En 392 el Emperador Teodosio I reunió las porciones oriental y occidental del Imperio, siendo el último emperador en gobernar todo el mundo romano. A su muerte, el Emperador Constantino, llamado El Grande traslada la capital del Imperio Romano a Bizancio (Estambul en la actual Turquía, ex Imperio otomano), refundándola y llamándola «Nueva Roma» o Constantinopla, (Constantini-polis; la ciudad de Constantino). Se recrea así la existencia de los dos Imperios pues en Roma se restablece, no obstante, la cabeza del Imperio Occidental bajo el reinado de Honorio (395-421). Constantino reconoce y legaliza la religión cristiana por el Edicto de Milán en 313
La Querella Donatista – Hacia el año 312 surgió en el norte de África un movimiento opuesto al nombramiento de Ceciliano como obispo de Cartago. Los donatistas, seguidores de Donato (anterior responsable de la diócesis), consideraban inválida la ordenación de Ceciliano llevada a cabo por un sacerdote que había abjurado de la religión durante la persecución de Diocleciano.
A Constantino le querella Donatista, desde el punto de vista teológico, le importaba poco. Lo que le afectaba era que los donatistas rechazaban su ingerencia en la Iglesia.
Tras conovocar contra ellos dos sínodos, Letrán (313) y Arles (314) , los mandó a erradicar por las armas en el año 317. El cisma donatista, aunque debilitado, sobrevivió hasta la expansión norafricana del Islam en el siglo VII.
La Herejía Arriana – Mientras transcurría la controversia donatista, estalló una mayor, formulada por el sacerdote Arrio de Alejandría y que enfrentó a Oriente y Occidente hacia el año 320. Los arrianos afirmaban que el Hijo estaba subordinado al Padre por haber sido creado. Es decir, negaban la divinidad de Cristo. Esta cuestión, "enteramente desproporcionada" – usando palabras de Constantino – constituyó el mayor cisma del siglo IV.
La Unidad de la Iglesia se Resquebraja – Pese a atraer a sus tesis a prelados influyentes como Eusebio de Cesárea, biógrafo de Constantino, y Eusebio de Nicomedia, Arrio fue excomulgado por el episcopado egipcio a instancias de Alejandro y de Atanasio de Alejandría.. Constantino, preocupado por el posible resquebrajamiento de la unidad de la Iglesia y con ello el del Imperio, convoca al Primer Concilio de Nicea desde el 20 de Mayo al 25 de Agosto del año 325, al cual asistieron unos 300 obispos, la mayoría griegos, además de sacerdotes, diáconos y feligreses, otorgando legitimidad legal al cristianismo en el Imperio romano por primera vez.
En Nicea se condenó al arrianismo, se proclamó la consustancialidad del Padre y el Hijo, fundamento de la Trinidad, junto con el Espíritu Santo, estableció la fecha de la Pascua y fijó el primer Credo. Se considera que esto fue esencial para la expansión de la religión cristiana, y los historiadores, desde Lactancio y Eusebio de Cesare hasta nuestros días, lo presentan como el primer emperador cristiano, si bien fue bautizado cuando ya se encontraba en su lecho de muerte, tras un largo catecumenado (período de prueba o de instrucción que se ofrece a los candidatos al bautismo en el cristianismo).
Eusebio, Lactancio y otros apologistas contemporáneos de Constantino insisten en la temprana conversión de éste al Cristianismo. La tradición eclesiástica cifra este momento en el año 312, con ocasión de las visiones sobrenaturales en el puente Milvio (en Roma, sobre el río Tiber) donde derrota en batalla al emperador Majencio, que conformaba la tetrarquía gobernante, y se convierte así en la máxima autoridad de los territorios occidentales del Imperio, mientras su cuñado Licinio reinaba en las provincias orientales. Los historiadores cristianos de esta época y posteriores, influidos por la narración de Eusebio de Cesarea, atribuyeron la victoria de Constantino a una intervención divina.
