Loa para el auto de Las cortes de la muerte, Sale el que hace la figura del TIEMPO, con el mismo vestido que ha de salir al auto, y representa:
Por las cumbres de los montes, derramando blanco aljófar, viene el alba dando nuevas que sale el sol de las ondas.
Ya se descubren los campos: montes son los que antes sombras; donde ellas no aparecían ya se ven cavernas hondas.
Ya cantan los pajarillos saliendo de entre las hojas; las aguas que susurraban, al parecer ya son sordas.
Cuál y cuál estrella queda, vanse escondiendo las otras, y sin luz, aunque están cerca los rayos de quien la toman.
A los montes del Poniente las puntas más altas dora quien por los montes frondosos poco a poco alegre asoma.
Ya de los húmidos troncos se distinguen las personas; que pastores, mal despiertos, saliendo van de las chozas.
Vanse a las hierbas las vacas ya sus cuevas las leonas; agora descansan éstas, aquéllas pasan agora.
Dejan los húmidos peces sus cavernas peñascosas; cortan el agua, buscando sustento, abiertas las bocas.
Dejan los hombres sus lechos; cuál trabaja, cuál negocia, cuál con cuidadosas ansias y cuál con ansias devotas.
Va midiendo el sol los cielos con carrera presurosa, mientras más sube, más quema, sombras crecen y se acortan.
Vase acabando la tarde; vanse acabando las horas; el día acaba, que el Tiempo acaba todas las cosas.
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El gran tesoro de Creso, de Alejandro las victorias, la gran armada de Jerjes, larga en gente, en dicha corta; las invenciones de Ulises, de Nerón las fuerzas locas, las liviandades de Numa, de Julio César la pompa, los Tolomeos de Egipto, Filipo de Macedonia, los romanos Escipiones, las invictas Amazonas, el sepulcro de Artemisa.
los huertos de Babilonia, las imágenes de Frigia, el rico templo de Jonia, las pirámides de Egipto, el gran coloso de Rodas, el obelisco de Armenia, el Faro, torre copiosa; la grandeza de Cartago, los alcázares de Troya, las murallas de Sagunto, el anfiteatro de Roma, los triunfos y ovaciones, los carros, lauros y honras, ya se acabaron; que el Tiempo acaba todas las cosas.
Allega la Poesía en aquesta edad agora a tal punto, que ni un punto puede crecer de las otras.
Todos gustan de conceptos: ya no hay vulgo, nadie ignora, todos quieren en la farsa buenos versos, trazas propias.
De los muchos que allí vienen, unos celebran las coplas, otros alaban la traza, otros gustan de la loa.
Cuál la música engrandece, cuál dice bien de las ropas, cuál de las burlas se ríe, cuál de un tierno paso llora.
En este senado ilustre oídnos, si os place una hora, y si es mucho, ved que el Tiempo acaba todas las cosas.
Las cortes de la muerte Auto sacramental
PERSONAS:
LA MUERTE, vestida de esqueleto, con guadaña en la mano.
EL PECADO, vestido de reina, coronada, mascarilla negra, que encubra media cara.
LA LOCURA, vestida de botarga, moharracho.
EL TIEMPO, vestido de caballero, de punta en blanco, y espada y sombrero con pluma.
EL HOMBRE, vestido de emperador, con manto, corona y cetro.
EL NIÑO Dios, vestido de pastorcico.
EL ÁNGEL DE LA GUARDA, con grandes y pintadas alas.
EL DIABLO, vestido de fuego, cuernos en la cabeza y gran rabo.
LA ENVIDIA, vestida de villano rústico.
EL DIOS QUE LLAMAN CUPIDO, vestido de punto color de carne, sin venda en los ojos, con su arco, carcaj y saetas. Salen con sus trajes referidos el TIEMPO, el PECADO, el dios CUPIDO y la MUERTE.
PECADO. Por aquí pienso que van. MUERTE.Cuanto en el mundo camina, Pecado, a mí ya se inclina.
TIEMPO.Y cuantos viviendo están pasan por mí, y yo por todo.
MUERTE.Tiempo, que corriendo vas, detente, mas no podrás hallar de pararte el modo.
PECADO. ¿Pues sosiega la inquietud? TIEMPO.¿Adónde el Hombre quedó? MUERTE.En la locura paró del mundo su juventud.
TIEMPO. Muerte, que estás dividida en lo temporal y eterna. y desde la infancia tierna vas acechando la vida; mientras que llega a pasar el Hombre por este valle de lágrimas, y ahora hablalle nos da la ocasión lugar, referiros será bien los pasos en que me fundo, y doy como Tiempo al mundo y sus historias también.
PECADO. Aquí tienes dos testigos de lo que por él pasó desde que Dios le crió. MUERTE.Y tu, mayores amigos. PECADO.Yo primero que la Muerte vi el mundo en el Paraíso, cuando ser como Dios quiso el Hombre.
