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Martí y las Relaciones Económicas

Enviado por lisbet


    Martí y las Relaciones Económicas

    Internacional.

    Trabajo investigativo de Economía Internacional

     

    1. Resumen.
    2. Introducción
    3. Desarrollo
    4. Conclusiones
    5. Bibliografía
    6. Anexo

     

    Pensamiento

    “ … Martí que habla y que piensa hoy, con el lenguaje de hoy, porque eso tienen de grande los grandes pensadores y revolucionarios: su lenguaje no envejece. Las palabras de Martí (…) no son de museo, están incorporadas a nuestra lucha y son nuestro emblema, son nuestra bandera de combate”.

    justicia y la igualdad del trato entre dos o más países, así lo hizo saber en sus intervenciones públicas, artículos periodísticos, cartas a sus amigos, etc.

    Durante los tres momentos principales a los que se hacen alusión en el informe;

    -          Tratado Comercial entre México y los Estados Unidos de 1883.

    -          Conferencia Internacional Panamericana de 1889.

    -          Conferencia Monetario Internacional de 1891.

    el Maestro se manifiesta como guardián y defensor de los intereses de nuestro pueblo frente a las intenciones del norte que pretendían, como sucedió al fin, convertir a Hispanoamérica en su traspatio y terreno controlado y vedado inclusive para los propios latinoamericanos, situación que aún padecen la mayoría de los países del sur del Río Bravo como resultado de la penetración  económica y política sistemática de los EE.UU. que Martí previó con tanta audacia y sagacidad.

    Precisamente con el desarrollo de este trabajo se pretende resaltar la importancia que reviste el pensamiento martiano y la vigencia del mismo que es faro y guía para las nuevas generaciones.

     

    Estados Unidos y Latinoamérica, quedando explícitas en tres momentos principales: el Tratado Comercial entre México y Estados Unidos de 1883, la Conferencia Internacional Panamericana de 1889 y la Conferencia Monetaria Internacional de 1891. de ello se desprende el siguiente problema de investigación: ¿qué aspectos le confieren universalidad al pensamiento martiano?, para el cual se formula la hipótesis: la profunda visión política acorde a su época, y las ideas anticolonialistas y antiimperialistas de Martí, le confieren universalidad a su pensamiento. El Maestro avizoró los peligros del imperio yanqui como no lo había hecho nadie antes que él en nuestro continente.

    Dado la amplitud de la obra martiana se ha definido como campo de acción las reflexiones del Apóstol acerca del peligro que representa Estados Unidos para el sur del continente.

    Cada frase y cada principio acertado por José Martí en torno al problema de las relaciones económicas entre las Américas, pueden ponerse como propias de estos tiempos en cualquier plaza de los países latinoamericanos que no hayan alcanzado su segunda independencia.

    De ahí el objeto de este trabajo, que es proporcionar a sus lectores de una visión cada vez más clara acerca de la vigencia del pensamiento del revolucionario e intelectual por excelencia.

    Cómo método se utilizó la búsqueda bibliográfica haciéndose uso principal del tomo 6 de las Obras Completas de José Martí.

     

    independencia política de España desde los inicios del siglo XIX; sin embargo, y prácticamente desde estos mismos tiempos, comenzaron a ser penetrados con gran influjo económico y político por parte de Norteamérica, que a través de una serie de tratados, comenzaron a absorber tal independencia. Esta penetración se hizo más marcada en la segunda mitad del mismo siglo y puede decirse con razón, que ya en los últimos años de la centuria y los inicios de la nuestra, era lo característico en las relaciones de todo tipo entre las dos Américas: “Nuestra América” como la llamó Martí y la otra América que no es la nuestra, la del norte.

    Precisamente en los últimos veinticinco años del siglo XIX se gestaba con rapidez extraordinaria el imperialismo norteamericano, lo que en gran medida era favorecido por su política expansionista que empezó a manifestarse ya con fuerza en la primera mitad del siglo a que nos referimos, sobre todo con la Doctrina Monroe y todas sus variantes posteriores. Esto significa en cierta medida, que aún antes que Norteamérica pasara a su fase imperialista de desarrollo, el expansionismo absorbente de este país era una realidad dolorosa para los pueblos de Nuestra América que al fin y al cabo se convirtieron en alimento para el despreciable glotón rubio.

    Luego que el imperialismo es un hecho en los Estados Unidos, la tendencia expansionista se manifiesta absolutamente como un rasgo de esta nueva fase. Lenin señalaría más tarde que:

    “… el capital financiero manifiesta la tendencia general a apoderarse de las mayores extensiones posibles de territorio, sea el que sea, se halle donde se halle, por cualquier medio, pensando en las fuentes posibles de materias primas y temerosos de quedarse atrás en la lucha rabiosa por alcanzar las últimas porciones del mundo todavía no repartidas  o por conseguir un nuevo reparto de las ya repartidas”. (El imperialismo fase superior del Capitalismo, pág 83).

    Ya en los años 80 y 90 del siglo pasado Martí ve y denuncia el afán expansionista del imperialismo norteamericano que se gestaba.

    Como es conocido el Maestro pasa los años más importante de su vida en los Estado Unidos, pero no fue al Norte a mendigar la libertad como hacían algunos hombres de “siete meses”, ni a pedir auxilio a quienes trataban de apoderarse de cualquier forma de su patria;  fue a preparar la independencia de Cuba. Desde los Estados Unidos levantó su voz para que todos los pueblos nuestros lo oyeran, y desde allí también advierte de los peligros del imperialismo yanqui, por eso se apresura en organizar la Revolución para lograr la independencia de Cuba y fomentar la de Puerto Rico, pues comprende que con la independencia de Cuba no solo se equilibraba una zona, sino el mundo.

    Es realmente asombroso cómo el Maestro comprende con suficiente claridad la extorsión imperialista de la política exterior o interior de los Estados Unidos. Tempranamente penetra en la realidad de la sociedad norteamericana, y comprende que no está precisamente ante una sociedad ejemplar, digna de total imitación, y en el propio año 1880 plantea: “este espléndido pueblo enfermo de un lado  maravillosamente extendido del otro”.

    A partir de ese momento comenzará un proceso complejo, en el cual las experiencias van madurando y radicalizando para concluir en una acertada valoración del peligro que encarnaba para todos los pueblos del Sur del Río Bravo, el expansionismo norteamericano, a través del saqueo económico al que pretendían someter a nuestros pueblos, y Martí tiene oportunidad de comprobar esto en la práctica.

    En 1883, Martí presta atención al Tratado Comercial entre México y Estados Unidos, el cual se pretendía firmar en este mismo año, a propósito escribe: “No es el Tratado en sí lo que atrae a tal grado la atención; es lo que viene tras él (…) Hablamos de lo único que nos cumple (…)

    Hablamos de riesgos económicos”.

    Se observa en sus palabras que lo fundamental está en las consecuencias del Tratado, en las implicaciones que el mismo tendría en la economía del país y de los restantes países latinoamericanos.

    El tratado consistía esencialmente en liberar de derechos los productos a su entrada en ambos países, sólo estaban facultados para gravarlos cuando transitasen por el país rumbo a otra nación. México suministraría libre de gravámenes materias primas para su transformación y artículos de uso y consumo. Estados Unidos por su parte su  parte suministraría productos manufacturados, equipos, maquinarias, etc.

    Destaca el Maestro que el Tratado pudiera haber sido beneficioso, que podría permitir el desarrollo de la producción mexicana, a partir de un incremento de su base técnica material. Sin embargo a continuación destaca los aspectos negativos del mismo, que repercutirán en beneficio de los Estados Unidos y en perjuicio de la economía mexicana.

    “Descargan sus mercados; emplean a mayor interés sus riquezas sobradas; se ayudan a esquivar por unos cuantos años, con el nuevo mercado de los frutos sobrantes, el problema gravísimo que viene de la desocupación de los excesos de producción de artículos no colocables”.

