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Antología Poética. El Salvador (página 2)


Partes: 1, 2, 3

Me aferro a mis razones,

a las pocas raíces que la vida

me ha ido creciendo en el alma

Pero me empujan las estrellas

que te brillan en el fondo

y, como otra Margarita traviesa,

me inclino desde el borde de tus labios

tratando de atraparlas.

Entonces me resbalo,

me resbalo,

me resbalo,

caigo sin voluntad en tu deseo…

Aquí no hay elefantes

ni dos ni cuatrocientos,

aquí

las plumas de tus manos,

aquí

mi piel vistiéndose de versos.

COMPAÑERA CÓSMICA

Alfonso Fajardo

He terminado con las palabras. Me bastan

sus tibios senos para dormir esta noche.

Suficientemente he copulado con ella, en la lengua de mi sueño

queda su aceite, en mi nariz su barro y sus poros

en mis ventanas. Parte de mí, también, en ella vive;

mis líquidos circulan en sus muslos, en su vientre maduran brasas

y en su boca aún se mantiene firme, como el árbol de sangre de los recuerdos,

mi mórbida locura de volcanes que bullen en su ciudad.

No hay remedio, lisiados hemos quedado para siempre.

Cuando te alejás, inexorablemente

arrastrás mi fuego, huís de una mecha perpetua, encendida,

que en medio de tus piernas tiene su destino.

Yo, por mi parte, cargo con todos tus miembros,

con tus jadeos y gemidos despierto, respiro

tus pensamientos y mi extendida piel recuerda tu olor.

Mutilados quedamos, pequeña. Mutilada de vos

que caminás sin las piernas que me pertenecen, sin el pubis

que es mi casa, sin tus pechos que son mi almohada.

Mutilado de mí que voy sin los ojos que robaste,

sin mis manos que guardás en tu mesa de noche, sin mi cabeza

que tu ingle devoró, sin mis neuronas que tu inteligencia borraron.

Mutilados ambos, niña mala, porque tu cuerpo me piensa

y porque te piensa mi cuerpo, y ello es suficiente, pequeña,

para dormir en esta noche interminable.

HIJA DEL ABANDONO

Alfonso Fajardo

Vuelvo a vos, pequeña normal, ahora que todos

los sortilegios y pétalos mueren.

Es agradable salir a vivir la vida,

recibir sus piedras y sombras, y luego

-después de un largo período de ausencia, desvarío

y embarazo-encontrarte lánguida

en el lugar de siempre, a la hora más necesitada.

A veces la tierra mojada se cruza en mi camino

y con su olor me entretengo, olvidándome

de las esferas celestes de tu rostro, tus glúteos y tus pechos.

No me culpo. Mientras dura su embriaguez –su efecto

de alucinógeno-, es hermosa

la montaña rusa de los moteles y las habitaciones parentales.

Todo entonces es un caracol, una bella

cárcel de órbitas de agua de pan, una fruta inoculada

con la cicuta del deseo, una cuchara hirviendo

en el punto de ebullición de la locura.

pero la nariz termina su paseo

por los viveros de otro continente, y es ocaso

el baile del ojo cuando en la sangre cabalga.

Vuelvo a vos, hija del abandono, a la hora

de la noche en que la lluvia baja por mi garganta.

Sólo vos podés mandar al carajo las serpientes de mis sueños,

enterrar – por el transcurso de una mirada-

la flor del delito que me inmola en tu blanco lecho.

Vuelvo a vos y no sabés que he regresado,

a tu cueva no sabés que he vuelto a mirar y deslizar

mis manos bajo tus faldas, virtual vientre, amante incondicional,

pequeña sacerdotisa que sabés perdonar mis pecados y borracheras.

A vos vuelvo, y es como si de pronto abrazara la tabla

que me rescata del naufragio; la pastilla, del frío; la copa, de la resaca.

Vuelvo a vos, incólumne niña de sexo eternamente fresco,

para seguirte acariciando, cual sacrílego prometeo, después de la embriagante estela

de tierra mojada y a la hora que todos los sortilegios y pétalos mueren.

A vos vuelvo, y me estrechás con ternura en tu regazo, poesía,

y mi tristeza se pone feliz en tu pecho generoso.

LA MUJER DE MI VIDA

Alfonso Fajardo

Me ha convencido, me lo ha demostrado

su fría manera de presentarse, su forma

de hacerse sentir me ha convencido,

me ha vencido.

Entierro esta forma payasa de vida,

esta piel de escamas que saco a pasear por los días

y la multinacional costumbre de perderme en sus laberintos.

Voy en un bus que sabe de mis ceros,

la muchacha risueña que va a mi lado lo intuye,

nerviosa trata de reconfortarme, pero yo,

en la medida de lo posible, la evito como flor salvaje que rascara mis cicatrices.

Ella es la costumbre, la mujer de mi vida,

la que me espera en casa, la única voluntaria

de serme fiel en la podredumbre de mis pasos.

Uno espera el alba, los pájaros del sueño;

y he allí el error, la ingenuidad: sólo el mal

se obtiene, el excremento se patea, a cántaros

baña su agua negra que es abundante y el hígado atiborra.

Pero ella insiste, por más que intento

la separación ella me persigue como sombra a su dueño,

a veces logro evadirla con la ayuda de otro cuerpo,

de otros labios; pero en la noche, cuando arribo a mi oscura habitación,

ella está allí esperándome

en la cama, esperando

ser penetrada.

¿Qué puedo hacer sino amar su vehemencia,

lamer sus pechos,

quererla?

El bus semi lleno bufa cavilaciones y mi destino está cercano.

La muchacha risueña que va a mi lado me ha convencido,

me ha vencido, y yo la abrazo con toda la alegría

de una calle sin salida. Anuncio mi parada

y el bus se detiene en medio de la ciudad, en medio de la nada.

Yo me bajo y tras de mí viene ella, ella

que es la costumbre, la mujer de mi vida,

mi gran compañera, la soledad.

