Descargar

Pymes

Enviado por rodrigozuniga


Partes: 1, 2

    PYMES

    Indice

    1. Introducción

    2. PYME

    3. La persistencia de la desocupación

    4. La situación actual de la economía chilena

    5. Como realiza la planificación de los RRHH una PYME

    6. Análisis y diseño de los puestos de trabajo en una PYME.

    7. Planificación de plantillas en la administración de una PYME

    8. El reclutamiento de los recursos humanos en las PYMES.

    9. La selección de los recursos humanos en una PYME.

    10. Conclusiones

     

     

    1. Introducción

    Hoy más que nunca todas las empresas, cualquiera que sea su tamaño y sector de actividad, deben competir en un entorno global, disponer necesariamente de la tecnología de la información más moderna y saber aplicarla de forma eficaz y rentable.

    En este contexto, escoger las herramientas tecnológicas adecuadas para administrar la organización interna, optimizar los procesos y planificar la actividad, significa adquirir la capacidad para competir en nuevos escenarios.

    Las empresas pueden tener distintas dimensiones, pero todas deben desarrollar actividades similares (comprar, vender, mantener relaciones con los clientes, llevar la contabilidad, administrar el personal y adaptarse a las modificaciones de las normativas legales y financieras). Por lo tanto, también las pequeñas y medianas empresas deben adoptar tecnologías que soporten plenamente los objetivos de la empresa y que permitan reaccionar de forma rápida y flexible ante los acontecimientos externos, interviniendo en la organización comercial, en la logística de producción y en la toma de decisiones financieras.

    El enfoque tradicional, que tiende a predominar todavía hoy, tiene a la empresa como centro del análisis. Así, las grandes empresas son comparada con la pequeña y las mediana de donde resulta, en la mayoría de los cotejos, que aquella opera con ventajas respecto a estas. En efecto, las grandes empresas suelen disponer de poder de mercado, produce amparada en economías de escala y dispone de influencias que las empresas de menos tamaño por lo general no tienen.

    Este enfoque determina, obviamente, las políticas de fomento a las micro, pequeñas y medianas empresas, concebidas como unidades que deben ser reforzadas en aquellos aspectos que, se supone, presentan más debilidades…

    Es bueno reiterar que cuando se menciona a la pequeña empresa se hace referencia a aquella que reúne cierto tamaño mínimo que la habilita a disponer de equipo gerencial, esfuerzo de marketing y algún acceso, aunque limitado, a los flujos financieros formales (bancarios y, eventualmente, del mercado de capitales).

    Se presentara en el siguiente seminario el comportamiento de las PYMES en tiempos de crisis y como afectan los indicadores adversos de desempleo generalizado, la mala economía imperante a nivel global e interna del país en el desarrollo de estas.

    El sector denominado PYME  en especial en los países de un grado semejante o inferiores a Chile juegan un rol fundamental en el desarrollo y formación de los sectores medios y bajos de la sociedad contribuyendo a generar un adecuado factor de ingresos para el país.

    Estas posen un gran poder generador de empleos (estables o temporales)  y a la vez  emplean a la mano de obra mas abundante en nuestro país,  siendo esta calificada como no calificada .Produciendo  así un mejoramiento de los niveles de desempleo existentes en la población (generando trabajo) . De este modo  es como las PYME  forman un aporte a la industria chilena ya que ayudan a los grandes productores a generar sus productos.

    Así mismo las PYME Según la definición de CORFO, pequeña y mediana empresa es aquella cuyas ventas anuales se encuentran entre 40 y 1.600 millones de pesos. Esta acepción es una de las más utilizadas en nuestro país, porque define el rango de estas unidades productivas que pueden beneficiarse con los programas de fomento productivo de dicha institución. En el ámbito internacional, el concepto de pequeña y mediana empresa suele asociarse principalmente a los niveles de ventas y, en menor medida, en el número de trabajadores. Pero, en definitiva, en el exterior la clasificación PYME corresponde a una empresa de un tamaño superior a la utilizada en Chile.

