Descargar

Los milagros de Jesús


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Definiciones
  3. Milagro de Gracia
  4. Lugar y valor de los milagros en la visión cristiana del mundo
  5. Lugar y valor de los milagros de los Evangelios
  6. Providencias especiales
  7. Los milagros realizados por Jesús
  8. A manera de conclusión
  9. Citas bíblicas
  10. Bibliografía

Introducción

Los milagros de Jesús son los hechos sobrenaturales que se atribuyen a Jesucristo en el curso de su vida terrenal y que han sido recogidos en los Evangelios canónicos. Estos milagros se pueden clasificar en cuatro grupos: las curaciones, exorcismos, la resurrección de los muertos y el control sobre la naturaleza. El número exacto de los milagros depende de cómo se cuentan los milagros, por ejemplo, en el milagro de la hija de Jairo, donde una mujer se cura y una niña es resucitada, pero los dos acontecimientos son narrados en los mismos párrafos de los Evangelios, y por lo general de forma conjunta, y el hecho de que la niña tenía 12 años y la mujer había estado enferma durante 12 años ha sido objeto de diversas interpretaciones.Estos milagros causaban la indignación de los escribas y los maestros de la ley.

En esos tiempos, los escribas, fariseos y otros, atribuyeron a una confabulación con Belcebú este poder de expulsar a los demonios. Jesús se defendió enérgicamente de estas acusaciones. Según los relatos evangélicos, Jesús no sólo tenía el poder de expulsar demonios, sino que transmitió ese poder a sus seguidores Incluso se menciona el caso de un hombre que, sin ser seguidor de Jesús, expulsaba con éxito demonios en su nombre.

Según Juan, Jesús les pide a los apóstoles que crean por esas obras porque es el Padre (Dios) quien las realiza en él. También les dice que todo lo que pidan al Padre en su nombre él lo hará, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

La vida de Jesús estuvo llena de milagros desde su nacimiento hasta después de su muerte. Los evangelios mencionan su milagroso nacimiento, y los milagros que efectuó a través de su vida y después de su muerte. Cada uno de ellos es una fuente de inspiración para creer en sus enseñanzas y cumplir su mandamiento: "Ámense unos a otros, como yo los amo a ustedes". Sus milagros son un recordatorio de su amor por los seres humanos.

Definiciones

Según el Diccionario de la Real Academia Española, "Milagro", "es todo Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa. Denota la extrañeza que causa algo.".[1]

La palabra "milagro" encuentra su raíz en el latín "miraculum" que significa "mirar". Los latinos llamaban "miraculum" a aquellas cosas prodigiosas que escapaban a su entendimiento, como los eclipses, las estaciones del año y las tempestades. Así entonces, "miraculum" proviene de "mirari", que en latín significa "contemplar con admiración, con asombro o con estupefacción".

Esta forma latina se mantiene en francés y en inglés como "miracle", y en italiano como "miracolo", entre otras lenguas neolatinas.

Es así como, desde el punto de vista etimológico, la palabra "milagro" no dice relación necesariamente con una cierta intervención divina, sino que se liga al asombro ante lo inefable, tal como lo plantearan los latinos.[2] A raíz de esto, milagro también puede referirse a un "Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa", sin implicar fuerzas divinas. Ej. Un desarrollo económico, una dieta,  producto  o medicamento con resultados asombrosos y excepcionales.

Los "milagros" son el lenguaje de Dios. Todos son para el bien; nunca realiza ningún milagro para castigar[3]

Los milagros son el lenguaje de Dios. La naturaleza habla de la gloria de Dios. Para los ojos despiertos, que no están nublados por la rutina, toda la creación es un canto de alabanza al Creador que pregona: Él nos ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios. Todo habla de Dios y de su esplendor de gloria. Pero el milagro tiene un lenguaje especial. Es el lenguaje privado de Dios. Sólo Él puede emitir una palabra que vaya más allá de los límites que ha querido establecer en la naturaleza. Los milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Y Dios habla en Jesús con tantos milagros que, al cabo de los tres años, casi se acostumbran a esa grandeza. Todos los milagros de Jesús son para el bien; nunca realiza ningún milagro para castigar o hacer caer fuego del cielo sobre los injustos o los malhechores. Los que los observan, ven el dedo de Dios que señala: mirad a mi Hijo. Los beneficiados se gozan. Los ciegos se llenan de alegría, al ver; los paralíticos saltan de gozo, y los leprosos estrenan nueva convivencia al quedar limpios.[4]

Un milagro es una situación, un fenómeno o una acción que no puede explicarse a partir de los principios naturales y que, por lo tanto, es imputado a la participación de una entidad divina. La definición del término, de todas formas, varía de acuerdo a las creencias religiosas.

