletismo romántico.[1]
Capítulo II
María, desde una óptica literaria-narratológica
La novela objeto de estudio, más que una novela, es un poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente poética; muestra intrínsecamente que no se trata solo de retórica metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la flor más pura e inmarcesible del romanticismo hispanoamericano; sin historia, sin política, sin filosofías; sin nada más que el simple patetismo del sentimiento y la pintura simple de la naturaleza y del ambiente humano; la esencia de su estilo».
Puede considerarse la obra cumbre de la literatura colombiana romántica, es ejemplo y orgullo que enaltece a las letras colombianas desde el siglo XIX, ha sido traducida a más de 15 idiomas y se han realizado numerosas ediciones de la obra, lo que confirma su importancia capital para la intelectualidad colombiana.
El título de la obra es más que corto o simple, sugerente; este nombre femenino antiguo, que a la vez evoca dolor, sufrimiento y hasta amor, encarna perfectamente el contenido de la obra, donde además el personaje masculino, gira alrededor de una mujer frágil, amorosa y bella que lo seduce. El título en su integridad connota soledad existencial, no conclusión del objetivo amoroso.
La novela, basada en experiencias autobiográficas, tiene un tono elegíaco, y narra la historia de los amores trágicos de María y su primo Efraín, en el valle del Cauca. Pero la leyenda es que en realidad María vivió y su verdadero nombre era María Mercedes Cabal; esta historia constituirá el asunto de la obra literaria.
En maría no se vislumbran los problemas de la época. Escrita en 1860 cuando todo lo que se escribía estaba en función de la política y todos los autores se defendían abiertamente, María no denuncia nada, no desenmascara nada, no se subleva contra nada; su indiferencia política es evidente. Es un libro políticamente neutro.
Encontramos en la novela, según Mejía Duque, la exaltación del papel de la mujer frente a los valores, saberes y haceres del hombre, que según él, se debe a que aún el mercantilismo en esta sociedad pre-industrial no había envilecido las relaciones interhumanas hasta donde se llegaría más tarde cuando la mujer se convirtió en mercancía de la sociedad de consumo, o sea, que aunque se ve a la mujer como un objeto propio del lugar y para realizar determinadas labores, todavía su subestimación no ha llegado al grado que posteriormente alcanza.
La obra se ha relacionado con Chateaubriand, pero puede encontrarse también en ella un sentimiento ominoso de la existencia que recuerda a Edgar Allan Poe. La novela se destaca por el sentimiento del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa. Puede considerarse precursora de la novela criollista de las décadas de 1920 y 1930.
Argumento literario
La historia trata de dos primos que se enamoran desde muy pequeños, Efraín y María. A la muerte de su madre fue adoptada solo con tres años por sus tíos, los cuales son padres de Efraín. Este se va a estudiar en el colegio de Bogotá a la edad de 14 años, y regresa 6 años después, dándose cuenta de que su amor es más fuerte entre ambos. En su estancia pasan muchos momentos juntos. María empieza entonces a presentar síntomas de la misma enfermedad que hizo fallecer a su madre muy joven, epilepsia; así que los padres de Efraín al darse cuenta del sufrimiento de su hijo por María, hablan con él y le comentan los riesgos de la enfermedad y del sufrimiento que les esperaría a ambos jóvenes. Su padre lo induce a estudiar 5 años en Europa, asegurándole que al regresar, si continúa enamorado de ella, dará su consentimiento para que se casen. Ambos se separan; en la ausencia de Efraín, María empeora su estado de salud. En su agonía pide verlo, por lo que este decide viajar desde Londres hasta Cauca. María guarda sus trenzas y las cartas de Efraín, y pide a Emma que se las entregue; pero muere antes del regreso de su amor. Efraín, al ver que María ha fallecido y que su viaje fue en balde, permanece unos meses en la casa, recorriendo todos los lugares que fueron testigos de su amor y reviviendo esos momentos inolvidables. Al no resistir tanta tristeza, prefiere alejarse de la huerta y la casa: testigos pretéritos de su idilio.
Tema y subtemas
El tema de "María" es: el amor puro, el primer amor no consumado, aunque circundan otros subtemas como son: la nostalgia producida por la muerte como separación del objeto amado, el recuerdo, la autoridad patriarcal, la esclavitud, el costumbrismo y la naturaleza.
