Capítulo I. Melodías Secretas.
Loes.
En mi pueblo, Mitit, nunca ocurre nada nuevo, las personas van por las polvorientas y cálidas calles sin ninguna prisa, los caballos a paso lento, inclinan sus rostros ante el ardiente sol. Los niños vienen de sus escuelas, con la lengua de corbata y sus rostros sudorosos; Caminan con pies cansados algunos, y otros llorando el calor del suelo en sus pies descalzos. A veces me pregunto si valdrá de algo tal sacrificio; Pues los maestros son de esos, que por la decepción de estar en un pueblo olvidado, Ven con repugnancia a sus alumnos, y con mucho desinterés toman su labor de educadores.
Toda la gente aquí en Mitit está muy orgullosa del pueblo; dado que es un buen productor de miel. Otros se dedican a la ganadería, y muy pocos de estos al cultivo: Los ancianos siempre dicen orgullosos que Mitit es una tierra de la que mana leche y miel, motivo por el cual los pastores y sacerdotes no temen en decir que es la tierra prometida, y la gente en su totalidad no vacila en darles la razón.
Y de ellos podría decir; que son gente trabajadora, de fuertes valores morales, todos sin excepción asisten a alguna iglesia; Ya sea católica o protestante. Los índices de delincuencia aquí en Mitit son extremadamente bajos, lo suficiente para ser extremadamente aburrido: De lo que yo tengo memoria solo se han dado tres muertes violentas, y esto debido a disputas personales; Ya sea por alguna mujer, o por líneas de terreno, esto segundo es muy poco visto, dado que la mayoría trabaja en los grandes ranchos; Ya sea como apicultores, vaqueros, o campesinos, ¡Siempre en las tierras de los patrones! Recuerdo la vez en que un grupo de jóvenes vaqueros trataron de asociarse, algo así como un sindicato:
dado que no tenían ni la menor idea de lo que hacían, no me atrevo a llamarlo un verdadero sindicato: No había trascurrido aun una semana, para cuando sus padres los habían obligado a desistir de lo que ellos consideraban; ?Una terrible rebeldía?.
Las jóvenes en Mitit son extremadamente recatadas, hasta les podría llamar santurronas, siempre con faldas hasta los tobillos, blusas de tela corriente, el pelo y el rostro muy descuidados, y de cuando en cuando, se ve en sus pecosas caras, alguna sonrisa desprovista de encanto: Lo que si nunca falta en sus cuellos, es un rosario; en el caso de las católicas, y una Biblia de bordes derruidos; en el caso de las evangélicas. Creo que sus únicos ratos de verdadera felicidad, es cuando cantan corillos en sus respectivas iglesias, pues el resto del tiempo caminan con el rostro bajo, y murmurando lo que me imagino son solismos, o alguna oración.
Aunque ese no es el caso de Lilith: Ella es más bien un tanto rebelde, ya que su padre es dueño de un rancho, lo que le ha permitido mandarla ocasionalmente a la gran ciudad: Algo con lo que las otras chicas, ni siquiera se atreven a soñar en sus largas ensoñaciones durante la misa dominical.
Pues como les decía, Lilith se escapa en todo sentido de esta norma: Sus faldas son más bien cortas, sobrepasando la altura de las rodillas, su padre se encarga de proveerle siempre de las ultimas modas disponibles en la gran ciudad, y esto además de perfumes exquisitos, los cuales vuelven locos a los jóvenes de la localidad, su piel es suave y tersa, y su rostro de rasgos delicados. ¡En resumidas cuentas ella es la inspiración de todos en el pueblo! Motivado esto también por sus gustos musicales, apartados en todo de los corillos cristianos, divaga su mente con delicadas melodías de Mozart, y los acalorados valses de Strauss. No se puede decir más de ella, pues la palabra belleza la describe a plenitud.
Así pasan los días en Mitit, entre el azadón, las riendas, y las picaduras.
Mis padres crecieron aquí en Mitit, así como mis abuelos y bisabuelos, yo en particular me he dedicado a una vida solitaria y reflexiva, gusto salir del pueblo y en algunas ocasiones he llegado a la gran ciudad: Recuerdo la primera vez que la vi. Con grandes edificios, asfalto en sus calles. Lo que en aquel momento llame ?Calles en cementadas?, fue allí donde vi por primera vez un avión; Era hermoso, brillante con el pasivo sol de la tarde. La gente caminaba; siempre tan a prisa, y los niños venían de sus escuelas en grandes autobuses, lo que me hizo recordar con algo de tristeza y nostalgia, cuando yo tenía que caminar diez kilómetros bajo el ardiente sol para poder conducirme de la escuela a mi casa. Pues allí todo mundo parecía verme con una extrañeza mordaz, ¡y hasta tenía la impresión de que se reían e mis zapatos derruidos y maltratados por el camino! Recuerdo haber visto unos grandes letreros anunciando lo que a mi juicio era una muy apetecible comida, desistí luego de tal empresa al acercarme y ver de cerca lo exorbitante de aquellos precios. Así que me dirigí a una venta de golosinas, las comí aunque de mala gana, pues sus precios tampoco me con vencieron. Luego corrí rápidamente a la estación de buses, ya que no estaba dispuesto a enfrentarme a los precios de los hoteles de aquel lugar. Sabía que mi regreso seria largo, los cuatro buses que me conducirían de nuevo a Mitit, eran lentos como tortugas y las calles tediosas y monótonas.
