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Personalidad y Calidad de vida


Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Desarrollo
  4. Algunas reflexiones a partir de los aspectos estructurales y funcionales de la personalidad
  5. Conclusiones
  6. Referencias Bibliográficas

Resumen

En esta monografía podrán encontrar un breve bosquejo acerca de las líneas de investigación sobre el término Calidad de Vida, principalmente relacionada con la Personalidad, y algunas reflexiones a partir de sus aspectos estructurales y funcionales. Aún cuando no existe un concepto unitario de Calidad de Vida, aceptaremos la importancia de la valoración tanto objetiva como subjetiva, así como la expresión individualizada del término en cada persona, promoviendo su estudio a través de una evaluación personal, destacando la concepción holística del individuo evaluado; expresando, por tanto, una relación bidireccional con los aspectos funcionales y estructurales de la personalidad, asumiendo la postura teórica de Fernando González Rey. Percibir, evaluar y alcanzar calidad de vida requiere la intervención del sujeto como personalidad, que se encuentra en dependencia del grado de integración y desarrollo de sus aspectos estructurales y funcionales.

Introducción

La personalidad, según Fernando González Rey (1989), es el sistema de formaciones psicológicas de diferente grado de complejidad que integran el nivel regulador superior de la actividad del individuo. Es una organización estable y sistémica de los contenidos y funciones psicológicas que permiten la regulación y autorregulación del sujeto. Sus contenidos son aquellos esenciales para él, los que resultan significativos en su vida, los relevantes; es decir, no todos los contenidos de la psiquis son contenidos de la personalidad, ni en todas las actividades se comprometen como esta. El funcionamiento psicológico y el nivel de desarrollo de la personalidad que regula el comportamiento del individuo dependen de la interacción de sus elementos y del desarrollo de estos.

Su carácter sistémico se expresa en su estructura, en la organización que adoptan todos los elementos en la configuración que alcanza en cada persona. Su nivel de integración depende de la relación armónica entre sus componentes. Este carácter sistémico, estructura y nivel de integración se mantiene relativamente estable a lo largo de la vida, permitiendo que las características y cualidades personales se mantengan a pesar de los cambios en las condiciones externas e internas. No obstante, como todo sistema, está sujeto a desarrollo, lo que implica un proceso constante de cambio y transformación que permite el tránsito a niveles superiores de organización.

Su individualidad se expresa en aquellas características de la personalidad que la diferencian de los demás y debe ser analizada en función y contenido propios de cada sujeto. Esto hace que la personalidad sea irrepetible y única, diferente en estructura, nivel de integración y desarrollo.

Constituye el nivel regulador superior de la actividad del sujeto y se evidencia en el carácter activo y consciente de esa relación. El hombre actúa selectivamente en el proceso de interacción con la realidad de acuerdo a sus propias características psicológicas; logra influir conscientemente en la realidad que lo rodea, transformarla y transformarse a sí mismo; y es capaz de dirigir su propia actividad y desarrollo. Por tanto, no depende pasivamente de las influencias del medio y es capaz de reflexionar sobre su vida, tomar conciencia de sus motivaciones fundamentales, autovalorarse, proponerse nuevas metas, explicar su conducta y autoeducarse.

La interacción con el medio, la apropiación de información y contenidos afectivos integralmente es el proceso en que se va desarrollando la personalidad. El individuo nace con las características anatomo-fisiológicas particulares que permiten el surgimiento y desarrollo de la personalidad. Es a través de la interacción del individuo con el medio externo y en sus relaciones como ser social que surge la subjetividad; el modo particular en que se realiza esta interacción con la realidad objetiva determina el carácter individual de ésta y, con ello, aporta los recursos personológicos del sujeto. El surgimiento de la conciencia cumple un papel esencial: permite al individuo diferenciarse de la realidad y de los demás, conformarse una idea de sí mismo y el planteamiento de objetivos. Todo esto posibilita la aparición de la personalidad; determinada por lo biológico, que constituye el substrato material para su existencia y por lo social, que no es un escultor externo sino un elemento activo que se integra atendiendo a las condiciones internas. Por lo tanto, estos determinantes no actúan de forma lineal sino que su determinación es permeada en todo momento por lo propiamente psicológico. Es necesaria la conformación de la subjetividad, la comunicación y actividad del individuo con su medio para que surja y se desarrolle la personalidad, que deviene como producto tardío de las relaciones humanas.

