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El baúl. Apuntes para su historia (página 3)

Enviado por Angel M. Bravo


Partes: 1, 2, 3

En 1872 el presidente Guzmán Blanco estuvo en El Baúl, procedente de Apure, donde había estado en campaña. Algunos epidemiólogos de comienzos del siglo XX afirman que con estas tropas infectadas de malaria llegó el paludismo a la zona.

En 1873 el Departamento Girardot tenía 1.973 casas y 13.389 habitantes. La parroquia El Baúl tenía 10.015 habitantes distribuidos en 1.442 viviendas, y Sucre tenía 3.374 personas en 531 casas.

En 1880 la iglesia estaba en ruinas y los bauleños le escribieron una carta a Guzmán Blanco, el 23 de septiembre, pidiéndole una nueva. Calcularon que podía costar unos 80.000 pesos. Contaban los feligreses con nueve imágenes de bulto, pero ya no estaba la Virgen del Amparo ni la del Carmen. Esto probablemente quiere decir que la Virgen del Amparo había sido trasladada a la nueva población surgida después de 1878, en la ribera superior del río Cojedes, denominada El Amparo. Entre las nuevas imágenes existentes en El Baúl se encontraba ya la Virgen de la Candelaria, que desde esa fecha empezó a compartir el patronazgo del pueblo con San Miguel, el primer patrono.

En 1880 llegó a El Baúl el Dr. Juan Aponte, oriundo de Valencia. En este poblado se dedicó el resto de su vida a ejercer la medicina, hasta poco antes de su muerte en 1932. El Dr. Aponte contrajo matrimonio en El Baúl y procreó a varias hijas, una de las cuales, María Antonia se casó con el comerciante Carlos De Bona.

En 1881 Girardot contaba con 10.767 habitantes distribuidos en 1.763 viviendas, y la parroquia El Baúl tenía 4.216 personas en 664 casas, mientras que Sucre poseía 2.965 almas en 594 casas. En la nueva Constitución sancionada ese mismo año el departamento Girardot estaba compuesto por tres parroquias, dos urbanas y una foránea, ellas eran El Baúl y San José, en primer caso, y Sucre en el otro. La parroquia El baúl estaba integrada por los vecindarios Charco Azul, Cordero, Quitacalzón, Carrao, Dividivi, La Quesera, San Miguel, El Socorro, Zanja de Lira y Cerrillos. La parroquia San José la integraban los caseríos Guanarito Arriba, Guanarito Abajo, El Oso, El Cerro, El Guayabo, El Frasco, Coje Borra, Caño de la Pica, El Rebote, Samancito, Santa Barbara, San Miguel del otro lado del río, y Las Empalizadas. La parroquia Sucre se componía de los caseríos Bejuquero, Portuguesa, Las Matas, Paso Real de Cojedes, Costa del rio Tinaco, Santa Rita (Mata Oscura), Arrecifal, y La Culebra. El censo de ese año dio a conocer que el departamento Girardot tenía 1.763 casas y 10. 767 habitantes, de los cuales la parroquia El Baúl contaba con 4.216 personas asentadas en 664 casas, Sucre tenía 2.965 personas en 505 viviendas, y San José poseía 594 casas con 3.586 habitantes.

En 1882 se extingue en El Baúl la sociedad mercantil "Pérez y Maury Cª", de Eulogio Pérez y Juan José Maury. En Septiembre 1884: fue creada en El Baúl una sociedad mercantil entre D. W. Sánchez (comerciante de Valencia) y Francisco Lavieri (italiano residente en El Baúl), bajo la razón social "DW Sánchez & Cª", para el ramo de mercancías secas nacionales y extranjeras, con un capital de Bs 20.000,oo aportado por Sánchez como socio capitalista y Lavieri como socio industrial para manejar y administrar el negocio, con una asignación mensual para gastos de Bs 200. Una vez repuesto el capital de Sánchez, las utilidades serían de Lavieri.

La prosperidad del pueblo conllevó a la creación de un periódico: El Tribuno, órgano de comunicación social que se hizo famoso porque llegaba a muchas poblaciones fuera del Estado, aunque solo publicó 53 números; en este medio impreso se hacía publicidad a los comercios locales, pero también se escribían obras literarias y crónicas que reflejan el esplendor de ese momento Este periódico era un quincenario dirigido por Antonio Peña, que empezó a circular en febrero de 1884, se editaba en la imprenta municipal, en una maquina donada por Guzmán Blanco al Concejo Municipal, que además ofrecía servicios al público en impresión de libros, tarjetas, volantes, folletos, recibos, pagarés, facturas, etc. En este mismo año se anuncia que el nuevo templo estaba casi concluido, solo faltaba la portada y la torre. Circulaba en El Baúl la morocota, moneda de oro que equivalía en ese momento a 26 pesos o 104 Bs. En ese mismo año 1884 hizo su aparición la plaga de la langosta, que azotó las plantaciones agrícolas en El Baúl y afectó grandemente la economía local.

