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La palabra de Dios ilumina tu camino (página 2)


Partes: 1, 2

  • 6. El Señor me dijo: Te basta mi gracia, que en la flaqueza llega al colmo el poder. Muy gustosamente continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Dios. Por lo cual, me complazco en las enfermedades, en los oprobios, en los aprietos por Cristo; pues, cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte (2Co 12:9-10).

  • 7. Por lo cual, me alegro de mis padecimientos y suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1:24).

  • 8. Jamás me gloriaré, sino en la cruz de Jesucristo por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo (Gal 6:14).

  • El sufrir pasa, pero el haber sufrido queda.

    • 1. Y Dios todo lo permite por nuestro bien (Rom 8:28).

    • 2. Por eso puedo dormir tranquilo, sabiendo que mi Padre Dios vela mi sueño y mi vida está en sus manos y no me sucederá nada más que lo que Él permita por mí bien. Y puedo decir con fe: Dios mío, yo confío en Ti (Sal 91:2).

    Estás deprimido(a)

    Dite a ti mismo:

    • 1. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el amparo de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Sal 27:1-3).

    • 2. Alma mí, confía en el Señor; ten ánimo, espera en el Señor (Sal 27:14).

    • 3. Yo me apoyo en Dios, que es mi Señor, y me hace correr por las alturas (Hab 3: 19).

    • 4. Señor, Tú eres mi Dios; a Ti te busco, mi alma tiene sed de Ti (Sal 63:2-5).

    • 5. Señor, oye mi clamor, atiende mi oración (Sal 61:2-4).

    • 6. Mírame y ten compasión de mí (Sal 25:16).

    • 7. Ahora me siento tranquilo y no tengo más miedo, porque mi fuerza y mi canción es el Señor. Él es mi salvación (Is 12:2).

    Él me dice con cariño:

    • 1. Hijo, confía en Mí, tus pecados te son perdonados (Mt 9:2).

    • 2. Confía en Mí y no te apoyes en tu propia inteligencia (Prov 3:5).

    • 3. Dame, hijo mío, tu corazón y que tus ojos hallen deleite en mis caminos (Prov 23:26).

    Y yo puedo decir con fe:

    • 1. Cristo es todo para mí. Cristo es mi vida (Fil 1:21).

    • 2. Todo lo puedo con Cristo que me fortalece (Fil 4:13).

    ¿Estás Angustiado(a)?

    Medita en tu corazón:

    • 1. El Señor me liberó de todos mis temores (Sal 34:5).

    • 2. El Señor es mi socorro ¿qué pueden hacer los hombre contra mí? (Heb 13:6).

    • 3. Cuando te llamo, Tú me respondes, oh mi Dios. Tú, que me has sostenido en mis angustias, ten compasión de mí y escucha mi oración (Sal 4:2).

    • 4. Señor, escucha mi oración y que mi clamor llegue a tu presencia. No apartes tu rostro de mí. En el tiempo de la angustia, atiéndeme y escúchame el día que te invoco (Sal 118:5-6).

    • 5. Mírame y ten compasión de mí, que soy pobre y afligido (Sal 25:16-18).

    • 6. Señor, escucha mi oración y presta oído a mis súplicas (Sal 86:6-7).

    Y Dios me responde:

    • 1. Yo soy el Dios de Abraham, tu padre, no temas; porque yo estoy contigo (Gén 26: 24).

    • 2. No temas, que yo estoy contigo; no mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios (Is 41:10).

    • 3. Yo soy tu Dios y te enseño lo que es provechoso (Is 48:17-18).

    • 4. Yo te enseñaré el camino que debes seguir, seré tu consejero y estarán mis ojos velando sobre ti (Sal 32:8).

    • 5. Si atraviesas las aguas, yo estaré contigo; si por ríos, no te anegarás. Si pasas por el fuego, no te quemarás; las llamas no te consumirán, porque yo soy tu Dios… A mis ojos eres de gran precio, de gran estima y yo te amo. No temas, porque yo estoy contigo (Is 43:2-5).

    • 6. No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5:36).

    • 7. Vengan a Mí los que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré (Mt 11:28).

    ¿Estás enfermo(a)?

    • 1. Señor, Tú me curas y me haces vivir (Is 38:16).

    • 2. Señor, si quieres puedes curarme (Mc 1:40).

    • 3. Y (Jesús), enternecido, extendió su mano, lo tocó y le dijo: Quiero, queda limpio (Mc 1:42). Todo es posible al que tiene fe (Mc 9:23).

    Dile entonces: Creo, Señor, pero ayuda a mi poca fe (Lc 9:24).

    Y Dios te dice:

    • 1. Llámame y yo te responderé y te comunicaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces… Yo les restituiré la salud, los sanaré y les daré abundancia de paz y de verdad (Jer 33:3-7).

    • 2. El que esté enfermo que llame a los sacerdotes de la Iglesia para que oren sobre él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor; y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo curará y, si ha cometido pecado, lo perdonará. Oren unos por otros para que sean curados, porque mucho puede la oración fervorosa del hombre bueno (Sant 5:13-16).

    • 3. Yo soy Dios, tu sanador (Ex 15:26).

    • 4. Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida (Ap 2:10).

    • 5. Hijo mío, cuando estés enfermo, no te impacientes, ruega al Señor y Él te sanará… Llama al médico, porque el Señor lo creó y no lo alejes, pues te es necesario. Hay ocasiones en que logra acertar, porque también él oró al Señor para que lo guiara en procurar alivio y dar la salud para prolongar la vida del enfermo (Eclo 38:9-15).

    • 6. Los que crean… impondrán las manos en mi nombre sobre los enfermos y estos quedarán sanos (Mc 16:18).

    ¿A muerto un ser querido?

    Di con fe:

    • 1. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. ¡Bendito sea su nombre! (Job 1:21).

    • 2. Las almas de los justos están en las manos de Dios. A los ojos de los necios parecían haber muerto y su partida era considerada una desgracia, pero ellos gozan de paz… Después de un ligero castigo, serán colmados de bendiciones, porque Dios los probó y los halló dignos de sí (Sab 3:1-5).

    • 3. Felices los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan (Ap 14:13).

    • 4. Dios enjugará las lágrimas de sus ojos y la muerte no existirá más ni habrá duelo, ni gritos ni dolor, porque esto es ya pasado (Ap 21:4).

    • 5. Si vivimos, vivimos para el Señor. Si morimos, morimos para el Señor y, tanto en la vida como en la muerte, somos del Señor (Rom 14:7-9).

    • 6. No queremos que ignoren la suerte de los difuntos para que no se aflijan como los que no tienen esperanza. Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo Dios, por Jesús, tomará consigo a los que se durmieron en Él. Esto se lo decimos como Palabra del Señor… Consuélense mutuamente con estas palabras (1 Tes 4:13-18).

    Y Jesús nos dice:

    Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en Mí, aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en Mí no morirá para siempre (Jn 11:25-26).

    ¿Oras por los difuntos?

    Judas Macabeo mandó a Jerusalén dos mil dracmas de plata para ofrecer un sacrificio por los caídos en la batalla. De no esperar que los caídos resucitarían, habría sido inútil y superfluo orar por los muertos. Pero creía que a los muertos piadosamente les está reservada una magnífica recompensa.

    • 1. Obra santa y piadosa es orar por los difuntos (2 Mac 12:43-46).

    • 2. En el cielo no puede entrar nada manchado (Ap 21:27).

    • 3. Aquel cuya obra queda abrasada, sufrirá daño, pero él se salvará, como quien pasa a través del fuego (1Co 3:15).

    • 4. Las almas de los justos están en las manos de Dios… Después de un ligero castigo, serán colmados de bendiciones, porque Dios los probó y los halló dignos de sí (Sab 3:1-5).

    Te sientes solo(a) y triste?

    • 1. No me abandones, Señor, no me dejes solo (Sal 27:9-10).

