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Sidarta Gautama

Enviado por latiniando


    1.- Vida ( ca. 500 d.C.)

    Se conoce muy poco de la vida de Sidarta Gautama. Y eso poco procede de las escrituras budistas y puede que no sea histórico en todos sus detalles, ya que son escritos redactados para hacer más aceptable sus enseñanzas.

    "BUDA" es un título honorífico que se le atribuyó después (como "Mesías" o "Cristo" a Jesús; y como "Israel" a Jacob). Su apellido de familia era Gautama y su nombre Sidarta.

    Buda significa literalmente iluminado, mentalmente despierto, lúcido. Según el budismo, uno se libera y se hace realmente persona cuando la mente alcanza, desde dentro, una iluminación tal que puede mirar a la vida con realismo. ( De esta forma, ya la simple comprensión de estas dos palabras: Buda y Cristo, nos introduce en dos características fundamentales que distinguen a ambas religiones, dos maneras de llegar a la perfección: desde Dios, desde la unión del Espíritu o desde el hombre y quedándose con el hombre).

    Sidarta nació en el seno de una familia acomodada. Su padre era jefe de un clan (perteneciente a la clase de los guerreros) en Kapilarastu, en la frontera con Nepal. Había muchos jefes similares dentro del mismo Reino. Su madre se llamaba Mahamaya, y era princesa de otro clan.

    Si Sidarta hubiera pertenecido a la casta de los bramanes, no le hubiera resultado fácil fundar una religión "sin Dios", ya que esta casta debía dedicarse a todo lo relacionado con los ritos y culto a los dioses y diosas.

    Sidarta nació fuera de su casa, mientras su madre viajaba a la casa paterna (en la India, para el primer parto las mujeres suelen regresar a su casa paterna). Nació en un parque, a la sombra de un árbol.

    (No faltan leyendas que le hacen nacer del costado de su madre-virgen, sin causarle ningún dolor). Al séptimo día murió la madre y Sidarta fue criado por la hermana de su madre: Prajapati Gotami.

    Su educación habría sido excelente, en conformidad con las tradiciones de la casta guerrera. En especial habría sido bien adiestrado en el manejo del arco y en las artes de la guerra.

    El matrimonio en la India está sujeto a complicadas tradiciones. A veces los padres deciden la pareja de alguien ya desde que nace o desde muy tierna edad. Acerca del matrimonio de Sidarta sólo sabemos que se casó a los 16 años con su prima Yosodara, hija única del príncipe Suppabudda.

    El padre de Sidarta tenía grandes planes para su hijo: quería hacer de él un gran político. Para conseguirlo trató de contentarle en todo y rodearle de comodidades. Dícese que incluso tomó grandes precauciones para que su hijo no contemplase siquiera las miserias humanas. Sus esfuerzos, naturalmente, resultaron vanos. Sidarta se dió cuenta de la realidad de la vida, y esa experiencia fue en él tan fuerte que marcó un nuevo derrotero a su existencia. Tradicionalmente esa experiencia se cuenta así:

    Diga-nikaya, XIV, mahapadana suttanta:

    El joven señor Gautama, cuando ya habían pasado muchos días, mandó a su cochero que preparase las carrozas de gala, diciendo: Ten preparadas las carrozas, buen cochero, vamos a recorrer el parque para ver los jardines. Si mi señor, replicó el cochero, y aparejó las carrozas de gala y mandó recado a Gautama: Las carrozas están preparadas, mi Señor. Hagamos lo que gustes.

    Entonces Gautama subió a una carroza de gala y mando salir al parque.

    El joven señor vió entonces, según iba recorriendo el parque, a un anciano encorvado como un caballete de tejado, apoyándose en un bastón, decrépito y caminando a traspiés, afligido y ya sin vigor. Y al verlo, dijo Gautama: ¿ Qué ha hecho, buen cochero, ese hombre, que sus cabellos no son como los de los demás hombres, y tampoco su cuerpo ?.

    – Es lo que llamamos un viejo, mi señor.

    – ¿ Y porqué se llama viejo ?.

    – Se le llama viejo, mi señor, porque ya no le queda mucha vida.

    – Entonces, buen cochero, ¿ también yo estoy sujeto al envejecimiento, no podré eludir la vejez ?.

    – Tu, mi señor, y nosotros, todos somos de tal condición que habremos de envejecer. No podemos eludir la vejez.

    Ya está bien por hoy, buen cochero, de recorrer el parque. Llévame de regreso a mis habitaciones. Sí, mi señor, respondió el cochero, y lo llevó de regreso. El dirigiéndose a sus habitaciones, se sentó lleno de tristeza y agobiado, pensando: Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues a todo el que nace aguarda una vejez semejante.

    Envió el rajá a buscar al cochero y le preguntó: Bien, buen cochero, ¿ se distrajo el muchacho en el parque ? ¿ Qué fue lo que más le agradó ?.

    – No, mi señor, nada le agradó.

    – ¿ Qué fue, pues, lo que vio en su paseo ?.

    Y el cochero narró lo sucedido. Pensó entonces el rajá: No debemos consentir que Sidarta renuncie al gobierno. No debemos consentir que abandone la casa y se vaya a la soledad. No debemos consentir que resulte cierto lo que predijeron los adivinos brahmanes.

    Para que tales cosas no ocurrieran, hizo que el joven estuviera aún más rodeado de placeres sensuales. Y de este modo siguió viviendo Sidarta en medio de los placeres. Pero pasaron muchos días, y el joven señor ordenó de nuevo a su cochero que preparase lo necesario para salir de nuevo a pasear . . .

    Y vió Sidarta, según paseaba por el parque, a un enfermo, cargado de dolores, caído y revolcándose en sus propias heces, mientras algunos trataban de levantarlo y otros lo vestían. Al verlo, preguntó Sidarta: ¿ Qué ha hecho este hombre, buen cochero, que sus ojos no parecen como los ojos de los demás, ni su voz se parece a la voz de los otros hombres ?.

    – Es lo que llamamos un enfermo, mi señor.

    – ¿ Qué quiere decir eso de enfermo ?

    – Significa, mi señor, que difícilmente podrá recuperarse de su mal.

    – ¿ Acaso estoy yo también expuesto, buen cochero, a caer enfermo ?. ¿ No estoy libre de la enfermedad ?.

    – Tú, mi señor, y todos nosotros estamos expuestos a caer enfermos. No estamos libres de la enfermedad.

    Basta por hoy ,buen cochero, de pasear por el parque. Llévame de regreso a mis habitaciones. Sí, mi señor, respondió el cochero, y lo llevó de regreso. El, dirigiéndose a sus habitaciones, se sentó lleno de tristeza y agobiado, pensando: Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues a todo el que nace aguarda tal decadencia, semejante enfermedad.

    Envió el rajá a buscar al cochero y le preguntó: Bien, buen cochero, ¿ se distrajo el muchacho en el parque ?. ¿ Qué fue lo que más le agrado ?.

    – No, mi señor, nada le agradó.

    – ¿ Qué fue, pues, lo que vió en su paseo ?.

    Y el cochero contó todo lo sucedido. Pensó entonces el rajá: No debemos consentir que Sidarta renuncie al gobierno. No debemos consentir que abandone la casa y se vaya a la soledad. No debemos consentir que resulte cierto lo que predijeron los adivinos brahmanes.

    Para que tales cosas no ocurrieran, hizo que el joven estuviera aún más rodeado de placeres sensuales. Y de este modo siguió viviendo Sidarta en medio de los placeres. Pero pasaron muchos días, y el joven señor ordenó de nuevo . . . salir a pasear . .

    Y vió, según paseaba por el parque, una gran muchedumbre de gentes vestidas de distintos colores, que construían una pira funeraria. Y al ver aquello, preguntó a su cochero: ¿ Para qué se ha reunido toda esta gente, con vestidos de diversos colores, y con qué objeto amontonan esa leña ?.

    – Es porque alguien, mi señor, ha terminado sus días.

    – Acerca la carroza hacia ese que ha terminado sus días.

    – Si, mi señor, respondió el cochero, y así lo hizo, Y vió Sidarta el cadáver de aquel que había terminado sus días y preguntó: ¿ Qué es eso, buen cochero, de terminar uno sus días ?.

    – Significa, mi señor, que ni su madres, ni su padre, ni otros parientes lo volverán a ver más, y que él tampoco los volverá a ver.

    – ¿ Y estoy yo también sujeto a la muerte ? ¿ No estoy libre de la muerte ? ¿ No me verán más ni el rajá, ni mis demás parientes, ni los veré yo a ellos tampoco ?.

    – Tú, mi señor, y nosotros también, todos estamos sujetos a la muerte. Ni el rajá ni la rani, ni tus demás parientes te verán, ni tú los volverás a ver a ellos.

    Basta por hoy, buen cochero, de pasear por el parque. Llévame de regreso a mis habitaciones. Si, mi señor, respondió el cochero, y lo llevó de regreso. El dirigiéndose a sus habitaciones se sentó lleno de tristeza y agobiado pensando: ¡ Vergüenza sobre eso que llamamos nacimiento, pues a todo el que nace le aguardan el envejecimiento, la enfermedad y la muerte!.

    Envió el rajá a buscar al cochero y le preguntó como las otras veces, y también hizo rodear a Sidarta aún más de placeres sensuales.

    Pero de nuevo . . . el señor Gautama mando . . . salir a pasear. Y vió cuando paseaba por el parque, un hombre con la cabeza rapada, un eremita con su túnica amarilla. Al verlo, preguntó al cochero: Este hombre, buen cochero, ¿ Qué ha hecho, que su cabeza no es como la de los demás hombres y sus ropas no son como las que llevan los demás ?.

    – Es lo que se llama un eremita, mi señor, porque es un hombre que se ha marchado.

    – ¿ Qué quiere decir eso de que se ha marchado ?.

    – Marcharse, mi señor, significa ingresar en la vida religiosa, ingresar en una vida pacífica, dedicarse por completo a las buenas acciones, a llevar una conducta meritoria, a no causar ningún daño, a practicar la compasión para con todas las criaturas.

    – Cosa excelente es, en verdad, amigo cochero, eso que llaman un eremita, pues tan perfecta es su conducta en todos los aspectos. Llévame pues, hacia ese eremita.