EL NIDO

Alfredo Espino

Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,

en el hueco de un árbol su nido matinal,

que el árbol amanece con música en el pecho,

como si tuviera corazón musical…

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,

para beber rocío, para beber aroma,

el árbol de la sierra me da la sensación

de que se le ha salido, cantando, el corazón…

LAS MANOS DE MI MADRE

Alfredo Espino

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,

tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.

¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,

las que todo prodigan y nada me reclaman!

¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,

me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,

no hay como la frescura de esas dos azucenas.

¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias

Son dos milagros blancos apaciguando angustias!

Y cuando del destino me acosan las maldades,

son dos alas de paz sobre mis tempestades…

¡Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,

porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas!

Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;

¡son las únicas manos que tienen corazón!

(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:

aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,

cuando tengo las alas de la ilusión caídas,

¡las manos maternales aquí en mi pecho son

como dos alas quietas sobre mi corazón!

¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!

¡Las manos de mi madre perfuman con ternezas!

LOS OJOS DE LOS BUEYES

Alfredo Espino

¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar

como siendo tan tristes, nunca pueden llorar!…

Y siempre son así: ya sea que la tarde

los bese con sus besos de suaves arreboles,

o que la noche clara los mire con sus soles,

o que la fronda alegre con su sombra los guarde…

Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío,

entre glaucas hileras de cafetos en flor…

o mirando las aguas de algún murmurador

arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío…

¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando

y siempre están abiertos?…

¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,

Cual si siempre estuviesen en silencio implorando!

Una vez, en la senda de una gruta florida

yo vi un buey solitario que miraba los suelos

con insistencia larga, como si en sus anhelos

fuera buscando, ansioso, la libertad perdida…

Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta

cargada de manojos, y más tarde en la hondura

de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,

y a la luz de un ocaso de púrpura violeta…

¡Siempre tristes y vagos los de esos reyes

que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar

cómo, siendo tan tristes, nunca pueden llorar

los ojos de los bueyes…

UN RANCHO Y UN LUCERO

Alfredo Espino

Un día — ¡primero Dios! —

has de quererme un poquito.

Yo levantaré el ranchito

en que vivamos los dos.

¿Qué más pedir? Con tu amor,

mi rancho, un árbol, un perro,

y enfrente el cielo y el cerro

y el cafetalito en flor…

Y entre aroma de saúcos,

un zenzontle que cantara

y una poza que copiara

pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,

lo que los pobres amamos,

eso que tanto adoramos

porque es lo que no tenemos…

Con sólo eso, vida mía;

con sólo eso:

con mi verso, con tu beso,

lo demás nos sobraría…

Porque no hay nada mejor

que un monte, un rancho, un lucero,

cuando se tiene un "te quiero"

y huele a sendas en flor.

ARCO IRIS

Álvaro Menén Desleal

Hamaca de siete paños

En que se mece la brisa.

Listón que han puesto las nubes

Colgando en la lejanía.

Banderola de señales;

Semáforo sin esquinas.

Alada cuerda de seda

Donde los pájaros brincan.

Alfabeto del color

Con que se escriben los días.

Cartelón de propaganda

En que se anuncia anilina.

Viudo párpado del cielo

Y divorciada pupila.

Iris, policroma flor

Sin aroma y sin espinas.

¡Siete lazos con que Dios

ata las siete cabritas!

OÍDLO: ESTA ES MI VOZ

Álvaro Menén Desleal

Oídlo: esta es mi voz y este es mi acento

Y es esta su más casta vestidura.

Esta es mi voz que se fugó en el viento

De los fieles cristales de su altura.

Esta la voz que me inspiró el acento

Para ser un Quijote en la aventura:

En su aliento prospera el sentimiento

De que es cielo esta gris arquitectura.

Esta la que en mis júbilos sencillos

Ha derribado todos sus castillos

Para ver una nueva dimensión;

La que canta mis dichas y mis duelos

Y os da, para alegrar vuestros desvelos,

El vino de mi rojo corazón.

ROMANCE DE SAN ANDRÉS

Álvaro Menén Desleal

Se ha cubierto el San Andrés

De un amarillo amarillo,

A la luz del sol semejante

Por lo encendido encendido.

A cada soplo del viento

—de diciembre frío frío—

Se le caen las campanas

Al San Andrés Florecido.

Del árbol de San Andrés

Las flores se han ido ido,

Navegando en la vereda

Celeste de río río

¡Campanas del San Andrés

Del amarillo amarillo,

Buscad luego un campanero

Para alegrar el oído!

El árbol de San Andrés,

Mientras camino camino,

Me guía por las veredas

Con su amarillo amarillo.

San Andrés de las Campanas

Florecido florecido,

Aún lejos de la patria

No te eché nunca en olvido.

San Andrés de las campanas;

San Andrés verde-amarillo.

AMOR, ERES LO ÚNICO QUE TENGO…Carmen González Huguet

Amor, eres lo único que tengo,agua que entre mis dedos se diluye,que cuanto más persigo, más me huye,por más que mi penar sin fin prevengo.

Tenaz tormento que al latir sostengo,casa en la arena que el azar destruye.

Lunar marea, medra y disminuyela herida de vivir que en ella vengo.

Rota de sed, desnuda y calcinada,mi boca tu veneno dulce bebey bebe tu palabra alucinadami oído fiel.

Cautiva en tu miradase me queda la piel enamoradadel borbotar templado de tu nieve.

Humo toqué: ceniza, viva llama,

Y me quemé las manos y el aliento.

Nadie condene el daño que consiento:Soy víctima y verdugo de mi drama.

Soy quien muere de sed y quien derrama

El agua que le sirve de sustento,

Quien construye su gozo y su tormento,

Quien dispone los hilos y la trama.

Que no encuentre consuelo quien remiso

A la cordura fue, huésped esquiva

De la ilusión que en polvo se deshizo,

Quien por su mal se quiso ver cautiva

De ese breve, engañoso paraíso

En tan estrecha gruta en carne viva.

