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Genética, sociedad e infidelidad

Enviado por miguel_giron


Partes: 1, 2

    1. Introducción 2. Capitulo 1 3. Capitulo 2 4. Capitulo 3 5. Capitulo 4 6. Capitulo 5 7. Capitulo 6 8. Conclusiones 9. Bibliografía

    1. Introducción

    Una noche de sábado, estaba viendo uno de esos programas llamados talk-show, donde se buscaba explicar las causales de la infidelidad masculina. Cuando la conductora del programa le preguntó al esposo por los móviles que le llevaron a ser infiel a su esposa, este la miró con un rostro que decía a ciencia cierta que ni él mismo se lo explicaba. Luego de un breve lapso de autoanálisis (que a mí se me antojó eterno), expuso sus razones.

    La verdad es que el tema de la infidelidad es delicado y apasionante, donde el querernos explicar porqué la mayoría de hombres y mujeres se son infieles entre sí, ya no solamente por el hecho de la incomodidad, la venganza o el aburrimiento, sino también por un motivo nada claro. Incluso, el hecho que el mismo personaje de la televisión dijo que se llevaba bien con su esposa. Reconocía cosas como la rutina y la vejez, pero estos argumentos se me antojan poco consistentes, pues al momento que se acaba la relación peligrosa, vuelven al lado de su cónyuge.

    Se ha intentado explicar el problema desde un fondo exclusivamente psicosocial, donde se ve que el hombre debe tener la mayor cantidad de mujeres para mostrar su hombría; la mujer en cambio, debe tener su himen intacto (no le llamo virginidad), para ser vista con aprobación, no solamente por su esposo, sino por la familia de este, y también por su familia. El hecho que el hombre no sea un conquistador empedernido y la mujer se una "pescadora sin caña ni carnada", está mal visto por el entorno, que aprueba, como se dijo antes, la posición anterior. Como si fuera poco, tenemos la Santa Iglesia Católica Cristiana Apostólica Romana, que es una propulsora muy poderosa, no sólo de la fidelidad, sino del machismo. Si no es así, ¿cuándo habrá una mujer sacerdote?

    Creo que este punto de vista es válido, pero no es completo. Tenemos que tener en cuenta que aún somos animales, que salimos de un antecesor común, y que todavía nos guiamos por instintos. Claro que lo mediatizamos todo lo que hacemos mediante el intelecto, y que por ello somos "animales superiores" pero es cierto también que nuestro comportamiento, bajo ciertas circunstancias, resulta bestial e irracional, sobre todo el referido al acto sexual.

    Hay muchos detalles que apuntan al hecho que el ser humano es infiel, no sólo por el hecho psicosocial, sino por un impulso instintivo, genético, que ambos sexos tienen. El papel de agresor que antes tenía el ser humano hombre, es desarrollado por el hombre moderno como galantería, delicadeza y cordialidad cuando trata de seducir a una mujer; El papel receptor que antes tenía el ser humano mujer, es desarrollado por la mujer moderna mediante su gracia, femeneidad y entrega. El fin es uno, aparte del matrimonio: el acto sexual.

    Ahora se invierten estos papeles. Es común ver que una mujer sea galante (agresora), o que el hombre se entregue (receptivo). En ambos se dan los mismos resultados, sin que la relación se altere en lo más mínimo. Pero esto último es lo visto ahora, el resultado de la psicosocialización occidental, donde la mujer está más liberalizada que cien años atrás. No me contradigo, si alguno lo piensa, puesto que ambos siguen el fin del acto sexual. La intelectualización de nuestras acciones nos llevan a decir que también solamente es por placer, pero el fin supremo, el que ha existido siempre, es el de la conservación de la especie, amenazada, ahora, por la estupidez de la misma especie.

    Con este ensayo no busco explicar, ni justificar el hecho que el hombre sea infiel en cualquier estamento de la historia. Lo que se busca probar es que el hombre tiene todavía mucho de animalidad en su interior, y que sería bueno aceptarlo y manejarlo. Al hombre se le a dado un don precioso, que se llama inteligencia y que lamentablemente, la desperdiciamos en vanos propósitos de poder y dinero. Nos negamos a nosotros mismos cuando creemos que no somos animales sino entes superiores, capaces de decidir sobre el destino de los demás. Creemos que todo lo hecho hasta ahora es lo máximo, lo que viene será aún mejor y que el hombre siempre durará. El hombre es un animal más dentro de la gama del universo, y el mismo sexo lo prueba. Necesitamos extender la especie, y tenemos que hacerlo como la hacen los perros, elefantes o insectos: mediante la cópula. El sexo es genético, el deseo sexual es genético y la infidelidad…, también lo puede ser.