    – Sí, mi señor, replicó el cochero, y lo llevó junto al eremita. Entonces se dirigió a él Sidarta, y le dijo: Maestro, ¿ qué has hecho que tu cabeza no es como la de los demás hombres, ni tus vestidos son como los de los otros ?.

    – Yo, señor, soy uno que se ha marchado.

    – ¿ Qué significa eso, maestro?.

    – Eso significa, mi señor, entregarse del todo a la vida religiosa, del todo a la vida pacífica, practicar las buenas acciones, llevar una conducta meritoria, no causar ningún daño, practicar la compasión para con todas las criaturas.

    – Con mucha razón, ciertamente, maestro, se dice que habéis marchado, ya que tan perfecta es vuestra conducta en todos los aspectos. Entonces ordeno el señor Gautama a su cochero: Marcha, buen cochero, llévate tu carroza y guíala de regreso a mis habitaciones. Porque ahora mismo voy a rapar mi cabeza y me voy a poner la túnica amarilla y me voy a marchar de mi casa para abrazar el estado de los que no tienen hogar.

    – Si, mi señor, replicó el cochero y regresó. Pero el príncipe Sidarta, cortando allí mismo su cabello y vistiéndose la túnica amarilla, se alejó de su casa hacia el estado de los que no tienen hogar.

    Ocurrió entonces en Kapilavatthu, la capital del gran rajá, que un gran número de personas, unas ochenta y cuatro mil almas, oyeron lo que el príncipe Sidarta había hecho, y pensaron: Ciertamente no es éste un caso habitual de ingreso en la vida religiosa, no es nada común este marcharse, puesto que el príncipe Sidarta ha rapado su cabeza y se ha revestido la túnica amarilla y se ha marchado se su casa para abrazar el estado de l os que no tienen hogar. Si el príncipe Sidarta ha hecho esto, ¿ por qué no habríamos de hacerlo nosotros también ?. Y todos ellos hicieron rapar sus cabezas y se vistieron túnicas amarillas y, a imitación de Bodhisat, marcharon de sus casas y abrazaron el estado de los que no tienen hogar. De este modo comenzó el Bodhisat a recorrer las aldeas, las ciudades y las capitales acompañado de una gran multitud.

    Entonces pensó Sidarta el Bodhisat, mientras meditaba en retiro: No es bueno para mi vivir siempre rodeado de gente. Mejor sería si pudiera vivir solitario, lejos de la multitud. Poco después marchó a vivir solo, lejos de la muchedumbre. Los ochenta y cuatro mil marcharon por un camino y el Bodhisat por otro.

    Entonces pensó Sidarta el Bodhisat, cuando marchó al lugar que había elegido y estaba meditando en la soledad: Ciertamente, este mundo está desquiciado: se nace, se envejece y se muere, y se sale de un estado para entrar en otro. Pero nadie sabe el camino para escapar del dolor o de la enfermedad o de la muerte. ¡ Cuándo se dará a conocer un camino para escapar de todo este dolor, del envejecimiento y de la muerte !.

    (Traducido del libro: Buddhism, del autor C.H. Hamilton. New York)

    De las cuatro escenas descritas ( un viejo, un enfermo, un cadáver, y un eremita); las tres primeras muestran aspectos de la humanidad doliente, mientras que la cuarta muestra un posible escape de ese dolor.

    Estas cuatro visiones, bien entendidas, nos presentan ya la doctrina que después enseñará Sidarta. Enseñará un camino para librarse del sufrimiento causado por la vejez, la enfermedad o la muerte. Será el camino de la renuncia. No para escapar de la enfermedad, vejez o muerte, sino para librarse de la agonía que causan a los humanos.

    El descubrimiento traumático de la transitoriedad de la vida y, por tanto, de la locura que supone el dejarse arrastrar por valores efímeros, le llevó a Sidarta a renunciar al mundo y hacerse asceta.

    Tenía entonces 29 años. Debió ser una decisión bien madura, después de ya 13 años de vida matrimonial.

    ( Dejar a su mujer y a su hijo no equivale, en las tradiciones de la India, a abandonarlos. El sentido de parentesco es muy fuerte, y los abuelos, tíos y tías se encargan de cuidarlos. Incluso, en las tradiciones religiosas hindúes de entonces, ese paso era normal para cualquier persona que aspirase a la perfección: primero debe ser un estudiante célibe; luego, un hombre casado; finalmente, un asceta o eremita. Con todo, Sidarta no siguió estos pasos a cerraojos, sin discernimiento ni espíritu crítico, como veremos. Por eso las escrituras budistas no dicen que dejó la familia para hacerse monje, sino que dejó la familia "en busca de la paz libre de lazos, en busca del Nibbana").

    LA BÚSQUEDA.

    Lo que primero experimentó Sidarta fueron sistemas de meditación. Se hizo discípulo de dos famosos maestros de su época: Kalama y Ramaputta.

    Es de suponer que Sidarta hizo grandes progresos en su aprendizaje del yoga, y que alcanzaría gran facilidad para la meditación.

    Pero Sidarta no considera las técnicas del yoga como algo importantísimo ni se dejó arrastrar por la preocupación que mostraban sus maestros por alcanzar los estadios de meditación conocidos como "trances".

    Es verdad que la meditación es un aspecto muy importante del Budismo. Pero Sidarta no se interesó en la meditación por la meditación. Para él, la auténtica meditación debe conducirle a uno no a una experiencia efímera sino a una visión de las realidades más profundas de la vida. El estilo de meditación que Sidarta promoverá es un sistema de meditación llamado "meditación intuitiva" ( de visión o profundidad).

    La segunda etapa de su búsqueda consistió en experimentar el ascetismo. Dejó Sidarta a sus maestros de yoga y se fue a vivir en un monasterio (ashram, muy frecuentes en esa época en la India) en el que vivían cinco ascetas, en Uruvela.

    Esos cinco monjes practicaban el ascetismo más estricto. Creían que la mortificación y tortura de sí mismos entrañaban un poder liberador. ( Hoy también se ven en la India penitentes que se flagelan, se hieren, llevan zapatos con clavos, etc.)

    Esos monjes practicaban ayunos rigurosos, viviendo de hojas y raíces. Sidarta siguió estas prácticas con tanto rigor que pudo decir más tarde: Fuí más estricto que todos los demás, hasta quedárseme los miembros como cañas secas.

    Pero pronto cayó en la cuenta de lo inútil que era esa mortificación para alcanzar la liberación. Pronto vió que lo importante, para liberarse, no era la automortificación sino la autodisciplina o autodominio. Y en cuanto lo descubrió, dijo adiós a sus compañeros y siguió la búsqueda por su cuenta. Dícese que este período de búsqueda entre los maestros de la meditación yoga y entre los ascetas duró seis años. De ello se deducen dos constataciones importantes:

    + La enorme fuerza de voluntad que tenía Sidarta. Era sincero en lo que emprendía. Se entregaba de corazón. A la vez, nunca perdió su espíritu crítico.

    + Sus convicciones fueron evolucionando. Llegó a rechazar enérgicamente el ascetismo extremo y a considerarlo tan perjudicial a la persona como la autocomplacencia.

    LA ILUMINACIÓN.

    tras abandonar el ascetismo, Sidarta continuó su búsqueda, él solo, reflexionando sobre la liberación y la manera de alcanzarla.

    A la sombra de un gran árbol ( que sería después llamado bodhi, o árbol de la iluminación) meditó sobre su vida pasada y sobre las vidas de los otros y sus diferentes estados de esclavitud. Buscó las razones que mantienen a los hombres y mujeres en un estado de opresión y fue así descubriendo la naturaleza del sufrimiento humano, la causa que lo produce, la posibilidad de escapar de él y el camino para esa liberación.

    A este descubrimiento se le llama técnicamente bodhi, es decir, iluminación. Sidarta vió lo que era el sufrimiento como nunca hasta entonces lo había visto, y vió también la posibilidad del gozo como nunca la había visto. Fue una convicción profunda, de una vez por todas, y tan fuerte que sintió dentro la misión de predicarla a todo el mundo. Un cristiano calificaría esta experiencia como revelación. Pero para Sidarta fue algo que surgió dentro de él como resultado de su propia concentración.

    Sidarta expresó esa experiencia con palabras sencillas y llenas de gozo: Estando yo mismo sujeto al nacimiento, a la vejez, a la enfermedad, a la muerte, al sufrimiento y contaminación; viendo el peligro que corre todo lo que está sujeto a todo eso; buscando lo que no nace, lo que no envejece, lo que no enferma ni muere, ni se contamina, lo que está al seguro de toda esclavitud, el nirvana, lo alcancé. Surgió en mí el conocimiento y la visión. Mi liberación mental es indestructible.

    ( Majjhima Niyaka: 1,166 Sutta 26).

    Quedó Sidarta tan absorto por su descubrimiento que, según se dice, pasó siete semanas meditando en el mismo lugar antes de emprender ninguna otra misión. Dícese también que una de esas semanas ( la segunda), la pasó contemplando con gratitud inmensa al árbol que le había dado sombra. Todo eso muestra lo importante que fue para él su descubrimiento comparable a cualquiera de los más trascendentales "eurekas" de la historia.

    Después de su iluminación proclama el Buda: Yo soy el santo en este mundo. Yo soy el maestro supremo. ( Mahavagga 1,7-9)

    Sucedió que Upaka, un hombre que pertenecía a la secta de los ajivakas (los ascetas desnudos), vió al Bienaventurado que iba de camino entre Gaya y el árbol Bodhi, y al verlo, dijo al Bienaventurado: Tu rostro, amigo, es sereno, tu aspecto es limpio y claro. ¿ En nombre de quién te has retirado del mundo ?. ¿ Quién es tu maestro ? ¿ De quién es la doctrina que profesas?.