En Noviembre de 1883 Felipe Ricardo Borges y Marcelino Guillén tenían boticas en El Baúl. Dr. Leandro Herrera ejercía la medicina.

En 1885: Francisco Lavieri, italiano, comerciante radicado en El Baúl., ese mismo año Daniel Hidalgo (de Maracay) poseía establecimiento mercantil en el pueblo de Sucre y una sociedad mercantil en El Baúl con Ramón Matute Román.

En junio de 1885, al desaparecer El Tribuno, empezó a circular otro periódico que llevaba por nombre El Regenerador, dirigido por Teodosio Estrada; dicho órgano de prensa duró 4 años. El Regenerador señala que el invierno era muy fuerte y había mucha agua, y como consecuencia de ello los precios de los productos comestibles habían subido bastante, por ejemplo: el maíz estaba costando 4 reales la cuartilla y 14 pesos la fanega; el cazabe 2 reales la torta y 6 pesos la cuenta; el queso 2 pesos la arroba; la carne de 2,50 a 3 pesos la arroba; el papelón criollo a 3 pesos la cuenta; el frijol a 3 pesos el almud; arroz a 8 pesos el quintal; el aguardiente de caña a 8 pesos la carga y el café a 9 pesos el quintal.

En junio de 1890 dos nuevos medios impresos se editaban en El Baúl: El Zamorano, redactado por el mismo Teodosio, y El Humilde (manuscrito) redactado por Bernardino Torres. Al año siguiente otro periódico nuevo salía desde El Baúl: El Giraldeño, también dirigido por Don Teodosio Estrada.

En 1891 la parroquia El Baúl tenía 6.571 habitantes distribuidos en 1.193 casas. Sucre contaba con 2.537 personas y 443 viviendas. El casco urbano del Baúl tenía 2.306 moradores en 421 casas. Ese año el Dr Carlos Manuel Cardenas y el Dr. Juan Aponte tenían botica en sociedad en El Baúl.

En abril de 1892 el Gral. Joaquín Crespo llegó a El Baúl al frente de la Revolución Legalista, aquí libró un combate el 21 de ese mes, y cuenta la tradición oral que, en un sector ubicado en la periferia del pueblo, mandó fusilar a un hombre y allí mismo lo enterraron; con el tiempo una mata de cují creció al lado de la tumba y muchos bauleños empezaron a realizar ofrendas "al ánima del cují" por favores recibidos, quedando asentada esta devoción en el sentir del pueblo durante muchas generaciones, hasta llegar a la actualidad, cuando aun es posible observar, en una pequeña capilla que hay en el lugar, gran cantidad de objetos dejados allí por los estudiantes en pago de promesas por algún favor recibido del "ánima del cují".

En 1894 vio la luz el periódico La Bandera, y en 1897 Don Pablo Borjas editó el semanario 27 de Abril, clara demostración del alto nivel cultural y económico de El Baúl.

Desde mediados de la década de 1870 El Baúl había sentido la mortífera presencia del paludismo en su gente, ocasionando una incidencia negativa en la salud de sus pobladores, lo cual se fue agudizando y profundizando con los años, hasta el punto de lograr un considerable merma demográfica en los años veinte del siglo XX. Un estudio acerca de los índices y causas de mortalidad en el Distrito Girardot entre 1918 y 1920 ofrece los siguientes resultados: Muertes ocasionadas por paludismo 89, que representaba el 28 % del total de decesos ocurridos en ese trienio; pulmonía 51 casos (15 %); disentería 48 casos (13 %); el 44 % restante fue causado por tétanos, tuberculosis, tifoidea, hidropesía, pleuresía, sífilis, corazón, lombrices, etc, sin embargo sorprende descubrir que Dtto Girardot fue quizá el único que no sufrió el impacto mortal de la gripe española a finales de 1918 y comienzos de 1919. El efecto adverso del paludismo y demás enfermedades se comprueba al observar que según el censo de 1926 solo había dentro del perímetro urbano 163 casas con 815 habitantes, la cual se redujo a 632 en 1936, fecha a partir de la cual, gracias a la campaña antimalárica, empezó a recuperarse, alcanzando a tener 780 personas en 1841, 838 en 1950 y 1.551 en el censo de 1961, una lenta pero clara demostración de recuperación demográfica. No obstante que el poblado se recuperaba, la población del Distrito Girardot se redujo grandemente entre 1920 y 1941, iniciando una leve recuperación en 1950, según los datos censales respectivos: En 1920 contaba con 9.163 habitantes, en 1926 disminuyó a 6.376, en 1936, bajó a 2.808, en 1941 llegó a 2.954, y en 1950 subió a 3.130 habitantes. Al respecto Pablo Perales Frigols señala lo siguiente: "En veinte años la población quedó reducida a menos de la tercera parte, lo cual quiere decir que de cada tres personas subsistía una, apenas. Lo mas lamentable es que esa reducción no se debía a emigración, sino pura y llanamente a fallecimientos. El paludismo penetró en Cojedes precisamente por la vía de El Baúl, o por lo menos pasó por ahí y se quedó devastando con la frialdad y la parsimonia del que tiene que destruir metódica y concienzudamente. Los caseríos desaparecieron en pocos años. La epidemia tenía épocas de benevolencia y otras en las cuales redoblaba su furor…. Así se explica esa multiplicidad de nombres de sitios donde no hay nada, donde hubo un caserío, una población dispersa, aunque cobijada bajo la misma denominación".