    En Chile, en la mayoría de los casos, la PYME  es una empresa de origen familiar, dedicada a la prestación de servicios o fabricación de un producto, ya sea intermedio o de consumo final, que orienta su negocio por lo general al mercado interno.

    Entre las PYME, se encuentran empresas de los rubros textil, cuero y calzado, plástico, químico, madera y muebles, imprentas y metalmecánica, todas ellas insertas en sectores transables, muy afectos a la competencia con importaciones.

    En muchos casos, estas industrias han visto disminuir su participación de mercado respecto de los productos extranjeros durante las últimas décadas, pero en algunos otros, han conseguido niveles de competitividad suficientes como para afrontar la competencia internacional e incluso exportar.

    Los avances a nivel local y la llegada de productos importados, obliga a la PYME a estar en un permanente proceso de profesionalización de su gestión, modernización tecnológica para incrementar la productividad y redefinición estratégica del negocio, para posicionarse en un nicho de mercado específico. Sin embargo, un alto porcentaje de éstas, o no ha iniciado este proceso, o tiene dificultades para llevarlo a cabo, ya sea por falta de capacidad interna, o porque el funcionamiento de los mercados financiero y tecnológico, no se adecua a sus necesidades y características.

    En promedio, la PYME tiene entre 15 y 150 trabajadores, en su mayoría semicalificados, que han aprendido un oficio mediante la experiencia y la capacitación en el mismo puesto de trabajo. Es muy usual que los empleados del área producción se hayan especializado en una función tras seguir una carrera de varios años, comúnmente al interior de una misma empresa o rubro.

    En el segmento de las PYME, usualmente los cargos directivos son ocupados por integrantes de la familia propietaria, en las áreas de administración y producción, cuyas funciones no se encuentran definidas formalmente. Por su parte, las industrias de mayor tamaño suelen haber profesionalizado la dirección de las áreas funcionales de la empresa e incorporando ejecutivos y directores no relacionados con la familia controladora.

    Uno de los grandes desafíos para la PYME de carácter familiar, es lograr la independencia de su gestión respecto de la propiedad, desplazándola a un plano netamente técnico. En las industrias más pequeñas, este problema se encuentra incluso en las finanzas de la organización, que con dificultad son independientes de las finanzas familiares.

    En conjunto, las PYME, emplean alrededor de 360 mil trabajadores, lo cual constituye un 48% del empleo generado por la industria manufacturera y un 6,8% del total del empleo nacional. Su magnitud es algo menor al número de trabajadores contratados por el sector construcción y cerca de la mitad de los ocupados en la agricultura. No obstante, el empleo industrial es de carácter mucho más estable y permanente que el de los otros rubros mencionados.

    De las casi 90.000 empresas PYME registradas en nuestro país, un 13%, que corresponde a 11.577 empresas, se ubica en el sector manufacturero. A su vez, estas PYME industriales, constituyen el 29% del total de empresas que conforman la industria manufacturera.

    Respecto de la composición de la PYME, un 24% es del sector metalúrgico-metalmecánico; un 23% de alimentos; un 20%, textil; un 11% corresponde a imprentas y editoriales; un 10% a madera y muebles y un 9% a la industria química.

     

    2. PYME

    Clasificación de las PYME

    a)                  Mediana empresa : Son aquellas en las cuales existe una diferenciación a nivel de funciones de dirección y administración, pero el capital queda en manos de una persona o de un grupo familiar, por lo tanto queda limitado Según la Corporación de Fomento de la producción (CORFO 2001)

    Tamaño

    Valor Ventas anuales en U.F.

    Microempresa

    menos de 2.400

    PYME

    entre 2.400 y 100.000

    Gran Empresa

    mas de 100.001

     

    b)                  Según el Servicio de Cooperación Técnica (SERCOTEC 2001)

    Tamaño

    Numero de empleados

    Microempresa

    1 a 9

    PYME

    10 a 199

    Gran Empresa

    mas de 200

     

    c)                  Según CEPRI (Centro de Producción Integral 2001)

     

     

     

     

     

     

    De acuerdo a las Clasificaciones de PYMES es importante determinar lo siguiente:

    Precisar correctamente -¿se trata de una simple crisis?, ¿es ya catástrofe? o ¿estamos en

    el tránsito de la primera a la segunda?, ¿tránsito global en el que algunas partes de las empresas  ya están sufriendo la catástrofe mientras otras todavía empiezan a sufrir la crisis?- es fundamental pues la estrategia que se lleve dependerá de esa valoración. Las cifras y las estadísticas sobre el empeoramiento de la situación son cada vez más alarmantes indicando que lo que se define como "Crisis" esto está llegando ya al desbordamiento ¿irreversible?. Frente a este panorama mundial, colectivo, ¿podemos hacer algo?.

    La respuesta a la pregunta anterior nos lleva inevitablemente al cuestionamiento de determinados dogmas y paradigmas fundamentales que legitiman la irracionalidad capitalista. La administración  es mucho más que el conocimiento de las interrelaciones variables y delicados equilibrios inestables de todas las partes de la organización. También es una concepción filosófica de la existencia que confirma puntos básicos del materialismo histórico. El concepto de "calidad de vida", por ejemplo ¿es compatible con el consumismo y todo lo que legitima y exige?. A su vez, ¿la "calidad" es compatible con el "crecimiento", por ejemplo?. Pero el problema no es tanto de discusiones teóricas y semánticas, de innegable importancia, sino de comportamiento práctico colectivo e individual, permanente y consciente. Ahora bien ¿no puede acarrear un descenso financiero  el llamamiento a una vida austera y sin lujos superfluos por mucho que aclaremos qué es la "calidad de vida"?. O en otras palabras: ¿es rentable seguir endeudándose  da  coherencia?, y si no lo es ¿qué tenemos que hacer?.

     Ya hace poco tiempo se ha estado murmurando sobre una palabra que esta remeciendo el sistema conocido del mundo empresarial “CRISIS”  que es esto, que significa, que se entiende, a quien afecta, han sido las grandes interrogantes que se han establecido en estos momentos .

    Sin duda alguna la palabra crisis ha calado hondo en el mundo empresarial y se ha tratado de salvaguardar a las empresas nacionales. Pero esto ha generado que se cuiden algunas y que se olviden otras es el caso de las PYME o sector productivo que no genera muchas ganancias al estado. Para ello en este trabajo se tratara de poner o dejar bien en claro que es una crisis a quien la afecta y especialmente como afecta al sector productivo llamado PYME en el desarrollo de sus RRHH.

     

    Las ventas en las PYMES

    Iincluye los sectores correspondientes a la producción de bienes como Minería e Industria, los Servicios de electricidad, gas y agua (E.G.A.), la Construcción y los Servicios Comerciales y de Transporte. No considera, en cambio, los sectores agrícolas, financiero ni los servicios comunales, sociales y personales.

     

    EMPRESAS

    VENTAS ANUALES

     

    Cantidad

    %

    %

    1.000 UF

    %

    UF/Empresas

    Sin ventas

    237,964.0

    40.5

    Excluidas

    —–

    —-

    X < 1UF

    Micro Empresa

    283,856.0

    48.3

    81.2

    134,800.7

    3.0

    474.9

    PYMES

    61,337.0

    10.4

    17.6

    785,886.1

    17.4

    12,812.6

    Grandes

    4,195.0

    0.7

    1.2

    3,599,512.9

    79.6

    858,048.4

    Subtotal excl. S/ventas

    349,388.0

    59.5

    100.0

    4,520,199.7

    100.0

    12,937.5

    Total

    587,352.0

    100.0

     —–

    —–

    —–

    —–

     

