Adicciones y psicosomática en los tiempos de la conquista de América (página 2)
Enviado por jose cukier
El problema de la escritura.
De este texto, parece inferirse que leer es sólo leer las letras escritas,o que la letra es sólo letra escrita en el papel. Pero, ¿no leemos a veces el rostro del otro y de los rasgos inferimos un nombre?; o ¿no leemos dibujos?; ¿o jeroglíficos?
Para el nativo, que no sabe qué son las letras, leer debía tener otro significado.
Derivar un nombre de unos rasgos, es leer, porque deriva de lo que se ve (no hay consideraciones estéticas ni afectivas).
Repasaré algunos conceptos acerca de lectoescritura.
Freud decía en 1930 en "El malestar en la Cultura": "[…] la escritura es el lenguaje del ausente". Esta ausencia en un comienzo, es temporaria. Posteriormente, la complejización del psiquismo produce ausencias más radicales; y ésta es saldada por la escritura.
La escritura consistió en una progresiva apropiación de la palabra oída. Los ideogramas significan lo que representan; los fonogramas con valor sonoro; las sílabas, la fonetización, todos ellos ponen de manifiesto el esfuerzo cada vez más sofisticado para expresar frases y nombres.
Seguramente hay una vinculación entre técnicas de escritura más refinadas, conquistas de lógicas más complejas que sostienen un andamiaje formal, que dan apoyatura a otras organizaciones sociales. Las nuevas organizaciones de poder se unen no sólo por caminos o las armas. La escritura es el medio cohesionante esencial. Acá quisiera hacer una articulación entre lógicas de pensamiento, escritura y organización social que tiene que ver con el texto.
Aunque más adelante volveré sobre el tema de los tipos de pensamiento, diría que los Incas estaban en un nivel fundado por la lógica entre totémica y mítica. En esta lógica totémica, son suficientes los pictogramas.
Estos son dibujos que representan de manera condensada frases. En una complejización mayor se conquistan los números; y en este proceso se da lugar al pensar mítico, más complejo.
Este tiene el héroe que pasará a mito y cuyo nombre debe escri-birse logográficamente. El objeto en vez de ser representado, es sustituído por la escritura del nombre.
La escritura de ideogramas sigue criterios estéticos y evidencia unaunidad entre el arte y la razón; la pintura y la caligrafía.
La escritura alfabética, en cambio, ofrece la posibilidad de expresión más abstracta y racional.
Asistimos a la transformación de los pensamientos en religioso y científico (que es el de los españoles de la narración).
Intentaré articular los pensamientos totémico y mítico en la evo-lución de la humanidad, y la evolución infantil de las hipótesis de escritura.
E. Ferreiro y Ana Teberosky, (1979), sostienen que en ambos casos se superaron obstáculos cognitivos similares, que permitieron los respectivos desarrollos (más adelante veremos el problema de los iniciadores). En un principio en el niño, dibujo y escritura no se diferencian. Las letras coinciden con el rasgo del objeto.
Luego se diferencia, y las letras son letras que posteriormente representan nombres. Esto es, primero las "letras dicen que son letras"; y luego dicen "algo diferente de ellas mismas", y ese algo diferente se vincula con una imagen de un objeto y le da el nombre a éste. Las letras pasan a representar la propiedad nuclear de los objetos, el nombre. Luego la escritura supone otros requisitos; por ejemplo, un signo para cada objeto o imagen, con límites superior e inferior.
La escritura,obviamente surge como un efecto de la lectura. Esta implica remitir un complejo percibido a un conjunto de re-presentaciones palabra. Leer, es descomponer, analizar y distinguir entre aquello que se expresa en palabras y aquello que no puede serlo. El Yo se esfuerza por descomponer el complejo sensible, y los elementos descompuestos son remitidos a distintas entidades intrapsíquicas. Cuando el pensar es reproductivo, se compara lo percibido con las huellas mnémicas de objetos. Lo escencial para el Yo es reconocer que el objeto actual es el mismo que el de la representación. Cuando el pensar es judicativo, se compara lo percibido con huellas mnémicas y percepciones del propio cuerpo, y lo escencial para el Yo es comprender.
Cuando fracasaron estos procesos, y esto es tanto mayor cuanto más sofisticada la diferenciación psíquica, surge la palabra.
La palabra cubre la diferencia entre la percepción y lo dado, dota de significado a los fragmentos constantes y permanentes (los rasgos). Cuando a los rasgos del otro, se les adscribe un nombre, estamos ante la lectura. Y para ello, el Yo debe tener inscripción de palabra y haber generado rasgos.
El rasgo se constituye cuando a ciertos fragmentos inscriptos y a la complejización de éstos se les articula un nombre, y con ello se diferencia familiar y extraño (heimlich y unheimlich). Aparece lo Siniestro.
En este momento leer, es remitir los rasgos a nombres, con el agregado de atributos, funciones, y expresado en palabras. Leer, es lectura con la presencia del objeto, no hay texto sustituto.
Tal el caso de los aborígenes de la narración que nos ocupa.