    Cuando Upaka el ajivaka hubo hablado, el Bienaventurado le respondió con estas estrofas: "Yo he vencido a todos los enemigos, yo soy sapientísimo, yo estoy libre de toda clase de manchas, yo he abandonado todo y he logrado la emancipación al destruir el deseo. Después de alcanzar el conocimiento por mí mismo, ¿ a quién habría de llamar maestro ? No tengo maestro, nadie me iguala, en el mundo de los hombres y de los dioses no hay ser alguno que me iguale. Soy el Santo en este mundo, soy el maestro supremo, yo solo soy el Sambuddha Absoluto. He alcanzado la frialdad (por la extinción de las pasiones) y he conseguido el nirvana. Para fundar el Reino de la Verdad voy a la ciudad de Kasis ( Benares); haré sonar el tambor del inmortal en la oscuridad de este mundo".

    Replicó Upaka: "Tú aseguras, por tanto, amigo, que eres el Jina ( vencedor, apelativo común a los fundadores del budismo y del jainismo) absoluto, el Santo".

    Buda dijo: " Como yo son todos los jinas que han logrado la extinción de los asavas (Sensualidad, individualismo, ilusión e ignorancia); yo he superado todos los estados pecaminosos. Por consiguiente, Upaka, yo soy el Jina".

    Después que hubo hablado de este modo, Upaka, el ajivaka, replicó: " Puede que sea así, amigo". Sacudió su cabeza, tomó por otro camino y se marchó . . .

    LA MISIÓN.

    Sidarta comenzó su misión predicando a sus conocidos. Fue primero al grupo de los cinco ascetas con quienes había convivido. Aunque había rechazado sus ideas, no les había rechazado a ellos, y para compartir con ellos su camino de liberación anduvo más de 200 Km. Cuando les habló, no le prestaron de momento mucha atención. Pero Sidarta supo conquistares mediante la sencillez de sus métodos. " ¿Cuándo, hasta ahora os había hablado yo de esta manera, convencido de haber encontrado la verdad ?". Estas palabras vencieron, al fin, la resistencia de los cinco monjes. Y entonces, al verlos ya dispuestos a escuchar a Sidarta les expuso su nuevo camino de liberación.

    Los cinco monjes fueron los primeros discípulos de Sidarta y también los primeros miembros de la orden monástica que fundó. Y poco después entró en la orden un grupo de 55 laicos jóvenes. Rápidamente la orden creció con nuevos ingresos.

    La orden monástica que fundó Sidarta fue realmente original. Fue probablemente la única orden monástica de la historia que no tenía ritos ni ceremonias ni mortificaciones ni sacrificios. Quizás la menos ascética de todas las órdenes del mundo, ya que negaba incluso, por principio, al ascetismo, su virtud liberadora.

    También fundó Sidarta un monasterio para mujeres. Pero, además, no sólo los monjes y monjas podían ser discípulos de Sidarta. Sidarta aceptaba también (aunque este aspecto fue pronto minusvalorado en algunas tradiciones busdistas posteriores) a toda clase de personas, casadas o solteras, y afirmó con fuerza que el camino de la liberación estaba al alcance de todos.

    Una de las funciones propias del monje había de ser la predicación. Desde su origen el Budismo es misionero. Las palabras que pronunció Sidarta al enviar al primer grupo de misioneros lo muestra con claridad: " Estoy liberado, oh monjes, de toda forma de esclavitud. También vosotros estás liberados. Id, pues, y caminad llevando bienestar y la felicidad a mucha gente, compadeciéndoos del mundo, llevándole el bien, el bienestar y la felicidad. No vayáis dos juntos en la misma dirección. Proclamad la doctrina (dhamma) excelente, llena de sentido, perfecta. Proclamad la vida íntegra, la vida santa, perfecta y pura. Hay seres que tienen polvo en sus ojos y se perderán por no aprender la doctrina. Y hay seres que entenderán la doctrina".

    ( Vinaya-Pikata/Mahavagga. 21, y, 11:1)

    Esta actividad misionera alcanzó, ya en vida de Sidarta, un éxito enorme. El secreto del éxito radicó, sin duda, en la excelencia de la doctrina predicada. En una época de confusionismo religioso, Sidarta presentó un tipo de religión y de liberación que era fácil de entender y concreto para seguir. También la nobleza de su linaje debió contribuir al éxito: hubo muchos reyes, gobernadores y ricos que le favorecieron.

    Tampoco le faltaron problemas y fracasos. Uno de sus mayores sufrimientos debió ser la oposición a su liderazgo de la orden monástica, oposición capitaneada por un monje sobrino suyo, el venerable Devadatta, quien trabajó lo indecible para conseguir la dirección de la orden. Sidarta sufrió tanto con todo esto que, a veces, se escapó solo al bosque por largas temporadas en busca de paz. No sabemos si logró resolver las divisiones que ya en su vida surgieron dentro de la orden. Lo cierto es que, luego de su muerte, la orden se dividió en diferentes grupos. Pero todas las ramas a pesar de sus divisiones, han mantenido el mensaje básico de Sidarta.

    Digamos también algo sobre la santidad personal de esta gran figura religiosa. Según Sidarta, una persona liberada, un santo budista ha de estar adornado de estas cuatro cualidades: amabilidad (metta), compasión (karuna), mansedumbre (mudita) y ecuanimidad (upekka). Sidarta las practicó intensamente. Así aparece, por ejemplo, en este pequeño incidente de su vida:

    Cuando creció la orden y surgieron monasterios por muchos y distantes lugares, Sidarta se propuso visitarles a todos y asegurarse de su buen estado. En uno de estos monasterios encontró a un monje muy enfermo, lleno de llagas en su piel. Sus compañeros monjes, ante la extrema gravedad incurable del eczema que padecía, lo habían dejado solo, abandonado a su suerte. Sidarta fue a visitarlo, acompañado de su fiel amigo Ananda. Y tomando un barreño de agua y una toalla, lavó y limpió al enfermo, aliviándolo todo lo que pudo. Luego bajó a las chozas de los otros monjes, los reunió y les preguntó por qué tenían abandonado al monje enfermo. Ellos le contestaron que, puesto que iba a morir sin remedio, no valía ya para la orden. Entonces Sidarta, queriendo abrirles los ojos a lo inhumano de su comportamiento, les habló así: "Vosotros, oh monjes, no tenéis aquí una madre ni un padre que os cuide. Si no os cuidáis unos a otros ¿ Quién os cuidará ?. Recordad que cualquiera que cuida a un enfermo es como si me cuidase a mí". ( Vinaya-Pitaka/Mahavagga 302, vii, 26:3).

    Aparece aquí un Sidarta que practicó las virtudes que predicó.

    Sidarta Gautama vivió hasta los ochenta años. Su muerte ocurrió en Kusinara, a casi 200 km. De Benares, en la actual Uttara Pradesh. Son significativas las últimas palabras que dirigió a los discípulos que le rodeaban: " La vida es efímera. Esforzaos con atención".

    Así, en el último momento de su vida, subraya lo que había inculcado siempre: la necesidad del esfuerzo y la atención a la realidad.

    Aunque su vida acabó hace 2,500 años, su mensaje continúa vivo en nuestros días en Sri Lanka, Tailandia, Camboya, Laos, Viet Nam, Nepal, Tíbet, China, Japón, Corea, Mongolia, Taiwan, y en algunas partes de India, Pakistán y Malasia. Incluso en Occidente abrazan hoy no pocos esa doctrina. Señal de que su mensaje interpela a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, tanto como lo hizo en su época.

    Amigo lector que has seguido mis pasos durante dos domingos a través de las ideas y la vida de Sidarta, te propongo ahora esperar unos días e iniciar la segunda parte de esta lectura, allí encontrarás un análisis de la Senda Óctupla, del Sermón del sendero o de las cuatro nobles verdades, y sobre todo te prometo un encuentro personal con el pensamiento único de Sidarta.

    Sidarta Gautama creyó que con la fuerza de la amabilidad y bondad, uno podría amanzar enemigos y hasta fieras. Hay relatos de las Escrituras budistas que así lo presentan. Un verso del Dhammapada expresaría bien el lema de Sidarta:

    "Nunca en este mundo el odio apaga el odio; Sólo el amor lo apaga. Este es un viejo principio".

    Además de la benevolencia, otras tres cualidades emparentadas con ella han de ir creciendo mediante la meditación y son: la compasión, la cortesía y la ecuanimidad.

    Ese es, pues, el concepto budista de meditación: una práctica de concentración mental que aporta calma y realismo a quien anda turbado y obcecado. Quien se habitúa a la meditación afronta cualquier situación de la vida con gran dosis de realismo y espíritu de benevolencia.

    Un buen resumen de los diversos tipos de meditación budista lo encontramos en los siguientes consejos que Sidarta dió al monje Rahula:

    Desarrolla, Rahula la meditación sobre la amabilidad, porque así desaparecerá la mala voluntad.

    Desarrolla, Rahula la meditación sobre la compasión, porque así desaparecerá la crueldad.

    Desarrolla, Rahula la meditación sobre la cortesía, porque así desaparecerá la dureza de corazón.

    Desarrolla, Rahula la meditación sobre la ecuanimidad, porque así desaparecerá la ansiedad.

    Desarrolla, Rahula la meditación sobre la corrupción del cuerpo, porque así desaparecerá la sed del placer.

    Desarrolla, Rahula la meditación sobre la idea de impermanencia, porque así desaparecerá el orgullo.

    Desarrolla, Rahula la concentración mental mediante el ejercicio de la respiración, porque practicando frecuentemente, trae gran fruto y es muy ventajoso. (MN,1,424, Sutta 62).

    2a. Parte

    Reflexiones de Sidarta Gautama.

    Creo que he conseguido llegar a esta doctrina profunda, recóndita, difícil de comprender, serena, excelente, más allá de la dialéctica y perceptible sólo para los entendidos. Pero la humanidad se complace, pone sus delicias y su felicidad en aquello a lo que se aferra, de forma que, hecha a tales ideas, le resulta muy difícil entender las relaciones causales y la cadena de la causación, muy difícil entender la detención de todas las fuerzas plásticas o la renuncia a todas las ataduras mundanas, la extirpación del deseo, la impasibilidad, la paz y el nirvana. Si he de predicar la doctrina para que los demás no entiendan nada, sólo trabajo y hastío sacaría de ello. Y al punto me vinieron a la mente estos versos que ningún hombre había escuchado antes:

    ¿ Predicaré lo que con tanto esfuerzo conseguí ?