    • 2. Aunque pase por momentos oscuros y difíciles (por un valle de tinieblas) no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo (Sal 23:4).

    Y Dios me dice:

    • 1. Aunque una madre se olvide de su hijo, yo nunca me olvidaré de ti. Te tengo grabado en la palma de mis manos (Is 49:15-16).

    • 2. Yo nunca te dejaré ni te abandonaré (Heb 13:5 y Jos 1:5).

    • 3. Yo estoy contigo y te bendeciré adondequiera que vayas, y no te abandonaré hasta cumplir mis promesas (Gen 28:15).

    • 4. Esfuérzate y ten valor, que nada te asuste, no tengas miedo a nada, porque yo, tu Dios, iré contigo adondequiera que tú vayas (Jos 1:9).

    • 5. No tengas miedo, porque yo estoy contigo (Is 43:5).

    • 6. Mira que estoy a tu puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre, entraré a él y cenaré con él y él conmigo (Ap 3:20).

    El Señor quiere que vayas a visitarlo y a contarle tus problemas. Recuerda: El Maestro está ahí y te llama (Jn 11:28).

    ¿Te fatla fe?

    La fe es un don de Dios que hay que pedirlo con humildad. Dice Jesús:

    • 1. Dichosos los que creen sin haber visto (Jn 20:29).

    • 2. ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? (Jn 11:40).

    • 3. ¿Aún no tienen fe? (Lc 8:25).

    • 4. ¿Por qué son tan tímidos? ¿Aún no tienen fe? (Mc 4:39).

    • 5. En Nazaret no hizo muchos milagros por su falta de fe (Mt 15:28).

    • 6. Hágase contigo, como has creído (Mt 8:13).

    Pidamos con humildad la fe que necesitamos y digamos:

    • 1. Señor, aumenta nuestra fe (Lc 17:5).

    • 2. Señor, creo, pero aumenta mi fe (Mc 9:24).

    Y Jesús nos dice: Todo es posible al que tiene fe (Mc 9:23).

    ¿Tienes sed de Dios?

    • 1. Mi alma está sedienta de Dios (Sal 42:2).

    • 2. Mi alma tiene sed de Ti como tierra reseca, agostada y sin agua (Sal 63:2).

    Dios te responde con amor:

    • 1. No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5:36).

    • 2. Vienen días en que mandaré sobre la tierra hambre de oír la Palabra de Dios (Amós 8:11).

    • 3. Al que tenga sed, yo le daré gratis de la fuente de agua viva (Ap 21:6).

    • 4. El que tenga sed que venga a Mí y beba (Jn 7:37).

    • 5. El que beba de esta agua no tendrá nunca más sed (Jn 4:14).

    • 6. Yo soy el pan de vida. El que viene a Mí ya no tendrá más hambre; el que cree en Mí, jamás tendrá sed (Jn 6:35).

    • 7. Vengan a Mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré y daré descanso para sus almas (Mt 11:28-29).

    • 8. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados… Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5:6-8).

    ¿Vives para Dios?

    • 1. Vosotros, hijitos, sois de Dios… Nosotros somos de Dios (1Jn 4:4-6).

    • 2. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser, y llevarás muy dentro de tu corazón todos estos mandamientos que hoy te doy (Det 6: 5-6).

    • 3. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor. Tanto en la vida como en la muerte, somos del Señor (Rom 14:8).

    • 4. El que es de Cristo se ha hecho una criatura nueva, lo viejo pasó y se ha hecho nuevo (2Co 5:17).

    • 5. Despójense del hombre viejo, viciado por las concupiscencias seductoras y renuévense en el espíritu de su mente, vistiéndose del hombre nuevo creado según Dios en justicia y santidad verdaderas (Ef 4:22-24).

    Mi Padre Dios me dice:

    • 1. Dame, hijo mío, tu corazón (Prov 23:26).

    • 2. Yo te llamé por tu nombre y tú me perteneces (Is 43:1).

    Y nosotros podemos decir con alegría:

    • 1. Para mí, la vida es Cristo (Fil 1:21).

    • 2. Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí (Gal 2:20).

    ¿Compartes tu fe?

    Es fundamental que comuniquemos a otros los tesoros de nuestra fe. No podemos guardarla exclusivamente para nosotros solos. Hay que predicar y evangelizar.

    Escuchemos la voz de Dios.

    • 1. Todos somos embajadores de Cristo (2Co :20).

    • 2. Vayan por el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura (Mc 16: 15).

    • 3. Estén siempre prontos a dar razón de su esperanza a todo el que se lo pidiere (1Pe 3:15).

    • 4. Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y templanza. No te avergüences jamás de dar testimonio de nuestro Señor… conlleva con fortaleza los trabajos a causa del Evangelio (2Tim 1:7-8).

    • 5. Soporta los trabajos de evangelista, cumple tu ministerio (2Tim 4:5).

    • 6. Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo (Mt 5:13-14).

    • 7. Brille su luz ante los hombres, para que viendo sus buenas obras, glorifiquen a su Padre que está en los cielos (Mt 5:16).

    • 8. Y ahora vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido misericordia de ti (Mc 5:19).

    • 9. Habla, yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que has de decir (Ex 4:12).

    • 10. No temas, habla y no calles (Hech 18:9).

    • 11. Predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2Tim 4:2).

    • 12. El que se avergüence de Mí y de mis palabras, también el Hijo se avergonzará de él, cuando venga en su gloria (Lc 9:26).

    • 13. Esfuérzate, ten ánimo y no temas ni desmayes (1Par 22:13).

    • 14. Esfuérzate y ten valor, nada te asuste y nada temas (Jos 1:9).

    • 15. Esfuérzate, ten gran valor y espera en Dios (Sal 27:14).

    • 16. No los temas ni te atemorices ante ellos (Ez 2:6; 3, 9).

    • 17. No tiembles ante ellos no sea que yo te haga temblar. Yo te pongo desde hoy como ciudad fortificada, como columna de hierro y muro de bronce frente a la tierra toda. Te combatirán, pero no podrán contigo, porque yo estoy contigo para salvarte (Jer 1:17-19).

    • 18. No tengas miedo, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios y te fortaleceré y vendré en tu ayuda (Is 41:10).

    El Señor necesita misioneros. La mies es mucha y los obreros pocos (Mt 9:37).

    ¿Estás dispuesto a ser uno de ellos y dar tu vida por la causa de Cristo y del Evangelio? El Señor te sigue diciendo como a Isaías: ¿A quién enviaré? ¿Quién irá de mi parte? Isaías respondió: Aquí estoy yo, envíame a mí (Is 6:8).

    Respondamos nosotros también como Isaías o como san Pablo: Señor, ¿qué quieres que haga? (Hech 22:10). Evangelizar para mí no es motivo de gloria, sino una necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizo (1Co 9:16).

    ¿Oras mucho?

    • 1. Perseveren en la oración con acción de gracias (Col 4:2).

    • 2. Oren sin desfallecer (Lc 18:1).

    • 3. Vivan alegres en la esperanza, pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración (Rom 12:12).

    • 4. Oren en todo tiempo (Ef 6:18).

    • 5. Oren noche y día (1Tes 3:10).

    • 6. Estén siempre alegres y oren sin cesar (1Tes 5:17).

    • 7. En todo tiempo, en la oración y plegaria, presenten sus peticiones a Dios con acción de gracias (Fil 4:6).

    Jesús se pasaba muchas noches en oración. San Pablo dice: Oro noche y día (2Tim 1:3). ¿Y tú?

    ¿Eres alegre?

    • 1. Estén siempre alegres (1Tes 5:16).

    • 2. Vivan alegres en la esperanza (Rom 12:12).

    • 3. Alégrense en el Señor (Fil 4:4).

    • 4. Ahora están tristes, pero de nuevo los veré y se alegrará su corazón y nadie será capaz de quitarles su alegría (Jn 16:22).