    El ser humano, desde su creación, tendió a formar sociedades, no sólo para llevarse mejor, sino para delimitarse, para realizarse y para otros asuntos, que poco a poco, si bien nos llevaron al progreso, también nos está llevando a la autodestrucción.

    En la actualidad, la sociedad humana ha impuesto una serie de reglas para que nuestra "autorrealización" se vea garantizada, mismas que están circunscritas en un marco legal y moral. No importa qué seamos. La transgresión de tales marcos se pena con la cárcel o el descrédito. Por eso, el hombre desde edades tempranas (1 a 5 años), debe controlarse, saber qué hacer en un momento u otro o qué no hacer. Desde bebes, el ser humano aprende con el ensayo-error. Si agarra algo que no debe, se le conmina a que no lo vuelva a hacer. Si rompe o hace algo "malo", llega el tipo de castigo físico o psíquico, mismos que están destinados a corregir la conducta. Los bebés humanos de 0 a 2, infantes de 3 a 5 y los niños de 6 y 7 años, nos hacen recordar a los bebes no-humanos que recién exploran el mundo: se mueven de aquí para allá, observan a otras especies, voladoras o terrestres, juegan, etc. No es mera coincidencia. Ambos son animales.

    En ambos casos, todo comportamiento se interpreta como innato. Mejor dicho, genético. Lo genético es lo que nos hace ser como somos en parte, ya que representa la herencia del padre y la madre. La otra parte lo hace el ambiente, con los posibles problemas que este traiga. Por la genética, no solamente heredamos características física de ambos progenitores, sino también la herencia humana: reflejos, movimientos, etc. Cuando pedimos algo, conjuntamente con nuestras palabras extendemos el brazo, con la palma de la mano hacia arriba, o cuando deseamos consolar a alguien o sentir comodidad, le abrazamos. Dewey et. al. (1965, p. 12) cita a Babcock y Clausen diciendo que: "… la herencia es la continuidad genética de la sustancia germinativa entre padres y descendientes". Es muy gráfica esta cita, sobre todo por definirse a los descendientes. El hombre procede de un animal muy anterior, el cual se desarrollo en distintos estadíos, llegando a adquirir cierta manera de comunicarse. No me voy a adelantar, puesto que eso se desarrollará en otra parte del ensayo.

    Entonces se puede inferir que el ser humano, aún con su cacareado progreso, sigue siendo un animal. Todavía nos queda el deseo de pelear por nuestro alimento (llámese trabajo), por nuestra integridad y sobre todo uno de los temas de este escrito: la infidelidad.

    Hablar de infidelidad es, necesariamente, hablar de fidelidad. Esta última se da en la actualidad en forma pública, pero no probada. Hay un gran porcentaje de hombres y de mujeres que son infieles a su pareja alguna vez en su vida. A veces se inventan (o se dice la verdad) excusas, pero que a nadie suena convincente. Ambos, infidelidad y fidelidad caminan de la mano, porque compromete, principalmente, al matrimonio.

    Debemos pensar que el ser humano, por el planteamiento dialéctico, puede ser superior al animal. Puede ser fiel. No es así. El animal humano, ante las emociones no se detiene. Avanza hasta lograr el objetivo. Luego piensa en las consecuencias.

    La sociedad, como se dijo antes, se creó por "arrastre". Me refiero que, al cazar, tenían que trabajar en equipo. Se organizó con jefes, médicos brujos y subordinados. Eso fue el inicio. Ahora se refleja en el Presidente (elegido por el pueblo) o el Rey (designados por Dios), encargados del mando, etc. Y el pueblo. Nos subordinamos al capricho de alguien común y silvestre como otrora nuestros antepasados.

    Como se comenzó con una estructura jerárquica, se comenzará estudiando a la familia, misma que ayudará a comprender, en parte, el asunto de la infidelidad, la genética y la sociedad.