El amor
"María" es un ingenuo, romántico y sentimental idilio que ha sido comparado con "Pablo y Virginia" de J. H. Bernardin de Saint Fierre (obra donde el autor francés trabaja el exotismo paisajístico y el sentimentalismo), y con "Átala" de Chateaubriand, serie también de relatos exóticos, como hubiera podido serlo, en cierto modo, la novela pastoril "Dafnis y Cloe" del sofista griego Longo; sin embargo, no es imitación servil de nadie, sino espontáneo y sentido recuerdo de un primer amor transparente, ideal en el más alto grado de romanticismo. Pero lo anterior no excluye cierto sensualismo, algo de fetichismo, muy delicado y cándido por parte de Efraín quien se extasía en más de una ocasión besando y observando las prendas de la muchacha.
No duda en hacer elogios muy detenidos del cuerpo de ella. Sus codos, la blancura de sus brazos, su cuello y sus manos, los pies desnudos que la joven pretende cubrir en actos púdicos, son materia de largas descripciones que obviamente nos indican pasión velada con delicadeza de palabras respetuosas.
Este amor es eterno pues cubre la totalidad de la vida del personaje que narra y se ha inmortalizado en las páginas de la novela de Isaacs, y al mismo tiempo trágico, funesto, irrealizado. En "María" encontramos el amor que aguarda, la paciencia pura, la resignación que jamás es vencida y que, al contrario, se acrecienta con los obstáculos. Es el amor que destruye la materia antes que agotarse en sí mismo. En ella el amor todo lo puede porque es espiritual. Aunque la novela toca otros temas importantes, desde un comienzo entendemos que este sentimiento ocupará la generalidad de la obra, porque "María" sólo se puede concebir como símbolo de amor. A lo largo de todo el texto, sus actitudes, pensamientos y conductas están a su servicio. No hay un solo episodio donde nos encontremos con una María diferente a la María-amor, y no hay un pasaje de amor en donde no aparezca la imagen de María como arquetipo, como modelo indicativo de lo que es o debe ser un verdadero sentimiento amoroso, a pesar de que en aquellos se halle el ideal de antemano. Ella es la perfección, ella es amor.
El autor logra materializar sus sentimientos amorosos en el parlamento de Efraín:
¡Primer amor! … Noble orgullo de sentirnos amados: sacrificio dulce de todo lo que antes nos era caro a favor de la mujer querida; felicidad que compraba para un día con las lágrimas de toda una existencia, recibiríamos como un don de Dios; perfume para todas las obras del porvenir; luz inextinguible del pasado; flor guardada en el alma y que no es dado marchitar a los desengaños; único tesoro que no puede arrebatarnos la envidia de los hombres; delirio delicioso… inspiración del cielo…¡María! ¡María! ¡Cuánto te amé! ¡Cuánto te amara![2]
La muerte
Como es común en el romanticismo, el amor y la muerte van unidos en una conjunción trágica. Desde el comienzo de la novela, y aunque la muerte no haya sido mencionada, se percibe cierta atmósfera densa, cierta inclinación a lo desconocido, que nos anuncia turbulencias y estados de ánimo agónicos. La simple partida del chiquillo Efraín, fuera del seno familiar, no hace más que presentarnos una especie de muerte a escala menor (vacío). El hijo parte y el llanto invade un hogar. El dolor reina y el hijo debe experimentar lo desconocido. A su regreso todo parece brillar por la ilusión, pero no tardan en aparecer signos inequívocos de angustia. María se retira temprano a su habitación porque le duele la cabeza; falta a la mesa del comedor en un acto inusual en las costumbres de la época, y su mano tiembla. Su primer ataque oscurece la dicha y un ave negra que golpea la mejilla de Efraín, nos hace perder toda esperanza contra lo fatal: es la alegoría de la muerte que sonríe por primera vez y nos indica que su atención se ha depositado en aquella muchacha indefensa para no desviarse ya a ningún otro lugar, porque es implacable y saborea con su rigor el padecimiento de quienes se le oponen. Todo en adelante será ilusorio para los personajes de la novela y para el lector. El ave sigue apareciendo siempre con azotes de humor negro y nos acompañará hasta el final de la novela.