El paso evolutivo siguiente, consiste en leer las huellas del objeto. Es la lectura en ausencia, y ya la pérdida deja su marca. Se logran nuevos ensambles psíquicos, la representación cosa ya no solo se une a la palabra, sino que aparece el pensar que enlaza palabras con un proceso creciente de complejización psíquica. Tal el caso de los conquistadores que envían la carta.
Los aborígenes de la narración, estarían en un pensamiento entre lo totémico y mítico en donde se van intrincando dibujo y escritura, pero escritura no con letras como las entiende el español, sino letras equivalentes a los rasgos visuales del objeto graficado. Si la carta del español no tiene dibujo de melón, no puede decir melón. Los objetos tienen existencia en tanto son percibidos, no hay marca para significar ausencia.
Antes de entrar plenamente, a la consideración del texto, quisiera hacer otra reflexión. Los estudios acerca del número, que hiciera Emilia Ferreiro, son pertinentes para comprender la anécdota (diez melones, dos aborígenes…). Nos dice esta autora, que en un comienzo, para el niño, letras son números (no a la inversa). Esto significa que una grafía puede ser letra. La "C", se puede leer si se combina por ejemplo -"CAMA"-
Pero la grafía "4" sola, vale por si misma, sirve para contar.
La agrupación de letras remite a rasgos del objeto y a la posibilidad de la identificación. Al número, este proceso le está prohibido (dos aborígenes sin nombre en la narración, los nativos son sólo cantidad).
Las transformaciones de la escritura, devienen de conquistas lógicas del Yo, cada vez más complejas. Las investiduras tanto de objeto como narcisistas, van plasmándose en conquistas psíquicas y culturales, lo escrito conserva la atención hacia una producción permanente. Tiene valor identificatorio, y se puede transmitir a otros (la carta del español).
La diferenciación y complejización anímica dejan restos de los estadíos anteriores, que tratan de ser reestablecidos.
El pensamiento mágico totémico, y su palabra, es superado en el pensamiento mítico. La palabra hablada no alcanza para expresar la sofisticación de pensamientos derivados de procesos pulsionales. Y es la palabra escrita la encargada.
Pero en la escritura (propia del pensamiento religioso -en nuestro caso el español-) recurre la aparición de la magia, expresada en la carta crítpica (para el aborigen). Este anhelo de algo presuntamente vivenciado, es el fundamento que proyectado al futuro, mantiene los interrogantes vivos.
"[…] De la diferencia entre el placer de satisfacción y el exi-gido surge el factor impulsor […] como dijo el poeta 'Tiende indomado, siempre hacia adelante' (Fausto I) […] no queda otro remedio sino avanzar […]", Freud, (1920g).
El problema del iniciador
¿Serían los españoles los iniciadores esperados, como producto de la complejización anímica necesaria del Inca? ¿Un fenómeno necesario y no contingente? ¿Traumático? -aunque no deba serlo necesariamente-. ¿La plasmación social de un proceso evolutivo de psiquismo? ¿El encuentro en el exterior, -ahí la desgracia- de un corruptor y no el maestro esperado?
Freud mencionó fragmentariamente el concepto de iniciador, (1905e 1908e, 1910c, 1918a, 1928b,).
Cada tipo de pensamiento más complejo, no disuelve el anterior, sino que entra en relaciones, lo incluye de diferente manera. En general puede comprobarse lo siguiente: el último tipo de pensar y el primero siguiente tienen como destino la destrucción. En la historia de Moisés, se relata la aniquilación del becerro y de las primeras Tablas de la Ley; además se condensan pensamiento totémico (el becerro), mítico (Moisés como héroe y líder) y religioso (Las Tablas). La ausencia de Moisés determinó la regresión desde la organización mítica a la totémica, y la vuelta desde el Sinaí impuso un paso a la producción de un ideal religioso. La destrucción de la última forma de un ideal y la primera del siguiente, parece una necesidad inherente al devenir psíquico y acompañado de violencia.
La complejización creciente de los ideales, es una expresión de que la pulsión tiene una exigencia constante. El aparato mental necesita dar cabida a una realidad traumática; es imposible consumar totalmente un deseo, no hay vivencia que permita acceder a la felicidad absoluta. Este anhelo es colocado en el futuro.
Con la complejización de los ideales, se generan intrapsíquica-mente, funciones que se relacionan con un iniciador.
Este es un operador que conduce al Yo, de un tipo de confi-guración simple a otra más elaborada.
Anterior al vínculo interpersonal, se presenta como relación del Yo con las representaciones y solo luego, por proyección, busca plasmarse en el mundo. Es recibido de alguien en verdad esperado y que es traumatizante respecto del Yo.
Las representaciones del iniciador son preconcientes. Es una transacción entre los deseos edípicos y narcisistas por un lado;y la imposición cultural de inscribirse en ámbitos extrafamiliares, amorosos y culturales diferentes, por el otro. Existen iniciadores laborales, del lenguaje comprensivo, de la sensualidad (masturbación, secretos del sexo o la actividad erótica), iniciadores de la actividad sexual, intelectuales.
