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Pueblos originarios de América

Enviado por Elizabeth Gramajo


  1. Introducción
  2. La cultura olmeca o "los habitantes de la ciudad del caucho"
  3. La cultura maya
  4. El Imperio azteca
  5. Las civilizaciones de los Andes Centrales
  6. Los Incas
  7. Otros pueblos originarios de América
  8. Conclusión
  9. Bibliografía

Introducción

Perdidas entre las selvas tropicales, coronando cumbres de difícil acceso o enterradas bajo el peso del suelo, las ruinas de antiguas ciudades descubiertas por los arqueólogos evidencian el esplendor de las civilizaciones que florecieron en América antes de la llegada de los europeos.

En esta monografía vamos a tratar acerca de los pueblos originarios americanos, eso nos hará comprender mejor nuestro pasado y el presente, y nos ayudará a construir el futuro "desde América".

Hace 30.000 años, comenzaron a llegar a América grupos de cazadores-recolectores nómadas provenientes de Asia. No sabemos con exactitud cuánto tiempo les llevó poblar el territorio desde Alaska hasta Tierra del Fuego; fue un largo proceso que abarcó miles de años.

La región mesoamericana (América Central) y la andina, fueron las más pobladas de todo el continente; una gran variedad de pueblos construyeron aldeas y también grandes ciudades.

La cultura olmeca o "los habitantes de la ciudad del caucho"

Con esta denominación se conoce a la civilización más antigua de Mesoamérica, cuya influencia perduró en culturas posteriores e incluso llegó a Sudamérica.

Este pueblo ocupó las tierras bajas próximas al Golfo de México, donde sobreviven restos de sus principales centros: San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes. Los mismos fueron ocupados y abandonados sucesivamente entre los años 1200 a.C. y 162 de nuestra era.

Los olmecas basaron su subsistencia en el cultivo del maíz, realizado con el sistema de la roza (cultivo que se practica talando y quemando el bosque para después sembrar, cuando la tierra se agota, se abren nuevos claros, abandonando los anteriores hasta que le bosque los cubra nuevamente), la casa y la pesca. Intercambiaban productos con zonas a veces muy alejadas. Estos contactos permitieron la difusión de su cultura. Uno de los rasgos característicos de este pueblo son las grandes cabezas esculpidas en basalto de 1,50 a 3 metros de altura, con un paso cercano a las dos toneladas, que parecen ser representaciones de jefes o guerreros. Fueron hábiles ceramistas y escultores.

No se sabe qué pasó con los olmecas. Lo cierto es que, cuando decayó el mundo olmeca, ya estaban sentadas en Mesoamérica las bases sobre las cuales florecieron culturas muy sofisticadas.

La cultura maya

Esta cultura, profundamente relacionada con la olmeca, tuvo su origen en las selvas tropicales de Guatemala y México. La civilización maya llegó a su máximo desarrollo entre el 300 y el 700 d.C.

Los mayas no tuvieron unidad política. Estaban agrupados en ciudades-estados independientes, formadas por un centro ceremonial constituidos por templos y palacios donde vivía la clase dirigente, rodeados por rancheríos habitados por la mayoría de la población.

La sociedad era estratificada. El halach uinic, o jefe de estado, que cumplía funciones civiles, militares y religiosas, asesorado por un consejo de estado encabezaba la clase dirigente. Le seguían funcionarios menores y debajo de éstos estaban los guerreros, comerciantes, sacerdotes adivinos y curanderos. El último nivel lo formaban campesinos y esclavos. La base económica de esta sociedad era la agricultura, principalmente del maíz, que realizaban con el sistema de roza. Además practicaban caza, pesca y apicultura. Desarrollaron un comercio muy importante.

La religión fue el punto central de la cultura maya. El panteón de dioses originarios se enriqueció con la incorporación de deidades toltecas. A todos ellos rendían culto, ofreciéndole en determinadas ocasiones sacrificios humanos.

Los excedentes económicos producidos permitieron la prosperidad de los centros ceremoniales, que alcanzaron un alto grado de desarrollo cultural: fabricaron cerámica de calidad, tejidos finos y se destacaron en el arte plumario y el trabajo de la piedra. Pero, sobre todo, alcanzaron importantes logros intelectuales. Conocieron el cero e idearon el sistema numeral vigesimal. Inventaron calendarios perfectos basados en la astronomía y, además, una escritura ideográfica todavía no descifrada.

El Imperio azteca

Los aztecas, luego de haber recorrido diversos lugares, se establecieron definitivamente, a principios del siglo XIV d.C., en el valle de México. Allí fundaron su ciudad capital llamada Tenochtitlán, ubicada en la zona del lago Texcoco. En ese lugar se encontraron con otros pueblos y con ellos lucharon por la obtención de las mejores tierras y por el control político de la región. A los pocos años dominaron a todos sus vecinos y establecieron un imperio que impuso su predominio en toda la zona.

La agricultura fue la base de la economía azteca, y el maíz, la calabaza y el poroto los cultivos más importantes. El comercio también era una actividad muy extendida.

En la sociedad azteca se distinguían claramente dos grupos sociales: los pilli y los macehuales. Los pilli o nobles formaban el grupo privilegiado. Eran los sacerdotes, los guerreros y los funcionarios de gobierno. Poseían la propiedad de la mayoría de las tierras, no pagaban ningún tipo de tributo y controlaban el Estado. A este grupo pertenecía el emperador o Tlatoani. Los macehuales o trabajadores comunes constituían la mayor parte de la población y formaban el grupo de los no privilegiados. Eran los campesinos, los comerciantes y los artesanos de las ciudades. Debían entregar tributos al Estado en alimentos y trabajo. En esta sociedad también había esclavos que en su mayoría eran prisioneros de guerra.

El Estado azteca fue teocrático porque el emperador era considerado de origen divino, y los sacerdotes tenían a su cargo numerosas funciones de gobierno. Eran los responsables de la preparación de las ceremonias religiosas y de los juegos rituales. Los sacerdotes eran también los encargados de controlar el cumplimiento de las normas y de hacer justicia. Las leyes del Estado azteca eran muy severas y los castigos variaban según el delito y el infractor.

Funcionarios que dependían directamente del emperador controlaban y centralizaban el almacenamiento de los productos recaudados en concepto de tributos y, en época de malas cosechas o de guerras, distribuían entre la población una parte de los bienes almacenados. Los tributos que entregaban la población y los pueblos vencidos en las guerras de conquista, proporcionaban al emperador y a los miembros del grupo privilegiado los alimentos y los artículos necesarios para la vida.

El Estado azteca tuvo una importante fuerza militar con la que logró una gran expansión territorial. La máxima extensión de los dominios se produjo en tiempos de Moctezuma, el emperador azteca hasta la llegada de los españoles.

Como todos los pueblos de la región mesoamericana, los aztecas construyeron enormes templos piramidales donde celebraban complicados rituales en homenaje a sus dioses. Los dioses principales eran representaciones de las fuerzas de la naturaleza. Algunos de sus dioses más importantes fueron Quetzalcóatl (serpiente emplumada) y Huitzilopochtli

Las civilizaciones de los Andes Centrales

Hacia el 6000 a.C. en la sierra peruana comenzaron las primeras experiencias de cultivo y de domesticación del cuy y la llama, que llevaron a la agricultura y a la ganadería.

Estos recursos, sumados a la explotación de la fauna marina, fueron la base económica sobre la cual se edificaron las civilizaciones andinas. Desde el punto de vista geográfico, los andes centrales constituyen un mosaico de condiciones físico-ambientales que favorecieron el desarrollo de distintas culturas regionales.

La cultura Chavín

Su centro estuvo en Chavín de Huantar, en la sierra norte de Perú. Allí funcionó, en un centro ceremonial, un oráculo muy importante al que acudía gente de los Andes Centrales, a consultar problemas que sus sacerdotes, verdaderos especialistas en astronomía, ingeniería y conocimientos agrícolas, solucionaban. A partir del 400 a.C. este centro pierde importancia.

Culturas de costa norte

Entre el 100 y el 800 d.C. floreció en esta zona la cultura Mochica que se dedicaba a la explotación de los recursos del mar, a una agricultura con regadío y uso del guano como fertilizante, y a la domesticación de patos, cuyes, llamas y perros. De ellos quedaron construcciones ceremoniales de tipo piramidal.

Hacia el siglo IX fueron incorporados al imperio Tiahuanaco-Huari y, cuando este decayó alrededor del 1200, la zona que ocupaban fue centro de la cultura Chimú, en la cual se mezclan influencias de la cultura Mochica y Tiahuanaco-Huari, con elementos locales. Mediante conquistas extendieron sus dominios hasta la actual Lima, donde fueron detenidos por los incas.

Culturas de la costa sur

En esta zona, entre el 100 y el 800 d.C., se dio la cultura Nasca, caracterizada por una cerámica policroma de gran belleza. Los nasquenses probablemente fueron guerreros que vivían en pueblos organizados. Esta sociedad fue agrícola.

Los Incas

Los incas construyeron un poderoso imperio que logró la expansión territorial en la época en que Colón iniciaba su viaje hacia lo desconocido. Abarcó desde las sierras del sur de la actual Colombia hasta el norte de Chile y de la Argentina, y desde la costa del océano Pacífico hasta el este de los bosques del río Amazonas.

Los incas eran pueblos originarios de las sierras y desde allí dominaron, mediante la guerra de conquista, a los pueblos de las otras zonas.

Establecieron la capital de su imperio en la ciudad de Cuzco, a la que consideraban el centro del universo. El imperio, que ellos llamaban Tahuantinsuyo –que quiere decir las cuatro partes del mundo-, estaba dividido en cuatro regiones, las que a su vez, se subdividían en provincias. Al frente del imperio estaba el Inca, y las zonas conquistadas estaban dirigidas por los curacas o gobernadores de provincia.

La agricultura fue la base de la economía del imperio incaico. La producción era muy variada y los cultivos más importantes eran el maíz y la papa. Los incas aplicaron diferentes técnicas agrícolas que mejoraron el rendimiento de los cultivos. En la zona árida de la costa usaron el guano –excremento de aves marinas- como fertilizante de las tierras y construyeron canales de riego. En el interior, sobre las laderas de las sierras, cultivaban en terrazas. Como todos los bienes pertenecían al Estado y éste se encargaba de distribuirlo como una relación de reciprocidad, el comercio prácticamente no existía. Sólo había intercambio local de productos alimenticios e internacional de materias primas.

En la sociedad incaica se podían diferenciar varios grupos sociales.

La nobleza real incaica estaba formada por el Inca, los sacerdotes, los guerreros y los funcionarios. Controlaban al Estado y vivían de los tributos que entregaban de los campesinos.

Los curacas, o nobles de provincias, eran los nobles que gobernaban a los campesinos organizados en comunidades (ayllus). Eran los responsables de recibir los tributos de los ayllus, que luego entregaban al Estado incaico.

El ayllu era la comunidad de campesinos unidos por vínculos familiares que tenían antepasados en común y habitaban un mismo territorio. El estado entregaba tierras a cada comunidad para su subsistencia, pero los campesinos no eran los propietarios, y estas parcelas eran trabajadas colectivamente por todos los miembros de la comunidad. El ayllu debía entregar fuertes tributos en productos y en trabajo al Estado y a los curacas.

El último escalón social lo ocupaban los yana, individuos desvinculados de su ayllu por distintas causas, que servían perpetuamente al señor a quien habían sido cedidos.

El Estado incaico fue teocrático porque el emperador, el Inca, era reconocido como el hijo del Sol, el dios más importante. Un consejo de nobles y sacerdotes, llamados orejones y pertenecientes a la familia real, asesoraba al Inca en las tareas de gobierno.

Los incas creían en muchos dioses. El dios Viracocha era considerado creador de la vida, del Sol y de la Luna. Todos los demás dioses estaban subordinados a él.

Se caracterizaron por sus grandes e imponentes construcciones. Trabajaban la piedra de admirable, construyendo templos y edificios con bloques gigantescos. Cortaban sus bloques con gran precisión, tanto que no necesitaron usar ningún pegamento ni argamasa para que las paredes se sostuvieran. Además, como era una zona de terremotos, las paredes de sus construcciones formaban ángulos que podían resistirlos.