La esclavitud
Aunque muchos críticos han afirmado que la sociedad plasmada en María es un mundo idealizado en que todos los personajes son buenos y nobles, se puede cuestionar dicha afirmación. Ante todo, nada de noble tiene una sociedad que admite la institución abominable de la esclavitud. Isaacs demuestra la preocupación del realismo al censurar esta vulgaridad inhumana. Efraín pregunta a Emigdio por qué un muchacho tiene el brazo mutilado; su amigo contesta que lo había metido en el trapiche, y se queja de la estupidez de los esclavos, y añade que ya el joven no sirve más que para cuidar caballos. La simple inclusión de este pasaje nos muestra que el autor se aterra ante tal desconsideración. Pero la mayor protesta contra la esclavitud la encontramos en el relato de Nay y Sinar; el dolor de los desgraciados que se ven separados de sus familias; los horrores de los buques que transportan los esclavos, las propuestas depravadas que hacen algunos traficantes a las negras más bonitas, etc. Es pues, un tanto apresurado afirmar que la novela nos presenta una sociedad idealizada. Sin embargo en el caso específico de la familia de Efraín el trato se hace más humanizado. Aunque poseen plantaciones y numerosos esclavos, mantienen con ellos relaciones amistosas, son permisivos en diferentes cuestiones (son padrinos en el casamiento, etc)
Costumbrismo y naturaleza
Aunque la ficción, en su esencia, constituye una novela de personajes que proyectan sobre el lector sus sentimientos en evocación psicológica, no debe obviarse la significación orgánica de la naturaleza y el costumbrismo, en tanto que no son meros elementos decorativos, sino los vehículos estructurales donde cristaliza todo el hálito romántico de la obra. De la interacción entre estos factores se produce la presencia del fuerte sentimiento nacional, signo relevante de estas generaciones románticas y que se deja apreciar en estas fotografías costumbristas, en la conformación de los diálogos, así como en la elaboración de los personajes.
Isaacs, con respecto al movimiento en Europa, tenía la ventaja de no estar obligado a imaginarse una naturaleza que tenía al alcance de la mano. Si bien es cierto que para él la naturaleza es:
[…] la más hermosa de las madres cuando el dolor se ha posesionado de nuestra alma, y la felicidad nos acaricia, ella sonríe […][3]
Se trata de una naturaleza particular, americana, que toma sus valores propios.
La selva es descrita con todo vigor y precisión, dando una visión técnica muy cercana a la cinematografía. La naturaleza tropical se revela en esa hermosa voracidad que después realzará José Eustaquio Rivera (La vorágine) como monstruo mítico-vegetal-animal y Alejo Carpentier (Los pasos perdidos) como fuente creadora de trascendencias totémicas y milagrosas, y que, desprovista de implicaciones trágicas, será el personaje genitor de García Márquez, en tanto que mundo americano.
El río es agitado, dinámico:
[…] Las corrientes del río empezaban a luchar contra nuestra embarcación […] atravesábamos la corriente. Poco a poco fueron haciéndose densas las nieblas. Del lado del mar nos llegaba el retumbo de una corriente lejana […] Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer después […][4]
La vegetación es exuberante, majestuosa:
[…] la milpesos frondosa brindando en sus raíces el delicioso fruto; la chontadura y la guante; distinguiéndose entre todas la chonta de flexible tallo e inquieto plumaje […] las besucadas, de rojos festones; las trepadoras, de frágiles y lindas flores […] El naguare y el piáundele como reyes de la selva […][5]
Se presenta al hombre en su afán de dominar los elementos naturales. Isaacs encuentra en la naturaleza la forma idónea para ensanchar los logros de su estilo, llegando a anunciar el modernismo en descripciones de exquisito valor plástico:
[…] Sobre los ropajes turquíes de las montañas blanqueaban algunas nubes desgarradas, como chales de gasa nívea que el viento hiciese ondear sobre la falda azul de una odalisca, y la bóveda diáfana del cielo se arqueaba sobre aquellas cumbres sin nombre, semejante a una urna de cristal azulado incrustada de diamantes […][6]
Aunque en la mayoría de los románticos fracasó el querer sumergirse en las raíces populares, en las costumbres, en "María" hay asomos en cuanto a las descripciones suavizadas de la vida patriarcal, en la chagra de José, en la hacienda del padre de Efraín y en la visión paternalista de los esclavos:
[…] Los esclavos bien vestidos y contentos hasta donde es posible estarlo en la servidumbre, eran sumisos y afectuosos para con su amo. […][7]
[…] Las finas voces de los negritos entonaban los bambucos con maestría tal […] los versos que cantaban eran tan tiernamente sencillos, que el más culto aficionado hubiera escuchado con éxtasis aquella música semisalvaje […] [8]
Sin embargo a medida que avanza la novela el autor se va despojando de tales esquemas. En el velorio y entierro de Feliciana ya la mirada hacia los esclavos ha cambiado: ahora no se trata de «negritos» folclorizados, sino de seres humanos inquietos por su destino social que los aparta de su patria.