    • 5. Les escribo esto para que su alegría sea completa (1Jn 1:4).

    • 6. Sirvan al Señor con alegría; vengan gozosos a su presencia (Sal 99:2).

    • 7. Les digo estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría llegue a plenitud (Jn 15:11; Jn 17:13).

    • 8. Estén alegres y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes (2Co 13:11).

    • 9. Alegra tu corazón y echa lejos de ti la tristeza (Eclo 30:24).

    • 10. Yo soy la luz (alegría) del mundo (Jn 8:12).

    • 11. Ustedes son la luz (alegría) del mundo (Mt 5:14).

    • 12. Brille su luz ante los hombres para que viendo sus buenas obras glorifiquen a su Padre que está en los cielos (Mt 5:16).

    ¿Eres agradecido(a)

    • 1. Debemos dar gracias a Dios en todas las cosas (2Tes 1:3).

    • 2. Den gracias a Dios Padre por todo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo (Ef 5: 20).

    • 3. En todo tiempo, en la oración, sean presentadas sus peticiones, acompañadas de acción de gracias (Fil 4:6).

    • 4. Den gracias a Dios, porque tal es la voluntad de Cristo Jesús respecto de ustedes (1Tes 5:18).

    • 5. Canten y den gracias al Señor, porque es eterna su misericordia (Dan 3, 90).

    • 6. Ya coman, ya beban, ya hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios (1Co 10:31).

    • 7. Todo lo que hagan de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él (Col 3:17).

    • 8. Canten agradecidos en sus corazones con salmos, himnos y cánticos inspirados (Col 3:16).

    Y yo personalmente:

    • 1. Te doy gracias, Señor y Rey mío, te alabaré, porque eres el Dios de mi salud (Eclo 51:1).

    • 2. Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios (Sal 103:2).

    ¿Das el diezmo?

    • 1. Dios ama al que da con alegría (2Co 9:7).

    • 2. Abraham dio a Melquisedec el diezmo de todo lo que había recuperado (Gen 14:17-20).

    • 3. La décima parte de los productos de la tierra, tanto de semillas como de árboles, pertenece al Señor y está consagrada a Él (Lev 27:30-33).

    Dios te dice con toda claridad:

    • 1. Tráiganme el diezmo al tesoro del templo y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto a ver si no abro yo las esclusas del cielo y no derramo sobre vosotros la bendición sin medida (Mal 3:8-12).

    • 2. Den y se les dará, una medida apretada y rebosante; porque con la misma medida con que midieren serán medidos (Lc 6:38).

    • 3. Ofrece al Señor tus dones con rostro alegre y conságrale tus diezmos. El Señor es generoso y te dará siete veces más (Eclo 35:12).

    • 4. Dios es poderoso para hacer que copiosamente abundemos más de lo que podemos pedir o pensar en virtud del poder que actúa en nosotros (Ef 3:20).

    • 5. Hay más dicha en dar que en recibir (Hech 20:35).

    • 6. Por eso: Siempre te daré, oh Señor, la décima parte de todo lo que Tú me des (Gen 28:22).

    ¿Bendices a todos?

    • 1. Bendigan a los que los maldigan (Lc 6:28).

    • 2. No devuelvan mal por mal ni ultraje por ultraje, más bien bendigan. Porque Dios los ha llamado a ser herederos de la bendición (1Pe 3:9).

    • 3. No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien (Rom 12:21).

    • 4. Bendigan a los que los persiguen, bendigan y nunca maldigan (Rom 12:14).

    • 5. Digan siempre: Que el Señor los bendiga. Los bendecimos en el nombre del Señor (Sal 129:8).

    • 6. Honra a tu padre de palabra y de obra para que venga sobre ti su bendición, porque la bendición del padre afianza su familia (Eclo 3:9-10).

    • 7. Honra a tu padre y a tu madre para que seas feliz y goces de larga vida sobre la tierra (Ef 6:2-3).

    • 8. Las bendiciones de tu padre son mejores que las de las eternas montañas, superan las delicias de las colinas eternas (Gén 49:26).

    Una fórmula bíblica para bendecir es la siguiente:

    • 1. Que Dios te bendiga y te guarde. Que haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor vuelva su rostro hacia ti y te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré (Num 6:24:27).

    • 2. Si escuchas la voz del Señor y guardas sus mandamientos… te alcanzarán todas estas bendiciones. Serás bendito en la ciudad y bendito en el campo. Será bendito el fruto de tu vientre y de tu suelo, y el de tus animales. Bendita será tu canasta y tu artesa. Bendito serás en tu entrar y en tu salir… Dios te colmará de dones y bendecirá el fruto de tus entrañas, el fruto de tus ganados, el fruto de tu suelo. Dios te abrirá sus tesoros, enviando la lluvia a su tiempo y bendiciendo todo el trabajo de tus manos (Det 28:1-12).

    • 3. Yo estoy contigo y te bendeciré adondequiera que vayas y no te abandonaré hasta cumplir mis promesas (Gen 28:15).

    • 4. Nunca maldigas (Lev 19:14).

    ¿Crées en la providencia de Dios?

    • 1. Como un padre tiene ternura con sus hijos, así el Señor tiene ternura con sus fieles (Sal 103:13).

    • 2. Él es cariñoso con todas sus criaturas (Sal 145:9).

    • 3. Cuando Israel era un niño, yo lo amé… Lo levanté en mis brazos. Fui para ellos como quien alza una criatura contra su mejilla y me bajaba hasta ella para darle de comer (Os 11:1-4).

    • 4. Todos esperan de ti que les des alimento a su tiempo. Tú se lo das y ellos lo toman, abres tu mano y se sacian de bienes (Sal 104:27-28).

    • 5. Dios ha hecho al pequeño y al grande e igualmente cuida de todos (Sab 6:7).

    • 6. Él te librará de la red del cazador, de la peste funesta. Te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás. Su brazo es escudo y armadura. No temerás el espanto nocturno ni la flecha que vuela de día, ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a medio día… A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos, te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra; caminarás sobre áspides y víboras… Lo libraré, lo protegeré, porque conoce mi nombre. Me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días y le haré ver mi salvación (Sal 91).

    Y Jesús mismo nos dice:

    • 1. No cae ni un pajarito a tierra sin la voluntad de su Padre. Hasta los cabellos de la cabeza están contados. No tengan miedo, pues valen más que muchos pajaritos (Mt 10:29-31).

    • 2. No se inquieten por la vida, por lo que comerán o beberán, ni por su cuerpo, con qué lo van a vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, no siembran ni almacenan ni siegan y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?… No se preocupen diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos, con qué nos vestiremos? Los paganos se afanan por todo eso, pero bien sabe su Padre que de todo eso tienen necesidad. Busquen primero el reino de Dios y su justicia, que todo lo demás se les dará por añadidura (Mt 6:25-34).

    • 3. Echen sobre Él sus preocupaciones, porque Él se cuida de ustedes (1Pe 5:7).

    • 4. Él proveerá a todas sus necesidades según sus riquezas en Cristo (Fil 4:19).

    Por eso, puedo decir confiado:

    • 1. Yo soy pobre y necesitado, pero el Señor se cuida de mí (Sal 40:18).

    • 2. Dios mío, yo confío en Ti (Sal 91:2).

    ¿Confías en las promesas de Dios?

    • 1. Las promesas de Dios son en Él un Sí (2Co 1:20).

    • 2. Deben tener paciencia para que cumpliendo la voluntad de Dios consigan sus promesas (Heb 10:35).

    • 3. Ninguna de las promesas hechas a Moisés ha fallado (1 Re 8:56).

    • 4. Tengamos firme esperanza, porque Dios es fiel a sus promesas (Heb 10:23).

    • 5. Dios no es un hombre para que mienta (Num 23:19).

    Y tu Padre Dios te dice:

    • 1. Yo no faltaré a mi fidelidad… y no retractaré lo que ha salido de mis labios (Sal 89: 35).