      Fuente INE 2002

     

      

    El universo comprendía en el año 2000 cerca de 590.000 empresas. De ese total, el grupos “sin ventas”, es decir, con menos de 1 UF de ventas anuales, alcanzaba el 41% del total de las empresas. Las “micro-empresas” (1 a 2.400 UF de ventas anuales) representaban un 48% del total. El grupo conformado por las “empresas pequeñas” (2.400 a 25.000 UF de ventas anuales) alcanzaba el 9%. Las “empresas medianas” (25.000 a 100.000 UF de ventas anuales) sólo llegaban al 1,4% y las “empresas grandes” (más de 100.000 U.F. de ventas anuales) apenas alcanzaban al 0,7%. Contrastan estas proporciones con las ventas realizadas por cada grupo. Así las grandes empresas realizaban el 80% de las ventas; las medianas, el 9%; las pequeñas, el 8%; y las micro empresas, sólo el 3% del total esto demuestra que cada vez más se acercaban más la PYMES a la crisis económica de la cual tanto se hablaba.

    Se incluyeron la totalidad de las PYMES (pequeñas y medianas) y las micro-empresas de más de 600 UF de ventas anuales. Estas alcanzan aproximadamente 80.000. De este modo, el universo  considerado en el estudio se compuso de 140.000 empresa.

    El principal indicador es el valor de las ventas y tiene por objeto expresar el nivel de actividad de las empresas y su variación con respecto al mismo semestre del año anterior. En este caso, el resultado se refiere al primer semestre del año 2001 con respecto al del primer semestre del 2000.

    Se muestra un ligero aumento de 2,9% del valor nominal de las ventas de las medianas, pequeñas y micro-empresas (Mipymes) entre los dos semestres considerados. En ese período, las empresas medianas aumentaron sus ventas nominales en 4,8%; las pequeñas subieron 2,1% y las microempresas disminuyeron en un 0,2%.  Si se consideran las variaciones de precios del período, es probable que las ventas reales hayan disminuido o permanecido en el mismo nivel.

    La parte de las ventas de las Mipymes dirigidas al mercado externo es bastante débil.  Sólo alrededor del 4,5% de las empresas exportaron y el valor exportado representó alrededor del 3,5% de sus ventas totales.  Existe, sin embargo, una diferencia importante entre las empresas medianas y las pequeñas ya que las primeras tienen una actividad exportadora dos veces superior a las pequeñas.  En general, las Mipymes realizan casi la totalidad de sus ventas, más del 95%, en el mercado interno.

    Desde otro punto de vista, sin embargo, las exportaciones de estas empresas representan cerca del 5% de las exportaciones chilenas y del 14% de las exportaciones no tradicionales. Se advierte entonces una paradoja: las Mipymes son relativamente importantes para el Comercio Exterior, sobretodo para el sector no tradicional, pero el Comercio Exterior no es muy importante, por ahora en el corto y mediano plazo, para el conjunto de las Mipymes.  En efecto,  para aumentar sus ventas en 1% sólo por medio de exportaciones, se requerirían que éstas aumentaran en cerca de 30%.  Desde luego, existen grupos de unidades para las cuales este aspecto es muy importante, aunque no lo sea para la gran mayoría de las empresas consideradas.

    El resultado general que se muestra en materia de empleo en las Mipymes entre los primeros semestres de los años 2000 y 2001, es una disminución en todos los tramos de tamaño y en todos los sectores económicos considerados, con la excepción de los servicios de utilidad pública (Electricidad, Gas y Agua, E.G.A.). El grupo más afectado  es el de la micro-empresa con una disminución de 5,8%. Esto es coherente con la posible  disminución de las ventas reales ya señalada. El número de trabajadores por empresa disminuyó ligeramente en el sector de las  pequeñas y medianas. Pero, la reducción más significativa tuvo lugar en las micro empresas.