El elemento costumbrista fue un magnífico instrumento deslindador de los grupos sociales. Y el paternalismo utilizado por el autor, como nos dice Abel E. Prieto se nos ofrece como cualidad que completa la superioridad de la familia principal. Cultura, buena educación, costumbres y modales "civilizados" son otros aspectos que usa el autor, a través de la personalidad de Efraín para describir con nitidez los límites de clase. Dentro de esta valoración clasista se destaca la indiscutible superioridad de Efraín y María, que representan al poeta y a su ideal femenino, del cual se desprende la sensible inclinación de la pareja hacia la poesía, como se evidencia en la novela.
Subsistema de los personajes
María (personaje protagónico femenino) es la novia de Efraín, hija de Salomón, judío de Jamaica, que antes de morir la deja bajo el cuidado del padre del protagonista. Al padecer la misma enfermedad que terminó con la vida de su madre, ve que esta se recrudece por la ausencia de Efraín. Pide a este que vuelva a su lado, pero sus fuerzas se debilitan y su vida se agota antes de tener el remedio de su presencia.
Efraín es joven, constituye el protagonista masculino, se encuentra enamorado de María, y luego de comprometerse en matrimonio con ella a su regreso de Europa, ve frustradas sus ilusiones al encontrar que ha fallecido en su ausencia.
El padre de Efraín es un bondadoso hacendado del Valle del Cauca, en cuya casa permanece María bajo su cuidado. Es quien dispone el viaje de su hijo a Europa para continuar sus estudios de medicina, pero lamentablemente esta es la razón por la cual se intensifica la enfermedad que lleva a María a una muerte temprana. Representa el mandato en una sociedad patriarcal.
La madre de Efraín, buena mujer, es la típica esposa tradicional de carácter sumiso, cuya presencia en la novela es símbolo de prudencia y buen consejo en los momentos adversos.
Emma es la hermana de Efraín y confidente de los enamorados, siempre dispuesta a crearles momentos propicios y a servirles de consuelo en las dificultades.
Además de los progenitores y Emma, entre los personajes secundarios se encuentran: Julián (este es el hermano de Efraín. Afectivamente está unido a María, de quien recibe un amor casi maternal); José (anciano, vecino pobre muy amigo de la familia); su mujer e hijas, Braulio (sobrino de José y novio de su hija Tránsito); Carlos ( amigo de estudios de Efraín y pretendiente de María); entre otros, cuya función consiste en permitir el desarrollo de los principales. Son más efímeros y de menos importancia en la obra.
Profundización: personajes principales
Efraín
La atracción sexual de María representa una actitud sana por parte de Efraín hacia la pasión amorosa; el amor espiritual no debe estar separado del amor físico. Los rasgos definidores de la psicología de Efraín (su orgullo como miembro de la aristocracia local, su interés en los humildes, su sensualidad, su condición de poeta, su amor a la naturaleza) están ampliamente documentados en la personalidad de su creador. Salta a la vista, entonces, que Efraín no es un estereotipo literario, como suele declarar la crítica, sino que es un autorretrato de su autor. Es cierto que Efraín coincide con el típico héroe romántico en su gran capacidad emocional y en su tendencia a creerse un presumido de la época. Es el portador de los ideales del autor, encarna los principales emblemas del romanticismo.
María
María muestra ser dulce y sumisa desde su aparición inicial; al contrario de otras mujeres, ella no recibe placer de las pequeñas riñas de novios, y hace lo posible por evitarlas. Cree en la superioridad intelectual de los hombres, y piensa que las mujeres no deben ofrecerles consejos.
