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El Cigarro. Historia y Cultura

Enviado por andresprovenzano


    1. El Cigarro. Historia
    2. Proceso de elaboración del cigarro
    3. Recolección y tipos de tabaco
    4. Variedades de tabacos
    5. Del campo a la fábrica
    6. Curación al aire
    7. Primera y Segunda fermentación
    8. Despalillo y clasificación
    9. Oreo y enterciado
    10. La elaboración de tabacos torcidos
    11. Tripa, capote y capa
    12. Preparación
    13. El rezagado
    14. La liga
    15. El torcido
    16. El torcido manual
    17. Los formatos (el vitolario)
    18. Las variantes
    19. El control de calidad
    20. El escaparate. La escogida
    21. El anillado, fileteado y terminado
    22. Saber de Cigarros
    23. Conservación
    24. Fumada. Corte. Encendido
    25. Bibliografía

    El Cigarro

    Historia del Cigarro

    Cristóbal Colón

    El 28 de octubre de 1492 fue una fecha clave en la historia del tabaco. Ese día, Colón y sus naves llegaron a la bahía de Bariay, cacicazgo de Maniabón, en la costa noreste de la isla de Cuba, al norte de la actual provincia de Holguín. "…Es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto…" escribiría luego Colón en su diario, impresionado por el esplendor y la variedad de colores que le ofrecía la tierra que acaba de descubrir.

    Unos días más tarde Colón, como era su costumbre, mandó a dos de sus hombres, Luis de Torres y Rodrigo de Xerez, a explorar la zona circundante y, si era posible, contactar con los emisarios del Gran Kan. Colón aún creía que había llegado a las Indias, y su única obsesión era reunirse con dichos emisarios para llevar a cabo la principal misión que le habían encomendado los Reyes Católicos: firmar un tratado comercial.

    Entre los días 2 y 5 de noviembre, los dos exploradores recorren la zona próxima al lugar de desembarco y se encuentran con los habitantes de la isla, los indios Taínos. Una de las cosas que más les llama la atención es ver a hombres y mujeres aspirando el humo de unos cilindros de hojas secas.

    De regreso a Playa Blanca, en la bahía, relatan a Colón lo que han visto y éste hace la siguiente anotación en su diario el día 6 de noviembre de 1492:

    "…Iban siempre los hombres con un tizón en las manos (cuaba) y ciertas hierbas para tomar sus sahumerios, que son unas hierbas secas (cojiba) metidas en una cierta hoja seca también a manera de mosquete…, y encendido por una parte del por la otra chupan o sorben, y reciben con el resuello para adentro aquel humo, con el cual se adormecen las carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes… llaman ellos tabacos".

    Hay que destacar las palabras "cuaba", "cojiba" y "tabaco" que utiliza Colón en su diario. Se cree que "cojiba" (también cohiba, cohoba o cojoba) es la palabra taína que designaba al mosquete o rollo de hojas secas que fumaban, el primer nombre del cigarro. "Cuaba" hace referencia a un arbusto del Caribe que aún hoy se utiliza en el campo para transportar fuego de un lugar a otro y para encender hogueras, debido a su extremada combustibilidad. Y "tabaco" era el nombre del tubo en forma de "Y" con el que los indios aspiraban tabaco en polvo, aunque hoy es la palabra que se usa en Cuba y República Dominicana para decir "cigarro".

    Se cree que la planta de tabaco, la "Nicotiana Tabacum", es originaria de la zona del altiplano andino y que llegó al Caribe unos 2.000 ó 3.000 años antes de Cristo. Cuando Colón llegó a América, la planta ya se había extendido por todo el continente y casi todas las tribus y naciones de América habían tenido contacto con el tabaco y tenían con él una relación más o menos intensa.

    Lo utilizaban en sus ceremonias mágicas y religiosas (los chamanes lo usaban para entrar en trance y ponerse en contacto con el mundo de los espíritus), en medicina (hacían cataplasmas para curar afecciones de la piel) e incluso había tribus que lo consumían como alimento. Fruto de este intenso contacto de los indios con el tabaco, los españoles se encontraron con un sinfín de palabras que designaban al mismo, cada una en una lengua o dialecto diferente: yoli, petum, picietl, cumpai, tobago, etc.

    Siglo XVI – XVIII

    Los primeros tiempos del tabaco no fueron impresionantes. La colonización, el establecimiento de ciudades, puertos y bases comerciales eran prioritarios. Cuando empezaron a crecer estos asentamientos debido al comercio y a la afluencia de colonos, la principal preocupación de las recién creadas "ciudades" fue la obtención de alimentos para mantener a su creciente población. No cabía el cultivo de una planta que no era comestible. Pero poco a poco, las colonias superaron la necesidad de una economía de subsistencia y sus habitantes pudieron dedicarse a otras actividades, entre ellas el comercio, especialmente el de los excedentes agrícolas y el de los nuevos y exóticos productos de lujo provenientes del Nuevo Mundo.

    Pero Colón y sus hombres ya habían mostrado al mundo el tabaco y, poco a poco, este empezó a ser conocido y apreciado en otros países. Walter Raleigh, lo llevó a Inglaterra y Jean Nicot, embajador de Francia en Portugal (a él se debe el nombre de la Nicotiana Tabacum), lo introdujo en la corte francesa recomendándoselo a la reina como remedio para sus jaquecas.

    El uso del tabaco se puso de moda entre las clases acomodadas debido a que durante esos primeros tiempos se le atribuyeron infinidad de propiedades curativas, casi milagrosas. Pero no era consumido en forma de cigarro, sino en polvo, una de las formas sencillas en que lo consumían los indios.

    Surgieron los "molinos de tabaco" que se encargaban de obtener el valioso polvo conocido como "rapé" (en francés, raspado), raspando y moliendo la hoja de tabaco que había sido tratada previamente. Esta fue la forma más frecuente de consumir tabaco durante el s. XVI y primera mitad del s. XVII.

    En el Archivo Histórico de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, se constata que los cigarros cigarros elaborados por hombres, arrancan allí en la segunda mitad del siglo XVII (1686), y en la Fábrica de Cádiz, algo más tarde, empiezan a ser elaborados por mujeres, origen de las célebres "cigarreras".

    La manufactura de estos primitivos cigarros manuales no era muy diferente de la actual. Se fabricaban cigarros grandes en los que la capa se sujetaba por sí misma gracias al almidón en el que se humedecía, ganando rigidez y facilitando la introducción de la tripa. Los cigarros medianos de "hila colorada" (otro método para sujetar la capa era atarla con un hilo), muy apreciados en la época, eran conocidos como "papantes", y precisaban de mayor destreza al no recibir almidón. Además, se elaboraban otros cigarros pequeños, que alcanzaron gran celebridad, atados con hila blanca, "a la moda de Cádiz".

    La primera aparición de las anillas se relaciona con la necesidad de tapar el hilo que ataba la capa y evitar que quedase colgando. Más adelante, las anillas se hicieron algo más anchas para evitar que los caballeros se mancharan los blancos guantes al sujetar el cigarro.

    De ahí a que se imprimiera en ellas la marca del fabricante quedaba sólo un pequeño detalle: la invención del sistema litográfico de impresión. Los primeros cigarros Habanos llegaron desde la Real Compañía de La Habana en 1747, incrementándose su consumo en las décadas siguientes.

    Siglo XIX

    Es a partir del s. XIX cuando realmente despega la primera industria tabaquera, la de Cuba. Surgen multitud de "chinchales" (pequeños talleres de torcido de cigarros), de los cuales sólo unos pocos conseguirán triunfar. Pero es durante la segunda mitad del siglo cuando se va a empezar a aclarar el panorama y, a pesar de que siguen surgiendo chinchales, empiezan a consolidarse las grandes marcas clásicas, marcas que han llegado con todo su prestigio hasta nuestros días.

    En 1819 se crea la marca Hija de Cabañas y Carbajal; en 1834 Por Larrañaga; en 1840 Punch; en 1844 H. Upmann; en 1845 Partagás, Ramón Allones y La Corona; en 1850 Sancho Panza; en 1865 Hoyo de Monterrey; en 1875 Romeo y Julieta; en 1882 El Rey del Mundo; en 1884 La Flor de Cano y en 1885 La Gloria Cubana.

    Casi todas estas marcas, además, fueron fundadas por españoles emigrados a la isla caribeña y, hasta 1898, año en que se desencadenó la guerra hispano-americana en la que se perdió Cuba, la industria tabaquera estuvo en manos españolas.

    Tras la interferencia norteamericana en la Guerra de Independencia Cubana, que los "mambises" (los patriotas cubanos) llevaban luchando desde hacía más de una década, la industria tabaquera empezó a ser controlada por empresas norteamericanas.

    También es el s. XIX el momento en el que se desarrollan los vitolarios clásicos, tal y como hoy los conocemos. Destacan las primeras vitolas, la "Corona" y la "Media Corona" (posiblemente dos de las más antiguas), que eran ofrecidos como obsequio a la Corona Española, junto con otras no tan conocidas en la actualidad, como las "Regalías", las "Medias Regalías", los "Imperiales", los "Monarcas", los "Cetros", las "Reinas" y los "Príncipes".

    Al mismo tiempo se desarrollaron las vitolas genéricas tales como las "Conchas", las "Conchitas", los "Elegantes" y los "Trabucos" (de elegante cañón ahuevado o "figurado"). También son dignos de mención los "Vegueros" (sinónimo de cigarro grande de calidad), los "Millares" (de fina punta), las populares "Brevas" y los más pequeños, que tomaron su denominación del mundo de la farándula, los "Entreactos".

    A partir de 1889 comienza la fabricación de los cigarros de forma mecánica, introducida por el nuevo "sistema de prensado Farias de tripa corta". Esto supuso el declive de la elaboración manual por las tradicionales torcedoras o cigarreras. Se empezó por producir un tipo de cigarros medianos, denominados "Especiales Superiores" y "Especiales Finos", que con el comienzo del siglo XX se llamaron genéricamente Farias, alcanzando pronto el reconocimiento popular, dada su alta calidad y precio asequible.

    Siglo XX

    La primera mitad del s. XX es una continuación de la tendencia de finales del s. XIX, casi como un renacimiento del ímpetu de la industria tabaquera, que había sido cortado en seco por la guerra y por la intervención americana. Se crean nuevas marcas y, así, nacen Fonseca y La Belinda en 1907; Bolívar en 1927; Quintero y Hno. entre 1924 y 1940 (la fecha es imprecisa); Troya en 1932; Montecristo en 1935; Flor de Rafael González Márquez en 1936 y Saint Luis Rey en 1940.

    La evolución de las marcas es continuo, y siguen surgiendo marcas nuevas y desapareciendo otras antiguas hasta que llega el año 1959 y, con él, el triunfo de la Revolución.

    El nuevo gobierno reorganiza la industria tabaquera y se suma al progreso de las marcas y la calidad de los cigarros. En 1966 nace Cohiba (considerado el mejor habano del mundo); en 1969 Trinidad, el regalo de protocolo del gobierno de la República de Cuba; en la década de los 70, con el apoyo de SEITA (hoy, parte de Altadis), Quai d'Orsay; en 1996 Cuaba; en 1997 Vegas Robaina y en 1999 San Cristóbal de La Habana. Este resurgir de nuevas marcas es una clara muestra de que la industria está en pleno periodo de expansión y de que el mercado responde y crece de año en año.

    A partir de los años cincuenta de este siglo, se venden en España alrededor de 200 millones de cigarros, que llegan a su máxima expansión en 1975, superando los 1.000 millones de cigarros, tanto peninsulares, como importados desde Cuba, República Dominicana, Canarias, Filipinas, Centroamérica y Brasil.

    En estos momentos, el crecimiento anual del consumo de cigarros ronda el 10% y se ha complementado con la llegada de nuevos tipos de cigarros o "cigarritos": los minis, los puritos y los midis o chicos. Esta nueva moda tiene unos crecimientos espectaculares, llegando al 30 ó 40 % anual, y se destaca como la nueva tendencia en el mundo del cigarro.

    Proceso de elaboración del cigarro.

    Introducción

    Se cree que la planta del tabaco es originaria de América del Sur, de la zona del altiplano andino, y que llegó al Caribe unos 2.000 ó 3.000 años a.C. Siempre estuvo relacionada con las prácticas mágicas, religiosas y médicas de los indios.

    Durante los siglos XVII y XVIII, cuando el tabaco empieza a circular entre el Nuevo y el Viejo Continente y el tabaco proveniente de Cuba empieza a ser reconocido como el de mejor calidad, comerciantes y contrabandistas empiezan a comerciar con tabaco y semillas de contrabando (debido al "Estanco del Tabaco", serie de leyes de 1636), que intentan plantar en otras zonas para obtener un tabaco de igual o similar calidad. El cultivo de esas semillas en otras zonas hizo que las especies se hibridaran de forma natural, por lo que hoy se considera que casi todas las variedades descienden de una u otra forma de la planta cubana original o "Criollo".

    El cultivo

    El cultivo del tabaco es una labor ardua y delicada que requiere de mucha experiencia y trabajo en unas condiciones muy duras.

    Altas temperaturas y humedad, cuidados muy específicos y exigentes (riego, desbotone, deshijado, abono, pesticida, etc.) y escasos beneficios y reconocimientos, no impiden que el campesino se entregue al cultivo del tabaco con toda su alma y un íntimo conocimiento del producto.

    Todo esto, fruto, en la mayoría de los casos, de una larga tradición familiar y de la forma en que se vive el mundo del tabaco: como parte intrínseca de la cultura popular, surgida de las raíces taínas y la tradición española y entrelazada con el misticismo llegado de África.

    Así se refiere el escritor norteamericano Samuel Hazard a la dedicación del veguero: "…guiado por los resultados de una larga experiencia transmitida por sus antecesores, el agricultor conoce sin que lo sepa explicar científicamente, la manera de aumentar o disminuir la fortaleza o la suavidad del tabaco. Su mano derecha, como si fuera guiada por un instinto, sabe qué brotes hay que arrancar para poner un límite al desarrollo o crecimiento de la planta o que poda es necesario hacer para dejarle sólo las hojas de la mejor calidad.

    Pero el principal cuidado, al que dedican la mayor parte de sus horas de vida, es al exterminio de los voraces insectos que atacan la planta… El veguero pasa noches enteras provisto de luces, librando los brotes que comienzan a abrirse de los destructores insectos. Todavía tiene que librar una más dura batalla contra sus peores enemigos…"

    El semillero

    Durante el verano, Diciembre, Enero y Febrero se empiezan a preparar tanto las vegas como los semilleros, eligiendo terrenos sueltos y bien drenados, preferiblemente cerca de una fuente de agua.

    Debido a que las raíces de la planta del tabaco son muy delicadas, es necesario que los suelos estén muy sueltos, por lo que el veguero debe roturar los campos repetidas veces, consiguiendo al mismo tiempo que el suelo quede suelto y que la vegetación presente (usualmente plantas de tabaco del año anterior) se convierta en abono natural.

    Primero se preparan los semilleros, aplicando fungicidas y herbicidas para evitar el crecimiento de malas hierbas y plantas parasitarias y, en septiembre, se procede a la tirada de semillas. Debido a su diminuto tamaño, la semilla de tabaco se mezcla con arena o ceniza, para que a medida que se va lanzando la semilla el terreno quede marcado. Si la semilla utilizada es buena puede brotar alrededor del 95 ó 98 % de la misma.

    La semilla debe ser regada dos veces al día, tras lo cual se procede a tapar el semillero con paja de arroz para proteger las semillas del sol directo, del viento y de una excesiva perdida de humedad. Tras 45 días de riego, las "posturas" o plántulas tienen unos 15 ó 20 cm. de altura y están listas para ser transplantadas o sembradas en las vegas.

    Se empieza con las posturas más grandes y vigorosas, a las que seguirán las demás a medida que vayan teniendo el tamaño suficiente, pero siempre de forma uniforme, ya que interesa que cada plantación pueda ser manejada en bloque. Es importante regar de forma que la tierra esté blanda y no se dañen las raíces de las posturas al desarraigarlas. Las plántulas se trasladan a las vegas en cajas de transporte.

    Siembra y crecimiento

    La siembra se realiza a partir de octubre en etapas, a medida que las posturas van alcanzando el tamaño adecuado y, además, para dosificar el esfuerzo que representa esta labor y, posteriormente, escalonar los diferentes procesos. Las posturas se van plantando con una separación de 40 cm. entre ellas.

    En esta época empiezan las lluvias, aunque dada la importancia del riego abundante durante esta fase, también se continúa regando para obtener una buena cosecha. Durante esta fase se llevarán a cabo dos o tres deshierbes para eliminar las malas hierbas.

    Los próximos 45 ó 50 días las plantas los dedicarán a alcanzar su pleno desarrollo, pero mientras tanto, serán visitadas regularmente para realizar labores de azada y control de plagas pero, básicamente, para ir eliminando sus yemas terminales (desbotone) y sus yemas axilares (deshijado).

    Estas dos tareas son sumamente importantes y tienen como objeto eliminar el nacimiento de las flores, tanto las de la corona como las que nacen a lo largo del tallo, bajo las hojas, ya que estas consumen una gran cantidad de nutrientes durante su desarrollo, en perjuicio de las partes útiles de la planta, las hojas. De todas formas, siempre suelen dejarse algunas plantas grandes y fuertes con flores para la obtención de buenas semillas.

    En esta fase es donde las plantas de una u otra variedad (Corojo o Criollo) empiezan a seguir procesos bastante diferentes. El tabaco de tripa y de capote, el Criollo, se transplanta a las llamadas vegas de sol. En las vegas se cultiva todo el tabaco de exportación (en forma de habanos), y lo único que cambia es la vega de procedencia. Todo el tabaco es de vega de sol, y las vegas se definen por su calidad, pudiendo ser vegas finas de sol, vegas de primera, de segunda, etc.

    La vega fina se define como aquella que, por las particulares características de su suelo, clima, etc., produce tabaco que, incluso al cabo de cuatro o cinco años de enterciado (almacenamiento en tercios o pacas), mantiene intactas sus propiedades organolépticas, a veces incluso mejorando en calidad con el paso del tiempo. Si la vega es de segunda, el tabaco ya no es tan resistente al paso del tiempo, lo cual no quiere decir que no sea bueno, que lo es, sino que no aguanta tan bien el paso del tiempo y es más difícil añejarlo.

    El tabaco para capa, el Corojo, se lleva a las vegas de tabaco tapado. La hoja para capa se cultiva principalmente en vegas seleccionadas de la zona.

    El resultado es una capa muy aromática, de sabor algo dulzón (típico del tabaco cubano), textura suave y fina y que tiende a los colores claros del centro de mesa de escogida. Las vegas de tabaco tapado son campos normales que se recubren con unas telas blancas y finas de algodón semitransparente a unos tres m. del suelo, para que la planta de tabaco pueda crecer bajo su sombra y, al mismo tiempo, no se torne áspera, gruesa y de color poco parejo por efecto del sol.

    Recolección y tipos de tabaco

    Pasados unos 50 días desde que las posturas fueron transplantadas, comienza la recolección, un trabajo pesado, lento y delicado. Hay que recoger las hojas una a una, a mano, y en cada visita a una planta sólo se pueden coger dos o tres hojas.

    La recolección se hace por cortes, es decir, por pisos foliares (las hojas que están a una misma altura), ya que la planta va madurando de abajo hacia arriba. Las hojas se separan por cortes, ya que su composición química y, por tanto, las cualidades organolépticas que tendrán al final del proceso, varían en función de la altura a la que crecen.

    Suele realizarse un corte por semana aunque, más que por fechas fijas, depende del estado de madurez de la hoja: la hoja empieza a ponerse de color verde claro, se pone horizontal (se acuesta), los bordes se curvan, la vena central se pone amarilla y, lo más importante, al intentar cortarla se quiebra fácilmente, sin oponer resistencia. A medida que las hojas van siendo recolectadas, son llevadas a las Casas de Tabaco.

    Aquí empieza la diferenciación de los tipos de tabaco. La variedad Criollo, destinada a tabaco de tripa y capote, proporciona 4 de los 5 tipos de hoja que se utilizan en la elaboración de un cigarro. El tabaco "volado" o "fortaleza 1" es el que proviene de la parte baja o pie de la planta. Se caracteriza por tener muy buena combustibilidad, pocas resinas, bajo contenido en nicotina, poco aroma y muy poca fortaleza (fortaleza 1).

    El tabaco seco, o fortaleza 2, proviene de la parte central de la planta (centro), y se caracteriza por tener mayor contenido en resinas y nicotina, más fortaleza (fortaleza 2) y menos combustibilidad que el volado y por ser las hojas que más aroma tienen de toda la planta. De esta parte de la planta también suele proceder el capote, seleccionado más adelante de entre las hojas más gruesas y resistentes.

    El tabaco ligero, o fortaleza 3, proviene de la parte superior de la planta (corona), y se caracteriza por tener más nicotina, resinas y fortaleza (fortaleza 3) que ninguna otra hoja de la planta, pero, por otro lado, tiene menos aroma que el seco y es la hoja de menos combustibilidad de toda la planta. De la otra variedad, Corojo, proviene la capa, que se clasifica en función del tamaño (según necesidades de las vitolas), color (según necesidades de la marca) y textura.

    Variedades de tabacos.

    En general existen dos variedades principales de tabaco, el "Criollo", descendiente de la variedad autóctona original, que produce tabaco para tripa; y el "Corojo", exclusivo para capa, que es un híbrido conseguido por un genetista holandés en 1948 en la finca "El Corojo", de la que tomó el nombre.

    En los Centros Experimentales, constantemente se llevan a cabo cruces controlados para obtener plantas más resistentes (especialmente a las enfermedades más devastadoras del tabaco, como son el moho azul, la pata prieta y el mosaico del tabaco), de mayor tamaño y mejor productividad.

    Gracias a esta labor se han logrado variedades de tabaco para capa, derivadas de la variedad Corojo, como son la "Habana 2000", que se utilizan en Cuba, Nicaragua, Honduras, Ecuador y República Dominicana (con muy escasa producción, ya que la capa no se da bien en esa isla), la Corojo '92, la Corojo '98 y la Corojo '99, cepas diferentes que han ido mejorando su rendimiento y su resistencia; y variedades de tabaco para tripa como el Criollo '98 o Criollo '99, y todo lo llamado "Piloto Cubano" o "Semilla Cubana" por los fabricantes de otros países.

    Evidentemente, el Piloto Cubano nada tiene que ver con el tabaco cubano ya que el suelo es determinante a la hora de proporcionar al tabaco sus cualidades. Estas variedades se cultivan en República Dominicana, en el Caribe, Honduras, Nicaragua, Ecuador y otros países de la zona.

    En Cuba se obtiene el mejor tabaco del mundo, especialmente en las zonas de Vuelta Abajo y Semi Vuelta, donde el tabaco de tripa tiene gran fortaleza (el tabaco cubano no se puede medir como los demás, ya que su fortaleza es mucho mayor y cualquier tabaco será suave o medio siempre que lo comparemos con el cubano), un intenso aroma "en caliente" y un característico sabor dulzón (debido a su alto contenido en azúcares), frecuentemente ligado con toques especiados (a pimienta) y una cierta sensación "terrosa" (como si dejara tierra en la boca).

    Las capas cubanas descendientes de la variedad Corojo, que se considera la mejor capa del mundo, sólo la utilizan los cubanos para sus labores, ya que no la venden. Son capas finas y elásticas, de mucho sabor (dulzonas, por lo que combinan perfectamente con el sabor del tabaco para tripa cubano) y con gran variedad de colores, que pueden ir de los claros a los colorados y maduros.

    Del campo a la fábrica

    Todas las hojas de tabaco recién cosechadas deben sufrir una serie de procesos naturales antes de poder ser utilizadas para hacer cigarros o, incluso, ser fumadas. Durante estos procesos de preparación tienen lugar una serie de transformaciones químicas en la hoja que modificarán sus propiedades químicas y físicas y, a su vez, sus propiedades organolépticas.

    El proceso empieza en las Casas de Tabaco, construcciones de madera de techo alto de guano (hoja de palma real), orientadas de este a oeste de manera que el sol sólo pueda dar directamente en sus dos fachadas durante el amanecer y el ocaso, para evitar un calentamiento excesivo.

    Aquí tendrá lugar el secado o curación al aire, al que seguirán la primera fermentación, el despalillo, la clasificación, la segunda fermentación, el oreo, el enterciado o empacado y el añejamiento antes de que las hojas de tabaco abandonen el campo para ir a la fábrica.

    Curación al aire

    Todo el tabaco cubano se cura o se seca de forma natural. Existen otros sistemas más rápidos que utilizan calefactores u otros medios, pero en cuba todo el sacado es natural, con lo cual el tabaco gana en calidad.

    El secado natural es un proceso largo, que exige atención constante, para asegurar que la temperatura y la humedad del interior de la casa de tabaco permanecen bajo control. Si la humedad es demasiado baja, el guajiro rociará el suelo y las paredes con agua para elevar el nivel de humedad y, si ésta es demasiado alta, encenderá hogueras para eliminar el exceso.

    Las hojas recién cortadas se llevan a las casas de tabaco donde se realiza el amarre, atado de las hojas en grupos de dos o tres, que luego se ensartan en una gran barra de madera llamada cuje.

    Los cujes se van colgado en la parte inferior de la casa de tabaco y se van subiendo hacia el techo a medida que avanza el proceso de secado, proceso natural de la hoja al ir deshidratándose, que le dará el color dorado-rojizo característico de la primera parte del proceso de curación. La curación al aire necesita alrededor de 50 días para culminar y, durante el proceso, las hojas llegan a perder un 85 % de su contenido en agua.

    Primera fermentación

    Una vez curadas, las hojas de cada cuje se sueltan y se atan en un mazo llamado gavilla, formado por unas 40 ó 50 hojas, y se llevan a las casas de fermentación. Aquí se colocan en unas pilas o pilones de unos 0,5 m. de alto.

    La humedad aún presente en las hojas es suficiente para desencadenar la primera fermentación, que puede durar unos 30 días. Este proceso reduce la presencia de resinas en las hojas que, además, van tomando un color más uniforme antes de pasar al despalillo y a la clasificación.

    Durante la fermentación debe ser controlada muy cuidadosamente la temperatura, ya que si llega a superar los 35º C, el pilón debe deshacerse para sacudir y airear las hojas antes de volver a ser apilado.

    Segunda fermentación

    Se vuelve a amontonar las hojas pero, esta vez, formando un pilón mucho mayor. La humedad recogida durante la moja, junto con la presión causada por el peso de las hojas, disparan la segunda fermentación, que puede durar hasta 60 días.

    Para controlar este proceso se insertan termómetros en los pilones (también llamados burros) y las temperaturas se controlan diariamente, para que no sobrepasen los valores determinados para cada tipo de tabaco, aunque según el tipo pueden llegar a alcanzar los 50 ó 60º C.

    Este proceso se repite varias veces, cambiando la posición de las hojas en el pilote, de arriba a abajo o al centro, hasta que la temperatura ya no sigue subiendo, lo que indica que la fermentación ha concluido.

    Durante este proceso, el tabaco sufre una transformación química que refina aun más su aroma y su sabor pero, básicamente, elimina el amoníaco y las otras impurezas que contiene.

    Despalillo y clasificación

    En esta parte del proceso se clasifica la hoja por clases y grados. Para facilitar su manipulación, las hojas se someten a un proceso de humectación llamado "moja" o "embetunado".

    Las hojas destinadas a tripa y capote se rocían con el líquido resultante de la maceración de los palillos de la hoja de tabaco en agua, denominado "betún".

    Luego se les retira la parte más gruesa del nervio, dos tercios en el caso de las hojas destinadas a tripa, ya que deben mantener cierta consistencia, y tres cuartas partes en el caso de los capotes, y se clasifican en función del color, la textura, el tipo de hoja, la clase y el grado.

    La textura puede ser mas o menos gruesa, según el tipo de tabaco extraído. El tipo de hoja se clasifica según la clase y el grado.

    La clase se diferencia según su condición, grado de rotura y tamaño, que serán procesados para obtener el capote o tripa.

    El grado, por su parte, se separan según piso foliar del que provienen en secos, son tabacos de fortaleza media que necesitan una fermentación menor; ligeros, tabacos de gran fortaleza que necesitan un grado de fermentación mayor; y volados, tabacos muy suaves que necesitan la fermentación mas corta.

    Las capas se rocían con agua pura y no con betún para evitar que se manchen, pero deben ser igualmente humectadas para que permanezcan intactas (sin romperse por estar secas) tras su clasificación preliminar.

    Su despalillo y clasificación tendrán lugar más tarde, en las fábricas, lo que garantiza que llegarán allí intactas.

    Oreo y enterciado

    Tras los rigores de esta segunda fermentación, las hojas deben reposar en parrilleras (oreo) durante unos días.

    Una vez recuperadas, se envasan en pacas de yute (sacos de arpillera) si se trata de hojas para capote o tripa, y en tercios de yagua (una especie de paquetes cúbicos de hechos con la parte de la hoja de la palma real que se sujeta al tronco) si se trata de hojas para capa.

    La yagua, al secarse, tiene la consistencia del plástico duro, y ofrece la mejor protección para las preciadas capas.

    Añejamiento

    Ahora, las pacas y los tercios se trasladan a almacenes donde reposarán de uno a dos años, tiempo durante el cual se produce un proceso de envejecimiento que sirve para que el tabaco se vaya asentando y alcance las condiciones ideales para ser utilizado.

    Periódicamente, se fumigan los almacenes para evitar la proliferación de insectos (especialmente la temida carcoma del tabaco) y otras plagas. En el almacén el tabaco está identificado por su variedad, su corte (piso foliar), la vega de procedencia, el año de la cosecha y el tiempo de fermentación, todo lo cual es de suma importancia para garantizar la consistencia de las ligas.

    Ahora, las hojas de tabaco ya están listas para abandonar definitivamente las vegas y emprender el viaje hacia las fábricas y convertirse en cigarros habanos.

    La elaboración de tabacos torcidos.

    Introducción

    La elaboración de los cigarros, cigarros o tabacos (como llaman al cigarro en Cuba y República Dominicana) sigue haciéndose como se hacía a mediados del siglo pasado.

    Han podido cambiar los formatos que están en boga, los sistemas de fumigado, los cajones (cajas) y los sistemas de conservación, pero la elaboración cubana sigue basándose en lo mismo: el torcedor, la tabla de rolar, la chaveta, la guillotina y el molde. Y decimos "elaboración artesanal" porque es la única que sigue haciéndose de forma totalmente artesanal, como hace 150 años.

    Aquí, haremos un recorrido por las diferentes etapas de la elaboración de un tabaco torcido (cigarro), pero es muy complicado describir el torcido. Se tiene que ver y, aún así, es difícil creer que se pueda hacer de una forma aparentemente tan sencilla una operación tan complicada.

    Tripa, capote y capa

    La tripa

    La tripa es el alma del cigarro, el núcleo del que surgen el aroma, el sabor y la fortaleza. La tripa es donde se combinan hojas diferentes, cada una con una serie de propiedades distintas, para formar la liga o ligada (mezcla).

    La planta del tabaco se divide en tres partes: el pie, el centro y la corona. Cada zona da un tipo de tabaco. De la base vienen las hojas más viejas, que dan tabaco "volado" o "fortaleza 1", caracterizado por ser de poca fortaleza, tener poco contenido de nicotina, gran combustibilidad y poco aroma. Aporta, por encima de todo, combustibilidad a la ligada; del centro de la planta se obtiene el tabaco "seco" o "fortaleza 2", más fino, con mayor contenido de nicotina y resinas, más fortaleza, menos combustibilidad (debido a las resinas) y mucho aroma.

    Su principal cometido es ese, aportar aroma; y la corona produce tabaco "ligero" o "fortaleza 3", que son las hojas más nuevas, las de mayor fortaleza (contienen más nicotina), más sabor, menor aroma y poca combustibilidad (tienen muchas resinas). Proporcionan la fortaleza.

    Combinando estos tres tipos de tabaco, los maestros tabaqueros, crean ligas nuevas o dotan a las diferentes marcas de una continuidad y de un estilo propio, de manera similar a la del "coupage" en los vinos. Puesto que las hojas de tabaco son diferentes cada año (la temporada puede haber sido más seca, más húmeda, más cálida, etc.), ellos deben encontrar las ligadas que garanticen continuidad en cada marca y en cada vitola.

    El capote o capillo

    El origen del capote es intrascendente a efectos prácticos, ya que influye poco en el aroma, sabor y fortaleza del cigarro (entre el 3 y el 5%). Lo que se busca en el capote es que sea resistente y sujete bien la tripa y, si es posible, que añada algo de aroma y combustibilidad al cigarro, para redondear la ligada.

    Si esto no es factible, se intenta que sea muy neutro (en cuanto a sabor, aroma y fortaleza) para que no interfiera con las características del cigarro, por esto suele ser hoja de la misma procedencia que la tripa, aunque de pisos foliares concretos, de la zona limítrofe entre el centro (seco) y el pie (volado).

    La capa

    El caso de la capa es diferente, ya que, de alguna manera, sí influye en el sabor. La capa es la hoja que está en contacto directo con la boca, por lo que su sabor nos acompaña durante toda la fumada, dejando un regusto, que no debe confundirse con el sabor de la fumada.

    Pero lo que más llama la atención, lo primero que nos entra por los ojos, es su aspecto. De ahí que se intente que la capa tenga el mejor aspecto posible: color uniforme, textura suave y sedosa, pocas venas y, además, poco marcadas, etc.

    Tres son las variedades de capa con más renombre. La variedad Connecticut, muy fina, de color claro y muy parejo, de sabor amargo, que viene de EE.UU. y, últimamente, de Ecuador, donde es más oscura y menos amarga, es la más utilizada a pesar de su elevado coste.

    La variedad Corojo, un híbrido desarrollado en Cuba en 1948, muy fina y flexible, algo más oscura y con más variaciones de color que la Connecticut, pero de un sabor dulzón que combina perfectamente con el tabaco cubano.

    Y la variedad la variedad Sumatra, derivada de las plantas que los holandeses llevaron de América y Asia hace siglos.

    Es la variedad de capa más importante del mundo en cuanto a cantidades producidas, destacando las "subvariedades" Java Besuki NO (NO son las siglas de una contracción de origen holandés que quiere decir "cosecha lluviosa"), que se cultiva en Java, la Vorstenlanden y, últimamente, la T.B.N., que es una mezcla de Sumatra, Java y Vorstenlanden.

    El sabor y el aroma de la capa son muy importantes para el fumador. En cuanto al aroma la capa suele ser una hoja muy aromática y/o de buena combustibilidad (volado o seco), y proporciona un regusto que se mantiene a lo largo de la fumada, ya que está en contacto directo con la saliva, donde se disuelven las sustancias que transmiten el sabor.

    Preparación

    Preparación de la tripa, el capote y la capa

    El primer paso en la fábrica es la recepción y acondicionamiento de las hojas de tabaco a medida que llegan las pacas y los tercios tras su añejamiento. El añejamiento es diferente según el tipo de hoja: un año para los tabacos volados, hasta dos años para los tabacos secos y el capote y dos o más años para los tabacos ligeros. Se abren las pacas y los tercios y se separan las hojas unas de otras, ya que llevan alrededor de dos años prensadas y añejándose.

    En el caso de las capas, el trato es muy cuidadoso, ya que la apariencia y calidad es lo que da la primera impresión del cigarro. La delicadeza de estas hojas requiere cuidados extremos para poder restaurar su flexibilidad y sedosidad antes de someterlas al despalillo, escogida y clasificación, por lo que son sometidas a una moja especial durante las primeras horas de la mañana (cuando están más húmedas debido a la humedad captada durante la noche). Primero, las hojas agrupadas en fajos se llevan a la sala de zafado, donde son despegadas unas de otras (zafado) y son humedecidas con agua finamente pulverizada para que recobren la elasticidad.

    Tras la moja, el sacudidor sacude los fajos para eliminar el agua sobrante. Luego se llevan a la sala de oreo, una sala especialmente acondicionada a 32º C y 92 % de humedad, donde se cuelgan los fajos 3 ó 4 horas para que la humedad se distribuya uniformemente. De aquí pasan a las cajas de reposo de capa, cajas especiales forradas con níquel o plástico, para que adquieran toda la elasticidad y suavidad que necesitarán durante el despalillo y el torcido.

    Tras este reposo van a las despalilladoras, que retiran la vena central o "palillo", dividiendo la hoja en dos mitades. Luego van a la sala de rezagado.

    La tripa y el capote, que no dependen de su aspecto para llevar a cabo la función que se espera de ellos (no importa si están rotos o si su color no es uniforme), no requieren de una moja adicional, así que son llevados a una sala de zafado, donde las hojas se despegan unas de otras.

    La fumigación.

    El tabaco es fumigado con una sustancia totalmente inocua, que no altera ni el sabor ni el aroma, para evitar el desarrollo de hongos e insectos. Esta operación se lleva a cabo cuando llega el tabaco desde las vegas y se repite para todo el tabaco que permanece más de 45 días en la fábrica, ya que ese es el ciclo normal de fumigación en las fábricas.

    El rezagado

    En la sala de rezagado empieza ahora el proceso de selección y control de calidad de la hoja, por tamaño, por tipo y, en el caso de la capa, por color o por roturas (si una hoja grande de capa está rota y ya no puede ser utilizada en una vitola de gran formato, es separada y se utiliza en el torcido de vitolas más pequeñas).

    La liga

    Liga o Ligada

    Se llama ligada a la mezcla de 2 ó 3 tipos de tabaco, volado, seco y ligero, que componen la tripa de los cigarros. Se combinan estos tipos de tabaco de manera que cada vitola de cada marca tenga unas características específicas y distintivas.

    Los encargados de hacer las mezclas son los llamados maestros tabaqueros y la composición de la ligada es uno de los secretos más bien guardados de las fábricas, donde se preparan en la famosa "sala de ligas". El tema parece sencillo, pero se trata de que las ligas tengan una continuidad en el tiempo, es decir, que con el tabaco cosechado cada año se consigan los mismo sabores, aromas, etc. , año tras año, en cada vitola.

    Y aquí empiezan las dificultades. Cada año la cosecha es distinta, más seca o más húmeda, debe ser fermentada y añejada en función de las condiciones ambientales reinantes en la época de la recolección y, por tanto, las hojas tienen características distintas de un año a otro.

    El maestro tabaquero debe ir probando el tabaco de que dispone cada año y hacer la misma liga (modificando los porcentajes de cada tipo de tabaco si es preciso) que da a cada vitola sus características esenciales. Es un proceso muy similar al del "coupage" en el mundo de los vinos. Es casi imposible hacer que sean iguales, pero el maestro tabaquero debe hacer que sean lo más parecidas posible.

    El maestro tabaquero es el encargado de controlar el progreso de cada tipo de hoja, y solamente cuando alcanzan la perfección las acepta en el departamento de ligas. En esta sala reina una seguridad absoluta, ya que es aquí donde se guardan las ligas o ligadas (mezcla de tabaco de uno, dos o tres tipos que forma la tripa del cigarro), verdaderas recetas secretas de las marcas de Habanos.

    El maestro tabaquero es una de las personas más importante a la hora de hacer una ligada. Es un experto en el tema del tabaco, un hombre con muchos años de experiencia y con un conocimiento profundo de la hoja. Su misión es elaborar las ligas cada año para mantener una continuidad en cuanto al aroma y sabor de cada vitola concreta en cada marca específica.

    Debe combinar las hojas que recibe en el año para que las características de la vitola se mantengan, si no constantes, lo más parecidas posible de un año al otro. La dificultad estriba en que las hojas no son iguales cada año, y sus cualidades pueden variar ligeramente, por lo que los porcentajes y cantidades deben ser modificados con cada nueva cosecha.

    También es el principal artífice de las nuevas ligadas para las nuevas vitolas. Él se encarga de adaptar una liga al formato que le han pedido que diseñe, teniendo en cuenta la ligada en relación al formato requerido (la longitud y el cepo).

    Una vez el tabaco se ha clasificado, pasa a la sala de pesaje, donde se miden con total exactitud las cantidades de cada tipo de tabaco (volado, seco, ligero, capa y capote), que conformarán la liga para cada vitola que debe producirse.

    Las ligas se componen usando uno o más de los tres tipos de tabaco con que se hace la tripa, combinándolos para que cada vitola tenga sus propias peculiaridades y cualidades.

    Las cantidades y tipos de tabaco que compongan la liga determinarán las características del habano, ya que el tabaco volado se utiliza para dar combustibilidad al cigarro, el seco para dar aroma y el ligero, para dar fortaleza.

    El capote, que sirve para mantener la tripa unida, y la capa, que sirve para dar esa presencia y ese acabado perfecto que necesita el cigarro, prácticamente no afectan al sabor y al aroma del cigarro.

    Las cantidades de cada tipo de tabaco necesario para la manufactura de una vitola específica son pesadas exactamente y entregadas a cada "torcedor" (el que enrolla los tabacos o los "tuerce") para la elaboración de una cantidad predeterminada de cigarros de esa vitola, generalmente 50 cigarros o "media rueda" (también se les llama "mazos", pero los mazos pueden ser de 25 ó 50 cigarros indistintamente).

    El torcido

    La galera es el corazón de cualquier fábrica de tabacos. Es aquí donde los torcedores, clasificados de acuerdo con su destreza, crean las diferentes vitolas de los habanos.

    Sus únicas herramientas son una tabla de rolar (sobre la que se enrolla el cigarro), una cuchilla con forma de media luna llamada chaveta (para recortar las hojas), una guillotina (para cortar el largo del cigarro a medida), un pote de goma vegetal (goma de tragacanto, insabora e inodora, con la que se pega la perilla), una prensa, los moldes y, sobre todo, sus manos y su habilidad y experiencia. Además, se le entrega la cantidad de hoja necesaria para torcer 50 tabacos.

    La producción media diaria de estos artesanos es de unos 120 cigarros, aunque para las vitolas más difíciles (Gran Corona, Prominente y Julieta) no suelen superarse los 60 cigarros diarios en el caso de los mejores torcedores.

    Con las hojas en sus manos, los torcedores empiezan a torcer o enrollar los cigarros. Primero, deben colocar las hojas adecuadamente en la palma o palmearlas, para que se distribuyan correctamente y se puedan empezar a torcer.

    El torcido debe ser llevado a cabo con gran cuidado y coordinación entre las dos manos, pues si las hojas quedan retorcidas (se enrollan más por un lado que por el otro) se puede estropear el tiro del cigarro, y si se reempalman (no quedan agrupadas correctamente y se va cada una por un lado) puede afectar la correcta combustión del cigarro, pues unas hojas arderán más rápidamente que otras y el puro quemará mal.

    Una vez torcida la tripa, se recubre con el capote y se introduce en un molde para que el cigarro vaya adquiriendo forma. Esta especie de cigarro compuesto por la tripa y el capote que la envuelve se denomina tirulo (España) y bunche o bonche (Cuba, Dominicana, América Central, del ingles "bunch", manojo, puñado).

    Los moldes se cierran y se colocan unos encima de otros en una prensa durante unos 15 minutos por lado. Esto tiene como objetivo que el cigarro quede prensado y las hojas sujetas antes de empezar a colocarle la capa, la operación más delicada de todo el proceso. Ahora sólo tiene que colocar la capa perfectamente, recortando la hoja a medida con la chaveta y terminando con el recorte y colocación de la perilla (una prolongación de la capa que recubre la cabeza del cigarro o que termina en una especie de rabito), que se fija con la goma de tragacanto.

    Las Julietas (Churchills), los Prominentes (Doble Coronas) y los Gran Corona (Montecristo A), sólo son elaborados por los más hábiles y experimentados torcedores debido a que, por su longitud (entre 178 y 235 mm.), al torcerlo se ha de mantener el mismo ancho a lo largo de todo el cigarro sin estropear ni su tiro ni su combustibilidad.

    Además, suelen llevar capotes montados, lo que añade dificultad al torcido, y el torcedor debe mantener la sincronización de las manos y el equilibrio en la distribución de las hojas de tripa durante todo el cuerpo. Entre los tabaqueros cubanos a un torcedor puntero, muy hábil y experimentado, se le llama "julietero", ya que es el que hace los cigarros más difíciles, es decir, los de alta regalía.

    Como todo este proceso se hace a mano y está controlado sólo por el torcedor, los controles de calidad suelen ser muy rigurosos y metódicos, y los cigarros que se rechazan no se pagan.

    El torcido manual

    El torcido, el arte de "enrollar" o torcer las hojas de tabaco hasta convertirlas en magníficos cigarros, lo aprendieron los españoles de los indios, junto con los tratamientos que debían darse a estas hojas para que fueran aptas para el consumo. Esos primeros cigarros eran toscos y bastos, pero con el tiempo, los españoles los fueron perfeccionando, los hicieron más estilizados, les dieron mejor aspecto (a saber en que momento se les puso capa para hacerlos más atractivos a la vista) y, finalmente, los cubanos (cuando ya fueron cubanos), acabaron de perfeccionar y pulir la técnica del torcido y acabado de los tabacos (así se llama a los cigarros en el Caribe).

    Cuba sigue manteniendo viva la tradición del verdadero torcido, el torcido tal como se hizo en siglos pasados, con las manos, con habilidad, con atención y con la experiencia y el cariño por el cigarro heredado de generaciones de genuinos tabaqueros.

    En Cuba se sigue torciendo a mano, sin bonchera, enrollando las hojas con las manos y con la única ayuda de una cuchilla semicircular (chaveta), una guillotina para cortar el cigarro a medida y un toque de cola para mantener sujeta la capa.

    El sistema es sencillo de explicar: se cogen las hojas de seco y se ponen en la palma de la mano (empalmar); sobre estas se coloca el ligero y sobre este, el volado, para que ayude a quemar; la tripa se envuelve con el capote para formar el bonche (tirulo); el bonche se colocan en el molde y se prensan (para darles forma circular); se sacan del molde y se encapan; para finalizar, se corta el cigarro a medida y ya está.

    Parece sencillo, pero es una operación importantísima, de la que depende el resultado final del cigarro: su tiro, su combustibilidad, su aspecto…

    Se tarda años en formar un buen torcedor (sólo tres meses con la bonchera) y muchos más en conseguir que sea lo suficiente diestro como para que pueda confiársele la elaboración de los grandes cigarros, los Prominentes, las Julietas, los Laguito Nº 1, las Pirámides… A estos torcedores se les suele llamar "julieteros" porque ya pueden torcer una Julieta con garantías.

    La productividad por torcedor es mucho menor, pero hay que tener en cuenta la componente artesanal del torcido. Se dice que la bonchera aprieta demasiado el cigarro, que no es posible controlar la tensión del cigarro, que se le mete demasiado tabaco, pero el sistema de torcido a mano depende del torcedor, de su estado de ánimo, de su profesionalidad y su destreza.

    Cuba es el único país donde se sigue utilizando este sistema. Y sólo se puede apreciar la habilidad y la dificultad que requiere este sistema viendo como se lleva a cabo, en vivo.

    El torcido manual en el resto del mundo

    El torcido es una parte fundamental del proceso de elaboración de los cigarros manuales, ya que de él depende que el esfuerzo del productor o "veguero" pueda convertirse en un artículo codiciado y apreciado por los buenos fumadores. Es una operación más dentro del proceso fabril, aunque sea una de las más importantes, y en el resto de países productores se lleva a cabo de forma muy diferente a la cubana. En líneas generales, el torcido cubano es, probablemente, el más artesanal y clásico que se lleva a cabo.

    En países de una importancia indudable en cuanto a producción cigarrera como pueden ser República Dominicana, Jamaica, Honduras o Nicaragua, en la "galera de torcedores" se trabaja de distinta manera pero con la misma finalidad: elaborar cigarros manuales de la mejor factura posible.

    En todos los países advertimos diferencias menores respecto al torcido cubano, pero hay una , sobre todo, que es fundamental: el uso de la "bonchera".

    La bonchera es el aparato que se utiliza para preparar el tirulo de los cigarros (llamado en el Caribe bonche o bunche, palabras derivadas de "bunch", la palabra inglesa que quiere decir manojo o montón, para, posteriormente, enrollar adecuadamente la capa sobre el mismo. Esta herramienta, utilizada por el "bonchero", permite hacer con mayor rapidez y precisión los tirulos o bunches, lo que repercute en el torcido a la hora de conseguir mayor homogeneidad en la construcción de los cigarros.

    Los torcedores trabajan en "teams", equipos formados por dos personas con objetivos bien distintos. Uno de los torcedores, llamado "bonchero", se encarga de elaborar el tirulo, bunche o bonche del cigarro, que no es mas que la tripa del cigarro envuelta en el capote, y el otro, llamado "encapador", es el torcedor que se encarga de ponerle la capa al puro. Con este sistema, la productividad aumenta y la labor del torcedor se simplifica bastante.

    El resto de las operaciones que se llevan a cabo en una fábrica de cigarros manuales en el resto del mundo se mantiene prácticamente igual a las que se realizan en Cuba.

    Los formatos (el vitolario)

    Los formatos "clásicos"

    El vitolario que podemos llamar "clásico" se corresponde con las medidas de las vitolas elaboradas en Cuba desde el s. XIX, ya que las marcas de esta procedencia fueron las que primero alcanzaron fama y renombre mundial. Casi todas las vitolas actuales se basan en las elaboradas por los fabricantes españoles asentados en Cuba que, a su vez, se basaron en las que habían empezado a elaborar en el s. XVIII las fábricas de Sevilla y Cádiz.

    Aún hoy se mantienen los nombres de muchas de esas primeras vitolas, aunque sus medidas se han modificado con el transcurso del tiempo, las modas y las preferencias de los fumadores.

    El vitolario el "clásico", se fue completando y definiendo durante la última mitad del siglo pasado y primer cuarto de este, épocas que se corresponden con el auge de la industria tabaquera de la colonia española y con su resurgir tras la independencia de Cuba a raíz de la guerra del 98.

    Algunas de las vitolas más famosas y apreciadas en la actualidad no nacieron hasta bien entrado este siglo, como es el caso de las Julietas (o "Churchills"), creados en honor de Sir Winston Churchill o los Laguito No. 1 (o Lanceros), elaborados inicialmente para el consumo personal de Fidel Castro.

    Y fue, precisamente, el triunfo de la Revolución de Fidel Castro, en 1959, la que origino este pequeño cisma en el vitolario. El autoexilio de los grandes tabaqueros cubanos, su asentamiento en otros países productores de tabaco y el bloqueo norteamericano de Cuba, se conjugaron para crear una situación que favoreció la aparición de nuevas marcas en países que hasta entonces tenían muy poca o ninguna tradición tabaquera.

    A medida que estas nuevas marcas empezaron a ser conocidas, especialmente en EE.UU., fueron alejándose de sus orígenes y adquiriendo características que las diferenciaran de las mucho más famosas marcas cubanas.

    En la actualidad, las vitolas no cubanas mantienen los mismos nombres que tenían antes, pero han ido modificando sus medidas para convertirse en productos bien diferenciados y con personalidad propia. Pero como estas variaciones son mínimas, se considera que siguen siendo las mismas vitolas.

    En este momento, una de las clasificaciones de formatos más empleada en todo el mundo tiene que ver con el grosor o cepo de los cigarros. Precisamente es el grosor lo que interviene decisivamente en muchas de las características más importantes del cigarro durante la fumada, como son el tiro, la combustibilidad o la fortaleza. Esta clasificación agrupa a los cigarros en tres categorías: calibre grueso, calibre medio y calibre fino.

    Las variantes

    Todos los formatos que existen en el mundo, tienen su origen en el vitolario cubano "clásico" que, a su vez, se basa en el primer vitolario creado por los españoles. Desde finales del siglo pasado, pero con mayor intensidad a partir de 1959, año del triunfo de la revolución, muchos cubanos se marcharon de Cuba, entre ellos las grandes familias tabaqueras, y se establecieron en países que contaban con buenas zonas tabaqueras.

    Así, países como República Dominicana, Honduras, Nicaragua o EE.UU., con poca tradición tabaquera hasta la fecha, vieron como una serie de profesionales del tabaco empezaban a levantar de nuevo sus antiguos negocios.

    Aunque no fueron los primeros en hacer cigarros a mano fuera de Cuba, ya se hacían en Canarias, Filipinas, Miami, etc., (por españoles y exiliados cubanos), los exiliados cubanos han sido los primeros y máximos promotores de los cambios hechos en el vitolario clásico. Hoy, la mayoría de marcas no cubanas de cigarros premium tienen medidas que se diferencian de las de Cuba. Así, podemos encontrar cambios, pequeños pero significativos, en medidas tan importantes como el cepo, la longitud o incluso la forma del puro.

    De todas formas estos cambios no complican mucho al consumidor, que ya habituado al vitolario clásico, encasilla el puro que se va a fumar en el mismo, sin darle demasiada importancia a la "nueva medida" que, a lo mejor sólo se diferencia en unos milímetros de largo o de cepo.

    Sobre las razones que han llevado a estos empresarios a cambiar las medidas en las marcas no cubanas, simplemente puede ser debido al deseo de diferenciar sus cigarros de los habanos, un producto demasiado establecido, con el que no pueden evitar las continuas comparaciones.

    Tal vez es su manera de decir que su producto es diferente, que tiene alguna distinción especial y que, por lo tanto, no debe ser comparado con los habanos.

    El control de calidad

    Muestras de la tarea de cada torcedor, varias medias ruedas de las que ha ido elaborando, son seleccionados por el equipo de control de calidad para comprobar tamaño, figura, apariencia, grosor y torcido. Si los cigarros no cumplen las estrictas normas establecidas, son rechazados y no le son pagados al torcedor.

    El control de calidad empieza por la selección al azar de medias ruedas o mazos de 50, atados con una tarjeta que identifica al torcedor, para medirlos. Se mide la longitud, el peso y el diámetro o cepo para cada vitola (los encargados del control de calidad, aunque utilizan cepos en pulgadas para medir los diámetros de forma rápida, recurren al pie de rey milimetrado cuando necesitan hacer una comprobación precisa y siempre se refieren a los diámetros en milímetros).

    Si las medidas no son correctas en un determinado número de cigarros en cada rueda, se descarta el mazo entero y es devuelto a la galera para que las hojas sean reutilizadas en la confección de otras labores.

    Además, se abren dos cigarros de cada media rueda, tomados al azar, y se comprueba la torsión interior de las hojas. Si uno de los dos cigarros está mal torcido, se abre un tercero del mismo mazo, que es el que decide. Si el tercero está bien se acepta todo el mazo, pero si está mal se rechaza entero.

    Esto es algo que preocupa mucho a los torcedores, pues cualquier cigarro rechazado no se cobra, y tampoco se contabiliza en la norma (la producción diaria obligada), por lo que están obligados a concentrarse y a poner todo su saber en cada cigarro. Generalmente, los rechazos son mínimos.

    El escaparate

    De las mesas de los torcedores, los cigarros se trasladan al escaparate, o cuarto de reacondicionamiento. Este es un gigantesco humidor, una habitación entera forrada de anaqueles de cedro y mantenida a la temperatura y humedad ideales para la conservación de los cigarros: entre 16 y 18º C de temperatura y del 65 al 70 % de humedad relativa.

    Aquí, los cigarros reposan un mínimo de tres semanas y, en ocasiones, durante meses, pues es importante que pierdan toda la humedad que han ido ganando durante el proceso del torcido. Cuando ya han recuperado sus condiciones ideales y están listos para ser empacados, se mandan a la escogida o mesas de escogida.

    La escogida

    Los procesos finales en la fábrica están destinados a lograr una presentación impecable del producto. Los tabacos que han superado todos los controles de calidad y han sido aclimatados en el escaparate, son enviados a las mesas de escogida de la sala de escogida, grandes mesas situadas bajo luces blancas que caen verticalmente sobre ellas (para que no haya sombras y no se desvirtúen los colores), donde se procede a clasificar los cigarros por colores y tonos.

    Desde el claro claro o doble claro (verdoso, o "candela", como se dice en Cuba), hasta los que tienden al amarillo, al rojo (colorado), al marrón (carmelita) o al marrón muy oscuro (denominado oscuro o negro), los escogedores clasifican a ojo unas 67 tonalidades distintas. Un segundo escogedor los coloca en un cajón (caja), parcialmente decorado o transitorio, de forma tal que las tonalidades de los cigarros aparezcan de más oscuro a más claro, de izquierda a derecha.

    Al mismo tiempo, selecciona la cara frontal de cada cigarro, la que se verá al abrir la caja, y esos cigarros no podrán ser cambiados de posición durante las etapas finales del proceso en la fábrica.

    Hay que destacar la importancia que se le da a la escogida y a la correcta colocación de los cigarros en la caja, y el mejor ejemplo de esto es el hecho de que los escogedores son los trabajadores mejor pagados de toda la fábrica.

    El anillado, fileteado y terminado

    Desde la colocación en los diferentes envases hasta el anillado (colocación de la anilla) y la colocación de las habilitaciones (decoraciones y sellos de las cajas), en Cuba todo se hace manualmente.

    Los escogedores mandan los cajones en los que han colocado los cigarros a las anilladoras que, bajo ningún concepto, pueden alterar el orden de los cigarros o la cara frontal seleccionada por estos. La anilladora retira el cigarro que tiene que anillar, coloca la anilla en la cara frontal seleccionada, y vuelve a colocarlo exactamente en la posición determinada por el escogedor.

    Una vez terminada esta operación, los cajones van a la sección de fileteado y terminado, donde se les colocan las diferentes habilitaciones que tienen que llevar en función de la marca y la vitola.

    Aquí se colocan: la cubierta (la hoja decorada que va en la parte superior de la tapa del cajón); la vista (la decoración de la parte interna de la tapa del cajón); el bofetón (la hoja que va suelta sobre la primera camada o hilera de cigarros, lo primero que aparece al abrir el cajón); los largueros (la decoración que va colocada sobre la parte frontal y posterior del cajón); los laterales o costeros (la decoración que va colocada a los lados del cajón); los filetes (la decoración que recorre las aristas del cajón); el tapaclavos (la pequeña decoración circular que tapa el clavo que cierra el cajón) y el sello de garantía (la etiqueta verde de garantía que precinta el cajón.

    Han transcurrido algunos años en la elaboración pero, finalmente, otro cajón de habanos, hecho con madera de cedro para que los cigarros puedan seguir su proceso de añejamiento, está lista para que la puedan disfrutar los amantes del buen tabaco.

    Saber de Cigarros

    El tiempo del que dispongamos nos permite elegir una vitola que requiera más o menos tiempo para ser fumada e, incluso, el tipo de vitola que se puede fumar en ese tiempo. Saber catar/degustar un puro es básico para poder disfrutar plenamente de sus características organolépticas (sabor, aroma, etc.).

    El placer que obtengamos dependerá mucho de su conservación y de cómo lo cortemos, encendamos y fumemos.

    Siempre decimos que catar/degustar un puro es algo personal, subjetivo. Aquí vamos a tratar de explicar lo que se "debe" hacer y nunca lo que se "puede" hacer con un cigarro para apreciarlo como se merece. Luego, cada cual disfrutara el cigarro como mejor quiera.

    Conservación

    Las condiciones en que tienen que estar acondicionados los cigarros, son fundamentales para su disfrute: 65% – 75% de humedad relativa del aire, de forma constante, sin entrar en contacto con productos o sustancias, que aun estando envasados emitan olores.

    Hay que recordar que el tabaco es "higroscópico", es decir, que absorbe los olores que lo rodean. También la temperatura es importante, siendo la idónea en torno a 18º y evitando las superiores a 23º, por el mayor desarrollo de las colonias de moho, que alteran su aspecto.

    Fumada

    Comencemos diciendo que el humo del cigarro no se inhala, a diferencia de los cigarrillos, el puro te satisface plenamente mientras paladeas su tabaco en boca y son las papilas gustativas las que a lo largo de la lengua nos transmiten su abanico de sensaciones; dulces, saladas, amargas, etc.

    También hay que decir que por vía retronasal (conducto boca/nariz) apreciamos, además de por las fosas nasales, una gran cantidad de notas y matices del aroma del puro.

    Corte

    Siempre que corte el cigarro utilice una pequeña guillotina o tijera para cortar la perilla del cigarro, de forma tal que la parte inferior de la misma quede intacta, para evitar que la capa comience a desenrollarse.

    Debe recordar dos cosas al cortar la perilla: cuanto más grande el corte, mayor fortaleza y tiro obtendrá de su cigarro; los cortes oblicuos añaden área de absorción, aumentando la fortaleza y el tiro, pero también distorsionan el tiro, ya que se absorbe más por un lado que por el otro, lo que puede hacer que el puro no arda parejo. Nunca perfore la perilla con una cerilla o un palillo, ya que esto comprime el tabaco, afectando su tiro correcto.

    Si desea retirar la anilla del cigarro, espere un tiempo después de encenderlo y, luego, retírela con mucho cuidado, ya que de lo contrario podría dañar la capa.

    Encendido

    Llegado el momento de encender el cigarro es recomendable emplear un encendedor de gas inodoro o una cerilla de madera, una vez la cabeza haya ardido del todo, pero lo más adecuado son las varillas o láminas estrechas de cedro.

    Nunca debe usarse un encendedor de gasolina, la llama de una vela, la llama de un quemador de alcohol o gasolina o una cerilla de cera, ya que todas estas sustancias pueden impregnar con su fuerte olor el cigarro, malogrando su aroma y sabor (por eso la cabeza de fósforo de la cerilla debe arder completamente antes de acercarla al puro).

    Cómo se enciende un cigarro tiene mucha importancia, ya que si se enciende incorrectamente podemos encontrarnos con que no arde de forma pareja. Primero acerque la llama al pie, mientras va rotando el cigarro hasta que se empiece a arder, intentando siempre que no se ahume demasiado la capa. A medida que se forme la brasa, siga rotando el cigarro, para que vaya prendiendo toda la circunferencia (corona) del cigarro al mismo tiempo y no arda más por un lado que por otro.

    Bibliografía.

     

    Lic. Andrés Gonzalo Provenzano

    andres_provenzano[arroba]yahoo.com.ar

    Lic. Javier José Hernando Lobrauco

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