Para los cristianos, los milagros son eventos que exceden lo natural y que suponen una manifestación del amor que siente Dios por las personas. Pese a que la comprobación racional de un milagro podría llegar a demostrar la existencia de Dios, los teólogos del cristianismo no creen que haya que buscar pruebas científicas para certificar la presencia divina en la Tierra.

Los católicos definen el hecho milagroso como aquel que, justamente, no tiene explicación científica. Si se asegura que un milagro ha sido realizado por una persona fallecida, el Vaticano puede proceder a beatificarla y canonizarla.

El ateísmo sostiene que la postulación de milagros está vinculada a la carencia de sentido común. No se trata, de acuerdo a esta postura, de una intervención sobrenatural, sino de eventos que escapan a la comprensión humana por falta de conocimientos e información.

La ciencia, por su parte, se limita a afirmar que la participación de un ente todopoderoso en el mundo físico no puede ser analizada a partir del método científico ya que no es posible comprobar la existencia de Dios a través de experimentos o ensayos.

Para el lenguaje cotidiano, por último, un milagro puede ser cualquier tipo de suceso sorprendente, maravilloso o fuera de lo común.

Algunos autores que definieron el término:

Según el filósofo Karl Popper los milagros son hechos que no pueden comprenderse a través del método científico porque son el resultado de un fenómeno sobrenatural. Sin embargo, señala que existen acontecimientos que no pueden probarse a través de las leyes naturales, pero que tampoco han sido producidos por un agente sobrenatural.

Por su parte, el psiquiatra Sigmud Freud observa que es necesario criticar toda creencia que intente desterrar la objetividad de nuestra vida; desde los orígenes del mundo ciertas religiones han intentado usurpar el terreno de lo objetivo argumentando que aquellos sucesos que no tienen una explicación ordinaria, son realizados por un ser superior. Freud asegura que es necesario eliminar de nuestras sociedades el concepto de milagro y buscar por todos los métodos posibles resultados imparciales.

Bethier manifiesta que, desde que David Hume demostró que nuestras percepciones pueden engañarnos, los "testimonios" carecen para algunos de credibilidad en el mundo académico. Desde el punto de vista médico, el milagro no es considerado por muchos una contradicción de las leyes de la naturaleza, sino una aceleración inexplicable del proceso normal de curación.[5]

Otros científicos al decir que los milagros no existen, se apoyan en uno de los principales requisitos para que algo "sea" en el campo de la ciencia, y es que pueda ser demostrado a través de la lógica.

Un milagro, en definitiva, es un hecho que para las personas creyentes no puede ser explicado de forma objetiva y por tanto es necesario continuar investigando hasta hallar dicha explicación, y para las creyentes es una acción realizada por un dios determinado, con el fin de demostrar a sus fieles su amor y alimentar su fe. Dicho esto, podemos concluir que este concepto no refiere a un hecho en sí mismo, sino a la forma en la que dicho suceso es analizado.

Para terminar, podemos agregar como un dato interesante que, en lo que respecta a la Iglesia Católica, los milagros son hechos imprescindibles para proclamar santos a algunos de sus fieles ya fallecidos, y parece ser una forma en la que buscan sumar adeptos a su ideología. Basta con saber que durante los 25 años que duró el papado de Juan Pablo II se proclamaron alrededor de 2.000 beatificaciones y canonizaciones, y que sus predecesores, para declarar tan sólo unos cientos, necesitaron que transcurrieran varios siglos.

Si tenemos en cuenta que en los últimos años la cantidad de laicos en el clero ha disminuido, podemos decir que este hecho consiste en una estrategia para reclutar más creyentes. Lo irónico de este hecho es que esta religión se considera monoteísta y en realidad los santos son tratados dioses paganos.

Cuando se analiza un relato de milagro desde la perspectiva literaria, no se hace ningún juicio sobre el valor histórico del mismo. La investigación histórica tiene sus propias reglas, que son diferentes de las literarias[6]

Para el cristianismo en general, el milagro sería un hecho sin explicación científica razonable. Paul Ternant ofreció la siguiente definición de milagro: "Milagro llamo a lo que, siendo arduo e insólito, parece rebasar las esperanzas posibles y la capacidad del que lo contempla". Pero el mismo autor no pone tanto énfasis en los milagros como "desafíos a las leyes naturales". Paul Ternant marca que todos los hechos (ordinarios o extraordinarios) tienen una significación religiosa: visto desde el punto de vista de la fe, "tanto el crecimiento de la mies como la multiplicación de los panes tienen el sello del amor y del poder del Dios".[7]

Tomás de Aquino, en el siglo XIII, definió "milagro como algo hecho por Dios más allá de las causas conocidas por los hombres"[8].

