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Libros historicos

Enviado por joel ching Meletz


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Libro de Josué
  3. Libro de los Jueces
  4. Libro de Ruth
  5. 1 y 2 Samuel
  6. 1 y 2 Crónicas
  7. Esdras y Nehemías
  8. Ester
  9. Bibliografía

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Introducción

Este trabajo surgió de la sesión que tuvimos a principios de año, con el supervisor nacional, Obispo Mario O. Galindo, los supervisores de área, el director de educación y el equipo nacional de educación. En esa oportunidad a cada integrante de la facultad de educación se le asigno una tarea de elaborar un documento para los niveles de educación bíblica teológica similar a este. Es un gusto dedicar unas horas para elaborar un libro introductorio en forma de texto para que sea un instrumento de capacitación para alumnos del seminario Bíblico. Se ha utilizando el método descriptivo, histórico documental. Basado en documentos especializados. Es importante ver la seriedad con que trabajaron para legarnos una riqueza de información

De esa manera se podrá estar actualizado al nivel de la ciencia que según el criterio de algunos malos educadores han enseñado que ella compite con la fe, compite con la fe, sin embargo la ciencia esta al servicio o es un instrumento complementario de nuestra fe. O sea, que corrobora nuestra fe. Se debe aprovechar los datos especiales que aquí se presentan para nuestra educación teológica. No queda aquí la investigación, se debe buscar otros documentos para reforzar lo que aquí se registra. Esto solo es una base para el despegue hacia una investigación mas profunda.

Lo antes dicho, se debe a que se han tomado costumbres y malos hábitos como estudiantes, que ha llevado al estudiante a ser mediocre en sus estudios. Para ser fructífero como estudiante de las ciencias teológicas, es necesario programar un horario sistemático para su estudio. También, se debe buscar un lugar adecuado en todo el sentido de la palabra para aprovechar la labor de su estudio.

Vale notar que el presente estudio se ha hecho en un lenguaje fácil de entender, aunque sea el nivel elevado, se puede interpretar en un nivel que todos entiendan. Se elabora un bosquejo como guía para seguir el estudio individual. Es muy interesante que cada estudiante se esfuerce por hacer su propia hermenéutica, y comentario, mejor si se escribe para después hacer comparaciones con los demás estudiantes. Se hace la observación de que el texto en si no se comentara, esa será labor del estudiante hacer su propio comentario basado los datos que se dan, se incluye un bosquejo para que tenga un guía y así seguir con el estudio. .

Este documento solo es una introducción a los libros históricos, una de las limitantes lo es el espacio y el tiempo que se nos dio para elaborarlo, a media que se siga avanzando en los niveles de estudio bíblico se ira ampliando su contenido. No se pretende con este documento trabajo haber llenado todo el conocimiento de los libros históricos. Este trabajo se presenta de la siguiente manera: Josué, Es un registro de la conquista de Canaán bajo el liderazgo de Josué, y la repartición de la tierra entre las doce tribus. Jueces Es la historia de los seis sometimientos de Israel y de las varias liberaciones de la tierra a través de los 15 jueces. Rut Es la historia de una Moabita que paso a ser parte del linaje de donde vendría nuestro señor Jesucristo, el Mesías de Israel. 2 Samuel. Narra la historia de Samuel, con los comienzos y primeros años de la monarquía sobre Israel, iniciando con Saúl, luego David. 1,2 Reyes Es la historia de los comienzos del reino de Israel y más tarde el relato del reino dividido. Aparecen los personajes sobresalientes de Eliseo y Elías.1,2 Crónicas En gran parte es un registro de los reinados de David, Salomón, y los reyes de Judá hasta la cautividad. Esdras Es un registro del regreso de los judíos de la cautividad y de la reconstrucción del templo. Nehemías Es un relato de la reconstrucción de los muros de de Jerusalén. Esther Es la historia de la liberación de los judíos pro la Reina Esther del complot de Aman, y del establecimiento de la fiesta de Purim.

Libro de Josué

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1-18 Prólogo

1:1-9 El Señor ordena a Josué

1:10-15 El mandato de Josué al pueblo

1:16-18 La respuesta del pueblo a Josué

2:1-5:15 Entrada a la tierra

2:1-24 El informe de los espías: "Canaán derrotada"

