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La carrera de la deconstrucción


  1. Deconstruccionistas
  2. El deconstruccionismo
  3. Paradojas de la deconstrucción
  4. Aquí dentro y allí fuera
  5. Principios antrópicos
  6. La ciencia moderna
  7. Fuente

Walter Truett Anderson (1933- ), politólogo, psicólogo social y escritor estadounidense. Su libro REALITY, Isn"t What It Used To Be, traducido al español como: La Realidad Emergente. Ya nada es como era, cuenta con el mayor número de ediciones y fue galardonado como "Uno de los 100 libros más importantes sobre el futuro".

Deconstruccionistas

Es difícil acostumbrarse al concepto de creencia provisional de origen social. La deconstrucción, el ataque al concepto del significado, importado de Europa en la década del 70, va mucho más allá de la teoría de la comunidad interpretativa, y también del: si uno piensa que tiene razón, entonces la tiene. El mensaje sería más bien que uno está siempre equivocado, a menos que piense que está equivocado, en cuyo caso puede estar en lo cierto, pero de todas formas nunca pensamos lo que creemos que pensamos.

Henry David Thoreau. Podría considerarse como el más honesto de los escritores, un norteamericano que luchó contra la hipocresía de la civilización, en busca de algo más simple y más tranquilo, cuya obra nos acerca a las verdades fundamentales de la naturaleza. Pero no todos piensan lo mismo.

Emerson. Confesó que leer a Thoreau lo ponía nervioso y de mal humor, pues su obra estaba repleta de contradicciones. Sin embargo, la imagen de Thoreau es la de una persona franca y directa que decía lo que pensaba y pensaba lo que decía.

Walter Michaels. Un crítico de orientación deconstruccionista, obtiene conclusiones muy distintas.

Walden. El pacífico de acuerdo con su análisis, es una maraña de significados contradictorios que simbolizan la futilidad de toda búsqueda de la verdad.

El siguiente es un párrafo muy conocido del segundo capítulo de Walden:

Decidámonos a trabajar y escarbar en el lodo de los prejuicios, las opiniones, las tradiciones, las apariencias y los engaños. Ese aluvión que cubre el planeta… a través de la iglesia y el Estado, la poesía y la filosofía y la religión, hasta alcanzar al lecho de las rocas que podemos llamar realidad, y afirmar sin temor a equivocarnos que hemos llegado…

De este fragmento parece desprenderse que Thoreau era partidario del anticuado positivismo, comprometido con la búsqueda de la verdad que yace en el lecho rocoso.

Pero a continuación, Michaels hace referencia a un pasaje del antiguo capítulo 18 donde, en lo que parece a primera vista otra apología del suelo rocoso:

Thoreau relata la anécdota de un viajero que le pregunta a un muchacho si el pantano que encontrará más adelante tiene fondo. El muchacho responde afirmativamente. El viajero se adentra en el pantano y el caballo se hunde hasta la montura. Entonces el viajero le pide una explicación. El muchacho responde que todavía le falta cubrir más de la mitad de la distancia para llegar al fondo.

Como conclusión, Thoreau afirma que lo mismo ocurre con los pantanos de la sociedad, pero nos hallamos ante alguien que lo sabe.

Estos fragmentos parecen bastante similares, pero Michaels señala que el lector entrenado puede encontrar una profunda ambigüedad, aunque ambos muestran el contraste entre el fondo sólido y el lodo de la superficie, el mensaje acerca de cómo actuar es diferente:

En el primer fragmento, el hombre inteligente se abre paso a trasvés del fango hasta el fondo. En el segundo, ya sabe que debe evitar esos lugares para poder escapar del destino del viajero.

En el resto de la obra, Thoreau habla de entubar las profundidades de la laguna de Walden, y menciona con cierto desdén a los ingenuos que aceptaron la leyenda de que la laguna no tiene fondo.

Escribe: Es sorprendente cuánto tiempo esperarán los hombres para dudar de la veracidad de la leyenda. Y relata cómo, sin mucho esfuerzo, pudo determinar que la profundidad exacta era de cuarenta metros.