Todos los elementos que se integran en las funciones de la personalidad tienen una naturaleza cognitivo-afectiva en la cual el hombre se apoya para regular todas las esferas de su comportamiento. Es difícil representarse un proceso o hecho psicológico puramente afectivo o puramente cognitivo, pues el hombre desde que nace está en constante intercambio de información y afecto con su medio ambiente y es en este intercambio donde los procesos emocionales y cognitivos se desarrollan simultánea e integralmente, incluso cuando ambos tengan relativa autonomía en su aspecto funcional. La unidad dialéctica que se establece entre estos procesos va a dar paso a lo que se denomina sentido psicológico, constituyéndose así una célula funcional de la personalidad y produciéndose el control y regulación de la conducta.

Como sistema relativamente estable está configurado a través de leyes generales que devienen esencialmente de la integración, en la historia individual del sujeto, de los aspectos estructurales y funcionales en distintas configuraciones sobre el comportamiento. Sin embargo estas configuraciones finales que orientan el comportamiento individual constituyen alternativas diversas de las leyes generales que alcanzan integraciones singulares en el hombre concreto. Lo individual y lo general en la personalidad no son momentos que se excluyen entre sí. Lo general existe en lo individual, siendo los aspectos esenciales de la configuración individual los que definen lo general, pero a su vez, lo general se organiza en este mismo nivel de forma única e irrepetible. El análisis de cómo se expresan algunas particularidades generales en el nivel individual nos permite integrar grupos de individuos en configuraciones particulares, atendiendo tanto a aspectos estructurales como funcionales. Las integraciones o regularidades generales de la personalidad no son conjuntos petrificados ni estáticos sino elementos sistémicos, que pueden intervenir en configuraciones psicológicas diversas y simultáneas, dentro de la personalidad (González & Mitjáns, 1989).

Una de las primeras referencias relacionada a la definición del término Calidad de Vida se remonta a Aristóteles, cuando apunta que la mayoría de las personas conciben como lo mismo la "buena vida" y "ser feliz"; destaca que la felicidad significa diferentes cosas para personas diferentes y en momentos diferentes: cuando se enferma, la salud es felicidad; cuando se es pobre, lo es la riqueza (Fayers & Machin, 2000, citado en Ricardo, 2011).

Es en la década de 1960 que aparece y populariza el concepto como tal y la preocupación por la evaluación sistemática y científica del mismo, debido al creciente interés por conocer el bienestar humano y la preocupación por las consecuencias de la industrialización de la sociedad. Para ello se inicia el desarrollo de los indicadores sociales, estadísticos, que permiten medir datos y hechos vinculados al bienestar social de una población. Durante estos años, el concepto se enmarca, principalmente, en torno al medio ambiente y al deterioro de las condiciones de vida urbana (Arostegui, 1998, citado en Ricardo, 2011).

A mediados de los 70 y comienzos de los 80, como consecuencia del desarrollo y perfeccionamiento de los indicadores sociales, la expresión se comienza a definir como concepto integrador que comprende todas las áreas de la vida, o sea, que posee un carácter multidimensional y hace referencia tanto a condiciones objetivas como a componentes subjetivos. Contribuyó a su difusión teórica y metodológica, la inclusión del término en la primera revista monográfica de EE.UU, "Social Indicators Research", en 1974 y en "Sociological Abstracts" en 1979.

Actualmente es un término utilizado en diversos ámbitos como son la salud, la educación, la economía, la política y el mundo de los servicios en general. No es un concepto unidisciplinarmente delimitado. Disciplinas tan diversas como la biología, la ecología, la antropología, la economía y, por supuesto, la psicología encuentran en el concepto materia de trabajo, de análisis y por supuesto, de aportación conceptual y metodológica. Por ello, es muy importante la delimitación de la dimensión psicológica del término (Carpio, Pacheco, Flores y Canales, 2000). Su socialización ha provocado su utilización imprecisa y un sinfín de elaboraciones académicas que pretenden llegar a la mejor definición del concepto (Sancho & Vela, 2004, citado en Ricardo, 2011).

Con este trabajo pretendo, primeramente, hacer un breve bosquejo acerca de las líneas de investigación sobre Calidad de Vida y en un segundo momento expondré algunas reflexiones propias a partir de los aspectos estructurales y funcionales de la personalidad.

Desarrollo

Frecuentemente, las investigaciones sobre calidad de vida carecen de una definición formal, lo que dificulta la comparación y recogida de información de los diferentes estudios. Los psicólogos han orientado sus esfuerzos a la creación de instrumentos de medición o evaluación de la calidad de vida sin estar acompañados estos esfuerzos por una reflexión sistemática sobre los aspectos conceptuales en que se fundamenta su quehacer. Esta situación ha propiciado que exista una cada vez mayor información cuya adecuada interpretación se dificulta precisamente por la carencia de un marco teórico general que dé sentido a dicha información y que legitime conceptualmente el quehacer del psicólogo en este campo (Carpio, Pacheco, Flores y Canales, 2000).