En la actualidad, la fe y la ciencia no se consideran excluyentes en la Iglesia católica, según señala el Concilio Vaticano II: "(…) por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias y de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte. Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser. Son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe".[9]

Como consecuencia de lo anterior, la posición actual de la Iglesia católica no es opuesta a la ciencia. El milagro no es considerado hoy un "suceso mágico" que controla las fuerzas cósmicas, sino -en la postura de los creyentes- un suceso que dependería de Dios (de quien, por otra parte, también dependerían todas las leyes naturales). Para los creyentes, científicos o no, la atención no se centra en lo sorprendente o extraordinario del hecho ocurrido, sino en la autoridad de quien supuestamente lo realizó (Dios).[10] Además, el milagro, en el pensar de los creyentes, sólo se concede por motivos que escapan al intelecto del ser humano, y que se sitúan en el mismo misterio de Dios.

Hay, pues, hechos que resultan para la ciencia "inexplicables" por las leyes naturales, al menos hasta el día de hoy. La forma de interpretación de esos hechos depende de la creencia o del pensamiento de cada cual, y no definen al hecho en sí, sino al individuo que lo interpreta.

Milagro de Gracia

Una extraordinaria conversión repentina e inesperada, de la ignorancia a la fe, de la duda a la certeza, del pecado a la santidad.  No es por causas naturales sino por la intervención de la gracia divina, especial e inmerecida, más allá de la obra ordinaria de la Providencia.

Un "Milagro" es un fenómeno "maravilloso", en referencia a los sentimientos de asombro provocados por su ocurrencia, de ahí los efectos producidos en la creación material que apelan a, y son captados por, los sentidos, por lo general por el sentido de la vista, a veces por el oído, por ejemplo, el bautismo de Jesús, la conversión de San Pablo. Así, aunque las obras de la gracia divina, tal como la Presencia Sacramental, están por encima del poder de la naturaleza, y debido sólo a Dios, pueden ser llamadas milagrosas sólo en el sentido amplio del término, es decir, como efectos sobrenaturales, pero no son milagros, en el sentido aquí entendido, pues los milagros en el sentido estricto son evidentes. El milagro cae bajo el alcance de los sentidos, ya sea en la obra misma (por ejemplo, resucitar a los muertos a la vida) o en sus efectos (por ejemplo, los dones del conocimiento infuso en los Apóstoles). De la misma manera la justificación de un alma en sí misma es milagrosa, pero no es un milagro propiamente dicho, a menos que se lleve a cabo de una manera sensible, como, por ejemplo, en el caso de San Pablo.

La maravilla del milagro se debe al hecho de que su causa está oculta, y se espera un efecto diferente al que realmente ocurre. Por lo tanto, en comparación con el curso ordinario de las cosas, el milagro se llama extraordinario. Al analizar la diferencia entre el carácter extraordinario del milagro y el curso ordinario de la naturaleza, los Padres de la Iglesia y los teólogos emplean los términos sobre, contrario a, y fuera de la naturaleza. Estos términos expresan la forma en que el milagro es extraordinario.

Se dice que un milagro está por encima de la naturaleza cuando el efecto que produce está por encima de los poderes y las fuerzas nativas en las criaturas de las cuales las leyes conocidas de la naturaleza son la expresión, como resucitar a un difunto, por ejemplo, Lázaro (1); el hijo de la viuda (2). Se dice que un milagro es exterior, o fuera de, la naturaleza cuando las fuerzas naturales pueden tener el poder de producir el efecto, al menos en parte, pero no pueden haberlo producido solas por sí mismas en la forma que realmente se produjo. Así, el efecto en abundancia es muy superior al poder de las fuerzas naturales, o se lleva a cabo instantáneamente sin los medios o procedimientos que emplea la naturaleza. Como ejemplo tenemos la multiplicación de los panes por Jesús (3); la transformación del agua en vino en Caná (4) ?pues la humedad de la atmósfera se cambia en vino mediante procesos naturales y artificiales? o la curación repentina de una gran parte de tejido enfermo por un trago de agua. Se dice que un milagro es contrario a la naturaleza cuando el efecto producido es contrario al curso natural de las cosas.