    Los hombres, hundidos en pecado y deseos, encontrarían difícil sondear esta doctrina, siempre a contracorriente, abstrusa, profunda, sutilísima, difícil de captar.

    Sus amados deseos los cegarán hasta el punto de no ver, sumidos en la niebla espesa de la ignorancia.

    Mientras así ponderaba, mi corazón se sintió inclinado a permanecer tranquilo y a no predicar mi doctrina. Pero la mente de Brahma Sahampati llegó a advertir los pensamientos que llenaban mi mente, y pensó: "El mundo está perdido, totalmente perdido mientras el que halló la verdad siga determinado a no predicar su doctrina". Por tanto, con la misma rapidez con que un hombre robusto puede extender su brazo o recoger su brazo extendido, Brahma Sahampati desapareció del mundo de Brahma y apareció ante mí. Llegó ante mí con su hombro derecho desnudo, y con sus manos unidas y extendidas hacia mí en gesto de veneración, dijo: " Sea grato al Señor, sea grato al Bienaventurado predicar su doctrina. Hay seres cuya visión sólo está un poco oscurecida, que perecen porque no escuchan la doctrina. ¡ Estos la comprenderán !"

    EL SENDERO MEDIO.

    Y el Bienaventurado habló así a los cinco ascetas bhikkhus: Hay dos extremos que debe evitar todo aquel que ha renunciado al mundo. ¿ Cuáles son estos dos extremos ? una vida entregada a los placeres, dedicada a los placeres y a las concupiscencias, que es una vida degradante, sensual, vulgar, innoble y sin provecho, y a una vida entregada a las mortificaciones, que es penosa, innoble y sin provecho. Evitando estos dos extremos, el Tathagata ha alcanzado el conocimiento que lleva a la sabiduría, que conduce a la serenidad, al conocimiento, al sambodhi, al nirvana.

    ¿ Qué es este Sendero Medio, cuyo conocimiento ha alcanzado el Tathgata, que lleva al discernimiento, que lleva a la sabiduría, que conduce a la serenidad, al conocimiento, al sambodhi, al nirvana ? Es el sagrado Sendero Óctuple, a saber: Recta creencia, recta aspiración, recta habla, recta conducta, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta memoria, recta meditación. Este es, el Sendero Medio cuyo conocimiento ha alcanzado el tathagata, que lleva al discernimiento, que lleva a la sabiduría, que conduce a la serenidad, al conocimiento, al nirvana.

    Esta es la Noble Verdad del Dolor: el nacimiento es dolor, el desgaste es dolor, la enfermedad es dolor, la muerte es dolor. La presencia de los objetos que odiamos es dolor, la ausencia de los objetos que amamos es dolor; no conseguir lo que deseamos es dolor. En una palabra: el quíntuple apego a la existencia es dolor.

    Esta es la Noble Verdad de la Causa del dolor: el anhelo, que lleva al renacimiento, acompañado de placer y concupiscencia, que encuentra aquí y allí su placer. ( este anhelo es triple), a saber: anhelo de placer, anhelo de existir, anhelo de prosperidad.

    Esta es la Noble Verdad de la Cesación del dolor: (cesa con) la cesación completa de este anhelo, una cesación que consiste en la ausencia de todas las pasiones; con el abandono de este anhelo, con la renuncia a él, con la liberación con respecto a él, con la destrucción del deseo.

    Esta es la Noble Verdad del Sendero que lleva a la cesación del dolor, el noble Sendero óctuplo, es decir, la Recta Creencia, Recta Aspiración, Recta Habla, Recta Conducta, Rectos Medios de Vida, Recto Esfuerzo, Recta Memoria, Recta Meditación.

    Así habló el Bienaventurado. Los cinco bhikkhus se sintieron gozosos y se alegraron con las palabras del Bienaventurado. Y cuando fue propuesta esta exposición, el venerable Kondanna obtuvo el puro e inmaculado Ojo de la Verdad ( es decir, el siguiente conocimiento): " Todo lo que está sometido a la condición de la originación está también sometido a la condición de la cesación.

    El sermón de las Cuatro Verdades es el texto mejor y más seguro para entender el pensamiento de Sidarta. Es el primer sermón de Sidarta y el único aceptado por todos como el compendio más claro de todo su mensaje.

    TEMA DEL SERMÓN.

    No todos los lectores captan el mensaje de este sermón con sólo leer el texto. No es culpa de nadie. Se trata de un sermón reducido a lo esencial y predicado hace 2,500 años. Gira en torno a un tema y se desarrolla en tres secciones:

    La primera sección es como una introducción. Aparece ahí la intención de Sidarta: ofrecer un nuevo "camino", un nuevo código religioso. Lo describe enumerando los ocho ingredientes que lo constituyen, y por eso lo llama el "sendero óctuple". Pero lo llama también el "sendero medio", es decir, situado entre los extremos de la laxitud y del rigorismo.

    La segunda sección es considerada como el núcleo del sermón y contiene las "cuatro nobles verdades". Ahí Sidarta quiere demostrar que el Sendero Medio es el camino religioso más apropiado para los humanos.

    Intenta Sidarta probar que, aún cuando su Sendero no contenga todos los elementos tradicionales de una religión, es un camino completo.

    Y es que, para Sidarta, en una religión deben entrar sólo aquellos elementos que son intrínsecos a su función fundamental, es decir, a su función liberadora. Para eso están las religiones: para liberar a los humanos de los sufrimientos internos. Los elementos que no contribuyen a esa liberación son inútiles. El Sendero Medio contiene todo lo necesario para curar de sus sufrimientos a los seres humanos.

    La tercera sección del sermón es esta: " Oh monjes, en cuanto mi conocimiento y mi visión relativos a las Cuatro Nobles Verdades llegó a la perfección, me dí cuenta que había alcanzado la iluminación plena y suprema. Quedé plenamente consciente y convencido de que mi mente estaba liberada, de que había terminado la forma desgraciada de mi existencia, de que ya nunca llevaría una supervivencia infeliz" . . .

    Sidarta aporta aquí su experiencia personal como prueba adicional de la validez de su Sendero Óctuple. Testimonia que, en su caso, la práctica de ese camino le condujo a una vía de paz y felicidad como nunca antes había experimentado.

    LA PARÁBOLA DE LA FLECHA.

    Esto es lo que oí decir: El maestro se hallaba viviendo cerca de Svatthi, en Jetavana, en el parque de Anathapindika. El anciano Malunkyaputta se había retirado por entonces del mundo, y cuando se hallaba meditando, se le ocurrió este pensamiento: " Estas teorías han quedado sin explicar por el Señor, desatendidas y rechazadas, si el mundo es eterno o no es eterno, si el mundo es finito o no es finito, si el alma ( la vida) es lo mismo que el cuerpo o si el alma es una cosa y el cuerpo otra, si un Buda (Tathagata) existe después de la muerte o no existe después de la muerte, y si un Buda es o no existente y no existente al mismo tiempo después de la muerte. El Señor no me ha explicado estas cosas, y no me agrada el hecho de que no me las haya explicado, ni tampoco me conviene. Me acercaré al Señor y le preguntaré por todas estas cosas . . . Si el Señor no me las explica, renunciaré a la formación y me volveré a una vida mundana.

    " Cuando Malunkyaputta se acercó y expuso al Señor sus preguntas, éste replicó: ¿ Acaso te dije yo, Malunkyaputta, ven, emprende conmigo una vida religiosa y te explicaré si el mundo es eterno o no lo es, . . . etc. ? No hiciste tal cosa, venerable Señor. Es como si un hombre cae herido por una flecha envenenada y sus amigos, compañeros y parientes llaman a un médico para que le cure, y él dice: "No consentiré que me arranquen la flecha hasta saber por qué clase de hombre he sido herido, si es de la casta de los guerreros, si en un brahmín, un agricultor o si pertenece a la casta inferior". O como si dijera: No dejaré que me arranquen esta flecha hasta saber de qué nombre o familia es el individuo . . . o si es alto, bajo o de mediana estatura . . . si es negro, moreno o amarillo . . . o si viene de esta o de aquella aldea, ciudad o pueblo. . . o hasta que sepa si el arco con que me hirió era chapa o kondanda, o hasta que sepa si la cuerda del arco estaba hecha de celidonia o de fibra de bambú o de tendón o cáñamo o de gomero, o hasta que sepa si el astil estaba hecho de una planta silvestre o cultivada . . . o si estaba emplumado con plumas de ala de buitre o de garza o de halcón o de gallo . . . o si estaba asegurada con tendón de toro o de búfalo o de ciervo o de mono. . . o hasta que sepa si era una flecha ordinaria o una flecha tajadora o un vekanda o una flecha de hierro o de diente de ternera o de hoja de karavira". Ese hombre moriría, sin haber llegado a saber tantas cosas.

    La vida religiosa no depende de que el mundo sea eterno, y tampoco depende de que el mundo no sea eterno. Lo mismo si se afirma que el mundo es eterno o que no es eterno, siempre habrá renacimiento, veneración, y yo anuncio la destrucción de todas estas cosas ya para esta vida. Tampoco depende la vida religiosa de la idea de que el mundo es finito . . . ni de que el Tathagata exista después de la muerte. . . Por tanto, considera inexplicado lo que no he explicado y explicado lo que he explicado. ¿Y qué es lo que no he explicado ? Si el mundo es eterno o si el mundo no es eterno . . . si un tathagata es a la vez no existente y no no existente después de morir. ¿ Y porqué, no he explicado estas cosas ? Porque todo esto, no tiene utilidad alguna, en nada afecta al principio de la vida religiosa, no conduce a la aversión, a la ausencia de pasión, a la cesación, a la tranquilidad, a la facultad sobrenatural, al conocimiento perfecto, al nirvana, y por ese motivo no lo he explicado.

    ¿ Y qué es lo que he explicado ? He explicado el dolor, la causa del dolor, la destrucción del dolor y el sendero que lleva a la destrucción del dolor. Porque esto es útil, esto se refiere al principio de la vida religiosa, esto conduce a la aversión, a la ausencia de pasión, a la cesación, a la tranquilidad, a la facultad sobrenatural, al conocimiento perfecto, al nirvana, y por eso lo he explicado. Por tanto, Malunkyaputta, considera inexplicado lo que no he explicado y explicado lo que he explicado".