    • 2. La palabra que sale de mi boca hace lo que yo quiero y cumple su misión (Is 55: 11).

    • 3. Yo velaré sobre mis palabras para cumplirlas (Jer 1:12).

    • 4. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mt 24:35).

    • 5. Estoy convencido de que Dios es poderoso para cumplir lo que ha prometido (Rom 4.21).

    Promesas de Jesús (algunas)

    • 1. Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28:20).

    • 2. El que cree en Mí hará las obras que yo hago y mayores que éstas (Jn 14:12).

    • 3. El que cree en Mí y se bautice, se salvará. A los que creyeren en mi nombre, les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y, si bebieren veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y estos se curarán (Mc 16:16-18).

    • 4. Vengan a Mí los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré (Mt 11:28).

    • 5. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo o qué hablarán, porque se les dará en aquella hora lo que deben hablar. No serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre quien hablará en ustedes (Mt 10:19-20).

    • 6. El que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos (Mt 10:32).

    • 7. Bienaventurados serán cuando los insulten y los persigan por mi nombre. Alégrense y regocíjense, porque grande será su recompensa en el cielo (Mt 5:11).

    • 8. Busquen primero el reino de Dios y su justicia, que todo lo demás se les dará por añadidura (Mt 6:33).

    • 9. Si no se hicieren como niños, no entrarán en el reino de los cielos (Mt 18:3).

    • 10. Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, estén seguros que mi Padre celestial se lo dará. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18:19).

    • 11. El que dejare hermanos y hermanas, padre o madre o hijos o campos por mí, recibirá cien veces más en esta vida y después la vida eterna (Mt 19:29).

    • 12. Todo lo que pidan con fe en la oración se les dará (Mt 21:22).

    • 13. El que se ensalce será humillado, pero el que se humilla será enaltecido (Mt 23:12).

    • 14. El que persevere hasta el fin se salvará (Mt 24:13).

    • 15. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mt 24:35).

    • 16. Les he dado poder sobre toda potencia del enemigo y nada les dañará (Lc 10:18).

    • 17. Si ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? (Lc 11:13).

    • 18. Dichosos los que oyen la Palabra de Dios y la practican (Lc 11:28).

    • 19. Todo el que cree en Él tiene la vida eterna (Jn 3:15; 3:36).

    • 20. El que escucha la Palabra de Dios y cree en el que me envió, tiene la vida eterna (Jn 5:24).

    • 21. Yo soy el pan de vida, el que viene a Mí no tendrá más hambre y el que viene a Mí no tendrá más sed (Jn 6:35).

    • 22. El que cree en Mí, de su seno correrán ríos de agua viva (Jn 7:37).

    • 23. Si el Hijo del hombre los libra serán verdaderamente libres (Jn 8:36).

    • 24. La verdad les hará libres (Jn 8:32).

    • 25. Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá (Jn 11:25).

    • 26. Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8:12).

    • 27. Si me piden algo en mi nombre, yo lo haré (Jn 14:14; Jn 16:23).

    • 28. Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14:23).

    • 29. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando (Jn 15:14).

    • 30. Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia (Jn 10:10).

    • 31. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, nadie viene al Padre sino por Mí (Jn 14:6).

    • 32. Deposita en Él tus preocupaciones, pues Él se cuida de ti (1 Pe 5:7).

    • 33. Dios proveerá tus necesidades según sus riquezas en Cristo Jesús (Fil 4:19).

    Promesas de Dios Padre: (algunas)

    • 1. Yo nunca te dejaré ni te abandonaré (Jos 1:5; Heb 13:5).

    • 2. No tengas miedo, porque yo estoy contigo (Is 43, 5).

    • 3. No temas, porque yo estoy contigo; no mires con desconfianza, porque yo soy tu Dios (Is 41:10).

    • 4. A mis ojos eres de gran precio, de gran estima y yo te amo (Is 43:4).

    • 5. Yo te enseñaré el camino que debes seguir y seré tu consejero y estarán mis ojos velando sobre ti (Sal 32:8).

    • 6. Aunque una madre se olvide de su hijo, yo nunca me olvidaré de ti. Te tengo grabado en la palma de mis manos (Is 49:15-16).

    • 7. Yo estoy contigo y te bendeciré adondequiera que tú vayas y no te abandonaré hasta cumplir mis promesas (Gen 28:15).

    • 8. Esfuérzate y ten valor, nada te asuste, no tengas miedo a nada; porque yo, tu Dios, iré contigo adondequiera que tú vayas (Jos 1:9).

    • 9. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno me abre, entraré a él y cenaré con él y él conmigo (Ap 3:20).

    • 10. Llámame y yo te responderé y te comunicaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces (Jer 33:3-7).

    • 11. Te he amado desde toda la eternidad (Jer 31.3).

    • 12. Con amor eterno me apiadé de ti… y nunca se apartará de ti mi amor (Is 54:8-10).

    • 13. Tú eres mi hijo muy amado, en quien tengo puestas todas mis complacencias (Mc 1:11).

    • 14. Hijo, tus pecados te son perdonados (Mc 2:5).

    • 15. Aunque tus pecados sean rojos como la grana, quedarán blancos como la nieve (Is 1:18).

    • 16. No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5.36).

    Amor a Jesús en la Eucaristía:

    Jesús nos dice:

    • 1. Yo soy el pan de vida (Jn 6:34).

    • 2. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día (Jn 6:54).

    • 3. Tomad y comed, esto es mi Cuerpo (Mt 26:26).

    • 4. Y por si alguno lo duda, san Pablo insiste: El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso la comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es la comunión con el cuerpo de Cristo? (1Co 10:16).

    • 5. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo (1Cor 11:27-29).

    • 6. Jesús presente en la Eucaristía es llamado manjar de ángeles (Sab 16:20), pan de los fuertes (Sal 78:25), pan de los cielos (Sal 105:40) y el pan bajado del cielo (Jn 6:51).

    El mismo Jesús nos dice:

    • 1. El que tiene sed, que venga a Mí y beba (Jn 7:37).

    • 2. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, le daré gratis de la fuente de agua viva…y seré su Dios y Él será mi hijo (Ap 21:6-7).

    • 3. Yo soy el pan vivo bajado de cielo, el que come de este pan vivirá para siempre y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo (Jn 6:51).

    • 4. Y Jesús nos espera en la Eucaristía para que vayamos a visitarlo, acompañarlo y hacerlo feliz, para reparar así tantas ofensas que recibe en el mundo entero.

    Recuerda:

    • 1. El Maestro está ahí y te llama (Jn 11:28).

    • 2. Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo (Jn 21:17).

    • 3. Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío (Sal 42:2).

    • 4. Dios mío, estás revestido de esplendor y majestad (Sal 104:1).

    • 5. Contemplad al Señor y quedaréis radiantes (Sal 33:6).

    Amor a María:

    • 1. Amemos a María por ser la madre de Jesús, nuestro Salvador. Ella fue anunciada en el Antiguo Testamento:

    • 2. He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros (Mt 1:23; Is 7:14).

    • 3. Estando desposada María su madre con José, antes de que conviviesen, se halló haber concebido por obra del Espíritu Santo (Mt 1:18).

    • 4. Y el ángel le dice: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1:28).

    • 5. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1:42).

    • 6. Y ella misma, inspirada por Dios, dice: Bienaventurada me llamarán todas las generaciones (Lc 1:48).

    • 7. Su misma prima santa Isabel la reconoce como madre del Señor al decirle: ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme? (Lc 1, 43).

    • 8. Jesús nos la entregó como madre: Ahí tienes a tu madre (Jn 19:27).

    • 9. Los primeros cristianos le reconocieron un puesto de honor especial. Ellos perseveraban en la oración con María, la madre de Jesús (Hech 1:14).

    • 10. En el capítulo 12 del Apocalipsis aparece como madre de todos. El dragón (Satanás) se enfureció contra la mujer y se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús (Ap 12:17).