Esa fue mi primera llegada a la gran ciudad, un recuerdo fuerte pero ambiguo, cargado de tristeza y asombro, de alegría y limitación.
Aunque eso no creo que afecte realmente a Lilith, ya que cada vez que regresa de la ciudad, su rostro resplandece de alegría, y sus ojos irradian nostalgia por aquellas pulidas calles al observar el seco y polvoriento suelo de Mitit.
Pues esa mañana de domingo todo transcurría con naturalidad, las personas asistían en perfecto orden a sus iglesias: era realmente agradable verlos, todos en filas semi organizadas, a paso lento y constante, movidos por la fuerza invisible de la monotonía. Las mujeres seguro pensaban en los almuerzos que harían ese día, y los hombres, aunque bien desayunados, se deleitaban pensando en la próxima comida. El caso de las jóvenes era un tanto diferente, pues en esas reuniones era la única ocasión en la cual podían ver a los muchachos, los cuales se postraban frente a ellas como ganados de feria, y las veían con ojos picaros y
sonrientes; a lo que ellas correspondían con una penosa sonrisa, la cual ocultaban a toda costa de sus inquisidoras madres. Estas observaban a los jóvenes con apatía, así como fieras sumisas cuidando de sus crías. Yo en lo particular me mantenía fuera, nunca después de mi infancia pudieron obligarme a entrar a la iglesia; nadie se asombró de tal decisión mía, ya que de niño me la pasaba correteando entre las bancas, ¡en clara rebeldía!, y sin el más mínimo interés por la prédica. La verdad yo no veía nada extraño en aquella conducta, pues se que en el fondo los demás niños me envidiaban, no precisamente por mis actos, si no por el valor que a ellos les faltaba para imitarme. En ocasiones uno que otro hacia las veces de levantarse, pero una mirada rápida y sigilosa de sus madres los hacía desistir de tan agradable empresa.
Pues bien así me quedaba yo, como lobo estepario cuidando contemplativamente de mis ovejas. Había decidido ser un observador, y así disfrutar de la libertad del retiro. Solía irme a una loma en la cual crecía un hermoso y verde pasto. Ho como disfrutaba esos domingos en mi torre vigía natural. Ese domingo justamente vi dos siluetas salir a hurtadillas de la capilla, se dirigieron a la parte trasera de esta, y no pude resistir la tentación de observarles. Me acerque pues sigilosamente entre los arbustos, y allí me quedé, detrás de una tupida zarza. Eran pues Lilith y otro muchacho los que allí se encontraban; el la besaba apasionadamente, mientras ella cerraba sus ojos, devorando sus labios como fiera hambrienta. Luego este sin pudor alguno comenzó a acariciar su vulva, la frotaba con fuerza, como si fuera algo eternamente deseado, como si toda su vida hubiera esperado ese momento. Ella solo respondía a esto con leves quejidos.
No me detuve mucho, pues aquel acto era de evidente desenlace, y la privacidad era un derecho innegable, y yo de este ya les había robado suficiente.
Aquella misa dominical término como todas las demás, Lilith entro a ella justo antes de que terminara, y corrió como niña consentida a los brazos de su padre. En esos momentos cuando la iglesia permanecía totalmente vacía, era cuando yo me permitía entrar a ella, ya sea por algún deseo oculto de servir al dios de mis padres, o por contemplar lo que considero la ruina mental de mis contemporáneos, esto segundo siempre me ha parecido más fácil de aceptar. El caso es que en ese día el ambiente en aquella capilla de paredes antiguas y voluminosas, de grueso adobe, de color amarillento; parecía de una muy serena calma, las velas puestas por los fieles en los altares, el eco silencioso e intrigante, ¡y el Cristo!, la bola de madera, carne y sangre; este me observaba rogándome piedad, casi lo veía bajar de su cruz y golpearme hasta la muerte.
Luego un anciano misterioso se postró frente a él, aquel hecho me pareció extraño, dado que los feligreses no suelen entrar hasta el altar del Cristo, pero más extraño fue ver cómo salía humo de su boca, mas parecía estar fumando algo. Me acerque pues a aquel anciano, el cual se vestía de una manera más bien andrajosa, con sandalias de suela, y pantalones derruidos. De su piel emanaba una brillantez y un penetrante olor a sudor. Este giro su cabeza, me observo directo a los ojos ¡penetrantes y vacíos!, su rostro de piel áspera y arrugada esbozo una cálida sonrisa, y sin más preámbulos se levantó, caminando lentamente, de paso ondulante y enfermizo desapareció por el gran portal de entrada.