Debemos tomar en cuenta que en el pensamiento totémico, la desmentida es la regla (recordemos que es sencillo acceder al ideal, saldando la diferencia entre el Yo y el ideal con algún acto de magia), y en el pensamiento mítico, aunque posible, es más difícil. En el caso de nuestro relato, se ve el predominio de la desmentida y la desestimación.
El Conquistador blanco, esperado, es tomado como ideal (desmen-tida mediante). No puede ser reconocido como un extranjero invasor, como sucedió por ejemplo con los mayas y los aztecas, (Inca Titu Cussi Yupanqui, Martín Pardo -1570-, Luis Millones -1985-, Victoria de la Jara, Iaccovlev, Larco Hoyle, BurnsGlynn -1981-).
Con el predominio de la desmentida, el proceso de iniciación queda interferido. En lugar del iniciador esperado, puede ponerse un salvador; y a veces el salvador puede sustituirse por un corruptor social (como sucedió en el caso que estudiamos).
En el pensamiento totémico, aún no se diferencia entre animal y humano (los españoles se referían al nativo como "bestia") y la falta de escritura los colocaba en el lugar de "bárbaros de se-gundo grado", según la expresión de Santo Tomás de Aquino.
La lógica necesaria, para que el pensamiento mítico supere al totémico es aquella en que el trabajo empieza a diferenciarse del juego y corresponde al de las operaciones concretas, Piaget, 1942. Ciertamente que en los ideales, se advierte la eficacia de la marca cultural y de las condiciones dominantes. Pero para que esto tenga eficacia, requiere de la disposición psíquica previa, que genera los ideales esperados en la exterioridad.
El contenido del discurso ideologizante, es eficaz intrapsíqui-camente si se entrama con las metas y los objetivos pulsionales. El valor social pasa a ser expresión, en el interior del Superyó, de la transacción entre la pulsión y la autoridad parental.
En el pasaje de un pensamiento a otro, suelen transcurrir situaciones de injusticia y explotación.
Quién es portador de la letra y con la cual marca al iniciado; ostenta orgullosamente el poder, sin advertir que él también quedaría marcado. Y esa marca finalmente retorna.
Las contradicciones
En la narración que analizamos, los dos nativos son objeto de contradicciones por parte del español. Pero antes de estudiarlas en el texto, quiero referirme a las mismas; en particular las contradicciones lógicas, pragmáticas y orgánicas. Intentaré inferirlas a partir de los afectos que se observan en el aborigen, como defensa, ante los efectos sobre su preconciente.
Nos dice el texto: "El capataz español advierte que no coman […]. El otro temeroso […] pone la carta detrás del paredón". Se nota un discurso persecutorio, paranoico ligado a la vergüenza y a la humillación, con fijación a un goce anal primario. Otro fragmento dice luego que descubrieron la falta de los melones: "Al ver que el amo les dijo lo que habían hecho a escondidas no supieron contradecirlo y salieron diciendo que con mucha razón llamaban a los españoles con el nombre de Viracochas […] pues alcanzaban grandes secretos…"
Discurso con deseos cognitivos ligado a un goce oral primario con afectos del temor y pánico. (Me permitiré hacer una breve construcción: Imaginar que el aborigen cuando fue enviado podría sentirse humillado, avergonzado -sentimientos de la analidad primaria- y cuando descubrieron la "magia" de la carta que denunciaba sus actos, se sintieron aterrorizados-afectos de la oralidad primaria-).
"Comido el primer melón […] comieron el segundo melón".
Está ligado al universo de las adicciones, porque no puede substraerse a la tentación de comer el segundo melón.
Hay un argumento que se refiere al goce creciente de comer el melón, y una amenaza de depresión si no lo come.
A su vez, el deseo de goce, está reforzado por la amenaza del amo si lo come, con lo cual se estimula la tentación.
Hay refuerzo de la contradicción porque no puede ni fugar, ni dejar de entregar la carta (por sumisión al amo). El mandato tiene eficacia intrapsíquica.
La contradicción orgánica implica oposición entre pulsión sexual (ganas de comer), y pulsión de autoconservación, D. Maldavsky, (1988). No discrimina si lo que le gusta es lo que le conviene. Esta contradicción es propia de las adicciones y las enfermedades psicosomáticas con la siguiente diferenciación: el adicto reune la contradicción orgánica más la lógica, y el psicosomático la orgánica más la pragmática.
Y finalmente para agregar algo más al problema de la adicción y el padecimiento psicosomático, señalaré las características de las fantasías primordiales.
La seducción es presentada como ser objeto de un deseo especulativo despertado en otro (el español que obtiene provecho); la escena primordial es sufrir la estimulación gozosa de otro (en nuestro caso, comer el melón; formulado por su opuesto); y la castración como ser despojado de algo. Los aborígenes fueron despojados de su secreto, los melones comidos.