Pero, aunque el augusto fue desde esa fecha un benefactor del cristianismo con sus edictos, exenciones fiscales y donaciones, tardó toda su vida en abandonar por completo el paganismo de sus antepasados, dando apoyo así a la teoría de que su conversión obedeció al interés político de captar al expansivo cristianismo que llegaba a todos los rincones del mundo conocido, en la huella de San Pablo y otros predicadores.
Finalmente, en el Siglo XV. el imperio Bizantino cae bajo la fuerza de los otomanos.
Por otra parte, en 476, el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. Los hérulos fueron una tribu guerrera de origen germánico, llamados vándalos, que se esparció por todo el limes o límite europeo, conociéndose tanto sus correrías como piratas en el Mar Cantábrico como su presencia beligerante en el Danubio desde el siglo III. Su aparición en los dominios romanos motiva el inicio de lo que fue llamada Edad Media en la historia de occidente.
San Benito nacería en 480 bajo la dominación de Roma por los bàrbaros de Odoacro
Los primeros cristianos Parte de su mismo mundo Los primeros cristianos se consideraban parte constituyente de su mismo mundo: "lo que es el alma para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo" (Epístola a Diogneto) No se distinguían de los demás hombres de su tiempo, ni por su vestido, ni por sus insignias, ni por tener una ciudadanía diferente. Cada uno de los primeros cristianos ocupaba un lugar en la estructura social de su tiempo, el mismo que tenía antes de convertirse. Si era esclavo no perdía su condición al hacerse cristiano aunque su vida adquiriese una dimensión sobrenatural. Esa actitud cristiana lleva a una apertura grande para asimilar los valores positivos que existían en el paganismo. Así comentará S. Justino de los pensadores paganos: "cuanto, pues, de bueno está dicho en todos ellos, nos pertenece a nosotros los cristianos". (cfr. Enciclopedia GER, Cristianos, Primeros II. Espiritualidad) La vida que llevan no tiene nada de extraño "Los cristianos no se diferencian ni por el país donde habitan, ni por la lengua que hablan, ni por el modo de vestir. No se aíslan en sus ciudades, ni emplean lenguajes particulares: la misma vida que llevan no tiene nada de extraño. Su doctrina no nace de disquisiciones de intelectuales ni tampoco siguen, como hacen tantos, un sistema filosófico, fruto del pensamiento humano. Viven en ciudades griegas o extranjeras, según los casos, y se adaptan a las tradiciones locales lo mismo en el vestir que en el comer, y dan testimonio en las cosas de cada día de una forma de vivir que, según el parecer de todos, tiene algo de extraordinario". (vid. Autor desconocido, Siglo II-III, Carta a Diogneto) Cumplen las leyes San Pedro: "Yo honraré al emperador, pero no lo adoraré; rezaré, sin embargo, por él. Yo adoro al Dios verdadero y único por quien sé que el soberano fue hecho. Y entonces podrías preguntarme: ¿Y por qué, pues, no adoras al emperador? El emperador, por su naturaleza, debe ser honrado con legítima deferencia, no adorado. El no es Dios, sino un hombre al quien Dios ha puesto no para que sea adorado, sino para que ejerza la justicia en la tierra. El gobierno del Estado le ha sido confiado de algún modo por Dios. Y así como el emperador no puede tolerar que su título sea llevado por cuantos le están subordinados -nadie, en efecto, puede ser llamado emperador-, de la misma manera nadie puede ser adorado excepto Dios. El soberano por lo tanto debe ser honrado con sentimientos de reverencia; hay que prestarle obediencia y rezar por él. Así se cumple la voluntad de Dios". (SAN TEÓFILO DE ANTIOQUÍA, Siglo II, Libros a Autólico) Viven en la honestidad: Iguales que su contemporáneos "Se nos acusa de ser improductivos en las varias formas de actividad. Pero ¿cómo se puede decir esto de hombres que viven con vosotros, que comen como vosotros, que visten los mismos trajes, que siguen el mismo género de vida y tienen las mismas necesidades de vida?" "Nosotros acordamos dar gracias a Dios, Señor y creador, y no rehusamos ningún fruto de su obra. Usamos las cosas con moderación, no en forma descomedida o mala. Convivimos con vosotros y frecuentamos el foro, el mercado, los