Me aferro a mis razones,
a las pocas raíces que la vida
me ha ido creciendo en el alma…
Pero me empujan las estrellas
que te brillan en el fondo
y, como otra Margarita traviesa,
me inclino desde el borde de tus labios
tratando de atraparlas.
Entonces me resbalo,
me resbalo,
me resbalo,
caigo sin voluntad en tu deseo…
Aquí no hay elefantes
ni dos ni cuatrocientos,
aquí
las plumas de tus manos,
aquí
mi piel vistiéndose de versos.
COMPAÑERA CÓSMICA
Alfonso Fajardo
He terminado con las palabras. Me bastan
sus tibios senos para dormir esta noche.
Suficientemente he copulado con ella, en la lengua de mi sueño
queda su aceite, en mi nariz su barro y sus poros
en mis ventanas. Parte de mí, también, en ella vive;
mis líquidos circulan en sus muslos, en su vientre maduran brasas
y en su boca aún se mantiene firme, como el árbol de sangre de los recuerdos,
mi mórbida locura de volcanes que bullen en su ciudad.
No hay remedio, lisiados hemos quedado para siempre.
Cuando te alejás, inexorablemente
arrastrás mi fuego, huís de una mecha perpetua, encendida,
que en medio de tus piernas tiene su destino.
Yo, por mi parte, cargo con todos tus miembros,
con tus jadeos y gemidos despierto, respiro
tus pensamientos y mi extendida piel recuerda tu olor.
Mutilados quedamos, pequeña. Mutilada de vos
que caminás sin las piernas que me pertenecen, sin el pubis
que es mi casa, sin tus pechos que son mi almohada.
Mutilado de mí que voy sin los ojos que robaste,
sin mis manos que guardás en tu mesa de noche, sin mi cabeza
que tu ingle devoró, sin mis neuronas que tu inteligencia borraron.
Mutilados ambos, niña mala, porque tu cuerpo me piensa
y porque te piensa mi cuerpo, y ello es suficiente, pequeña,
para dormir en esta noche interminable.
HIJA DEL ABANDONO
Alfonso Fajardo
Vuelvo a vos, pequeña normal, ahora que todos
los sortilegios y pétalos mueren.
Es agradable salir a vivir la vida,
recibir sus piedras y sombras, y luego
-después de un largo período de ausencia, desvarío
y embarazo-encontrarte lánguida
en el lugar de siempre, a la hora más necesitada.
A veces la tierra mojada se cruza en mi camino
y con su olor me entretengo, olvidándome
de las esferas celestes de tu rostro, tus glúteos y tus pechos.
No me culpo. Mientras dura su embriaguez –su efecto
de alucinógeno-, es hermosa
la montaña rusa de los moteles y las habitaciones parentales.
Todo entonces es un caracol, una bella
cárcel de órbitas de agua de pan, una fruta inoculada
con la cicuta del deseo, una cuchara hirviendo
en el punto de ebullición de la locura.
pero la nariz termina su paseo
por los viveros de otro continente, y es ocaso
el baile del ojo cuando en la sangre cabalga.
Vuelvo a vos, hija del abandono, a la hora
de la noche en que la lluvia baja por mi garganta.
Sólo vos podés mandar al carajo las serpientes de mis sueños,
enterrar – por el transcurso de una mirada-
la flor del delito que me inmola en tu blanco lecho.
Vuelvo a vos y no sabés que he regresado,
a tu cueva no sabés que he vuelto a mirar y deslizar
mis manos bajo tus faldas, virtual vientre, amante incondicional,
pequeña sacerdotisa que sabés perdonar mis pecados y borracheras.
A vos vuelvo, y es como si de pronto abrazara la tabla
que me rescata del naufragio; la pastilla, del frío; la copa, de la resaca.
Vuelvo a vos, incólumne niña de sexo eternamente fresco,
para seguirte acariciando, cual sacrílego prometeo, después de la embriagante estela
de tierra mojada y a la hora que todos los sortilegios y pétalos mueren.
A vos vuelvo, y me estrechás con ternura en tu regazo, poesía,
y mi tristeza se pone feliz en tu pecho generoso.
LA MUJER DE MI VIDA
Alfonso Fajardo
Me ha convencido, me lo ha demostrado
su fría manera de presentarse, su forma
de hacerse sentir me ha convencido,
me ha vencido.
Entierro esta forma payasa de vida,
esta piel de escamas que saco a pasear por los días
y la multinacional costumbre de perderme en sus laberintos.
Voy en un bus que sabe de mis ceros,
la muchacha risueña que va a mi lado lo intuye,
nerviosa trata de reconfortarme, pero yo,
en la medida de lo posible, la evito como flor salvaje que rascara mis cicatrices.
Ella es la costumbre, la mujer de mi vida,
la que me espera en casa, la única voluntaria
de serme fiel en la podredumbre de mis pasos.
Uno espera el alba, los pájaros del sueño;
y he allí el error, la ingenuidad: sólo el mal
se obtiene, el excremento se patea, a cántaros
baña su agua negra que es abundante y el hígado atiborra.
Pero ella insiste, por más que intento
la separación ella me persigue como sombra a su dueño,
a veces logro evadirla con la ayuda de otro cuerpo,
de otros labios; pero en la noche, cuando arribo a mi oscura habitación,
ella está allí esperándome
en la cama, esperando
ser penetrada.
¿Qué puedo hacer sino amar su vehemencia,
lamer sus pechos,
quererla?
El bus semi lleno bufa cavilaciones y mi destino está cercano.
La muchacha risueña que va a mi lado me ha convencido,
me ha vencido, y yo la abrazo con toda la alegría
de una calle sin salida. Anuncio mi parada
y el bus se detiene en medio de la ciudad, en medio de la nada.