Observando que este había dejado unos extraños maderos, los coji con mi mano izquierda, y corrí con paso ligero detrás de aquel hombre. Al salir de la capilla vi que se dirigía a aquella mi loma predilecta, lo que me hizo correr aun más a prisa, pues pensé que aquel viejo misterioso no vivía cerca del pueblo.
Ya después de un rato logré alcanzarle, toque su hombro, yo jadeaba por el cansancio, y este se limitó a observarme con ternura. Extendí mi mano para así entregarle los pequeños trozos, pero el la cerro en señal de que los conservase, con lo que me limite pues a observarle con un asombro enigmático. No expreso palabra alguna, y al cabo de un instante me dijo pasivamente:
Gigalmesh: Mi nombre es Gigalmesh, el eco de las montañas, conserva pues estos trozos de natura, son las camas en las cuales anidan las hadas por las noches, y las balsas que conducen a los niños al país de los sueños.
—las palabras de aquel anciano me parecieron más extraños símbolos, que algo realmente elocuente, después de analizarlo por un instante, caí en la cuenta que aquellos palillos servían para fabricar algún tipo de droga, o cuando menos un calmante menor, no pensé mucho en esto sin antes decirle:
Loes: Se que lo adquirido como regalo debe ser apreciado, pero la pregunta del porque no puede huir de mi mente, pues de estos maderos tengo yo concepto vago: ¿acaso me perderán en sueño eterno? O ¿me enloquecerán en profunda cordura?
—al yo preguntarle aquellas cosas al anciano, este achicó sus ojos, me observo con graciosa desconfianza, tomó los maderos de mi mano, y con gran ternura los metió en la bolsa de mi camisa, yo no supe qué hacer ni que decirle a aquel enigmático viejo. Este murmuro unas palabras que no alcancé a comprender, y sin más se volteo y siguió su camino. ¡Así lo veía yo retirarse!, ¡así como cuando salió de la iglesia!, con aquella silueta triste y misteriosa, con paso cansado pero tranquilo se perdió en la espesura del bosque, y penetró en las raíces de mi inconsciente.
Al regresar al pueblo fui nuevamente abrumado por la calidez de la monotonía, los niños jugaban en el parque, ¡todo era pasivo! Hasta que unos niños comenzaron a discutir, sobre quien de ellos tenía el mejor padre, y así transcurría tal plática: el primero con ojos arrogantes y altivos dijo.
Niño 1: ¡Mi padre es mejor!, pues sabe muchas cosas, produce la mejor miel de todo el pueblo, y como sabes la miel es deliciosa.
—Mientras el segundo niño preparaba su argumento, le lanzo al primero una mirada sarcástica y burlona.
Niño 2: ¡Como haz dicho!, no negare que la miel es buena, pero mi padre es un importante ganadero, y esto le permite tener mas dinero que al tuyo, y esto sin contar todo lo que sacamos de las vacas; Leche, carne, cuero.
—Luego este segundo haciendo muecas de grandeza continúo.
Niño 2: Y esto es mejor que las abejas, que solo miel producen, ¡Miel! ¡Miel! ¡Miel!
¡Y nada más que miel!
—El primer niño se quedo pensativo y confuso ¿Seria acaso que aquel segundo tenia razón, y el padre de este era mejor que el suyo? Pensó en esto por un instante mas, para luego responder con toda tranquilidad y una pasiva sonrisa.
Niño 1: Pues mira que tienes razón, tu padre tiene mejor trabajo que el mío. ¡Pero el mío es muy cariñoso, juega conmigo aunque este cansado! Y todas las noches me provee de fabulosas historias, me cuenta de los fabulosos viajes de sinbad el marino, de grandes Ifrits que aparecen a pescadores humildes. ¡No hay día que no duerma pensando en fabulosos viajes, ni sueño mío que no este provisto de visiones fantásticas!
—El otro niño pensó de manera acelerada, ¡no tenía argumento ante aquella realidad!, ¡Sabía muy bien que su padre no le dedicaba el tiempo suficiente! Y con voz un tanto chillona dijo al primero.
Niño 2: ¡Pues mira que eso no es importante!, ¡Es mas aré que te tragues tus palabras!
—Luego de esto, este se abalanzó contra el primero, ¡Comenzaron a luchar! A todo esto yo observaba pasivamente como se golpeaban sin deseo alguno, cuidando exhaustivamente de no provocarse reales daños.
Luego de un rato ambos se calmaron, exhaustos se tendieron en el suelo.
Después de jadear un rato por el cansancio, se vieron a los ojos y rieron a carcajadas.
El segundo le dijo al primero con una amplia sonrisa.
Niño 2: ¡Ven te invito a comer a mi casa!
—El primer niño asintió sonriendo amablemente y dijo.
Niño 1: ¡Esta bien! Y luego vamos a la mía a comer miel de postre, y que mi padre nos relate una historia.
—El segundo asintió y dijo.
Niño 2: ¡Vamos pues! El domingo apenas comienza, y seguro será uno de los más divertidos.