En el año 1900: Milciades Bermúdez tuvo casa comercial en El Baúl.; En 1903: Juan Bautista Mujica socio mayoritario de la sociedad mercantil "Nieves Mujica & Cª". El Baúl; el 22 abril de 1904: Donato Pinto vendió a Luis Lavieri un establecimiento comercial de su propiedad en El Baúl; además de las existencias en mercancías y víveres extranjeros y nacionales, se incluyen tres embarcaciones (bongos), un caballo rucio moro y la casa del local, todo al precio de Bs 16.000,oo.

En 1911: Abel Valenzuela (dentista) y Hilario Malpica (médico) prestaban servicios en El Baúl. En este mismo año el naturalista y comerciante M. Grisol asoció en su farmacia al Dr. Antonio Trujillo por un año, aportando este su titulo y conocimientos y recibiendo el 10% de ganancias. También Pedro Celis Turbay (libanés) tenía comercio.

En 1912: Pedro A. Celis Turbay, libanés, con establecimiento mercantil en El Baúl; ese año Juan Simón Nieves tenía establecimiento comercial en El Baúl.

En 1916: Julián J. Cecilio y Sucesores, Donato Pinto e hijos, Serapio Borjas e hijos, y Faustino Padrón, eran importantes firmas comerciales de El Baúl; el mismo año existía la firma comercial Leonardo De Bona e hijos.

En 1919 Luis y Agustín Lleras Codazzi, eran comerciantes colombianos establecidos en El Baúl; en Febrero de1922 Napoleón Boquete, un comerciante residenciado en El Amparo, vende por Bs 800 a García Hnos & Cia, de Barquisimeto, una canoa de caoba (bongo), de diez y seis metros de largo, con todos sus aparejos, con capacidad para dos toneladas, la cual había comprado a Jacinto De Palma. Dicha canoa era conocida con el nombre "Seis de Enero" y navega desde El Amparo a San Fernando y viceversa. La venta con retracto, conviene que si Boquete devuelve el monto en término de doce meses, con el interés de 1% mensual, le devolverían la canoa.

El 31 octubre de 1926: Antonio Falótico y Pompilio Torrealba establecieron en El Baúl una sociedad mercantil regida por las siguientes clausulas:

  • 1. Antonio Falótico se compromete a entregar a Pompilio Torrealba seis mulas carreteras con sus correspondientes carros y demás accesorios para que trabaje con ellas, cuyas utilidades o pérdidas serán por mitad. Hacer las compras para el negocio, de los artículos necesarios para cargar los carros, proporcionando en todo caso el cargamento de estos.

  • 2. Pompilio Torrealba se compromete: 1) A recibir las mulas y carros para trabajar con ellos en la forma expuesta por Falótico, ocurriendo donde este negocie artículos a cargarlos y trasladarlos para donde fuere preciso. 2) Cuidar y atender muy bien las mulas y carros, de manera que siempre se conserven en buen estado. 3) A abonar las facturas compradas por Falótico para el negocio, muy correctamente.

  • 3. Ambos contratantes reconocen y aceptan todo lo determinado en este contrato y se someten a su texto.

  • 4. Las deudas o controversias suscitadas entre las partes en la interpretación de este contrato serán resueltas por árbitros amigables componedores, cuya decisión será firme, sin que haya lugar a otra vía distinta de lo que aquí hemos convenido.

  • 5. Ambas partes han convenido en que la duración de este contrato será hasta que ellos de mutuo y amistoso acuerdo les convenga, y empezará a regir del primero de noviembre del corriente año en adelante. Además de las estipulaciones arriba mencionadas, son condiciones para este contrato: 1º Ambos contratantes no podrá el uno sin consentimiento del otro celebrar ningún negocio con las mulas o carros. 2º Cualquier reclamación de tercero por deuda u otra cosa proveniente de negociación de uno de los contratantes, de la cual no tenga conocimiento el otro, correrá a cargo y responsabilidad del que la haya celebrado. 3º Las utilidades que resultaren del negocio serán para el pago de las mulas y carros. 4º Al finalizar este negocio podrá cualquiera de los contratantes cargar las mulas y carros según le convenga. Esta sociedad fue disuelta el 25 enero de 1927.