    En este planteamiento Martí señala un aspecto muy interesante, ya que palpa el fenómeno de la superproducción que confrontan en estos momentos los Estados Unidos, el cual Martí llama “exceso de producción de artículos no colocables”. Aunque el Maestro no comprende que dicho fenómeno se debe a la insuficiente demanda solvente, si destaca que el hecho de enviar esos productos hacia México, respaldado por el Tratado, esquivaría los efectos de esta contradicción por unos cuantos años y sanearía  en cierto sentido, la economía norteamericana.

    Precisamente aquí encontramos un elemento muy significativo dentro de la dialéctica del pensamiento martiano, ya que a pesar de que Martí no posee el elemento científico para el análisis de los fenómenos económicos  y sociales, comprende una de las características  más significativas del capitalismo, la superproducción de mercancías y uno de los mecanismos que emplean los países capitalistas para amortiguar los efectos  de dicho fenómeno.

    El Tratado entre México y Estados Unidos de 1883 fue entre otros, un intento por aliviar el problema de la superproducción de mercancías  en la sociedad norteamericana, reflejo en última instancia de la contradicción fundamental del capitalismo.

    Esta realidad que Martí advierte y que se expresa a través  del Tratado de 1883 entre México y Estados, con relación al papel que jugaba México en estas relaciones comerciales y que estaban desempeñando nuestras economías en virtud de los desiguales intercambios económicos entre países capitalistas de diferentes niveles de desarrollo, se convirtió en una constante.

    Nuestros pueblos de América se fueron transformando en traspatio y fácil mercado de los Estado Unidos y en la misma en que las crisis económicas se fueron haciendo más profundas, aparecieron toda una serie de medidas y medios por parte de las grandes potencias que hicieron más dependientes nuestras economías.

    Hoy más que antes los países capitalistas desarrollados, transmiten los efectos de sus crisis internas a los países subdesarrollados con lo cual agudizan la situación de sus economías ya deformadas.

    A través del estudio que el Maestro realiza del Tratado vemos cómo no sólo advierte las ventajas que el mismo reportaría a los Estados Unidos, sino las consecuencias económicas negativas para los países latinoamericanos. El Tratado exponía a los países monoproductores como Cuba, a ser desplazados del mercado, por el incremento de la producción mexicana y las facilidades de transportación y entrada de sus productos. Incluso exponía a países con similar producción de mercancías que México, a disminuir sus producciones.

    Las posiciones martianas acerca de los perjuicios que conllevaría la firma del Tratado de 1883 para nuestros pueblos, tiene hoy una plena vigencia en el marco internacional, no sólo para América Latina, sino para todo el mundo subdesarrollado, y el llamado que hizo el Maestro en 1883 a nuestros pueblos para romper las alianzas económicas los Estados Unidos, se extiende hasta nuestros días y coincide con lo planteado por Fidel en la VII Cumbre de los países no Alineados.

    “Para el Tercer Mundo, hoy más que nunca, en el punto más profundo de su más profunda crisis, es un imperativo histórico romper el círculo vicioso de su inferioridad y convertir  el comercio internacional en un real factor de desarrollo nacional independiente”.

    A este último aspiraba Martí en relación con nuestro país de América Latina. El Tratado de 1883 contemplaba el desarrollo de la agricultura mexicana que era de gran preocupación por parte de los Estados Unidos. El Maestro comprende de inmediato que dicha preocupación, estaba dada por el interés de los Estados Unidos en obtener productos agrícolas a bajos precios, que en su territorio eran de difícil producción y que la fértil tierra de México produciría a bajos costos para el suministro del gran vecino del norte.

    Este Tratado a la postre no se firmó, aunque las consecuencias de las relaciones económicas entre Estados Unidos y las Repúblicas de Latinoamérica, que previó el Maestro son bien conocidas y en 1889 Martí destaca cómo cada vez más se invadía el comercio mexicano con productos que en nada beneficiaban a la economía nacional y además cómo la naciente industria mexicana estaba siendo ahogada por la superioridad del competidor  norteamericano.

    Consideramos de gran importancia la posición martiana frente al Tratado Comercial de 1883, que se proyectaba firmar, así como su clara visión de las consecuencias que el mismo traería para las hermanas repúblicas latinoamericanas. Todo esto nos da la posibilidad de profundizar en la obra de Martí y comprender su actitud posterior frente a otras proyectadas alianzas o tratados de los Estados Unidos con Latinoamérica.

    Frente a los peligros que asechaban a “Nuestra América”, Martí propone el fortalecimiento de las economías de los países latinoamericanos y el establecimiento de un  comercio equitativo, fuese favorable para ambas partes en la misma medida y no absolutizar dicho comercio con un solo país y lo más importante a nuestro entender es la estrategia global que Martí propone, o sea el fortalecimiento interno, único medio para enfrentar a las potencias extranjeras capitalistas.

    Tesis que en la actualidad tiene gran vigencia: “Vemos colosales peligros, vemos manera fácil y brillante de evitarlos adivinarnos en la nueva acomodación de las fuerzas nacionales del mundo siempre en movimiento; y ahora acelerarlas, el agrupamiento necesario y majestuoso de todos los miembros de la familia americana”.

    La concepción de cómo debía realizarse el comercio entre los pueblos fue y sigue siendo brillante, pues se adecua perfectamente a la realidad de hoy, y prueba de esto es la situación actual de los países de llamado Tercer Mundo y la necesidad del establecimiento de un nuevo orden económico internacional, planteado por el Comandante Fidel Castro: “La acción sostenida por la aplicación de los principios del Nuevo Orden Económico Internacional dio fuerza, coherencia y unidad a los países subdesarrollados en su denodado esfuerzo por lograr un mundo no basado en la explotación, sino en la cooperación internacional, un mundo menos injusto y más equitativo, un mundo que en lugar de obstaculizar, favorezca los esfuerzos que se realicen por hacer salir del círculo vicioso del atraso y la dependencia”.

     

    Parte II.

    Resulta en este momento interesante el análisis de una circunstancia especial que hizo desplegar a Martí su inteligencia y pasión por la justa causa latinoamericana: La Conferencia Panamericana  de 1889.

    El estudio de sus crónicas escritas con relación a dicha reunión nos revelan no sólo la profundidad de su análisis político sino que nos permite conocer las condiciones históricas en que la misma se desarrolla.

    En el año 1889, el gobierno norteamericano convida a la Primer Conferencia de Naciones Americanas, la cual se celebraría en Washington entre Octubre de 1889 y Abril de 1890, con la participación de los Estados Unidos y las repúblicas de México, Centro y Sur América, Haití, Santo Domingo y el  imperio del Brasil.

    Los aspectos fundamentales que se proyectaban tratar en la misma eran: medidas tendientes a conservar  la prosperidad entre los Estados Unidos Americanos y a la formación de una unión aduanera americana para el comercio provechoso y recíproco  entre las naciones americanas; establecimiento de comunicaciones frecuentes y regulares entre los puertos de los diferentes estados americanos; adopción de un Sistema Uniforme de disposiciones aduaneras, para la importación y exportación de mercancías; adopción de un Sistema Uniforme de pesas y medidas y de leyes que protegieran los derechos adquiridos bajo patentes o privilegios de invención, etc.; adopción de una moneda común de plato que fuera de curso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas; establecimiento de un plan definitivo de arbitraje para todas las cuestiones de disputas y diferencias que pudieran existir, y además materias relacionadas con la “prosperidad” de los diversos Estados representados en la Conferencia.

    En esta Conferencia Internacional Americana no estuvieron representados todos los países hispanoamericanos, faltaron Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico; el primero denegó la invitación por sus disputas con Estados Unidos quienes pretendían quitarle la bahía de Samaná; las dos islas atillanas no podían no podían asistir  por ser aún colonias de España. En resumen, estuvieron representados dieciséis países latinoamericanos. Con gran sagacidad Martí nos refiere en sus crónicas los detalles más importantes que se suscitaron durante la conferencia. En una de sus primeras crónicas, relata cómo los representantes de las diferentes naciones hispanoamericanas, se agruparon de acuerdo a sus posiciones respecto a los Estados Unidos.