    Sendero Medio. ( Algunos aspectos novedosos/ revolucionarios).

    En nuestro lenguaje "Sendero Medio" suena a compromiso y camino cómodo. Pero Sidarta no estaba pretendiendo nada de eso. Y si no adentramos en su mensaje concluiremos que difícilmente podría presentarse en su tiempo una filosofía religiosa tan revolucionaria como la de Sidarta. Con ella Sidarta desafió a numerosas tradiciones religiosas tenidas secularmente por santas e intocables. Para calibrarlo, observaremos el contexto del sermón.

    Presentó su doctrina, ante todo, a un grupo de ascetas para quienes la santidad consistía en ayunos, penitencias y alejamiento de la sociedad. Les predica una filosofía no ascética e incluso antiascética.

    Lo que Sidarta enseña contra la sensualidad extrema no es nada inaudito. Pero su resistencia a aceptar el ascetismo como camino religioso iba en contra de toda la tradición y del sentir popular.

    Podría preguntarse: si Sidarta se opone tanto al ascetismo ¿ porqué patrocina un cierto monasticismo ?. La respuesta es doble: a) el monasticismo no entraña necesariamente una vida de ascetismo, y b) Sidarta, aunque fue monje y fundador de monasterios, no exigía a sus discípulos hacerse monjes. Y, en todo caso, su monasticismo fue seguramente el más liberal y menos ascético de la historia. ( el monasticismo budista actual da mucha importancia a lo externo y se aparta, en eso, de Sidarta).

    Para Sidarta la religión ( también el monasticismo) era algo que tenía que ver, fundamentalmente, con la mente. Una ilustración de esa mentalidad de Sidarta la encontramos en su actitud amplia con respecto al vestido que habían de usar los monjes. Hoy los monjes budistas se distinguen de los demás por una túnica amarilla (azafrán) que llevan. También en los tiempos de Sidarta la mayoría de ascetas (no budistas) llevaban ese estilo de túnicas. Pero Buda se mostró indiferente ante el vestido de sus monjes. Oponiéndose a la tradición, llegó a aprobar claramente el uso de vestidos normales, dejando al monje en libertad para llevar hábitos religiosos o vestidos normales. Parece que él mismo vestía indiferentemente de una u otra forma. Dícese que, en una ocasión, cuando un bienhechor le ofreció un vestido de seda propio de los laicos, Sidarta lo aceptó y dijo a los monjes: " Oh monjes, tenéis permiso para usar vestidos de laicos. El que quiera, que lleve vestidos monásticos. El que quiera, que lleve vestidos laicos. Pero, con unos u otros vestidos, lo que yo os recomiendo es que tengáis espíritu de contentamiento.

    La actitud antiascética de Sidarta no es el único elemento novedoso o revolucionario de su filosofía. Hay otros muchos, por ejemplo: su indiferencia hacia ritos y ceremonias o hacia el culto a los dioses y diosas.

    En verdad en su Sendero Medio fue bastante más revolucionario de lo que en un principio podría parecer. Y no lo ofreció sino después de mucho pensarlo. Y trató de hacerlo comprensible y aceptable a partir de lo que él llamó las "Cuatro Nobles Verdades". Para entenderlas bien hay que mirarlas en su funcionamiento y no perder nunca de vista la intención que motivó a Sidarta para predicarlas.

    LAS CUATRO NOBLES VERDADES.

    1a. Noble Verdad: UNIVERSALIDAD DEL DOLOR HUMANO

    Si la religión es una medicina lo primero que importa es diagnosticar bien el sufrimiento humano. A eso va la 1a. Noble Verdad.

    "Dolor" es una palabra más difícil de entender de lo que parece a primera vista. Lo primero, porque pertenece al campo de la experiencia, no de los objetos externos. Por ejemplo, es fácil explicar lo que es una muela, pero no es tan fácil explicar un dolor de muelas. Si el que nos oye tiene experiencia de ese dolor, nos comprenderá hasta cierto punto. Pero es que, además, las explicaciones que se dan sobre los sufrimientos se concentran sólo en sus aspectos externos. Los periódicos cuentan los sufrimientos de los hospitales, de los campos de batalla, del desempleo, del hombre, de las inundaciones . . . , pero todo sufrimiento tiene también otra dimensión: una dimensión mental. Una misma enfermedad no afecta de la misma forma a todos los pacientes, depende de la actitud mental de cada uno de ellos. Esa actitud mental puede acrecentar o reducir el grado de dolor.

    Este aspecto es importante si hemos de captar la realidad a la que apunta la Primera Noble Verdad. El análisis de Sidarta se sitúa a nivel psicológico.

    Sidarta no intenta liberar del envejecimiento, enfermedad, muerte, etc., en el sentido físico sino del sufrimiento y angustia que las personas sienten ante todo eso. ¡Cuánta gente sufre por problemas de amor y de odio !. Más aún que por enfermedades, hambres y guerras. El aspecto externo puede ser impecable y perfecto, mientras que la realidad interna puede que esté muy enferma o deformada. Sidarta quiere curarla y llenarla de vitalidad.

    Si las angustias internas afligen a ricos y pobres, sus raíces deben se más profundas que la situación económica. . . ¿No tendrá que ver con eso el pecado original del que habla el cristianismo ?. En cualquier caso, la 1a. Noble verdad asegura que por la razón que sea, algo falla en la naturaleza humana: está lisiada, sufre y pena.

    2a. Noble verdad: LA CAUSA DEL DOLOR ES LA AMBICIÓN.

    Una ambición (tanha) que reviste tres formas: ambición de placeres sensuales, de existencia insaciable ( que quiere tener siempre más) y de prosperidad material. Tres ambiciones que corresponden a tres apetitos humanos básicos, relativos a los sentidos, las emociones y las posesiones. Si la mente no los controla, no podrá haber paz en el corazón.

    El ser humano es una víctima de la ambición. Está como constitucionalmente encadenado a ella. Decía Sidarta: Oh monjes, no veo ninguna otra cadena que haga a los hombres andar errantes y turbados tanto como esta cadena de la ambición. Así es, monjes, los seres humanos van sin rumbo por la rueda de su existencia emocional atados a esta cadena de la ambición.

    Para entender mejor este diagnóstico de Sidarta, conviene tener en cuenta la filosofía india de su tiempo sobre el conocimiento humano: el ser humano se compone de dos realidades: por un lado, su forma corporal o sentidos, por otro, el cómo se comporten los sentidos, es decir, de cómo sienta, perciba, reaccione emocionalmente y tome conciencia.

    Es una concepción del hombre muy pragmática. Define al hombre a través de las experiencias personales. También Descartes lo definió a partir de la experiencia del razonar ( Pienso, luego existo). Pero Sidarta es aún más concreto ( Diría: Ambiciono, amo, odio. . . , luego existo).

    Pero Sidarta no se contentó con enseñar que la ambición es la causa del sufrimiento. Quiso además explicar más ese proceso, indicando sus mecanismos psicológicos. En la raíz de la ambición del hombre, Sidarta descubre una ignorancia. Ese es el primer eslabón de una cadena de causas que llevan al sufrimiento. La humanidad anda ignorante de lo efímeras que son las cosas, y también ignora el proceso mental humano. El hombre no se conoce bien a sí mismo. Más aún, está ciego al hecho de su alienación; no ve que no es él mismo, no ve que vive alienado. Por eso es comprensible que no se ponga a controlar sus sentidos y que se deje llevar por sus pasiones y ambiciones. ( Esa doctrina del "no ser uno mismo" es de lo más original del Budismo. . .) Por ignorar la verdadera naturaleza de su personalidad, se dejan llevar los humanos por las emociones y ambiciones, en busca de la gratificación de los sentidos, cayendo así en interminables angustias y desesperaciones. . .

    Si en la raíz del sufrimiento está la ignorancia, parece abrirse alguna esperanza de liberación. Una liberación que no requerirá penitencias o ritos sino que se realizará a base de una vida iluminada, adulta, que no se deja arrastrar por ilusiones engañosas. Una visión iluminada de la vida: esa será la medicina necesaria.

    Pero aún hay otro punto que es necesario entender para comprender bien la segunda noble verdad: es la doctrina sobre el karma y el Samsara, y nos muestra las consecuencias morales y mentales de una vida que se deja llevar por la ambición. Es una doctrina muy actual y popular entre los budistas de ayer y de hoy, y era tradicional en la India antes de Sidarta.

    Expliquemos primero los términos:

    KARMA:

    Su sentido original es acción, pero se emplea en sentido religioso y entonces connota algo moral, es decir, una acción meritoria o punible ( La instrucción religiosa budista enumera diez acciones malas: matar, robar, fornicar, mentir, calumniar, hablar ásperamente, murmurar, ser perezoso, odiar, engañarse).

    Pero karma, en la tradición religiosa India, significa también ley, es decir, la ley universal e inamovible que premia las acciones buenas y castiga las malas. Con todo, según el budismo, esta ley de la retribución se aplica sólo a un sector de los seres humanos: a los que todavía no han alcanzado la liberación; dicho de otra manera, a los que todavía están sujetos a la rueda esclavizante del samsara, aunque practiquen también algunas obras buenas. Para los liberados (los que han llegado a alcanzar el nirvana o iluminación) no hay ley del karma: ya no se mueven por miedo a castigos ni por deseo de premios. Les basta con la paz mental resultante de su buena conducta.

    SAMSARA:

    Literalmente significa fluctuación, movimiento sin rumbo, como el de un corcho sobre las olas del mar. No se mueve uno a sí mismo. Se deja llevar por las emociones y sentidos.

    Es un proceso de interminables "renacimientos", bien sea en diferentes vidas o existencias ( así lo entendían y entienden muchísimos asiáticos), bien sea en un sentido moral: las transformaciones mentales que pueden acontecer dentro de la vida de una persona y que le pueden llevar a la liberación a través de sucesivas purificaciones mentales ( ese es el objetivo de la filosofía india y ese es el único sentido del samsara que cabe en la auténtica doctrina popular budista, de Sidarta, aunque la religiosidad popular budista cree firmemente en las "reencarnaciones" físicas, en preexistencias y futuras existencias: metempsicosis).

    Incluso en las escrituras budistas hay referencias a la reencarnación. ¿ Son añadiduras posteriores ?. Es posible. De todos modos, si tanta gente -también budista- cree en la reencarnación, la razón está sobre todo en lo tradicional, común, comprensible y compleja que es esta noción en la historia religiosa india:

    Aquel cuya conducta sea buena alcanzará enseguida un buen renacimiento: renacerá como brahmín (miembro de la casta sacerdotal) o como ksatriya (de la casta guerrera) o como vaishya (mercader). Pero quien se haya portado mal renacerá enseguida como un perro, una rana o un chandala (trabajador paria).

    Y según el budismo popular un ser imperfecto puede, tras su muerte, reencarnarse en alguno de estos mundos: el mundo inferior, el reino animal, la esfera de los espíritus o demonios, el mundo de los seres humanos y el mundo de los dioses.

    ( La idea de reencarnación o renacimiento responde a cuestiones profundas que se han hecho siempre los hombres: ¿ Porqué sufren las personas, y unas más que otras ? ¿ Porqué en la vida hay que hacer el bien y rechazar el mal ? ¿Debe el hombre buscar la perfección e intentar ser plenamente hombre ?. No hay que desdeñar, pues, ligeramente la creencia en las reencarnaciones. Sidarta respondió a esas preguntas desde otro ángulo y sus respuestas fueron muy distintas, sin apelar a otras vidas. Pero, respetuoso con la gente y buen pedagogo, no se puso a arremeter contra la idea de la reencarnación y hasta la utilizó a veces cuando la gente no podía comprender otra cosa. Para el budismo auténtico los renacimientos se dan sólo en esta vida. Y hasta reinterpreta las creencias populares: renacer uno cerdo o burro. . . nos puede pasar todos los días, cuando somos estúpidos o tercos. . . )

    Tercera noble verdad: EL NIRVANA O LIBERACIÓN DE TODA ANGUSTIA

    Si el Budismo habla mucho de sufrimientos, no es por pesimismo. Sólo es con vistas a una liberación. La 3a. Noble Verdad explica en qué consiste esa liberación y dónde encontrarla: donde desaparece la ambición.

    En el enunciado de esta tercera Noble Verdad aparece la palabra nirvana, tan tradicional y popular en el Budismo. Sidarta también la empleaba, pero empleaba aún más otros sinónimos tales como "extinción de la ambición", "paz", etc.

    En el Budismo popular "nirvana" significa a menudo un lugar después de la muerte. Pero, para Sidarta, significaba un estado mental de la existencia en esta vida ( algo así como hablamos los cristianos del Reino de Dios).

    Vida propia del Nirvana: – Personalidad liberada; no encadenada ya a los objetos de los sentidos y regida por la ley del dharma.

    Vida dentro del samsara: – Encadenada a los objetos de los sentidos; dando vueltas alrededor de esos objetos. Sujeta a la ley del karma.

    Etimológicamente "nirvana" significa enfriamiento. Y es que el Budismo mira a los seres humanos como ardiendo en impulsos, emociones, pasiones, ambiciones de todos sus sentidos, atrapados en la rueda del samsara. Por eso el calmarse, apagarse y enfriarse ( nirvana) es considerado como serenidad y felicidad.

    Así la vida humana dentro del samsara y la vida propia del nirvana son como dos estados contrapuestos de vida ( algo así queremos decir los cristianos cuando hablamos de la "vida según la carne y la vida según el espíritu").

    El paso del samsara al nirvana no se hace en un momento, por una intuición momentánea del fracaso de una vida pasada, egoísta y ambiciosa. Esta conciencia intuitiva de la realidad es sólo como la puerta de escape para salir del terreno del samsara. Pero no es aún la consecuencia del nirvana. Para llegar al perfecto nirvana hay que recorrer cinco estadios.

    1o. Salida del samsara por la puerta escapatoria del conocimiento.

    2o. Entrada en la corriente de la purificación. Ya se rompió (al salir del samsara) la cadena más dura (el estado de ambición de los sentidos), pero quedan muchos viejos hábitos de apegos e ilusiones que te atan con cuerdas y sogas. (Sidarta enumera diez de esas cuerdas: orgullo, vacilación, confianza en los poderes supersticiosos de los ritos, deseo de satisfacciones sensitivas, odios y fobias, deseo de bienes materiales, deseo de poder y prestigio, autoengaño, desasosiego, ignorancia).

    Quienes entraron ya en la corriente, rompieron las tres primeras cuerdas. Su conducta moral es intachable; no matan, ni roban, ni adulteran, ni mienten, ni se intoxican. Pero les falta aún claridad y firmeza en su determinación. Y es posible que recaigan por algún tiempo ("hasta siete veces") en el samsara, el mundo del pecado y del sufrimiento.

    3o. Conforme van intuyendo mejor las realidades de la vida, logran debilitar (aunque no romper del todo) dos cuerdas más. Esta etapa es la de los que vuelven atrás una vez (sakadagamis), porque es difícil que vuelvan ya al nivel de vida del samsara. En cualquier caso, no más de una vez.

    4o. Son los que no vuelven atrás (anagamis): rompen definitivamente las dos cuerdas ya debilitadas y se aplican a romper las cinco que les quedan aún para entrar en la playa del nirvana y alcanzar la perfección.

    5o. Ser humano perfecto (arahat), plenamente maduro y liberado.

    ¿ Se puede hablar por lo tanto de vida después de la muerte ?. Es claro que Sidarta, cuando habla de samsara y nirvana, está pensando simplemente en un proceso de maduración del ser humano. No habla de otra vida. Pero la pregunta está siempre ahí. . . Sidarta explicó el nirvana en términos negativos: enfriamiento, vida sin ambición. . . Pero eso no significa que la realidad expresada no pueda ser positiva. Además, el silencio de Sidarta sobre otra posible vida pudo ser intencionado, por que en su doctrina, la autoconfianza fácil y seguridad en uno mismo son perjudiciales para aplicarse a conseguir la liberación. Y una persona liberada debe ser tan desinteresada, indiferente y desprendida que ni se preocupe si su vida va a ser larga o corta, o si va a seguir viviendo después de la muerte. Una preocupación por otra vida le distraería a uno en su esfuerzo de maduración aquí.

    Y después de todo, si hay otra vida, el mejor camino para llegar a ella ¿ no será ese esfuerzo de maduración ? Sólo una fruta que haya madurado ofrece garantías de sobrevivir. Sólo la semilla de una fruta madura puede germinar y renacer.

    Algunas características de quien ha alcanzado el Nirvana: El nirvana entraña una vida renovada, revitalizada, un nuevo dinamismo. Las personas que lo alcanzan están llenas de ánimo, determinación y fuerza interior. Esta vitalidad les viene de su conexión con la "fuerza de la verdad y del bien" (dharma). Esa fuerza protege y sostiene como milagrosamente a esas personas y suscita en ellas unas energías como sobrenaturales. Sidarta invitaba a confiar en las buenas obras y en el poder benéfico que anima al universo ( la ley del dharma).

    Gracias a esa fuerza, los que alcanzan el nirvana pueden ser valientes y animosos frente a cualquier adversidad. Su vida está llena de gozo y paz interior.

    Cuando se describen las virtudes de un "santo" budista suelen resaltarse estas cuatro: bondad, amabilidad, compasión con el que sufre, y entereza de ánimo (ecuanimidad) ante fortunas y desgracias.

    Por lo demás, el nirvana no acaba de enterarse si no se experimenta. Es el paso del infantilismo mental a la madurez, es una vida cualitativamente distinta. Es la realidad frente a la ignorancia anterior.

    EL SENDERO ÓCTUPLE: Según explicación del mismo Sidarta.

    El noble Sendero Óctuple, oh monjes, expondré y analizaré para vosotros. Prestadle atención, reflexionad sobre él, yo hablaré. -Perfectamente, Señor, respondieron los monjes al Señor.

    Dijo el Señor: ¿ Qué es, oh monjes, el Noble Sendero Óctuple ?. Es concretamente recta visión, recta intención, recta habla, recta acción, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta memoria, recta meditación.

    ¿ Y qué es la recta visión, oh monjes ? Es el conocimiento del dolor, el conocimiento de la causa del dolor, y el conocimiento de la cesación del dolor y el conocimiento del camino que lleva a la cesación del dolor. A esto, monjes, se llama recta visión.

    ¿ Y qué es la recta intención ?. La intención de renunciar, la intención de no herir, la intención de no dañar. A esto, monjes, se llama recta intención.

    ¿ Y qué es la recta habla ?. Abstenerse de la falsedad, de palabras maliciosas, de palabras duras, de palabras frívolas. A esto, monjes, se llama recta habla.

    ¿ Y qué es la recta acción ? Abstenerse de quitar la vida, de apropiarse lo ajeno, del trato carnal. A esto, monjes, se llama recta acción.

    ¿ Y qué son rectos medios de vida ? Aquí un noble discípulo, abandonando un falso modo de ganarse la vida, obtiene su sustento mediante los rectos medios de vida. A esto, monjes, se llama rectos medios de vida.

    ¿ Y qué es el recto esfuerzo ? Aquí un monje, al no producirse pensamientos malos y ruines que aún no han surgido, ejercita la voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica y ejercita su mente. Al rechazar los malos y ruines pensamientos que han surgido, ejercita su voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica y ejercita su mente. Al producir buenos pensamientos que aún no han surgido, ejercita su voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica y ejercita la muerte. Al fijar, liberar de confusión, incrementar, aumentar, desarrollar y perfeccionar los buenos pensamientos que ya han surgido, ejercita su voluntad, intensifica el esfuerzo, empieza a ejercitarse, aplica y ejercita su mente. A esto, monjes, se llama recto esfuerzo.

    ¿ Y qué es la recta memoria ? Aquí: 1) sobre el cuerpo, un monje permanece contemplando el cuerpo, ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y desaliento con respecto al mundo; 2) sobre los sentimientos, permanece contemplando los sentimientos, ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y desaliento con respecto al mundo; 3) sobre la mente, permanece contemplando la mente, ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y desaliento con respecto al mundo; 4) sobre los pensamientos, permanece contemplando sus pensamientos, ardiente, atento, consciente, disipando su anhelo y desaliento con respecto al mundo. A esto, monjes, se llama recta memoria.