—Y así partieron aquellos dos, ¡al fin y al cabo eran solo niños! Allá iban; Uno con ropas nuevas, y el otro de humilde forma. Se perdieron corriendo alegremente en la distancia. Y mi infancia se fue con ellos, y me perdí en el recuerdo…
—Mi infancia fue siempre solitaria, no es que no jugara con otros niños, solo que la mayor parte del tiempo estaba solo, allá en mi país de ensueño, en mi pasiva lógica. Imaginaba duendes y hadas, observando plantas y objetos. Recuerdo la calidez del hogar, mi madre preparando la comida, ¡Ciertamente una brillante alegría me mantenía en el límite del confort!; Pensaba solo en mis diversiones, aunque de vez en cuando no dejaba de sentir algo de inconformidad hacia mis propias fantasías. No pude más que negar a dios a los 6 años, no se pues si fuera por algún complejo edipico remanente, o un producto de mis ratos de reflexión,
¡Lo cierto es que lo negaba! Pues al verlo comparado con mis sueños de viajar a las estrellas; Ver a dios en esto me parecía inaudito, ¡el infinito me apasionaba!
¡Como quisiera tener pues tal concepción de el en este momento!, ya que su sola idea me tortura, me desquebraja con su paradoja, me hunde en profunda depresión: ¡Pues es tal la tristeza de no poder alcanzarlo!
—Ya después de mi reflexivo recuerdo, vi Unas hermosas flores amarillas, provenían estas de una planta corriente, ¡recuerdo no haberlas visto antes!:
¡estaban allí tan pasivas! El barro mojado en el cual estaban irradiaba toda la belleza del día, ¡su tallo era sutil y serpenteante! Y sus hojas más bien delgadas, Tristes y marchitas. ¡Pero su flor fulgorosa! Retadora ante los rayos del sol,
¡Parecía vivir más, en cuanto más brillante este se volvía! ¡Sonreía pasiva, serena y perfecta!, Me senté frente a ella pues estaba hipnotizado por su belleza, y en un extraño lenguaje me hablaba, y con dulces susurros yo le contestaba.
En dulces susurros.
¡Calida mañana!, hermosa como tus pétalos, fuertes canciones, y tu tallo de sutil encanto. Como parábolas interpretas mis ideas, como lluvia sonrío de melancolía: Son mis lágrimas que cobijan tu encanto, y es este mismo, el que con su armonía me envuelve. Te adoro de miles de formas, y me provees de sutiles placeres.
¡No hay agua que en ti no se purifique!, ¡no hay vertiente que para ti sea suficiente! Pues mi pensamiento no puede entenderte, y por más que fluya interminable, no habrá forma en la cual de ti pueda sacar concepto.
—vi a Lilith y a su padre venir por el camino, y no pude mas que hacer símil de ella y aquella planta. Se la miraba así; tan candida, hasta casi olvido lo que hace rato hacía. Ellos al verme sonrieron pasivamente, y yo les respondí de la misma forma. Creo que esa fue la primera vez en la que ella mi miraba directamente, ¡y ciertamente fue la primera en que pude ver directo a sus ojos! Estos irradiaban un especial encanto; sus pupilas jugaban con la luz del sol, y su sonrisa era aristocrática y tranquila.
No dejo pues su padre de preguntarme del porque estaba yo sentado frente aquella planta; la cual para mi ya había perdido algo de su encanto. Me mareo pues aquella pregunta, y un tanto sorprendido y entrecortado respondí.
Loes: ¡ha… pues nada! Solo aquí reflexionando un poco.
—Luego Lilith dijo majestuosamente.
Lilith: ha… ¡sabes! A mi también me gusta reflexionar de vez en cuando. Pero dime: ¿Qué son esos maderos que traes en tu bolsillo?
— ¡Anonadado me dejo aquella pregunta!, pues para ella no tenía yo explicación lógica. Le dije pues que los había encontrado, y que se los llevaba a mi madre, ya que ella gustaba de coleccionar plantas. Esto hizo sobrevenir en ella la desconfianza; Sabía que estaba mintiendo. Luego con poco interés me dijo que estaba bien, y su padre la alentó a seguir caminando. Yo no olvidaría jamás aquel primer encuentro, y mucho menos aquel extraño y maravilloso domingo.
Me fui pues a mi casa. No podía dejar de sonreír por el camino, ¡los árboles verdes y vivos! ¡Las calles desoladas! ¡El chillido de las cigarras! ¡El sol calido y confortable!
Llegue a mi casa, un lugar más bien humilde. Mi madre cocinaba en un bello fogón, blanquísimo como la luna, suave como las perlas. El techo de teja proveía de una agradable frescura, y el suelo con olor a tierra mojada, no inspiraba más en mí que agradable desenvoltura. Me senté en el sillón bebiendo una taza de café, cerré los ojos, y relajado me quede dormido.