3:1-4:24 Cruce del Jordán

5:1-14 Preparaciones rituales

6:1-12:24 La toma de la tierra

6:1-27 La batalla de Jericó

7:1-8:29 La batalla de Hai

8:30-35 El pacto renovado en el monte Ebal

9:1-27 Tratado con Gabaón

10:1-43 Conquista del sur

11:1-15 Conquista del norte

11:16-23 Resumen de la conquista

12:1-24 Apéndice: lista de los reyes derrotados

13:1-21:45 Distribución de la tierra

13:1-7 Tierra todavía por conquistar

13:8-33 Distribución de la tierra al oriente del Jordán

14:1-19:51 Distribución de la tierra al occidente del Jordán

20:1-9 Ciudades de refugio

21:1-42 Ciudades levíticas

21:43-45 Resumen: la maravillosa fidelidad de Dios

22:1-24:33 Reteniendo la tierra

22:1-34 El altar de testimonio de las tribus orientales

23:1-16 Discurso de despedida de Josué

24:1-28 Renovación del pacto en Siquem

24:29-33 Postdata: menciones sobre sepultura

AUTOR Y FECHA

Sobre el problema del autor algunos eruditos, siguiendo el Talmud (c. 500 d. de J.C.), asignan el libro al mismo Josué. Se apoyan en las evidencias o testigos internos del mismo documento; por ejemplo: se dice que Rajab todavía estaba viva en la fecha en que se escribió (6:25) y que el autor, usando "nosotros", se incluye a sí mismo entre quienes cruzaron el Jordán (5:1).

Sin embargo, la observación acerca de Rajab en 6:25 puede referirse a sus descendientes, y otros textos heb. dicen "ellos", no "nosotros" en 5:1. Igualmente, como en 5:6, el autor pudo haber usado "nosotros" en un sentido de solidaridad con la generación que entraba a la tierra.

El lenguaje, el estilo y la teología de estos libros apoyan la conclusión de que un así llamado deuteronomista (un individuo o una escuela) reunió una variedad de fuentes de varios períodos y los entretejió en un todo completo durante el exilio. Esto significaría que Josué fue escrito c. 550 a. de J.C.

Los judíos siempre han reconocido la unidad de Jos., Jue., Sam. y Rey., llamándolos los "Profetas Anteriores". Este arreglo tiene las ventajas de llamar la atención a la integridad de cada libro y de distinguir entre el Pentateuco, que describe la organización de Israel como el pueblo de Dios bajo el pacto mosaico, y Jos., Jue., Sam. y Rey. que interpretan la historia de Israel en términos de ese pacto.

El deuteronomista asumió que sus lectores conocían las historias antiguas del Pentateuco. Por ejemplo, se habla de los huesos de José en Gén. 50:25, que son sacados de Egipto en Exo. 13:19 y sepultados en Siquem en Jos. 24:32; y la herencia prometida a Caleb en Núm. 14:24, 30 encuentra su cumplimiento en Jos. 14:6–15.

LA FECHA DE LA CONQUISTA

Tomando las fechas que se dan en 1 Rey. 6:1 y Jue. 11:26 al pie de la letra, uno podría fijar la fecha de la conquista c. 1400 a. de J.C. Sin embargo, uno no puede asumir que la Biblia sencillamente suma los años en esta forma.

No obstante, la evidencia arqueológica desde Jericó y Hazor apuntan a esta fecha. En Jericó, el estudio de los restos de cerámica, los escarabajos reales, la actividad sísmica en la región, la destrucción por fuego y aun las ruinas de los muros derribados junto con el uso de carbono-14 reúne una evidencia impresionante de que la ciudad fortificada fue destruida finalmente por el año 1400.

En Hazor, hay niveles de destrucción en los años 1400, 1300 y 1230 a. de J.C. Casi todos los eruditos asignan la destrucción del 1300 al faraón Seti I, dejando cualquiera de las otras a Israel. La referencia en Jue. 4:2 de Hazor como una ciudad cananea, en oposición a las tres o cuatro generaciones de Israel después de Josué, excluye una fecha posterior, a menos que uno suponga ya sea que la narración bíblica en Jue. 4 es imperfecta o que la evidencia arqueológica es incompleta.

Hai, si se identifica correctamente, carece de evidencia de una destrucción israelita, presentando un problema para cualquiera de los puntos de vista (ver sobre 7:2). J. Bimson ha establecido el año 1400 a. de J.C. como la fecha de la conquista sobre base más firme, refinando las fechas de los períodos arqueológicos en cuestión.

Por otro lado, la evidencia arqueológica de Pitón y Ramesés en Egipto (Exo. 1:11), la falta de datos corroborando los reinos establecidos de Edom y Moab al oriente del Jordán antes del siglo XIII a. de J.C., y los cientos de nuevos asentamientos de pastores nómadas que se esparcieron en Israel alrededor del año 1200 en contraste con su ausencia en el período anterior, todo favorece fijar la fecha de la conquista en la segunda mitad del siglo XIII. Sin embargo, la fecha de la conquista no afecta en realidad la teología o el mensaje de Josué, en tanto hubo una conquista.

TEOLOGIA

El libro de Josué trata de la tierra prometida: Su posesión (caps. 1–12), su distribución (caps. 13–21) y su conservación (caps. 22–24). Por otro lado, trata también del desposeimiento de "los perversos" de esa tierra. La tierra digna de reyes fue dada a un pueblo digno de ser reyes (ver Jos. 12).