    Aquellos que se plegaron ante los intereses norteamericanos son los que: “se preparan para deslumbrar, para dividir, para llevarse el tajo con el pico del águila ladrona”. Los que mantuvieron firmes sus posiciones y los intereses nacionales: “son aquellos que se disponen a merecer el comercio con la honradez de trato y respeto a la libertad ajena”.

    De esta forma se percata de la falta de unidad en cuanto a las posiciones de los diferentes delegados latinoamericanos, cuestión esta que Martí lamenta; ya que precisamente es una constante en toda su obra la necesidad de la alianza de “Nuestra América”, con vistas a formar un bloque compacto en contra de las intensiones norteamericanas de dominar a los países del Sur del Río Bravo mediante el instrumento económico.

    “jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menor poder”.

    En esta cita vemos como Martí no solo destaca el problema político sino examina acertadamente el aspecto económico, comprende el riesgo que corren los países latinoamericanos de convertirse en suministradores de materias primas de Estados Unidos y en un mercado seguro para sus productos.

    Mantiene plena vigencia hoy, esta frase planteada por el Maestro de dicha Conferencia: “De la tiranía de España supo salvarse la América Española y ahora después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite urge decir porque es la verdad, que ha llegado para la América Española la hora de declarar su segunda independencia”.

    Pero cabe preguntar: ¿Qué representaba para Martí alcanzar la “segunda independencia”?

    El Maestro en este sentido, trata de advertir a las repúblicas latinoamericanas del peligro que representaba la alianza económica con los Estados Unidos y el sojuzgamiento económico y político que por ende traía esta alianza.

    Para él no pasó inadvertido que la dependencia económica representaba también la dependencia política, y que por tanto era preciso cerrar filas en contra del poderoso vecino y de sus pretensiones para con nuestros países, las cuales se pusieron de manifiesto durante la Conferencia Panamericana.

    Esta idea martiana encuentra eco hoy, en todos los países latinoamericanos que aún no han podido sacudirse del yugo imperial y que mantienen sus economías maltrechas en función del capital extranjero, para todos ellos sirven esas palabras de Martí, que aunque escritas en 1889, no han perdido vigencia y son aplicables hoy más que nunca.

    Un aspecto que Martí trata en sus crónicas, es cómo la conferencia recibe el nombre de Panamericana. Comprende que este término, dado a la misma por los Estados Unidos, es precisamente una artimaña que tenía como objetivo fundamental ocultar las verdadera intensiones del convite: la dominación económica y política del Continente Americano por parte de los Estados Unidos.

    Nos preguntamos junto con Martí: ¿Qué objetivo perseguía la idea del panamericanismo? El imperialismo norteamericano en su afán por dominar nuestras tierras, se ha valido de la tergiversación de la historia de nuestros pueblos y del pensamiento de sus más ilustres hombres, a fin de crear una historia que sirva a sus intereses, este es precisamente el caso de la “teoría del pensamiento”.

    Dentro de la Conferencia de 1889, uno de los principales precursores la “teoría del panamericanismo” fue el Secretario de Estado Yanqui en aquel entonces, James G. Blaine.

    Este personaje, era conocido dentro de los círculos políticos norteamericanos; sus ambiciones con respecto a los países del Sur del Río Bravo eran desmedidas.

    Martí advirtió de inmediato las intenciones de Blaine con respecto a la Conferencia y en uno de sus artículos enviado a la Nación de Buenos Aires dice: “Blaine toma por suya como su idea y creación la conferencia, y para sí quiere, y no para los demás, el triunfo que espera de ella”.

    Con respecto a nuestro país, Blaine aspiraba fervientemente la anexión de la isla y al respecto hizo declaraciones a favor de la misma. Aunque no debemos olvidar que dentro de los Estados Unidos, en aquellos momentos, existían intereses contrarios a la anexión.

    Tenemos por ejemplo el artículo publicado por The Manufacturer de Filadelfia titulado “¿Queremos a Cuba”?, con fecha10 de marzo de 1889 el cual criticaba a los cubanos blancos como “afeminados, inmorales y perezosos” y que los negros estaban en plena barbarie. Según estos voceros del imperialismo, la anexión no era conveniente debido a las características de nuestro pueblo.

    En este momento, aparece la palabra vibrante del Maestro en defensa del honor de nuestro pueblo y en un artículo publicado en The Evening Post el 25 de marzo de 1889 expresó de manera genial la respuesta cubana al artículo aparecido en el periódico The Manufacturer donde afirma que solo con la vida cesaría la batalla por la libertad y que la idea de anexión de nuestra patria era imposible para un pueblo como el nuestro.

    Sin embargo las ambiciones anexionistas norteamericanas  para nuestro país, no cesaron y en 1891 durante la celebración de la Conferencia Monetaria el propio Blaine insistiría de nuevo en la anexión de nuestro territorio.

    Durante la celebración de la Conferencia Panamericana de 1889, Martí comprende las intensiones de los Estados Unidos y específicamente con nuestro país y a pesar de haber transcurrido casi un siglo, hoy los imperialistas norteamericanos no han renunciado a sus sueños de anexar nuestro territorio. Es por esto que las palabras del Maestro están presentes en la actualidad y se adaptan perfectamente a nuestras circunstancias. Ejemplo de lo anterior es la carta dirigida a Gonzalo de Quesada fechada  el 14 de diciembre de 1889 donde el Maestro plantea “Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es inicuo forzar a la isla de precipitarla, a la guerra para tener pretexto de invertir en ella, y con el crédito medidor y  garantizador quedarse con ella. Cosa más  cobarde no hay en los anuales de los pueblos libres: Ni maldad más fría”.

    Esta cita demuestra, sin lugar a dudas, la gran previsión de Martí en cuanto a las intensiones expansionistas del imperialismo, que fue comprobado años más tarde con la intervención norteamericana  e imponiendo el régimen neocolonial.

    Durante la celebración de la Conferencia, los Estados Unidos pretendieron, ante todo, el dominio económico de nuestros pueblos latinoamericanos, las proposiciones y temas que se debatieron en la misma, constituyeron el disfraz de las verdaderas intensiones políticas de los norteamericanos.

    Dos de los puntos más debatidos durante la Conferencia y que merecen nuestra atención fue la Unión Aduanera y el Arbitraje.

    La unión Aduanera o Zollverein fue uno de los asuntos que produjo fuertes debates en el seno de la Conferencia, con esta artimaña los Estados Unidos pretendían lograr: un mercado seguro a los productos invendibles y monopolizar los mercados de los países latinoamericanos, tratar de eliminar sobre todo a Inglaterra como rival fuerte que había dominado el comercio de América  Latina durante el siglo XIX; lograr la fácil entrada de los producto norteamericanos libres de derechos a los países de Hispanoamérica y por último forzar a los países de América Latina a la firma de Tratados Comerciales.

    Sobre lo que representaba dicha unión para nuestros países plantea Martí: “se convida a los pueblos americanos a sabiendas, con la esperanza vaga de recobrar concesiones que los entraban para el porvenir, para formular tratados que de antemano desechan los poderes a quienes cumpliría ejecutarlos, y los intereses que los encubran al gobierno”.

    En esta cita, se advierte que Martí comprendía que el establecimiento de la Unión Azucarera con los Estados Unidos, solo podía ser campo de extracción de materias primas, a cambio de recibir una larga lista de productos manufacturados procedentes de las industrias norteamericanas.

    La Unión Aduanera formaba parte de un plan que llevaría la firma de los mal llamados “Tratados de Reciprocidad” que tan nefastos resultados nos dejaron, y que significaban para nuestros países la pérdida de entrada de divisas, fundamentalmente por medios de los impuestos sobre las importaciones, ante la avalancha de productos extranjeros y la imposibilidad de competir con éstos. Por otra parte se abría el curso para la penetración de capitales extranjeros en las economías de los países latinoamericanos, lo que posteriormente profundizaría la deformación profundizaría la deformación económica de los mismos.