     En distintos estudios, tanto las ventas como los trabajadores por empresas se utilizan para definir los diferentes tramos de tamaño de esas empresas. En ese sentido, hay que advertir que la estratificación de tamaños por ventas resulta bastante diferente de la que se efectúa de acuerdo al número de trabajadores. Por ejemplo, la estratificación por ventas incluye unidades con un número de trabajadores menor que la segunda..

    Las ventas nominales por trabajador aumentaron en las empresas de todos los tamaños y sectores económicos. El aumento fue de 5,2% para el total del grupo Mipymes  con un mínimo de  2,4% en el conjunto de tamaños y sectores. Esto sugiere que en términos reales los valores de ventas por trabajador se han  mantenido o han aumentado ligeramente.

    Las remuneraciones nominales, por su parte, han aumentado muy débilmente; sólo en 0,9% para la totalidad de las Mipymes y un máximo de  1,9% para el grupo de empresas pequeñas. Estos resultados indican que casi con seguridad  las remuneraciones reales han disminuido. Esto  junto a un eventual aumento o mantenimiento de las ventas  reales por trabajador, indican que su costo salarial real ha disminuido aunque en un porcentaje más bien débil.

    Los productores de las Mipymes estiman que sus precios de venta se han mantenido o aumentado muy débilmente. Incluso en el caso  de las micro-empresas habrían disminuido levemente. Escapa a esta situación el sector de Servicios de Utilidad Pública (E.G.A.) que acusa un aumento de 6,5%. Por otra parte, los empresarios declaran que los precios de compra de sus insumos (materia prima, productos intermedios, servicios) han aumentado en forma  significativa en todos los sectores económicos  y  tamaños en montos  que giran en torno del 7%. Según esta información, el sector Mipymes estaría sometido a un “ efecto de tijeras” ya que sus costos en insumos aumentan con respecto al valor de sus ventas.

    El menor costo salarial real pareciera insuficiente  para compensar la disminución del margen por la causa anterior. A esta situación se agregan los costos financieros que son bastante elevados. No debe sorprender, en consecuencia, que se produzca una disminución general importante de las utilidades (o aumento  de las pérdidas) en todos los tamaños y sectores del Universo Mipymes.

    La renegociación de las deudas de las Mipymes fue, sin duda, la medida más importante que se tomó este año en relación con estas empresas.

    Es así como  se incorporó una pregunta destinada a  examinar el avance del proceso al inicio del segundo semestre del año 2001. Los resultados indican una situación más o menos parecida en los tres tamaños considerados. Un poco más del 50% de las empresas ha iniciado la renegociación y la ha terminado sólo el  8% del total de ellas. Estas últimas corresponden sólo al 5% de las microempresas, y entre 11% y 12% pertenecen a los otros grupos. La mayor parte de las renegociaciones iniciadas, en consecuencia, se encontraba en trámite en los meses de julio y agosto del 2001.

    Estos resultados pueden subestimar en cierta medida los porcentajes de renegociaciones terminadas y en curso debido a que un porcentaje de las empresas que no ha iniciado el trámite no está interesado en hacerlo y, por lo tanto, el universo de candidatas a renegociar es inferior al del total de empresas consideradas.

     La importancia de la renegociación para las Mipymes se puede apreciar en el porcentaje de las ventas que representan los pagos por amortización, intereses, comisiones, y otros gastos ligados a  la deuda.

    En todos los tamaños este gasto es prácticamente del 20% de las ventas. Sectorialmente éste se eleva a un 25% en el caso de la Minería  y  del  Transporte. En el resto, es del orden del 20% o menos. Esta carga es considerable  en cualquier circunstancia pero, sin duda, en una situación de estancamiento de la ventas, su pago regular pasa a ser prácticamente insostenible. 

    La información anterior se complementa con la concerniente al grado de endeudamiento de las Mipymes respecto a su patrimonio.