En Noviembre de 1928 Faustino Padrón cancela Bs 39.965 a las siguientes casas comerciales de Caracas: Santana Hnos y Cª sucesores; Boccardo y Cª; P. Prosperi y Cª; Estayag Hnos Cª; Palenzona Binda Cª; Luing & Cª; Salomón Yaber & Cª; Cubria & Cª sucesires. En esa misma fecha también cancela 41.642 BS a las siguientes firmas: Kumeron & Cº; Blohm & Cª y Ramos y Ramos (de Valencia), Baasch & Rómer sucesores y R.O, Kolster (Pto. Cabello).

A comienzos del siglo XX la iglesia que había sido construida en el período de Guzmán estaba en ruinas, por eso en la visita pastoral del Obispo Monseñor Felipe Neri, en febrero de 1908, este ordenó la construcción de una nueva. El templo fue inaugurado y bendecido por el mismo Obispo Neri el domingo 4 de mayo de 1913, en una gran fiesta del pueblo y las autoridades. Esta misma edificación fue mandada a reconstruir en junio de 1951, siendo gobernador el Dr Adolfo Salvi, y las obras concluyeron en abril de 1952. A comienzos de enero de 1954 se empezó a construir la torre y el reloj, lo cual fue terminado en junio de ese mismo año. Esa es la iglesia actual de El Baúl, que nada tiene que ver con la iglesia colonial original, de cuyas ruinas apenas quedan dos o tres muros en el cerro "morrocoy", el mismo lugar donde en la actualidad hacen el calvario.

Crónicas y personajes

El Baúl, ese pueblo portentoso que a finales del siglo XIX gozó de gran prosperidad y tuvo miles de habitantes, después de 1920 empezó a sufrir un proceso decadente por efecto del paludismo, que casi lo borra del mapa nacional. La lucha contra el paludismo se inicio a partir de 1941 y ya a partir de 1945 la epidemia había cedido, pero el pueblo de El Baúl en 1950 apenas contaba con 836 habitantes, y el distrito había llegado a 3.130 personas.

Extranjeros en El Baúl.

Santiago Gallardi (1878), oriundo del pueblo de Olayo, provincia de Novara, Italia. Era vecino del caserío Cerrillos.

Tomás Flores (1877) Canario.

Antonio Marques (1872, aunque estaba desde 1855), español.

Miguel Calafat (1866) comerciante español. En 1869 mudó a Valencia.

Pedro Celestino Mujica (1868) comerciante español.

Diego García (1864) español.

Pedro Celis Turbay (1911) libanes

Julián Cecilio (1911) Sirio.

Francisco Lavieri (1884) italiano.

José Marquez (1859) español.

Luis y Agustín Lleras Codazzi (1919) colombianos.

Leonardo De Bona (1916) italiano.

En medio de la batalla contra el paludismo llegó a El Baúl, en 1941, el Dr. Ricardo Archila, jefe de la División de Malariologia del Ministerio de Sanidad, quien luego escribiera una valiosa información sobre el pueblo, y entre otras cosas nos dice que El Baúl tenía solamente tres calles longitudinales, paralelas al río Cojedes, y como 18 pequeñas calles perpendiculares que terminaban en la orilla del río. Todas eran de tierra y solo tenía aceras encementadas la calle principal, que era donde se asentaba el comercio local. En el verano El Baúl contaba con una calle estacional, producto de la bajada de aguas del río, que dejaba ver sus playas; a esta la identificaban con el nombre de calle del río o calle de los tramposos. El recinto del pueblo estaba cercado para evitar la entrada del ganado. Las aguas del río eran la única fuente de abastecimiento de la gente del pueblo. Había una medicatura rural atendida por un médico español de nombre Mateo Alonso, y poseía una escuela graduada denominada Nicolás de Castro y dos planteles unitarios. El comercio local era próspero y el pueblo contaba con 12 establecimientos entre pulperías y tiendas, sin contar los bares. La población tenía una planta eléctrica, y el único hospedaje y restaurante era la pensión morillo, denominado así porque su dueña era la señora Petra Morillo, personaje reconocido por el rico sabor de sus comidas.

Para es época en el pueblo se consumía mucha carne de marrano, además de la de ganado. Los marranos eran beneficiados en casa de sus propietarios, quienes anunciaban la oferta de esta carne colocando una banderita blanca en la puerta de la casa. En ese momento (1941) El Baúl tenía 176 casas, de las cuales 80 eran de tejas, 95 de palma y 1 de zinc, 117 tenían piso de tierra, 35 de ladrillos y 24 de cemento.