    En resumen, la proposición de la Unión Aduanera fue rechazada por impracticable y en esto debemos destacar el papel jugado por la delegación argentina, que había recibido orientaciones concretas de su gobierno de oponerse a ella. No obstante rechazada la proposición, la Comisión recomendó:

    “… la celebración de Tratados de reciprocidad parcial entre las naciones americanas, en virtud de las cuales cada uno convenga en remover, o reducir sus derechos de importación sobre algunos de los productos naturales manufacturados de uno o más países, a cambio de que estos le hagan concesiones semejantes y equivalentes…”

    Quedaba abierta, una de las formas modernas de dominación: el neocolonialismo, a través de los Tratados de Reciprocidad Comercial.

    La proposición de Arbitraje fue otro tema muy debatido en la Conferencia Panamericana de 1889, el plan de Arbitraje contemplaba dos proposiciones: la de tener una corte permanente de Arbitraje y la planteada por Argentina y Brasil, el nombramiento de tres representantes cuando fuese necesario el Arbitraje.

    En relación con el Arbitraje, los Estados Unidos pretendían convertirse en gendarmes del Continente Americano, para según ellos, decidir en las disputas entre las Repúblicas de América Latina y las naciones de Europa.

    Esta proposición no era más que una muestra de rivalidad anglonorteamericano. El Arbitraje pretendido por Washington fue rechazado por muchos países, entre ellos, la Argentina.

    Esto embargó de alegría al Maestro, en estos momentos en que la codicia desmedida del Norte, llamaba a la unidad continental, y al tratar de desenmascarar la careta de hipócrita que vestía el proyecto de Arbitraje dice: “Excelente caso sería el Arbitraje, si en Estados Unidos (…) Cosa excelente sería el Arbitraje, si fuera de esperar que en la república que, aún adolescente, mandaba a los hombres generosos que dejasen al hermano sin libertad, y que le respetasen su presa”.

    En general la Conferencia Panamericana de 1889 sirvió a nuestro Héroe Nacional para poner al descubierto las verdaderas intensiones del poderoso vecino del Norte y demostrar, con su actitud, que su intelecto revolucionario estuvo siempre al servicio de la independencia de Cuba y de América Latina, además dicho evento tuvo una franca proyección antiimperialista, que hizo desplegar a Martí su inteligencia y pasión por la  justa causa latinoamericana.

     

    Parte III.

    Hasta ahora hemos analizado dos momentos importantes en el desarrollo del pensamiento martiano, a través del estudio de sus principales ideas acerca del Tratado Comercial entre México y Estados Unidos de 1883 y de la Conferencia Panamericana de 1889, pero consideramos que uno de los puntos más altos en cuanto a la radicalización de su pensamiento económico y político lo encontramos, en los certeros juicios que Martí expuso durante la celebración de la Conferencia Monetaria Internacional de 1891, en la cual asiste como delegado de la República Oriental del Uruguay, siendo ésta la máxima investidura Diplomática que tuvo el Maestro.

    En 1888, el Presidente de los Estados Unidos envía a todos los pueblos de América Latina y Hawai, la investigación de la Cámara y el Senado, para celebrar una Conferencia Internacional en Washington, para el estudio de la adopción de una moneda común –la plata- que fuera de uso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas entre los países de América.

    Estados Unidos convoca a esta Conferencia debido fundamentalmente, a la difícil situación que atravesaba en esos momentos. Productores de oro y plata libraban una franca batalla por el predominio de cada uno de  los metales.

    Desde el año 1873, en los Estados Unidos había descendido bruscamente el valor de la plata con la eliminación del dólar de ese metal. Los intereses afectados en ese momento habían estado claramente la libre acuñación, asunto que todavía en el año 1888 discutían los legisladores norteamericanos, aunque ya habían logrado pasar dos leyes, la BLAND-ALISSON (1878) y la SHERMAN (1890) bajo las cuales el tesoro de aquel país debía comprar grandes cantidades de plata para su acuñación.

    La Unión Monetaria entre los Estados Unidos y los países de América Latina era imposible desde todo punto de vista.

    Martí vio, desde el primer momento y con absoluta nitidez este proceso y predijo las ventajas y desventajas que acarreaba el establecimiento de una moneda internacional común, de curso forzoso, fundamentalmente para los para países latinoamericanos.

    Desentraña de un modo genial, los verdaderos móviles de la Conferencia cuando dice: “A todo convite entre pueblos hay que buscarles las razones ocultas. Ningún pueblo hace nada contra su interés, de lo que deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su interés. Si dos naciones no tienen intereses comunes no pueden juntarse”.

    Una y otra vez apunta las diferencias entre los Estados Unidos y el resto del Continente, conoce cada uno de ellos perfectamente y sabe que la Conferencia no podrá traer beneficios para la América y advierte además los peligros que traía para ello ala alianza con los norteamericanos: “Y el que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer (…) o la defienda por la poquedad del alma aldeana, hará mal a América”.

    La Conferencia Monetaria Internacional comienza a sesionar el 7 de enero de 1891, precisamente en estos momentos es Secretario de Estado James G. Blaine. En esta época Blaine ambiciona la presidencia del gobierno.

    Conocedor de la historia de los Estado Unidos, así como de los verdaderos objetivos de la Conferencia el Maestro señala: “si el obstáculo mayor para la elevación de la plata y su relación con el oro es el temor de su producción excesiva y valor ficticio en los Estados Unidos, ¿Qué conveniencia puede haber, ni para los países de Hispanoamérica que producen plata, ni para los Estados Unidos mismos, en una moneda que asegure mayor imperio y circulación a la plata de los Estados Unidos?”.

    Después de las numerosas sesiones en las que no se logra acuerdo alguno, un delegado de Estados Unidos pide que se considere la disolución de las sesiones de la Conferencia Internacional para establecer con la participación de todos los países una moneda universal. Martí ve en esa coyuntura el momento de alertar a los pueblos de América Latina sobre la posibilidad de futuros compromisos perjudiciales.

    El informe final a la Conferencia Monetaria de Washington redactado y leído por el Maestro, revela sus extraordinarias dotes diplomáticos, su sagacidad y dominio de los asuntos monetarios. En el informe se señala que la necesidad del establecimiento de una relación fija oro-plata o una moneda de igual metal para el cambio internacional e interno de cada uno de los países, en dicho informe se señala enfáticamente la trascendencia de un sistema de monedas internacional tanto política como económica: “No es lícito dejar de desear la creación de un sistema de monedas uniformes, que harían más morales y seguras las relaciones económicas de los pueblos…”

    En el documento final se condena todo intento de cualquier país por establecer una moneda o relación oro-plata que vaya en perjuicio del resto de las naciones del mundo, en este sentido el Maestro hace una alusión directa a  los Estados Unidos: “No ha de haber prisa censurable en provocar ni en contraer entre los pueblos, compromisos innecesarios que estén fuera de la naturaleza y de la realidad. Ni han de negarse a los pueblos (…) a tratar unidos cuantos asuntos tienden a fomentar, por el cambio amistoso de las ideas, y el creciente conocimiento y respeto mutuos, los interese legítimos, cuyo comercio natural asegura, en vez de comprometer, la pez de las naciones”.

    Martí en el informe rechaza la proposición norteamericana de convocar a una reunión monetaria internacional, con la asistencia de las principales potencias mundiales, para el estudio del bimetalismo, ya que comprende que las repúblicas latinoamericanas debían establecer relaciones monetarias con otros países “Las manos de cada nación deben estar libres para desenvolver sin trabas el país, con arreglo a su naturaleza distintiva y a sus elementos propios”.

    El desarrollo posterior del capitalismo en los Estados Unidos en su fase superior, con todos sus rasgos y características, evidencian lo acertado de las advertencias de Martí y sus posiciones en defensa de los intereses de los pueblos latinoamericanos.