MUERTE. Pecado, advierte que yo por la Envidia entré en el mundo, en que no había Muerte; que mi monarquía después de los años fue del justo Abel y Caín; que las vidas no eran mías entonces, y aquellos días tuve principio en su fin.
TIEMPO. Pues oídme a mí, que soy desde el edificio hermoso del mundo, y con presuroso vuelo por los años voy. En seis naturales días crió el mundo el Rey del cielo, por cuyo número algunos dan seis mil años al tiempo. Entre cuatro ilustres ríos, de aquel oscuro silencio sacó un jardín, cuyas flores, estrellas terrestres fueron. Crió a Adán, fabricó a Eva del mismo, y los dos vivieron por mano de Dios casados, venturoso amor sin celos De los dos primeros padres del mundo ¡oh, Muerte! Nacieron Caín y Abel, que a las manos de la fiera Envidia muerto, en voz convirtió la sangre, dando en el cielo los ecos
(¡tan antiguo es en el mundo ser envidiados los buenos!).
Descendió de Seth, Enoch, de Noé los tres que dieron principio, Cham, Sem, Japhet, al renovado universo. Castigó Dios a los hombres por pecados deshonestos, con inundaciones de agua que los montes excedieron; que en menos agua no pudo cesar tan infame fuego. Nemroth, biznieto de Cham,
hizo dividir soberbio las lenguas y las naciones. Comenzó el asirio remo: hizo el idólatra Nino estatua a su padre Belo; fue del trigo autor Osiris, como Noé del sarmiento. Pasaron hasta Abraham desde el diluvio trescientos y sesenta y siete años, aunque del día primero del mundo dos mil y veinte: cuando su Artífice eterno prometió la bendición de las gentes, procediendo la generación humana de su santísimo Verbo, de Isaac, figura de Cristo, naciendo en la tierra en tiempo de una soberana Virgen, como sin tiempo en el cielo. Engendró Jacob doce hijos, pasó a Egipto, y de él salieron seiscientos mil y más hombres, prodigioso y raro aumento, de sesenta que Jacob llevó a Egipto, hijos y nietos. Éstos por la seca arena pasaron el mar Bermejo; que las procelosas ondas muros de cristal se hicieron: y entre Elim y Sinaí cuarenta años anduvieron, suspirando por Egipto; ¡tal puede el trato en los necios! Fue el maná divino enigma del que ha de bajar del cielo; que Pan Angélico llama el Rey Profeta en sus versos. Curólos siempre Moisés; adoraron el becerro, con otras graves ofensas, por donde no merecieron ver la tierra prometida: que sólo de todos ellos el capitán Josué pasó el Jordán, Moisés muerto. Sucedieron los jueces desde Othoniel primero a Sansón, Elí y Samuel, y a petición de su pueblo reinó Saúl, y David cuarenta años tuvo el cetro; ésos mismos Salomón, aquél del famoso templo, depositó del maná…
PECADO.Párate si puedes, Tiempo; que viene el Hombre a quien hoy robar y prender tenemos. TIEMPO.En este tiempo está el mundo, pero siempre voy corriendo. Salen ahora el HOMBRE y el ÁNGEL. HOMBRE.¡Gran desengaño! ÁNGEL. Notable. HOMBRE. ¿Qué podía dar el viento sino lo mismo? ÁNGEL. Es verdad. HOMBRE. ¡Oh, qué arrepentido vengo! ÁNGEL. Pues, Hombre, si fuiste loco, no seas necio; como un necio es terrible de sufrir. HOMBRE.Bien dices, del mal lo menos. Ya la locura del mundo me ha cansado y la aborrezco, porque me entregó al olvido, y no hay peligro más cierto que el olvidarse de Dios. ÁNGEL. No te serán mal ejemplo las lágrimas deste valle. HOMBRE. ¡Qué solitario, qué espeso de cuidados y dolores! Llegan ahora los cuatro, encarándose con el HOMBRE. MUERTE. Téngase todo hombre. HOMBRE. ¡Ay cielos! ÁNGEL. Como aquél de Jericó, en ladrones dado habemos. HOMBRE. ¿Pues a un pobre peregrino?… TIEMPO. Ea, desnúdese luego. HOMBRE. Señores, ya me quitaron, quebrando el primer precepto, de la inocencia el vestido; pobre y desterrado vengo. Perdí la justicia y gracia, pues yo, ¿qué dinero llevo, aventurero en el mundo? ÁNGEL. Señores, ya que salieron a robar a un peregrino, con piedad pueden hacerlo: ¿quién son? PECADO. Yo soy el Pecado ÁNGEL. Bien se le ha visto en lo negro de la cara; negra sea su vida y sus pensamientos. PECADO. Así queda negra una alma que pierde a Dios. ÁNGEL. Yo lo creo; que luego toma el color el que es carbón del infierno; ¿y él quién es? TIEMPO. El Tiempo soy. ÁNGEL. Con eso hace tan mal tiempo. Señor Tiempo, así mejore de salud y de sucesos que se vaya poco a poco; que se quejan mil mancebos que ayer se acostaron niños y hoy se levantaron viejos. TIEMPO. No tengo la culpa yo. ÁNGEL. ¿Cómo que no, pues quién? TIEMPO. Ellos, que la mitad de la vida duermen, y yo nunca duermo. También me abrevian a mí más de lo que soy, pues veo que todos se quitan años, pues el más cuerdo y modesto niega los que yo le doy. ÁNGEL. Mirándole estoy atento
cómo trae de oro el rostro cuando hay tan poco dinero. Mas ya lo entiendo, que como siempre el retablo de duelos, aunque encima está dorado, es madera por de dentro. ¿Y él quién es?