Desperté luego de varias horas, estaba anocheciendo, y la luna llena asomaba en el horizonte. Salí pues rápido de la casa. ¡Se veía hermosa! ¡Complaciente! ¡Como gran ojo nocturno! ¡Como portadora de antiquísimos secretos! Los maderos de mi bolsillo brillaban con una extraña fluorescencia azul, parecían susurrarme al oído palabras incomprensibles, El bosque a mi alrededor me llamaba ¡Parecía como si un harén de hadas sensuales me esperara! ¡Como si rieran de alegría esperando mi presencia! Casi podía verlas, masturbándose frente a mí, y tentándome como súcubos nocturnos, ¡Me poseen! ¡Eyaculó en sus virginales vientres! Me llamaban pues los maderos a aquella magnifica experiencia. Yo caminaba ya sin control, con la conciencia enterrada bajo metros de tierra. Y así me adentré sin causa en aquella negrura enigmática, ¡Y fui como Alicia en el país de las pesadillas!: ¡Misteriosas y bellas! ¡Pérdidas y majestuosas!
Las ramas de los árboles se arremolinaban en torno mío, me tenían como felinos de finas garras, atrapado en aterrador influjo. El suelo suave y fértil, de ramas y hojas. Y un camino invisible me conducía a la más profunda oscuridad. Llegué a un claro: ¡Y allí estaban ellas acariciando sus bellos cuerpos formados de natura! Eran de color verduzco y sutil, ¡Seguramente de edad antiquísima! Enredaderas vestían sus desnudos cuerpos, y bellos lirios adornaban sus cabelleras. Sus pies eran bellas raíces, las cuales jugaban alegres con el follaje, ¡Mas no digo de sus rostros, hermosos sin comparación! De labios oscuros y miradas brillantes. Sus voces incomprensibles se expandían por todo el ambiente, y una música sutil e inaudible adornaba cada una de sus palabras. Los maderos comenzaron a inquietarse, como ansiosos de participar en aquella orgía. Los tomé pues en mis manos, y estos brillaban como soles marchitos, ¡No los contuve y huyeron por el suelo, hasta unirse al cuerpo de aquellas damas! Mis ojos no podían comprender lo que veían, ¡Y mi pene saltaba como loco de ansias! se fugaron pues mis instintos, y lloraba amargamente mi condena, ¡Ya que moverme no podía!
¡Parecía que disfrutaban mi impotencia! Ya que a cada instante más sensuales parecían; ¡Lloraban de placer castigando mi deseo! ¡Mis pantalones fueron presa de mis fluidos! Y mis alaridos rompieron la armonía de aquella instancia. ¡En ese instante ellas pararon! La luna se ocultó tras las nubes, y la penumbra acogió de nuevo mi alma. ¡Baje en un instante a la profundidad de un pozo! ¡Perdí la conciencia!
Al cabo de un rato la luna irradiaba mis ojos, los sucubus se habían marchado, y el bosque me envolvía en una fría neblina, ¡Me encontraba perdido! Los grillos cantaban inquietos, y la luna iluminaba un blanco camino; Lo cojo aunque no supiera su destino, deseaba que me condujera el pueblo, ¡Aunque en mi interior sabía que nada mas lejos de mi deseo era lo que me aguardaba!
¡Loco de asombro me quede al contemplar lo que mis ojos veían!; Una gran torre, de cuando menos cinco pisos. Echa de piedras mohosas y grotescas, de apariencia gótica y endiablada, ¡parecía tan antigua como la misma humanidad!
Una pequeña puerta de madera tosca era su única entrada, Veía yo pues imposible que estuviera habitada. ¡No sabía pues que era más terrible! ¿Dormir en aquella intemperie? O ¿Adentrarme en sus terribles secretos? Escuché entonces una voz suave y fría que me dijo.
La voz: ¡Entra muchacho! ¡Visítame amigo!
—Mi reacción ante aquello fue inmediata, ¡mis carnes se enfriaron al instante! ¡Mi rostro era presa de aterrador asombro! Las bisagras de aquella puertilla se abrieron tenebrosas. Asomo la cara aquel anciano, y la luna cubría su faz de fantasmal blancura. ¡Esto me produjo algo de alegría! Pues tan malo no podía ser aquello. Me pasó delante, y por primera vez pude contemplar aquella instancia; las columnas de libros se alzaban hasta el techo, ¡Eran volúmenes antiguos, portadores de secretos incalculables! En el pequeño escritorio del anciano se encontraban varios de estos, como si en aquel instante el viejo se entregara a sus mundos ocultos. Me invito pues a sentarme, ¡Yo no podía dejar de ver su rostro!
¡Pasivo, pero salvaje! ¡Con alma fuerte, y de gran entendimiento! Me propuse hablarle, pero este me interrumpió diciendo.
Gigalmesh: ¡Hoz estaba esperando!
— ¡Como! Dije yo sorprendido, el volteo a verme con graciosa elocuencia y prosiguió.
Gigalmesh: ¡Sabía que vendrías! ¡No lo dudé ni por un instante! Loes: ¿Pero como lo sabías? ¿Por qué me dejaste estos maderos?
—El respondió con una súbita carcajada, y dijo.
Gigalmesh: ¡Hablando de mis maderos! ¿Dónde están? ¿Qué haz hecho con ellos?
—Con confusión en mi rostro le respondí. Loes: Pues creo que los deje en casa.
—El me observo intrigadamente, como si tuviese certeza de mi mentira; Se levanto y abrió un viejo gabinete, saco los maderos y los puso frente a mi.