La tierra como don

El Creador de toda la tierra (Sal. 24:1, 2; 47:4) y único dueño de Palestina (Lev. 25:23) hizo depositarios a los patriarcas de una tierra digna de reyes, que fluía leche y miel (Deut. 31:20). Prometió darla a sus descendientes como una herencia permanente (Gén. 17:8; Exo. 32:13). La ocupación de la tierra, que sería tomada por etapas (ver 13:1–7), fue iniciada dramáticamente por Josué. Fue entonces "distribuida" por Dios a las tribus de Israel por sorteo (Núm. 33:50–54), y así se convirtió en su posesión inalienable que nadie podía tomar de ellos por la fuerza.

Solamente los levitas no recibieron tierra propia; en su lugar, ellos "heredaron" al Señor mismo, abriendo el camino para un entendimiento espiritual de la herencia (13:14). Con la resurrección y ascensión de Cristo y con el derramamiento del Espíritu, se hizo claro que Josué es un símbolo de Cristo y que la tierra es un símbolo, una metáfora, de la salvación de la iglesia en Cristo (cf. 1 Cor. 10:1–4).

Tanto la tierra como la salvación en Cristo son un don (1:2, 6; cf. Rom. 6:23), poseído únicamente a través de la fe (1:7, 9; cf. Rom. 10:8–21; Ef. 1:8, 9). Son tanto un lugar de bendición (Exo. 3:8; Núm. 13:27; Ef. 1:3, 14), un hogar de reposo (Jos. 1:13; Heb. 4:1–11) y un lugar santo en donde de manera única uno encuentra a Dios (Exo. 15:17; Col. 3:1–4; 1 Tim. 2:5, 6). Ambos demandan también un estilo de vida que se conforme a la ley de Dios (1:7, 8; 8:30–35; 1 Cor. 10:1–13).

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Unidad de la generación fundadora

El autor pretende vincular a Josué con Moisés e identificar al pueblo que entró en la tierra como los representantes de aquellos que salieron de Egipto (ver 24:7, 17). Aunque el éxodo y la conquista duraron más de dos generaciones, el autor de Jos. trata a esas generaciones fundadoras como una.

Vincula a Moisés y su ayudante Josué a través del libro. Por ejemplo, Dios prometió estar con ambos (1:5); ambos guían a Israel a través de aguas formidables que asombrosamente se secan y así son exaltados a los ojos del pueblo (3:7); ambos se quitan sus sandalias en la presencia del Señor (5:13–15); ambos interceden por el pueblo cuando peca (7:7); ambos poseen la tierra y la distribuyen (12:7–8; 14:1–5); ambos bendicen al pueblo (22:6); y ambos median el antiguo pacto (cap. 24).

La generación bajo es tos dos dirigentes vio las maravillas asombrosas del Señor en el éxodo y la conquista (24:7, 17) y entró en pacto con él; son los primeros dirigentes de la nación gobernada por Dios.

Unidad de todo Israel

El autor también está interesado en pintar la unidad de las 12 tribus, usando "todo Israel" y términos similares frecuentemente (p. ej. 3:1, 7, 17; 18:1; 22:14). A los hombres de las tribus orientales que lucharon no se les despidió hasta después que se completó la conquista (1:14, 15; 22:1–9), y el malentendido de su altar "rival" causó consternación entre las otras nueve y media tribus (22:10–34).

Doce hombres, uno de cada tribu, tomaron una piedra del Jordán para edificar un memorial nacional (4:1–9) y todas las tribus renovaron el pacto mosaico en Siquem (8:33, 34).

Fidelidad del pacto

La generación de Josué probó el tema dominante de esta historia; a saber, que el Señor cumplió su pro mesa a los patriarcas y dio a Israel la tierra y el reposo. Se afirma y reafirma en puntos clave en el libro:

En el prólogo antes de la conquista (1:1–9), después de la conquista (11:23) y después de la distribución de la tierra (21:43–45). Las menciones sobre las sepulturas, al final del libro, también simbolizan esta verdad (24:28–33).

Esta historia sagrada establece la confesión de Israel: "El Dios de dioses, Jehovah", él es su Dios (22:22), y la motivación para guardar su pacto (caps. 23–24). Estimula a los fieles a poseer la tierra que queda (13:1–7; 14:6–15; 19:49, 50), dejando a los infieles sin ex cusa (18:3), y pone pensativos a todos con la sombría realización de que Dios también cumple las maldiciones de su pacto (23:15–16; 24:19–24).

Israel, por su parte, debe cumplir sus obligaciones del pacto tomando, distribuyendo y reteniendo la tierra a través de la obediencia de fe en el Señor, mostrando su fe en él en la obediencia a su ley.

Guerra santa

La obediencia al pacto implicaba que Israel lucharía de acuerdo con las reglas de la guerra santa dadas en Deut. El Señor inicia la batalla y, si Israel obedece de todo corazón, asegura su triunfo (1:2–9; cf. Núm. 27:18–21), interviniendo en ocasiones en las formas más asombrosas como en Jericó (6:20) y Gabaón (10:11, 14). Mientras estimulaba a Israel a ser fuerte en su fe en él, Dios destruye a sus enemigos antes de que principie la batalla haciendo que cunda el pánico en sus corazones (2:9–11, 24). Al vencedor pertenecen los despojos" y así, todos los malvados cananeos deben ser "dedicados" (heb. herem) al Señor (6:17).