    • 11. Por eso, todos debemos amarla, respetarla y escuchar el consejo que nos da de amar y obedecer a Jesús: Hagan lo que Él les diga (Jn 2:5). Y recibirla en nuestro corazón con todo cariño, como san Juan evangelista que, desde aquella hora, la recibió en su casa (Jn 19:27).

    Amor la la Iglesia:

    • 1. Ama a la Iglesia, porque es columna y fundamento de la verdad (1Tim 3:15).

    • 2. Jesús ha prometido que nadie la destruirá. Los poderes del infierno no la derrotarán (Mt 16:18).

    • 3. Esta Iglesia la encontramos desde sus inicios en Pedro, pues Jesús dijo claramente a el y a sus sucesores: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt 16:18).

    • 4. Y Jesús ha prometido estar siempre en la Iglesia: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28:20).

    Cristo prometió:

    • 1. A aquellos a quienes perdonen los pecados les serán perdonados (Jn 20:22).

    • 2. Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra a fin de presentársela a sí, gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada (Ef 5:25-27).

    Amor al Ángel Custodio:

    Dios nos ha dado un ángel para que nos guíe y acompañe durante toda la vida. Dios nos lo dice en su palabra:

    • 1. Yo mandaré un ángel delante de ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto. Acátale y escucha su voz y no le resistas (Ex 23: 20-22).

    • 2. Su misión es guardarte en todos tus caminos (Sal 91:11).

    • 3. El ángel del Señor está en torno a los que le temen y los salva (Sal 34:8).

    • 4. Para el hombre hay un ángel, un protector entre mil que le haga ver al hombre su deber (Job 33:23).

    Aspiración a la Santidad:

    ¿Quieres ser santo? Escucha a tu Padre Dios:

    • 1. Sed santos como vuestro Padre celestial es santo (Mt 5:48).

    • 2. Sed santos, porque yo, vuestro Dios, soy santo (Lev 19:2; 20:26).

    • 3. Los santificados en Cristo Jesús estamos llamados a ser santos (1Co 1:2).

    • 4. La voluntad de Dios es vuestra santificación (1Tes 4:3).

    • 5. Dios nos eligió desde antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados ante Él por el amor (Ef 1:4).

    Ser santo sería la mayor alegría que le puedes dar a tu Padre Dios. Pero debes dejarte hacer santo. Él te hará santo por el amor, porque la santidad es amor.

    Los Salmos:

    El libro de los salmos es un libro de oraciones para las diversas circunstancias de la vida. Debemos leerlos con un espíritu actual, aplicándolos a nuestra vida diaria. Los salmos brotaron de la vida de unos hombres concretos, que padecieron enfermedad, hambre, sed, persecución, guerra, exilio y otras muchas dificultades en las que también nosotros podemos estar inmersos. Los salmos son como un canto al Dios de la vida, un canto del alma que pide, que llora y que necesita; y se dirige a su Dios con la esperanza de que va recibir ayuda. Es, pues, un libro para orar la vida, para orar en la vida, para hacer de la vida una oración constante. Ellos son la flor y el fruto de un largo encuentro entre Dios y el hombre. Es como el producto final elaborado de una larga experiencia de diálogo entre ambos. En una palabra, los salmos son una manera práctica de orar en los diferentes problemas de la vida diaria.

    Sin embargo, hay que reconocer que algunos salmos de la Biblia contienen muchos nombres propios y expresiones particulares que hoy nos dicen poco. Leamos algunos salmos como lo expresa el Padre Ignacio Larrañaga el salmo 139 (138):

    Salmo 139 (138)

    Señor, tú me sondeas y me conoces. Tú me envuelves y me amas. Tú me circundas, me envuelves y me amas. Si salgo a la calle, te vienes conmigo. Si me siento en la oficina, te quedas a mi lado. Mientras duermo, velas mi sueño como la madre más solícita. Cuando recorro los senderos de la vida, caminas a mi lado. Al levantarme, sentarme o acostarme, tus ojos ven mis acciones.

    No hay distancias que puedan separarme de Ti. No hay oscuridad que te oculte. No eres, sin embargo, ningún "detective" que vigile mis pasos, sino el padre tierno que cuida las andanzas de sus hijos. Y, cuando tengo sensación de ser un niño perdido en el páramo, Tú me gritas con el profeta: Aquí estoy, contigo estoy, no tengas miedo. Me envuelves con tus brazos, porque eres poder y cariño, porque eres mi Dios y mi Padre, y en la palma de tu mano derecha llevas escrito mi nombre en señal de predilección. Adondequiera que yo vaya, estás conmigo.

    Tú me comunicas la existencia. Eres la esencia de mi vida. En Ti existo, me muevo y soy. Todavía no ha llegado la palabra a mi boca, todavía mi cerebro no elaboró un solo pensamiento, todavía mi corazón no concibió un proyecto y ya todo es familiar y conocido para Ti: pensamientos, palabras, intenciones y proyectos. Sabes perfectamente el término de mis días y las fronteras de mis sueños. Dondequiera que esté yo, estás Tú; dondequiera que estés Tú, estoy yo.

    Me abrazas y me cubres con la palma de tu mano. Estás en torno de mí, estoy en torno de Ti. Estás dentro de mí; estoy dentro de Ti. Con tu presencia activa y vivificante alcanzas las zonas más remotas de mi intimidad.

    Dios mío, me desbordas, me sobrepasas, me transciendes definitivamente. ¡Qué razón tenía aquel que dijo que lo esencial siempre es invisible a los ojos! Eres verdaderamente grande y sublime, por encima de toda ponderación. Dios mío, ¿quién como Tú? ¡Oh presencia, siempre oscura y siempre clara, siempre antigua y siempre nueva! ¡Eres un misterio fascinante!

    ¿Cómo podría evadirme de tu presencia? ¿A dónde emigraría para alejarme de tu aliento? ¿Cómo evitar tu mirada? Si yo fuera un águila invencible y escalara las crestas altísimas coronadas de nieve para huir de tu presencia, si en alas de un sueño mágico alcanzara la estrella más distante de la galaxia más lejana para escapar de tu mirada, todo sería inútil, dondequiera que esté yo, estás Tú.

    Si yo fuera un delfín de aguas profundas y en una zambullida vertical me sumergiera hasta los abismos más impenetrables o consiguiera penetrar en la caverna más oscura y profunda de la tierra, también allí me tomarías de la mano para decirme: "Hijo mío, no tengas miedo". Oh Dios mío, no hay piedras en el fondo del río ni pez en el mar que estén tan rodeados de agua como yo lo estoy de Ti. No hay ave en el cielo que esté tan rodeada de aire como yo lo estoy de Ti.

    No puedo escapar de tu mirada. Estás conmigo. Si en un arranque de locura pidiera prestadas las alas a la luz que recorre trescientos mil kilómetros por segundo, y alzando el vuelo llegara hasta el confín donde termina el mundo, también allí me tomarías con tu mano para decirme: "Aquí estoy, contigo estoy". Tu presencia transforma la noche en mediodía. Adondequiera que yo vaya, estás conmigo.

    Tú creaste mis entrañas, estabas presente en el seno de mi madre desde el primer momento de mi concepción y guiaste la primera división celular. Mis padres fueron simples instrumentos tuyos, Tú eres verdaderamente mi padre y mi madre. Por eso, te doy gracias y te glorifico por haberme hecho así, por haberme creado portentosamente y haber hecho de mí un prodigio de tu sabiduría y de tu amor. Ciertamente, soy una maravilla de tus manos. ¡Qué fantástico es todo esto! ¡Tener un padre que me ama y que siempre me acompaña!

    Padre mío, me humillo ante Ti, reconociendo tu grandeza. Te abro el libro de mi vida y te pido que limpies y corrijas todo lo malo que hay en él. No permitas que mis pies den un paso en falso. No me sueltes de tu mano, tómame y condúceme firmemente todos los días de mi vida por el camino de la sabiduría y del amor. Amén.