El término milagro aquí implica la oposición directa del efecto realmente producido a las causas naturales en acción, y su comprensión imperfecta ha dado lugar a mucha confusión en el pensamiento moderno.

Una vez más, el término contrario a la naturaleza no significa "no natural" en el sentido de producir la discordia y la confusión. Las fuerzas de la naturaleza difieren en poder y están en constante interacción. Esto produce interferencias y acciones contrarias de las fuerzas. Este es el caso de las fuerzas mecánicas, químicas y biológicas. Así, también, a cada momento del día yo interfiero con y contrarresto las fuerzas naturales a mi alrededor. Estudio las propiedades de las fuerzas naturales con el fin de obtener el control consciente por acciones contrarias inteligentes de una fuerza contra otra. La neutralización inteligente marca el progreso en la química, en la física, ?por ejemplo, la locomotora de vapor, la aviación? y en las prescripciones del médico. El hombre controla la naturaleza, es más, puede vivir sólo por la neutralización de las fuerzas naturales. Aunque todo esto sucede a nuestro alrededor, nunca hablamos de fuerzas naturales violadas. Estas fuerzas siguen trabajando según su especie, y ninguna fuerza se destruye, ni se rompe ninguna ley, ni da lugar a la confusión. La introducción de la voluntad humana puede dar lugar a un desplazamiento de las fuerzas físicas, pero no a una infracción de los procesos físicos.

Ahora bien, en un milagro la acción de Dios en relación a su influencia en las fuerzas naturales es análoga a la acción de la personalidad humana. Así, por ejemplo, está en contra de la naturaleza del hierro el flotar, pero la acción de Eliseo al elevar el hacha a la superficie del agua (5) no es más una violación, o transgresión, o una infracción de las leyes naturales que si él la hubiese levantado con su mano. Una vez más, es de la naturaleza del fuego el quemar, pero cuando, por ejemplo, los tres jóvenes se conservaron intactos en el horno ardiente (6) no hubo nada anormal en el acto, como estos escritores usan la palabra, no más que lo habría al erigir una vivienda totalmente a prueba de fuego. En el primer caso, como en el otro, no hubo parálisis de las fuerzas naturales ni trastornos subsiguientes.

El elemento extraordinario en el milagro, es decir, un evento aparte del curso normal de las cosas, nos permite comprender la enseñanza de los teólogos de que los eventos que normalmente se realizan en el curso natural o sobrenatural de la Divina Providencia no son milagros, a pesar de que están más allá de la eficiencia de las fuerzas naturales. Así, por ejemplo, la creación del alma no es un milagro, ya que se lleva a cabo en el curso ordinario de la naturaleza. Una vez más, la justificación del pecador, la Presencia Eucarística, los efectos sacramentales, no son milagros por dos razones: están más allá del alcance de los sentidos y se realizan en el curso ordinario de la Providencia sobrenatural de Dios.

Por lo tanto al milagro se le llama sobrenatural, porque el efecto va más allá de la fuerza productiva de la naturaleza e implica un agente sobrenatural. Así Santo Tomás enseña: "Se ha de llamar correctamente milagros a esos efectos que son hechos por el poder divino, aparte del orden observado usualmente en la naturaleza", y son aparte del orden natural porque están "más allá del orden natural o de las leyes de toda la naturaleza creada"[11]. Por esta razón, en las Sagradas Escrituras se le llama a los "milagros" "el dedo de Dios" (7), "la mano del Señor" (8), "la mano de nuestro Dios". (9) Al referir el milagro a Dios como su causa eficiente se da la respuesta a la objeción de que el milagro no es natural, es decir, un acontecimiento sin causa, sin significado o lugar en la naturaleza. Con Dios como la causa, el milagro tiene un lugar en los designios de la Providencia de Dios. En este sentido, es decir, relativamente a Dios, San Agustín habla del milagro como natural.

Un evento está por encima del curso de la naturaleza y más allá de sus fuerzas productivas:

a) En cuanto a su naturaleza substancial, es decir, cuando el efecto es de tal naturaleza que ningún poder natural podría hacer que sucediera de cualquier manera o forma, como, por ejemplo, la elevación a la vida del hijo de la viuda (10), o la cura del ciego de nacimiento. (11) Estos milagros se llaman milagros en cuanto a la substancia.

b) Respecto a la forma en que se produce el efecto, es decir, donde puede haber fuerzas de la naturaleza, aptas y capaces de producir el efecto considerado en sí mismo, sin embargo, el efecto se produce de una manera totalmente diferente de la manera en que naturalmente se debe realizar, es decir, instantáneamente, por una palabra, por ejemplo, la curación del  leproso. (12) Estos se llaman milagros en cuanto a la forma de su producción.