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La exterminación de los cananeos tuvo el propósito de salvar a Israel de la tentación (Deut. 7:1–5). Como lo describe G. A. Cooke: "Cualquier cosa que pudiera poner en peligro la vida religiosa de la comunidad, se le ponía fuera del camino en que podía dañar prohibiéndose su uso humano; para asegurar esto efectivamente, debe ser totalmente destruida." Cuando Acán fracasó en dedicar al Señor lo que por derecho era suyo, Acán y todo lo que él poseía fueron destruidos (7:15). Algunas veces el Señor reservaba el botín para él y otras veces recompensaba a su ejército con él (8:27). Los cananeos fueron exterminados de acuerdo con el recto juicio del Señor y no por que Israel tuviera sed de sangre.

La prostituta Rajab se arrepintió y encontró un lugar permanente en Israel (6:25). Sin embargo, en la mayor parte Dios endureció los corazones de los cananeos que estaban maduros para el juicio (11:19, 20). Su destrucción prefigura el castigo eterno de los impíos (Mat. 25:46), como la destrucción de Sodoma y Gomorra siglos antes. Israel poseyó su tierra porque el propósito del Señor era santificarla. Esa es la razón por la cual el autor coloca el relato de la renovación del pacto en Siquem justo en el corazón de las historias de las batallas (8:30–34). Si no reconocemos estos paralelos entre el juicio de Israel sobre los cananeos y el juicio final, fracasaremos en ver por qué a Israel se le instruyó actuar en esta forma. (2)

Libro de los Jueces

BOSQUEJO DEL CONTENIDO

1:1-2:5 Después de Josué: decadencia militar

1:1, 2 Los israelitas consultan al Señor

1:3-21 Los éxitos y fracasos de las tribus del sur

1:22-36 Los éxitos y fracasos de las tribus del norte

2:1-5 Israel acusado de desobediencia

2:6-3:6 Después de Josué: decadencia espiritual

2:6-10 El desliz hacia la apostasía

2:11-19 Revisión del período de los jueces

2:20-3:6 La respuesta última del Señor

3:7-16:31Las carreras de los jueces

3:7-11 Otoniel

3:12-30 Ehud

3:31 Samgar

4:1-5:31 Barac (más Débora y Jael)

6:1-8:35 Gedeón

9:1-57 Experimento de Abimelec con la monarquía

10:1-5 Tola y Jaír

10:6-12:7 Jefté

12:8-15 Ibzán, Elón y Abdón

13:1-16:31 Sansón

17:1-18:31 Caos religioso: Micaías y su santuario

17:1-13 El origen de los ídolos de Micaías

18:1-31 La historia subsecuente de los ídolos de Micaías

19:1-21:25 Caos moral: el levita y su concubina

19:1-28 La violación en Gabaa

19:29-21:25 La respuesta a la violación.

El libro de Jueces parte de la narración bíblica de la historia de Israel, desde su entrada a la tierra de Canaán (en el libro de Jos.) hasta su salida temporal de ella (al término de 2 Rey.). Mucho de esta parte del AT está dedicado a las narraciones de los reinados de los reyes de Israel, comenzando con Saúl, David y Salomón.

Pero entre la llegada de Israel a Canaán y el establecimiento de la monarquía, hubo un período de cerca de 200 años (c. 1200–1000 a. de J.C.) conocido como el período de los jueces. En este período Israel no tenía una administración formal, centralizada, y dependía de hombres y mujeres especialmente dotados que Dios levantó para proporcionar liderazgo.

Se les llamó jueces porque llevaban a cabo el juicio de Dios, fuera sacando a los enemigos o arreglando las disputas entre los mismos israelitas. Las actividades de estos jueces se describen en el libro de Jue. (de allí el nombre) y en los primeros capítulos de 1 Sam.

Estas narraciones en particular, están interesados en la relación especial de Dios con Israel y cómo ésta se expresaba tanto en juicio como salvación en la historia. Esta relación especial estaba basada en el pacto que Dios hizo con los israelitas en el monte Sinaí después que los sacó de la esclavitud en Egipto (Exo. 19–20), y éste a su vez estaba basado en las promesas que Dios había hecho a Abraham siglos antes (Gén. 12:1, 2).

Como veremos, el libro de Jueces. es claramente profético en este sentido. Es una relación teológica de la historia de Israel en el período de los jueces. Y como los otros libros proféticos, contiene un mensaje que todavía es pertinente para el presente y el futuro.

ISRAEL EN EL PERIODO DE LOS JUECES

Poco se sabe sobre la forma de vida de Israel en el período de los jueces, aparte de lo que podemos extraer del AT. La fuente principal de información es el mismo libro de Jueces., pero los libros de Rut y 1 Sam. también arrojan luz valiosa sobre el período.