Yo me bajo y tras de mí viene ella, ella
que es la costumbre, la mujer de mi vida,
mi gran compañera, la soledad.
EL NIDO
Alfredo Espino
Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como si tuviera corazón musical…
Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón…
LAS MANOS DE MI MADRE
Alfredo Espino
Manos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!
Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
Son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades…
¡Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas!
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).
Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con ternezas!
LOS OJOS DE LOS BUEYES
Alfredo Espino
¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
como siendo tan tristes, nunca pueden llorar!…
Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles,
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guarde…
Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío,
entre glaucas hileras de cafetos en flor…
o mirando las aguas de algún murmurador
arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío…
¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?…
¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
Cual si siempre estuviesen en silencio implorando!
Una vez, en la senda de una gruta florida
yo vi un buey solitario que miraba los suelos
con insistencia larga, como si en sus anhelos
fuera buscando, ansioso, la libertad perdida…
Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta
cargada de manojos, y más tarde en la hondura
de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,
y a la luz de un ocaso de púrpura violeta…
¡Siempre tristes y vagos los de esos reyes
que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar
cómo, siendo tan tristes, nunca pueden llorar
los ojos de los bueyes…
UN RANCHO Y UN LUCERO
Alfredo Espino
Un día — ¡primero Dios! —
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.
¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor…
Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.
Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos…
Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría…
Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "te quiero"
y huele a sendas en flor.
ARCO IRIS
Álvaro Menén Desleal
Hamaca de siete paños
En que se mece la brisa.
Listón que han puesto las nubes
Colgando en la lejanía.
Banderola de señales;
Semáforo sin esquinas.
Alada cuerda de seda
Donde los pájaros brincan.
Alfabeto del color
Con que se escriben los días.
Cartelón de propaganda
En que se anuncia anilina.
Viudo párpado del cielo
Y divorciada pupila.
Iris, policroma flor
Sin aroma y sin espinas.
¡Siete lazos con que Dios
ata las siete cabritas!
OÍDLO: ESTA ES MI VOZ
Álvaro Menén Desleal
Oídlo: esta es mi voz y este es mi acento
Y es esta su más casta vestidura.
Esta es mi voz que se fugó en el viento
De los fieles cristales de su altura.
Esta la voz que me inspiró el acento
Para ser un Quijote en la aventura:
En su aliento prospera el sentimiento
De que es cielo esta gris arquitectura.
Esta la que en mis júbilos sencillos
Ha derribado todos sus castillos
Para ver una nueva dimensión;
La que canta mis dichas y mis duelos
Y os da, para alegrar vuestros desvelos,
El vino de mi rojo corazón.
ROMANCE DE SAN ANDRÉS
Álvaro Menén Desleal
Se ha cubierto el San Andrés
De un amarillo amarillo,
A la luz del sol semejante
Por lo encendido encendido.
A cada soplo del viento
—de diciembre frío frío—
Se le caen las campanas
Al San Andrés Florecido.
Del árbol de San Andrés
Las flores se han ido ido,
Navegando en la vereda
Celeste de río río
¡Campanas del San Andrés
Del amarillo amarillo,
Buscad luego un campanero
Para alegrar el oído!
El árbol de San Andrés,
Mientras camino camino,
Me guía por las veredas
Con su amarillo amarillo.
San Andrés de las Campanas
Florecido florecido,
Aún lejos de la patria
No te eché nunca en olvido.
San Andrés de las campanas;
San Andrés verde-amarillo.
AMOR, ERES LO ÚNICO QUE TENGO…Carmen González Huguet
Amor, eres lo único que tengo,agua que entre mis dedos se diluye,que cuanto más persigo, más me huye,por más que mi penar sin fin prevengo.
Tenaz tormento que al latir sostengo,casa en la arena que el azar destruye.
Lunar marea, medra y disminuyela herida de vivir que en ella vengo.
Rota de sed, desnuda y calcinada,mi boca tu veneno dulce bebey bebe tu palabra alucinadami oído fiel.
Cautiva en tu miradase me queda la piel enamoradadel borbotar templado de tu nieve.
Humo toqué: ceniza, viva llama,
Y me quemé las manos y el aliento.
Nadie condene el daño que consiento:Soy víctima y verdugo de mi drama.
Soy quien muere de sed y quien derrama
El agua que le sirve de sustento,
Quien construye su gozo y su tormento,
Quien dispone los hilos y la trama.
Que no encuentre consuelo quien remiso
A la cordura fue, huésped esquiva
De la ilusión que en polvo se deshizo,
Quien por su mal se quiso ver cautiva
De ese breve, engañoso paraíso
En tan estrecha gruta en carne viva.
Herida fui en el gozo, en el olvido
Libre me vi, desnuda y desolada.
¿Para qué libertad abandonada
Y palabras de amor en ciego oído?
¿Para quién hambre y sed en el sentido
Si me abraza la sombra demudada?
¿Para quién alma y boca enamorada
Si tengo el corazón de ausencia herido?
No hay cicatriz en esta piel serena
Que manifieste con su oscuro sello
La fiera luz que arde en cada vena.Íntimo fuego del que soy destello:
A brasa fiel mi boca se condenaPara mirar arder tu fino cuello.
AUSENCIA
Carmen González Huguet
Cúbreme, amor, el cielo de la boca… Rafael Alberti
AIRE SÓLO, FERVOR QUE CALLO Y DIGO…
Aire sólo, fervor que callo y digo,palabra que te nombra y te delata,que te eleva en su vuelo o te maniata:en mi boca te encierro o te prodigo.
Te dejo a la intemperie o al abrigo,te guardo en ventisquero o en fogata.
Pródiga, codiciosa catarata,vas en mi labio como fiel testigode todo lo que en él pones y eres,de todo lo que en él tu sed convocay de lo que en su amor beber quisieres.