    2. Capitulo 1

    La célula de la sociedad es la familia. La familia se forma luego de informar a la sociedad. Se concierta un matrimonio civil, y estos tienen hijos. Por otro lado, el matrimonio religioso es para que lo sepa Dios y la Iglesia. Ambas (sociedad e Iglesia) son una. Es por ello que es algo contradictorio que se realice dos matrimonios.

    Sea como fuere, el punto principal de todo esto es que hay que estar dentro de la legalidad de la sociedad y de la poderosa Iglesia para que la familia sea bien vista, aceptada y encumbrada sobre ambas.

    Aquí hay medios de presión, que hacen que en el matrimonio se trate de evitar la infidelidad. Silva (1988, p. 315) dice: "Se entiende por monogamia el matrimonio de un hombre con una mujer…". El encumbramiento social y de boato que se hace de esto es tonto. Hay veces que pareciera que el que no es casado, llámese conviviente o soltero es integrante de menos categoría. "¡Ah! Ese es un solterón(a)". "De repente es homosexual (o lesbiana)". "Esos son covivientes. No están en gracia de Dios". Como si a Dios le importara realmente eso.

    La situación del matrimonio se da más por presión social que por otra cosa. Claro que muchos sienten el deseo, pero generalmente escuchamos la exclamación de "¿cuándo se casarán estos?". También se escucha cuando una pareja rompe estando cerca del casorio: "se iban a casar y rompieron… ¿qué habrá pasado? ¿Quién habrá sido el causante?". Estas exclamaciones vienen con malicia de una intervención externa, sea cual fuere, pero que no debería ser lo suficientemente fuerte como para romper el lazo de novios.

    En verdad, la sociedad es un monstruo, donde se debe aprender a no ser de una determinada manera, sino de la forma que los demás dictan. La libertad no es exclusiva de los seres humanos. Estamos sometidos por la anterior y por nuestras propias características genéticas. Aun para copular (o hacer el amor), está mal visto hacerlo fuera del matrimonio. La Iglesia, con su poder inmemorial, impone esa regla, pretextando que se está en contra de Dios si no se hace. Para eso se inventa, también, el matrimonio.

    Silva (1988, p. 324) nos dice que: "El matrimonio aunque es un medio para la satisfacción sexual, tiene…", dando a entender otras actividades. Pero este instinto genético, que nos sirve para preservar la especie, tiene que darse dentro de una acción instituida. Hay casos que están mal visto por la Iglesia. Por ejemplo, los hijos que no están dentro de su seno y aquellos cuyos padres no están casados. En nuestra realidad de 1998, se observa que los hijos de personas no casados por la Iglesia no pueden ingresar a colegios religiosos. ¿Castigo por no estar a "derecho"?

    Así es la realidad. Y lo peor es que, sabiendo que la misma es de esa manera, resulta que casarse para tener relaciones sexuales en forma legal, es una amenaza para la pareja. Se les dice que sean responsables. "Aguanten sus instintos y deseos. Si no quieren hijos, usen el método del ritmo. Cualquier otro es pecado". Se sabe que dicho método es el más inseguro de todos.

    Una vez establecido el nexo matrimonial, se sigue con los embarazos y con los hijos, que cada vez, son más y más en el planeta. Los niños son los encargados, una vez maduros, de formar otras familias. Pero para que los valores sean dignos, estos hijos tienen que vivir en el matrimonio para que los mismos no se distorsionen. En la realidad, es una verdad a medias. Es mentira porque existen familias patológicas que dan como resultados hijos patológicos. En estos y aquellos, los valores están alterados y los exponen de manera alterada; pero también es verdad que es mejor que los niños estén en una familia constituida porque los niños de familia tienen más probabilidades de sobrevivir que un niño de y en la calle. Es más, las uniones matrimoniales es la forma más propicia para la crianza de los hijos (Silva, 1988, p. 315).

    Ahora, dentro del matrimonio se dan muchas cosas negativas, terribles y lesivas para la mujer, principalmente. Silva (1988, p. 217-218) afirma:

    "El machismo significa, naturalmente, la subordinación de la mujer como hija, como esposa, como hermana, y en general como mujer, en lo que respecta determinados derechos, ventajas y expectativas de la vida social".

    En otras palabras una esclava.