La vida en El Baúl durante la década 1930 al 1940 la refleja muy bien el Dr Virgilio Tosta en su libro El Baúl; allí nos cuenta que aun no había llegado la planta eléctrica y el pueblo se alumbraba con lámparas de carburo, que la mayoría de las veces iluminaban poco tiempo, bien por lo viejas, porque el carburo se quemaba muy rápido, por la brisa que las apagaba, o por las travesuras de los zagaletones, y a veces por los Donjuanes enamorados que las apagaban para evitar que los vieran en sus andanzas amorosas, especialmente si se trataba de amores robados. El farolero, que encendía las lámparas era un negro a quien le decían Pedro Michibú, quien hacía el oficio con mucha alegría, tarareando canciones llaneras y soltando chistes picarescos. En 1937 el gobierno del estado mandó a instalar la primera planta eléctrica en El Baúl.

El primer acueducto de El Baúl fue mandado a construir por decreto del gobierno regional, con fecha 24 de julio de 1943, y fue inaugurado el 5 de julio de 1944. Este acueducto tenía una tubería de 3 pulgadas de diámetro, que era alimentada por un tanque con capacidad para almacenar 50 mil litros de agua potable, mas que suficiente para abastecer el consumo de la población bauleña en ese momento.

Se refiere también Virgilio Tosta a la loca Mariana, y dice que ella se adornaba la cabeza con flores de cayena y trinitarias, y se pintaba las mejillas con onoto. Usaba trajes de escandalosos colores y eran también escandalosas las constantes carcajadas que soltaba en las calles en su diario deambular, siempre descalza porque tenía los pies deformados, razón por la cual los muchachos traviesos le gritaban desde lejos, burlándose de ella, y como no podía alcanzarlos para pegarles, se levantaba la falda para mostrarle sus partes íntimas en señal de insulto. El Dr José Antonio Borjas, cronista de San Carlos, pero nacido en El Baúl, en su libro personajes populares de mi pueblo se refiere a ella y dice que nadie sabe con certeza de donde vino, ni quienes fueron sus padres ni familiares; dice Borjas que Mariana era un reloj, que desde las 5 de la mañana andaba en las calles del pueblo, desgranando su buen humor y haciendo reír a la gente, pidiendo para comer, pero con suma decencia, respeto y buenos modales, a pesar de su demencia. Borjas recogió en su libro este verso:

Dicen que vino del campo

Con una flor en el pelo,

Surca que surca la calle

Como buscando consuelo

Otro personaje mencionado por Virgilio Tosta es el canoero Cantalicio, que con un simple canalete guiaba magistralmente la canoa, enfrentando el peligro de los peligrosos remolinos que se formaban en el encuentro de las aguas de los ríos Tinaco y Cojedes, frente a San Miguel.

Otro de los relatos de Tosta es el referido a los saraos en la casa de Don Faustino Padrón, un rico comerciante propietario de varios bongos que movilizaban cargas a San Fernando de Apure; también menciona los bailes en la residencia de los Borjas, con música de ortofónica o el conjunto donde era solista el clarinete de Santiago Colmenares o el violín de Esteban Sequera.

En las procesiones de Semana Santa y el día de la Candelaria hombres y mujeres marchaban separados, los primeros delante y las mujeres atrás; cuenta que los muchachos traviesos jugaban bromas uniendo las largas faldas de las damas mayores con alfileres. Relata la concurrencia nocturna en la casa de Félix Padilla y Manuel Sánchez, que fueron las primeras personas que poseyeron aparatos de radio en El Baúl, para escuchar los noticieros, las comedias de Ana Teresa Guinán y los cantantes internacionales de la Caravana Cámel.

Rafael Román, personaje recitador de versos de extraordinaria memoria, que se sabía extensos poemas y discursos, pese a su analfabetismo.

Carlos María Medina era otro interesante personaje bauleño, del cual nos habla el Dr Borjas en su libro ya mencionado, allí el autor refiere que Carlos María, con su azafate en la cabeza, o sentado frente a la iglesia en misas y procesiones, vendía algunas chucherías que elaboraban sus hermanas, tales como pan dulce, bizcochuelos, cucas o catalinas, polvorosas, pan de horno, y majarete. Otras veces salía en burro a vender carne en los barrios o se iba a pescar palometas para después venderlas en las calles, llevando siempre una vida transeúnte y solitaria, porque nunca tuvo esposa o compañera y tampoco hijos. El envejecimiento le hizo endurecer su carácter y se volvió sensible a las bromas, a las que no toleraba, tomando actitudes agresivas hacia los bromistas, en especial con aquellos que le dijesen Comegallo, apodo puesto por Manuel Jacinto Sánchez desde el día que Carlos María se llevó de la gallera el gallo perdedor para comerse un hervido.