baños, las tiendas los talleres, los establos, participando en todas las actividades." "Navegamos también juntamente con vosotros, militamos en el ejército, cultivamos la tierra, ejercemos el comercio, permutamos las mercaderías y ponemos en venta, para uso vuestro, el fruto de nuestro trabajo. Yo sinceramente no entiendo cómo podemos parecer inútiles e improductivos para vuestros asuntos, cuando vivimos con vosotros y de vosotros." Sí, hay gente que tiene motivo para quejarse de los cristianos, porque no puede comerciar con ellos: son los protectores de prostitutas, los rufianes y sus cómplices; les siguen los criminales, los envenenadores, los encantadores, los adivinos, los hechiceros, los astrólogos. ¡Es maravilloso ser improductivos para esta gente!… Y después, en las cárceles vosotros no encontráis nunca a un cristiano, a no ser que esté ahí por motivos religiosos. Nosotros hemos aprendido de Dios a vivir en la honestidad". (TERTULIANO, Siglo II-III, El Apologético) Patrística y Patrología En general, los primeros pensadores que profesaron el cristianismo, tenían una visión de la filosofía bastante negativa. De alguna manera, las discusiones y contradicciones entre las diferentes escuelas filosóficas, como la de Platón, por ejemplo, eran juzgadas como "charlatanería, o insensatez, o locura, o distensión, o todo de una pieza", tal como afirmaría Taciano (170 dc). En consecuencia, no hay más sabiduría que la revelación evangélica que contradice a la filosofía y supera a la razón: "Ha muerto el Hijo de Dios, completamente creíble, ya que es un desatino; fue sepultado y resucitó; cierto porque es imposible" afirmará Tertuliano (155-225). Pero de todas formas, los "padres" no dudarán de utilizar la filosofía griega: "Cuanto han dicho los filósofos y los poetas acerca de la inmortalidad del alma y de la contemplación de las cosas celestes, lo han tomado de los profetas (del Antiguo Testamento). De ahí que parezca que hay en todos ellos, semillas de verdad que no fueron comprendidas, porque se contradicen unos a otros (…) Nosotros en cambio, hemos recibido la enseñanza de Cristo que es el Logos de quien participa todo el género humano. Y así, quienes vivieron en conformidad con el Logos, son cristianos aún cuando fueron tenidos por ateos (…) Y del Logos que habló por los profetas tomó Platón cuanto dijo a cerca de que Dios creó el mundo transformado en materia informe" De este modo, Justino (100?-165) justifica la asimilación de la filosofía pagana lo cual plateaba el problema de relacionar razón y fe. Platón y el neoplatonismo eran muy conocidos en Milán, residencia de la corte Imperial y centro de cultura. Ambrosio, obispo influyente, había llamado la atención de Agustín. El obispo era conocedor de Platino, Filón y Orígenes y practicaba una interpretación alegórica de los textos biblicos. Por ejemplo, respecto al relato del Génesis y la caída de la serpiente, interpretaba al hombre y a la mujer como figuras del deleite y la sensualidad cuando el entendimiento se dejaba llevar por los sentidos. Agustín pudo aceptar así los relatos biblicos viendo "no la letra que mata sino el espíritu que da vida". El estudio de la Patrología y de la Patrística, en su primera fase informativa, supone el recurso a los manuales y a otras ayudas bibliográficas, pero cuando pasa a tratar de los delicados y complejos problemas de la teología patrística, ninguna de tales ayudas puede sustituir el recurso directo a los textos de los Padres. Es, en efecto, a través del contacto directo del profesor y del alumno con las fuentes, cómo la Patrística debe ser enseñada y aprendida, sobre todo a nivel académico y en cursos especiales. Sin embargo, dadas las dificultades en que a menudo se encuentran los estudiantes, será bueno poner a su disposición textos bilingües de ediciones recomendadas por su seriedad científica. Los estudios patrísticos no pueden no dejar adquirir también un sólido conocimiento de la historia de la Iglesia que hace posible una visión unitaria de los problemas, acontecimientos, experiencias, adquisiciones doctrinales, espirituales, pastorales y sociales en las diversas épocas. De esta manera nos damos cuanta del hecho de que el pensamiento