    Hay que acordarnos que este machismo está refrendado por la Iglesia. Durante el casamiento prácticamente, se subordina a la mujer, a pesar del clima de igualdad que se quiere hacer ver. Los conceptos cristianos salidos directamente del judaísmo, sitúan a la mujer como una ciudadana de segunda clase, como eran los negros a comienzos, mediados y casi finales de los 1900 (y todavía en la actualidad). Una fidelidad sin límites se deben tener ambos cónyuges. Pero la mujer sirve al hombre, arregla la casa, alimenta a los hijos, espera al hombre para seguir sirviéndole y ser un instrumento de desfogue de aquel. En este clima se desarrolla el post-casamiento, creando, creo yo, una neurosis en ambos: el hombre harto de los mismo, con el peso de una responsabilidad contraída, por algo que una vez fue amor; la mujer harta por ser tratada como un juguete y sin consideración, amargada por no conseguir objetivos que se ha impuesto en la vida, soportando a un hombre al que ya no ve igual: de galante pasó a ser patán, de inteligente paso a ser bruto, de delicado pasó a ser tosco, bárbaro. En otras palabras, ambos se hartan de ambos, pero no pueden hacer nada.

    3. Capitulo 2

    Ahora tomaré algo de sociedad e infidelidad. El hombre al organizarse, tuvo que hacer normas que regularicen la unión de pareja, la unión sexual. Se habló de Silva. Ahora es el turno de Hoebel (1961, p. 311) que dice: "El matrimonio es el complejo de normas sociales que definen y regulan las relaciones mutuas de la pareja unida…". Hasta ahora vamos bien. Se refiere al orden, insisto, que se debe tener. La anarquía es un concepto prohibido para los animales sociales como nosotros.

    El mismo autor dice en el mismo año y en la misma página:

    "Por unión se entiende el apareamiento de individuos del sexo opuesto bajo la influencia del impulso sexual. Preponderantemente se trata de un fenómeno psicofisiológico de naturaleza fundamentalmente instintiva".

    Ya se encuentran las primeras dificultades. Unida a la primera afirmación, se infiriere que, para tener sexo, hay que estar casado. Tan simple como eso. No se habla de amor (del cual hablaremos después), de comprensión, de cariño. Estos sentimientos son del hombre civilizado. Se habla de unión, y la unión es para satisfacer un efecto psicosocial. Aquí la cosa se empieza a torcer y a desnudar al hombre animal. La represión es la primera fase del acontecimiento infiel.

    Hoebel (1961, p. 311) cita a Malinovsk -"The Argonauts of the Western Pacific" ("Los Argonautas de Pacífico Oeste"), página 53- para transcribir: "La castidad es una virtud desconocida entre los nativos. A una edad increíblemente temprana son iniciados a la vida sexual…".

    Nativos. Sinónimo de lugareños, pero también de primitivos. Y se refiere a ambos términos. Son organizados, pero no tanto como nuestra megasociedad. Son iniciados tempranamente a la vida sexual quizá para una mejor distribución de bienes, quizá para tener una prole más numerosa, misma que en un futuro ayudará a la supervivencia de la tribu, o por un mandato genético ancestral. Quizá una, dos, las tres o ninguna de las causas descritas, hacen que esos nativos sean como sean. Pero lo único cierto es que lo sexual prima, y mucho en una organización. Sea rudimentaria o moderna. Lo cierto es que lo sexual mueve.

    Ahora se pondrá esta última afirmación del autor (1961, p. 329), que moverá completamente el bote: … no es monógamo por instinto.". Se refiere al hombre, naturalmente.

    Se recomienda la monogamia, es decir, el casamiento con una sola pareja. Con ella se las tiene que ver por toda la vida. Pero la monogamia, es estar con una sola pareja, no es innato en el hombre. La monogamia (es decir, tener una pareja sexual) es impuesta. El hombre (y la mujer ¿por qué no?) necesita de varias parejas para calmar este instinto psicofisiológico. El infiel no es polígamo. Solamente se ven algunos casos de este fenómeno. Entonces, concluyendo, se puede comentar que el hombre no es una persona que fácilmente esté toda una vida con otra persona. Es cierto, hay bastantes parejas que duran fieles. Pero son las pocas.

    Aquí se prueba la infidelidad. Aquí surge. La necesidad de cumplir crea ansiedad, angustia y neurosis. En la T.V. se mira bastantes casos. La posterior socialización del hombre, le dio un enclave al matrimonio para que ninguno saque los pies del plato: amor.