La contradicción pragmática ha sido descrita en términos de vínculos interpersonales como mandato paradojal. Hay dos órdenes contradictorias, ambas presentes; una a veces bajo la forma de un supuesto o de una orden recordada anterior, o de una orden general común a toda una sociedad y la otra orden como específica. Se agrega además, una prohibición de alejarse del campo y de comentar la contradicción.
La contradicción estriba en una prohibición de comer el melón, dicho de palabra y sin acto prohibitivo; y un supuesto de permiso de comer bajo la forma de tentación y exponiendo los melones al deseo. A la vez debe cumplir lo encomendado; no hay posibilidad de fuga. Cuando el aborigen cede a la tentación y come el primer melón, intenta rectificar, pero desde su lógica numérica.
Esta es diferente a la del blanco. Para el nativo, no falta nada en tanto sea de a pares. "Comido el primer melón decidieron que era mejor emparejar las cargas y para ocultar su delito comieron un segundo melón".
Desde la lógica de los pares, no puede comprender como el blanco nota la falta.
La contradicción pragmática es propia de la paranoia. Y al surgir la contradicción el Yo se escinde, facilitado por un psiquismo de nivel totémico con predominio de la desmentida.
El Yo real definitivo del aborigen, al no poder transformar lo sufrido pasivamente en activo, sufre un estado de indefensión.
El efecto deriva en una regresión a la analidad primaria; con predominio motriz (el desplazamiento desde los Reyes al en-comendero) y de la mirada (proyectivamente ubicada en la carta que ponen detrás del paredón) con afectos de la gama de la humillación. Se observa asimismo la regresión oral secundaria con los reproches que formula el encomendero y la sanción por el incumplimiento, consistente en el sufrimiento de quién depositó la confianza. En nuestro caso el capataz que confió y fue defraudado en su anhelo.
La contradicción lógica se presenta como la oposición entre una afirmación específica y otra más amplia. Ambos términos están presentes, es posible el contraste, pero una afirmación es genérica y la otra aparece bajo la forma de una presunta percepción; percepción ligada a un juicio de existencia que profiere el Yo de realidad definitivo.
En algunos casos existe coincidencia marcada entre las relaciones interindividuales y la organización psíquica; en otros casos no. Importa la tramitación psíquica de cada cual.
Cuando un Yo, es tomado como auxiliar para sostener la condición de ideal del otro (en nuestro caso el nativo es usado por el español para sostener su idealización), está particularmente indefenso. El efecto, no es necesariamente inmediato, sino a posteriori, cuando el Yo se va organizando con mayor complejidad. Las órdenes inscriptas como huellas mnémicas, son incompatibles entre sí; y esto hace imposible al Yo el cuestionamiento o la fuga. La paradoja se hace eficaz a medida que el preconciente se organiza.
En el fragmento de Garcilaso, puede observarse la contradicción lógica entre dos registros perceptuales. El registro auditivo en que le dicen al nativo (que la carta dice) que "fueron diez melones y habían comido dos" (en verdad deducción lógica del español), y el registro visual (en que las letras no son reconocidas). Registro visual que contradice la palabra del amo. Desde la lógica del nativo, la explicación pasa por la magia que atribuye al español. Magia de su pensamiento primitivo, anhelada y proyectada como esperanza en el pensamiento ajeno. La contradicción hiere a un Yo, que por su estadío es escindido, y refuerza la desmentida. La escisión, conspira contra la posibilidad de desarrollo hacia nuevas lógicas, que la cultura española le puede brindar.
El Yo, escindido, se conecta con la realidad a través del Yo oficial, pero el Yo placer, se conecta con el ideal mágico. Y de ésta manera, no hay aprendizaje porque no hay vivencia. Solo hay seudoaprendizaje, repetición, memorización (¿seudoevangelización?). Los nuevos conceptos, las nuevas lógicas no son asimiladas al Yo. Solo son un barniz. El Yo escindido queda con su nivel profundo unido al pensamiento mágico, y su nivel oficial al pensamiento religioso o científico.
Otro modo de resolver la contradicción es con la sublimación.
La contradicción del consenso, en lugar de producir una pérdida de la realidad, impulsa un cuestionamiento que se resuelve pasando a un nivel superior y en la creación de un producto, por ejemplo literario, como es el caso del Inca Garcilaso.
Y este pasaje permite una profundización en los orígenes, en que final y comienzo se puedan reunir. El Yo, más organizado, puede regresar hacia estructuras psíquicas y familiares que constituyen la contradicción, y de ahí emerger en una nueva lógica. La sublimación, trasciende la necesidad de transformar el trauma de pasivo en activo. La perturbación es mutada y la transgresión aceptada por el Yo y la cultura. El Yo ha logrado conciliar a sus tres amos, tal el caso de los adelantados a su tiempo, como el poeta.
Los tipos de pensamiento
Sintéticamente voy a describir el pensamiento totémico, el mítico y el religioso, porque importan al análisis que nos ocupa. La representación-grupo que tiene cada individuo varía según el tipo de ideal del Yo de cada cual, tanto en su forma como en su contenido.