    ¿ Y qué es la recta meditación ? Aquí 1) un monje libre de pasiones y malos pensamientos alcanza el primer trance del gobierno y el placer, que va acompañado de razonamiento e investigación, y que surge del retiro, y en él permanece. 2) al cesar el razonamiento y la investigación, en un estado de serenidad interior, con su mente fija en un sólo punto, alcanza el segundo trance del gozo y el placer, que surge de la concentración, y que está libre del razonamiento y la investigación, y en él permanece. 3) Con ecuanimidad e indiferencia con respecto al gozo, permanecer atento y dueño de sí, y en su cuerpo experimenta el placer que los nobles llaman "morada con ecuanimidad, atenta y feliz", y alcanza el tercer trance y en él permanece. 4) Desechando el placer y el dolor, e incluso antes de que desaparezcan el júbilo y la depresión, alcanza el cuarto trance, en que no hay ni placer ni dolor, y que lleva consigo la pureza de la memoria y dela ecuanimidad, y en él permanece. A esto, oh monjes, se llama recta meditación.

    La cuarta noble verdad: EL ÓCTUPLE SENDERO QUE CONDUCE A LA LIBERACIÓN.

    Es la más decisiva de las cuatro verdades sagradas. Las tres primeras, al mostrar lo asequible y apetecible que es la liberación, sirven para incitar a seguir este sendero, sin desanimarse por lo extraño y simple (sin oraciones ni ritos…) que pueda parecer.

    Una formulación sencilla de este óctuple sendero sería esta:

    1.- Recta visión de la realidad: entender correctamente la vida como algo efímero, infeliz y "alienado".

    2.- Recta aspiración: alimentar pensamientos de total desprendimiento y buena voluntad.

    3.- Recta habla: hablar con corrección, sin ceder a chismes, palabras ásperas, murmuraciones ni mentiras.

    4.- Recta conducta: portarse correctamente, absteniéndose de robar, matar y actuar deshonestamente.

    5.- Rectos medios de vida: Ganarse la vida sin perjudicar a otros.

    6.- Recto esfuerzo: esforzarse continuamente en conservar la mente libre de malos pensamientos, llenándola por el contrario de intenciones de desprendimiento y benevolencia.

    7.- Recta memoria: actuar con atención, pensando en lo que uno está haciendo en cada momento, consciente de lo pasajera que es la vida.

    8.- Recta meditación: entrenar a la mente para la serenidad y la iluminación mediante períodos de meditación o concentración.

    Algunas de estas sendas o pasos (sobre todo la 1a. Y las dos últimas) resultan más difíciles de entender para un occidental, por ello las explicaremos un poco más.

    1er. Paso: Recta visión de la realidad (recto conocimiento, recta creencia).

    Si Sidarta ambicionaba algo, era ayudar a las personas a llevar una vida más acorde con la nobleza de su condición humana. Quería que todos percibieran con claridad el estilo de vida que deberían llevar. Y para eso, desenmascaró con tres adjetivos famosos el tipo de vida que muchísima gente consideraba como envidiable (la vida de satisfacción de los sentidos, etc.) Sidarta a esa vida la llamó efímera, infeliz y alienada ( anicca, dukkha, anatta). Desafiaba así a todo un sistema de valores, tan tradicional y universal.

    La fórmula es sencilla pero juega un papel decisivo en la doctrina budista de la liberación. Importa, pues, captar bien su significado. Y, por de pronto, nos equivocaríamos si pensásemos que Sidarta intenta ahí analizar la vida física de los seres humanos. Lo que analiza es el estilo de vida que lleva y anhela muchísima gente.

    Así, cuando dice que la vida es efímera, pasajera, no permanente, no se refiere al hecho evidente de que todos mueren, sino a lo efímero que son los placeres con los que tantas personas tratan de llenar sus vidas. No acaban de satisfacerles, pero, atrapados por esa sed, ni se imaginan que puede haber otro estilo de vida incomparablemente más plena y humana.

    Tampoco es difícil de entender el segundo adjetivo: infeliz. Una vida a merced de sentidos y pasiones, por muy dichosa que aparezca, en realidad es una vida infeliz. Es claro que la satisfacción de los deseos produce un cierto placer. Pero, para Sidarta, ese es un placer tan superficial, inferior y frustrante que, en comparación con el auténtico gozo de una vida liberada, bien merece llamarse infelicidad.

    El tercer adjetivo, alienada ( no de uno mismo), es más difícil de definir y explicar. Entre los budistas hay diversas interpretaciones. El adjetivo anatta (como también anicca) es un término negativo: no – atta (¿ no de uno mismo?). Pero atta puede significar dos cosas bastante diferentes: Uno mismo ( el propio yo) y también individualidad o alma (un concepto abstracto y complejo en la filosofía india).

    De ahí que "anatta" se haya traducido a veces (como en la escuela llamada "Theravada") como sin alma, sosteniendo que los seres humanos no tienen ningún principio vital inmortal que una sus partes físicas (y así, el ser humano es diferente en cada momento); mientras que, para otros, "anatta" significa "sin individualidad, es decir, vacío, sin alma ni cuerpo: la única gran realidad que habría en el fondo de un ser humano sería su vacuidad.

    Pero todo esto son interpretaciones de escuelas. Y ciertamente el concepto griego de "alma" no tiene nada que ver con lo que Sidarta quiso decir con anatta. Sidarta no intentaba explicar al hombre ontológicamente sino su naturaleza emocional o apetitiva, víctima constante de ilusiones engañosas (maya). Además, como aparece por los otros dos adjetivos, con la palabra anatta quiere describir una cierta forma de vida inferior, innoble, sin sentido, no la vida en sí ni tampoco el estilo de vida propio del nirvana. Prescinde de cuestiones metafísicas tales como si el hombre es mortal o inmortal o si cada cual tiene o no tiene su individualidad, es decir, su conciencia y responsabilidad propias.

    Lo que Sidarta quiso significar con anatta aparece en su importante sermón "sobre las características del anatta". De los cuatro párrafos de que consta, los dos primeros describen una vida que es anatta, anicca y dukkha. Los dos últimos enseñan cuál debe ser la actitud de un discípulo budista hacia esa vida. Este sermón toma como punto de partida la doctrina tradicional india de "los cinco agregados" o componentes de un individuo ( cuerpo, sentimientos, percepciones, emociones y conciencia) para, a cada componente, aplicarle los tres adjetivos: efímero, no-de-uno-mismo, infeliz. Resulta claro que, para Sidarta, una vida dominada por pasiones-emociones no puede llamarse vida de una mismo, no es de uno mismo, "no está bajo mi control". Eso significa anatta. No soy dueño de mi mismo. Soy prisionero de mis emociones. No tengo autonomía ni gozo de responsabilidad propia. Estoy como alienado. Con todo esto, Sidarta intenta que sus oyentes cambien de conducta, dejen sus infantilismos y maduren hacia una vida humana digna, liberada, libre de falsos valores, de falsas ilusiones, de esa ciega adhesión de los humanos a los cinco agregados. Este es el sermón sobre las características del anatta:

    1.- "El cuerpo , oh monjes, es anatta (no es mío). Si fuese mío, no sería una fuente de aflicción. Si fuese mío, podría decir: que mi cuerpo sea así, que no sea así. Pero, en la medida en que no es mío, es fuente de aflicción y no puedo pedir que sea así o que no sea así.

    Los sentimientos, oh monjes, son anatta (no míos). Si fuesen míos . . . ( y así sobre las percepciones, emociones y conciencia).

    2.- ¿ Qué os parece, oh monjes ? ¿ Es este cuerpo permanente o impermanente ? y lo que es impermanente ¿es feliz o infeliz ?.

    Entonces ¿ está justificado que de algo que no está bajo nuestro control y que es efímero y fuente de aflicción digamos: esto es mío, eso soy yo, ese es mi yo ?

    ( Lo mismo se repite con respecto a los otros cuatro agregados).

    3.- Así pues, oh monjes, todo cuerpo (pasado, presente o futuro, personal o externo, alto o bajo. . .) habrá de ser entendido rectamente en su realidad: "no es mío", "ese no es mi yo" . . .

    4.- El discípulo aventajado que va comprendiendo esto se distancia de su cuerpo, sus sentimientos. . . Se va así emancipando hasta que nace en él la iluminación: "Estoy liberado". Comprende que se acabaron los renacimientos. Es la victoria de una vida pura. Nunca volverá a caer en el triste estado anterior de la vida".

    Esta doctrina del anatta tiene seguramente un alcance universal. Es común engañarse con un falso "yo". "En lo hondo de su corazón, cada cual se cree el centro del mundo" (Kierkegaard). Se advierte en la envidia que nos nace ante el éxito del otro, en cómo codiciamos todo lo que aparece placentero, en cómo tratamos de aparentar más de lo que somos. Y esa hipocresía nos inhabilita para descubrir la auténtica personalidad y madurez. Sidarta intenta mostrarnos cuál es y cuál no es la auténtica personalidad y dónde esta la verdadera madurez. No está donde las emociones esclavizan a la razón ni donde los valores más cotizados son los sentidos. . . A ese nivel, la vida es efímera, infeliz, alienada. En cambio, la vida auténtica es la religiosa, la que sigue este sendero. Ser religioso es ser racional, maduro, adulto.

    2o. Paso Recta aspiración (recto pensamiento).

    Se refiere a los pensamientos, anhelos, aspiraciones, deseos internos. Sólo si se ha logrado una correcta visión de la realidad (primer paso), es posible seguir este sendero del pensamiento correcto.

    Sidarta concretó estas aspiraciones en pensamientos de renuncia, de buena voluntad y de compasión o no perjuicio a otros. Consciente de la fuerza de las ideas, Sidarta animó a sus discípulos a que alimentasen su mente con ideas de desprendimiento y desechasen toda idea de violencia, mala voluntad o placer egoísta. Renunciar al mundo asentado en la ambición y sed de placeres, alimentar pensamientos de amabilidad hacia los demás, fomentar la compasión y ternura ante el sufrimiento ajeno. . . (La compasión es como el corazón de la enseñanza budista y la matriz de todas las demás virtudes).