El temperamento manso y pacífico de María no la coloca en una posición de desventaja respecto al novio más dominante; es precisamente su suavidad lo que más atrae y cautiva a Efraín. En pocas palabras, María es una mujer verdaderamente femenina, que sabe comunicar su amor sin que se note. Esta característica de feminidad es lo que hace de María la mujer ideal.
Aunque inteligente, no tiene educación formal. En el siglo XiX en Colombia, lo normal era que las niñas sólo aprendieran los oficios de la casa y que se dedicaran exclusivamente a sus familias. Los instintos maternales de María cumplen otro requisito del Romanticismo, igual que su firme fe religiosa, su languidez.
El padre (personaje secundario de importancia)
Este personaje establece los postulados más «materiales» de la obra. Visto desde una perspectiva, a partir de sus posesiones, su posición clasista, un tanto esclavista, un tanto feudal, constituye el explotador. Sus aspiraciones responden siempre a este diseño: economía consolidada más rango social. De aquí el enfrentamiento «felicidad» de Efraín «planes» del padre a lo largo del argumento. Su conducta no lo define como personaje antagónico, sino más bien como el maestro que pretende construir con sus consejos el futuro de su primogénito. Orienta su experiencia hacia la educación que siempre ha deseado para Efraín, aun cuando esto acarree la separación de los amantes. Sin embargo, su decisión se convierte en detonador del conflicto principal.
Conflictos
En esta historia militan tres tipos de conflictos:
Social: el problema social se deriva de Carlos y Efraín. El primero, en compañía de su padre, visita a su amigo para pedir la mano de María. Efraín, informado por su madre, acepta no intervenir en el asunto y deja que sea María quien lo rechace, pues se sabe correspondido. Ella rechaza a Carlos, y este le confiesa a Efraín que solo veía en María a una esposa y por no haberse opuesto a su declaración, aún sabiéndolo, le guardaba admiración.
Psicológico: María muere debido a la ausencia de Efraín por un año. Sus sentimientos amorosos y la nostalgia son tan grandes que se ve afectada psicológicamente, y su enfermedad se agrava hasta desembocar en la muerte.
Familiar: aunque es el último, no deja de ser importante. Este conflicto está vigente durante gran parte de la obra. La síntesis del mismo radica en la oposición « hijo-padre», «sueños-planes». Es la causa principal de la muerte de la protagonista femenina.
Narrador y espacio
El narrador de la historia es Efraín, por lo que constituye un narrador personaje que nos cuenta los sucesos tal y como los va experimentado. Su visión es la de un narrador testigo que cuenta todo lo que ve, su vista por su puesto es limitada, al punto que no conoce cada acontecimiento, como la noticia de la muerte de su amor: su prima. Se convierte con el transcurso de la novela en un narrador deficiente, que ignora noticias importantes y se decide a viajar sin predecir la desgracia de la cual será objeto. El estado de ánimo o tono con que narra es muy variable y puede divagar desde el contento hasta el sufrimiento más extremo, casi siempre acompañado por el pesimismo producto de el conocimiento de la enfermedad que padece María. El narrador-Efraín introduce vivamente la subjetividad; sus interpretaciones son en todo momento íntimas. Esta subjetividad del narrador colabora con el giro autobiográfico que le quiso imprimir el autor y ayuda a la personificación del mundo novelesco: se interioriza, revela, la acción y el espacio a través del estado de ánimo. No en vano se ha repetido en innumerables textos que el extraordinario lirismo de la novela se basa en la sabia combinación del paisaje colombiano y la sentida confesión de un joven desgraciado en amores, lo que da la medida del hallazgo de Isaacs en la creación de su protagonista y la conformidad entre el yo del narrador y el yo de Efraín al interpretar la realidad.
Son cuantiosos los lugares que se mencionan en la novela entre ellos la "hacienda El Paraíso" donde vivía María y lugar donde nació esta historia de amor. La estancia queda en el Valle del Cauca, Colombia. En el transcurso de la novela se habla de otros lugares: paisajes, ríos y otras haciendas de la región. También se menciona Europa donde estudiaba Efraín. Por lo que existe un cambio de espacio geográfico en la narración. Todos estos espacios, que realmente existen, logran inyectarle al texto un carácter verosímil, histórico.
María tiene características muy curiosas y hasta desconcertantes. El crítico norteamericano Donaid McGrady es quizá quien mejor ha investigado y comprendido este fenómeno, y por tanto es conveniente seguirlo en sus planteamientos.