El poder de Dios se muestra en el milagro:

? Directamente a través de su propia acción inmediata; o,

? Mediatamente, a través de criaturas como medios o instrumentos.

En este caso, los efectos deben ser atribuidos a Dios, "porque él trabaja en y a través de los instrumentos" ("Ipso Deo en illis operante"). Por lo tanto Dios obra los milagros a través de instrumentos como:

? Los ángeles, por ejemplo, los tres jóvenes en el horno ardiente (13); la liberación de San Pedro de la prisión (14);

? Los hombres, por ejemplo, Moisés y Aarón (15); Elías (16); Eliseo (17); los Apóstoles (18); San Pedro (19); San Pablo (20); los primeros cristianos (21).

En la Biblia también, así como en la historia de la Iglesia, vemos que cosas inanimadas son instrumentos del poder divino, no porque tengan ninguna excelencia en sí mismas, sino a través de una relación especial con Dios. Así distinguimos ente reliquias sagradas, por ejemplo, el manto de Elías (22); el cuerpo de Eliseo (23); la orla del manto de Cristo (24); los pañuelos de San Pablo (25); las imágenes sagradas, por ejemplo, la serpiente de bronce (26); las cosas sagradas, por ejemplo, el Arca de la Alianza, los vasos sagrados del Templo (27); los lugares santos, por ejemplo, el Templo de Jerusalén (28); las aguas del Jordán (29); la piscina de Betsaida (30).

De ahí que no es cierta la afirmación de algunos escritores modernos, de que un milagro requiere una acción inmediata del poder divino. Es suficiente con que el milagro se deba a la intervención de Dios, y su naturaleza se revela por la absoluta falta de proporción entre el efecto y lo que se llaman medios o instrumentos.

Un milagro es un factor en la Providencia de Dios sobre los hombres. De ahí que la gloria de Dios y el bien de los hombres son los objetivos principales o supremos de cada milagro. Cristo expresa esto claramente en la resurrección de Lázaro (31); y el evangelista dice que Jesús, al realizar su primer milagro en Caná, "manifestó su gloria". (32) Por lo tanto el milagro debe ser digno de la santidad, la bondad y la justicia de Dios, y propicio para el verdadero bien de los hombres. Por lo tanto Dios no los realiza para reparar los defectos físicos en su creación, ni tienen por objeto producir, ni producen, el desorden o la discordia; ni contienen ningún elemento malo, ridículo, inútil o sin sentido. Por lo tanto no están en el mismo plano que las simples maravillas, trucos, obras de ingenio o magia. La eficacia, la utilidad, el propósito de la obra y la manera de realizarla muestran claramente que debe atribuirse al poder divino. Esta alta reputación y la dignidad del milagro se muestran, por ejemplo, en los milagros de Moisés (33); de Elías (34); de Eliseo. (35) Las multitudes glorificaban a Dios en la curación del paralítico, (36); del ciego (37); en los milagros de Cristo en general (38); entre otros; así como en la curación del cojo por San Pedro. (39) De ahí que los milagros son signos del mundo sobrenatural y nuestra relación con él.

En los milagros siempre podremos encontrar fines secundarios subordinados, sin embargo, a los fines primarios. Así:

? Son evidencias que acreditan y confirman la verdad de la misión divina, o de una doctrina o fe o moral, por ejemplo, Moisés (40), Elías (41). Por esta razón los judíos veían en Cristo al "profeta" (42), en quien "Dios había visitado a su pueblo". (43) Por lo tanto los discípulos creyeron en Él (44) y Nicodemo (45), y los muchos que vieron la resurrección de Lázaro. (46) Jesús apeló constantemente a sus "obras" para probar que Él fue enviado por Dios y que es el Hijo de Dios. Él reclama que sus milagros son un testimonio más grande que el testimonio de Juan (47), condena a aquellos que no creen (48), y alaba a los que sí creen (49); y, exhibe los milagros como signos de la verdadera fe. (50) Los Apóstoles apelan a los "milagros" como la confirmación de la misión y Divinidad de "Cristo" (51), y San Pablo los considera "signos" de su apostolado (52).

? Los "milagros" son hechos para dar fe de la verdadera santidad.

