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Vigencia de la ética humanista martiana en el pensamiento de Fidel Castro


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    La sociedad contemporánea, en las complejas condiciones de la actual coyuntura mundial, se torna en inusual escenario de un colosal enfrentamiento entre antagónicas corrientes de pensamiento, favorecidas las más dominantes por poderosos intereses económicos y políticos, imperantes en los países capitalistas más desarrollados, que intentan imponer a la humanidad una cultura universal hegemonizadora, portadora de un sistema de valores con definidos intentos transculturizadores, erosionadora de las identidades nacionales y con una logística ideológica de avanzadas tecnologías de la comunicación, apoyada por cuantiosos recursos financieros y propagandizadora del consumismo más irracional y desenfrenado, con todas las implicaciones que ello conlleva a la pérdida gradual de una ética fundacional. Por otra parte, los llamados países del III Mundo, están conminados a la preservación de sus identidades, como perentoria condición de supervivencia, en defensa de sus más autóctonas raíces, en ardua resistencia a la penetración de patrones y paradigmas de una pseudo cultura que amenaza con colapsar la propia existencia de etnias y pueblos de larga existencia.

    Cuba, sometida durante más de 200 años a las pretensiones anexionistas del poderoso vecino del Norte ha resistido con firmeza tales empeños, en épocas diferentes y disímiles contextos, pero siempre con singular heroísmo. Basta remontarse a las raíces histórico-culturales de formación de nuestra identidad cultural y nacional, en los marcos de un proceso de transculturación, iniciado desde el acto violento de la colonización y conquista, signado por el genocidio de hombres e ideas, representaciones y símbolos, bajo el eufemístico título de encuentro de dos culturas.

    Inmigraciones y nuevos asentamientos, forzados unos e impelidos otros por coyunturas económicas, socio-políticas o culturales; implantación de instituciones y costumbres foráneas; la inserción de una multidiversidad de culturas africanas, preferentemente a través de la trata, germen del mestizaje cultural iniciado y prolongado a través de los siglos XVI al XIX resultaron entre otros factores, contexto propicio a la formación de nuestra identidad, con el rol decisivo del ideario ético-político, gracias al aporte de figuras descollantes como José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí, bajo la influencia de los movimientos y corrientes de ideario más progresistas y que se continúa en la etapa de la pseudo-república con sus logros y frustraciones, en el pensar y actuar de personalidades tales como Enrique José Varona, Carlos Baliño, Julio A. Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, entre otras muchas, hasta alcanzar con el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, su más alta expresión, en el humanismo ético del Ernesto Che Guevara y Fidel Castro.

    La eticidad, fundamento clave del pensamiento cubano más progresista en las dos últimas centurias, rectorea, como su basamento esencial, otros rasgos no menos significativos, como el pensar y el hacer filosófico, pedagógico y humanista. Su profundidad, autoctonía, patriotismo y creatividad conserva su plena vigencia, como expresión de continuidad y ruptura, en la Ideología de la Revolución Cubana, que revivifica las ideas del Maestro, gestor de la "Guerra necesaria", negadas a vegetar como antaño, en el mármol frío de celebraciones patrioteras y convites farisaicos de "generales y doctores", como satirizara Loveira en su antológica novela de los umbrales del pasado siglo o como fuente de banales retóricas onomásticas y politiqueras, para retomar su propia esencia, como programa de guía y lucha en la aspiración de profundas transformaciones socio-económicas, en beneficio de las más amplias masas populares.

    Resulta a todas luces evidente el reto que significa para la educación ético-ciudadana y la propia supervivencia como nación, en este nuevo siglo y milenio, el enfrentamiento de la humanidad a un mundo signado por las crecientes desigualdades, y el imperio de la unipolaridad con sus pretensiones hegemónicas. Fundamentado todo ello en un sistema de supuestos valores universales que le sirven de sustrato ideológico.

    Ser ciudadanos compromete y obliga a un sentido de pertenencia patria, cultura identitaria y apropiación de convicciones y valores éticos, que trascienden el mero saldo positivo programático o institucionalizado entre deberes y derechos. Copartícipes de una eticidad basamentada en valores fraguados en el magisterio mancomunado de familiaescuelacomunidad y sociedad, en integralidad pródiga y fecunda. Portadores de las tendencias más progresistas de una época histórico-concreta, acicate de ideales atalayadores y expresión del protagonismo popular, hacedor de utopías. Valores apreciados como la significación que posee para el hombre aquella parte de la realidad que satisface de uno u otro modo, sus necesidades, intereses y fines, tanto materiales como espirituales y que mantienen plena correspondencia con las tendencias más representativas del progreso social, en una época y contexto determinado y se objetivan en acciones, conductas individuales y sociales, conceptos, apreciaciones, juicios, criterios y razonamientos valorativos.

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