Otros pueblos originarios de América

El territorio de América del Norte estuvo poblado por numerosas tribus indígenas. Las que habitaban en la región de la costa atlántica practicaban una agricultura simple, como los mohicanos y los cherokees. Los pueblos que habitaban en el interior de un territorio (hacia el oeste), se dedicaban fundamentalmente a la caza del búfalo, como los cheyenes y los comanches. Los diaguitas, los calchaquíes y los omaguacas que vivieron en el noroeste del actual territorio argentino fueron pueblos agricultores muy desarrollados que formaron parte del imperio inca y recibieron su influencia cultural y religiosa. Otros pueblos, que vivieron de una agricultura simple, de la caza y de la pesca fueron los tupí-guaraníes y los araucanos. Los guaraníes vivieron en los actuales territorios de Venezuela, Brasil, Paraguay, y el Litoral argentino. Los araucanos ocuparon el actual territorio chileno, desde el río Choapa hasta Chiloé.

Muchos otros pueblos organizaron sus vidas solamente sobre la base de economías muy rudimentarias como la caza, la recolección y la pesca. Ejemplo de ello fueron los tehuelches, los comechingones, los matacos y los mocovíes, que se localizaron en el actual territorio argentino.

Los chibchas

En el sur de América Central y Colombia vivieron los pueblos chibchas. No llegaron a formar una confederación ni un imperio. Vivían en grupos aislados que estaban organizados en torno de dos cacicazgos o señoríos principales, de carácter teocrático-militar. Cada cacique tenía poder absoluto y ejercía un gobierno despótico sobre sus súbditos.

Tuvieron una agricultura desarrollada, complementada con caza y pesca, pero no domesticaron animales. Su arquitectura fue incipiente. Conocieron la cerámica y realizaron buenos tejidos de algodón. Se destacaron como excelentes orfebres, especialmente del oro.

Pueblos del noroeste argentino

En el noroeste argentino vivieron pueblos andinos que alcanzaron un alto nivel de complejidad cultural. Entre ellos sobresalieron los diaguitas y los calchaquíes.

Fueron agricultores, además criaron llamas y recolectaron algarroba. Vivían en aldeas de casas de piedra y tenían pucaraés o fortificaciones, que hablan del carácter belicoso de este pueblo. Confeccionaban tejidos y cerámica de buena calidad. Tuvieron una metalurgia avanzada, sobre todo del cobre y del bronce.

En la Quebrada de Humahuaca y en las quebradas laterales vivieron los omaguacas. Fueron pueblos agricultores que utilizaron las laderas de las montañas para hacer andenes de cultivo dotados de irrigación artificial. Tuvieron metalurgia, tejidos, cestería, cerámica y utilizaron la madera para muchos utensilios.

Los araucanos

Entre ellos se distinguían los picunches, al norte; los mapuches, en el centro, y los huiliches en el sur. La organización política era la tribu o rehue, encabezada por un cacique o toqui. Mostraron gran capacidad para la guerra.

Fueron horticultores. Tuvieron ganadería de llamas. Veneraban a un dios supremo por medio de oraciones, sacrificios de llamas y realizando rogativas públicas. Tuvieron cestería, tejidos y cerámica. Trabajaron la piedra y practicaron la metalurgia.

Los guaraníes

Constituyeron una rama de los tupí-guaraníes. Vivieron en Paraguay, sur de Brasil y zonas aledañas de Bolivia y Mesopotamia argentina. Habitaban casas comunales agrupadas en aldeas a orillas de los ríos. Fueron horticultores, cazaban, pescaban, recolectaban y criaban animales domésticos.

Conclusión

La historia de América no deja de ser fascinante. Los pueblos originarios americanos con sus múltiples conocimientos: los conocimientos astronómicos, de cómo sabían del tiempo para la cosecha, para la procreación fértil, de la conexión de la vida con los astros, los sistemas de agricultura, la arquitectura, las colosales pirámides de roca que nada han de envidiar a las de Egipto y de la organización social, nos muestran una rica cultura que no hace nada justificable la supuesta superioridad del hombre blanco arribado desde la Europa peninsular a estas tierras.

Bibliografía

Historia 2. Editorial Santillana, 1989

Historia. La antigüedad y la sociedad feudal. Editorial Aique, 1996

El libro de la sociedad en el tiempo y el espacio. Editorial Estrada, 2001

 

 

Autor:

Elizabeth Gramajo