    3er. Paso: Recta habla.

    Uno habla según piensa. Con este 3er. Paso Sidarta quiso denunciar cuatro tipos de lenguaje que toda persona madura ha de saber evitar: lenguaje falso, calumnias, palabras descorteses, chismorreos.

    4o. Paso: Recta conducta.

    Incluye el abstenerse de matar, a la vez que reverencia todo lo que es vida, no sólo la vida humana sino también la vida de los animales.

    Pero también Sidarta se debatió entre el sentimiento de respeto a la vida y la necesidad de alimentarse los seres vivos. Buscó un equilibrio y prescribió a sus monjes que comieran carne únicamente bajo dos condiciones: que no hubieran participado en la matanza y que no fuese carne que se había matado sólo para beneficio de los monjes.

    La recta conducta incluye también el abstenerse de robar, y también el abstenerse de acciones deshonestas. Para Sidarta (que no predicó su doctrina sólo para monjes sino también para la gente corriente) es claro que no todos los goces sensuales son abusivos. Pero recomendó ardientemente el esforzarse para alcanzar una recta armonía en la vida sexual de la persona, consciente del difícil control que ello exige. La castidad, tanto marital como celibataria, es para Sidarta, ante todo, una cuestión de actitud mental. Nadie puede ser casto en sus acciones si no lo es en su mente. Y una castidad perfecta viene a significar una benevolencia universal.

    5o. Paso: Rectos medios de vida.

    Se refiere a la manera de ganarse la vida (empleo o profesión) para uno mismo y para la familia. Y es que el Budismo que predicó Sidarta no es sólo una forma de monasticismo o de meditación, aunque las Escrituras budistas (sobre todo las de la tradición "Therevada", escritas por monjes y para monjes) apenas recogen sermones de Sidarta dirigidos a laicos. Sidarta mismo fue monje. Pero este quinto paso es una muestra de que su doctrina la dirigía a todos y que todos podían aspirar a la liberación del nirvana.

    Con el correr del tiempo, algunas corrientes budistas como la tradición "Therevada"- llegaron a sostener que esa liberación era posible sólo en la vida monástica, y minimizaron el significado de este quinto paso, ya que los monjes budistas ( llamados bhikkhus = mendicantes) viven de limosnas y no de un oficio.

    La insistencia de Sidarta en un trabajo diario como camino de liberación es un correctivo para quienes cifraban la religión en ritos, templos y cultos. Para Sidarta la liberación se juega en el correcto desempeño de los deberes de cada día. Cada cual ha de ganarse la vida. Y si eso lo hace bien, ahí encontrará liberación. El trabajo entraña una fuerza humanizadora.

    En la sociedad de su tiempo, compuesta sobre todo de agricultores, pastores y comerciantes, Sidarta señaló tres oficios desaconsejables para quienes aspiran a la liberación; el comercio de armas, la matanza de seres humanos y de animales y la producción de bebidas intoxicantes y venenosas. Los tres entrañan un perjuicio a la humanidad, Sidarta legitima el ganarse la vida sólo en el servicio a los demás. "Ganancia sin perjuicio", será un lema budista. No hay que ser mosquitos que chupan la sangre de otro causando heridas y dolor, sino abejas que, a cambio de ayudar a las flores en su proceso de generación y eventual fructificación, reciben de ellas miel. Quien cumple el 5o. Paso disfruta como la abeja, de un doble gozo. El de servir a la humanidad y el de ganarse la vida sirviendo.

    6o. Paso: Recto esfuerzo.

    Es como un consejo insistente: esfuérzate sin descanso para conseguir el ideal, para llegar a ser una persona madura, iluminada, plenamente humana. Y para eso, esfuérzate por alimentar siempre una actitud mental llena de desinterés y de benevolencia.

    Si Sidarta insiste en el esfuerzo, es porque sabe lo difícil que es para los humanos el controlar las aspiraciones de sus sentidos, de sus ambiciones y pasiones. Alimentar buenos pensamientos es, para Sidarta, como un arte que hay que ejercitar metódicamente, paso a paso: no dejar que entren malos pensamientos; rechazarlos enseguida si han entrado; dar cabida, retener y desarrollar pensamientos buenos. . .; si un objeto te tienta, reemplázalo por otro que te ayude; si te sigue tentando, piensa en las consecuencias dañinas que se seguirían; si, a pesar de todo, la tentación sigue, cambia de lugar.

    Varios sermones de Sidarta están llenos de sabios consejos prácticos destinados a la formación del carácter. Y para él, personas de carácter son las que alimentan en su mente pensamientos buenos, es decir, pensamientos de desprendimiento y de benevolencia.

    7o. Paso: Recta memoria.

    Así suele traducirse este sétimo paso, pero sería más acorde con la intención de Sidarta el traducirlo por "recta atención" a la realidad del momento. Es algo que Sidarta (junto con el primer paso) lo subrayaba con particular interés. Ese será también el objetivo que se busca en el octavo, último paso: la meditación será como el barco y la atención a la realidad será como el puerto.

    Para entender el significado de este séptimo paso, nada mejor que el "sermón sobre cómo despertar la atención" que Sidarta comenzaba así: Este es, oh monjes, el único medio para purificar nuestro ser, superar tristezas y lamentos, destruir penas y resentimientos, alcanzar métodos rectos y llegar al nirvana: es el camino de la atención . . .

    Sidarta explica esa atención aplicándola a tres niveles:

    1o. Atención a lo que uno está haciendo: son pocas las personas capaces de una atención adecuada. A menudo oímos con nuestras orejas o leemos con los ojos, pero nuestra mente está en otra parte. Las personas liberadas son diferentes. Para ellas, lo que están haciendo en cada momento es de vital importancia. Se concentran en ello con toda la fuerza de su mente y corazón, sin preocuparse ni distraerse por ninguna otra cosa.

    Para desarrollar este estilo de meditación, Sidarta recomendaba algunos ejercicios prácticos y sencillos. Uno de ellos es el emplear un poco de tiempo cada día en concentrar nuestra atención en los diferentes movimientos del cuerpo o en las diversas acciones que están ejercitando, repitiendo mentalmente lo que hacemos. "Ahora estoy sentado", etc. Otro ejercicio recomendado por Sidarta es el de la inspiración- expiración con objeto de apaciguar nuestra mente.

    2o. Atención a las realidades de la vida: se parece a lo que dijimos a propósito de la "recta visión de la realidad" ( 1er. Paso). Se trata de captar la realidad más allá de las apariencias externas. Se trata de experimentar lo fugaz, penosa e ilusoria que resulta la vida que gira en torno a los sentidos. También para esto recomendó Sidarta un ejercicio eficaz: es la "meditación del cementerio", es decir, pensar periódicamente en nuestra muerte y en lo que sucede al cuerpo tras la muerte: "Viendo un cadáver, uno está contemplando su propio cuerpo y diciendo: verdaderamente este cuerpo mío es una misma naturaleza, se volverá igual y no lo podré evitar".

    3o. Atención a los impulsos internos: que subyacen en nuestras acciones de cada día. Sidarta la llama también "contemplación de la mente", es decir, el arte de saber escudriñar nuestro estado mental en el mismo momento en que estamos diciendo o haciendo algo.

    Las personas inmaduras no se controlan. Se dejan mover como las marionetas por los impulsos emocionales y hasta lo camuflan y legitiman con falsas razones. Quienes quieran madurar han de escrutar su interior para detectar los motivos reales que cuentan por debajo de sus acciones. Y deben reconocerlos como son, buenos o malos. Sidarta lo decía así: Y ¿cómo practica un monje la contemplación de la mente ? Lo hace reconociendo a la mente codiciosa como mente codiciosa: a la mente rencorosa como mente rencorosa; a la mente sin rencor como mente sin rencor; a la mente ilusa como mente ilusa; a la mente sin engaño como mente sin engaño".

    Este ejercicio de atención se parece a nuestro "examen de conciencia", pero hay algunas diferencias. En el Budismo ese examen de conciencia tiene lugar en el mismo momento en que uno está actuando, no después. Y lo que se pretende no es sólo dictaminar la bondad o maldad de una acción sino también analizar la estructura interna de la mente en el momento de la acción. Este análisis entraña un gran poder curativo. Bajo su influencia las emociones dañinas se disuelven como el hielo ante la luz del sol.

    Para una vida autocontrolada, esa triple atención es de suma importancia. Sidarta lo subrayó cuando en su lecho de muerte dijo a sus discípulos: " La vida emocional es pasajera. Esforzaos con atención".

    8o. Paso: Recta concentración.

    Así suele traducirse, a falta de otro término en castellano, la palabra "samadhi, que también connota "recogimiento en uno mismo", serenidad, armonía mental, paz mental . . .

    Las personas que así se recogen no andan distraídas ni dispersas. No se turban por detalles inútiles o sin importancia. Sus pensamientos se concentran en los auténticos objetivos, sin dejarse inquietar por las vicisitudes de la vida. Viven con atención (7o. Paso) y, en consecuencia, permanecen en un estado constante de paz interior.

    La mejor manera de entender esta recta concentración es fijarse en el método que Sidarta recomendó para alcanzarla. Este método es la meditación (bhavana). La meditación es el camino que todas las religiones de la India proponen para concentrarse, pero en el Budismo tiene algunas peculiaridades.

    La meditación es también el aspecto del Budismo que más atrae a no pocos occidentales no budistas hasta dar la impresión que el budismo es una forma de meditación, siendo así que no entra más que en uno de los ocho pasos del camino y sólo en ese contexto se la puede apreciar debidamente.

    Por otra parte, aunque no deja de haber diferencias, la meditación budista no es tan distinta de la oración silenciosa, meditativa o contemplativa de los cristianos o de otros hombres. Para todos es una profunda experiencia religiosa. Cierto que la oración cristiana es conversacional, en coloquio con un Dios personal, mientras que la meditación budista es más reflexiva sobre uno mismo, pero ambas tienden a ayudarnos a afrontar los problemas de cada día con realismo y serenidad.

    (Traducción libre y resumida de las obras de Sidarta Gautama, en colaboración y apoyo de los textos de Historia de las Religiones de Mircea Eliade.)