MUERTE. Yo soy la Muerte. HOMBRE. Nunca se logren sus huesos: ¿por qué viene de repente? Dirá que se lo debemos por ahorrar de pesadumbres, de quejas, dolor, enfermos, de médicos y boticas. MUERTE. No, sino por ejemplo para los que quedan vivos; mas son tan locos y necios, que lo que sucede en otros juzgan imposible en ellos. ÁNGEL. En verdad, señora Muerte, que andáis muy discreta en eso, y preguntádselo a Job: veréis que la vida es sueño, y tela que el dueño corta, cuando quiere, por el medio. ¿Y ese desnudo quién es?
CUPIDO. Yo soy el Amor. PECADO. Amor es todo invención. CUPIDO. No hay en el mundo cuidado que mate como el Amor. PECADO. Hasta agora no lo sé. CUPIDO. Pues yo, reina, te diré las señas de su rigor. Es Amor un accidente sobre lo más natural, porque amar lo que es igual se sigue naturalmente. Es una pena agradable y es un gustoso dolor, un apacible rigor y un veneno saludable. Es una dulce pasión, de los sentidos empleo, donde es tirano el deseo y es esclava la razón. Es un campo de batalla que no puede resistirse, pues viendo al alma rendirse, el entendimiento calla. Es un excesivo exceso hidrópico de hermosura, y una engañada locura que piensa que tiene seso. Es un desvanecimiento de la dulce fantasía, de la esperanza porfía y engaño del sufrimiento, Es un perezoso modo de no mudar voluntad, y una loca ceguedad que piensa que lo ve todo. Es un ser que no es en sí,
y de otro recibe acción, y es una imaginación que se sustenta de sí. Es un desmayo que fuerza, y es una flaqueza fuerte; es fuerte como la muerte, y es una muerte sin fuerza. Finalmente, Amor es Dios,
que sus absolutas leyes saben abatir monarcas, e igualar con las abarcas las coronas de los reyes. Por eso, a Amor, los primeros pintan desnudo en la fama, pues por regalar su dama se quedan todos en cueros. PECADO. ¿Eso es amor? CUPIDO. Esto es, pintado en cifra, el Amor. Vanse todos. Mutación del teatro en un salón, en el que aparece la MUERTE, Sentada en su trono. Van entrando Y tomando asiento, el PECADO, la LOCURA, el TIEMPO, el HOMBRE, el ÁNGEL, el DIABLO, la ENVIDIA y CUPIDO, levantándose cada uno al hablar.
ÁNGEL. ¡Oh Pecado!¡Oh Tiempo! ¡Oh Muerte! ¿Qué nuevas Cortes son éstas? MUERTE. Ahora veréis manifiestas las causas y triste suerte que al mundo y al Hombre afligen. Ea, el programa publiquen, que abierta está la asamblea: 'comience la perorata y hable agora la Locura. LOCURA. Soy la Locura del mundo, hija de Nemroth me nombro, que quiso escalar el cielo de su riqueza ambicioso. Como en un cristal cifrado, en mí podéis verlo todo; aquí hallaréis un ruido que vuelve los aires sordos,
porque todo mi palacio es una casa de locos, donde en ciego laberinto de confusión, veréis cómo aquéllos son locos destos y éstos lo son de los otros. Ninguno está en su lugar contento, que ni tesoros, oficios, ni dignidades le hacen rico ni dichoso. El casado envidia al libre, y éste juzga dulce adorno de la vida, la mujer, los hijos feos o hermosos. El soldado al labrador, cuando da la tierra a logro
el trigo, que ha de volverle con réditos al Agosto. El labrador, malcontento, envidia al que perezoso hace de la noche día, come en plata y bebe en oro. Hay aquí mil pretendientes que van siguiendo quejosos, los Ministros, y ellos más de papeles y negocios. Aquí hallaréis ignorantes, soberbios, vanagloriosos, filósofos con el vulgo, mudos con los hombres doctos. Gastos en haciendas cortas, en largas, dueños tan cortos, que guardan para la muerte, comen aire y viven rotos. Mándales Dios que sustenten al pobre, y vuélvenle el rostro; que Avaricia y Caridad han hecho eterno divorcio. Veréis mozos como viejos, veréis, como viejos, mozos, las esperanzas de viento, y los sucesos de plomo. Pero no quiero cansaros: la Locura soy, e ignoro cómo los hombres no caen en que son ceniza y polvo. Les di aposento en mi casa y de regalo y posada, el cuarto de los engaños Vanidad, mi mayordomo,
y Ostentación, mi criado, les adornan sus vestidos; la Gula, mi cocinero, les guisa olvidos y lothos: eché de casa el Sosiego por viejo y escrupuloso. La memoria de la Muerte mandé se fuese a los yermos de la Tebaida, y llamé al Sueño, bufón gracioso. La novedad, la mentira y las nuevas estén prontos para entretenerle siempre al hombre que sea loco, pues quien entre locos anda, es fuerza que salga loco. Todo es lisonja y engaño, todo es locura y soberbia: a Dios le llaman de vos, al hombre llaman Alteza,