Según Martínez, Alba y Sanabria (2008) los enfoques de investigación de este concepto son variados, pero podrían englobarse en dos tipos:

– Enfoque cuantitativo, su propósito es definir la calidad de vida desde distintas aristas. Para ello, se han estudiado indicadores sociales (se refieren a condiciones externas relacionadas con el entorno como la salud, el bienestar social, la amistad, el estándar de vida, la educación, la seguridad pública, el ocio, el vecindario, la vivienda y otros), psicológicos (miden las reacciones subjetivas del individuo a la presencia o ausencia de determinadas experiencias vitales) y ecológicos (miden el ajuste entre los recursos del sujeto y las demandas del ambiente).

– Enfoque cualitativo, es cuando se adoptan una postura de escucha a la persona mientras relata sus experiencias, desafíos y problemas y cómo los servicios sociales pueden apoyarles eficazmente.

La calidad de vida ha sido definida como (Martínez, Alba y Sanabria, 2008):

• La calidad de las condiciones de vida de una persona.

• La satisfacción experimentada por la persona con dichas condiciones vitales.

• La combinación de componentes objetivos y subjetivos, es decir, calidad de vida definida como la calidad de las condiciones de vida de una persona junto a la satisfacción que esta experimenta.

• La combinación de las condiciones de vida y la satisfacción personal ponderadas por la escala de valores, aspiraciones y expectativas personales.

Algunos autores subrayan que calidad de vida es "lo que el individuo determina que es"; lo que implica que la calidad de vida es individual, pues aspectos importantes para una persona pueden no serlo para otra; que la evaluación de la calidad de vida resulta de la influencia de una variedad de factores, incluyendo las experiencias y expectativas de los individuos; y que la calidad de vida es dinámica, pues la importancia relativa de cada dimensión o dominio puede variar si cambian las circunstancias de la vida o la percepción del individuo sobre sus propias condiciones.

La definición elaborada por el Grupo de Calidad de Vida de la OMS (1995) hace referencia al término, destacando su carácter subjetivo, como "las percepciones de los individuos de su posición en la vida en el contexto cultural y de valores en el que viven y en relación a sus metas, expectativas, estándares y preocupaciones" (citado en Schwartzmann, 2003). Cummins (1997), valorando los componentes objetivos y subjetivos sin sobrevalorar uno sobre otro, lo conceptualiza como "constructo universal, definido tanto objetiva como subjetivamente, donde los dominios objetivos comprenderían medidas culturalmente relevantes de bienestar objetivo, y los dominios subjetivos comprenderían la satisfacción con las diferentes dimensiones ponderadas por su importancia para el individuo".

Así, el aspecto central del estudio de la calidad de vida percibida de una persona incluye la relación entre fenómenos objetivos y subjetivos que se definen como:

Enfoque objetivo: evalúa indicadores sociales externos y objetivos, tales como niveles de vida, salud, educación, seguridad y ambiente próximo (vecindad) (Andrews & Whithey, 1976, Campbell, Converse y Rogers, 1976, citado en Martínez, Alba y Sanabria, 2008).

Enfoque subjetivo: se basa en la percepción y evaluación de la persona sobre sus experiencias de vida, centrándose en factores tales como bienestar físico y material, relaciones con otras personas, actividades en la comunidad, desarrollo personal y ocio (Flanahab, 1982, citado en Martínez, Alba y Sanabria, 2008).

Por otra parte, la calidad de vida ha sido definida y estudiada desde la perspectiva de múltiples disciplinas, siendo un concepto multidimensional, que abarca los efectos de una enfermedad o tratamiento sobre el funcionamiento físico, psicológico, social y en las actividades del diario vivir de las personas.

Entre las ciencias de la salud, los avances de la medicina han posibilitado prolongar notablemente la vida, generando un incremento importante de las enfermedades crónicas. Ello ha llevado a poner especial acento en un término nuevo: Calidad de Vida Relacionada con la Salud. Numerosos trabajos de investigación científica emplean hoy el concepto, como un modo de referirse a la percepción que tiene el paciente de los efectos de una enfermedad determinada o de la aplicación de cierto tratamiento en diversas esferas de su vida, especialmente de las consecuencias que provoca sobre su bienestar físico, emocional y social. Las tradicionales medidas mortalidad/morbilidad están dando paso a esta nueva manera de valorar los resultados de las intervenciones, comparando unas con otras, y en esta línea, la meta de la atención en salud se está orientando no sólo a la eliminación de la enfermedad, sino fundamentalmente a la mejora de la Calidad de Vida del paciente. Actualmente hay importantes trabajos realizados sobre intervenciones en personas con cáncer, sida, asma y esclerosis múltiple, entre otras.