Herida fui en el gozo, en el olvido

Libre me vi, desnuda y desolada.

¿Para qué libertad abandonada

Y palabras de amor en ciego oído?

¿Para quién hambre y sed en el sentido

Si me abraza la sombra demudada?

¿Para quién alma y boca enamorada

Si tengo el corazón de ausencia herido?

No hay cicatriz en esta piel serena

Que manifieste con su oscuro sello

La fiera luz que arde en cada vena.Íntimo fuego del que soy destello:

A brasa fiel mi boca se condenaPara mirar arder tu fino cuello.

AUSENCIA

Carmen González Huguet

Cúbreme, amor, el cielo de la boca…                                        Rafael Alberti

AIRE SÓLO, FERVOR QUE CALLO Y DIGO…

Aire sólo, fervor que callo y digo,palabra que te nombra y te delata,que te eleva en su vuelo o te maniata:en mi boca te encierro o te prodigo.

Te dejo a la intemperie o al abrigo,te guardo en ventisquero o en fogata.

Pródiga, codiciosa catarata,vas en mi labio como fiel testigode todo lo que en él pones y eres,de todo lo que en él tu sed convocay de lo que en su amor beber quisieres.

Silencia esta ebriedad que el labio alocay con el agua en que dichoso muerescúbreme, amor, el cielo de la boca.

ME DEVORA LA BOCA QUE ME BESA…

Carmen González Huguet

Me devora la boca que me besa,me erosiona la voz que me acariciay me da vida la tenaz seviciade tu labio trocado en fiel pavesa.

Me asesina la mano que confiesalo que la voz no eleva a la cariciame edifica tu labio y su codiciaque dilapida su lujuria aviesa.

Me reta y me sostiene tu locura,me desalienta tu vivir sensato,me desarma y cautiva tu ternura,

y en este canto preso que desatose me enamoran alma, mente y bocadel mordiente clavel que las desboca.

¿QUÉ VA A SABER EL SOL DEL DÍA TRISTE?

Carmen González Huguet

¿Qué va a saber el sol del día triste?

¿Qué va a saber el agua de sequía?

¿Qué va a saber la luz de lluvia fría y el viento de la rama que resiste?

¿Qué va a saber la llama que subsistede cenizas que apaguen su porfía?

¿Qué va a saber, por fin, de la alegría esa nostalgia que su ser contriste?

Ven que te explique ese fulgor oscuro,ese dolor amigo, ese ojo ciego,ese frío quemándome en el fuego.

En la piel que me siembras de futurocoróname de espuma, oculta yema,que es jazmín del que sabe y del que quema.

BARRILETE

Claudia Lars

Alta flor de las nubes

— lo mejor del verano —

con su tallo de música

en mi mano sembrado.

Regalo de noviembre,

nuevo todo los años;

para adornar el día,

para jugar un rato.

Banderola de fiesta

que se escapa, volando…

Pandereta que agita

remolinos lejanos.

Pececillo del aire

obstinado en el salto;

pájaro que se enreda

en su cola de trapo.

Luna de mediodía

con cara de payaso;

señor del equilibrio,

bailarín del espacio.

Ala que inventa el niño

y se anuda a los brazos.

Mensaje a lo celeste.

Corazón del verano.

LA CASA DE VIDRIO

Claudia Lars

Puerta de cristal el día,

pared de cristal el aire,

techo de cristal el cielo…

¡Dios hizo mi casa grande!

Ventanas de maravilla

sobre escondidos lugares:

el sendero de las hadas

y el camino de los ángeles.

Cuelgan las enredaderas

sus cortinas de volantes;

la hierba fina es alfombra

de mariposas fugaces.

El agua clara del río

cuaja un puente de diamante;

hay libélulas de nácar

y pececillos de esmalte.

Risa y canto se persiguen

en giros de juego y baile,

¡Columpio del alborozo

entre los gajos fragantes!

Palabra limpia y sencilla

como la flor del lenguaje;

regazo de la ternura

donde las lágrimas caen.

Trigo de la espiga nueva

para harinas celestiales;

amor que leche se vuelve

en el pecho de la madre.

¡Mi casa es bendita,

todo ella vive y cabe,

y puedo mirar a Dios

a través de los cristales!

NO JUEGO A SOLDADOS

Claudia Lars

No me den clarines.

¡No juego a soldados!

Es clara y perfecta

mi casa de cantos.

Bandera de sol

izada tan alto

que puede mirarse

por rumbos lejanos.

En la mano amiga

pájaros confiados.

La rosa de todos;

de todos el grano.

Ronda que comienza

trenzando el milagro…

Inicial del a tiempo

sin hora de llanto.

Frente coronada

con ensueños blancos.

¡Mi panal de amor

no lo exprime el diablo!

EL PAJARITO BOBO

Claudia Lars

Ha bajado del árbol

el pajarito bobo.

¡Siendo el cielo tan ancho

se acurruca en el polvo!

Aunque cantar no sabe

tiene piquito de oro:

para alisar la pluma,

para buscar el piojo.

Mediodía de marzo…

¡Qué parlanchín el loro!

Juegan "a cuatro esquinas"

guacalchías y tordos.

¿Por qué tan en silencio

el pajarito bobo,

con las alas caídas,

con el sueño en los ojos?

¿Piensa en el gusanito,

gusanín, gusanongo,

confite de cumpleaños,

bocadito de antojo?

¿Quiere picar el grano,

beber agua del chorro,

y alcanzar, sin moverse,

la polilla del tronco?

Ninguno tan confiado,

nadie tan perezoso.

¡Habrá que darle cuerda

al pajarito bobo!

DEVOCIONARIO

David Escobar Galindo

I

La paz no necesita de los héroes. el heroísmo de la paz es otro.

Es un sereno paso sin angustia por aquel campo en que acechaban minas.

Y es sobre todo ese convivió afable de la diversidad de los anónimos.

II

La paz cierra la cripta de los mártires y los deja dormir, para que olviden que la tierra es el sitio pavoroso donde todos los miedos son posibles

Bien se merecen su corona de oro, bajo la condición de que se duerman.