El territorio de Israel en ese tiempo estaba dividido en áreas tribales (ver Jos. 13–21 De las 12 tribus, nueve y media ocupaban la región entre el río Jordán (incluyendo el mar de Galilea y el mar Muerto) y la costa mediterránea. Las otras dos y media ocupaban la región de la meseta al este del Jordán.

Las conquistas de pueblos vecinos como los madianitas, moabitas y amonitas (al oriente), los filisteos y la llamada Gente del Mar (al occidente), generalmente involucraban sólo parte del territorio de Israel, lo que significaba que solamente una o dos tribus eran directamente afectadas.

El vínculo esencial entre las tribus era su historia común y su fidelidad al Señor (Jehovah). El mismo era su Gobernante o Juez supremo (11:27) y su ley era la constitución de ellos. Fue esta relación de pacto con el Señor que los unió y les dio su identidad como un pueblo distinto.

Al menos una vez al año se celebraba un festival religioso en el cual se recordaba al pueblo su identidad y las obligaciones que esto implicaba. Estas reuniones probablemente se celebraban en Silo, que estaba localizada al centro y era el lugar donde el tabernáculo de reunión se había instalado originalmente después de la llegada de Israel a Canaán (Jos. 18:1; Jue. 21:19; 1 Sam. 1:3).

Silo, probablemente quedó como el lugar del santuario central durante todo el período de los jueces, aunque el arca del pacto se llevaba a veces a otros lugares, especialmente en tiempos de crisis (18:27). No se sabe en forma definida cuán buena era la asistencia a estos festivales y exactamente lo que pasaba en ellos, pero casi es seguro que se daban gracias por las bendiciones recibidas (o sea buenas cosechas), se hacía oración, se ofrecían sacrificios, se leía la ley dada en el monte Sinaí, y se tomaba un nuevo juramento de lealtad (al Señor y uno a otro).

Probablemente era el juez en funciones el que leía la ley, asistido por los sacerdotes (2:17; 18:27). Todo el valor de esto era una renovación del pacto y un nuevo compromiso para vivir por él (cf. Jos. 24). En su mayor parte, la administración de justicia cotidiana y la vigilancia de los asuntos de la comunidad, la proporcionaban en forma local los ancianos de los diferentes clanes y tribus (11:4–11; Rut 4:1–12).

Pero los asuntos que no podían decidirse localmente, eran llevados para su resolución al juez en funciones en ese tiempo, ya sea a un lugar céntrico (4:4, 5) o en ciertas ciudades designadas que el juez visitaba regularmente (1 Sam. 7:15–17).

De cuando en cuando, como la ocasión lo requería, se reunían asambleas de representantes ad hoc de las diferentes tribus para tratar asuntos de interés común, tales como un mal comportamiento serio de una de las tribus o un ataque enemigo contra una o más de ellas. En tales ocasiones se requería una acción decisiva, concertada, para preservar la integridad de Israel.

No había ejército permanente, de modo que era necesario levantar una fuerza fresca de voluntarios cada vez que se suscitaba una emergencia nacional, y el carisma personal de un individuo con frecuencia desempeñaba un papel crucial en que esto se hiciera rápidamente.

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Parece que al menos algunos de los jueces llegaron al cargo precisamente por su habilidad para proveer un liderazgo inspirador en tales ocasiones (11:1–10). Otros parece que fueron nombrados en circunstancias más pacíficas, aunque no se sabe exactamente cómo se hacía.

Sin embargo, en la práctica el "sistema" (si ese es el término correcto para ello) raramente funcionó, si alguna vez lo hizo, en forma tan suave. De hecho, había poca unidad efectiva entre las tribus israelitas en el período de los jueces. Para empezar, estaban separados unos de otros por asentamientos de cananeos no conquistados (1:19, 27–36; 4:2, 3).

A diferencia de los israelitas, estos pueblos habían labrado la tierra durante generaciones, y atribuían su éxito al levantar cosechas a su adoración de varios dioses de naturaleza masculina y femenina, los baales y las astartes. Creían que ellos controlaban la tierra y el tiempo y, por lo tanto, la fertilidad del campo y del rebaño.

Los israelitas eran muy atraídos a estos dioses y cada vez más mezclaban la adoración a ellos con la adoración a su propio Dios, Jehovah. Esto inevitablemente condujo a un debilitamiento de su fidelidad a Dios y entre ellos, y resultó en una declinación espiritual y moral tan seria que amenazaba con destruir a Israel desde dentro.

Las tribus eran lentas para ayudarse unas a otras en tiempos de crisis (5:16, 17; 12:1–7) e incluso cayeron en luchas entre ellas (8:1–3; 12:1–6; 20:1–48). La mayoría estaba preocupada solamente por sus propios intereses y se aprovechaban de la falta de gobierno central para hacer lo que quería (17:6; 21:25).

Este deterioro interno amenazaba destruir la estructura misma de Israel y, de hecho, constituyó una amenaza mucho más severa a su supervivencia en el período de los jueces, que cualquier ataque externo.