    En nombre de este sentimiento (que sin duda, existe) se tiene el hombre que someter, y someter al animal que llevamos en nuestro interior. Muchas veces se escucha el término que sin amor, el acto sexual es un acto de animales. Hay que ser concreto en esto: primero nace el impulso sexual, luego, el amor. Quizá en nuestros tiempos, ya no, pero sí en los antiguos. Éramos animales, y lo que importaba era que la especie sobreviviera. En esos tiempos, las flores y agasajos no se conocían, sino olores, épocas de celos y apareamiento. Cuando el hombre ya fue Homo Sapiens se le dio la necesidad de definir eso, tan directo, salvaje y brutal. Los sentimientos así fueron naciendo hasta nuestra actualidad. Pero lo cierto es que, cuando se tiene la ocasión de ser infieles se aprovecha. El amor lo mandamos de paseo, o lo conservamos con quien debemos conservarlo. Entonces ¿cómo decir que el amor es importante? ¿Cómo decir que hay que controlar lo sexual? ¿Cómo decir que "hacer el amor" es distinto de "acto sexual"? Básicamente ES LO MISMO. Pero el deseo del hombre de parecer lo que no es, negar su filiación animal recurre a estrategias burdas, pero montadas a través de los siglos.

    He terminado una relación entre sociedad, genética e infidelidad, de cómo la sociedad quiere reformar al hombre no pudiendo hacerlo. Ahora pretendo demostrar que la infidelidad, no es algo irresponsable, sino un impulso más fuerte de lo que se cree.

    Se ha comenzado a decir algo, pero en los siguientes escritos, lo demostraré con teorías, lógica, refrendándolo luego en las conclusiones.

    4. Capitulo 3

    Ahora hablaré sobre el sistema nervioso y genética, ambos dicho por Chapple (1972, p. 14):

    "Son parte integrante del sistema nervioso y de los mecanismos endocrinos que regulan el estado interno y preparan al individuo para el ataque o la huida, y mantienen el balance metabólico y sexual. Estas formas principales de respuesta a los estímulos externos son los estados emocionales primarios, a partir de los cuales se elaboran variantes mucho más complejas".

    ¿No se describe aquí el comportamiento de un perro o de un tigre? No es broma. Los animales, los mamíferos, tienen mucho de comunidad con el hombre. El comportamiento difiere mucho por el estilo de vida de cada uno, pero no hay dudas. El salvajismo se da.

    La otra afirmación del autor (1972, p. 164) es:

    "… diferencias individuales de los perros de una misma clase, e incluso, de una misma camada, la diferencia de razas son claramente hereditarias y por lo general mayores que las peculiaridades individuales".

    La fuerza de la genética es inmensa. Es por ello que se superpone a las peculiaridades individuales. Se estudia al grupo, no al individuo. El estudio de este último sesgaría los definitivamente, pero nunca se concluiría por el tiempo: muerte de los estudiosos o muerte científica. Además, es revelador el hecho del comportamiento como grupo de individuos. Creo que no hay más que decir. La fuerza de la herencia (genética) está plenamente probada. Si aunamos a ello la forma de ser animal del hombre, entonces estaremos listos para probar la infidelidad genética.

    5. Capitulo 4

    Hay que ser claros al decir que el hombre se guía por sus instintos. La inteligencia es nuestra "novedad" dentro de los animales, pero todavía tenemos cosas que nos acercan a nuestros parientes menos dotados. Hay veces que somos peores que ellos.

    Lo genético del asunto, es decir, de la infidelidad, pasa por un montón de deducciones que tienen que comenzar necesariamente, por el final. No, no me estoy contradiciendo, sino que debe comenzar con el hombre actual. Somos seres vivientes, con un cerebro grande con conexiones neuronales diversas. Amo del mundo, y quizá con un poco de buena o mala suerte, del universo. A lo largo de la historia, ha desarrollado tecnología que le ha dado comodidad a su vida, a riesgo de destruir la naturaleza. Pero para que haga todo eso, necesito de evolución, desarrollo, genética. Estos tres puntales moldearon, cincelaron, perfeccionaron al Homo Sapiens. Pero con todo, queda todavía, ya no en lo gestual, sino en lo subconsciente cosas animalescas: agresividad, miedo, instinto, sexo.