Sereno o Serenao, ese era el apodo de un interesante personaje del que también Borjas nos habla. Su madre fue Juana Ascanio y supuestamente su padre José Ramón Parra, pero lo crió Rómulo Gutiérrez, de quien heredó el apodo, porque en una oportunidad sufrió una enfermedad venérea y tratando de ocultársela al médico le contó que la había adquirido por haberse chupado una caña aserenada. De allí en adelante le endilgaron ese apodo, pero luego se marchó para Apure y el apodo le quedó a su criado, quien lo popularizó. Era un personaje que llevaba la risa a flor de labios, hacía todo tipo de oficios, desde limpiabotas, mandadero, limpiar casas, etc. Siempre cargaba una sinfonía o armónica en el bolsillo, tratando de sacarle melodías al instrumento, con los años se aficionó a la bebida y no le faltaba una carterita de aguardiente en el bolsillo, vicio que terminó llevándolo al cementerio.

Abuelito, cuyo verdadero nombre era José Avelino Durán, es un personaje nacido allí mismo, en San Miguel, en las primeras décadas del siglo XX. No sufría demencia, sino que se le creó una deformación física en la espalda, una especie de joroba que lo obligaba a caminar inclinado y lento, y la gente del Baúl le gustaba tocarle ese lobanillo porque suponía que le daría buena suerte. El trabajó como canoero en el paso real de San Miguel, cobrando medio por cada pasajero que llevaba de un lado a otro del río. También vendía leña y palometas que pescaba en el río, pero siempre con gran jocosidad y buen trato.

Hubo un curandero a quien le decían Dr Félix García Tortosa, que vivía en La Puerta, al final de la calle Los Placeres, frente al río Cojedes. Gustaba usar un liquiliqui azul claro con una franela debajo de la blusa. Era un hombre introvertido que casi no hablaba ni salía, y fabricaba medicamentos de hierbas, de los cuales el mas conocido fue el famoso "paramuerto", denominado así porque la gente decía que era tan bueno que hasta los muerto los paraba de la tumba. Este brebaje era de gran aplicación y efectividad para contrarrestar mordeduras de serpientes y picaduras de raya, alacrán, y hasta de avispas. El precio era de 1 bolívar la carterita de paramuerto. Murió muy viejo, y el Dr Borjas recoge esta copla bauleña en su libro:

Faculto entre los facultos,

Ese era un dicho muy cierto,

Por eso sus coterráneos

Lo llamaban paramuerto

Uno de los personajes esenciales de los pueblos eran las comadronas. Cuenta Borjas que en su tiempo había dos en El Baúl, una ubicada en lo que llaman el pueblo arriba, que va desde la casa de alto hasta la casa Cruz Verde, cuyo nombre era Petra Aranguren, y otra en el pueblo abajo, que va desde la casa de alto hasta la puerta, frente a Julián Benítez, cuyo nombre era Olimpia Torres de Torres. Se dice que durante la visita pastoral del Obispo Monseñor Gregorio Adam, este fue recibido con gran alborozo por la población, y luego de pasar el río, en San Miguel, se fueron caminando hasta la iglesia. El Obispo iba escoltado por las autoridades y varias personalidades, entre ellas Petra Aranguren; al llegar a la iglesia el Obispo comentó que se sentía asombrado por lo devoto que eran los bauleños, ya que noto que todos a su paso pedían la bendición, pero el Jefe Civil lo asombró aun más cuando le dijo: ¡Monseñor, disculpe, pero a quien le piden la bendición no es a usted, sino a Petra Aranguren que anda a su lado, que es la que ha traído al mundo a la mitad de la gente aquí en El Baúl!

Un hecho histórico importante narrado por Borjas es la repercusión de la muerte del Gral Gómez en El Baúl, del cual nos dice que la noticia se supo en el pueblo por vía telegráfica el 18 de diciembre, y la gente empezó a reunirse y comentarlo en voz baja, hasta que un envalentonado como Manuel Antonio Jiménez levantó una poblada y fue en busca del Jefe Civil para pedirle la renuncia. Este, sin aguársele el guarapo marchó con ellos hasta frente a la casa de comercio de Faustino Padrón, donde estaba la muchedumbre, se subió en una silla y allí puso su renuncia. Empezaron a barajarse nombres para el cargo, sometidos a la voluntad popular, muchos de los cuales fueron rechazados, hasta que acordaron nombrar a Don Alonso Tosta, comerciante respetado, padre del Dr Virgilio Tosta, en el primer acto democrático en el Baúl. Luego llegaron noticias de los saqueos en distintos pueblos del país y esto animó al Renco Carmelo para organizar una poblada que le ajustara cuentas al único andino que vivía en el pueblo, un señor de nombre Lucio Fajardo, quien tenía muchos años en El Baúl, con una pulpería en la calle Los Placeres, en el lugar que llaman Los Almendrones. El Renco Carmelo arengaba a la gente diciéndole ¡ vamos a saquearle el negocio a Lucio y de una vez lo colgamos en los almendrones, ese fulano es andino y andino significa Gómez, y todo eso huele a podrido! Cuando Lucio se enteró de lo que le venía encima salió corriendo a la casa de alto, donde vivía Don Alonso, el recién nombrado Jefe Civil, para pedirle protección. Al rato llegó la poblada buscando a Lucio para lincharlo, pero Don Alonso salió y los convenció de la inocencia del gochito, quien ninguna culpa tenía de lo malo que había sido Gómez, y su único pecado era ser andino igual que el dictador, pero lo que más los convenció fue que Don Alonso les dijo: ¡como lo van a matar, no se dan cuenta que si ustedes lo matan, entonces quien les va a fiar el papelón y el café para hacerle el guarapito a sus muchachos! La gente se tranquilizó y se volvió a sus casas, pero entre ellos, no se sabe quien, hubo una voz que entonces gritó ¡Viva Lucio!