III

La paz no la hace nadie. Se hace sola.

Lo importante es sembrar una semilla.

La gente piensa que la guerra es fuerte: ¡Qué va!

La guerra es sólo un aneurisma.

Alguien la pincha, y se desangra toda.

La paz en cambio es la verdad de un árbol.

IV

No me pregunten por qué soy pacífico.

Es algo natural, quizás congénito.

Esto es lo que talvez muchos no entienden

Que no todo poeta es un revólver.

Por mí, que los revólveres se esfumen.

Eso sí: No me toquen a la rosa.

EL DIOS DEL AIRE(Sueño tras la batalla de acaxualt)

David Escobar Galindo

La flecha que en el muslo de Alvarado clavarasu rúbrica de fuego,

levantóse en un chorroque, luego repartiéndose en huacales de morro,

fue a temblar en las piedras cinceladas del ara.

El aire reflejó mil caras en la caradel tiempo.

Entre las nubes de polvo,

el abejorrovio despertar al hombre dormido en su chinchorro

y un lucero terrible fue el dolor que volara.

Por la trenza del aire con el fuego escurrióse la historia de este pueblo que siempre madrugara

para llegar al sueño al filo de las doce.

Y al filo de las doce –mediodía que ampara– el aire alzó entre espasmos de nostálgico goce

la flecha que en el muslo de Alvarado clavara.

EL REENCUENTRO

David Escobar Galindo

No te encontraba, Dios, desde hace tanto.

Es cierto: te rezaba, te pedía;

pero eso es sólo la ansiedad que envía sondas de luz desde el vital quebranto.

Hallarte es otra cosa.

Es otro encanto, otra necesidad.

Y hasta diría que es la más entrañable fantasía:

gozar de tu memoria el adelanto.

Y eso es lo que hago ahora: te disfruto, sin la intimidación del absoluto; ya puro corazón que te consume.

Sorbo tu voz y tu silencio, a una.

Y, sin pedirlo, tengo la fortuna de respirar a ciegas tu perfume.

EL VERBO PATRIA

David Escobar Galindo

Este sabor del verbo Patria,

mezcla de azúcar y de polvo,que nos enciende las palabrascon un acento soledoso,

eco de espuma sin memoria,pulso del verde río históricoen que lavaron sus escoriaslos oscuros y los gloriosos,

porque la Patria es una lumbredonde todos somos iguales: el que ordeña a primeras luces

y el que asierra los conacastes,el que hace figuras de barro

y el que escribe tímidos versos,la que vende en nuevos mercados

y el que pone su firma y sello,los que levantan edificios

y los que entierran tuberías,los que enseñan los logaritmos

y los que cantan en las misas;

y es un color de vieja músicaque cruza humanos territorios,

mezcla de sueños y penurias,mezcla de azúcar y de polvo…

Este sabor del verbo Patria,encarnación del viento que habla.

EL AYER

David Hernández

Como una cadena de sucesos

donde mi destino de nómada

se filtra sarcástico

tintineante entre el amor y la locura

sobresale el pasado y sus alucinaciones.

Un veneno dulce

que alguna añeja canción expulsa

de su melodía

me recuerda las primeras canas

que empiezan a poblarme.

LA VIDA

David Hernández

Un soplo mínimo y eterno

tan largo

como el instante mágico

de una tarde en el campo

cuando mi abuelo

mascando caña dulce recién cortada

me narró su larga historia

mientras un caballo relinchaba

en el patio.

AMOR COSACO

David Hernández

No quedó nada material

de aquél amor.

Sólo deseos

años después

– para el regreso desde la muerte a esta tierra de nadie-

de escuchar a larga distancia

esa misma voz

que confirma mi defunción

inunda de soledad la amarga sonrisa

que nunca más será la misma.

NAUFRAGIO

David Hernández

El amanecer no era motivo de alegría

ni la felicidad de sombras y siluetas

celebrando una fiesta popular en las esquinas

acompañadas de ebrias balalaikas

y acordeones.

La nieve

la presunta próxima primavera

y el ruso sol opaco derritiéndose en la mañana

no borraron de la memoria

los ranchos campesinos que se hicieron invisibles

desde un lejano avión fantasma

la última vez que estuvé en mi país.

Amanecí

en una extraña nube al otro lado de la esperanza,

lejos de mi tribu,

con la egoísta satisfacción del que ha escapado

a una tormenta.

Pobre de mí,

este naufragio en vida,

no tocó ni tocará jamás puerto seguro.

DEL LIBRO APOLOGÍA DEL CINISMO

PALABRA Y TIEMPO

(Paréntesis kantiano)

Federico Hernández Aguilar

Para callar no necesito mi silencio.

Me muevo.

Se mueve la hoja que cae y no lo sabe.

El aire es la denuncia natural del tiempo.

Para callar no necesito mi silencio.

No puedo remover una pestaña

sin tocar un rostro.

La palabra es injusta si la tengo.

Para callar no necesito mi silencio.

Necesito tiempo.

SONETO DEL PERDIDO TIEMPO

Federico Hernández Aguilar

Ahí donde el instante es un recado,

donde muere de prisa una palmera,

el reloj es la duda pasajera

de una caricia que aprendió el pasado.

Vivir y haber vivido: ¿Quién —alado—

sobre las crestas de las horas fuera

visitante de honor en cada esfera,

espacio, tiempo, dimensión o estado?

Pues el minuto, sin querer, devora

las entrañas del tiempo en cada hora

que finge el suave rostro de la espera,

es en los huesos donde el alma, ruda,

penetra los abismos y desnuda

con otra exactitud tu vida entera!

CREACIÓN DE UN ALMA

Federico Hernández Aguilar

I

Acércate…

No temas a la luz.

¿Sabes de dónde vienes,

En qué memoria abreva tu pudor?

No, no huyas…

No te alejes…

La vida te espera

Y su obligación es impacientarse.