Silencia esta ebriedad que el labio alocay con el agua en que dichoso muerescúbreme, amor, el cielo de la boca.
ME DEVORA LA BOCA QUE ME BESA…
Carmen González Huguet
Me devora la boca que me besa,me erosiona la voz que me acariciay me da vida la tenaz seviciade tu labio trocado en fiel pavesa.
Me asesina la mano que confiesalo que la voz no eleva a la cariciame edifica tu labio y su codiciaque dilapida su lujuria aviesa.
Me reta y me sostiene tu locura,me desalienta tu vivir sensato,me desarma y cautiva tu ternura,
y en este canto preso que desatose me enamoran alma, mente y bocadel mordiente clavel que las desboca.
¿QUÉ VA A SABER EL SOL DEL DÍA TRISTE?
Carmen González Huguet
¿Qué va a saber el sol del día triste?
¿Qué va a saber el agua de sequía?
¿Qué va a saber la luz de lluvia fría y el viento de la rama que resiste?
¿Qué va a saber la llama que subsistede cenizas que apaguen su porfía?
¿Qué va a saber, por fin, de la alegría esa nostalgia que su ser contriste?
Ven que te explique ese fulgor oscuro,ese dolor amigo, ese ojo ciego,ese frío quemándome en el fuego.
En la piel que me siembras de futurocoróname de espuma, oculta yema,que es jazmín del que sabe y del que quema.
BARRILETE
Claudia Lars
Alta flor de las nubes
— lo mejor del verano —
con su tallo de música
en mi mano sembrado.
Regalo de noviembre,
nuevo todo los años;
para adornar el día,
para jugar un rato.
Banderola de fiesta
que se escapa, volando…
Pandereta que agita
remolinos lejanos.
Pececillo del aire
obstinado en el salto;
pájaro que se enreda
en su cola de trapo.
Luna de mediodía
con cara de payaso;
señor del equilibrio,
bailarín del espacio.
Ala que inventa el niño
y se anuda a los brazos.
Mensaje a lo celeste.
Corazón del verano.
LA CASA DE VIDRIO
Claudia Lars
Puerta de cristal el día,
pared de cristal el aire,
techo de cristal el cielo…
¡Dios hizo mi casa grande!
Ventanas de maravilla
sobre escondidos lugares:
el sendero de las hadas
y el camino de los ángeles.
Cuelgan las enredaderas
sus cortinas de volantes;
la hierba fina es alfombra
de mariposas fugaces.
El agua clara del río
cuaja un puente de diamante;
hay libélulas de nácar
y pececillos de esmalte.
Risa y canto se persiguen
en giros de juego y baile,
¡Columpio del alborozo
entre los gajos fragantes!
Palabra limpia y sencilla
como la flor del lenguaje;
regazo de la ternura
donde las lágrimas caen.
Trigo de la espiga nueva
para harinas celestiales;
amor que leche se vuelve
en el pecho de la madre.
¡Mi casa es bendita,
todo ella vive y cabe,
y puedo mirar a Dios
a través de los cristales!
NO JUEGO A SOLDADOS
Claudia Lars
No me den clarines.
¡No juego a soldados!
Es clara y perfecta
mi casa de cantos.
Bandera de sol
izada tan alto
que puede mirarse
por rumbos lejanos.
En la mano amiga
pájaros confiados.
La rosa de todos;
de todos el grano.
Ronda que comienza
trenzando el milagro…
Inicial del a tiempo
sin hora de llanto.
Frente coronada
con ensueños blancos.
¡Mi panal de amor
no lo exprime el diablo!
EL PAJARITO BOBO
Claudia Lars
Ha bajado del árbol
el pajarito bobo.
¡Siendo el cielo tan ancho
se acurruca en el polvo!
Aunque cantar no sabe
tiene piquito de oro:
para alisar la pluma,
para buscar el piojo.
Mediodía de marzo…
¡Qué parlanchín el loro!
Juegan "a cuatro esquinas"
guacalchías y tordos.
¿Por qué tan en silencio
el pajarito bobo,
con las alas caídas,
con el sueño en los ojos?
¿Piensa en el gusanito,
gusanín, gusanongo,
confite de cumpleaños,
bocadito de antojo?
¿Quiere picar el grano,
beber agua del chorro,
y alcanzar, sin moverse,
la polilla del tronco?
Ninguno tan confiado,
nadie tan perezoso.
¡Habrá que darle cuerda
al pajarito bobo!
DEVOCIONARIO
David Escobar Galindo
I
La paz no necesita de los héroes. el heroísmo de la paz es otro.
Es un sereno paso sin angustia por aquel campo en que acechaban minas.
Y es sobre todo ese convivió afable de la diversidad de los anónimos.
II
La paz cierra la cripta de los mártires y los deja dormir, para que olviden que la tierra es el sitio pavoroso donde todos los miedos son posibles
Bien se merecen su corona de oro, bajo la condición de que se duerman.
III
La paz no la hace nadie. Se hace sola.
Lo importante es sembrar una semilla.
La gente piensa que la guerra es fuerte: ¡Qué va!
La guerra es sólo un aneurisma.
Alguien la pincha, y se desangra toda.
La paz en cambio es la verdad de un árbol.
IV
No me pregunten por qué soy pacífico.
Es algo natural, quizás congénito.
Esto es lo que talvez muchos no entienden
Que no todo poeta es un revólver.
Por mí, que los revólveres se esfumen.
Eso sí: No me toquen a la rosa.
EL DIOS DEL AIRE(Sueño tras la batalla de acaxualt)
David Escobar Galindo
La flecha que en el muslo de Alvarado clavarasu rúbrica de fuego,
levantóse en un chorroque, luego repartiéndose en huacales de morro,
fue a temblar en las piedras cinceladas del ara.