Dice el investigador que casi siempre Efraín especifica con una puntualidad minuciosa los lugares por los que pasa en Colombia. Esto se ve, continúa, sobre todo en los capítulos LVII a LX, donde el narrador describe su viaje por el río Dagua y por el camino a Cali, región en la cual Isaacs trabajó cuando empezaba a escribir María. En estos capítulos menciona lugares tan pequeños que hoy día se ignoran los nombres que tenían en aquella época.
En algunos casos, Isaacs abrevia u omite ciertos topónimos; estas omisiones y abreviaturas tienen por propósito disfrazar superficialmente el escenario principal de María: la hacienda llamada "El Paraíso" y sus alrededores.
Nunca se menciona este nombre, ni los de las otras haciendas ("La Manuelita" y "La Rita") que perdió la familia Isaacs unos años antes de la publicación de la novela. Esta técnica de omisión refleja la afición romántica por todo lo vago e impreciso; menudean los casos en las novelas del francés Alphonse de Lamartine y del novelista inglés Walter Scott, por ejemplo. Además, es posible que hubiera motivos no literarios para algunas de estas omisiones. En el capítulo XXXIII Isaacs hace unas alusiones personales muy denigrantes a los nuevos dueños de las haciendas que habían sido de sus padres; quizás el autor disimuló los nombres de las propiedades para evitar posibles pleitos por calumnia.
Felde es otro de los autores que otorga gran valor al elemento natural, aunque aclara que no es este el único valor. Por otro lado, Fernando Alegría plantea: "se advierte un esfuerzo por dar categoría artística al paisaje y al detalle realista criollo. María dio origen a una tendencia sentimentalista que dejó huellas en todos los países de la América Hispánica"[9]
Tiempo cronológico y de la narración
María, dice que puede fecharse de una manera aproximada. Como en la novela existe todavía la esclavitud, abolida en Colombia a principios de 1852, se desprende que la trama tiene lugar antes de ese año.
Otro dato que apunta hacia la misma fecha es !a referencia (XXIII) al periódico "El Día", que dejó de publicarse en julio de 1851. El colegio del doctor Lorenzo María Lleras, adonde asistió Efraín, funcionó de 1846 a 1852. Así es que el idilio de Efraín y María transcurriría hacia el año 1850. Esto quiere decir que Efraín, que tiene veinte años al comienzo de la novela, es siete años mayor que Isaacs, quien nació en 1837.
Isaacs insertó tantas referencias al tiempo en su novela. Y piensa que probablemente la razón es que así se carga el énfasis sobre la inminencia del viaje de Efraín, el cual causará la muerte de María. Debe agregarse que los tiempos que más se repiten son el copretérito y el pretérito, los cuales convierten la narración en ulterior. Este tiempo la brinda inmediatez, exactitud a lo que se cuenta. La obsesión con el tiempo constituye una manera de preludiar el fallecimiento de la heroína, que para Efraín será el momento en que cese totalmente el tiempo.
Figuras retóricas
Metáfora
Entre las tantas cualidades de María, sin duda se debe mencionar la poesía; su forma lírica de expresarse es de gran luminosidad para ilustrarnos de manera más estética las ideas, acudiendo para ello a la gama de posibilidades que le brinda la preceptiva:
[…] Inquieta gasa de color de cielo […][10]
[…] manos aristocráticas sembradas de hoyuelos […][11]
Símil o comparación
Las comparaciones son permanentes en la novela. Es como si la realidad no mereciera ser denominada directamente. El estilo de Isaacs, romántico, cargado de giros que quieren insinuar dulzura, perdería bastante de su belleza literaria si fuera directo y escueto:
[…] frentes como las de Byron […][12]
[…] el alma, como una amante adorada […][13]
Personificación
Menos frecuente que las anteriores, de todos modos es una figura que enriquece la novela por la espontaneidad que otorga al texto:
[…] hacer llorar al mundo […][14]
[…] Las linfas de los riachuelos que vadeábamos, abrillantadas por aquella luz, corrían a perderse en las sombras […][15]
Tipos de descripción
En las descripciones de los paisajes imperan el idilio, la idealización y, en ocasiones, tanto el realismo como el costumbrismo (en el caso de las descripciones de los quehaceres de los esclavos).[16]
En la descripción de personas y sus vestimentas como en casi todo tipo de descripción del autor, el adjetivo es fundamental y está usualmente dirigido a embellecer y dar gracia, a exaltar cualidades o dar un toque de colorido a lo descrito. Por regla general es muy claro en sus juicios. Apreciemos estas cualidades en una descripción de María:
[…] sus labios rojos, húmedos y graciosamente imperativos, me mostraron solo un instante el velado primor de su linda dentadura. Llevaba, como mis hermanas, la abundante cabellera castaño oscura arreglada en dos trenzas, sobre el nacimiento de una de las cuales se veía un clavel encarnado […][17]
[…] Vestía un traje de muselina ligera, casi azul del cual solo se descubría parte del corpiño y la falda, pues un pañolón fino color de púrpura le ocultaba el seno hasta la base de su garganta, de blancura de mate […][18]
Por otro lado cuando describe las situaciones, Isaacs tiende a ser cinematográfico, muy explícito y con mucho grado de tensión y espectacularidad.