En el terreno de la Educación la investigación es aún escasa y existen muy pocos instrumentos para evaluar la percepción de niños y jóvenes sobre los efectos de la educación en su Calidad de Vida. No obstante, los cambios transcendentales acaecidos en la forma de entender la educación en todo el mundo, particularmente en lo que atañe a los alumnos con necesidades educativas especiales, han ido en una línea paralela a la seguida por aquellos que promueven la calidad de vida. En este sentido, comienzan a desarrollarse estudios sobre los factores asociados a la efectividad de la escuela poniendo especial atención en aquellos que ejercen un efecto sobre el alumno, comienzan a tener cabida en el currículum nuevas áreas con un carácter menos académico que las tradicionales y más vinculado con la formación integral de la persona y la mejora de su calidad de vida, la tecnología de la rehabilitación pasa a formar parte del continuo de apoyos y servicios de que el sistema educativo dispone para hacer realidad la inclusión en el medio escolar de alumnos con discapacidad y, desde el servicio educativo se adopta un enfoque de mejora de la calidad en el que la satisfacción del alumno pasa a convertirse en un criterio de máxima relevancia.

Desde la psiquiatría y la psicología se realizan evaluaciones de Calidad de Vida con el fin de medir los resultados de programas y terapias para enfermos crónicos, en especial personas con esquizofrenia y con depresión mayor. Ha tenido una importante atención la reflexión sobre los efectos de la desinstitucionalización tanto sobre los sujetos como sobre las familias. También se han estudiado las repercusiones del grado de apoyo social, el funcionamiento personal y el nivel de autonomía en la Calidad de Vida.

En cuanto al estudio de la calidad de vida relacionada con la personalidad encontramos la investigación de Masthoff E., Trompenaars F., De Vries J. y colaboradores (2007) que plantean que la personalidad es uno de los factores internos más importantes respecto a la calidad de vida o de conceptos relacionados, como la satisfacción y el bienestar; y que los pacientes con trastornos de la personalidad tienen, de manera general, una mala calidad de vida.

En su investigación asumen dos esquemas principales para describir la personalidad: los modelos categóricos y los modelos dimensionales. Los modelos categóricos facilitan la toma de decisiones terapéuticas y simplifican la comunicación entre los profesionales. Los modelos dimensionales definen dimensiones continuas de la conducta y permiten especificar las diferencias individuales como variaciones cuantitativas dentro de esas dimensiones. De este modo se caracteriza el nivel de prominencia y adaptabilidad de los rasgos de la personalidad y no su mera presencia o ausencia. Es decir, los modelos dimensionales brindan más información sobre los pacientes en comparación con los categóricos. Existen diferentes modelos dimensionales para describir la personalidad. Uno de ellos es el modelo de los cinco factores que comprende las siguientes dimensiones: neuroticismo, extraversión, apertura a la experiencia, amabilidad y responsabilidad. Dichas dimensiones subyacen tanto a las características normales como anormales de la personalidad. Otro modelo es el de siete factores de Cloninger, que incluye cuatro dimensiones de temperamento (búsqueda de novedad, evitación del daño, dependencia de la recompensa y perseverancia) y tres dimensiones de carácter (autonomía, cooperación y autotrascendencia).

Los estudios que se llevaron a cabo desde esta postura sobre la relación entre las dimensiones de la personalidad incluidas en el modelo de los cinco factores y la calidad de vida, mostraron una relación entre ciertas características de la personalidad y la felicidad y el bienestar. Por ejemplo, la extraversión y el neuroticismo predecirían la presencia de emociones positivas y negativas y contribuirían con el bienestar subjetivo. En los estudios en los cuales se analizó la relación entre la calidad de vida y el modelo de Cloninger se informó que la búsqueda de novedad, la dependencia de la recompensa, la autonomía y la cooperación son directamente proporcionales con la calidad de vida. En cambio, la evitación del daño es inversamente proporcional.

En general, los estudios sobre la relación entre los modelos dimensionales de la personalidad y la calidad de vida se efectuaron sobre la base del modelo de los cinco factores, que parte del Factorialismo. Desde este enfoque la personalidad aflora como un conjunto de dimensiones generalizables a todas las personas y las diferencias son solo cuantitativas; el papel activo del sujeto queda obviado y termina siendo un conjunto de hábitos conductuales o rasgos generales a todos los sujetos; el rasgo se define a partir de sus expresiones conductuales constatables y a partir de ellos se establecen los factores que se diferencian de los rasgos cuantitativamente; por último, el factor no descubre el verdadero nexo causal entre los elementos que lo forman y no es una formación cualitativamente superior (Fernández, 2005).