cortesana a la mujer que vive con desvergüenza; mocedades a los vicios, a los hurtos diligencia, a la pobreza deshonra, y honra al fausto y la riqueza; valiente al que es temerario, discreción a la cautela, alegre al que es un borracho, morena a la mujer negra; los oficios llaman artes, todos los nombres se truecan, sólo a la Muerte no mudan porque iguala cuanto encuentra. Loco es y será el señor que por haberse empeñado viste y come de prestado, pues propio fuera mejor. Loco el príncipe que da y no paga lo que debe; loco el que a mandar se atreve cuando en otra casa está. Loco es el que ha consumido su caudal sin fundamento; loco el que hace testamento cuando no tiene sentido. Loco el que su hacienda emplea donde se puede perder; loco el que tiene mujer hermosa, y busca la fea. Loco el que tiene dinero sobrado, y lo pasa mal; loco el hijo de oficial que se mete a caballero. Loco el que suele perder al juego todo el caudal; loco aquél que dice mal de quien se le puede hacer. Loco aquél con quien pretenden largas esperanzas vanas, y loco el que ha por sanas las mujeres que se venden. Andan ya tantos bellacos en el mundo entretenidos, unos de seda embutidos y otros metidos en sacos, que no es fácil conocer el hombre cuál es virtud, pues siempre está en inquietud.
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Han hecho ya granjería, según ya nos lo refieren, para alcanzar lo que quieren los hombres, la hipocresía. MUERTE. Ya que ha hablado la Locura, hable si quiere ahora el Malo. DIABLO. Todo el mundo me idolatra y por rey y señor jura, quemando inciensos sabeos en aras de plata pura. De las víctimas los fuegos la región del aire alumbran, y al rojo señor de los humos la cara ofuscan. Sólo en el pueblo hebreo algunos justos se excusan de rendirme vasallaje con esperanzas confusas del Mesías prometido que los profetas anuncian, pero aquéstos son tan pocos, que mi cuidado descuidan de que en este triste tiempo sus vaticinios se cumplan, porque está el orbe más ciego que se ha imaginado nunca. Los diez divinos preceptos escritos en piedra dura, no tan sólo no los guarda, más culpas nuevas estudia. El santo amor desfallece, el apetito se encumbra, la Verdad anda arrastrada, la Mentira rema y triunfa; la lisonja en la privanza a la Fe crédito usurpa, la maldad camina en coche, la bondad sola y desnuda. La Justicia sin balanzas, con más vela que una grulla, pesca con vara y anzuelo en lagunas de agua turbia. La Templanza anda sin freno, la Fortaleza procura, en vez de mármoles puros, romper de plata columnas. La Prudencia sin espejo por no ver blancas las rubias hebras, y en vez de culebra en la mano, ave nocturna. La tiranía gobierna, manda y veda la Lujuria, la Avaricia es adorada,
idolatrada la Gula, la Soberbia es el monarca que gobierna aquesta chusma, hidra de siete cabezas y con juicio ninguna. MUERTE. Puesto que el Malo ha acabado de hablar, hable el Pecado. PECADO. No hay en el mundo contento ninguno, pues todo cuanto miro y toco, hallo un encanto, un prodigio y un portento. Todo es sombras y apariencias, todo sueños y visiones, todo antojos e ilusiones, todo horrores y violencias. Dicen que la variedad de aqueste mundo abreviado, que así es razón que se nombre, puede divertir al hombre más triste y desconsolado: pues fuera de las grandezas que en su esfera se contienen, de gustos que van y vienen, de tesoros y riquezas, jardines, plantas y flores, fuentes, animales, aves, coches, carrozas y naves, vicios, deleites y olores, verás que baja esperanzas y que otras sube a la luna, porque al son de la fortuna por puntos hace mudanzas. Verás que en sus altas cumbres hay muchas cosas molestas y que a veces hace fiestas de las mismas pesadumbres. Verás cómo van siguiendo sólo a los que pueden más, y cómo dejan atrás a los que vienen cayendo. Verás engordar los ricos con sangre de los menores, y que los peces mayores quieren comerse a los chicos. Verás los necios premiados, sin premio los entendidos, los menguados aplaudidos y los doctos retirados. Verás vecinos que, apenas, aunque su casa se abrasa, ven lo que pasa en su casa y murmuran las ajenas. Verás a los usureros dar mohatras a porfía y confesar cada día sin