? Como beneficios espirituales o temporales. Los favores temporales van siempre subordinados a los fines espirituales, pues son una recompensa o promesa de virtud. Así "semeion", es decir, "signo", completa el significado de "dynamis", es decir "poder divino". Revela el milagro como un acto de la Providencia sobrenatural de Dios sobre el Hombre. Le da un contenido positivo a "teras", es decir, "maravilla"; de allí tenemos que, pues, "mientras que la maravilla muestra el milagro como una desviación del curso ordinario de la naturaleza, el signo da el propósito de la desviación".

Este análisis muestra que:

1) El "milagro" es esencialmente una apelación al conocimiento. Por lo tanto, los milagros pueden distinguirse de los sucesos meramente naturales. Un ""milagro" es un hecho en la creación material, y caen bajo la observación de los sentidos o viene a nosotros a través del testimonio, como cualquier hecho natural. Su carácter natural se conoce por:

a) A partir del conocimiento positivo de las fuerzas naturales, por ejemplo, la ley de gravedad, la ley de que el fuego quema. Decir que no conocemos todas las leyes de la naturaleza, y por lo tanto no podemos conocer un "milagro", está fuera de la cuestión, ya que haría del milagro una apelación a la ignorancia. Puedo no conocer las leyes del código penal, pero puedo saber con certeza que en un caso particular una persona viola una ley definitiva.

b) A partir de nuestro conocimiento positivo de los límites de las fuerzas naturales. Así, por ejemplo, no podemos saber la fuerza de un hombre, pero sabemos que no puede por sí solo mover una montaña. Al ampliar nuestro conocimiento de las fuerzas naturales, el progreso de la ciencia ha reducido su ámbito y definido sus límites, como en la ley de la abiogénesis. Por lo tanto, tan pronto como tenemos razones para sospechar que cualquier evento, no importa cuán poco común o raro parezca, puede surgir debido a causas naturales o ser conforme al curso normal de la naturaleza, inmediatamente perdemos la convicción de que es un milagro. Un milagro es una manifestación del poder de Dios; siempre y cuando esto no está claro, hay que rechazarlo como tal.

2) Los "milagros" son "signos de la Providencia de Dios sobre el hombre", por lo tanto son de un alto carácter moral, simple y obvio en las fuerzas en acción, en las circunstancias de su obra, y en su meta y propósito. Ahora la filosofía indica la posibilidad y la revelación enseña el hecho de que los seres espirituales, buenos y malos, existen, y poseen mayor poder que el del hombre. Aparte de la cuestión especulativa en cuanto al poder natural de estos seres, tenemos la certeza de:

a) Que Dios sólo puede realizar esos efectos que son llamados milagros substanciales, por ejemplo, la resurrección de los muertos;

b) Que los milagros realizados por los ángeles, según registrados en la Biblia, son siempre atribuidos a Dios, y que la Sagrada Escritura no le da autoridad divina a milagros que no sean divinos;

c) que la Sagrada Escritura muestra el poder de los espíritus malignos como estrictamente condicionado, por ejemplo, el testimonio de los magos egipcios (53); la historia de Job, los demonios que reconocen el poder de Cristo (54); el testimonio expreso de Cristo mismo (55); y, del Apocalipsis. (56) El admitir que estos espíritus pueden realizar milagros, ?es decir, obras de habilidad e ingenio que, en relación a nuestras fuerzas, puedan parecer milagrosas?; sin embargo, estas obras carecen del sentido y la finalidad que las sellaría como el lenguaje de Dios a los hombres.

Los deístas rechazan los milagros, pues niegan la Providencia de Dios. Los agnósticos también los niegan, y los positivistas los rechazan. Comte consideraba a "los milagros como el fruto de la imaginación teología". El panteísmo moderno no tiene lugar para los milagros. Así, hay quienes afirman que las creaciones, donde el aspecto de una única substancia es Dios.

Definiciones erróneas de lo sobrenatural llevan a definiciones erróneas del milagro. Así, tenemos:

1) Hay quienes lo define lo natural como lo necesario y lo sobrenatural, como lo que es libre; por lo tanto el mundo material es lo que llamamos "naturaleza", el mundo de la vida del hombre es sobrenatural. En este sentido todo acto voluntario libre del hombre es un acto sobrenatural y un milagro.