II

Tu primera reacción es de temor

Y es porque nada sabes…

La ignorancia es codiciosa compañera:

Desde ya te rondan sus caricias.

Ella estrenará tu carne,

Pero sólo tu carne.

Tú lo estrenarás todo,

Menos el miedo.

III

Ninguna vida es inocente.

(De ello me hablarás a tu regreso).

Por lo pronto,

Asómate

Y no temas…

La eternidad no corre por tu cuenta.

DISTINGUIDAS CARRASPERAS

Federico Hernández Aguilar

Hay quien tose

—recurso de flemas incluido—

bajo la timidez de una ventana,

como jodiendo,

como por gusto.

Y tose con elegancia,

con discreto y amable desenfado,

como extrayendo mariposas del esófago,

sin voluptuosidades abdominales

o posturas forzadas.

Cualquier excusa es buena:

la impertinencia del vicio vecino,

el polvillo de un libro arrinconado,

la pluma de un faisán que se venga,

un mal trago de vino tinto,

el irritante perfume de la Sra. Von Krause…

No es útil pedir pañuelos

porque no hay gripe de por medio

o infecciones de músico precoz.

La mano — cerrada en puño,

convenientemente — basta

para demostrar a los distinguidos comensales

que se puede toser con gallardía,

propiedad y buen gusto.

La invitación al banquete

incluye no comer,

pero es imprescindible atragantarse.

ATLACATL, EL JOVEN, AL ZENZONTLEFrancisco Gavidia

Avecilla misteriosa,                                 

Que así tienes de la hermosa                       

  Un puesto en el corazón,                         

    Dividiendo el señorío                               

Del que es dueño, que es el mío                                                   

  De un león;         

¿Por qué dejas su camino?                         

  ¿Anuncias el mal destino?                                                         

  Es esperar         

Es tormento y es arrobo:                             

La hizo presa el puma?

Un Lobo?                                                     

Algún jaguar?     

  ¡Por el sol!… No puede ser:                     

  Mas es bella y es mujer!…                         

¿Dime si estamos, por Dios,                         

En su corazón sencillo,                           

  Sólo los dos, pajarillo,                                                 

  ¿Solo los dos?…   

          LA FLOR DE IZOTE

Francisco Gavidia

La girándula hermosa                     

Que suspende al poeta, —                 

El izote, a que llaman bayoneta,         

¿Qué anuncia o qué defiende               

Con sus explosión de espadas?             

Pues, —la yucca gloriossa                 

Que sabe en sus raíces el que sabe;       

Las llamadas mandioca;                   

Y del gran Bello "blanco pan" llamadas.   

Y hecha pan es cazabe;                   

Y lo que más bien sabe, —                 

En la más noble sopa, es la tapioca.

EN LA ÚLTIMA PÁGINA DE EL INFIERNO DEL DANTE

Francisco Gavidia

¡Oh tú que tienes los cabellos canos!       

Tú, dime: en el camino de la vida,           

¿Nadie llega hasta el fin de la partida     

La frente pura, cándidas las manos?                                                       

Dime si por ventura son hermanos             

Egoísmo y virtud, fuerza y caída?           

¿Nunca entran sin terror a la escondida     

Mansión de los recuerdos, los ancianos?                                                   

El juez, el acusado y el que acusa           

Se miran con rubor que a todos quema:       

Herencia de maldad ¿quién te rehúsa?                                                       

¡Poema del rey Pecado es tu poema!           

Dante; ¿quién está en pie?

Tu noble Musa     

Clamando sobre todos ¡anatema!               

NEUROSIS

Francisco Gavidia

Sabe que es el espíritu un abismo                 

Y el corazón un mar:Así es que dentro llevo de mí mismo

A la vez una y otra inmensidad.

Mis nervios, arpa viva, en el ramaje

Cuelgan del árbol de mi cuerpo y dan

Un gemido al pasar por su cordaje                 

 La tempestad.

DIMENSIÓN DE LA ESPERANZA

Hugo Lindo

Tierra, madre marchita y ampulosa,

Madre vencedora y vencida,

Regazo de la hiena y de la mariposa,

Del santo y del homicida:

Creemos en tu ruda maternidad, en tu dolorosa

Pasión de ser el sitio de la vida.

Creemos en tu lloro fecundo

Que hace crecer la mies y madura la poma

Y riega sobre el mundo

Con excelsa locura

La virtud, el amor y la aventura,

Y el trino y el color y el aroma.

Y pues somos creyentes de tu rito,

Apáganos ya el grito

Del hombre mutilado, de la virgen desnuda,

Del niño escarnecido y de la viuda…

Brillen de nuevo en la campiña

Los prados de esmeralda,

Y florezca la niña

Que recogía moras en su falda.

Sea dado rezar como otras veces

—mas no al igual que los abuelos

que elevaban sus preces

al reino de los cielos:—

Mezclada la oración con el trabajo,

Vencidos los blasfemos,

Dios será con nosotros aquí abajo.

Y entonces rezaremos,

Puestos a la otra orilla de la guerra,

Con el pecho frutal, con el alma encendida,

Una oración, de pie como la vida:

"¡Padre Nuestro que estás en la tierra…!"

FÁCIL PALABRA

Hugo Lindo

Teníamos que decirnos muchas cosas

Y no hallábamos cómo.

Era mejor así. Corría el tiempo

Y envejecíamos con él.

Y eso era hermoso.

Porque pensando apenas, o sintiendo o pensado

O nada más sintiendo

Adivinábamos

Lo que es el zumo de este testimonio:

Teníamos que decirnos muchas cosas,

Pero ¿cuáles?

¿Y cómo?

HONDURA DEL DOLOR

Hugo Lindo

¡Qué lección aprendiste de la tragedia, oh tierra!

Se te empapó la carne de silencio infinito,

Las cruces te brotaron como árboles de guerra

Y las aves trocaron su canto por el grito.