dejar de ser mohatreros. Verás casadas muy bellas, pero siempre entre compadres, y doncellas que son madres y se casan por doncellas. Verás mentiras, patrañas, ignorancias, falsedades, traiciones, enemistades, rencillas, odios, cizañas, cuentos, chismes, disensiones, cautelas, provechos, daños, logros, mohatras, engaños, juramentos, maldiciones; bandos, encuentros, pendencias, injusticias, desafueros, penas, azares, agüeros, y en fin, tantas diferencias en el uno y otro estado, según lo que persuaden, que por lo vario te agraden ya que no por lo ajustado. MUERTE. Ahora hable el Ángel. ÁNGEL. Las cuatro postrimerías son aquellas que llamamos Muerte, Juicio, Infierno y Gloria (ten, cristiano, en tu memoria), desde que al mundo llegamos. En todas nuestras acciones nos dice por esto el sabio que dellas nos acordemos y en la mente propongamos las cuatro postrimerías. La primera causa espanto: y así el Filósofo dice que en lo terrible y amargo no hay cosa como la Muerte. Y aunque siempre está amagando, porque tiene para herir siempre levantando el brazo, cuando vecina se mira sin apelación, y cuando quiere desatarse el alma deste edificio de barro; cuando está pálido el rostro, sin fuerza y flacas las manos, desbaratados los pulsos, el cabello enmarañado, hundidos ojos y sienes, seca la lengua y los labios, débil la respiración, vigor y aliento postrados, perdido el conocimiento y los dientes traspillados; y entre mortales congojas se esfuerza y anima en vano el corazón que primero tuvo idea, y como amparo del cuerpo, muere postrero, y cuando el horror es tanto deste tránsito forzoso que aun a Dios no ha perdonado, porque él lo quiso temer; no ha consuelo, no hay regalo como la dulce memoria
de aquel divino holocausto, el Sacramento bendito de Pan divino y humano, y el haberlo recibido con devoción y con llanto. Llega el alma al tribunal de quien Job, que fue dechado de virtud y de paciencia, estaba siempre temblando, y quisiera estar primero en el Infierno, con tanto que, pasado aquel juicio, viese a Dios desenojado; tribunal que a nadie exceptúa, como lo dice San Pablo. Segunda postrimería en quien los buenos y malos, trémulos, se consideran como las hojas del árbol a los enojos del cierzo y a los alientos del austro. Si omnipotente y severo es el Juez, ¿qué gusano, qué hormiga, qué polvo, o nada, tendrá valimiento osado para replicar entonces a las culpas y a los cargos, siendo el Juez riguroso y siendo suyo el agravio? Aquí en confusión se vieron los ángeles y los santos; ¿qué hará el hombre de vil tierra, si el cielo se vio manchado? Aquí de un gran patriarca oigo la voz preguntando: ¡Ah, Señor! Si es flor el hombre producida de los rayos del sol, y queda marchita cuando espira en el Ocaso, si es una sombra su vida que jamás en un estado permanece, ¿por qué causa vuestra poderosa mano entra con él en juicio? Aquí, pues, donde esperando está el Alma la sentencia que por lustros y por años, por siglos y eternidades, lo que fuere decretado se ha de ejecutar, aquí hallé que el mayor descargo es el haber recibido este manjar sacrosanto, donde con Dios nos unimos en el modo y ser más alto de las uniones divinas, la hipostática exceptuando, porque Dios no era decente deste novísimo caso. Al tercero, donde (¡ay triste!) mis sentidos se turbaron, llegué al centro de la tierra, llegué al abismo profano, llegué al seno de Moloc, llegué al remo del espanto, llegué al Infierno, en que Dios, después de cogido el grano, como lo dice Mateo, que mal apaga desmayos, da al corazón la memoria (horror da sólo el pensarlo, con ser cuanto se imagina un borrón, un punto, un rasgo) aquí abrasa y no consume el fuego que está elevado, porque atormente y aflija de un modo extraordinario. A un intensísimo frío se pasa dél a un letargo en que duerme la esperanza y en que está despierto el daño. A ocho se reducen todas sus penas: frío, gusanos, tinieblas, azotes, fuego, confusión, demonios, llantos. Pero los que aquí padecen aun más que los mismos diablos son apóstatas, herejes, que llaman sacramentarios, simoniacos, nicolaítas, nósticos, nestorianos, maniqueos, triteítas, adamitas, arrianos,