El aire reflejó mil caras en la caradel tiempo.
Entre las nubes de polvo,
el abejorrovio despertar al hombre dormido en su chinchorro
y un lucero terrible fue el dolor que volara.
Por la trenza del aire con el fuego escurrióse la historia de este pueblo que siempre madrugara
para llegar al sueño al filo de las doce.
Y al filo de las doce –mediodía que ampara– el aire alzó entre espasmos de nostálgico goce
la flecha que en el muslo de Alvarado clavara.
EL REENCUENTRO
David Escobar Galindo
No te encontraba, Dios, desde hace tanto.
Es cierto: te rezaba, te pedía;
pero eso es sólo la ansiedad que envía sondas de luz desde el vital quebranto.
Hallarte es otra cosa.
Es otro encanto, otra necesidad.
Y hasta diría que es la más entrañable fantasía:
gozar de tu memoria el adelanto.
Y eso es lo que hago ahora: te disfruto, sin la intimidación del absoluto; ya puro corazón que te consume.
Sorbo tu voz y tu silencio, a una.
Y, sin pedirlo, tengo la fortuna de respirar a ciegas tu perfume.
EL VERBO PATRIA
David Escobar Galindo
Este sabor del verbo Patria,
mezcla de azúcar y de polvo,que nos enciende las palabrascon un acento soledoso,
eco de espuma sin memoria,pulso del verde río históricoen que lavaron sus escoriaslos oscuros y los gloriosos,
porque la Patria es una lumbredonde todos somos iguales: el que ordeña a primeras luces
y el que asierra los conacastes,el que hace figuras de barro
y el que escribe tímidos versos,la que vende en nuevos mercados
y el que pone su firma y sello,los que levantan edificios
y los que entierran tuberías,los que enseñan los logaritmos
y los que cantan en las misas;
y es un color de vieja músicaque cruza humanos territorios,
mezcla de sueños y penurias,mezcla de azúcar y de polvo…
Este sabor del verbo Patria,encarnación del viento que habla.
EL AYER
David Hernández
Como una cadena de sucesos
donde mi destino de nómada
se filtra sarcástico
tintineante entre el amor y la locura
sobresale el pasado y sus alucinaciones.
Un veneno dulce
que alguna añeja canción expulsa
de su melodía
me recuerda las primeras canas
que empiezan a poblarme.
LA VIDA
David Hernández
Un soplo mínimo y eterno
tan largo
como el instante mágico
de una tarde en el campo
cuando mi abuelo
mascando caña dulce recién cortada
me narró su larga historia
mientras un caballo relinchaba
en el patio.
AMOR COSACO
David Hernández
No quedó nada material
de aquél amor.
Sólo deseos
años después
– para el regreso desde la muerte a esta tierra de nadie-
de escuchar a larga distancia
esa misma voz
que confirma mi defunción
inunda de soledad la amarga sonrisa
que nunca más será la misma.
NAUFRAGIO
David Hernández
El amanecer no era motivo de alegría
ni la felicidad de sombras y siluetas
celebrando una fiesta popular en las esquinas
acompañadas de ebrias balalaikas
y acordeones.
La nieve
la presunta próxima primavera
y el ruso sol opaco derritiéndose en la mañana
no borraron de la memoria
los ranchos campesinos que se hicieron invisibles
desde un lejano avión fantasma
la última vez que estuvé en mi país.
Amanecí
en una extraña nube al otro lado de la esperanza,
lejos de mi tribu,
con la egoísta satisfacción del que ha escapado
a una tormenta.
Pobre de mí,
este naufragio en vida,
no tocó ni tocará jamás puerto seguro.
DEL LIBRO APOLOGÍA DEL CINISMO
PALABRA Y TIEMPO
(Paréntesis kantiano)
Federico Hernández Aguilar
Para callar no necesito mi silencio.
Me muevo.
Se mueve la hoja que cae y no lo sabe.
El aire es la denuncia natural del tiempo.
Para callar no necesito mi silencio.
No puedo remover una pestaña
sin tocar un rostro.
La palabra es injusta si la tengo.
Para callar no necesito mi silencio.
Necesito tiempo.
SONETO DEL PERDIDO TIEMPO
Federico Hernández Aguilar
Ahí donde el instante es un recado,
donde muere de prisa una palmera,
el reloj es la duda pasajera
de una caricia que aprendió el pasado.
Vivir y haber vivido: ¿Quién —alado—
sobre las crestas de las horas fuera
visitante de honor en cada esfera,
espacio, tiempo, dimensión o estado?
Pues el minuto, sin querer, devora
las entrañas del tiempo en cada hora
que finge el suave rostro de la espera,
es en los huesos donde el alma, ruda,
penetra los abismos y desnuda
con otra exactitud tu vida entera!
CREACIÓN DE UN ALMA
Federico Hernández Aguilar
I
Acércate…
No temas a la luz.
¿Sabes de dónde vienes,
En qué memoria abreva tu pudor?
No, no huyas…
No te alejes…
La vida te espera
Y su obligación es impacientarse.
II
Tu primera reacción es de temor
Y es porque nada sabes…
La ignorancia es codiciosa compañera:
Desde ya te rondan sus caricias.
Ella estrenará tu carne,
Pero sólo tu carne.
Tú lo estrenarás todo,
Menos el miedo.
III
Ninguna vida es inocente.
(De ello me hablarás a tu regreso).
Por lo pronto,
Asómate
Y no temas…
La eternidad no corre por tu cuenta.
DISTINGUIDAS CARRASPERAS
Federico Hernández Aguilar
Hay quien tose
—recurso de flemas incluido—
bajo la timidez de una ventana,
como jodiendo,
como por gusto.