cristiano, aunque comienza con los Padres no termina con ellos. De ahí que el estudio de la patrística y de la patrología no puede prescindir de la tradición posterior, comprendida la escolástica, en particular en lo que respecta a la presencia de los Padres en esta tradición. Sólo así se puede ser la unidad y el desarrollo que hay en ella y comprender también el sentido del recurso al pasado. Ello, en efecto, aparecerá no como un inútil arqueologismo, sino como un estudio creativo que ayuda a conocer mejor nuestros tiempos y a preparar el futuro. Como resulta de cuanto se ha expuesto anteriormente, los estudios patrísticos constituyen una componente esencial y una temática estimulante de la enseñanza teológica y de la entera formación sacerdotal. Se hace necesario, por tanto, tomar las oportunas medidas para promoverlos, a fin de que ocupen en los Seminarios y en las Facultades teológicas el puesto que por su importancia les corresponde: Orientándose estos estudios directamente al objetivo de la enseñanza teológica, se les debe considerar como disciplina principal y enseñarse aparte con su método y materia que les es propia. Salvaguardando lo dicho anteriormente a propósito de la " Patrología " (n.51), esta materia no se puede confundir ni con la Historia de la Iglesia ni con el dogma y, menos aún, con la literatura cristiana antigua. Préstese al estudio de la Patrología-Patrística la debida atención en la " Ratio institutionis sacerdotalis ", y en los correspondientes programas de estudio, delimitando cuidadosamente los contenidos y los métodos, y asignándole un número suficiente de horas a la semana. No parece sea demasiado que se extienda, como mínimo, al menos tres semestres con dos horas semanales. En las Facultades teológicas, además de los cursos establecidos del 1er. Ciclo, organícense seminarios con oportunos ejercicios, y promuévanse trabajos escritos sobre temas patrísticos. En el 2º Ciclo de especialización, póngase cuidado en estimular el interés científico de los estudiantes mediante cursos especiales y ejercitaciones, con los que puedan adquirir un profundo conocimiento de los diversos temas metodológicos y doctrinales y prepararse para el futuro ministerio de la enseñanza. Tales especializaciones podrán ser posteriormente perfeccionadas en el Ciclo 3º con la preparación de tesis sobre temas patrísticos. Para la enseñanza de la Patrología-Patrística en los Institutos de formación sacerdotal deberá ser contratado quien haya conseguido la especialización en esta materia en Institutos erigidos a tal fin, como por ejemplo: el Instituto "Agustinianum" de Roma. Conviene, en efecto, que el profesor tenga la capacidad de acceder directamente a las fuentes con un método adecuado, a una exposición completa y equilibrada del pensamiento de los Padres, que sea capaz de juzgar con criterio maduro las obras de los colegas sobre la materia y posea las cualidades humanas y religiosas, fruto de su familiaridad con los Padres, y las pueda comunicar a los demás. Es de señalar que esta especialización no sólo es válida para la enseñanza de la Patrología-Patrística, sino también muy útil para la enseñanza de la teología dogmática, pues ayuda a desempeñar con eficacia la labor catequística, espiritual y litúrgica con la sabiduría y el equilibrio ético-espiritual de los Padres. Evidente que el estudio de los Padres requiere también medios y ayudas adecuadas como por ejemplo, una biblioteca bien provista desde el punto de vista patrístico. (Colecciones, monografías, revistas, diccionarios), así como también el conocimiento de las lenguas clásicas y modernas. Dada la notable deficiencia de los estudios humanísticos en las escuelas de hoy, será preciso hacer lo posible por reforzar en nuestros Institutos de formación el estudio del griego y del latín. Un estudio atento de los Padres producirá una mayor asimilación de la Palabra de Dios y una renovada juventud de la Iglesia, que tuvo y tiene en ellos sus maestros y sus modelos. ORÍGENES (Alejandría, hacia 185 – Tiro, actual Líbano, hacia 253)Teólogo y Padre de la Iglesia griega. Nacido en el seno de una familia cristiana (su padre murió martirizado en el 202), sucedió a Clemente de Alejandría al frente