Loes: ¡¿Pero como?!
—Dije. Y luego se sentó, y con voz susurrante y extasiada me dijo.
Gigalmesh: ¡Negarás que haz conocido a mis doncellas! ¿Qué acaso estas no te proveyeron de un sueño imposible? ¿Es que acaso tu corazón había palpitado de esa manera?
—Luego de esto decidí enfrentármele, saber el porque de toda esta aventura. Loes: ¡Por favor aclara mis dudas! ¡Ya no soporto esta angustiosa incertidumbre!
—Tomó una vieja pipa que tenía en su escritorio, extendió sus piernas, y relajo su rostro. Así comenzó su relato.
Gigalmesh: ¡Habitación oscura! ¡Habitación oscura!
—Lo mire con intriga, puse mis codos sobre la mesa. Este me observo fijamente, y prosiguió de manera calmada.
Gigalmesh: ¡Soy mas antiguo que las raíces del bosque! ¡He caminado por la tierra antes de que el hombre conociera los caminos! ¡He fabricado su saber, Los he iniciado en la escritura! ¡Los proveí de abrigo! ¡Los consentí en su tristeza! ¡Les di sus primeros nombres! ¡Los bajé de los árboles, y los hice correr por la sabana!
¡Inspire sus dioses, y mancharon mi nombre tratando de entenderme!
—En el límite de la intriga le pregunte. Loes: ¿Tú eres dios?
—Y el regañonamente me respondió.
Gigalmesh: ¡Como hoz atreves a compararme con esa vil mentira! Yo represento el eco del cosmos, ¡Soy la intriga, y el remanente de la gran explosión! ¡Adorné tus ideas con el ansia del infinito!
Loes: Tradúceme pues tus palabras.
Gigalmesh: Soy quien te hizo bajar de los árboles, ¡Soy la curiosidad! Sentimiento creador del pensamiento, el arquetipo de la sabiduría, soy el sueño de tu vejez,
¡Tu aspiras a mi condición!
Loes: Eres ?el viejo sabio?.
Gigalmesh: ¡Así haz decidido llamarme! Loes: ¿Pero eres físico o solo una idea?
Gigalmesh: ¿Es que acaso no puedes tocarme? ¡Soy un simple viejo, que comprende en lo que se ha convertido!
—Lo observé anonadado. El silencio inundó la sala, los dos nos observamos callados. El tomo un gran libro y comenzó su lectura. Y yo esperaba la lección que de éste me proveería.
Gigalmesh: La luna ha sido testigo de estas grandes etapas, ¡Ha andado silenciosa por todos los caminos!, ¡Conoce los senderos olvidados de la civilización!
Loes: ¿Pero como haz llegado a comprender la esencia?
Gigalmesh: ¿Pero que es la esencia? ¡Si no nuestra alma conjurada en los objetos! Loes: ¿Qué haces en este pueblo olvidado?
Gigalmesh: ¿Y que haces tu aquí amigo? En esta torre perdida. ¡Lo que nos mueve es el ansia de sabiduría!, ¡Lo que nos despierta es el sol de la incertidumbre!, ¡He visto en tus ojos la locura, que a tu saber es la mas grande cordura!
Loes: ¿Pero que haré mañana? ¿Cómo viviré tranquilo después de todas estas experiencias? ¡El ambiente en Mitit será el mismo de siempre!, suspiraré por Lilith como todos los días, la gente me vera siempre como un lobo estepario al acecho de sus ideas.
Gigalmesh: Tu vida continuará como hasta ahora, solo lleva en tu alma tu esencia, y vive como nunca haz vivido.
—Me miró pues el anciano, tomo mis manos con su derecha uniéndolas fuertemente; No pensé pues que tuviera aquella fuerza. Con la izquierda cerró mis ojos, y yo caí en un profundo sueño ¡relajante y cálido! Como arrullado en los brazos de un padre, como niño dormí pasivo, y fue mi alma en un perfecto descanso.
Al día siguiente desperté en el sillón, como si de este no me hubiera movido. Más sabía que aquella experiencia era en absoluto real. Mis zapatos estaban húmedos, al igual que mis pantalones, ¿Y los maderos? ¡Pues habían desaparecido! Ellos eran el fiel testimonio de lo ocurrido.
Me levanté ese día sufriendo los síntomas de una terrible resaca, ¡Estaba agotado!
Me fui a trabajar en mis granjas de abejas, Allí estaban mis compañeros de trabajo: pues aunque los panales fueran míos, los consideraba compañeros. Uno de ellos en tono sarcástico me dijo.
Fran: ¡Hey Loes! ¡Bonita noche pasaste ayer eh…!
—Al unísono todos soltaron una carcajada. Yo los observe sonriendo pasivamente.
Me dispuse a sacar uno de los panales con el fin de ordeñarlo: Era este de un dorado espectacular, la miel fresca y espesa se movía con una lentitud majestuosa, corría lentamente por todo mi brazo hasta hacer que mis codos lloraran su perfume. ¡Todos se sorprendieron de la belleza de aquel panal! Lo puse luego en un recipiente, y aun así su olor era de una dulzura exquisita. Uno de mis amigos dijo en tono franco.