Otro de los personajes que abundaban en el llano y en este caso en El baúl, eran los pacotilleros, titulo o calificativo que se les daba a los comerciantes ambulante que vendían pacotillas, es decir, mercancía menor de todo tipo, en especial las bisuterias de quincallas y aquellos productos novedosos y llamativos para el campesino, porque no se encontraban en las pulperías del pueblo. Nos menciona Borjas la existencia de un pacotillero de nombre Francisco Gadea, quien viajaba en su bongo desde El Baúl a Guadarrama y de allí aguas arriba por el río Portuguesa hasta Los Pelaos y La Capilla. Entraba en las casas campesinas ofreciendo y vendiendo sus mercancías portadas en una maleta de cuero, tales como telas para vestidos, franelas, alpargatas, café, jabón en panelas, agua de colonia, perfumes, sal, quinina, aspirinas, canela, cominos, creolina, etc. Este pacotillero le dejaba en casa la mercancía, anotaba monto y nombre en su libreta, y recorría un gran trayecto hasta que colocaba todos sus productos. Luego venía de regreso cobrando, con la modalidad de que él recibía el pago no solo en dinero, sino también en especies, aceptando en pago gallinas, pavos, cochinos, pescado seco y chigüire, carne seca de res y de venado, queso, manteca de cochino, etc, productos que recogía, trasladaba al pueblo de El Baúl, negociaba en el comercio local, y luego volvía a emprender su ruta de nuevo.

Otra de las interesantes crónicas que nos brinda Borjas cuenta que la luz eléctrica llegó a El Baúl en 1939, con la puesta en servicio de una pequeña planta diesel. Este aparato cambió los hábitos de los bauleños, porque en vez de acostarse a las 8 o 9 de la noche, lo hacían después de las 10, que era la hora en que apagaban el motor de la planta. El mecánico de esta novedosa máquina era un señor de nombre Julio Salcedo Hurtado, a quien apodaban Mocho Julio, y desempeño este oficio durante 4 décadas. En esa época no se conocían en El Baúl las neveras o enfriadores, y como es lógico suponer, aquel que no había tenido oportunidad de salir a San Carlos, Valencia o San Fernando, no conocía lo sabroso que era un helado, una cerveza o un refresco bien frío. Pero resulta que en el marco de las fiestas patronales del año 1938 llegó a El Baúl un camión cargado de helados El Polo, que eran vendidos a medio la unidad. Aquello conmocionó a una chiquillería que jamás había degustado tan exquisito placer, y durante tres días gastaron los ahorros y hasta las tarjetas de bautizo quedaron sin los mediecítos que traían pegados en su interior, los cuales fueron recogidos por los vendedores de helados. Al tercer día de permanencia en el pueblo ya el hielo que habían traído estaba derretido, y los pocos helados que aun les quedaban empezaron a derretirse también, motivo por el cual empezaron a rematar los helados al precio de una locha, es decir, a mitad de precio, y había un muchacho mandadero, a quien apodaban "pata è buey", que cada día se comía un fuerte en helados, o lo que es lo mismo, 20 helados diarios, pero en vista de que los helados se iban a terminar pronto y los estaban rematando, el muchacho con su ingenuidad campesina buscó los últimos 2 bolívares que le quedaban y pensando aprovisionarse compró los últimos 16 helados que le quedaban al vendedor, pero como ya él se había comido 20 helados ese día, decidió guardarlo para el siguiente día envolviéndolos en un trapo y los guardó en una totuma bien cerrada que tenía en su casa; su inocencia le cobró una dura decepción la siguiente mañana cuando en vez de helados encontró la totuma llena de hormigas comiéndose el dulce derretido.

Una interesante anécdota es la que ocurrió con un señor de nombre Victorio Aldao, llanero que vivía en San Miguel, quien además de trabajar su finca se dedicaba a conducir el ganado de muchas personas que le contrataban para que les movilizase sus animales desde Apure hasta la Romana de Valencia por caminos que en época de invierno se volvían intransitables hasta para las mulas.