taboritas, saduceos, artemios, apolinarios, marcelinos, angelinos, socráticos, puritanos, avicenses, rocacenses, y otro seno estaba en blanco para husitas, calvinistas, hugonotes, luteranos: todos, porque en este Pan eterna vida negaron. Los que este maná no comen ni de éste no han gustado, hambre y sed aquí padecen. ¡Oh, qué confusión! ¡Qué caos! ¡Qué gemidos! ¡Qué blasfemias! ¡Qué suspiros tan amargos! Donde el tormento mayor es carecer del descanso de ver a Dios, mientras Dios vive eternidades de años en fábrica de zafir con lunares de topacios; ese alcázar donde a Dios dicen siempre: ¡Santo, Santo! Los tronos y potestades; ese divino palacio que Dios labró para sí, donde bienaventurados espíritus, ya gloriosos, están viendo, están amando aquella Esencia indivisa, donde los gozos son tantos, que en cada atributo suyo glorias inmensas hallaron. MUERTE. La Envidia le toca hablar. ENVIDIA. Yo tengo vanos antojos y todos son importunos, pues para sacar a otro uno, me suelo quebrar los ojos. Y es mi gusto tan extraño, que a trueco de dar pesar, sin que me pueda importar
siempre antepongo mi daño. ÁNGEL. En ese infernal veneno no sé qué gustos estén. ENVIDIA. Que a mí, más que el propio bien, me deleita el mal ajeno. ÁNGEL. Condición, según la cara, de carcomida langosta. ENVIDIA. El trabajo más se agosta, que nunca en mudar repara. ÁNGEL. El que tienes es eterno, mas dél, ¿qué premio has sacado? ENVIDIA. No más de haberme vengado, que es bastante. ÁNGEL. En el infierno no hay tormento más robusto que el que a ti mismo te das. ENVIDIA. En ver padecer no más consiste todo mi gusto. ÁNGEL. ¿Y adónde con pecho ruin los veloces pasos mudas? ¿Llevas el cordel a Judas, o la quijada a Caín? Aunque tu mayor blasón y más valerosa prueba, fue dar la manzana a Eva y a su marido azadón. LOCURA. Dejemos bachillerías, puesto que en Cortes hablamos de la Muerte, en que ahora estamos, que adornan hidras y arpías. Así ¡oh, señores! que si os place, haré una fiesta que en el Corpus se hace. Yo la he de hacer, usando de mis chanzas, los carros, los gigantes y las danzas. MUERTE. ¿Tú solo? LOCURA. Yo solo. Ea, escuchad, que empiezo. Vaya de carros y de representantes, mientras otro apercibe los gigantes. ¡Ah, hermano! Apartad aquese carro: ¿Con quién hablo? Apartad. ¡Hola, portero! A la plaza llevad ese primero: llegad esotro. Apártate, muchacho. ¡Ay, que le vuelvas! Tente, ¿estás borracho? Apartad esa gente. Yo no puedo: llegad más de ese lado: quedo, quedo; señores, los sombreros, que me ahogan: bájate, moza, no veré persona; estuviérase en casa la fregona. No ha de subir. ¿Por qué? Porque no paga. Soy soldado. Donosa soldadesca: ¿Quién la bebe, galanes? ¡Oh, qué fresca! Empiecen. ¿A qué aguardan? De aquí a un rato, sale Roque muy rubio y mojigato, diciendo con su flema y melodía; mas de que se despeje Vueseoría, que representaremos con trabajo. Ea, fuera de aquí, apartad, abajo, no ha de quedar un alma. Espere un poco, que soy criado. Aunque lo sea, baje. ¿Conóceme usted? Ya sé que es paje: baje, o arrojaréle. No rempuje, que ya le bajan. ¡Ay, que me machacas! Ya salen a cantar, ojos urracas, Saca la LOCURA una guitarrilla, y canta: ¿Por qué el Alma solicitas, diablo mecánico y vil? Porque es como el perejil, que se come sin pepitas. Se colocala LOCURA una tunicela por la cabeza, con cuernos para denotar es el DIABLO, y sigue representando. Los músicos se van, y sale airado un diablo por debajo del tablado. Yo soy aquél chamuscado que jugando a salta tú quedé hecho Belcebú en el suelo derrengado, y obstinado de que el Alma vuelva y saque, quiero darla un triquitraque. Alma, Alma, tras mí vente que fácil se alcanza mente del infierno el badulaque. Ahora se aparece una gran nube, y bajando hasta el suelo rechinando, sale el Alma, y responde renegando. Quítase ahora la tunicela de demonio y pónese otra blanca y una cabellera rubia, y representa: Cierto, señor Barrabás, que yo no entiendo su ahínco, ya sé que cincuenta y cinco es un seis, siete y un as. Y si Caifás juzgando se condenó, ¿qué culpa le tengo yo? Y aquí da fin, auditorio, el Alma del Purgatorio que del Diablo se escapó. ENVIDIA. ¡Linda fiesta! ÁNGEL. Yo quedo satisfecho. ENVIDIA. Tal tenga la salud el que lo ha hecho. LOCURA. Éstos han sido versos de repente; que si escribo y estudio con cuidado, mucho peor los hago de pensado. Mas ¿qué ruido es éste?¡Ah, son los gigantes! Vedlos, que ya a la puerta los arriman, y quieren los que sustentan la maraña dar a alguna taberna un ¡cierra España! Donde echando un polvillo y otro todos, de aquellos polvos vengan estos lodos. Salgámoslos a ver. Vamos aprisa; de solo imaginarlo me da risa. Vase la LOCURA y sale luego en cuclillas haciendo la gigantilla, y canta la música: Ésta sí que es fiesta de gusto, ésta sí que es fiesta de amor. Desarrimen los gigantes