    El Sistema Monetario Financiero Capitalista en el cual quedaron envueltos nuestros pueblos de América en virtud del mismo desarrollo capitalista y de la ley de acumulación a escala internacional, atraviesa actualmente una aguda crisis, que afecta fundamentalmente a los países  subdesarrollados.

    A partir del fracaso de Estados Unidos en la Conferencia Monetaria de 1891, los norteamericanos no cesaron  en su intento de establecer el predominio de una moneda que redundara en su beneficio y en 1944 – a cincuenta y tres años de celebrar la Conferencia de 1891- se celebra la Conferencia  de Bretton  Woods la cual ubica de manera privilegiada al dólar norteamericano como fundamental activo de reserva internacional equiparable en la práctica, al oro mismo.

    De este modo quedaba consagrada la hegemonía de Estados Unidos en la esfera monetario-financiera.

    Sobre los efectos que esto produjo para los países subdesarrollados, Fidel planteó en la VII Cumbre de los Países No Alineados: “El sistema monetario financiero así creado –se refiere al creado en la Conferencia de Botton-Woods-  aseguró efectivamente el ejercicio del predominio casi indiscutible de los Estados Unidos en la economía internacional”.

    De esta forma, los países subdesarrollados en general y los países subdesarrollados en general y los países latinoamericanos en particular, quedaron atrapados bajo un sistema monetario impuesto por los Estados Unidos, y del cual Martí previó las consecuencias de su implantación, muchos años antes, durante la Conferencia Monetario celebrada en 1891, no solo las consecuencias de índole económica sino las de índole política, que genialmente predijo el Maestro.

    Durante las Conferencia Monetaria, Martí no solo advierte los peligros que representaba para la América Hispana el establecimiento de un sistema monetario único, sino que además escribe en estos momentos interesantes crónicas donde sienta las bases para llevar a cabo relaciones equilibrios y justas.

    En la revista ilustrada de Nueva York plantea: “Quién dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende sirve. Hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo político…”

    Estas palabras del Maestro, son hoy una realidad palpable para todo el mundo subdesarrollado, y demuestran la visión de nuestro Héroe Nacional, en cuanto a las consecuencias y políticas que traen consigo que las relaciones impuestas por un país poderoso, como intentaba hacer Estados Unidos en la Conferencia Monetaria; lo cual sucedió en definitiva como expresión del desarrollo del capitalismo mundial y en especial el norteamericano.

    Hoy día las transnacionales norteamericanas prácticamente dominan el comercio de Latinoamérica y de otros países subdesarrollados. No por causalidad nuestro Comandante en Jefe señaló que “No es posible caracterizar el comercio internacional de los países subdesarrollados, (…) sin encontrar en las empresas transnacionales y en las políticas económicas de los países de sus casas matrices el principal obstáculo para el desarrollo del Tercer Mundo”.

    Más adelante refiriéndose a la injerencia de las transnacionales en los asuntos internos de los países subdesarrollados y en la amenaza que ellas representan para su soberanía nacional plantea: “¿Es imposible acaso orientar la cooperación y ayuda mutua, y no hacia la explotación y dominación internacional?”.

    La respuesta obviamente es negativa, porque tendríamos que admitir que un simple instrumento jurídico (…) podría transformar la esencia misma del imperialismo”.

    En general, es obvio que las ideas de Martí, durante la Conferencia Monetaria de 1891, son aplicables a nuestra realidad internacional y que los planteamientos de nuestro Comandante en Jefe Fidel, son una continuación del ideario martiano adaptado a las condiciones políticas, económicas y sociales del mundo contemporáneo.

    Sin dudas la Conferencia Monetaria de 1891 representó el triunfo de los postulados del Maestro. Más que una victoria económica sobre los Estados Unidos, representó una victoria política, Paul Estrade tiene razón cuando dice –refiriéndose al papel desempeñado por Martí en la Conferencia- “¡No nos equivoquemos!, al tratar que prevalezca un punto de vista diferente al de los Estados Unidos sobre un problema de reglamento interno o sobre la fecha de una próxima sesión, Martí no procede así por vanidad o mezquindad, sino que prepara moral y psicológicamente a sus auditores para el verdadero combate ulterior que en ese momento sólo él presiente, pero que todos deberán librar el combate político contra el imperialismo.

    Años después, como es conocido, las palabras del Maestro se hacen realidad, los países lationoamericanos habrían  de enfrentar al imperialismo norteamericano, no solamente desde el plano económico sino también desde el plano político. Martí presintió con genial inteligencia esta clara verdad y a través de sus crónicas escritas a propósito de la Conferencia Monetaria de 1891, así le advierte a toda la América Hispana.

    La propia realidad cubana, durante la seudorepúbica, confirma las advertencias del Maestro. Los Tratados de Reciprocidad impuestos  sobre nuestro país, la Enmienda Platt y otras artimañas imperialistas, demostraron a la postre, las intensiones del gobierno de los Estados Unidos, para obstaculizar nuestro desarrollo económico.

    A  través del estudio del Tratado Comercial entre México y Estados Unidos de 1883, y las Conferencias Panamericanas de 1889 y 1891, hemos querido dar una panorámica general de distintos momentos en la radicalización del pensamiento martiano y de su clara visión de la amenaza que significaba para el Continente Americano, el naciente imperialismo de los Estado Unidos.

    Todo lo anterior demuestra la integridad política y económica del Maestro como genuino intelectual latinoamericano.

     

    Arte y Literatura 1957.

  1. José Martí. Obras Completas. Tomo 7. pág. 25
  2. Fidel Castro. La crisis económica y social del mundo.
  3. Informe de la VII Cumbre de los Países no Alineados. Pág. 41.
  4. José Martí. Obras Completas. Tomo 6. Pág. 35.
  5. Idem. Pág. 35.
  6. Idem. Pág. 46.
  7. Idem. Pág. 56.
  8. Simón Bolívar. Documentos. La Habana. Casa de las Américas. Pág. 220.
  9. José Martí. Obras Completas. Tomo 6.Pág 44.
  10. Idem. Pág. 128.
  11. Idem. Pág. 58.
  12. Dictámenes, recomendaciones y resoluciones adoptadas por la Primera Conferencia Internacional Americana. –en “Conferencias Internacionales Americanas”. Washington. Pág. 11-13.
  13. José Martí. Obras Completas. Tomo 6. Pág. 55-56.
  14. Idem. Pág. 158.
  15. Idem. Pág. 162.
  16. Idem. Pág. 151.
  17. Idem. Pág. 154.
  18. Idem. Pág. 165.
  19. Fidel Castro. La Crisis económica y social del mundo.
  20. Informe de la VII Cumbre de los Países no Alineados. Pág. 79.
  21. José Martí. Obras Completas. Tomo 6. Pág. 160.
  22. Fidel Castro. La crisis económica y social del mundo.
  23. Informe a la VII Cumbre de los Países no Alineados. Pág. 73.
  24. Idem. Pág. 153.
  25. Paul Estrada. 1978. Anuario del Centro de Estudios Martianos. Pág. 207.
  26.  

    ANEXO #1.

    La conferencia monetaria de las Repúblicas de América Nueva York, mayo de 1891

    El 24 de mayo de 1888 envió el presidente de los Estados Unidos a los pueblos de América, y al reino de Hawaii en el mar Pacífico, el convite donde el Senado y la Cámara de Representantes los llamaban a una Conferencia Internacional en Washington, para estudiar, entre otras cosas, "la adopción por cada uno de los gobiernos de una moneda común de plata, que sea de uso forzoso en las transacciones comerciales recíprocas de los ciudadanos de todos los Estados de América".

    El 7 de abril de 1890, la Conferencia Internacional Americana, en que eran parte los Estados Unidos, recomendó que se estableciese una unión monetaria internacional; que como base de esta unión se acuñasen una o más monedas internacionales, uniformes en peso y ley, que pudiesen usarse en todos los países representados en esta Conferencia; que se reuniese en Washington una Comisión que estudiase la cantidad, curso, valor y relación de metales en que se habría de acuñar la moneda internacional.