Freud sostuvo que sobre la representación-grupo recae la pulsión social. Esta, es una mezcla de libido homosexual de meta inhibida y pulsión de autoconservación, y la primera se apoya en la segunda. Esta pulsión social inviste grupos pequeños como los vínculos amistosos, luego a la comunidad, hasta convertirse en amor universal hacia la humanidad. Freud da por supuesta la existencia de representaciones grupo con un grado creciente de abarcatividad y complejidad.
El ideal del Yo da cuenta del origen de grupo, de aquello que los hermana y los identifica. Garantiza el destino exitoso de dicho grupo, la unión entre sus integrantes, ofrece amparo y sentido a la vida individual.
Los juicios valorativos derivan de dos funciones del Superyó, la autobservación y la conciencia moral y se constituye como conse-cuencia de la labor de una función, la formación de ideales. Para que ocurra este proceso es necesario que sobrevenga en lo psíquico un aumento de la diferenciación que deriva, en gran medida, de la inclusión en el Yo de nuevas categorías lógicas preconcientes. Estas pueden transformar en contradictorias dos afirmaciones que anteriormente no lo parecían, pueden volver eficaces algunas contradicciones apenas insinuadas, de modo tal que lo anteriormente armónico se torna divergente.
Freud, (1910c), sostuvo que la inteligencia, la pulsión intelectual, según la llamaba a veces, queda fortalecida como consecuencia del desarrollo psíquico. Ello parece derivar de la conquista de nuevas lógicas que permiten articular los procesos de pensamiento en el preconsciente. Freud, (1918b), distinguió dos orígenes para el pensar: uno, inconciente, es inherente a la especie, y el otro, preconciente, corresponde a una conquista cultural de la humanidad, y es alcanzado por cada Yo mediante el aprendizaje. En esta oportunidad, dado que nos referimos a procesos psíquicos acontecidos luego de concluido el tiempo primordial, edípico, nos centraremos en la consideración de este último tipo de lógica. Cabe distinguir, sin embargo, algo en común a todos estos procesos de complejización psíquica: cada nuevo pensar surge en los intersticios lógicos del pensar previo. Ello, es debido a las imposibilidades internas con las que éste se complica, y el nuevo pensar, es estimulado por la necesidad psíquica de expresión de los procesos pulsionales con un mayor grado de refinamiento. El pensar, a su vez, queda degradado a la categoría de un mero representar.
¿De qué manera se introduce el pensar cultural en el Yo?
Consideramos que el mismo se introduce como un imperativo categórico, esto es, bajo la forma de un orden constituyente del Superyó, Freud, (1923b), orden cuyas razones no son explicitadas porque el Yo aún no las entiende. El imperativo categórico es el tipo de estructura de la frase contenida en el Superyó. Luego, cuando el Yo logra conquistar la intelección de las razones por las cuales la frase fue dicha, el pensar correspondiente pasa a estructurar el preconciente. En principio los imperativos categóricos suelen provenir de padres o equivalentes. Luego son atribuidos a figuras cada vez más distantes, que van desde los educadores hasta los autores con quienes el contacto se reduce a lo escrito, a la palabra ausente. De manera tal que estudiar los tipos de pensar con que opera el preconciente (por la in-troducción de nuevas lógicas, conquistadas mediante el apren-dizaje) no difiere excesivamente del análisis de la constitución de los tipos de Superyó.
Desde el más primitivo, derivado de la desinvestidura pulsional correspondiente a la declinación del complejo de Edipo, hasta el punto final a veces no realizado, en que los valores e ideales son meras abstracciones, imposibles de alcanzar en una vivencia inmediata.
Podemos discriminar diferentes tipos de Superyó, lógicamente sucesivos; Totémico, Mítico, Religioso, de las Cosmovisiones y Científico-ético. De allí derivan tipos distintos de preconsciente, que incluyen un modo particular de representaciones-grupo exteriores. Estos tipos de Superyó son lógicamente sucesivos, y existe un requisito interno en la secuencia, para que aparezca uno, el mítico, por ejemplo, es necesario que antes haya emergido el totémico. En la historia de la humanidad la constitución de cada uno de estos Superyó derivó de prácticas sociales y económicas específicas, que incluían grupos cada vez másamplios.
La producción de un tipo más abstracto de Superyó fue el efecto de la tendencia a la unificación en la vida social.
Los diferentes tipos de Superyó, con exclusión del científico-ético, tienen un origen mágico-animista, y derivan de la proyección de la omnipotencia del yo-placer. Son, también un modo de explicar el origen del grupo (como transformación de la afirmación acerca del origen en el padre), una garantía de su cohesión, del sentido de la vida cotidiana marcada por la decepcionante necesidad de trabajar.
El pensar científico-ético, en cambio, es fragmentario, y los valores en juego son abstractos.
a) Pensamiento totémico: Apoyándome en Freud, (1912-13, 1921c, 1927c,1930a),este ideal implica conservar una ilusión de unidad.
De compresión totalizante, de superposición del Yo a la supuesta realidad, un mantenimiento del animismo.
El ideal del Yo de tipo totémico se corresponde a una represen-tación-grupo de la amplitud de un conjunto de familias. Correspondería a los vínculos intrapsíquicos de amistad.
La relación entre totem y el grupo se da en un espacio, y el ámbito de lo tabú se opone a lo cotidiano. El totem es visible por los miembros del grupo, pero con prohibición de contacto.
La temporalidad es circular, como las estaciones del año.
La diferencia entre el ideal y el Yo de cada cual puede compen-sarse a través de actos mágicos (vestirse con una piel o plumas del animal totémico). La desmentida del juicio que distingue entre ideal y el Yo es la norma. En consecuencia se conserva una cierta convicción de la propia omnipotencia.
b) Pensamiento mítico: El ideal mítico implica una diferen-ciación entre animal y humano. Distingue dos tiempos: el de la gesta heroica, origen del grupo, y el de lo cotidiano. La oposición entre el ideal y el Yo no es ya sólo de tipo espacial, sino también temporal. El espacio mítico suele superponerse en apariencia al espacio del grupo que sostiene este tipo de creencia, pero tiene una distribución regida con otra lógica, en cuanto a las investiduras de objetos y lugares. Por ejemplo ciertos ámbitos en que irrumpe la producción de lo sagrado.
El tiempo del mito no es el de un pasado, sino el de un presente. Este es honrado y sostenido por las generaciones posteriores del grupo supuestamente generado por el héroe.
La oposición entre dos temporalidades deriva de la eficacia psíquica de ese tipo de lógica que Piaget, (1942), describe como inteligencia de las operaciones concretas. Esta, incluye la posibilidad de actividades intelectuales conjugadas de seriación y clasificación. De la seriación deriva la decepción del Yo con respecto al padre, y de la clasificación, un juicio previo que decreta la caída de la madre fálica. Esta inteligencia de las operaciones concretas es puesta primero como imperativo categórico (porque constituye el horizonte de posibilidad para el Yo), luego es conquistada por un aprendizaje en el Yo.
El tiempo del mito se expresa como presente épico, éste implica un tipo de inmortalidad que se sostiene gracias al recuerdo constante exigido al grupo. Significa una menor dependencia de la percepción del objeto visual (vigente con respecto al totem) y su sustitución por una imagen.
En cuanto a la diferencia entre percibir un objeto (aunque tenga un valor simbólico) y percibir una imagen, recordemos que Freud, (1926d), distingue la zoofobia de Juanito de la del Hombre de los lobos. Afirma que la segunda derivó de percibir una lámina del animal temido, y la primera surgió ante la percepción de la caída del caballo. El alma, como doble del cuerpo, surge como una forma de resolver la contradicción entre ausencia sensorial y la vívida presencia de un objeto anhelado.
La ausencia del cuerpo se salda entonces con la presencia de su espíritu, de su imagen. La sustitución de un totem por una imagen, ofrece cierta autonomía al Yo con respecto a la percepción directa del objeto.
El tiempo de la gesta se conjuga en el "presente épico", que alude a un acto que no cesa de ocurrir. Este acto al repetirse en las generaciones sucesivas produce el vínculo social de cama-radería, que incluye el trabajo.
La temporalidad es la de la inmortalidad, y es sostenida por la memoria (por el alma) del pueblo, originado gracias a la gesta del héroe.
La diferencia entre el ideal y el Yo es más difícil de superar. Los requisitos para acceder a la categoría de héroe, imponen un esfuerzo individual y un reconocimiento social cuyo logro es más difícil de alcanzar. En consecuencia, para cada cual, desmentir el juicio que diferencia entre el ideal y el Yo resulta más costoso.
El grupo supuesto del mito es más amplio que el constituido por el pensar totémico. La representación-grupo propia del pensar mítico posee un mayor grado de abarcatividad, reúne un conjunto de clanes, en un vínculo de camaradería.
En el origen del grupo es puesto un líder con rasgos humanos separado del resto de la comunidad no en términos espaciales, sino temporales.
- Pensamiento religioso: Aquí el ideal es la divinidad, posee un carácter altamente abstracto. El grupo que le corresponde es la comunidad, el tiempo es eterno y la espacialidad es lo infinito. El grupo reúne en su interior a los seres humanos, pero no abarca a ciertos grupos que no tienen el reconocimiento (por su piel, condición social u otros motivos). A estos, se les niega la carta de ciudadanía consistente en la identificación empática. Todos ellos tiene en común su falta de fidelidad, aunque algunos podrían ser salvados para la comunidad y otros quedan condenados como irredentos. Dentro del tiempo-espacio terreno, contrapuesto al divino, aparecen dos rasgos: el carácter mortal y la limitación espacial. El pensamiento religioso implica un pasaje de la inteligencia, de las operaciones concretas a las más abstractas y sobreviene durante la pubertad.
Una interpretación de la narración desde la perspectiva de las patologías psicosomáticas y adictivas
Nos encontramos ante dos tipos de producciones, dos lógicas.
La del poderoso, que ostenta su certeza acerca de sus verdades, y la de quien padece el desamparo.
Desamparo producido por la dependencia de la palabra del espa-ñol, palabra oral contradictoria y palabra escrita imposible de comprender. Palabra del conquistador que no concuerda con las necesidades vivenciales; no le da un nombre, solo un número. Son dos indios, diez melones con lo cual que promueve la ignorancia. Contradicciones mediante, no le da espacio para la identificación, y el desarraigo queda marcado por el andar del Inca (de Pachacamac a los Reyes).
Hay un poderoso, el español (¿un loco para el nativo?), de cuya palabra se depende para ser. La palabra le da sentimiento de sí, júbilo o futilidad.
El amo es inflexible en su función desconocedora, sólo le interesan los números, las ganancias. Suprime el significado que sus actos tienen en el ánimo del otro; y el Inca anhela un encuentro imposible con esas palabras.
Palabras que vienen desde el ideal, pero que no llegan y sólo son desamparo y descrédito. El blanco dice que "mentían…", que "habían comido dos…".
El ideal no cree, y no hay posibilidad de contradecirlo ni de rectificar. Sólo le cabe al Yo dejarse morir por falta de amor y de amparo ético (¿o sumirse en la droga?).
La droga puede ser el atajo que suprime el acto psíquico necesario (pero inútil) que reclama una identificación con el amo. El acto adictivo (el impulso irresistible de comer los melones) intenta sustituir la identificación que el blanco no le da. Este enmudece ante el reclamo, y el Yo del aborigen se siente víctima de la desestimación, en lo anímico de ese dios loco todopoderoso (Viracocha). El nativo mandado, es en su movimiento el carretel del juego del nieto de Freud, (1920g). Se ve espacialmente la expulsión de que es objeto de la memoria blanca. No queda en ésta marca alguna. El nombre del adicto es sólo un número, tachado no por represión, sino por expulsión del Yo del blanco. Queda el nativo en un estado de no muerte y no vida, en que su cuerpo se doblega ante el castigo; cuerpo que es sólo doble imperfecto de su espíritu indomable. Desafiante y hasta vindicatorio. Espíritu que simula aprender y doblegarse.
A esta agonía eterna accede con la droga, el alcohol, la promiscuidad, el hambre y los golpes.
No hay proyecto identificatorio, no hay posibilidad de tener un nombre. ¿Qué posibilidades quedan?
La libido narcisista no encuentra su objeto, y en vez de consumarse en un acto identificatorio, que le dé el ser, se consume en actividad autoerótica (droga).
La libido estancada dispone a la enfermedad psicosomática. La única manera que le queda al nativo para sentirse con algún valor, para su ideal español, ya no es con su nombre que le da cualidad, sino como cantidad. Y esa cantidad termina por refrendar la agonía, reclamante, muda, desafiante, vengativa y triste hasta el infinito.
El destino se vuelve implacable, y la nostalgia de la muerte una forma de vida. Nostalgia de la muerte como expresión del conocimiento de ser sólo una cifra insignificante, resto de un pasado y despojado de vigencia.
El horizonte del nativo, sumido en la adicción, está poblado de poderosos y calculadores, que lo suprimieron de su memoria.
Un olvidado que anhela una identificación, y en el que la adicción como recurso tóxico contiene el resto del melón anhelado y, a la vez, la supresión vengativa del deseo identificatorio. La vida del aborigen carece de encanto, porque deriva de la falta de significado anímico que le debe el blanco.
Encanto y alegría de vivir se hace encarnadura con significa-tividad; ambos invisten el mundo exterior.
Pero despojado de ambos, se vuelve caótico, no hay proyectos, sólo magnitud pulsional que amenaza con catástrofes, proyectadas en el porvenir.
Se produce una secuencia de euforia narcisista tóxica por la droga, dolor orgánico que permite la conexión con el mundo sensible; aturdimiento tóxico y entrega a la muerte por falta de amor, se constituyen con estallidos de afecto.
A la vez obstinación por morir y no morir, perpetuando el dolor como recurso para mantener el vínculo con el mundo sensible.
Pero la esperanza de que alguien fije su mirada a este acto, se pierde en la indiferencia. No hay quien le dé significatividad y lo inscriba en su memoria.
El llamado no concluye en la introyección de una huella mnémica, sino en una supresión de todo recuerdo.
La víctima queda paralizada ante la mirada más poderosa del amo que se aproxima no para percibirlo, sino para devorarlo.
El hambre y la droga, a pesar de que lo matan, le producen dolor, y con ello la existencia del mundo sensible, y la posibilidad de ser recordado.
Cuando esta alternativa queda suprimida, no queda esperanza, sólo la alucinación como milagro que le proporciona la tabla de salvación identificatoria.
Medida extrema, y vana, para preservar la existencia.
Conclusiones, ideas y problemas de 1492. Aperturas e interrogantes para pensar en 2006
a) El Inca, con su lógica entre totémica y mítica, sufre una regresión anal primaria ante el infortunio. Se evidencia por el desplazamiento motriz (es mandado de un lado a otro) y por la paranoia. El pensamiento totémico implica una identificación hombre-animal (eran vistos como bestias iletradas).
El relato, muestra un hombre inculto, pero los líderes políticos e intelectuales fueron ejecutados. Y con ello, los iniciadores capaces de conducir la posibilidad de desarrollo.
b) El español, como iniciador esperado, aunque corrupto, incluye el concepto de "lo nuevo". Esto es, la capacidad psíquica de una intelección que antes no tenía. Está generada por el incesante pujar pulsional. La función anímica genera contradicciones y diferencias, y luego las proyecta y capta en el mundo sensible.
La creación de "lo nuevo", frente a lo ya dado, genera cada vez que muestra su eficacia, un desgarrón, una catástrofe, a la manera que describe Freud, (1932a).
Es que los dioses, que son los procesos pulsionales, quedan postergados porque sólo así puede accederse a una conquista anímica y cultural. Y luego regresan, como catástrofe anunciada. Los afectos pueden ser lo nuevo ante la pulsión, luego la sensorialidad lo es respecto de los afectos; las huellas mnémicas en relación a las percepciones y los pensamientos respecto a las representaciones.
Finalmente, lo nuevo es proyectado y hecho venir desde la instancia paterna. Este pensar, es capital en el desarrollo de la cultura, y da tramitación anímica a los procesos pulsionales.
Esto nuevo, puede sufrir los siguientes viscicitudes:
1. Ser aceptado, como una complejización inevitable que tiene que ver con el ser, y conquistado para asimilarse al Yo, como hizo el Inca Garcilaso.
2. Puede ser rechazado, desestimado. Pero no por ello lo nuevo deja de producirse. Queda fuera del Yo, exiliado, y no se accede a lógicas más complejas. El ser, entonces, tiene una falla en su identificación primaria y con ello queda fracturado; el narcicismo se desmorona ¿sucederá algo semejante en el ser nacional indígena, no integrado, que rechaza con violencia supresora al blanco, mensajero de lo nuevo?
El aborigen desestima al blanco y éste al aborigen, cada uno con violencia expulsa al otro.
La salida, sería aceptar al iniciador, al blanco con su pensamiento, dejarse fecundar por su marca que complejiza las propias estructuras.
c) En la narración, el Inca Garcilaso marca una oposición entre el número y la letra. Decía antes, que las letras confieren un nombre, y con él, la posibilidad de acceder mediante la identificación, a la condición de sujeto.
El número interfiere esta posibilidad. Y el nativo es un número. El blanco es un especulador (piensa en números, saca ganancias y extrae diferencias a costa del aborigen), un aventurero que vino a "hacerse solo", una "posición", un desmentidor de su padre. Es su propio padre; Yo y padre se condensan.
Pero, ¿no es el español también un número para sus semejantes cultos?
¿Un bárbaro iletrado despojado de su riqueza material e intelectual; y que encuentra en el aborigen a su doble?
¿Un desmentidor del juicio de autobservación, que afirma que ciertos actos le son nocivos pese a su carácter placentero?
¿Un adicto al dinero, un adicto al nativo que es su droga, porque lo calma? Nativo-droga que, con su trabajo, aplaca la voracidad blanca.
Los melones del cuento, mestizos de simiente española y tierra americana ¿no representarían al gran mestizaje que se dió en América, dónde vienen y se transforman las adquisiciones cul-turales de la humanidad?
Pero el conquistador necesita desmentir su propia enfermedad, su propia adicción, para mantenerse en lugar de ideal, en un goce autoerótico. Está sostenido por el aborigen en posición de auxiliar; de doble (enfermo, drogadicto, un mero número). Doble que puede volver desde lo siniestro, como droga y enfermedad, como violencia y corrupción hacia los países "civilizados".
Aquello que durante la conquista, fue sepultado como iletrado, vuelve. Vuelve como furia que unifica y marca.
Hay una violencia que forma parte del cambio, que no se puede ahorrar,..no diría inevitable porque sería comulgar con los doctrinarios violentos que nos guiaron al fracaso…pero hay una violencia…
"La doctrina según la cual la mente humana es en un principio maleable y no estructurada […] se ha asociado a menudo a un pensamiento políticamente progresista e incluso revolucionario, mientras que las especulaciones relativas al instinto humano poseen a menudo un resabio conservador y pesimista.
Puede verse fácilmente porque los reformistas y los revolucionarios se convierten gustosamente en ambientalistas radicales […]. Sin embargo, un análisis más preciso muestra que el concepto de organismo vacío, maleable y no estructurado -al margen del hecho de ser erróneo- sirve también de soporte natural a las doctrinas sociales más reaccionarias. Si las personas son efectivamente plásticas y maleables, sin naturaleza psicológica propia ¿por qué no se las controla y se las somete a aquellos que se jactan de una autoridad, de un saber especializado y de una intuición irremplazable, necesarios para quienes carecen de dichas cualidades? […] (Chomsky)- Piatelli-Palmarini, (1979).
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Autor
Dr. José Cukier
Asociación Medica Argentina.
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