Y tose con elegancia,
con discreto y amable desenfado,
como extrayendo mariposas del esófago,
sin voluptuosidades abdominales
o posturas forzadas.
Cualquier excusa es buena:
la impertinencia del vicio vecino,
el polvillo de un libro arrinconado,
la pluma de un faisán que se venga,
un mal trago de vino tinto,
el irritante perfume de la Sra. Von Krause…
No es útil pedir pañuelos
porque no hay gripe de por medio
o infecciones de músico precoz.
La mano — cerrada en puño,
convenientemente — basta
para demostrar a los distinguidos comensales
que se puede toser con gallardía,
propiedad y buen gusto.
La invitación al banquete
incluye no comer,
pero es imprescindible atragantarse.
ATLACATL, EL JOVEN, AL ZENZONTLEFrancisco Gavidia
Avecilla misteriosa,
Que así tienes de la hermosa
Un puesto en el corazón,
Dividiendo el señorío
Del que es dueño, que es el mío
De un león;
¿Por qué dejas su camino?
¿Anuncias el mal destino?
Es esperar
Es tormento y es arrobo:
La hizo presa el puma?
Un Lobo?
Algún jaguar?
¡Por el sol!… No puede ser:
Mas es bella y es mujer!…
¿Dime si estamos, por Dios,
En su corazón sencillo,
Sólo los dos, pajarillo,
¿Solo los dos?…
LA FLOR DE IZOTE
Francisco Gavidia
La girándula hermosa
Que suspende al poeta, —
El izote, a que llaman bayoneta,
¿Qué anuncia o qué defiende
Con sus explosión de espadas?
Pues, —la yucca gloriossa
Que sabe en sus raíces el que sabe;
Las llamadas mandioca;
Y del gran Bello "blanco pan" llamadas.
Y hecha pan es cazabe;
Y lo que más bien sabe, —
En la más noble sopa, es la tapioca.
EN LA ÚLTIMA PÁGINA DE EL INFIERNO DEL DANTE
Francisco Gavidia
¡Oh tú que tienes los cabellos canos!
Tú, dime: en el camino de la vida,
¿Nadie llega hasta el fin de la partida
La frente pura, cándidas las manos?
Dime si por ventura son hermanos
Egoísmo y virtud, fuerza y caída?
¿Nunca entran sin terror a la escondida
Mansión de los recuerdos, los ancianos?
El juez, el acusado y el que acusa
Se miran con rubor que a todos quema:
Herencia de maldad ¿quién te rehúsa?
¡Poema del rey Pecado es tu poema!
Dante; ¿quién está en pie?
Tu noble Musa
Clamando sobre todos ¡anatema!
NEUROSIS
Francisco Gavidia
Sabe que es el espíritu un abismo
Y el corazón un mar:Así es que dentro llevo de mí mismo
A la vez una y otra inmensidad.
Mis nervios, arpa viva, en el ramaje
Cuelgan del árbol de mi cuerpo y dan
Un gemido al pasar por su cordaje
La tempestad.
DIMENSIÓN DE LA ESPERANZA
Hugo Lindo
Tierra, madre marchita y ampulosa,
Madre vencedora y vencida,
Regazo de la hiena y de la mariposa,
Del santo y del homicida:
Creemos en tu ruda maternidad, en tu dolorosa
Pasión de ser el sitio de la vida.
Creemos en tu lloro fecundo
Que hace crecer la mies y madura la poma
Y riega sobre el mundo
Con excelsa locura
La virtud, el amor y la aventura,
Y el trino y el color y el aroma.
Y pues somos creyentes de tu rito,
Apáganos ya el grito
Del hombre mutilado, de la virgen desnuda,
Del niño escarnecido y de la viuda…
Brillen de nuevo en la campiña
Los prados de esmeralda,
Y florezca la niña
Que recogía moras en su falda.
Sea dado rezar como otras veces
—mas no al igual que los abuelos
que elevaban sus preces
al reino de los cielos:—
Mezclada la oración con el trabajo,
Vencidos los blasfemos,
Dios será con nosotros aquí abajo.
Y entonces rezaremos,
Puestos a la otra orilla de la guerra,
Con el pecho frutal, con el alma encendida,
Una oración, de pie como la vida:
"¡Padre Nuestro que estás en la tierra…!"
FÁCIL PALABRA
Hugo Lindo
Teníamos que decirnos muchas cosas
Y no hallábamos cómo.
Era mejor así. Corría el tiempo
Y envejecíamos con él.
Y eso era hermoso.
Porque pensando apenas, o sintiendo o pensado
O nada más sintiendo
Adivinábamos
Lo que es el zumo de este testimonio:
Teníamos que decirnos muchas cosas,
Pero ¿cuáles?
¿Y cómo?
HONDURA DEL DOLOR
Hugo Lindo
¡Qué lección aprendiste de la tragedia, oh tierra!
Se te empapó la carne de silencio infinito,
Las cruces te brotaron como árboles de guerra
Y las aves trocaron su canto por el grito.
Sentiste que corría sobre tu piel la ausencia,
Que el llanto de los hombres te calaba los poros,
Que hasta la hierba estaba urgida de clemencia,
Que eran de polvo y sangre los ansiados tesoros.
Viste pasar la inmensa caravana de viudas
Con los hijos a cuestas. Los jóvenes de antes
Retornar con las cuencas vencidas y desnudas,
Con los miembros rasgados, lívidos y sangrantes.
Laceró tus oídos el lamento blasfemo
De aquél que fue a la muerte por el amor asido,
Y retornó a encontrarse con el dolor supremo
De la copa vacía y el lecho envilecido.
Escuchaste el crujido de la máquina fuerte
Que sucumbió al empuje del enemigo artero,
Y al capitán marino que desafió a la suerte,
Lo hallaste entre residuos de carbón y de acero.