    Salmo 23 (22)

    El Señor es mi pastor. Yo soy su ovejita. Él es mi papá que me cuida con su infinito amor. Él se cuida de mí y de todas mis necesidades. Él sabe cuándo estoy enfermo y cuándo estoy triste, cuándo estoy alegre y por qué. Él lo sabe todo y todo lo puede. Por eso, puedo decir lleno de confianza: Aunque pase por un valle de tinieblas, aunque muera un ser querido, aunque una enfermedad incurable taladre mi cuerpo o me sienta angustiado por los problemas de la familia o del trabajo, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo.

    Si Tú estás conmigo, ¿a quién voy a temer? Si Tú me cuidas, ¿quién me podrá hacer mal? Tú eres mi pastor, nada me falta. Contigo puedo dormir tranquilo, sabiendo que velas mi sueño. Tu vara y tu cayado me sosiegan. Tú dispones una mesa ante mí. Te preocupas de mis alimentos y, además, me preparas cada día la mesa de la Eucaristía, llenándome de bendiciones. Tu bondad y tu compasión me acompañan siempre. Y espero gozoso el día que me llames para estar contigo en tu reino, donde viviré contigo por años sin término, por toda la eternidad.

    Amén.

    Salmo 27 (26)

    El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Mi miedo ha desaparecido al saber que a mi lado está mi Padre Dios. Aunque un ejército organizado y en orden de batalla acampe frente a mi casa, mi corazón no se inmuta. Aunque mis enemigos se rían de mí y me hagan la vida imposible; aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me cuidará y me protegerá de todo mal.

    Cuando esté en peligro y la muerte llame a mi puerta, cuando los mastines de la depresión, de la enfermedad, de la incomprensión o de la soledad quieran entrar en mi casa, Dios me acompañará para darme fortaleza y me esconderá en lo escondido de su morada; me alzará sobre una roca inaccesible y me rodeará de murallas inexpugnables.

    Por eso, puedo confiar y dormir tranquilo, sabiendo que Dios me cuida. Puedo poner mi esperanza en Él y decirle a cada uno por propia experiencia: No temas. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo y espera en el Señor.

    Amen.

    Salmo 39 (38)

    Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años. ¿Cuántos años me darás todavía de vida? Haz que comprenda lo caduco que soy. ¿Quién soy yo para ti? Una sombra que pasa. ¿Con quién me compararé? Con un poco de pasto seco en el campo. ¿Qué son mis días a la luz de tu eternidad? Un soplo, una sombra fugitiva. Mi vida es un puñado de afanes. ¿Dónde está la razón y el fin de mi existencia? Soy un pobre náufrago en la noche, que deseo hacer pie en una roca inamovible. Señor, Tú eres mi roca y mi ancla. En Ti están afirmadas mis raíces. En tus manantiales beberé aguas de vida eterna. En tus brazos cálidos y poderosos dormiré tranquilo, mientras pasa la tempestad. Y Tú llenarás mis horizontes de seguridad. Tú serás el faro de mis noches y la estrella que me guía en las tinieblas. Oh Señor, en Ti sé que puedo esperar. Por eso, en Ti está mi esperanza. Tú eres mi esperanza. En Ti confío.

    Amén.

    Salmo 42 (41)

    Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío. Tiene sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten: ¿Dónde está tu Dios? Por eso, digo a mi alma: No tengas miedo, espera en Dios que volverás a alabarlo. Estoy acosado por mis adversarios. Lágrimas saladas son mi alimento y mi bebida cada día, lágrimas amasadas de tristeza y vergüenza, porque me siguen repitiendo: ¿Dónde está tu Dios?

    Tú, Señor, eres mi refugio y mi protector. Envíame tu luz y tu verdad, que ellas me guíen y me conduzcan por tu camino para hacer siempre tu voluntad. Así me acercaré ante tu altar, oh Dios de mi alegría, y cantaré tus alabanzas por siempre.

    No temas, alma mía, no tengas miedo. Espera en Dios y volverás a alabarlo. Salud de mi rostro, Dios mío. Yo te amo y yo confío en Ti.

    Amen.

    Salmo 46 (45)

    Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso, no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar. Aunque un terremoto asole nuestra tierra, seguiremos alabando al Señor que nos conserva la vida. Aunque pierda todos los bienes, aunque una enfermedad venga a romper todos mis proyectos e ilusiones humanas, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo.

    Cuando las aguas me llegaban al cuello y sentía que me ahogaba, Tú me mirabas con ternura y con solicitud paternal revoloteaste sobre mí como un águila madre para darme confianza. No permitiste que las sombras me tragaran en la noche oscura, no permitiste que el miedo, la tristeza o la desesperación me arrebataran la paz. Me sacaste de la angustia como si de un pozo profundo se tratara. Me libraste de mis miedos y me colocaste en un camino ancho, iluminado por tu amor.

    Gracias, Señor. Si Tú estás con nosotros, ¿quién nos hará temblar? Si Tú eres nuestro padre ¿quién nos podrá dañar? A Ti todo amor, toda alabanza y toda gloria por los siglos de los siglos. ¡Bendito seas Señor, Dios de nuestros padres, ahora y por siempre! Amén.

    Amén.

    Salmo 51 (50)

    Misericordia, Dios mío, por tu bondad. Por tu inmensa compasión borra mi culpa. Lávame y límpiame por dentro, porque soy consciente de que he pecado y estoy arrepentido. Derrama sobre mí las aguas de todas las fuentes sagradas para que yo quede puro como una criatura recién nacida. No te apartes de mí, no te canses de limpiarme una y otra vez. Vuelve a sumergirme en las aguas purificadoras de tu misericordia para que mi alma quede más blanca que la nieve de las montañas.

    Despierta en mí, Dios mío, todas las arpas de la alegría, pulsa las cuerdas de mis entrañas más íntimas. Mira mis llagas con tu ternura sanadora y que tu misericordia me dé la paz. Señor, Tú, que todo lo puedes, deposita en el nido de mi intimidad un corazón puro y limpio para Ti. Por favor, no me expulses de la luz de tu mirada. Soy pecador, he pecado contra Ti, pero estoy arrepentido y te pido que tu misericordia inunde y empape mis heridas para sentir tu perdón y tu amor.

    Un día, Señor, tu alegría, asustada como una paloma, huyó de mi casa; devuélvemela, que ella regrese feliz a mis aleros para que mi vida sea música a tus oídos y mi alma esté llena de paz. Líbrame de las ataduras y cadenas de mi egoísmo. Líbrame de la soberbia que me aleja de Ti. Sé muy bien que nunca desprecias a un corazón arrepentido y humillado. Por eso, lo único que puedo hacer en este momento es confiar en Ti, echarme en tus brazos con amor y esperar que Tú me abraces y me digas que todavía me amas y esperas mucho de mí. Creo, Señor, en tu ternura y me echo en tus brazos confiado y seguro. En Ti, Señor, he puesto mi confianza y sé que no quedaré jamás defraudado.

    Amen.

    Salmo 55 (54)

    Dios mío, escucha mi oración, atiende a la voz de mis súplicas. Hazme caso y respóndeme, Señor. Me agitan mis ansiedades. Me turba la voz del enemigo. Ellos parecen respirar violencia. Sus palabras parecen de fuego. Y el miedo como una fiera se clava en mis entrañas y me las retuerce. Tengo miedo, Señor. El espanto me aplana. El pavor se pega a mi cuerpo. No sé a dónde mirar y en qué dirección caminar. Por todas partes están al acecho, espiándome. Estoy como un náufrago sin esperanza en alta mar.

    Y lo que más me duele es que el que me traiciona ha sido mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce amistad, que comía en mi casa y yo le confiaba mis secretos. Oh Señor, ¡quién me diera alas de paloma para volar e irme lejos! Habitaría en el desierto, lejos de los hombres, a solas contigo. Allí estaría a salvo del huracán que me devora y del torrente de sus lenguas.