Sin embargo, en esas circunstancias, como siempre, hubo israelitas fieles que continuaron silenciosamente llevando vidas de piedad genuina. El libro de Jueces enfoca principalmente las crisis frecuentes que Israel enfrentó y de esa manera nos da una impresión bastante turbulenta del período.

Pero también indica con claridad que hubo largos períodos de paz y relativa prosperidad, en los cuales la vida a nivel local pudo asentarse en un tenor más apacible (3:11, 30; 8:28; 10:3–5; 12:8–10). En este respecto, a Jueces lo complementa finamente el libro de Rut con su historia gentil y conmovedora de los asuntos de una familia de Belén.

Aquí los agricultores lucharon contra las inclemencias del tiempo, las personas se conocieron y enamoraron, y los ancianos buscaron la guía de los asuntos de la comunidad en los senderos probados de la ley del pacto y la costumbre local.

Ambos libros testifican el hecho de que, sea en la turbulencia de crisis nacionales o el tenor más apacible de la vida en la aldea, Dios estaba profundamente involucrado y soberanamente activo en las vidas de su pueblo, preservándolas y disciplinándolas, y dirigiendo todas las cosas para su bien.

EL ORIGEN Y LA FECHA DEL LIBRO DE JUECES

Precisamente cómo llegó a existir el libro y cuándo se completó en la forma que ahora lo tenemos, continúa siendo un asunto de debate entre los eruditos. El punto de vista tradicional judío es que fue escrito por el profeta Samuel y éste puede contener al menos un elemento de verdad. Pero hay indicaciones de que el proceso de composición del libro fue mucho más complejo y prolongado que lo que sugiere este punto de vista tradicional.

El grueso del libro parece estar basado en una fuente de material que fue ya sea contemporánea con, o muy cercana a, los eventos mismos. Las notas sobre los así llamados "jueces menores" en 10:1–5 y 12:8–15 (enmarcando la historia de Jefté), probablemente salieron de una fuente documental de esta clase. Y los relatos de las proezas de jueces-libertadores como Ehud, Barac, Gedeón y Sansón, muy probablemente se derivan de una colección al principio de tales historias de héroes, ya sea en forma oral o escrita. El hecho de que Jefté parece importante en ambas, puede haberle dado pie al autor del libro para combinar estas dos fuentes.

Mucho menos parece que se haya conocido sobre las proezas de Otoniel, el primer libertador, de modo que el relato de su carrera está expresado en términos bastante generales, estereotipados, por el autor mismo (3:7–11). El cántico poético de Débora y Barac en el cap. 5 está compuesto en heb. muy primitivo y la mayoría de los eruditos reconoce que se originó muy próximo al tiempo de los eventos que describe.

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Otra fuente de material primitivo parece reflejarse en el capítulo inicial del libro (especialmente vv. 4–7, 11–15, 22–26) y en las dos historias narradas vívidamente en los caps. 17–21. Puede discernirse claramente la mano de un editor que trabajó con las fuentes de materiales en la revisión que se proporciona en 2:6–19, y en las introducciones y conclusiones repetitivas a los episodios mayores en los caps. 3–16. Estas proporcionan un tipo de armazón editorial que unifica la parte central de Jueces

Otra instancia clara de trabajo editorial está en el refrán de 17:6; 18:1; 19:1 y 21:25, que une a las dos narraciones mayores que concluyen el libro. Es clara la evidencia de una fuente primitiva de material, como lo es la evidencia de formación editorial. Pero si la última la realizó un solo autor o dos o autores en sucesión, es difícil, si no imposible, decirlo.

También es difícil saber con certeza cuándo tuvo lugar la formación final del libro. Como se explica más a fondo en el comentario mismo, la descripción detallada de la localización de Silo en 21:19 sugiere una época de escritura cuando se recordaba la destrucción de Silo (un evento de fecha incierta), pero que había pasado hacía mucho (cf. Jer. 7:14), y la expresión "la cautividad de la tierra" en 18:30 probablemente se refiere a la devastación final de Israel, el reino del norte, por Asiria en el siglo octavo a. de J.C.

Más significativamente, la revisión del período 6:7 de los jueces en 2:11–19, los discursos en 2:1–5, 6:7–10 y 10:11–15, y las introducciones y conclusiones repetitivas a los episodios mayores en los caps. 3–16, son todas fuertes reminiscencias tanto del estilo como de los intereses teológicos del libro de Deut.

Esto sugiere que el autor que añadió este material vivió después de las reformas llevadas a cabo por Josías en el siglo séptimo a. de J.C. (1 Rey. 22). La naturaleza de estas reformas deja poca duda que el "libro de la Ley", que fue descubierto en el templo en ese tiempo, era alguna forma del libro de Deut.