En una oportunidad Don Victorio había convenido con el General Alfredo Franco para trasladarle una gran cantidad de reses desde Apure a Valencia, pero cuando llegó a orillas del caño Ave María, al sur del Baúl, este se hallaba muy crecido, de monte a monte como dicen los llaneros, pero además varios peones estaban enfermos con fiebre o con tanto sabañón en los pies que casi no podían caminar, y por si esto fuera poco se le había agotado el dinero para las provisiones, es decir, que Don Victorio estaba de malas. En eso llegó un telegrama del General Franco a El Baúl, que de inmediato le fue hecho llegar a Victorio, y en él le decía que en el término de la distancia debía presentarse con el ganado en la Romana de Valencia, pero el caporal, que estaba como plancha de chino por las adversidades del momento, sin importarle la fama de bravo del caudillo le respondió con otro telegrama que decía así:

Gral Alfredo Franco. Valencia. "Caño crecio, ganao regao, peon con chiquichiqui y comiendo fiao. Vaya pal carrizo. Victorio Aldao".

Un personaje muy importante en El Baúl de esa época, aunque vino de otras tierras, lo fue el Br Higinio Morales, en cuyo honor se bautizó un centro educativo en El Baúl y otro en San Carlos, como reconocimiento al valioso aporte que hizo a la cultura y educación de Cojedes. Higinio Morales fue un ilustre calaboceño que llegó a El Baúl en agosto del año 1939, a ejercer la función de maestro y director de la escuela Nicolás de Castro. Aquí contrajo matrimonio con Carmen Hernández y tuvo un hijo que luego falleció trágicamente. El Br Morales también se desempeño como Concejal, y se supo ganar el aprecio, respeto y admiración de los bauleños. Fundó un periódico denominado Primicias y desde allí fomentó la elección popular de Miss Baúl, resultando electa una joven de nombre Josefita Monasterios, que según dice Borjas, era hija adoptiva del rico comerciante Faustino Padrón. También fomentó la practica del béisbol en El Baúl a partir de 1940, creando dos equipos: uno de nombre Los Rojos y otro denominado Los Azules, uno de cuyos jugadores estrella, en la posición de shor stop era el famoso negro padronero, a quien apodaban Birragüilla. Ste personaje era una de los criados de Faustino Padrón, de ahí el cognomento de negro padronero. Dicho personaje falleció hace algunos años, ya muy viejo, y tengo de él varias fotografías y una interesante entrevista porque él fue uno de los últimos bongueros que viajaban con cargas desde El Baúl a San Fernando y viceversa. Cuenta Borjas que era tanta la fiebre del béisbol en El Baúl, que en 1941, en ocasión de la realización del campeonato mundial de béisbol amateur en La Habana, el Br Morales y sus alumnos se congregaban, casi amontonados, en el negocio de Manuel Sánchez, para oír los partidos por radio, ya que apenas existían dos aparatos en el pueblo.

En el período vacacional de 1945 el Br Morales se enfermó a consecuencia de una vieja hernia que le afectaba. En ese momento no había médico en el pueblo, y por descuido se retraso 5 días la salida del enfermo. Como era invierno lo sacaron en canoa con un señor de nombre Ramón Blanco de patrón y Lino León de canaletero, ya que no existían los fuera e´borda, los acompañaba el practicante del dispensario, señor Rafael Herrera La Riva. Al final de un intenso remar de tres días y dos noches llegaron a San Fernando de Apure con el enfermo, pero lamentablemente era demasiado tarde y este falleció en la mesa de operación. En esa ciudad permanecen sus restos.

Bibliografía

APPUN, Karl Ferdinand: En los Trópicos. U.C.V. Caracas. 1961

BORJAS; José Antonio: Personajes Populares de mi Pueblo. UNELLEZ, San Carlos. 1983.

CARROCERA DE, Buenaventura: La Misión de los Capuchinos en los llanos de Caracas. Tomos I y II. Academia Nacional de la Historia. Caracas. 1972

CUNILL GRAU, Pedro: Geografía del Poblamiento Venezolano en el Siglo XIX. Tomos I y III. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. 1987.

MARTI, Mariano: Documentos relativos a su visita Pastoral de la Diócesis de Caracas. Tomo II. Academia Nacional de la Historia. Caracas. 1988.

PERALES FRIGOLS, Pablo: Geografía Económica del estado Cojedes. Ministerio de Fomento. Caracas. 1956.

TOSTA; Virgilio: El Baúl. Caracas. 1972.

TOSTA; Virgilio: Historia de Barinas. Tomos III y IV. Caracas. Academia Nacional de la Historia. Caracas. 1989.

HEMEROGRAFIA

LAMPOS TINAQUEROS. Semanario editado en Tinaco desde el año 1904 hasta 1971. Edición microfilmada existente en la biblioteca pública "Andrés Bello", en San Carlos, Estado Cojedes.

 

 

 

 

 

 

Autor:

Argenis Agüero

Enviado por:

Prof. Ángel M. Bravo

Partes: 1, 2, 3
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