    Por todas partes hay odio y violencia, pero yo confío en Ti. Señor, salva mi vida de la guerra que me hacen, porque son muchos contra mí. Ellos confían en su fuerza, pero yo, Señor, confío en Ti.

    Amen.

    Salmo 57 (56)

    Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en Ti. Me refugio a la sombra de tus alas, mientras pasa la calamidad. Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace tanto por mí. Desde el cielo enviará la salvación, me salvará de los que desean verme muerto y me enviará su gracia y su lealtad. Mis enemigos han tendido una red a mis pasos para que sucumbiera, me han cavado delante una fosa, pero ellos han caído en ella. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Confío en Ti, pero necesito urgentemente tu ayuda.

    Tengo miedo, Señor, soy como una choza azotada por el vendaval. Tengo miedo de ser aventado por la desgracia que me envuelve como una hoja de otoño, que es arrancada y tirada lejos. Quiero agarrarme a Ti, mi roca imperturbable, y cobijarme bajo la sombra de tus alas para que mis acusadores se asombren al verme tranquilo y seguro entre tus brazos.

    Voy a cantar y a tocar. Que despierte la aurora con sus millones de voces que ensalzan las maravillas de la creación, que resuene una serenata de gloria en honor de nuestro Dios. Que todos los pueblos lo alaben y lo aplaudan y canten sus alabanzas. Que ante los poderosos de la tierra quede patente que Dios tiene la última palabra y que Él es juez de todos y que nadie se escapará de su mano. Por eso, quiero cantar con toda la creación y decir con todas las fuerzas de mi alma: Dios mío, qué grande eres. Tu misericordia supera las más altas montañas y tu amor envuelve el universo. Te daré gracias ante todos los pueblos y tocaré para Ti ante todas las naciones, porque tu bondad es más grande que los cielos y tu fidelidad alcanza las nubes. Elévate sobre el cielo, alma mía, y proclama a boca llena las alabanzas del Señor.

    Amen.

    Salmo 69 (68)

    Dios mío, sálvame que me llega el agua al cuello y me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie. He entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente. Estoy agotado de tanto gritar, tengo ronca la garganta de tanto pedir ayuda y nadie me socorre. Dios mío, Tú conoces mi vida, Tú sabes que soy inocente a pesar de todos los que me atacan injustamente. Señor, que no me arrastre la corriente, que no me trague el torbellino, que no se cierre la poza en torno a mí. Los que me odian sin razón son más numerosos que los cabellos de mi cabeza. Mis familiares me miran como a un extraño. Y todo esto ha sucedido, porque el celo de tu gloria me quema por dentro. Cuando en tu honor me entrego al ayuno, su sonrisa burlona asoma a su rostro y, cuando me ven rezar, se sientan a la puerta para dedicarme coplas mordaces, mientras no paran de tomar licor y emborracharse.

    Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión vuélvete hacia mí. No me escondas tu rostro. Estoy en peligro, respóndeme en seguida. Acércate a mí y rescátame, líbrame de mis angustias y de las tentaciones que me martirizan sin cesar. Busco amigos que me consuelen y no los encuentro. Pero yo confío en Ti. Tú eres mi esperanza.

    Amen.

    Salmo 71 (70)

    Señor, a Ti me acojo, ponme a salvo. Inclina tu oído hacia mí y sálvame. Sé tú mi roca de refugio. Dios mío, líbrame de mis perseguidores. Tú eres mi esperanza. Siempre he confiado en Ti, ayúdame. No me rechaces ahora que soy viejo y las canas me envuelven. Dios mío, mantén mis nervios en paz. Necesito un poco más de vida para cumplir mi misión.

    Mis enemigos hablan mal de mí y dicen: Dios lo ha abandonado, agarradlo, metedlo a la cárcel para que se pudra, porque nadie lo defiende. Dios mío, no te apartes de mí, ven aprisa a socorrerme. Defiende mi causa. Ahora en la vejez y en las canas no me abandones, Dios mío.

    Muchas veces me has salvado de peligros muchos y graves. Líbrame ahora de todos los peligros que me acechan, porque quiero cantar ante el mundo tus maravillas. Quiero que resuene en toda la faz de la tierra tu santo Nombre y yo, agradecido y feliz por haberme salvado, te aclamaré noche y día sin cesar, eternamente. Tú eres el amor de mi vida, el Dios de mi salvación y te amo con todo mi corazón.

    Amen.

    Salmo 90 (89)

    Señor, Tú me amabas antes que existiesen las cumbres nevadas y florecieran las rosas de los campos y brotasen los manantiales en las montañas y el hombre pusiera un nombre a cada cosa. Antes que el sol brillara en los espacios infinitos y el primer amanecer naciera en el horizonte, Tú me amabas y pronunciabas mi nombre. Antes que el canto de la primera noche arrullara las estrellas y antes del primer día en los billones de años de edad del universo, Tú pensabas en mí, porque Tú eres eterno.

    Cuando no existía la noche que mide el tiempo ni el sol brillaba en el firmamento azul, antes de la creación del universo, Tú, Dios mío, soñabas conmigo. Cuando todo era silencio y vacío en la eternidad del tiempo, Tú ya me acariciabas en tu corazón y soñabas grandes cosas para mí, derramando infinidad de bendiciones sobre mi vida.

    Oh Señor, Tú eres eterno, existes desde siempre y para siempre. Con el correr de los siglos, el hidrógeno de las estrellas se irá transformando en helio y los astros se irán apagando uno a uno; y el universo irá muriendo por falta de energía. Todo será silencio y vacío, pero Tú existes desde la eternidad y hasta la eternidad y me has hecho eterno como Tú. Ahora comprendo lo grande que es ser tu hijo, hijo de la eternidad, eternamente feliz contigo.

    Pero ¡qué frágil y fugaz es la vida! Aunque un hombre viva setenta años y el más robusto hasta noventa, pasan aprisa y vuelan. Enséñame, Señor, a valorar la vida y aprovechar bien el tiempo que me regalas. Ten compasión de mí, que mi vida sea alegría y júbilo para alabarte y bendecirte eternamente. ¡Bendice mi vida, haz prósperas las obras de mis manos!

    Amén.

    Salmo 103 (102)

    Bendice al Señor y a su santo nombre. No olvides nunca sus beneficios y sé agradecido. Él perdona tus pecados y cura todas tus enfermedades y te colma de gracia y de ternura.

    Señor, no me trates como merecen mis pecados. Tú eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad. Yo sé que, aunque mis pecados alcanzaran la cumbre de la más alta de las montañas, tu ternura alcanzaría hasta la más distante de las estrellas. ¿Hay alguien en el mundo que pueda escudriñar las profundidades del mar y logre llegar hasta aquellas latitudes de silencio y oscuridad? Pues mucho más profundo es el misterio de tu amor. ¿Quién consiguió alguna vez tocar con sus manos las cumbres de las nieves eternas? ¿Qué ojo penetró en las inmensidades de los espacios siderales? Pues bien, aunque nuestros pecados fueran tan numerosos como las estrellas del cielo, tu misericordia sobrepasa todas las fronteras del universo.

    Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios. Yo creo en su amor. Él me ama y su amor llena mi vida. ¡Bendito seas por siempre, Señor! Bendice, alma mía, al Señor.

    Amen

    Salmo 118 (117)

    Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan todos los hombres del mundo: Eterna es su misericordia. Cuando estaba en peligro de muerte, invoqué al Señor y me escuchó, poniéndome a salvo. El Señor está siempre conmigo, ¿qué podrá hacerme un malvado? El Señor es mi fuerza y mi energía, Él es mi salvación. Por experiencia he conocido que es mejor confiar en el Señor que fiarse de los poderosos. Con Dios a mi lado no tengo miedo. Él es mi compañero y mi fuerte refugio. Él es mi Dios y Salvador. Oh Señor, te doy gracias, porque me escuchaste y fuiste mi salvación.