Ciertamente, la influencia de Deut. es clara en el siguiente par de siglos en la predicación de Jeremías y en los libros de 1 y 2 Rey., y parece estar presente también en el libro de Jue. La mayoría de los eruditos creen que Jueces es parte de lo que fue originalmente una larga pieza de escritos históricos cubriendo lo que es ahora los libros de Deut., Jos., Jue., 1 y 2 Sam. y 1 y 2 Rey.

Se piensa que esta historia de Israel desde la conquista de Canaán hasta el exilio en Babilonia, fue escrita después de la caída de Jerusalén en 587 a. de J.C. (2 Rey. 25:1, 2) para explicar por qué había acontecido este desastre. Lo hizo mostrando cómo Israel había empezado a deslizarse en la apostasía pronto después de su entrada a Canaán, y cómo esto había continuado en siglos subsecuentes hasta que el juicio de Dios había finalmente caído sobre la nación.

El desastre de 587 a. de J.C. fue visto así como el cumplimiento de las maldiciones del pacto de Deut. 28. El estilo y la teología de todo el libro, desde el principio hasta el fin, fue influido fuertemente por el libro de Deut. y por esa razón comúnmente se refiere a él como la "historia deuteronómica".

Una de las piezas de evidencia más fuertes para esta teoría es la declaración en 1 Rey. 6:1 de que Salomón empezó a construir el templo 480 (40 x 12) años después del éxodo de Egipto, parece ser parte de un esquema cronológico que se extiende de Deut. a 2 Rey. y se refleja en el libro de Jueces.

Esto puede verse en los números "redondos" (40 u 80 años) usados para los períodos de paz (7:11; 3:30; 5:31; 8:28). Contrastan las cifras más impredecibles que aparecen en el material tomado directamente de las fuentes primitivas (p. ej. 3:8, 14; 4:3; 10:2, 3).

En todo caso, el resultado que tenemos ahora es una serie de libros relacionados íntimamente, en lugar de una sola composición en el sentido estricto. Pero dada su relación cercana con los otros libros en la serie, es probable que a Jueces se le dio su forma final al mismo tiempo que a ellos, a saber, en el siglo sexto a. de J.C. durante el exilio babilonio. Samuel bien pudo haber tenido una parte en las primeras fases de su formación, pero se desconoce la identidad del autor o editor final.

ESTRUCTURA Y TEMAS

Cualquiera que haya sido su historia, el libro de Jueces como lo tenemos ahora es una unidad literaria bien redondeada, con una estructura muy definida y temas desarrollados claramente.

El cuerpo principal del libro, que trata de las carreras de los diferentes jueces, se extiende desde 3:7 hasta 16:31. Es precedido por una introducción en dos partes (1:1–2:5 y 2:6–3:6) y seguida por un epílogo, también en dos partes (caps. 17–18 y 19–21).

La cuestión que se pregunta al principio del libro (1:1, 2), se vuelve a preguntar en circunstancias muy diferentes al final (20:18). Así, al llegar al final del libro se nos invita a reflexionar sobre el punto desde el cual partimos y, sobre todo, lo que ha acontecido entretanto.

La primera parte de la introducción (1:1–2:5), trata del deterioro progresivo en la relación de Israel con los cananeos, que siguió a la muerte de Josué (1:1). Los esfuerzos de las diversas tribus para poseer y ocupar las tierras que les habían sido asignadas (Jos. 13–19) toparon con dificultades crecientes cuando los cananeos, particularmente en la región de la costa y las ciudades clave fortificadas en el norte, opusieron una resistencia muy resuelta (ver especialmente vv. 19, 27, 28).

Esto condujo a una situación de estancamiento tenso en la cual israelitas y cananeos vivían unos al lado de los otros. Los israelitas tenían el dominio, pero estaban excluidos de partes significativas de la tierra. La tribu de Dan, en particular, estaba confinada a las montañas y no podía poner un pie firme en su propio territorio cerca de la costa (1:34).

Era una situación que estaba lejos de las expectaciones con las que Israel se había lanzado, expectaciones arraigadas en las promesas que Dios había hecho a sus antepasados (Jos. 23:1–5; cf. Gén. 12:1–3; 15:12–21; 28:13–15). Esta sección de la introducción termina con el llanto de los israelitas delante del Señor en Boquim (Betel) y cuando se les dice lo que había estado mal (2:1–5).

La razón de su fracaso no han sido los carros de hierro o las fortificaciones fuertes de los cananeos, sino su propia infidelidad. En el territorio que habían tenido éxito en tomar, habían empezado a ceder permitiendo que continuaran los altares paganos de los cananeos y por esta causa el Señor les había retirado su ayuda.

Al mismo tiempo que miraba atrás, este discurso clave del "ángel del Señor" ve también hacia adelante con la predicción de que los cananeos y sus dioses continuarán siendo trampas y piedras de tropiezo para los israelitas.

La segunda parte de la introducción (2:6–3:6) regresa luego al principio (obsérvese cómo Josué reaparece en 2:6) y hace de este problema espiritual subyacente el foco principal de atención. En unas cuantas pinceladas hábiles se bosqueja la declinación inicial de Israel en la apostasía (2:6–10), y luego se traza el patrón completo del subsiguiente período de los jueces (2:11–19).