Acto seguido, Thoreau condena a todos aquellos que carecen de curiosidad científica para hacer lo que él hizo y celebra su tenacidad para llegar (literalmente) al fondo de las cosas. A continuación señala:

Es una profundidad muy grande para una superficie tan pequeña; sin embargo, la imaginación no puede alterar un centímetro de ella. ¿Qué ocurriría si las lagunas no tuviesen fondo? ¿Afectaría la mente del hombre?. Agradezco que esta laguna sea limpia y profunda como símbolo. Mientras que el hombre crea en el infinito, seguirán lagunas de fondo.

Una vez más Thoreau plantea una contradicción: nos felicita primero por evitar el misterio para luego afirmar que éste es necesario.

Michaels, en su ensayo titulado Walden"s False Bottoms (Los fondos Falsos de Walden), dice: no pretendo simplemente señalar las contradicciones en la obra de Thoreau, sería un juego sin sentido pues las contradicciones abundan en la literatura. La Nueva Crítica se ocupaba de señalar las paradojas y la creatividad presentes en las grandes obras, pero de todas formas era útil para reforzar el significado.

Según Michaels, Thoreau era ambiguo aun acerca de la verdad misma, como si alternara entre la concepción moderna de la realidad y la posmoderna, y no encuentra significado alguno de Walden.

El deconstruccionismo

Jaques Derrida. Es mucho más fácil acercarse al deconstruccionismo desde trabajos como el de Michael, que desde la obra de su fundador Jaques Derrida, profesor de historia de la filosofía en la Ecole Normale Supérieure de Paris.

Sostiene con la convicción del intelectual europeo que nunca debemos expresar claramente todo aquello que consideramos esencial. Su estilo consiste en divagar alrededor del tema central, con constantes y oscuras digresiones y evitando las introducciones, es decir, hacer referencias tan directas como el objetivo de esta obra es… Se concentra en detalles y en frases ambiguas, y de a poco logra deshacer la obra en cuestión, demostrando que no se trata de un grupo de temas secundarios organizados en función de un tema central, sino de diversos significados que apuntan en todas direcciones, repletos de espacios en blanco y ambigüedades.

En suma, deconstruye la obra. A lo largo de su carrera, ha deconstruido, con gran imparcialidad, la filosofía clásica, el estructuralismo y el marxismo. También deconstruyó el psicoanálisis. Si Freud estuviese vivo, sin duda psicoanalizaría el deconstruccionismo y llegaría a la conclusión de que Derriba es víctima de una ambivalencia similar a la de Hamlet con respecto a la autoridad ,en este caso, la autoridad de los textos, que proviene de un complejo de Edipo no resuelto.

La deconstrucción se ha convertido en una industria en desarrollo en el ámbito académico. Representa un método crítico nuevo que brinda la oportunidad de volver a analizar todas las obras ya interpretadas de acuerdo con distintas teorías para ofrecer una interpretación a la manera de Derriba: deconstruirlas.

Algunos críticos deconstruyen las interpretaciones de críticos anteriores. Otros deconstruyen la obra de otros deconstruccionistas, y todos se divierten. Algunos escritores atacan las ideas que no comparten y utilizan la deconstrucción como medio para la refutación. Se ha vuelto muy común entre los intelectuales decir que alguien ha deconstruido la posición de un adversario, cuando la ha refutado o ha descubierto fallas en su lógica.

Pero la deconstrucción no es un método de interpretación ni tampoco un arma de debate. Es una crítica seria de la representación. Al leer a Derriba y otros deconstruccionistas en profundidad se advierte en su obra una sutil aunque importante disquisión sobre lo difícil que es decir la verdad.

Estos estudiosos no están interesados en ningún escritor o mensaje en particular. La deconstrucción satisfactoria de una obra no implica que ésta sea una pieza menor de la literatura, sino sólo un producto típico. La deconstrucción se ocupa del lenguaje, de la imposibilidad de la representación. Constituye un ataque al logocentrismo, la noción de que existe algo más allá del sistema simbólico humano a lo que puede referirse una obra escrita para poder convertirse en una aseveración auténtica de una persona a otra acerca de algo. El crítico británico Terry Eagleton afirma en una exposición acerca de Derrida que la filosofía occidental siempre ha sido:

logocéntrica, y por tanto objetivista…,

comprometida con la creencia en una palabra, presencia, esencia, verdad o realidad fundamental que representaría la base de todo nuestro pensamiento, lenguaje y experiencia.