LEPANTO
Hugo Lindo
Lepanto. Las galeras venecianas
Tremolan sus pendones. Hay un surco
De fuego entre las áncoras cristianas
Y las quillas del turco.
Ruge la mar, ahita de pavores.
Se alzan las medias lunas y las cruces
Y el aire se ensordece de atambores
Al trueno rojo de los arcabuces.
El jefe veneciano, Barbarigo,
Tiene un velo de sangre sobre el ojo;
Pero aún está de pie, y el enemigo
No ha logrado templar su fiero arrojo.
Don Juan, el Serenísimo, avizora
La galera cristiana en donde está,
Clavada en una pica vengadora,
La cabeza feroz de Alí Bajá.
Al frente de la nave "La Marquesa"
— viva estatua de carne, humano cedro—
Alienta a los titanes de la empresa
El Capitán Francisco de San Pedro,
Cuando del fondo del navío, advierte
Surgir una figura desolada
Cuya color es de amarillo-muerte,
Que sólo tiene vida en la mirada.
DE A VUELO DE PÁJARO
José Luis Valle
I
Nunca la magia
Ha necesitado de magos
Ni apologistas
II
Hoy,
La magia pura
Purisísima
Hizo su arribo
Al jardín Munés.
Frente a frente
La vi
Y por
Eso
Intento
Dejar
Constancia, confesión
Escrita, jurada.
III
Son
Dos pichones de tórtola.
En el corazón de un clavelero.
Desnudos. Íngrimos. Sin plumas.
Sin seguro de vuelo.
Mucho menos de vida.
Sin ojos visibles. Sin pañales.
Sin nombre ni apellido.
Menuditos como almendra.
Magia pura. Insisto.
Menuditos, frágiles, indefensos.
Si
Es
Que ya ensayan
Canto,
Ensayan para adentro
En secreto.
Murmurando amores y solfas.
Bisbiseando perplejidades.
Hacia
Adentro. Hacia adentro.
Quedo
Bien quedo.
IV
Porque cantar
Hacia fuera
Es un oficio
Que
Se
Aprende
Lento,
Lento,
Meditando, pausadito,
Piano pianito,
Al oído,
Para decir bien dichos
Los hechos,
Lo que queda del mundo,
Los erizamientos,
La electricidad y los imanes
En la piel de las hembras más hembras.
En fin, en fin
Para decir los puntos y comas
De
La vida,
Sus golpes altos
Y bajos,
La sí y la no justicia,
Las pasiones suicidas,
Los cantos de sirena politiquera,
La demagogia
Y la triquiñuela,
Envueltas en papel higiénico
Y discurso electorero, diarreico.
V
La magia
De la que hoy hablo
Es magia
Sin bemoles
Ni verrugas.
Magia simple y llana.
Sin ases en la manga.
Sin
Máscaras
Ni juegos de cúcara mácara.
VI
Y por esta única vez
Nomás,
Celebro que ningún espantapájaros
Esté de guardia
Ni merodee el nido perfecto
De estos pichones
Síntesis del universo, la existencia,
El beso, la pluma, el vuelo, la nada,
El verbo, la matemática del misterio,
La síntesis
Del todo, el fermento
De filosofías
Y ditirambos.
VII
Digo estas cosas cotidianas,
Rutinarias,
Para que no lo sean tanto.
Para que dejen
De ser
Comunes y corrientes.
Porque al fin de cuentas
Y diatribas,
La poesía
Vale más,
Mil millones de veces más,
Que las bolsas
De valores fraudulentos
De Nueva Cork,
Londres, Roma,
Bonn, México DF, tu madre,
Etcétera.
VIII
Por eso es que estas cosas
Las escribo
Y explicito
Así, sin adornos
Ni pelos en la letra,
Así,
Temblándome la mano
Y los sentidos.
Así. Para que estas cosas
Tan mágicas
De la existencia
Y su reproducción sin tregua,
Sigan enterneciéndonos,
Maravillándonos,
Devolviéndonos la inocencia
Perdida
Hace milenios…
IX
Maravillándonos.
Como al principio del principio.
Cuando el planeta
Y la célula embrionaria, primigenia,
Eran nada más
Y nada menos
Que dos pichones
De Señora Tórtola
Que no cabe entera
En éste
Ni ningún
Otro
Poema.
¿DE HIJOS SUYOS PODERNOS LLAMAR?
José Luis Valle
1
Chico Andá Bañate,
Muerto de una pedrada
Que él mismo le tiró a la vida.
La Pedrina santaneca,
Lavando sus afeminadas arrugas,
Y las manchas visibles de su tristura.
Chinto Chenga de Sesori,
Apuñalado al salir de la iglesia,
Un viernes santo. Por una tortilla.
Changuito, de Sesori, también,
Enamoradísimo de su sombra alcohólica.
La Hierbabuena y su hijo alcapate,
Que arrastraron su indigencia
Por las callejuelas
De San francisco, Ahuachapán.
La Loca amparo en su desamparo.
La Juanita Tanates,
Sacándole ojos y secretos
A gorriones y grillos.
El tío Chilo se cortó las venas
Cuando descubrió pelos
En la sopa
Amorosa.
Fosforito, el carterista de La Vega,
Murió sin encenderse
Ante las sombras ni los asombros.
Fosforito que miraba sin ver.
Fósforo pequeño sin arder.
La Quiebracatres enterrada en petate.
El tío Manuelito Sonámbulo,
Violado por la siguanaba.
El Patas Heladas, incinerándose.
Las hermanas Joroba,
Haciendo bien de ojo
A los adultos más niños
Que las maldecían.
Todos personajes reales
De la amargura popular,
Que nunca tuvieron infancia,
Juventud ni estrella buena,
Siquiera para navidad.