Carpio, C., Pacheco, V., Flores, C y Canales, C. (2000) plantean en su investigación que la calidad de vida puede ser concebida como la resultante funcional del estado conjunto de las condiciones biológicas, socioculturales y psicológicas de los individuos, estado que define el modo en que éstos se ajustan a las situaciones cotidianas en que su comportamiento, como modo de experiencia práctica, tiene lugar, así como los resultados que dicho ajuste tiene sobre el ambiente y sobre el propio organismo. Proponen un modelo conductual para el análisis de la dimensión psicológica de la calidad de vida, que involucra la interacción de los siguientes elementos: La historia interactiva del individuo. Las competencias conductuales disponibles; las competencias se concentran en los siguientes ámbitos básicos: la prevención de la enfermedad; la adherencia a tratamientos; la prevención de accidentes; la protección de ambientes físicos; la preservación de ambientes sociales; la promoción de interacciones sociales en los ámbitos familiares y de pareja y la promoción de cambios sociales benéficos para la colectividad: competencias de liderazgo, de organización de actividades grupales, de análisis de soluciones. Los estilos interactivos; los más relevantes al ámbito de la calidad de vida son: toma de decisiones; tolerancia a la ambigüedad; tolerancia a la frustración; persistencia o logro; flexibilidad al cambio; tendencia a la transgresión; curiosidad; tendencia al riesgo; dependencia de señales; responsividad a nuevas contingencias; impulsividad-autocontrol; reducción de conflicto. Los criterios de ajuste que imponen las situaciones interactivas: son los que determinan cuales competencias son funcionalmente pertinentes en cada situación con la que el individuo interactúa.

En la investigación sobre Calidad de vida, personalidad resistente y apoyo social percibido en pacientes con diagnóstico de cáncer pulmonar de Vinaccia, S., Quinceno, J, Fernández, H., Contreras, F, Bedoya, M., Tobón y Zapata, M. (2005) consideran que una variable relacionada con el concepto de calidad de vida es la forma en que las personas afrontan determinadas circunstancias o sucesos importantes en la vida, como el padecer una enfermedad crónica como el cáncer. Dicha forma de afrontamiento estará determinada por la interpretación que hace el individuo del suceso, por el concepto de calidad de vida que posea y por el apoyo social que perciba. En este contexto, Kobasa (1979) desarrolla el concepto personalidad resistente, caracterizada por un fuerte sentimiento de control sobre la vida y de compromiso con ciertas metas y objetivos (Peñacoba y Moreno, 1998), cualidades que interactúan constantemente e inciden en la actitud, estado de ánimo, comportamiento y toma de decisiones relacionada con las estrategias de afrontamiento.

Según Kobasa (1979) las personas con personalidad resistente perciben los estímulos estresantes como oportunidades de crecimiento y como un medio de aprendizaje para situaciones futuras; por tanto, se enfrentan a dichos estímulos de forma optimista y activa.

Las características que definen a la personalidad resistente son: compromiso: variable moderadora de los efectos del estrés, y se le define como la cualidad de creer en la importancia y valor de lo que uno mismo es y de lo que hace; control: cualidad para pensar y actuar con la convicción de que se influye personalmente en el curso de los acontecimientos; y reto: creencia de que el cambio, frente a la estabilidad, es la característica habitual de la vida; y lo perciben como una oportunidad e incentivo para el crecimiento personal.

Otros estudios han abordado el término asociado a los trastornos de personalidad. Los principales resultados han sido que los pacientes con Trastornos de Personalidad presentan niveles de Calidad de Vida menores en comparación a la población no clínica (Torgensen, 2007). Mientras que algunos Trastornos de Personalidad como evitación, límite, equizotípico, dependiente, paranoide, esquizoide y antisocial presentan peores niveles, los TP histriónico y narcisista presentan mejores niveles de Calidad de Vida (Daley, Burge y Hammen, 2000; Cramer, Torgersen y Kringlen, 2006; Pedrero, Olivar y Chicharro, 2008) (citado en Martínez Graña y Trujillo, 2011).

Estas teorías, por lo general, se encuentran sesgadas por la visión o enfoque al que se encuentra adscrito quien la plantea, por lo tanto, presentan limitaciones en sus conceptos. De ellos aceptamos la importancia de la valoración tanto objetiva como subjetiva, así como la expresión individualizada del término en cada persona, promoviendo su estudio a través de una evaluación personal, destacando la concepción holística del individuo evaluado (Díaz, 2008, citado en Ricardo, 2011).