    El 23 de marzo de 1891, después de un mes de prórroga solicitado de la Comisión Monetaria Internacional reunida en Washington, por la delegación de los Estados Unidos, "para tener tiempo de conocer la opinión pendiente de la Cámara de Representantes sobre la acuñación libre de la plata", declaró la delegación de los Estados Unidos, ante la Conferencia, que la creación de una moneda común de plata de curso forzoso en todos los Estados de América era un sueño fascinador, que no podía intentarse sin el avenimiento con las demás potencias del globo. Recomendó la delegación el uso del oro y la plata para la moneda, con relación fija. Deseó que los pueblos de América, y el reino de Hawai que se sentaba en la Conferencia, invitasen unidos a las potencias a un Congreso Monetario Universal.

    ¿Qué lección se desprende para América, de la Comisión Monetaria Internacional, que los Estados Unidos provocaron, con el acuerdo del Congreso, en 1888, para tratar de la adopción de una moneda común de plata, y a la que los Estados Unidos dicen, en 1891, que la moneda común de plata es un sueño fascinador?

    A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos. A todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas. Ningún pueblo hace nada contra su interés; de lo que se deduce que lo que un pueblo hace es lo que está en su interés. Si dos naciones no tienen intereses comunes, no pueden juntarse. Si se juntan, chocan. Los pueblos menores, que están aún en los vuelcos de la gestación, no pueden unirse sin peligro con los que buscan un remedio al exceso de productos de una población compacta y agresiva, y un desagüe a sus turbas inquietas, en la unión con los pueblos menores. Los actos políticos de las repúblicas reales son el resultado compuesto de los elementos del carácter nacional, de las necesidades económicas, de las necesidades de los partidos, de las necesidades de los políticos directores. Cuando un pueblo es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado, podrá celebrarlo sin juicio la juventud prendada de las bellas ideas, podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles; pero el que siente en su corazón la angustia de la patria, el que vigila y prevé, ha de inquirir y ha de decir qué elementos componen el carácter del pueblo que convida y el del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del invitado; ha de inquirir cuáles son las fuerzas políticas del país que le convida, y los intereses de sus partidos, y los intereses de sus hombres, en el momento de la invitación. Y el que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer, o la recomiende por mera frase y deslumbramiento, o la defienda por la poquedad del alma aldeana, hará mal a América. ¿En qué instantes se provocó y se vino a reunir, la Comisión Monetaria Internacional? ¿Resulta de ella, o no, que la política internacional americana es, o no es, una bandera de política local y un instrumento de la ambición de los partidos? ¿Han dado, o no, esta lección a Hispanoamérica los mismos Estados Unidos? ¿Conviene a Hispanoamérica desoírla, o aprovecharla?

    Un pueblo crece y obra sobre los demás pueblos en acuerdo con los elementos de que se compone. La acción de un país, en una unión de países, será conforme a los elementos que predominen en él, y no podrá ser distinta de ellos. Si a un caballo hambriento se le abre la llanura, la llanura pastosa y fragante, el caballo se echará sobre el pasto, y se hundirá en el pasto hasta la cruz, y morderá furioso a quien le estorbe.

    Dos cóndores, o dos corderos, se unen sin tanto peligro como un cóndor y un cordero. Los mismos cóndores jóvenes, entretenidos en los juegos fogosos y peleas fanfarronas de la primera edad, no defenderían bien, o no acudirían a tiempo y juntos a defender, la presa que les arrebatase el cóndor maduro. Prever es la cualidad esencial, en la constitución y gobierno de los pueblos. Gobernar no es más que prever. Antes de unirse a un pueblo, se ha de ver qué daños, o qué beneficios, pueden venir naturalmente de los elementos que lo componen.

    Ni es sólo necesario averiguar si los pueblos son tan grandes como parecen y si la misma acumulación de poder que deslumbra a los impacientes y a los incapaces no se ha producido a costa de cualidades superiores, y en virtud de las que amenazan a quienes lo admiran; sino que, aún cuando la grandeza sea genuina y de raíz, sea durable, sea justa, sea útil, sea cordial, cabe que sea de otra índole y de otros métodos que la grandeza a que puede aspirar por sí, y llegar por sí, con métodos propios, –que son los únicos viables–un pueblo que concibe la vida y vive en diverso ambiente, de un modo diverso. En la vida común, las ideas y los hábitos han de ser comunes. No basta que el objeto de la vida sea igual en los que han de vivir juntos, sino que lo ha de ser la manera de vivir; o pelean, y se desdeñan, y se odian, por las diferencias de manera, como se odiarían por las de objeto. Los países que no tienen métodos comunes, aun cuando tuviesen idénticos fines, no pueden unirse para realizar su fin común con los mismos métodos.

    Ni el que sabe y ve puede decir honradamente, –porque eso sólo lo dice quien no sabe y no ve, o no quiere por su provecho ver ni saber, –que en los Estados Unidos prepondere hoy, siquiera, aquel elemento más humano y viril, aunque siempre egoísta y conquistador, de los colonos rebeldes, ya segundones de la nobleza, ya burguesía puritana; sino que este factor, que consumió la raza nativa, fomentó y vivió de la esclavitud de otra raza y redujo o robó los países vecinos, se ha acendrado, en vez de suavizarse, con el injerto continuo de la muchedumbre europea, cría tiránica del despotismo político y religioso, cuya única cualidad común es el apetito acumulado de ejercer sobre los demás la autoridad que se ejerció sobre ellos. Creen en la necesidad, en el derecho bárbaro, como único derecho: "esto será nuestro, porque lo necesitamos". Creen en la superioridad incontrastable de "la raza anglosajona contra la raza latina". Creen en la bajeza de la raza negra, que esclavizaron ayer y vejan hoy, y de la india, que exterminan. Creen que los pueblos de Hispanoamérica están formados, principalmente, de indios y de negros. Mientras no sepan más de Hispanoamérica los Estados Unidos y la respeten más, –como con la explicación incesante, urgente, múltiple, sagaz, de nuestros elementos y recursos, podrían llegar a respetarla, –¿pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos?

    Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político. La política es obra de los hombres, que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún candidato o algún bachiller, a unión política. El comercio va por las vertientes de tierra y agua y detrás de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es ir de arriba de una de ellas contra las repúblicas futuras.

    Ni en los arreglos de la moneda, que es el instrumento del comercio, puede un pueblo sano prescindir–por acatamiento a un país que no le ayudó nunca, o lo ayuda por emulación y miedo de otro, –de las naciones que le anticipan el caudal necesario para sus empresas, que le obligan el cariño con su fe, que lo esperan en las crisis y le dan modo para salir de ellas, que lo tratan a la par, sin desdén arrogante, y le compran sus frutos. Por el universo todo debiera ser una la moneda. Será una. Todo lo primitivo, como la diferencia de monedas, desaparecerá, cuando ya no haya pueblos primitivos. Se ha de poblar la tierra, para que impere, en el comercio como en la política, la paz igual y culta. Ha de procurarse la moneda uniforme. Ha de hacerse cuanto prepare a ella. Ha de reconocerse el uso legal de los metales imprescindibles. Ha de establecerse una relación fija entre el oro y la plata. Ha de desearse, y de ayudar a realizar, cuanto acerque a los hombres y les haga la vida más moral y llevadera. Ha de realizarse cuanto acerque a los pueblos. Pero el modo de acercarlos no es levantarlos unos contra otros; ni se prepara la paz del mundo armando un continente contra las naciones que han dado vida y mantienen con sus compras a la mayor parte de los países de él; ni convidando a los pueblos de América, adeudados a Europa, a combinar, con la nación que nunca les fió, un sistema de monedas cuyo fin es compeler a sus acreedores de Europa, que les fía, a aceptar una moneda que sus acreedores rechazan.