    Y de este último, es donde salió el hombre. Por este último es que el hombre es hombre y no otra cosa. Silva (1988, p. 213) dice del sexo que "… ha cumplido un papel decisivo en el proceso de hominización". ¡Qué gran verdad! Todavía cumple un papel importante dentro de la citada hominización. Es más, a veces la desbordamos por una serie de fenómenos que lo explicamos más o menos. El desborde es la infidelidad genética que pretendo demostrar, no la social. Somos seres sexuados, y como tales, queremos que esa necesidad sea cubierta de una manera u otra. Claro que debido al planteamiento intelectual de cada uno y de la sociedad en general, no estamos teniendo relaciones sexuales en medio de la calle como los hacen perros y gatos. La sociedad ha preferido reprimir (con sus consecuencias) la sexualidad hasta el mínimo. Se escucha mucho la expresión de dominio de los instintos, cuando son estos los que nos mantienen vivos. Sin estos instintos, la especia humana hace mucho, mucho, pero mucho tiempo, hubiese dejado de existir.

    La prueba es que arrastramos el atavismo de ser un animal, es que existe el incesto. Si se conoce un caso del mismo, es un escándalo social inimaginable, sin detenernos a pensar en su posibilidad genética. El hombre, en su afán de organizar su núcleo social, decidió ampliar esta por medio de la formación de clanes y luego de tribus. Al hacer esto, el incesto pasó de algo natural a algo proscrito.

    Una manera de probar estas últimas afirmaciones es lo que dijo Silva (1988, p. 329-330):

    "1. No existe un horror universal hacia el incesto y muchas sociedades no tienen severos castigos contra él; otros lo practican y en otros reina una verdadera indiferencia.

    2. No se trata de una repugnancia instintiva. Las causas por la que se condena el incesto son socioculturales, no biológicas.

    3. […]

    4. Las regulaciones del incesto tienen por lo menos tres funciones principales: a) mantener la unidad y estabilidad familiares; b)regularizar determinadas funciones económicas, fundamentalmente de reciprocidad; y c)asegurar que los impulsos sexuales se dirijan al objetivo de establecer relaciones esenciales entre familias. En resumen, evitar la ruptura y la desorganización de los sistemas de parentesco, base fundamental de la estructura social".

    Más claro que el agua no puede ser. Me imagino que en los albores de la humanidad, el hombre primitivo tendría cópula con mujeres. Uno de estos momentos pudo ser también con su hermana o con su madre. Por más abominable que pueda sonar, podía ocurrir. Ahora, la inteligencia se manifestó, no por ser madre-hijo o hijo-hermana, sino porque el producto de estas uniones salía mal. Por mal, me refiero a una posible malformación, por el mismo patrón genético, o quizá, muerte prematura por la calidad genética. Un posible y antiguo atavismo se reflejaba en Esparta, con el trato bárbaro que se le daba a los niños menos afortunados. Las mejores muestras son las monarquías que acostumbraban a casar a hermanos príncipes, pues se deseaba mantener la "sangre real" intacta. El hombre primitivo, desde ahí, evitó unirse a alguien "que salía del mismo sitio" o con alguien "que lo amamantó" y que en algún rato, reconoció como algo cercano y cálido, que le defendía de cualquier peligro. Luego, le dio por llamarla mamá.

    Para terminar esta parte, debemos decir que la genética ahora, se tiene que subordinar a la sociedad, y a su patrón de conducta: la moral. El hombre no sólo está satisfecho si logra domar la naturaleza en vez de ir con ella, sino también controlar el mundo del instinto. Lamentablemente (aunque reconozco ciertos logros), se desea manejar lo más humano que tenemos. Y lo hacemos tratando de neurotizar al hombre. Nietzsche (1992, p. 52) dijo: "… causalidad antinatural: a partir de ahora el resto entero de cosas no naturales se sigue de aquí […]. La moral".

    ¿No es cierto que si faltamos a la moral, hasta podemos ir a la cárcel? ¿O por el contrario, no son tratados estos "faltosos a al moral" como parias? Creamos neuróticos por doquier, con el afán de controlar a todos. Si alguien se sale de esa línea de conducta, si no le atrapan, la consciencia le remuerde, no porque esté mal, sino porque desde estadíos tempranos te enseñan qué está bien y qué está mal. No digo que eso sea erróneo, sino que a veces decimos demasiados "no" a los niños. El ser humano es un animal en vías de convertirse en un no se qué. El niño pequeño es un animal humano.

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