y con tiento cárguenlos, porque traen los que los cargan diferente cargazón. Dancen en orden iguales,
vueltas dando alrededor, y los músicos alegres canten este dulce son. Ésta sí que es fiesta de gusto,
esta sí que es fiesta de amor. MUERTE.¡Ah, Locura! No hagas más, y ahora el Hombre hable si quiere
a su saber y sabor. HOMBRE.Lo haré así como pudiere (aunque con grande dolor) si me prestáis atención. Por la puerta de la culpa entró la Muerte en la tierra, que no viéramos su cara si ella no abriera la puerta. Era la vida hijadalgo, pero perdió su nobleza, que la empadronó la culpa y ha quedado por pechera. Es la Muerte ejecutor que a nuestra naturaleza cita al nacer, y al morir por remates saca prendas. Las edades son los plazos de la ejecutada deuda, cuyos días son contados, pues el mayor llega a ochenta. Traba, pues, la ejecución sobre bienes que lo sean, porque el término es forzoso algún tanto se suspenda. Es la Muerte un mirador de donde claro se ojea lo profundo de la culpa y lo largo de la pena. Es noche que sigue al día, puesto que muchos entiendan ser Josué deste sol salud, contento y riqueza. Para un poco, claro día, detente tú, noche negra, que en lo largo y en lo corto os juzgo por nave incierta. Es Muerte piedra de toque en cuyas rayas nos muestra el vicio su falsedad y la virtud su firmeza. Es un estrecho de mar donde la vida se anega, la cual nada propiamente, pues nada más nada que ella. Arrojalda a buena parte, olas de congojas llenas; que ya se que es cuerpo muerto y le habéis de echar a tierra. Es la Muerte un claro sol que descubre a la conciencia los átomos de la culpa por muy sutiles que sean. Tente, sombra de la vida, hasta pasar esta siesta; que los pasos de la Muerte al paso que alumbran, queman. Es el sepulcro del hombre casa propia solariega, que tan solo es de alquiler la que goza por herencia. Casero y no morador es, si bien lo consideras, pues cesa el arrendamiento al punto que el dueño llega. Es la Muerte para el rico campana que toca a queda, y en dándole, quitarán las armas de su moneda. Su escudo y armas reales
hasta aquí pueden traerlas que aunque ellas digan Plus Ultra, sepan que miente la letra. Es Muerte reloj de sol, cuyas sombras nos enseñan las horas que van pasando y las pocas que nos quedan. Es acíbar su memoria que pone al pecho la Iglesia para destetar un alma de sus gustos y ternezas. Es una espada desnuda que está sobre la cabeza, sin más fiador que un cabello ni más lejos que cabe ella. Alza los ojos, memoria, pues ves que de un hilo cuelga, y es tan laso el de la vida, que por momentos se quiebra. Es la Muerte un artillero que a todas edades llega; que están cuna y ataúd en igual distancia della. Batiendo está las murallas, y como no son de piedra, hace en ellas grande estrago cualquier bala de dolencia. Ponte, Tiempo, de por medio, sé deste mundo defensa, que peto a prueba de muerte no hay monarca que le tenga. ¡Oh, corta y cansada vida, qué de males te rodean, qué de enemigos te siguen y qué de tiros te asestan! La Muerte viene a tu alcance, mas ten al miedo la rienda,
que ya tienes nueva vida si tú sabes usar della. Ya la Muerte espera muerte, nadie sin culpa la tenga; que a manos de aquesta vida sabemos que quedó muerta. Por la puerta de la gracia entró la vida en la tierra; porque no hay vida sin gracia ni muerte sin culpa fea. Alhóndiga y armería es la militante Iglesia, donde hay Pan que te sustente y armas con que te defiendas. Es este Pan celestial, para lo que toca a guerra, peto a prueba de la muerte por ser él la vida mesma. Es espada que te adorne, mas será, si bien no llegas, espada en mano de loco con que a ti mismo te hieras. En lo que toca a manjar es Maná, que si le pruebas a todas las cosas sabe porque en Dios todo se encierra. Es ración que tiene el alma,