Ed: ¡Dinos Loes! ¿Por qué te alejas de las personas? A diario te vemos partir, nunca has compartido con nosotros una cerveza.
Fran: ¡Si! Cierto. ¡He que dices! ¿Nos acompañas hoy al bar?
—Los observe confundido, (Buscaba la mejor forma de safarme, de huir de aquella propuesta) el alcohol siempre tendía a llevarme a la depresión, ¡Era como tocar el cielo y luego freírme en el infierno!
En tono comprometido les dije.
Loes: ¡Pues no se! La verdad no me parece una buena idea, ¡es que no tengo dinero esta noche!
—Instantáneamente olieron mi mentira, me observaron sarcásticamente y Turcer me dijo.
Turcer: Déjate de excusas, nosotros te invitamos.
Fran: ¡Si! Nosotros te invitamos, ven pues con nosotros. Ed: ¡Acompáñanos amigo! ¡Verás como te relajas!
—No tuve otra opción que aceptar aquella propuesta, pues en el fondo lo deseaba, ya era hora de relajarme un poco, he interactuar con personas, ¡Estas personas que había tenido olvidadas!
Así pasaron las horas: entre la faena, las bromas, las risas, y de más. Salí luego a comer a mi casa.
Loes: Nos vemos amigos, vuelvo por la tarde.
—Tome el camino hacia el pueblo, era ya cotidiano una vuelta por el parque antes de llegar a la casa. ¡Y mas no pudo ser mi asombro al ver a Lilith sentada en una banca! Los niños corrían de un lado a otro, los ancianos platicaban serenos sobre su juventud perdida, de sus venturas y desventuras, ¡De cómo cambian las cosas!
Acercaba me pues a lilith cuando un tipo se sentó a su lado, su rostro era serio y petulante; Le dijo (vamos), y ella con un gesto se negó a su propuesta. Aquello se convirtió en una discusión. Yo no pude abstenerme de escucharles. El en tono enojado y señalando su rostro le dijo.
El tipo: ¡Tú no entiendes! Te la pasas hablando de la gran ciudad, es lo único que de ti escucho todos los días.
—Ella contesto molesta, y bajando el brazo de este le dijo.
Lilith: ¡Pues es mi vida, y así me gusta vivirla! Y si no te gusta, ¡Pues vete que ninguna falta me haces!
Aquel tipo ardió en cólera he impotencia, se retiró apresurado y molesto. Lilith tomo un cigarrillo y se relajó pasivamente. Me acerque a esta, y ella en tono alegre y gracioso me dijo.
Lilith: ¡Hey! Como estas, ¡tu nombre era…!
—Loes, (repuse). ¡Si! Loes (dijo ella). Lilith: Y dime Loes ¿Qué haces?
Loes: ¡Pues aquí! Camino a mi casa. (Contesté tranquilo).
Lilith: ¡Ho! Que bien, y dime: ¿Qué es ese librillo que llevas en la mano?
Loes: Ho… pues es algo que siempre he disfrutado. Pero es de naturaleza compleja, ¡No le des importancia!
—Ella me observo intrigada, sabía que aquel folletillo era de un valor incalculable. Lo tenía desde hace ya mucho tiempo; cuando lo encontré bajo un árbol. Raras veces me separaba yo de este; ¡cierto que no sabía su procedencia!
¡Cierto que había cambiado mi vida! ¡Era el diario de Imagus! Un ser mítico que habita en el alma, y provee a su amado de grandes conocimientos.
Me rogó pues Lilith que le prestara aquel objeto, ¡pero me negué con gran dolor! Loes: ¡Pídeme lo que desees! ¡Menos este diario!
Lilith: ¡Vamos! No te pongas sentimental, ¡Al fin y al cabo es solo un librillo!
—Lo pensé por un rato, y lentamente extendí mi mano, dándoselo delicadamente. Ella lo tomó y prometió devolverlo pronto. Asentí sonriendo, y ella dijo alegremente.
Lilith: ¡Pues mira que tengo que irme! Loes: Yo igual.
— ¡Y así partió ella! con aquel objeto apreciado, sabía pues que estaba en buenas manos.
Luego de caminar un rato por aquellas secas calles, llegue a mi casa. Entré a mi habitación: Esta estaba decorada muy a mi gusto; con imágenes de los planetas, de constelaciones, y de grandes quasares. Mi cama era pequeña y humilde, tenia un viejo televisor, el cual nunca veía, y una pequeña lámpara para mis noches de lectura, en las cuales solía perderme en mundos maravillosos, y filosofías obtusas. Al pensarlo más a fondo tenía yo bastante similitud con aquel misterioso anciano. En aquel momento comprendí el porque se había referido a mí en aquel momento cuando dijo: ?Tú aspiras a mi condición?, ¡Es posible que en aquello razón tuviera! Mi madre me llevo de comer, y lo hice tranquilamente, ¡Tal y como si ese día no tuviera que volver a trabajar! ¡Y lo cierto es que no lo deseaba! Volví esa tarde al trabajo. Y al salir de este me preguntaba que estaría haciendo Lilith, y que cosas leería del diario de Imagus.