2) El sobrenaturalismo natural, valga la redundancia, el Prof. Everett en su obra: "The Psychologic Elem (power) of Religion Faith", (traducido al español: "El Elem (poder) sicológico de fe y de la religión", señala que lo natural y lo sobrenatural son en realidad uno: lo natural es su aspecto al hombre, lo sobrenatural es su aspecto a Dios[12]

3) La "teoría inmediata", que Dios actúa inmediatamente sin segundas causas, o que las causas segundas, o leyes de la naturaleza, deben ser definidas como los métodos regulares de la actuación de Dios. Esta enseñanza se combina con la doctrina de la evolución.

4) La "teoría relativa" de milagros es por mucho la más popular entre los escritores no católicos. Esta opinión fue propuesta originalmente para afirmar los milagros cristianos y al mismo tiempo afirmar la creencia en la uniformidad de la naturaleza. Sus formas principales son tres:

a) La "concepción mecánica" de Charles Babbage[13]En la opinión de Babbage, se presenta la naturaleza como un vasto mecanismo enrollado al principio y que contiene en sí mismo la capacidad para desviarse de su curso normal en fechas determinadas. La teoría es ingeniosa, pero hace del milagro un evento natural. Admite la presunción de los adversarios de los milagros, es decir, que los efectos físicos deben tener causas físicas, pero esta hipótesis se contradice con los hechos comunes de la experiencia, por ejemplo, la voluntad actúa sobre la materia;

b) La "ley desconocida" de Spinoza[14]Spinoza enseña que el término "milagro" debe ser entendido con referencia a las opiniones de los hombres, y que significa simplemente un acontecimiento que no podemos explicar por otros acontecimientos familiares a nuestra experiencia. Agrega, El "milagro" de una época se convierte en el funcionamiento normal de la naturaleza en la próxima". Por lo tanto un "milagro" nunca ocurrió en realidad, y es sólo un nombre para cubrir nuestra ignorancia; todos los milagros bíblicos desaparecerán con el progreso de la ciencia, "lo milagroso se reduce a la mera apariencia". Los defensores de esta teoría asumen que los milagros son una apelación a la ignorancia;

c) La teoría de la "ley superior" de Argyll de "universo no visto". Argyll se propuso refutar la afirmación de Spinoza de que los "milagros" no son naturales y productores de desorden. Así, para él el "milagro" es muy natural, ya que se lleva a cabo de conformidad con leyes de una naturaleza superior. Denota que existe una ley superior, el sentimiento religioso subjetivo. Por lo tanto, para él un "milagro" no es diferente de cualquier otro fenómeno natural, sino que se convierte en un milagro por su relación con el sentimiento religioso; sostiene que el milagro consiste en el significado religioso del fenómeno natural en su relación con la apreciación religiosa como un signo de favor divino. Otros explican la ley superior como la ley moral, o la ley del espíritu. Por lo tanto, los "milagros de Cristo" son entendidos como ilustraciones de una ley superior, más grandiosa, más comprehensiva que los hombres hayan conocido hasta ahora, la venida de una nueva vida, de fuerzas superiores actuando de acuerdo a leyes superiores como manifestaciones del espíritu en etapas superiores de su desarrollo. La crítica de esta teoría es que los "milagros" dejarían de ser tales al dejar de ser extraordinarios. Lograr milagros en virtud de una ley aún no entendida es negar su existencia.

El gran problema de la teología moderna es el lugar y el valor que se le da a los "milagros". En opinión de algunos escritores, su improbabilidad antecedente, basada en el reinado universal de la ley es tan grande que no son dignos de consideración seria. Así, por ejemplo, su convicción de la uniformidad de la naturaleza llevó a Hume a negar el testimonio de los milagros en general. El principio fundamental es que pase lo que pase es natural, y lo que no es natural no ocurre. La profunda convicción de la unidad orgánica del universo, un rasgo característico del pensamiento del siglo XIX, se basa en la creencia en la uniformidad de la naturaleza.

Su principal exponente es la ciencia?filosofía, una continuación del deísmo[15]del siglo XVIII sin la idea de Dios, y la opinión aquí presentada, de un universo en evolución elaborando su propio destino bajo el dominio rígido de las leyes naturales inherentes, encuentra sólo un tenue disfraz en la concepción panteísta, tan común entre los teólogos no católicos, de un Dios inmanente, que es la base activa del mundo de desarrollo de acuerdo a la ley natural, es decir, el monismo de la mente o la voluntad.

Esta creencia es la brecha entre la antigua y la moderna escuela de teología, de acuerdo con Delitzsch ("Deep Gulf between the Old and the Modem Theology"[16], 1890; encuentra el núcleo de la concepción moderna del mundo en la idea de que "hay una ley y orden en todo, y que una cadena ininterrumpida de causas y efectos mantiene todo el universo en conjunto". En todo el universo hay un mecanismo de la naturaleza y de la vida humana, que presenta una cadena necesaria, o secuencia, de causa y efecto, que no es, y no puede ser rota por una injerencia desde el exterior, como se supone en el caso de un milagro. Este punto de vista es la base de las objeciones modernas al cristianismo, la fuente del escepticismo moderno, y la razón de una disposición que prevalece entre los pensadores cristianos a negarle a los milagros un lugar en evidencias cristianas, y a basar la prueba para el cristianismo en evidencias internas solamente.

Crítica:

1) Este punto de vista se basa en última instancia sobre el supuesto de que el universo material existe por sí solo. Es refutado:

? Demostrando que en el hombre hay un alma espiritual totalmente distinta de la  existencia  orgánica e inorgánica, y que esta alma revela un orden intelectual y moral totalmente distinto del orden físico;

? Al inferir la existencia de Dios a partir de los fenómenos del orden intelectual, moral y físico.

2) Este punto de vista se basa también en un significado  erróneo  del término naturaleza. Kant hace una distinción entre el noúmeno y el fenómeno de una cosa, negó que podemos conocer el noúmeno, es decir, la cosa en sí misma; todo lo que conocemos es el fenómeno, es decir, la apariencia de la cosa. Esta distinción ha influido profundamente en el pensamiento moderno. Como idealista trascendental, Kant negó que conozcamos el fenómeno real; para él sólo la apariencia ideal es el objeto de la mente. Así, el conocimiento es una sucesión de apariencias ideales, y un milagro sería una interrupción de esa sucesión. Otros, es decir, la Escuela del Sentido (Hume, Spencer y otros), enseñan que, si bien no podemos conocer la substancia o esencia de las cosas, podemos y captamos los fenómenos reales. Para ellos el mundo es un mundo fenomenal y es una pura convivencia y la sucesión de fenómenos, donde el antecedente determina al consecuente. En este punto de vista un milagro sería un salto inexplicable en la (llamada) ley invariable de secuencia, en cuya ley John Stuart Mill basó su lógica[17]Ahora respondemos que el verdadero significado de la palabra "naturaleza" incluye tanto el fenómeno como el noúmeno[18]Tenemos la idea de sustancia con un contenido objetivo. En realidad, el progreso de la ciencia consiste en la observación de, y la experimentación sobre las cosas con el fin de conocer sus propiedades o potencias, que a su vez nos permiten conocer las esencias físicas de las distintas sustancias.

3) A través de la concepción errónea de la naturaleza, el principio de causalidad se confunde con la ley de la uniformidad de la naturaleza. Pero son cosas absolutamente diferentes. El primero es una convicción primaria que tiene su origen en nuestra conciencia interna. La segunda es una inducción basada en una larga y cuidadosa observación de los hechos: no es una verdad evidente por sí misma, ni es un principio universal y necesario, como ha demostrado el propio Mill. De hecho la uniformidad de la naturaleza es el resultado del principio de causalidad.

No es cierto el argumento principal de que la uniformidad de las normas de la naturaleza gobierna los milagros fuera de consideración, debido a que implicarían una ruptura en la uniformidad y una violación de la ley natural. Las leyes de la naturaleza son los modos observados o procesos en que actúan las fuerzas naturales. Estas fuerzas son las propiedades o potencias de las esencias de las cosas naturales. Nuestra experiencia de causalidad no es la experiencia de una mera secuencia sino de una secuencia debida a la necesaria operación de las esencias vistas como principios o fuentes de acción.

Ahora bien, las esencias son necesariamente lo que son e inmutables, por lo tanto sus propiedades, o potencias, o fuerzas, en determinadas circunstancias, actúan de la misma manera. Sobre esto, la filosofía escolástica basa la verdad de que la naturaleza es uniforme en su acción, sin embargo, sostiene que la constancia de la sucesión no es una ley absoluta, pues la sucesión sólo es constante siempre y cuando las relaciones nouménicas permanezcan iguales. Así, la filosofía escolástica, al defender los milagros, acepta el reinado universal de la ley en este sentido, y su enseñanza está en acuerdo absoluto con los métodos efectivamente perseguidos por la ciencia moderna en las investigaciones científicas. Por lo tanto, enseña el orden de la naturaleza y el reino de la ley, y declara abiertamente que, si no hubiese orden, no habría milagro.

Partes: 1, 2
Página siguiente