Las condiciones objetivas de existencia social de los individuos derivadas de sus circunstancias económicas, políticas, culturales, laborales, ecológicas y legales, tanto como las condiciones biológicas asociadas a su estado nutricional, a sus estados de salud-enfermedad y a sus condiciones físicas generales, constituyen el marco de referencia en el que ha de ubicarse cualquier análisis de las posibilidades que tienen los individuos de alcanzar un grado razonable de calidad de vida.

Es un concepto multidimensional. Las condiciones socioculturales de cada persona contribuyen de un modo determinante a delimitar el universo real de objetos, personas y circunstancias específicas con las que cada individuo puede estar en contacto cotidiano. Así mismo, las condiciones biológicas (los estados salud-enfermedad, los padecimientos crónico-degenerativos, los impedimentos o restricciones físicas, los estados nutricionales) contribuyen, también de un modo decisivo, a determinar los modos en que cada persona interactúa con los objetos, eventos y personas que configuran las situaciones en las que se comporta. Sin embargo ni las condiciones socioculturales ni las condiciones biológicas agotan en si mismas los determinantes de los ajustes específicos de cada individuo a su entorno ni de los resultados que éstos tienen tanto sobre el ambiente como sobre el propio organismo. Los factores psicológicos son, en este contexto los que completan el rango de variables a considerar en el análisis de la calidad de vida (Carpio, Pacheco, Flores y Canales, 2000).

Algunas reflexiones a partir de los aspectos estructurales y funcionales de la personalidad

Teniendo en cuenta la valoración de los aspectos objetivos y subjetivos, así como la expresión individualizada del término en cada persona, se comprende que la calidad de vida abarca el bienestar, felicidad y satisfacción de un individuo incluyendo sus decisiones diarias, sus emociones respecto a las situaciones que vive y su proyección futura. Es por ello que está muy relacionada con la búsqueda del sentido que tiene nuestra vida, con el planteamiento de metas y con el comportamiento presente para el alcance de éstas. Lo planteado hasta aquí no expresa más que la relación entre calidad de vida y personalidad, específicamente entre los aspectos funcionales y estructurales de la personalidad. Estos aspectos son contenidos psicológicos significativos que intervienen en la regulación del comportamiento.

Los aspectos estructurales, según Fernando González Rey (1989), son la forma estable en que los contenidos se organizan, se estructuran para participar en una u otra forma en el sistema de sentidos psicológicos de la personalidad y expresarse en sus funciones reguladoras. Existen tres niveles de integración de los contenidos psicológicos en su constitución estructural: las unidades psicológicas primarias y las formaciones motivacionales complejas.

Las unidades psicológicas primarias son la integración cognitiva-afectiva relativamente estable, que actúa de manera inmediata sobre el comportamiento ante las situaciones vinculadas a su acción reguladora. Además de estables relativamente y significativos se caracterizan por una insuficiente reflexión y una fuerte carga emocional. El nivel de mediatización que ejerce la personalidad sobre ellas depende del nivel de regulación en que esta opera. Pertenecen a este nivel las necesidades, motivos, actitudes, estereotipos y rasgos o cualidades de la personalidad (González & Mitjáns, 1989).

Específicamente relacionados con la calidad de vida puede decirse que con la socialización y el surgimiento de las necesidades superiores y la posibilidad de satisfacción de necesidades básicas favorecen el surgimiento de necesidades de mejora de la calidad de vida que van a encontrar satisfacción en los motivos en dependencia de la importancia y el nivel de jerarquía que el individuo le conceda, a partir del contexto concreto en que se desenvuelve, su historia de vida, sus condiciones físicas, desarrollo integral y posibilidades de satisfacción. Si los motivos encuentran un desarrollo estable y en dependencia del tipo de motivo que alcance a ser, ya sea de carácter objetal, presentes ante condiciones actuantes, orientadores de la actividad y las relaciones del hombre, orientadores de sentido o tendencias orientadoras de la personalidad propicia la formación de actitudes, o sea disposiciones o predisposiciones a reaccionar ante determinados objetos, situaciones u otras personas en correspondencia con motivos que responden directa u indirectamente a necesidades de mejora de la calidad de vida. Pueden aparecer así estereotipos y rasgos o cualidades de la personalidad estrechamente vinculados a las actitudes ya que las expresan en su relación con los objetos y fenómenos que favorecen o no su calidad de vida. Todo esto está acompañado de una elevada carga afectiva y un bajo procesamiento cognitivo.