DE LA OTRA CARA DE MONSERGA
2
Personajes de carne y huesos añejos,
Que nacieron y vivieron muriéndose,
Como lunares o pólipos,
A la siniestra de Dios Padre,
Con la vida en un hilo inexistente,
Personajes marginales
Que el sistema maldice
Y condena antes de que nazcan;
El hazmerreír
De la marunta
Y los comegentes más bestias.
A la siniestra de Dios Padre.
En El Salvador de la amargura popular.
CAMINAR
José Roberto Cea
Caminar en las rosases tener un amor especial y rotundo por las blancas palomas;
es olvidar por un momentola caída celeste de la lluvia,es apagar el agua, purificar el cuerpo,nacer para la aurora¡Y retener el sol…!
(Llevar canciones en las manoscomo lámparas de azules encendidosmás allá de la luz y los cocuyos
¡Es elevar un grito de protesta!)Caminar sin caídassobre el vino más dulce de las vocesante el vidrio sin fondo del crepúsculo,frente a la incertidumbre de los viajes¡Es levantar la frente!
Caminar siempre ha sidomi querencia más vieja y desmedida
¡Y aquí estoy…!
MI SOLEDAD
José Roberto Cea
Hoy he visto caer de mis ojos la sombra.
como un viaje cansado;y dejó mi soledadcómo ciudad deshabitada de estrellasy perros que nos ladran;
sin la novia prendida en el recuerdo,
sin el beso primero que nos llenó de asombro,
sin amables señoras que nos dicen:"
—Cómo está, joven, buenos días.—"
Sin éste mundo amargo y cotidianoque nos duele en el pecho,
como la muerte del pastor de caracolesque murió sobre la arena
y apareció su viaje desnudo ante el crepúsculo…
¡Dejó pues la sombra, mi soledad vacía…!
Mi soledad vacía.
Tremendamente sola.sin un grito siquiera.
¡Sin mis huesos!Sola.Sin perfume.
¡Como un lirio quebrado en pleno invierno!
Pura.Como un ángel despiertosigue mi soledad.
ÓPTICA
José Roberto Cea
El poste que distingoen el extremo norte de la calle,
donde mi habitación enciende su ternura,parece un lirio aéreo,
vertical y desnudo,que perdió sus ojos y su lengua.
Un automóvil pasó desesperadoquebrando con su ruido de mariposa negrami momento más puro….
Todo es así, en el instante exactode retener lo amadoo escribirlo en el fondo más rojode la sangre más honda.
BIRTH CONTROL
Manlio Argueta
Esta noche no dormiremos juntos,
Hay sarampión en la ciudad y podrías
Quedar embarazada, cosa grave:
Parirías un monstruo, una flor.
Morirías entonces de pesar
Y yo de frustración me moriría.
Esta noche no dormiremos juntos.
No bese esta piel de perro en celo.
No me hagas caer en tentación.
Podrías concebir lo que no quiero.
Además, mejor vivir sin hijos
¡por Dios! Con tanta mala suerte.
EL PARAÍSO
Manlio Argueta
Fuera de Dios, a todos roe la miseria…
En el día primero, cuando la misma canción en la memoria:
¡El que llegue por último es una sabandija!
¡Pobres de los que faltan!
Pero alguna ventaja hemos ganado. A quienes combaten la pobreza
¡Mil anos de felicidad! Y a quienes la defienden !mil años más!
No es culpa de los hombres que la miseria sea una realidad
Independientemente de nuestros sentidos:
El corazón tiene razones que la razón no comprende.
Fuera de Dios, a todos roe la miseria. Pero no a todos les fue
Dado combatir la miseria a costa de la riqueza de unos pocos.
Las guerras de la propiedad nos hicieron dejar los dientes
En la tierra de los combates, la sangre en las espadas
De conquista.
Pero eso fue en el día primero, cuando la misma canción en la memoria
¡el que llegue por ultimo es una sabandija!
Y los reyes con sus nalgas de nácar y las princesas de sangre
Dudosamente azul. Y las hijas de los gobernantes
Hadas madrinas de la belleza como una vágala niebla metafísica.
¡El que llegue por ultimo es una sabandija!
Y llegan los ostentadores de riqueza en primer lugar
Y no tienen la culpa de su mayor velocidad. Y no tienen
La culpa desde los días de la creación: el árbol
De manzanas, nuestros órganos, la culebra, Adán y Eva
Bellamente desnudos. La miseria es una realidad
Desde los días primeros: Eva con voracidad de pecado,
Adán y su papalota negra en el aire. Pero aquí no pasa nada.
¡El que llegue por ultimo es una sabandija!
Y seguimos llegando. Pero aquí no pasa nada, cada quien
A su cueva, ¡por Dios!
Cada quien a su cueva o comienzo a morder a todos,
Cada quien a su cueva… o comienzo a morder a todos.
HORA DE LA COMIDA
Manlio Argueta
He aquí la mesa donde comemos todos… Yo se muy bien,
Afirmar la pobreza es una forma de multiplicarla. Pero si digo
Historia de familias comenzare diciendo nosotros somos pobres,
Pobres como decir mañana será otro día,
A sabiendas
Que no es una verdad absoluta.
He aquí la mesa donde comemos todos; mis hermanos, mi madre,
Mirándonos con ojos
De personas solitarias, deseos de convertirnos en maniacos depresivos.
El bocado que damos es intermedio de parálisis, pues si este día
Pudimos sentarnos a la mesa .que comeremos mañana?
Frente a la sopa de hierbas como antigua postal
Gastada de mirarla mil veces, comer es otra forma
De filosofía y la seriedad
Es un sello que veda la puerta a las verdades;
Nuestro conformismo, manera de arrepentimiento.