de la escuela cristiana de Alejandría, que convirtió en un prestigioso centro de teología. Su rivalidad con el obispo Demetrio, que le reprochó haberse hecho ordenar sacerdote sin su consentimiento, lo llevó a exiliarse en Palestina (231). Algún tiempo después sobrevino la persecución de Maximiliano, y Orígenes tuvo que ocultarse, pasando luego a Grecia y Arabia. En virtud de un edicto de Decio, fue encarcelado, cargado de cadenas, y puesto en el tormento, pero no decayó por eso su ánimo, y en la cárcel misma escribió una obra célebre contra Celso; murió en Tiro. Exponente privilegiado de la gnosis ortodoxa, fue el primero en concebir un sistema completo del cristianismo, integrando las teorías neoplatónicas. Sus ideas, recuperadas y sistematizadas en los siglos siguientes por una corriente de pensamiento llamada origenismo, suscitaron vivas controversias y fueron finalmente condenadas en el concilio de Constantinopla (553). Escribió, según testimonio de San Jerónimo, alrededor de 800 obras, la mayoría referidas a comentarios sobre la Biblia. Fue proverbial entre sus contemporáneos su gran capacidad para el trabajo, al punto de recibir el sobrenombre de adamantius ("hombre de acero"). Obras de interés filosófico son Contra Celso (refutación, en ocho libros, de las críticas dirigidas contra el cristianismo por el neoplatónico Celso) y Sobre los principios (cuatro libros); También han llegado hasta nosotros el libro Sobre la oración y exhortación al martirio y algunos fragmentos de su monumental Biblia conocida como Hexapla, que presentaba en varias columnas el texto bíblico hebreo y varias versiones en otras lenguas. Sus obras sobre la Biblia se dividen en tres categorías: Escolios, es decir, explicaciones a pasajes difíciles; Homilías, prédicas tendentes a ilustrar libros enteros de las Escrituras, y Comentarios, examen sistemático de los textos. En estos últimos, Orígenes aplica una exégesis simbólica, distinguiendo en la Escritura tres niveles de significado, correspondientes a las tres partes de la naturaleza humana (física, psíquica y espiritual). En la Escritura, pues, se da un sentido literal, que se limita a considerar los hechos históricos narrados; un sentido moral, que descubre en la historia orientaciones éticas, y por eso interpela a la voluntad, y un sentido místico, perteneciente a la profundidad del misterio de fe oculta en la letra. En sus obras doctrinarias (Contra Celso y Sobre los principios), Orígenes expone su pensamiento filosófico, en el que se muestra deudor del platonismo, del estoicismo y del neoplatonismo. Orígenes postula la creación del mundo ab aeterno, como corresponde, según él, a la inmutabilidad de Dios, y a su bondad, la cual por su propia naturaleza tiende a una manifestación y donación continuas. Al explicar la Trinidad, la distinción de las personas predomina respecto a la unidad de substancia, de tal forma que sólo el Padre es verdaderamente Dios, en cuanto es el único "no-engendrado"; el Hijo ha sido engendrado, y por esa razón es un Dios secundario; su acción se halla limitada a los seres racionales. El Espíritu Santo deriva del Hijo y extiende su acción únicamente a los santos. Cree Orígenes que todas las almas provienen de un mundo preexistente: los que hicieron uso de su libertad en contra de Dios, fueron condenados a unirse con el cuerpo; es el caso de los hombres. Los demonios serían seres cuya desobediencia fue mayor, y por eso cayeron más abajo. Solamente el alma de aquel hombre que sería Jesús permaneció devota y unida al Verbo hasta identificarse plenamente con él. La redención del pecado es ofrecida por el Verbo a todas las criaturas. Pero la escatología de Orígenes se resume en la apocatástasis, según la cual al final de los tiempos tendrán fin el infierno y las penas previstas para los condenados y cada cosa será restituida a su estado originario de proximidad con Dios. A pesar de que muchas de sus doctrinas hayan sido consideradas heterodoxas, Orígenes fue un gran sistematizador del pensamiento cristiano, cuyo influjo habría de ser muy notorio en la escolástica. |
Mario Baquela
Curso de Oblatos de San Benito de Luján
Junio de 2012
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |