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Vigencia de la ética humanista martiana en el pensamiento de Fidel Castro (página 2)


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No es concebible una educación ciudadana, éticamente comprometida, sin asunción de identidad, como individuo, grupo, generación, sector o clase social a una historia común, respetada en sus raíces, así como a una cultura concebida como resultado, a la vez que premisa, de los valores creados por el hombre en la producción material y espiritual, en el decursar histórico, nutrida por el aporte generoso de diversos orígenes étnicos en su amplio espectro de arte y pensamiento, tradiciones y emociones, lenguaje y creencias, rasgos psicológicos y normas conductuales. La cultura debe ser expresión del progreso social así como suma, logro y resultado de la práctica histórico-social que trasciende la mera acumulación de conocimientos, para ser reflejo de los intereses y necesidades humanas, clasistas y por ende ideológicas, particularmente ético-políticas y humanistas, en un contexto histórico-concreto, lo que le otorga su condición de derecho de todos los hombres a su legítimo acceso, posesión y disfrute.

La cultura, contentiva de un ideal educativo inspirado en el pensamiento progresista cubano, debe manifestarse como rechazo al elitismo cultural, que rebasa la mera instrucción, en busca de su universalización como cultura general integral, portadora de una singular creatividad, adecuada a las peculiaridades de Cuba y a las complejas problemáticas del mundo actual y que percibe en el quehacer propio, un definido componente político, ético, científico y filosófico. Lo que convierte a esta en instrumento de transformación revolucionaria de la sociedad y de la conciencia de los hombres.

Calibrar la vigencia del ideario martiano, pletórico de valores y cultura, obliga a percibir su continuidad, en nuevas condiciones histórico-concretas, en el pensamiento de Fidel Castro, que lo nutre y prolonga.

"La Revolución—escribía Martí a Gómez, en fecha tan temprana como el 20 de julio de 1882, desde su exilio neoyorquino—no es un mero estallido de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento" (1).

Con tan sólo 29 años, el joven visionario iniciaba la tarea tenaz de unir, a las ya reconocidas figuras de la epopeya del 68, ante la previsión de apresuramientos fatales, con la generación de "pinos nuevos", exponentes del relevo generacional imprescindible.

A esa "obra previsora de pensamiento" exhortaba Fidel Castro, el 13 de marzo de 1962, desde la escalinata universitaria al expresar…"… ¿y qué juventud queremos? ¿queremos una juventud que simplemente se compromete a oír y repetir? ¡No! ¡Queremos una juventud que piense!… "(2).

Esta priorización del papel a desempeñar por la lucha ideológica, en un proceso revolucionario, resulta una prédica constante en ambas personalidades.

" O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con las manos y pensar por si propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás, en fin la pasión por el decoro del hombre…o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos" (3) proclama el Apóstol en su discurso en el Liceo Cubano en Tampa, el 26 de noviembre de 1891. .

A su vez, Fidel Castro exhorta al pueblo, el primero de mayo de 1961, a la perentoriedad de…"…no ideal de papagayos, no ideal de labios afuera, sino del corazón hacia adentro…" (4). O cuando proclama 37 años más tarde que…"…no basta tener una idea justa, noble, buena; la suerte es que esas ideas justas, nobles y buenas coincidan con el instante en que la humanidad no se salva si tales ideas no se aplican" (5).

La ética humanista martiana centra su interés esencial en una concepción optimista del hombre, como autor y actor del proceso histórico, condicionada a la fe inconmovible en la formación de virtudes y convicciones, forjadora de personalidad y carácter, en sus ilimitadas posibilidades de perfeccionamiento moral. Lo que le permite afirmar que…"…..a pesar de cuanto digan los pesimistas de los hombres, las apostasías son más raras que las grandes firmezas (6).

Esa aguda percepción de la inagotable espiritualidad humana, fomentadora de sacrificio y entrega, le permitió aglutinar, en medio de banales rencillas y perniciosos recelos, a los veteranos de la contienda anterior, con los pinos nuevos, que ya se empinaban en reclamo de viril protagonismo. Esa misma fe se reedita en Fidel Castro cuando expresa en el acto de inauguración del curso escolar 1997-1998, en Ciudad Escolar Libertad, en La Habana que…"no me desalientan los ejemplos negativos, por el contrario, me hacen feliz los cientos de miles y los millones de ejemplos positivos que vemos en toda partes…" (7).

Esa lúcida concepción humanista presente en el pensamiento de José Martí y Fidel Castro les permitió a ambos, constituirse en fervientes propugnadores de la unidad revolucionaria, al margen de anexionistas y apátridas. Es por ello que el Apóstol le comunica a Mayía Rodríguez, en carta fechada en New York, el 23 de marzo de 1882 como…"…es en verdad, caso de angustia, para todo corazón patriótico y de remordimiento, después de saber cuanto podemos, la menor dilación en congregarnos, con autoridad y fuerza y respeto, bastantes para juntar los elementos revolucionarios del país…no en nombre de un entusiasmo desvanecido e impotente, sino en el nombre de todos" (8).

Ese llamado martiano a la unidad de todos los partidarios de la independencia, excluía a autonomistas y anexionistas, acerca de lo cual advertía con extraordinaria lucidez que…"… urge impedir que la guerra caiga bajo la guía de los que pervierten su espíritu….Si la guerra cae en sus manos, si el último esfuerzo del país es abatido por dejarlo ir a esas manos, no sabremos donde esconder nuestras cabezas culpables. Será nuestra la culpa" (9).

Nuevos pervertidores del espíritu revolucionario, como los denominase el Apóstol, intentan en la Cuba revolucionaria de hoy, apoyados y financiados por sus amos del Norte, el reconocimiento de sus grupúsculos anexionistas, a nombre de una supuesta democracia representativa. Abanderado de la unidad, factor esencial para la propia supervivencia histórica de la Revolución, Fidel Castro proclama el 17 de diciembre de 1960 como…"…todo lo que tienda a dividir al pueblo para hacerle el juego al imperialismo es contrarrevolucionario" (10).

La creación del Partido Revolucionario Cubano, por José Martí, en abril de 1892, significó la fundación de la organización política que permitiera la unidad de todos los cubanos patriotas, premisa imprescindible para el comienzo de la guerra necesaria. Un Partido con una definida proyección política, imbuido de una profunda ética humanista, sin odios al pueblo español, pero resuelto a enfrentar a los gobiernos corruptos y miopes que lo gobernaban.

No es de extrañar por tanto, que figuren entre sus objetivos programáticos…"…el unir en un esfuerzo continuo y común, la acción de todos los cubanos residentes en el extranjero…"…así como…"… fomentar relaciones sinceras entre los factores históricos y políticos de dentro y fuera de la isla" (11) y que se expresa asimismo en el texto del histórico Manifiesto de Montecristi, firmado el 25 de marzo de 1895, por Martí y Gómez, en Santo Domingo, donde se proclama que en el PRC encuentran…"…ejemplar congregación todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo" (12).

La vigencia de esa lúcida concepción martiana, se manifiesta, pasada más de una centuria, en las ideas expuestas por Fidel Castro ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 13 de diciembre de 1997 al valorar que el rumbo unitario del proceso revolucionario debe guiarse…"…en las condiciones, dentro de los principios de Cuba, la tradición y experiencia de Cuba, y dentro del concepto de un solo Partido, espina dorsal de la unidad y con la tradición martiana, porque Martí hizo un Partido incluso antes que Lenin" (13).

Con esas premisas a partir de su fundación en 1965, el Partido Comunista de Cuba se proclama como martiano y marxista, a partir de la integración unitaria de la vanguardia revolucionaria, con militancia anterior en diversas organizaciones, a través de un complejo y a veces traumático proceso y que desarrolla su actividad a nombre del pueblo de Cuba, en condiciones histórico-concretas diferentes, pero muy cercanas en sus objetivos patrióticos.

Resulta igualmente interesante comprobar las singulares coincidencias de José Martí y Fidel Castro, respecto al papel trascendental de la cultura y la educación como garantes de una real independencia y soberanía. Si para el primero…"…educar es preparar al hombre para la vida…"…al…"…poner al hombre al nivel de su tiempo"(14) para el segundo…"…el trabajo de la educación es quizás la cosa más importante que debe hacer el país"(15).

Si para Martí…"….ser cultos es la única forma de ser libres", para Fidel Castro es válido soñar…"…con un mundo que no esté regido por una falsa monocultura, sino un mundo donde subsistan y se desarrollen todas las culturas" (16).

En su escrito acerca de la "Educación Popular", el Apóstol señala un aspecto con plena vigencia en la pedagogía cubana actual cuando afirma que la…"… instrucción no es lo mismo que educación: aquella se refiere al pensamiento y esta principalmente a los sentimientos" (17). Por otra parte, la proyección martiana hacia una educación con estrechos vínculos entre pluma y azada, aula y taller, revive en la Cuba revolucionaria, en las múltiples formas propiciatorias del componente laboral en los diferentes niveles de enseñanza, que tiene en Fidel Castro a su principal promotor.

En comparecencia por el programa "Universidad Popular" de la televisión cubana, el 9 de abril de 1961, Fidel Castro valora como…"…la Revolución le ha dado una importancia extraordinaria y especial a la formación de maestros y profesores…"…dado que…"…le presta más atención a la formación de esos cuadros educacionales que a ninguna otra cosa porque la Revolución considera que en la base de todo, de todo el esfuerzo revolucionario, ha de estar la educación, y que la función más importante de la Revolución es educar y que el trabajo más hermoso y más útil que puede desempeñar cualquier ciudadano en nuestro país es enseñar. Por eso la Revolución eleva el papel del maestro, la función del maestro" (18)

Y que 20 años más tarde reiteraría en el acto de graduación del Destacamento Pedagógico "Manuel Ascunce Domenech" al valorar que…"…el educador no debe sentirse nunca satisfecho de sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que perfeccione permanentemente su método de estudio…tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura…ser maestro significa ante todo, serlo en todos los órdenes de la vida…el maestro está obligado ante todo a plantearse altos requerimientos morales " (19).

José Martí representó la cumbre más alta del pensamiento progresista cubano del siglo XIX que aún nos trasciende por su significación y hondura. Él logró sintetizar, a partir de las premisas del antianexionismo de José Antonio Saco, la progenitura del amor por la independencia de Félix Varela y la estatura ético—patriótica de José de la Luz y Caballero, una definida concepción antiimperialista, que si bien se expresa con diáfana claridad en la carta a Manuel Mercado, en vísperas de su muerte en Dos Ríos, ya se había manifestado desde mucho antes en sus discursos, escritos y epistolario.

Sin lugar a dudas, el basamento ideológico esencial y más afín del pensamiento humanista de Martí y Fidel, sendas cúspides del ideario revolucionario cubano en los respectivos siglos XIX y XX, lo constituye su antiimperialismo militante. Previsores ambos de las funestas consecuencias que para nuestra soberanía representó, y aún representa, el desmedido afán hegemónico de Estados Unidos, desde su propio surgimiento como nación.

El 25 de marzo de 1889 aparece publicada en el diario norteamericano "The Evening Post" su carta, conocida como "Vindicación de Cuba" y que luego recogería éste en un folleto denominado "Cuba y los Estados Unidos". En la misma expresa el sentimiento de los cubanos de la época que…"…admiran esta nación, la más grande de cuantas erigió jamás la libertad; pero desconfían de los elementos funestos que como gusanos en la sangre, han comenzado en esta República portentosa su obra de destrucción. Han hecho de los héroes de este país sus propios héroes, y anhelan el éxito definitivo de la Unión Norteamericana, como la gloria mayor de la humanidad; pero no pueden creer honradamente que el individualismo excesivo, la adoración a la riqueza, y el júbilo prolongado de una victoria terrible, estén preparando a los Estados Unidos para ser la nación típica de la libertad, donde no ha de haber opinión basada en el apetito inmoderado de poder, ni adquisición o triunfos contrarios a la bondad y a la justicia. Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting" (20).

Ese mismo sentimiento antiimperialista, más maduro sin dudas debido a la diferencia de épocas y contextos históricos, lo encontramos en el pensamiento de Fidel Castro, pero al igual que en el Apóstol, despojado de odios, marcando con empeño las diferencias entre el actuar del gobierno norteamericano, como representante de los intereses oligárquicos dominantes en la política de esa nación, a partir especialmente del siglo XX, cuando alcanza el sistema la fase imperialista, y el pueblo norteamericano, portador de encomiables virtudes. Pero en esa lucha la principal bandera la constituye la defensa de los valores, los principios y la conservación del legado histórico del pensamiento progresista cubano.

Como expresase Fidel Castro, en mayo de 1990… "…los que en la historia han tratado de sobrevivir haciendo concesiones, nunca han sobrevivido…" (21). Para enfatizar algo más de un año después…"…con qué nos pueden amenazar a nosotros, que somos los descendientes de Maceo y de Martí, de Máximo Gómez y de Agramonte, del Che, de Camilo, de Abel Santamaría y de Frank…" (22).

El Apóstol, partícipe de la Primera Conferencia Panamericana y testigo excepcional de sus inquietantes resultados, atentatorios a la futura soberanía de su patria, le conminan a escribir a su amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, el 14 de diciembre de 1889, que…"…sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella y con el crédito de mediador y garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría" (23).

Las predicciones del Maestro fatalmente se cumplieron el 20 de mayo de 1902, con la instauración de la república neocolonial, que sólo a partir del primero de enero de 1959, alcanzaría su plena y real soberanía, ante un imperialismo más poderoso y agresivo del que Martí conociera. El antiimperialismo en el pensamiento de Fidel Castro mantiene vivo el legado martiano y la responsabilidad histórica de conservarlo y transmitirlo a las nuevas generaciones. Como éste expresara el 28 de septiembre de 1998, en el V Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución…"…casi desde que se fundó Estados Unidos, sus primeros dirigentes políticos plantearon la cuestión de la ocupación de Cuba entre sus planes. Nuestros antecesores lo impidieron y nosotros tenemos el deber de hacerlo imposible" (24).

El sentimiento internacionalista, solidario y latinoamericanista, de profundas raíces éticas, presente en el pensamiento de Fidel Castro, se engarza con singular relieve, en el más genuino ideario martiano. José Martí en su artículo al diario "La Nación", con fecha 21 de julio de 1886, escribe como…"…razas, lenguas, religiones, todo eso, son vestiduras de quitaipón debajo de las cuales surge, envolviéndolas y dominándolas, la esencia humana" (25). Y que reitera en "Nuestra América", con profundo sentido integracionista y bolivariano, al afirmar como…"…la historia de la América de los Incas hacia acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los Arcontes de Grecia" (26).

A su vez, Fidel Castro reflexiona en el I Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo, el 11 de junio de 1999 como…"…creo en la unión de los países del mundo, en la unión de todos los pueblos del mundo, la unión de todas las culturas en un mundo verdaderamente justo" (27). Para ambos la expresión de "patria es humanidad" encuentra un significado de común trascendencia ético-política.

Las afinidades en el ideario ético político de José Martí y Fidel Castro, como expresión de una continuidad histórica de valores y convicciones, valida la existencia de una misma Revolución, iniciada en la Demajagua, continuada en los agrestes picachos de la Sierra Maestra y vigente aún en la lucha cotidiana y anónima de nuestro pueblo.

Sólo en el rescate de una espiritualidad comprometida, en la formación en valores de las nuevas generaciones, en la lucha intransigente por mantener la eticidad como basamento de nuestra identidad, aún en las condiciones más adversas, es posible salvaguardar el proyecto ético-político que nos abra el camino a la Tierra de Promisión y que sólo el socialismo puede conquistarnos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

(1) Tomado de la obra de Emilio Roig de Leuchsenring, "Martí, antiimperialista". Ministerio de Relaciones Exteriores. La Habana, Cuba. 1961. Página 11.

(2) Discurso de Fidel Castro, en el acto conmemorativo por el V Aniversario del Asalto al Palacio Presidencial por militantes del Directorio Revolucionario, el 13 de marzo de 1957. Obras Revolucionarias No 9. Imprenta Nacional de Cuba. La Habana, Cuba. 1962. Página 9.

(3) José Martí. En Obras Completas. La Habana, Cuba. Editorial Ciencias Sociales, 1975. Tomo 4. Página 269.

(4) Fidel Castro. Acto en la Plaza de la Revolución "José Martí" en conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores., en La Habana, Cuba. Obras Revolucionarias No 16. 1961. Imprenta Nacional de Cuba.

(5) Fidel Castro. Intervención en el XII Foro Nacional de Ciencia y Técnica, efectuado en La Habana, el 21 de noviembre de 1998. En: periódico Granma edición del 25 de noviembre de 1998.

(6) José Martí. Obras Completas (ya citada). Tomo 6. Página 332.

(7) Fidel Castro. Intervención en el acto de inicio del curso escolar 1997-1998, en Ciudad Escolar Libertad, La Habana, Cuba. 1ro de septiembre de 1997. Publicado en el periódico Granma, el 4 de septiembre de 1997.

(8) José Martí. Obras Completas (obra ya citada). Tomo I. Páginas 346 a 348.

(9) Ibídem.

(10) Fidel Castro. Discurso pronunciado el 17 de diciembre de 1960. En: Obras Revolucionarias No 33. Imprenta Nacional de Cuba. La Habana, Cuba. 1960.

(11) Hortensia Pichardo. Documentos para la historia de Cuba. Tomo I. Bases del Partido Revolucionario Cubano. Página 481. La Habana, Cuba. Editorial Ciencias Sociales. 2002.

(12) Ibídem. Manifiesto de Montecristi. Página 485.

(13) Fidel Castro. Intervención ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 13 de diciembre de 1997. Publicado en el periódico Granma, el 18 de diciembre de 1997.

(14) José Martí. Ideario pedagógico. La Habana, Cuba. Imprenta Nacional de Cuba. 1961. Página 32.

(15) Fidel Castro. Inauguración del curso escolar 1997-1998. Ciudad Escolar Libertad. La Habana, Cuba. En: periódico Granma, 4 de septiembre de 1997.

(16) Fidel Castro. Encuentro con miembros de la Unión Nacional de Estudiantes de Belo Horizonte, Brasil., el 1ro de julio de 1999. Periódico Granma, 6 de julio de 1999.

(17) José Martí. Obras Completas (ya citada). Tomo 19. Página 375.

(18) Fidel Castro. Comparecencia por TV, el 9 de abril de 1961, en Universidad Popular. Folleto. La Habana. Cuba: Obras Revolucionarias Nº 9; 1961. Página 19.

(19) Fidel Castro. Acto de graduación del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, en Ciudad Escolar Libertad, el 7 de julio de 1981 Folleto. La Habana. Cuba: MINED; 1981. Página 5.

(20) José Martí. Obras Completas, tomo 1. "Cuba y los Estados Unidos". Página 231.

(21) Fidel Castro. Comparecencia por la TVC con motivo de relatar sus experiencias del viaje a Brasil, en mayo de 1990. La Habana. Cuba: DOR CC del PCC; 1990. Página 9. Folleto.

(22) Fidel Castro. Acto en Matanzas en conmemoración del Asalto al Cuartel Moncada. Folleto. La Habana. Cuba: Editora Política; 1991. Página 13.

(23) José Martí. Carta a Gonzalo de Quesada y Aróstegui. Tomado del libro de Emilio Roig de Leuchsenring: "Martí, antiimperialista", Ministerio de Relaciones Exteriores. La Habana, Cuba. 1961. Página 18.

(24) Fidel Castro. Clausura del V Congreso de los CDR, el 28 de septiembre de 1998. Periódico Granma, 30 de septiembre de 1998.

(25) José Martí. Obras Completas, tomo 10. Fragmento de un artículo a "La Nación" con fecha 21 de julio de 1886.Página 475.

(26) José Martí. "Nuestra América". Obras Completas (obra ya citada), tomo 6. En "El Partido Liberal", México, 30 de enero de 1891. Página 15.

(27) Fidel Castro. Discurso en el Primer Congreso Internacional de Cultura y Desarrollo, el 11 de junio de 1999. Granma, 15 de junio de 1999.

 

 

 

Autor:

Dr C Raúl Quintana Suárez.

Profesor Consultante. Departamento de Humanidades. Facultad de formación de profesores de enseñanza media superior. Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. La Habana, Cuba.

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