Lilith.
¡Vaya que ese tipo Loes si es un tipo extraño! ¡Hasta me hizo olvidar la cólera que sentía por mi antiguo novio! ¡No pensé realmente que me prestara este extraño folleto! ¡Pero al final lo hizo! Me imaginó que yo he de gustarle. Talvez después de leer un poco pueda entender a este extraño personaje.
—Comencé a leer el diario, mis ansias por aquello era particular. Se veía ya muy antiguo: Con extraños símbolos en su portada.
Diario de Imagus.
1. El nacimiento.
Mi nombre es Imagus: Productora de deseo y fantasía. De la fecha de mi nacimiento no tengo certeza, solo que fue en la mente de un hombre durante la edad media. Me conjuró con alas negras y perfectas, de cuerpo delicado, y rostro majestuoso. Extrañamente mis recuerdos se remontan hasta el inicio del todo, ¡La gran salida del huevo cósmico! Vivo en espacios oscuros, y transito entre neurona y neurona. Me alimento de los desperdicios del alma, y dejo a mi huésped claros conceptos, ¡Abstraigo su pensamiento a niveles gloriosos!
2. En la cima del mundo.
Una tarde recuerdo haberme posado frente a una altísima montaña, alguien me llamaba, ¡Y allí estaba! Un extraño viajero que extendía sus brazos a las estrellas, ¡llamaba a Eros a que lo consumiera!
¡Llamaba a Thanatos! A que lo absorbiese. Al verme me invito a tomar de la más limpia vertiente: Era el agua más pura y cristalina. Con satisfacción bebí de ella, y tanta dicha me produjo, que no pude contener una leve risilla. En regalo por aquella dicha le día a beber de ella haciendo un hueco con mis manos. El me dijo. — ¡Eres suave y calida! ¡Pero aquí en el cero absoluto eres una gran flama! ¡Pero aquí en el cero absoluto hay una gran pregunta! ¿Quién nos creó? ¿Y de donde provienen nuestras voces, si nuestras gargantas están ya gastadas?
—Absorbí aquella esencia. Cerré sus ojos y lo hice comprender. ¡Y cierto es que Eros nunca bajo a la tierra! ¡Y cierto es que el vació nunca comió de Eros!
Me fui de aquella montaña recorriendo cada metro como si se tratase del infinito. Así como de mi creador no tengo el recuerdo de su rostro, así de este viajero no tengo el sabor de sus labios.
—Paré un instante de leer aquellas palabras marchitas, Imagus era sin duda algo maravilloso. Parecía venir de un mundo extraño, y sin embargo era la creación de una mente. ¿Qué desesperación habría llevado a aquel hombre a crearla? ¿O esta existía desde antes, y este solo la realizó en sus ideas? ¿Por qué este librillo habría terminado en las manos de Loes? Y no puedo evitar que después de esta mareante lectura me salte a la mente aquella dura pregunta: ¿Quién soy yo? Pero nada me dejo mas cautivada que la siguiente parte de sus escritos; Las melodías de Imagus.
3. Las melodías de Imagus.
Vagando en un infinito desierto, fui capturada por los ecos de los eones, noctámbula camine ansiosa, hasta llegar a la tumba de un antiguo ser: La pequeña bóveda era siniestra y aterradora, de ella provenían susurros malignos. Entre atravesando la puerta, en su interior las paredes corrugosas y tétricas inspiraban la mas profunda euforia: Seguro un mortal moriría al contemplarlas. Un túnel angosto con antorchas negras, las cuales iluminan sus góticas formas.
Me conduje a sus entrañas como en un sueño prohibido. Mas fue entonces mi júbilo maligno al ver el sarcófago que me llamaba; estaba este labrado en piedra, y de su interior emanaba una esencia nefasta.
¿Cómo podía un ser muerto convocarme? ¡Es como si su cerebro me necesitara con ansia! ¡Tanta que en el produjera la vida! ¡Convencida quede pues que esta, es solo un deseo, mas que una condición física!
Salio el de su antigua prisión, me vio a los ojos con sus pupilas marchitas, su piel no emanaba juventud ni soltura; Se descascaraba en profunda agonía. Y me dijo antes de que sus labios se desmoronaran:
—Profunda condena ha sido, el no poder haberte contemplado.
—Tomó un violín, y toco una melodía pérdida y de profunda tristeza mientras decía.
Vaco: Sortilegio de pesadilla, angustia serena. Exprimiré mis venas, y de sus entrañas bañare mi habitación. La luna me sonríe como ansiosa de mi locura, la alabo y le prendo altares, Y así en la más pasiva calma coloco mis vísceras a su mirada vampirica. ¡Así cualquier muerte es deseable! ¡Así te esperaba Imagus en mis sueños de melancolía! ¡Me ofrendé como esclavo de tu ausencia! ¡Me perdí en la locura al no poder contemplar tus alas!
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