Por su parte, las formaciones motivacionales complejas tienen siempre carácter motivado, pero su naturaleza es más compleja que la del motivo ya que en ellas las operaciones cognitivas juegan un importante papel. Su contenido aparece siempre elaborado por el sujeto, constituyendo un sistema de información personalizada relevante que permite a la personalidad operar conscientemente con dicho contenido, realizando el potencial motivacional de los mismos en estrategias, valoraciones y objetivos muy elaborados. No son estáticas sino más bien configuraciones dinámicas en estructuración y desestructuración, por lo que son relativamente estables. Constituyen una auténtica expresión de unidad cognición y afecto. Se interrelacionan, se interpenetran e incluso se condicionan de modo recíproco e intervinculado. No se expresan de modo directo en el comportamiento sino que articulan un sistema regulador psicológico con indicadores de expresión comportamental. En su base motivacional se apoyan en motivos que ocupan un lugar elevado en la estructura motivacional de la personalidad –tendencias orientadoras- los cuales aglutinan dentro de un mismo sistema de sentido otras necesidades y motivaciones más inespecíficas y de menor jerarquía, que encuentran su vía de expresión en estas formaciones motivacionales (González & Mitjáns, 1989).

La autovaloración, que supone la presencia de reflexiones, valoraciones, vivencias sobre sí mismo, sobre los contenidos esenciales de la propia personalidad a través de los cuales se expresan las tendencias motivacionales más importantes con implicación afectiva, estará íntimamente vinculada a la búsqueda de mejora de la calidad de vida, pues se implica en las reflexiones del sujeto sobre sus cualidades, intereses, motivos y, por supuesto, sus posibilidades y potencialidades para alcanzar metas. Sin embargo, es aún más importante su implicación en la forma en que el individuo percibe su calidad de vida, en la evaluación de si es necesaria o no una mejoría, si se siente satisfecho, si es capaz de cambiar su situación concreta. En este proceso de autoevaluación a través de la autovaloración que tiene el individuo de sí interviene el ideal, como la imagen anticipada de lo que debería ser su calidad de vida, las cualidades que se desean que tenga y el análisis de por qué se desean esas cualidades. Sistémicamente se integran la concepción del mundo, que por su amplitud y generalidad penetra a las restantes formaciones motivacionales y es la filosofía de la vida presente en cada cual, y los valores, que forman parte de la concepción del mundo, guían el desarrollo de las personas y actúa en el sistema de regulación comportamental. El proyecto de vida, que integra las direcciones y modos de acción fundamentales de la persona, siendo la estructura que expresa la apertura de la personalidad hacia el dominio del futuro, en sus direcciones esenciales y en las áreas criticas que requieren de decisiones vitales; el sentido de vida, que es la expresión funcional del sistema de sentidos personales a partir de los cuales el individuo se plantea los objetivos esenciales que debe alanzar en la vida, conformado por los sistemas de sentidos que surge de la estructuración jerárquica del sentido que se forma del motivo; y las intenciones profesionales, van a estar determinados por la búsqueda de la satisfacción de la necesidad de calidad de vida, a su vez van a estar condicionándola y participando en la percepción del individuo sobre su calidad de vida actual, sobre su bienestar, nivel de satisfacción y aspiraciones.

Los aspectos funcionales integran todos los indicadores que caracterizan la forma en que un contenido se expresa en las funciones reguladora y autorreguladora de la Personalidad. Se refiere a como un contenido concreto participa en la psiquis del hombre. Se expresan en estrecha relación, expresando configuraciones estables que caracterizan las expresiones de la personalidad en sus esferas motivadas esenciales. Esta integración necesaria de indicadores funcionales diferentes la denominamos nivel de regulación de la personalidad, por el significado de la misma en la definición cualitativa de las funciones reguladoras y autorreguladora de la personalidad. Encontramos dos niveles de regulación: consciente-volitivo, los indicadores se expresan en valores positivos elevados y normas, estereotipos y valores, los indicadores presentan un pobre desarrollo (González & Mitjáns, 1989).

Como primer indicador funcional encontramos flexibilidad. Su incidencia en la calidad de vida está dada en que le permite al individuo cambiar y reorganizar decisiones, proyectos, encontrar alternativas y adecuarlos a las nuevas exigencias y situaciones que puedan presentarse percibiendo y enfrentando así de mejor manera sus condiciones concretas, como por ejemplo cambiar el modo de vida y buscar apoyo social ante enfermedades degenerativas como la diabetes y el cáncer apreciando una calidad de vida relativamente estable. Para ello es indispensable la capacidad para utilizar de forma activa y consciente las operaciones cognitivas (análisis, síntesis, comparación, abstracción y generalización) en la búsqueda de alternativas, el procesamiento de la nueva información con la que se tenía anteriormente, entra aquí el segundo indicador utilización de las operaciones cognitivas (Reflexión). Estos indicadores se vinculan íntimamente a los de proyección futura, si el sujeto posee una elevada proyección futura es capaz de asimilar los reveses o fracasos del presente como algo pasajero a lo que se debe sobreponer para alcanzar sus objetivos futuros, trabaja con esfuerzo en pos de esos objetivos y optimiza los logros cotidianos en función de las metas a largo plazo, y capacidad de estructurar el campo de acción, si el individuo posee este indicador puede organizar alternativas, por ejemplo una nueva profesión, en función de sus reflexiones acerca de su situación y reestructurar su vida presente a partir de nuevos objetivos y perspectivas mediatas. Por último, encontramos como indicadores el esfuerzo consciente por explicar sus interrelaciones con la realidad, lo que le permite estructurar y regular mejor su comportamiento en pos del mantenimiento y elevación de su calidad de vida, y los esfuerzos volitivos en la consecución de los objetivos que indica los esfuerzos sistemáticos por vencer los obstáculos que entorpezcan el logro de los objetivos anteriores.

Estos niveles en su definición integral no son puramente funcionales, contenido y función, o sea aspectos estructurales y funcionales están indisolublemente ligados en el funcionamiento y su interrelación es recíproca, pues el desarrollo de los propios contenidos va dando lugar a desarrollo de los indicadores funcionales. El comportamiento de los propios aspectos estructurales y de sus interrelaciones dependerá del nivel integral del funcionamiento sistémico de la personalidad (González & Mitjáns, 1989).

Los individuos que integran sus manifestaciones funcionales en el nivel consciente-volitivo manifiestan elementos estructurales más complejos y a su vez más flexibles en la expresión de su función reguladora. Los que las integran en el nivel normas, estereotipos y valores expresan los contenidos en unidades psicológicas primarias, expresando un alto potencial emocional, unida a formas muy concretas de comportamiento, lo cual constituye uno de los elementos que influye en su rigidez y por tanto determina una peor respuesta ante situaciones que afecten su calidad de vida o requieran una modificación casi total de su situación actual para su mantenimiento estable

La evaluación externa (objetiva) e interna (personal) de la calidad de vida es una de las cuestiones claves en los estudios actuales del tema y que, con más frecuencia, aparece reflejada en distintas definiciones. En la actualidad se insiste en la importancia de privilegiar la evaluación interna de la misma, al ser esta última una de las cuestiones de mayor interés en los estudios contemporáneos de calidad de vida. (Díaz, 2008, citado en Ricardo, 2011). Las dimensiones que se incluyen para esta evaluación interna están relacionadas con el aspecto social, físico y psicológico, desde este último se evalúan emociones, funciones cognitivas, preocupaciones, percepción de sí mismo, cuántas y cuáles son las necesidades que se tienen o no satisfechas y en qué grado, cuántas y cuáles de las aspiraciones personales son factibles de ser realizadas. Percibir, evaluar y alcanzar calidad de vida requiere la intervención del sujeto como personalidad, que se encuentra en dependencia del grado de integración y desarrollo de sus aspectos estructurales y funcionales.

Conclusiones

Las investigaciones sobre calidad de vida, generalmente, carecen de una definición formal, no se ha contado con una reflexión sistemática sobre los aspectos conceptuales, por ello no existe un marco teórico general lo que dificulta la interpretación, comparación y recogida de información de los diferentes estudios.

Es un concepto multidisciplinar y multidimensional. Para su estudio debemos considerar la importancia de la valoración tanto objetiva como subjetiva, así como la expresión individualizada del término en cada persona, promoviendo su estudio a través de una evaluación personal, destacando la concepción holística del individuo evaluado.

Por tanto, la calidad de vida abarca el bienestar, la felicidad y la satisfacción de un individuo incluyendo sus decisiones, sus emociones, su proyección futura, relacionándose con la búsqueda del sentido de vida y con el comportamiento presente en pos de metas futuras; expresando una relación bidireccional con los aspectos funcionales y estructurales de la personalidad; en la que la calidad de vida va a determinar potencialmente el desarrollo de estos últimos, va a condicionar sus manifestaciones futuras, a la vez que estos aspectos de la personalidad van a determinar como se percibe, van a estar permeando su determinación y van a condicionar la búsqueda de alternativas proyecciones para su consecución.

Constituye un reto profesional para el psicólogo "favorecer y potenciar no sólo la cantidad de vida, sino, además, una vida con calidad, en función de las exigencias del mundo moderno a las cuales está sometido el hombre" (Ricardo, 2011).

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