    La moneda del comercio ha de ser aceptable a los países que comercian. Todo cambio en la moneda ha de hacerse, por lo menos, en acuerdo con los países con que se comercia más. El que vende no puede ofender a quien le compra mucho, y le da crédito, por complacer a quien le compra poco, o se niega a comprarle, y no le da crédito. Ni lastimar, ni alarmar siquiera, debe un deudor necesitado a sus acreedores. No debe levantarse entre países que comercian poco, o no dejan de comerciar por razones de moneda, una moneda que perturba a los países con quienes se comercia mucho. Cuando el mayor obstáculo al reconocimiento y fijeza de la moneda de plata es el temor de su producción excesiva en los Estados Unidos, y del valor ficticio que los Estados Unidos le puedan dar por su legislación, todo lo que aumente este temor, daña a la plata. El porvenir de la moneda de plata está en la moderación de sus productores. Forzarla, es depreciarla. La plata de Hispanoamérica se levantará o caerá con la plata universal. Si los países de Hispanoamérica venden, principalmente, cuando no exclusivamente, sus frutos en Europa, y reciben de Europa empréstitos y créditos, ¿qué conveniencia puede haber en entrar, por un sistema que quiere violentar al europeo, en un sistema de moneda que no se recibiría, o se recibiría depreciada, en Europa? Si el obstáculo mayor para la elevación de la plata y su relación fija con el oro es el temor de su producción excesiva y valor ficticio en los Estados Unidos, ¿qué conveniencia puede haber, ni para los países de Hispanoamérica que producen plata, ni para los Estados Unidos mismos, en una moneda que asegure mayor imperio y circulación a la plata de los Estados Unidos?

    Pero el Congreso Panamericano, que pudo ver lo que no siempre vio; que debió librar a las repúblicas de América de compromisos futuros de que no las libró; que debió estudiar las propuestas de la convocatoria por sus antecedentes políticos y locales, –la plétora fabril traída por el proteccionismo desordenado, –la necesidad del Partido Republicano de halagar a sus mantenedores proteccionistas, –la ligereza con que un prestidigitador político, poniéndole colorines de república a una idea imperial, podía lisonjear a la vez, como bandera de candidato, el interés de los productores ansiosos de vender y la conquista latente y poco menos que madura en la sangre nacional;–el Congreso Panamericano, que demoró lo que no quiso resolver, por un espíritu imprudente de concesión innecesaria, o no pudo resolver, por empeños sinuosos o escasez de tiempo, –recomendó la creación de una Unión Monetaria Internacional, –la creación de una o más monedas internacionales, –la reunión de una Comisión que acordase el tipo y reglamentación de la moneda. Las repúblicas de América atendieron, corteses, la recomendación. Los delegados de la mayoría de ellas se reunieron en Washington, México y Nicaragua, y el Brasil y el Perú, y Chile y la Argentina, delegaron a sus ministros residentes. El ministro argentino renunció el puesto, que ocupó más tarde otro delegado. Las otras repúblicas enviaron delegados especiales. El Paraguay no envió. Ni envió Centroamérica, fuera de Nicaragua, y de Honduras, cuyo delegado, hijo de un almirante norteamericano, no hablaba español. Presidió la Comisión, por acuerdo unánime, el Ministro de México. Sesiones de uso, comisiones previas, reglamento; lo uniforme no era allí la moneda, sino la duda, cambiada a chispazos en los debates, –la seguridad–de que no podía llegarse a acuerdo. Uno hablaba del "comercio real". Otro se declaraba, antes de sazón, hostil "a esa idea imposible". Pidió un delegado de los Estados Unidos una larga demora, "para tener tiempo de conocer la opinión pendiente de la Cámara de Representantes sobre la acuñación libre de la plata"; y un delegado, al obtener que se redujese a términos de cortesía, lícita la pretensión excesiva del delegado de los Estados Unidos, estableció que "se entendiese cómo la demora era, para que la delegación del país invitante pudiera completar sus estudios preparatorios, puesto que de ningún modo se habría de suponer que la opinión de la Cámara de Representantes hubiese por necesidad de alterar las opiniones formadas de la Comisión".

    Cumplida la demora y desbandada la Cámara de Representantes sin haber votado, la ley de plata libre, las delegaciones ocuparon de nuevo sus puestos en la mesa de la Comisión. Acaso habían oído algunos lo que decían sin reserva gentes notables del país. Oyeron acaso que la Comisión no parecía bien a los que pasaban por amigos de la mayoría del gobierno. Que al gobierno no agradaba el interés de su minoría en mantener, por los que se tachan de artificios, la política continental. Que este alarde peligroso de la política continental, ni de una minoría era siquiera, sino de un solo hombre. Que esta Comisión hueca debía cesar, para que no sirviese de comodín político a un candidato que no se para en medios y sabe sacar montes de las hormigas. Que la simple discusión de una moneda de plata común alarmaba y ofendía a los mantenedores del oro, que imperan en los consejos actuales del Partido Republicano. Que los países Hispanoamericanos verían por sí, sin duda, si les quedan ojos, el peligro de abrirse, por concepto de cortesía o por impaciencia de falso progreso, a una política que los atrae, por el abalorio de la palabra y los hilos de la intriga, a una unión fraguada por los que la proponen con un concepto distinto del de los que la aceptan. Se puso en pie un delegado de los Estados Unidos, ante la Comisión por los Estados Unidos convocada para adoptar una moneda común de plata, y propuso, al pie de una robusta exposición de verdades monetarias, donde llamaba "sueño fascinador" a la moneda internacional, que declarase la Comisión inoportuna la creación de una o más monedas de plata comunes; que se opinase que el establecimiento del patrón doble de plata y oro, con relación universalmente acatada, facilitaría la creación de aquellas monedas; que recomendase que las repúblicas representadas en la Conferencia conviden juntas, por el conducto de sus respectivos gobiernos, a una Conferencia Monetaria Universal, para tratar del establecimiento de un sistema uniforme y proporcionado de monedas de oro y plata. "Hay otro mundo–decía el delegado–y un mundo muy vasto del otro lado del mar, y la insistencia de este mundo en no elevar la plata a la dignidad del oro es el obstáculo grande e insuperable que se presenta hoy para la adopción de la plata internacional". ¡Los Estados Unidos, pues, marcaban a la América complaciente el peligro que hubiera corrido en acceder con demasiada prisa a las sugestiones de los Estados Unidos!

    A cinco repúblicas–a Chile, Argentina, Brasil, Colombia y Uruguay, –dio la Comisión el encargo de estudiar las proposiciones de los Estados Unidos, y la Comisión, unánime, acordó recomendar que se aceptase las proposiciones norteamericanas. "No podía extrañar la Comisión que los delegados de los Estados Unidos reconociesen las verdades que la Comisión Internacional se hubiera visto obligada a reconocer por sí misma". "La Comisión acataba, como que es de elemental justicia, el principio de someter a todos los pueblos del universo la proposición de fijar las sustancias y proporciones de la moneda en que han de comerciar los pueblos todos". "Sueño sería, impropio de la generosidad y grandeza a que están obligadas las repúblicas, negarse directa o indirectamente, con violación de los intereses naturales y los deberes humanos, al trato libérrimo con los demás pueblos del globo". Pero no propuso la Comisión, como los Estados Unidos, que se convidase "a las potencias del globo", "por no correr el peligro, con una invitación no bastante justificada, de alarmar con temores, no por infundados menos ciertos, a los poderes que pudiesen ver en la convocatoria el empeño, por más que hábil y disimulado, de precipitarlos a una solución a que de seguro llegarán antes por sí propios, caso que quieran llegar, que si se les excita la suspicacia, o se lastima su puntillo con una insistencia que no tendría la razón de allegar al problema monetario un solo factor nuevo de importancia, ni un solo dato desconocido". "La plata debe irse acercando al oro". "La producción inmoderada aleja la plata del oro". "A la moneda de plata no se la puede, ni se la debe, hacer desaparecer". "Se ha de tender a la moneda uniforme, pero por el acuerdo confiado y sincero de todos los pueblos trabajadores del globo, para que tenga base que dure, y no por los recursos violentos del artificio llevado a la economía, que fomentan rencores y provocan venganzas, y no pueden durar". "Pero el convite en conjunto no se recomienda. " Y cuando a su paso por los detalles monetarios tocaba a la Comisión marcar el espíritu con que Hispanoamérica los entendía, y entiende cuanto atañe a la vida individual e independiente de sus pueblos, lo marcó así:

    "Los países representados en esta Conferencia no vinieron aquí por el falso atractivo de novedades que no están aún en sazón, ni porque desconociesen los factores todos que precedieron y acompañaron el hecho de su convocatoria sino para dar una muestra, fácil a los que están seguros de su destino propio y su capacidad para realizarlo, de aquella cortesía cordial que es tan grata y útil entre los pueblos como entre los hombres, –de su disposición a tratar con buena fe lo que se cree propuesto con buena voluntad–y del afectuoso deseo de ayudar, con los Estados Unidos como con los demás pueblos del mundo, a cuanto contribuya al bienestar y la paz de los hombres". "No ha de haber prisa censurable en provocar, ni en contraer entre los pueblos compromisos innecesarios que estén fuera de la naturaleza y de la realidad". "El oficio del continente americano no es perturbar el mundo con factores nuevos de rivalidad y de discordia, ni restablecer con otros métodos y nombres el sistema imperial, por donde se corrompen y mueren las repúblicas; sino tratar en paz y honradez con los pueblos que en la hora dudosa de la emancipación nos enviaron sus soldados, y en la época revuelta de la constitución nos mantienen abiertas sus cajas". "Los pueblos todos deben reunirse en amistad, y con la mayor frecuencia dable, para ir reemplazando, con el sistema del acrecentamiento universal, por sobre la lengua de los istmos y la barrera de los mares, el sistema, muerto para siempre, de dinastías y de grupos". "Las puertas de cada nación deben estar abiertas a la libertad fecundante y legítima de todos los pueblos. Las manos de cada nación deben estar libres para desenvolver sin trabas el país, con arreglo a su naturaleza distintiva y a sus elementos propios".

    Cuando se pone en pie el anfitrión, los huéspedes no insisten en quedarse sentados a la mesa. Cuando los huéspedes venidos de muy lejos, más por cortesía que por apetito, hallan al anfitrión a la puerta, diciendo que no hay qué comer, los huéspedes no lo echan de lado, ni entran en su casa a la fuerza, ni dan voces para que les abran el comedor. Los huéspedes deben decir alto la cortesía por que vinieron, y cómo no vinieron por servidumbre ni necesidad, para que el anfitrión no crea que están tallados en una rodilla, o son títeres que van y que vienen, por donde quiere que vayan o vengan el titiritero. Luego, irse. Hay un modo de andar, de espalda vuelta, que aumenta la estatura. Un delegado hispanoamericano–entendiendo que la Comisión Monetaria no venía más que "a cumplir lo que se había recomendado"–apadrinó, sin ver que una recomendación lleva aparejada la discusión y confirmación antes del cumplimiento, la opinión sin cabeza visible que andaba serpeando por entre los delegados: que la Comisión Monetaria no había venido, como creían los Estados Unidos que la promovieron, a ver si podía y debía crearse una moneda internacional, sino a crearla ahora, aunque los Estados Unidos mismos reconociesen que ahora no se podía crear; y el delegado propuso un plan minucioso de moneda de América, que llamó "Columbus", sobre los trazos de la moneda de la Unión Latina, más un Consejo de Vigilancia, "residente en Washington".

    No habían dicho los Estados Unidos que el obstáculo para la creación de la moneda internacional fuese la resistencia de la Cámara de Representantes a votar la acuñación libre de la plata, sino la resistencia del mundo vasto del otro lado de la mar a aceptar la moneda de plata en relación fija e igual con la moneda de oro; pero un delegado hispanoamericano preguntó así: "¿No sería más prudente, dada la probabilidad de que la nueva Cámara de Representantes vote antes de fin de año la acuñación libre de la plata, suspender las sesiones de la Conferencia, por ejemplo, hasta el día primero de enero de 1892, cuando probablemente este asunto habrá sido decidido por el gobierno de los Estados Unidos?" Y cuando otro delegado urgía, por el decoro de los huéspedes, la aceptación, lisa y prudente, de las proposiciones de los Estados Unidos, salva la del Congreso Universal, habló un delegado hispanoamericano, que no habla español, para pedir y obtener la suspensión de la sesión. ¿Quién podía tener interés, puesto que los hispanoamericanos lo tenían, en que la Comisión promovida por los Estados Unidos continuase en funciones, contra la opinión terminante de los mismos Estados Unidos? ¿Quién azuzaba, en una asamblea de mayoría hispanoamericana, la oposición a las proposiciones de los Estados Unidos? ¿A quién, sino a los que hacen bandera de la política continental, propuesta por los Estados Unidos, perjudicaba que la idea de una moneda continental se declarase imposible en la Comisión reunida para su estudio por los mismos Estados Unidos? ¿Por qué surgía, ni cómo podía surgir de un modo natural en la Comisión Monetaria, de mayoría hispanoamericana, el pensamiento de oponerse a la clausura de una Comisión reunida para tratar de un proyecto que expresamente declaraban irrealizable, casi unánimemente, los delegados hispanoamericanos? Si a sí no se servían, ¿qué interés, en el seno de ellos, se aprovechaba de su buena voluntad excesiva, y los ponía a su servicio? ¿O era, como decían los que saben del interior de la política, que el interés de un grupo político, o de un político tenaz y osado de los Estados Unidos, levantaba por resortes ocultos e influencias privadas una asamblea de pueblos contra la opinión solemne del gobierno de los Estados Unidos? ¿Era que la asamblea de pueblos hispanoamericanos iba a servir los intereses de quien los compele a ligas confusas, a ligas peligrosas, a ligas imposibles, desdeñando el consejo de los que, por su interés local de partidarios o por justicia internacional, les abren las puertas para que se salven de ellas?

    Se meditó; se temió; se urgió; se corrió gran riesgo de hacer lo que no se debía: de dejar en pie al capricho de una política ajena, desesperada y sin escrúpulos, –una asamblea que, por lo complejo y delicado de las relaciones de muchos pueblos de Hispanoamérica con los Estados Unidos, podía, en manos de un candidato inclemente, ceder a los Estados Unidos más de lo que conviniese al respeto y seguridad de los pueblos hispanoamericanos.

    Mostrarse acomodaticio hasta la debilidad no sería el mejor modo de salvarse de los peligros a que expone en el comercio, con un pueblo pujador y desbordante, la fama de debilidad. La cordura no está en confirmar la fama de débil, sino en aprovechar la ocasión de mostrarse enérgico sin peligro. Y en esto de peligro, lo menos peligroso, cuando se elige la hora propicia y se la usa con mesura, es ser enérgico. Sobre serpientes, ¿quién levanta pueblos? Pero si hubo batalla; si el afán de progreso en las repúblicas aún no cuajadas lleva a sus hijos, por singular desvío de la razón, o levadura enconada de servidumbre, a confiar más en la virtud del progreso en los pueblos donde no nacieron, que en el pueblo en que han nacido; si el ansia de ver crecer el país nativo los lleva a la ceguedad de apetecer modos y cosas que son afuera producto de factores extraños u hostiles al país, que ha de crecer conforme a sus factores y por métodos que resulten de ellos; si la cautela natural de los pueblos clavados en las cercanías de Norteamérica no creía aconsejable lo que, más que a los demás, por esa misma cercanía, les interesa; si la prudencia local y respetable, o el temor, o la obligación privada, ponían más cera en los caracteres que la que se ha de tener en los asuntos de independencia y creación hispanoamericana, en la Comisión Monetaria no se vio, porque acordó levantar de lleno sus sesiones.

    La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891. Obras Completas, tomo 6, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1975, páginas 155-167.

     

    Lisbet Eunice Pérez Anzardo

     

    Profesora del Dpto de Economía en la Universidad de Holguín, Cuba

    Ciudad de Holguín.

    “Año del 45 Aniversario del Triunfo de la Revolución”.