Ha procurado hallar el símbolo que le daría sentido a todos los demás, el significado transcendente y el significado incuestionable e inmutable al que tienden todos nuestros símbolos.

De vez en cuando aparece un candidato para ocupar este puesto: Dios, la idea, el espíritu del mundo, el ser, la sustancia, la materia, etc.. Dado que cada uno de estos conceptos intenta fundamentar todo nuestro sistema de pensamiento y lenguaje, debe estar más allá de este sistema, libre del alcance de las diferencias lingüísticas. No se le puede insinuar a través de los mismos lenguajes que pretender ordenar y fijar…

Para los deconstruccionistas:

Ninguno de estos conceptos puede conferir significado a un texto escrito.

La literatura no posee ningún referente extralingüístico, ningún lugar en el que Arquímedes pueda apoyarse para dar impulso al mundo.

Siempre que un escritor trata de construir un referente de este tipo, ya sea el lecho de roca de Walden o el principio del placer de Freud, la construcción resultante es una ficción. La palabra ficción alude directamente a algo modelado, creado, cuya sustancia son las palabras.

El principio primero creado de esta forma es un sistema de símbolos, que no proviene de elementos extralingüísticos, y todo lo que queda excluido tiende a permanecer agazapado en los rincones oscuros del texto, amenazando con salir a la luz en cualquier momento y destruir toda la estructura. Dado que los principios primeros se definen por lo general por aquello que se excluye.

J. Hillis Miller. Es uno de sus partidarios. Según él, el deconstruccionismo es una demostración de que el texto ya se ha desmantelado a sí mismo. El deconstruccionista se limita a señalar aquello que se encuentra en los rincones.

Paradojas de la deconstrucción

Existen muchas paradojas acerca de la deconstrucción, un hecho que juzgo positivo.

Una de ellas señala que es bastante dogmática con respecto a la validez de su principio primero, que se propaga con una consistencia que alegraría a cualquier adorador de la palabra escrita.

Brinda pocas sorpresas: el crítico deconstruccionista siempre parece encontrar lo que estaba buscando. Sospecho que muchos de sus adeptos emprendieron el análisis de ciertos textos y los abandonaron al no poder encontrar lo que buscaban, pero nunca sabremos la verdad.

Otra paradoja sería que la deconstrucción ha logrado en cierta forma lo que la Nueva Crítica nunca pudo: devolver a la literatura su posición de privilegio dentro de la civilización. Toda obra escrita, incluso la historia, la filosofía y las leyes, se considera literatura, y por lo tanto candidato para una lectura exhaustiva y para la deconstrucción.

Los programas de estudios para la crítica, desarrollados como bastiones de la posmodernidad en muchas universidades, no sólo se ocupan de la literatura según la definición tradicional, sino también del lenguaje como institución social, al tiempo que los análisis inspirados en la deconstrucción producen críticas devastadoras de los fundamentos escritos de la sociedad moderna.

La Historia, en lugar de patrones definidos de actos humanos, se vuelve indeterminada. Cualquier significado que un historiador adjudique a un hecho es mera ficción, construida a partir de otras ficciones.

La ley se vuelve otro enredo de palabras que salen en todas direcciones, y le deseo suerte a quien trate de determinar la verdadera intención legislativa de una ley para precisar su significado.

Errores en la deconstrucción

Es fácil encontrar errores en la deconstrucción, y muchos los han encontrado como venganza. Algunos se han burlado de su tendenciosidad, algunos han reaccionado con fervor ante la aparente afirmación de que en realidad no existen valores ni creencias claras, entre los miembros de una sociedad moderna, y otros se concentraron en atacar a los deconstruccionistas.

Paul de Man. Sus enemigos son responsables de muchas de las noticias que aparecieron después de su muerte. Entre ellas, que había sido ferviente colaborador de un periódico antisemita durante su juventud en Bélgica. Fue principal exponente del deconstruccionismo en EE.UU. Sin duda es una noticia a tener en cuenta, y en especial el hecho de que de Man lo haya ocultado. La broma que circuló en el ámbito académico fue que de Man lo había olvidado como consecuencia de la enfermedad de Waldheimer. Pero muchos críticos expresaron su deseo de que, este incidente lograra lo que nada había logrado hasta entonces, el descrédito y la deconstrucción del deconstruccionismo.