Sentiste que corría sobre tu piel la ausencia,

Que el llanto de los hombres te calaba los poros,

Que hasta la hierba estaba urgida de clemencia,

Que eran de polvo y sangre los ansiados tesoros.

Viste pasar la inmensa caravana de viudas

Con los hijos a cuestas. Los jóvenes de antes

Retornar con las cuencas vencidas y desnudas,

Con los miembros rasgados, lívidos y sangrantes.

Laceró tus oídos el lamento blasfemo

De aquél que fue a la muerte por el amor asido,

Y retornó a encontrarse con el dolor supremo

De la copa vacía y el lecho envilecido.

Escuchaste el crujido de la máquina fuerte

Que sucumbió al empuje del enemigo artero,

Y al capitán marino que desafió a la suerte,

Lo hallaste entre residuos de carbón y de acero.

LEPANTO

Hugo Lindo

Lepanto. Las galeras venecianas

Tremolan sus pendones. Hay un surco

De fuego entre las áncoras cristianas

Y las quillas del turco.

Ruge la mar, ahita de pavores.

Se alzan las medias lunas y las cruces

Y el aire se ensordece de atambores

Al trueno rojo de los arcabuces.

El jefe veneciano, Barbarigo,

Tiene un velo de sangre sobre el ojo;

Pero aún está de pie, y el enemigo

No ha logrado templar su fiero arrojo.

Don Juan, el Serenísimo, avizora

La galera cristiana en donde está,

Clavada en una pica vengadora,

La cabeza feroz de Alí Bajá.

Al frente de la nave "La Marquesa"

— viva estatua de carne, humano cedro—

Alienta a los titanes de la empresa

El Capitán Francisco de San Pedro,

Cuando del fondo del navío, advierte

Surgir una figura desolada

Cuya color es de amarillo-muerte,

Que sólo tiene vida en la mirada.

DE A VUELO DE PÁJARO

José Luis Valle

I

Nunca la magia

Ha necesitado de magos

Ni apologistas

II

Hoy,

La magia pura

Purisísima

Hizo su arribo

Al jardín Munés.

Frente a frente

La vi

Y por

Eso

Intento

Dejar

Constancia, confesión

Escrita, jurada.

III

Son

Dos pichones de tórtola.

En el corazón de un clavelero.

Desnudos. Íngrimos. Sin plumas.

Sin seguro de vuelo.

Mucho menos de vida.

Sin ojos visibles. Sin pañales.

Sin nombre ni apellido.

Menuditos como almendra.

Magia pura. Insisto.

Menuditos, frágiles, indefensos.

Si

Es

Que ya ensayan

Canto,

Ensayan para adentro

En secreto.

Murmurando amores y solfas.

Bisbiseando perplejidades.

Hacia

Adentro. Hacia adentro.

Quedo

Bien quedo.

IV

Porque cantar

Hacia fuera

Es un oficio

Que

Se

Aprende

Lento,

Lento,

Meditando, pausadito,

Piano pianito,

Al oído,

Para decir bien dichos

Los hechos,

Lo que queda del mundo,

Los erizamientos,

La electricidad y los imanes

En la piel de las hembras más hembras.

En fin, en fin

Para decir los puntos y comas

De

La vida,

Sus golpes altos

Y bajos,

La sí y la no justicia,

Las pasiones suicidas,

Los cantos de sirena politiquera,

La demagogia

Y la triquiñuela,

Envueltas en papel higiénico

Y discurso electorero, diarreico.

V

La magia

De la que hoy hablo

Es magia

Sin bemoles

Ni verrugas.

Magia simple y llana.

Sin ases en la manga.

Sin

Máscaras

Ni juegos de cúcara mácara.

VI

Y por esta única vez

Nomás,

Celebro que ningún espantapájaros

Esté de guardia

Ni merodee el nido perfecto

De estos pichones

Síntesis del universo, la existencia,

El beso, la pluma, el vuelo, la nada,

El verbo, la matemática del misterio,

La síntesis

Del todo, el fermento

De filosofías

Y ditirambos.

VII

Digo estas cosas cotidianas,

Rutinarias,

Para que no lo sean tanto.

Para que dejen

De ser

Comunes y corrientes.

Porque al fin de cuentas

Y diatribas,

La poesía

Vale más,

Mil millones de veces más,

Que las bolsas

De valores fraudulentos

De Nueva Cork,

Londres, Roma,

Bonn, México DF, tu madre,

Etcétera.

VIII

Por eso es que estas cosas

Las escribo

Y explicito

Así, sin adornos

Ni pelos en la letra,

Así,

Temblándome la mano

Y los sentidos.

Así. Para que estas cosas

Tan mágicas

De la existencia

Y su reproducción sin tregua,

Sigan enterneciéndonos,

Maravillándonos,

Devolviéndonos la inocencia

Perdida

Hace milenios…

IX

Maravillándonos.

Como al principio del principio.

Cuando el planeta

Y la célula embrionaria, primigenia,

Eran nada más

Y nada menos

Que dos pichones

De Señora Tórtola

Que no cabe entera

En éste

Ni ningún

Otro

Poema.

¿DE HIJOS SUYOS PODERNOS LLAMAR?

José Luis Valle

1

Chico Andá Bañate,

Muerto de una pedrada

Que él mismo le tiró a la vida.

La Pedrina santaneca,

Lavando sus afeminadas arrugas,

Y las manchas visibles de su tristura.

Chinto Chenga de Sesori,

Apuñalado al salir de la iglesia,

Un viernes santo. Por una tortilla.

Changuito, de Sesori, también,

Enamoradísimo de su sombra alcohólica.

La Hierbabuena y su hijo alcapate,

Que arrastraron su indigencia

Por las callejuelas

De San francisco, Ahuachapán.

La Loca amparo en su desamparo.

La Juanita Tanates,

Sacándole ojos y secretos

A gorriones y grillos.

El tío Chilo se cortó las venas

Cuando descubrió pelos

En la sopa

Amorosa.

Fosforito, el carterista de La Vega,

Murió sin encenderse

Ante las sombras ni los asombros.

Fosforito que miraba sin ver.

Fósforo pequeño sin arder.

La Quiebracatres enterrada en petate.

El tío Manuelito Sonámbulo,

Violado por la siguanaba.

El Patas Heladas, incinerándose.

Las hermanas Joroba,

Haciendo bien de ojo

A los adultos más niños

Que las maldecían.

Todos personajes reales

De la amargura popular,

Que nunca tuvieron infancia,

Juventud ni estrella buena,

Siquiera para navidad.

DE LA OTRA CARA DE MONSERGA

2

Personajes de carne y huesos añejos,

Que nacieron y vivieron muriéndose,

Como lunares o pólipos,

A la siniestra de Dios Padre,

Con la vida en un hilo inexistente,

Personajes marginales

Que el sistema maldice

Y condena antes de que nazcan;

El hazmerreír

De la marunta

Y los comegentes más bestias.

A la siniestra de Dios Padre.

En El Salvador de la amargura popular.

CAMINAR

José Roberto Cea

Caminar en las rosases tener un amor especial y rotundo por las blancas palomas;

es olvidar por un momentola caída celeste de la lluvia,es apagar el agua, purificar el cuerpo,nacer para la aurora¡Y retener el sol…!

(Llevar canciones en las manoscomo lámparas de azules encendidosmás allá de la luz y los cocuyos

¡Es elevar un grito de protesta!)Caminar sin caídassobre el vino más dulce de las vocesante el vidrio sin fondo del crepúsculo,frente a la incertidumbre de los viajes¡Es levantar la frente!

Caminar siempre ha sidomi querencia más vieja y desmedida

¡Y aquí estoy…!

MI SOLEDAD

José Roberto Cea

Hoy he visto caer de mis ojos la sombra.

como un viaje cansado;y dejó mi soledadcómo ciudad deshabitada de estrellasy perros que nos ladran;

sin la novia prendida en el recuerdo,

sin el beso primero que nos llenó de asombro,

sin amables señoras que nos dicen:"

—Cómo está, joven, buenos días.—"

Sin éste mundo amargo y cotidianoque nos duele en el pecho,

como la muerte del pastor de caracolesque murió sobre la arena

y apareció su viaje desnudo ante el crepúsculo…

¡Dejó pues la sombra, mi soledad vacía…!

Mi soledad vacía.

Tremendamente sola.sin un grito siquiera.

¡Sin mis huesos!Sola.Sin perfume.

¡Como un lirio quebrado en pleno invierno!

Pura.Como un ángel despiertosigue mi soledad.

ÓPTICA

José Roberto Cea

El poste que distingoen el extremo norte de la calle,

donde mi habitación enciende su ternura,parece un lirio aéreo,

vertical y desnudo,que perdió sus ojos y su lengua.

Un automóvil pasó desesperadoquebrando con su ruido de mariposa negrami momento más puro….

Todo es así, en el instante exactode retener lo amadoo escribirlo en el fondo más rojode la sangre más honda.

BIRTH CONTROL

Manlio Argueta

Esta noche no dormiremos juntos,

Hay sarampión en la ciudad y podrías

Quedar embarazada, cosa grave:

Parirías un monstruo, una flor.

Morirías entonces de pesar

Y yo de frustración me moriría.

Esta noche no dormiremos juntos.

No bese esta piel de perro en celo.

No me hagas caer en tentación.

Podrías concebir lo que no quiero.

Además, mejor vivir sin hijos

¡por Dios! Con tanta mala suerte.

EL PARAÍSO

Manlio Argueta

Fuera de Dios, a todos roe la miseria…

En el día primero, cuando la misma canción en la memoria:

¡El que llegue por último es una sabandija!

¡Pobres de los que faltan!

Pero alguna ventaja hemos ganado. A quienes combaten la pobreza

¡Mil anos de felicidad! Y a quienes la defienden !mil años más!

No es culpa de los hombres que la miseria sea una realidad

Independientemente de nuestros sentidos:

El corazón tiene razones que la razón no comprende.

Fuera de Dios, a todos roe la miseria. Pero no a todos les fue

Dado combatir la miseria a costa de la riqueza de unos pocos.

Las guerras de la propiedad nos hicieron dejar los dientes

En la tierra de los combates, la sangre en las espadas

De conquista.

Pero eso fue en el día primero, cuando la misma canción en la memoria

¡el que llegue por ultimo es una sabandija!

Y los reyes con sus nalgas de nácar y las princesas de sangre

Dudosamente azul. Y las hijas de los gobernantes

Hadas madrinas de la belleza como una vágala niebla metafísica.

¡El que llegue por ultimo es una sabandija!

Y llegan los ostentadores de riqueza en primer lugar

Y no tienen la culpa de su mayor velocidad. Y no tienen

La culpa desde los días de la creación: el árbol

De manzanas, nuestros órganos, la culebra, Adán y Eva

Bellamente desnudos. La miseria es una realidad

Desde los días primeros: Eva con voracidad de pecado,

Adán y su papalota negra en el aire. Pero aquí no pasa nada.

¡El que llegue por ultimo es una sabandija!

Y seguimos llegando. Pero aquí no pasa nada, cada quien

A su cueva, ¡por Dios!

Cada quien a su cueva o comienzo a morder a todos,

Cada quien a su cueva… o comienzo a morder a todos.

HORA DE LA COMIDA

Manlio Argueta

He aquí la mesa donde comemos todos… Yo se muy bien,

Afirmar la pobreza es una forma de multiplicarla. Pero si digo

Historia de familias comenzare diciendo nosotros somos pobres,

Pobres como decir mañana será otro día,

A sabiendas

Que no es una verdad absoluta.

He aquí la mesa donde comemos todos; mis hermanos, mi madre,

Mirándonos con ojos

De personas solitarias, deseos de convertirnos en maniacos depresivos.

El bocado que damos es intermedio de parálisis, pues si este día

Pudimos sentarnos a la mesa .que comeremos mañana?

Frente a la sopa de hierbas como antigua postal

Gastada de mirarla mil veces, comer es otra forma

De filosofía y la seriedad

Es un sello que veda la puerta a las verdades;

Nuestro conformismo, manera de arrepentimiento.

En la época de las vacas gordas, los hijos, las madres,

Los abuelos, las tías, cuando llego la fiebre

Nos lo gastamos todo,

Nos lo gastamos todo cuando llegaron las lombrices

Y nos salieron por la boca, la nariz, los ojos.

Para no morirnos de hambre, mi madre, mis abuelos

Se lo gastaron todo.

Tía Lastenia salio volando, mejor manera de eludir responsabilidades.

Solamente la mesa donde comemos todos.

De la vieja familia poco nos reunimos

En la escena de postal: mi madre, mis hermanas

Y esa extraña forma de protesta. La mesa donde un mantel

Descansa su apacible sueno; el agua traída directamente

Del pozo.

Y algo de silencio también; y la repetida fórmula

De seguir más pobres

Quejándonos de la pobreza ¡eso es lo peor!

Pero también mucho de suerte ¡mucho de suerte!

Porque no todas las familias se gastaron una fortuna ni el oro

De los abuelos…

Muchas familias en la pobreza, pero pocas familias

Tuvieron la suerte que gozamos nosotros

De no morirnos de hambre.

PROMESA

Manlio Argueta

Juro no morirme jamás. No sublevarme.

No decir la verdad cuando nos duela.

Ofrecer la mejilla cada vez

Que me ofendan. A los pobres

Daré limosnas. Comeré pan duro

Para ser bueno contados.

Solo dinero (pues no tengo nada)

No habré de repartir… Después morir

Tranquilamente, libre de pecados,

De bronconeumonía o de un callo

En el pie

O de un catarro en el alma.

EPITAFIO SOBRE LA TUMBA PERDIDA

Mario Noel Rodríguez

Los poetas trazan breves abismos con sus espadas de laurel.

En pose de aprisionar algo soñado, besable,

juran recuperar el perdido reino del asombro.

Envueltos hasta los huesos en banderas arrebatadas como fuego,

gastadas de levantarlas por la patria personal,

la cruel de las madrugadas,

la que siempre truncó los regresares.

Rompen en abrazos con la electricidad de los hermanos

y nada más embriagador que los viejos himnos rebeldes.

Tanta vuelta para condenar tanta muerte,

golfa que escarba ciega, absurda,

con derecho a saber nuestros amores y miserias.

HAMBRE

Mario Noel Rodríguez

Sirvo la gelatina a los cercanos-lejanos,

a los lejanos-cercanos,

de fondo esta pared con inscripciones inspiradas en el destierro.

Vuelvan al amor que se enseñó a puñaladas,

ni imaginan el rumor de ser desarmónico,

buscar ventanas en el crematorio de las metáforas.

Tíldeseme de Huidobrofrío.

Huidobrosombra.

Huidobroduda.

Huidobrosismo.

Llámeseme como sea.

No descansaré de invocarlos con mi antena rebalsada de líquenes,

con estos libros que roban horas a los hijos.

¿Me escuchan?

¿Saben que soy sitio habitado por calaveras,

por sombras cruzadas a cañonazos,

por infancias cremadas en dictaduras,

por la voz de mamá pintando semáforos en el cielo?

La poesía los convoca y calla.

Saca de su andar cojitranco, alocadamente,

fotos de las tardes profundas.

Vengan a la prometida mesa,

en el centro se alza preciosa la tortilla,

sol que niega otras hambres.

PARA DESVESTIR A UNA CEBRA

Mario Noel Rodríguez

No hables de paisajes a la más bella de todas.

La sola voz enturbiaría su corazón.

Preferible si el incienso inunda de cortinas,

invade con la tibieza de otrora horizontes.

Besa su asombro,

despacio muy despacio dile su beldad en letras de coral,

corónala con los ojos cerrados.

Cuando llegue la desnudez –portera del paraíso-

cúbrela de mimos

y cuelga la piyama en las estrellas más lejanas.

RENDIJA

Mario Noel Rodríguez

Tufo a vida eterna tiene la amante del Príncipe,

olor a cuello después de la entrega.

No hay métrica para decir sus caderas trabajadas en jade,

el sudor del corazón vibra y huye.

Música barroca entra a su pelo,

querubines entonan lenguas muertas en su soñado ombligo.

Escultores sin patria, al imaginarla, lloran de tanto cielo.

Plebeyos susurramos odas a esa boca perdida en su bermellón,

ignora la dispuesta maquinaria de nuestro oculto volcán.

No es justo que se abandone a la tiranía de su mano.

¡Ave, musa!

¡Ave, soberbia escalera a los infiernos!

DISTANCIA DEL NIÑO A LA ROSA

Oswaldo Escobar Velado

Altura de la rosa detenidapor la mano del niño silenciosa.

De la rosa hasta el niño no hay medida;y del niño a la rosa sólo hay rosa.

En su mano que juega rumorosa,en alas de fragancia sostenida

o en aroma de sombra milagrosapermanece la rosa, consentida.

La rosa para el niño es juguete.

Y la gracia que en ella se somete

En la mano del niño se resume.

Si vuela de su mano primorosa,

Es que el niño creyó era la rosa

Su blanca papalota de perfume.

DISTANCIA DEL NIÑO AL CIELO

Oswaldo Escobar Velado

El cielo sobre el niño está en el niño.

El niño bajo el cielo está en el cielo.

El niño para el cielo es un cariño.

Y el cielo para el niño es un anhelo.

En la mano del niño es el pañueloun pedazo de cielo en desaliño.

La nube es un pañuelo en el corpiñodel día que perdió su guardapelo.

Ni distancia, ni beso, los separa.

El niño toca con su mano clarael cielo que se abre en cada rosa.

Hay un niño en la estrella que más brilla,

y un cielo hay escondido en la mejilla

y en la frente del niño que reposa.

Partes: 1, 2, 3
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