Conclusiones
Esta investigación cumple sus principales objetivos. Se realizó a través de la misma un análisis comparativo entre el movimiento romántico europeo y su derivado en América Latina. Se ahondó en la vida y creaciones literarias del autor colombiano. Todo esto, a partir de un análisis literario-narratológico de la novela en cuestión. Isaacs se refleja a sí mismo en la novela, prácticamente es su autobiografía, su amor frustrado, sus insatisfacciones, anhelos, se reflejan en ella. María se presenta como el modelo de mujer que cualquier hombre desearía para sí. La obra nos transmite una gran enseñanza, el amor y el afecto deben ser lo primero, no debemos aplazar la realización de sentimientos. Esta obra constituye no sólo el cierre de este movimiento en nuestro continente y en Colombia, sino además su obra cumbre durante el siglo XIX; obtuvo un éxito inmediato y se convirtió en la novela más popular, imitada y leída del continente, sólo superada, según la crítica, por Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
Bibliografía
Aguirre, Mirta: El romanticismo de rousseau a Víctor Hugo, La Habana, Editorial Instituto Cubano del Libro, 1973.
Alegría, Fernando: Breve historia de la novela hispanoamericana, México, Editorial Andrea, 1974.
Colectivo de autores: La novela romántica latinoamericana. Editorial Casa de las Américas, La Habana, 1978.
López, Eduardo: «prólogo» en María, la Habana, Ediciones Casa de la Américas, 1970.
Portuondo, José Antonio: La emancipación literaria en Hispanoamérica, Cuadernos Casa, n.15, La Habana, Edición Casa de las Américas, 1975.
Yañez, Mirta: La narrativa del romanticismo en Latinoamérica, Editorial letras Cubanas, 1985.
Webgrafía:
Alejandra, Omaira: María de Jorge Isaacs en G:lit.latino.ameriMaría de Jorge Isaac.htm. 12/5/08.
Colectivo de autores: Jorge Isaacs en G:lit.latino.ameriJorge Isaacs – Wikipedia, la enciclopedia libre.htm. 12/5/08.
————-: María, de jorge Issac en G:lit.latino.ameriLICEO LASTARRIA María, de Jorge Isaac.htm. 12/5/08.
————-: María; Jorge Issacs en G:lit.latino.ameriMaría; Jorge Isaac.htm. 12/5/08.
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Autor:
Arián Laverdeza Reyes
Aylen Suárez Armas
Universidad de Oriente
Santiago de Cuba
Año 50 de la revolución
Cuba
[1]José Antonio Portuondo:"El rasgo predominante en la novela hispanoamericana", en La emancipación literaria de Hispanoamérica. Pag.106
[2] Jorge Issacs: María, P. 16
[3]Ibid, p. 86
[4] Ibid, P. 307.
[5] Ibid, p. 309
[6] Ibid, p. 200
[7] Idem, p. 11
[8] Idem., p. 14
[9] Colectivo de autores: La novela romántica latinoamericana, p. 79
[10]Jorge Issacs: María, p. 168
[11] Ibid, p. 32
[12] Ibid
[13] Ibid, p. 102
[14] Ibid, p. 33
[15] Ibid, p. 168
[16] Vid. Supra, notas 6 y 7.
[17] Idem, p. 7
[18] Idem
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