y es tan rica su prebenda, que a darla menos que a Dios no fuera ración entera. Es un alto mirador desde donde la Fe ojea lo distante y lo profundo de la eternidad excelsa, es pináculo divino donde el mismo Dios te lleva a mostrar lo que dará al que adore su presencia. Es sol entre pardas nubes, y aunque sus rayos no veas, en sus efectos divinos verás que alumbra y calienta. Es Océano del Padre,
y tanto en Cáliz se estrecha, que te puede en un instante pasar a la vida eterna. Es una piedra de toque
adonde ser Judas muestra falso doblón de a dos caras, y Tomé tomé de cuenta. Son sus blancos accidentes sepulcro donde se encierra el cuerpo de Cristo vivo porque le coma la tierra. Es leche dulce y suave que tiene al pecho la Iglesia para sustentar un alma que se crió para rema. Es reloj que da la una. y son las dos si se cuenta; que la persona de Cristo tiene dos naturalezas. Es quinta esencia de bienes, pero no es sino primera, que aunque Dios es Uno y Trino, es solamente una esencia. Es vida de nuestra vida y es alma del alma nuestra, porque vivir sin comer repugna a naturaleza. Comed y no moriréis, dijo la antigua Culebra, y a decirlo deste pan, fuera infalible sentencia. Y pues es vida el manjar, llámese quien no le prueba homicida de sí mismo, pues le tiene y le desprecia. Ésta es la vida y la muerte, y con ser cosas opuestas las he querido probar con unas razones mesmas. En fe que la muerte es vida para un alma justa y buena, y la vida amarga muerte para un ingrato que peca. Ábrese ahora una apariencia y se ve al Niño Dios, vestido de pastorcico, en un trono en manera de juicio, y al lado derecho los corderos blancos, y al otro los cabritos negros. NIÑO. Corderos blancos y puros, los de mi mano derecha, los benditos de mi Padre, venid a la gloria eterna, desde el principio del mundo fabricada para vuestra: porque cuando tuve hambre me disteis en vuestra mesa de comer, y cuando sed de beber, y cuando era huésped, cama, y me cubristeis cuando llegué a vuestra puerta desnudo, y estando enfermo fue vuestra visita llena de piedad, y porque os vi preso en la cárcel con ella. Los corderos blancos se levantan en alto, figurando suben a la gloria; y vuelve a los cabritos negros y dice:
Apartad de mí, malditos, los de mi mano siniestra, al fuego eterno, a las llamas, a la apercibida pena para el ángel pertinaz a quien sigue su soberbia. Con hambre, nunca me disteis de comer en vuestra mesa, ni a beber teniendo sed, ni me disteis en la vuestra posada, cuando pasaba peregrinando por ella. No me cubristeis desnudo y no me visteis siquiera una vez, preso y enfermo, y así, mi justicia eterna en el monte de mi cielo a eterno fuego os sentencia. Los cabritos negros se hunden en el tablado, saliendo llamas de fuego con ruido de truenos. Desaparecen todos, quedando solos el NIÑO Dios, el ÁNGEL y el HOMBRE. Y canta la música: Vela, vela, pecador, que anda el lobo en la campaña,
huye y teme su rigor. Mira que llega a la puerta y con deleites convida, la lámpara esté encendida, no la halle el Esposo muerta. Entra con muestras de amor y siembra entre ellas cizaña, que anda el lobo en la campaña: huye y teme su rigor. Cesa la música: pónese el HOMBRE de rodillas delante del NIÑO Dios, y dice: HOMBRE. Ahora conozco mi engaño y os suplico arrepentido me oigáis, Señor, condolido de mi culpa y grave daño. Si lo puedo decir, a mi malicia debéis la gloria que tendréis triunfando, pues perdonando, más que castigando. satisfacéis, Señor, vuestra justicia. Si fue morir vuestra mayor delicia, más consigue su afecto perdonando, y así me vuelvo a Vos, considerando vuestra piedad a mi perdón propicia. Si a tanto padecer para valerme no podéis igualar con castigarme,
perdonarme debéis, agradecerme. Perdonadme, Señor, para ganarme; que perderéis la gloria con perderme que os ha de resultar de perdonarme. Canta la música: No quiere, no, el Redentor la muerte del pecador, sí que muera arrepentido, pues perdonar al vencido es gloria del vencedor. ÁNGEL. Esta parábola enseña lo que el Hombre debe a Dios; y que es locura que pierda gloria eterna, por no hacer
por Él cosas tan pequeñas, pues haciéndolas tendrá el Cielo, donde le espera premio, que es el mismo Dios con su bendición eterna. HOMBRE.Y aquí da fin ¡no os asombre! el auto (de aquesta suerte) de Las Cortes de la Muerte, con las miserias del Hombre.
Autor;
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
Santiago de los Caballeros,
República Dominicana,
2014.