En la época de las vacas gordas, los hijos, las madres,
Los abuelos, las tías, cuando llego la fiebre
Nos lo gastamos todo,
Nos lo gastamos todo cuando llegaron las lombrices
Y nos salieron por la boca, la nariz, los ojos.
Para no morirnos de hambre, mi madre, mis abuelos
Se lo gastaron todo.
Tía Lastenia salio volando, mejor manera de eludir responsabilidades.
Solamente la mesa donde comemos todos.
De la vieja familia poco nos reunimos
En la escena de postal: mi madre, mis hermanas
Y esa extraña forma de protesta. La mesa donde un mantel
Descansa su apacible sueno; el agua traída directamente
Del pozo.
Y algo de silencio también; y la repetida fórmula
De seguir más pobres
Quejándonos de la pobreza ¡eso es lo peor!
Pero también mucho de suerte ¡mucho de suerte!
Porque no todas las familias se gastaron una fortuna ni el oro
De los abuelos…
Muchas familias en la pobreza, pero pocas familias
Tuvieron la suerte que gozamos nosotros
De no morirnos de hambre.
PROMESA
Manlio Argueta
Juro no morirme jamás. No sublevarme.
No decir la verdad cuando nos duela.
Ofrecer la mejilla cada vez
Que me ofendan. A los pobres
Daré limosnas. Comeré pan duro
Para ser bueno contados.
Solo dinero (pues no tengo nada)
No habré de repartir… Después morir
Tranquilamente, libre de pecados,
De bronconeumonía o de un callo
En el pie
O de un catarro en el alma.
EPITAFIO SOBRE LA TUMBA PERDIDA
Mario Noel Rodríguez
Los poetas trazan breves abismos con sus espadas de laurel.
En pose de aprisionar algo soñado, besable,
juran recuperar el perdido reino del asombro.
Envueltos hasta los huesos en banderas arrebatadas como fuego,
gastadas de levantarlas por la patria personal,
la cruel de las madrugadas,
la que siempre truncó los regresares.
Rompen en abrazos con la electricidad de los hermanos
y nada más embriagador que los viejos himnos rebeldes.
Tanta vuelta para condenar tanta muerte,
golfa que escarba ciega, absurda,
con derecho a saber nuestros amores y miserias.
HAMBRE
Mario Noel Rodríguez
Sirvo la gelatina a los cercanos-lejanos,
a los lejanos-cercanos,
de fondo esta pared con inscripciones inspiradas en el destierro.
Vuelvan al amor que se enseñó a puñaladas,
ni imaginan el rumor de ser desarmónico,
buscar ventanas en el crematorio de las metáforas.
Tíldeseme de Huidobrofrío.
Huidobrosombra.
Huidobroduda.
Huidobrosismo.
Llámeseme como sea.
No descansaré de invocarlos con mi antena rebalsada de líquenes,
con estos libros que roban horas a los hijos.
¿Me escuchan?
¿Saben que soy sitio habitado por calaveras,
por sombras cruzadas a cañonazos,
por infancias cremadas en dictaduras,
por la voz de mamá pintando semáforos en el cielo?
La poesía los convoca y calla.
Saca de su andar cojitranco, alocadamente,
fotos de las tardes profundas.
Vengan a la prometida mesa,
en el centro se alza preciosa la tortilla,
sol que niega otras hambres.
PARA DESVESTIR A UNA CEBRA
Mario Noel Rodríguez
No hables de paisajes a la más bella de todas.
La sola voz enturbiaría su corazón.
Preferible si el incienso inunda de cortinas,
invade con la tibieza de otrora horizontes.
Besa su asombro,
despacio muy despacio dile su beldad en letras de coral,
corónala con los ojos cerrados.
Cuando llegue la desnudez –portera del paraíso-
cúbrela de mimos
y cuelga la piyama en las estrellas más lejanas.
RENDIJA
Mario Noel Rodríguez
Tufo a vida eterna tiene la amante del Príncipe,
olor a cuello después de la entrega.
No hay métrica para decir sus caderas trabajadas en jade,
el sudor del corazón vibra y huye.
Música barroca entra a su pelo,
querubines entonan lenguas muertas en su soñado ombligo.
Escultores sin patria, al imaginarla, lloran de tanto cielo.
Plebeyos susurramos odas a esa boca perdida en su bermellón,
ignora la dispuesta maquinaria de nuestro oculto volcán.
No es justo que se abandone a la tiranía de su mano.
¡Ave, musa!
¡Ave, soberbia escalera a los infiernos!
DISTANCIA DEL NIÑO A LA ROSA
Oswaldo Escobar Velado
Altura de la rosa detenidapor la mano del niño silenciosa.
De la rosa hasta el niño no hay medida;y del niño a la rosa sólo hay rosa.
En su mano que juega rumorosa,en alas de fragancia sostenida
o en aroma de sombra milagrosapermanece la rosa, consentida.
La rosa para el niño es juguete.
Y la gracia que en ella se somete
En la mano del niño se resume.
Si vuela de su mano primorosa,
Es que el niño creyó era la rosa
Su blanca papalota de perfume.
DISTANCIA DEL NIÑO AL CIELO
Oswaldo Escobar Velado
El cielo sobre el niño está en el niño.
El niño bajo el cielo está en el cielo.
El niño para el cielo es un cariño.
Y el cielo para el niño es un anhelo.
En la mano del niño es el pañueloun pedazo de cielo en desaliño.
La nube es un pañuelo en el corpiñodel día que perdió su guardapelo.
Ni distancia, ni beso, los separa.
El niño toca con su mano clarael cielo que se abre en cada rosa.
Hay un niño en la estrella que más brilla,
y un cielo hay escondido en la mejilla
y en la frente del niño que reposa.
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