David Lehman, poeta, escribió acerca de, cuán poéticamente justo sería que una teoría tan "antibiográfica" de la literatura, desapareciera a causa de un dato biográfico ruin.

El escándalo relacionado con Man parece no haber afectado el deconstruccionismo, y no creo que algo lo logre. Se ha establecido entre nosotros como otra concepción posmoderna, otro disidente de la concepción moderna del significado.

Es más nihilista que el pensamiento constructivista explorado. Contempla un concepto de conocimiento provisional y limitado. Es menos optimista acerca de la literatura, que los enfoques basados en la respuesta del lector y la comunidad interpretativa. Pero su obra no es tan desalentadora como la pintan muchos de sus seguidores y de sus enemigos, ni tampoco es la ideología de la desesperación como la definió hace poco tiempo un crítico. Es una crítica seria del lenguaje, que lo presenta como un sistema simbólico deficiente y a veces paradójico, al igual que Gödel describió la matemática, y representa también un nuevo golpe al concepto objetivista de representación.

Sin embargo no podemos evitar observar que todas las obras sometidas a la deconstrucción aún siguen vigentes y continúan emitiendo su mensaje. La obra de Freud, cuyas numerosas contradicciones y artificios ya habían sido descubiertos antes de Derrida, y que nunca gozó de la credibilidad científica que su autor le adjudicaba, constituye una incalculable contribución al conocimiento imperfecto de nuestras mentes. La obra de Derrida merece el mismo estatus.

La deconstrucción no le quita a la obra su significado, sino que se lo provee, quizás en mayor medida de lo que los autores desearían. No veo por qué deba molestarnos el hecho de que una obra literaria tenga su lado oscuro, sus profundas paradojas, sus contradicciones ocultas, aún el hecho de que no comunique mensaje alguno, a menos que seamos incapaces de soportar este tipo de cualidades en nosotros mismos.

Los partidarios de la psicología profunda, como los seguidores de Jung, han sostenido durante largo tiempo que toda personalidad tiene su lado oscuro, a lo mejor varios lados oscuros, y científicos cognitivos como Minsky han descrito más recientemente la mente humana como una verdadera fábrica de significados, y no particularmente centralizada.

Aquí dentro y allí fuera

Albert Einstein. La gran mayoría estaría de acuerdo con su descripción: Allí fuera… este mundo es enorme, existe independientemente de los seres humanos y se nos presenta como un gran acertijo eterno, accesible, al menos en parte, para nuestra inspección y nuestro pensamiento. Los conceptos, allí fuera, y, aquí dentro, son fundamentales para el pensamiento constructivista y constituyen uno de los mejores conceptos que nos provee el lenguaje a estos efectos. Suponen que todavía existe un universo objetivo y que posee propiedades inherentes a él.

Heinz von Foerster dice: "Allí fuera" no hay luz ni color, sólo ondas electromagnéticas. "Allí fuera" no hay sonido ni música, sólo variaciones periódicas de la presión. "Allí fuera" no hace calor ni frío, sólo hay moléculas en movimiento con energía cinética promedio, etcétera. Por últimos, sin duda "allí fuera" no existe el dolor.

De esta forma, von Foerster establece el postulado constructivista de que: creamos el significado de las cosas que experimentamos a partir de la materia prima proveniente de, allí fuera. Pero hay quienes preguntan: ¿Acaso no creamos también la materia prima? ¿Acaso las ondas electromagnéticas, la presión del aire, y la energía cinética no son invenciones nuestras? ¿Y si afirmamos que todo lo que decimos acerca de, allí fuera, es una invención, no es factible que también lo sea el allí fuera? ¿Por qué deberíamos creer que existe un cosmos objetivo?

En este punto la ciencia posmoderna se torna interesante, y, para algunos, en verdad extraña.

Nelson Goodman, con algunos filósofos constructivistas, sostiene que todo lo que tenemos son versiones del mundo. Goodman escribió al respecto: Cuando digo que los mundos se construyen lo digo en sentido literal. Su posición representaría la del tercer árbitro del ejemplo.