Se presenta como un período de apostasía persistente, en el cual el Señor juzga a los israelitas en forma alternada, ya sea entregándolos a opresores extranjeros y luego (cuando se encuentran en gran angustia) tiene piedad de ellos y levanta a un juez que los libere.

En estos períodos los israelitas desistían temporalmente de su apostasía, pero rápidamente volvían a ella tan pronto como el juez moría (19a). En breve, a pesar de los muchos intentos del Señor para restaurarlos de sus malos caminos, los israelitas persistían en ellos (19b).

Esto conduce a otro discurso crucial en 2:20–22, en el cual el Señor anuncia lo que se propone hacer como su respuesta final a todo lo que ha acontecido. Las naciones que quedaron originalmente (al tiempo en que Josué murió) para probar la fidelidad de Israel, ahora van a quedar permanentemente como un castigo por su infidelidad (ver el comentario sobre este pasaje). Esta es la culminación de esta segunda parte y de la introducción como un todo. Los versículos que quedan (2:23–3:6) sencillamente resumen lo que ya se ha dicho.

Así la introducción, además de diagnosticar lo que estuvo mal y poner frente a nosotros lo que sigue, pone en claro que el problema central del libro es, a saber, la apostasía persistente de Israel en el período de los jueces y la respuesta del Señor a ella.

El libro responde a la pregunta: "¿Por qué Israel nunca poseyó plenamente la tierra que Dios prometió a sus antepasados?" Y se da la respuesta: "Por causa de la apostasía que siguió a la muerte de Josué." Jueces explica la acción del Señor completamente justificada en vista de la infidelidad persistente de Israel.

Los libros posteriores de la historia deuteronómica continúan explicando y justificando su acto más drástico de expulsar totalmente a Israel de la tierra (ver arriba).

La sección central del libro (3:7–16:31) completa el bosquejo que ya se dio en la introducción (2:11–19) y desarrolla un número de subtemas en el proceso. Registra las carreras de 12 jueces en total: Otoniel, Ehud, Samgar, Barac, Gedeón, Tola, Jaír, Jefté, Ibzán, Elón, Abdón y Sansón. Débora y Jael desempeñan papeles muy significativos en el episodio de Barac, y de Débora incluso se dice que "gobernaba" (lit. "juzgaba") a Israel (4:4, 5), pero en términos del diseño total del libro, los caps. 4–5 deben verse esencialmente como una narración de la carrera de Barac. Y aunque se relatan con cierto detalle las actividades del hijo de Gedeón, Abimelec, él no es un juez en términos de la forma en que el oficio se describe en la introducción.

Como la primera parte de la introducción principió con Judá y terminó con Dan (1:1–34), así esta sección central empieza con Otoniel desde Judá (3:7–11) y termina con Sansón el Danita (caps. 13–16). La carrera de Otoniel ejemplifica lo que significaba ser un juez y lo que debía hacer. Los siguientes jueces representan una serie de variaciones de este modelo básico, culminando con Sansón, cuyo comportamiento es tan grotesco que a duras penas se le puede reconocer como juez.

El modelo de esta parte del libro se ha descrito con frecuencia en términos de un ciclo repetido de apostasía, opresión, llamamiento del Señor, liberación, paz y apostasía renovada. Ciertamente hay mucha repetición, pero también hay un cambio progresivo, de modo que el resultado se describe mejor en términos de una espiral descendente que de un simple modelo repetido.

La desunión entre los israelitas aparece primero en el episodio de Barac (5:16, 17, 23) y empeora bajo jueces posteriores. Después de los 40 años que siguieron a la victoria de Gedeón (8:28), no se vuelve a decir que la tierra gozara de paz y para el tiempo del episodio de Sansón, los israelitas ni siquiera clamaban ya al Señor para que los salvara. Y conforme estos capítulos siguen su curso, los jueces mismos gradualmente llegaron a estar más y más implicados en la maldad de la nación como un todo.

El clímax se alcanza en Sansón, voluntarioso y renuente en lo personal para aceptar su llamamiento, quien perfectamente resume la indocilidad y conflicto de la nación como un todo. De la manera que Israel había sido apartado de otras naciones por el pacto de Dios con ellos, así Sansón fue apartado de otros hombres por su llamamiento como un nazareo.

Como Israel había seguido en pos de dioses ajenos, Sansón va tras mujeres extranjeras. Israel había querido ser como otras naciones; Sansón quiere ser como otros hombres. Y como Israel había vuelto repetidamente al Señor en su desgracia, así también Sansón. En breve, los subtemas que corren a través de toda la sección central del libro (la lucha de Israel contra su destino y la perseverancia del Señor hacia ella en juicio y gracia), finalmente son llevados a un enfoque bien definido en la historia de Sansón. Su historia es la historia de Israel como un todo en el período de los jueces.

Partes: 1, 2
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