    Estaba yo rodeado de incomprensiones, que como avispas venenosas me hacían la vida imposible. Los que me rodeaban no cesaban de murmurar contra mí, me retiraron su confianza, me despreciaron y me humillaron. Ante la gente, era el hazmerreír y todos me señalaban con el dedo. Estaba como un niño indefenso por la calle. Parecía que todos huían de mí. Me sentía como una isla perdida en el ancho mar. Y cuando parecía que la única solución era la muerte, invoqué al Señor y Él me socorrió. La tempestad amainó, las olas se calmaron en el mar y una nueva vida y una nueva energía recorrió mis venas. Los temores se dieron a la fuga, la seguridad penetró en mis entrañas y me sentí un hombre nuevo.

    ¡Bendito sea el Señor que fue mi refugio y mi liberación! ¡Es un milagro patente! Por eso, quiero cantar con los ángeles y los santos y con toda la creación. ¡Bendito sea el Dios de la vida que me salvó y me dio una nueva oportunidad de vivir!

    ¡Dios mío, te doy gracias! ¡Dios mío, yo te ensalzo! Tú eres bueno y tu misericordia es eterna de generación en generación.

    Amén.

    Salmo 127 (126)

    Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas. Si el Señor no está de acuerdo con nuestras obras, si actuamos lejos de su voluntad, en vano nos afanamos y construimos grandes empresas. Todos nuestros proyectos se derrumbarán como castillo de naipes y no quedará de ellos ni el recuerdo. En cambio, cuando trabajamos con el Señor y hacemos su voluntad, aunque los malvados se opongan y el mismo diablo en persona venga a hacernos la guerra, Dios triunfará y nos protegerá y nuestras obras saldrán adelante con el poder de Dios.

    Ya podrán muchos matrimonios buscar tener hijos por fecundación artificial o por medios ilícitos, si el Señor no quiere, en vano se fatigarán. En cambio, aunque pareciera que todo estaba perdido y no hubiera esperanza para una mujer estéril, Dios puede hacer que de sus entrañas puedan surgir retoños que alegren su vida. Porque la herencia que Dios da a los que confían en Él, son los hijos, que son un tesoro y una bendición para sus padres. Dichoso el que llena con ellos su casa, porque una familia numerosa es una bendición de Dios y sus padres tendrán un respaldo en la ancianidad. Y Dios seguirá bendiciéndolos en los hijos de sus hijos. Amén.

    Salmo 150

    Aleluya. Alaben a Dios en la iglesia y en la casa y en todo lugar donde se encuentren. Alabemos al Señor por las maravillosas estrellas del firmamento. Alabémosle por la grandeza de su poder. Cantemos en su honor con todas las orquestas del mundo. Que toda la música de todas las criaturas se una para alabar a nuestro Dios. Alabémosle con guitarras y acordeones, con órganos y flautas. Alabémosle con danzas e himnos. ¡Que todo el universo cante: Gloria! ¡Gloria en lo más alto de los cielos! ¡Gloria a Dios en unión con todos los ángeles! Digámosle todos:

    Bendito seas, Señor, por todos los seres. Bendígante el desierto, la selva impenetrable y la inmensidad del mar. Bendígante las islas sin playas ni bahías y los delgados arrecifes de coral. Bendígante los pájaros y las flores y el limpio manantial y el pez que se desliza en la sima abismal.

    Alábente, Señor, las estrellas y las nubes. Digan tu gloria los montes y los puertos del mar. Alábente los faros de pie en el litoral y las rosaledas y los leños en el hogar. Te bendigan el que ara la tierra, el que cava en las minas, el que pesca en el mar. Bendígante la noche y el día.

    Que te dé gloria el gozo y te alabe el dolor. Te bendiga la niebla y el claro cielo azul, el hombre que trabaja y el hombre que descansa de su fatigada labor. Y también que te alabe el que busca sediento un fresco manantial.

    Espacios infinitos, horas innumerables, estrellas sin número, universo entero, bendigamos todos juntos al Señor. Todo lo que respira y todo lo que existe, alabe al Señor. Aleluya.

    Dios es amor. La vida debe ser un acto continuo de amor. Hay que llenar cada instante de sentido, de amor. Decir sí a cada instante, llenándolo de amor. Hay que vivir el momento presente en plenitud con Dios, en Dios, por Dios y para Dios. Por eso, hay que estar atentos y despiertos para comprometernos con lo que hacemos y hacerlo bien por amor a Dios y a los demás.

    Debemos estar totalmente disponibles para Dios en cada momento y poder decirle: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Por consiguiente, haz lo que haces de verdad y con profundidad. Que la raíz de todas tus cosas sea el amor. Así, en medio de las dificultades de cada día, encontrarás el camino hacia lo profundo de ti mismo, encontrarás a Dios y serás más feliz.

    El amor es el camino de la santidad y de la verdadera felicidad. Vive con agradecimiento. Vive con la confianza puesta en tu Padre Dios. No temas a la muerte, al porvenir, a la enfermedad, o al qué dirán… Vive cada instante, poniendo tu futuro y toda tu vida en las manos amorosas de tu Padre celestial.

    Si hay una enseñanza fundamental que nos enseña la Biblia, es la del amor. Que sin amor la vida se pudre, se envenena y nos fabricamos un infierno de odio, de violencia y de maldad. En cambio, con amor edificamos un cielo en nuestro corazón y construimos un mundo mejor a nuestro alrededor. Aprendamos el mensaje de la Biblia: Dios es Amor, Dios es un Papá, Dios es mi papá. Y yo tengo que amarlo y confiar en Él para ser feliz y alcanzar mi realización personal como ser humano, cumpliendo también fielmente su voluntad.

    Tú y yo, todos tenemos una misión que cumplir en la vida. Es la de amar sin descanso a todo y a todos. El Espíritu Santo, que es el amor del Padre y del Hijo, te llenará de su amor. Repite constantemente: Ven, Espíritu Santo. Jesús, el Amor de los amores, te espera en la Eucaristía, en unión con el Padre y el Espíritu Santo. Allí está el cielo en la tierra.

    Que tu oración personal de cada día sea un diálogo amoroso con Dios. Si puedes, hazla delante del cielo de la Eucaristía. Es el mejor lugar del mundo, donde más cercana se siente la presencia de Dios. Allí está Jesús, el mismo Jesús de Nazaret que sanaba a los enfermos y bendecía a los niños y que es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Él quiere bendecirte, sanarte y hacerte feliz.

    Te deseo un buen viaje por el camino de la vida con Jesús, confiando en tu papá Dios, con la ayuda del Espíritu Santo y con la guía iluminadora de la Su Palabra en la Santa Biblia.

    La palabra de Dios no queda

    infecunda en quienes la

    escuchan con fe.

    (San Agustín)

    La Biblia es un pan bendito, un alimento sabroso, un medio importantísimo de santificación. Ningún cristiano puede prescindir de la Palabra de vida, ni tampoco del Pan de vida de la Eucaristía. Los dos deben ir unidos: Leer la palabra y visitar, adorar y recibir a Jesús en la Eucaristía.

    Jesús es la luz del mundo y quiere que nosotros también seamos luz del mundo. Por tanto, no podemos prescindir de la luz inmensa que sale de la Palabra divina. Con la Palabra de Dios, podemos llegar a amar de verdad a nuestra Iglesia.

    Sintámonos orgullosos de nuestra Iglesia, leamos y vivamos lo que dice Dios en su Palabra. Y prediquemos sin descanso por todas partes nuestra fe para que otros muchos puedan llegar a encontrar en la Biblia la luz que ilumina sus vidas; y en Jesús al amigo que siempre los espera, su Dios y Salvador, que los ama infinitamente.

    Que Dios te bendiga.

     

     

    Autor:

    Jorge Edgardo Oportus Romero

     

    Partes: 1, 2
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