Los cosmólogos, personas que se dedican a tratar de comprender el universo, han obtenido buenos resultados en estos últimos tiempos con varias ideas acerca de la relación entre el aquí dentro, y el allí fuera. Unas de ellas la posibilidad de que sean una misma cosa o de que ninguno de los dos exista.

Principios antrópicos

¿Es posible que el universo haya trabajado a lo largo de miles de millones de años con el sólo objeto de crear una especie que pueda comprenderlo y apreciarlo?.

O, para expresarlo en términos más sobrios pero dentro del mismo marco filosófico: ¿Es posible que se requiera un universo similar al nuestro para lograr seres inteligentes?. Estas preguntas, y otras similares, están siendo formuladas con gran seriedad por físicos teóricos. Este diálogo ha producido una cantidad de nociones con nombres tales como: Principio Antrópico Débil, Principio Antrópico Fuerte, y Principio Antrópico Final, cuya sigla en inglés es FAP.

Principio Antrópico Final (FAP). Este principio sugiere que, una vez creados los seres inteligentes, éstos existirán por siempre, serán cada vez más inteligentes y llegarán a modificar el universo según sus propios objetivos.

Martin Gardner, uno de los principales escépticos profesionales, sugirió que el FAP debería llamarse, Principio Antrópico Completamente Ridículo, cuya sigla en inglés, CRAP, significa basura.

La ciencia moderna

De todas las cosmologías, antrópicas, la que más se acerca a la ciencia ficción es la de los universos paralelos. Esta teoría sostiene que cada acto de construcción de la realidad, por parte de los seres inteligentes, crea un nuevo universo, que luego se separa de otros universos creados en forma diferente por otro individuo, de esta forma, se crea una infinidad de realidades relacionadas entre sí que nunca vuelven a entrar en contacto.

Todas estas nociones forman parte de la verdadera ciencia, y son el fruto de mentes brillantes que se atreven a plantear el tipo de preguntas que permite formular el mundo posmoderno. En muchos casos, no se puede comprobar su validez a través de ningún método conocido, pero tampoco se puede comprobar lo contrario. Algunas de estas preguntas están siendo analizadas en mayor profundidad con el fin de generar métodos de comprobación o nuevas teorías, para las que sí contemos con este tipo de métodos.

La experimentación, la metodología, los métodos de comprobación, y todo el aparato de la ciencia moderna siguen siendo de suma importancia en la era posmoderna. La ciencia es sometida a juicio, las respuestas posibles compiten entre sí. Se analiza la capacidad de adecuación, de las nuevas teorías en relación con teorías existentes e intuiciones acerca de la realidad, y también respecto de cualquier tipo de datos que se puedan obtener a partir de la observación y la medición.

Sin embargo, algo ha cambiado, existe un mayor reconocimiento del origen social, es decir, humano, de la verdad científica.

Duhem y Quine, su tesis sostiene que un experimento no puede tomarse como verificación de una predicción teórica, porque todo experimento depende de la validez de las distintas teorías en las que está fundado.

Todo instrumento, todo aparato, aun toda pieza de inteligencia artificial que sea lo suficientemente no humana para encajar en la concepción de Clark Hull, de cómo debe llevarse a cabo el pensamiento científico, se basa en última instancia en una red de teorías, opiniones, ideas, palabras, tradiciones y elementos culturales.

Con los mismos elementos hemos creado una ciencia de aspecto más humano:

  • Tenemos grandes proyectos que no sólo apuntan al descubrimiento científico sino también a descubrimientos acerca de la ciencia relacionados con la psicología, la filosofía, la sociología, la historia, y la antropología.

  • Buscamos nuevos conocimientos acerca de nuestro propio conocimiento.

Jerome Bruner, uno de los líderes de la revolución cognitiva, afirmó:

Cuando sustituimos la concepción del mundo como algo eterno e inmutable, por la idea de que lo que denominamos mundo, no es más que algo ficticio enraizado en un sistema de símbolos, entonces la forma de la disciplina psicología, se altera radicalmente. Y por fin estamos listos para enfrentar las innumerables formas que puede adoptar la realidad, incluso las realidades creadas por las historias individuales y las que provienen de la ciencia.

Fuente

La Realidad Emergente de Walter Truett Anderson

 

 

Autor:

Rafael Bolívar Grimaldos