    Al observar los antecedentes, se puede apreciar que éste es más bien bajo para las empresas pequeñas y un poco más importante para las medianas, pero en los dos casos es razonable y apenas un poco más importante que la carga semestral  

    Resulta, en consecuencia, que el problema financiero principal de este grupo de empresas parece ser la estructura de plazos y de tasas de interés, y no el de un sobreendeudamiento.

    Este resultado parece razonable si se considera que éstas empresas tienen en general un acceso restringido al crédito.

    Las Mipymes, en su conjunto, declararon estar conectadas a Internet en un 22% y por conectarse en el segundo semestre del año 2001, un 7% adicional. Existe, sin embargo, una fuerte diferencia por tamaños. Las empresas medianas están conectadas en un 60%, y había más de 7% por hacerlo en lo que restaba del año. Las pequeñas tienen conexión en el 32% de los casos con una previsión de 8% adicional en el segundo semestre de 2001. Finalmente, las micro-empresas utilizan Internet sólo en un 11,4%. Ese porcentaje debería haber aumentado en 6% en el resto del año.

    Desde el punto de visa de los sectores, los porcentajes más altos para el conjunto Mipymes corresponde a las empresas de la Construcción y del Comercio al por Mayor con 44,8% y 44,1% respectivamente.

                                                  

     

    El mercado del Trabajo en Chile

    Un acercamiento inicial a las características del mercado del trabajo se desprende de la estructura que éste posee. Los gráficos siguientes nos muestra el perfil de la ocupación y combinados permiten conformar un relieve de este ámbito de la economía.

     

     

    Dos elementos resultan particularmente importantes: sobre el 67% de los ocupados son trabajadores asalariados y que el 64% se desempeña en actividades de servicios. El primer antecedente se combina con la distribución de la ocupación según tamaño de empresa, lo que nos lleva a que casi la mitad de los ocupados se desempeñe en microempresas de menos de 10 trabajadores, quienes son precisamente los más afectados por la crisis actual y los que arrastraban las condiciones laborales más deterioradas. La alta proporción de trabajadores que se desempeñan en actividades de servicios se relaciona con los impactos de la apertura económica implementada en el periodo de el Gobierno militar que se tradujo en una paulatina desindustrialización en favor de actividades relacionadas con la extracción de recursos naturales y el crecimiento de los servicios asociados. Con todo, este fenómeno en el mercado del trabajo es propio de las formas de modernización capitalista en los países periféricos.

    A estas condiciones generales se suma la extensión de las jornadas de trabajo donde se aprecia un paulatino descenso durante los últimos años, que refleja la ampliación de los trabajos a jornada parcial, que en general presentan más altos niveles de precariedad.

    Unido a la disminución de la jornada promedio semanal se puede observar una mayor participación de la mujer en las jornadas inferiores a la de carácter regular de 48 horas, lo que se explica tanto por la vulnerabilidad que enfrentan en el mercado del trabajo, como por las restricciones sociales que enmarcan su inserción.

    Otra de las variables estructurales del mercado del trabajo es la distribución del ingreso que se produce en su interior, es decir la distribución funcional y el efecto que produce en la distribución personal. Chile presenta una de las peores distribuciones del mundo, lo que es efecto del deterioro de la situación de los trabajadores durante el Gobierno militar, situación que no se ha revertido hasta ahora. Si bien, durante lo últimos años el volumen total de personas pobres ha disminuido desde representar un 47% de la población en 1987, a poco más del 20% en la actualidad, esto es resultado de la ampliación de la ocupación durante la década del ’90 y por tanto de los ingresos familiares totales. Sin embargo, dado la baja calidad de los empleos y de las remuneraciones, esto se ha traducido en una distribución más regresiva del ingreso.

    En el contexto actual de contracción, uno de los signos del impacto en el mercado del trabajo se encuentra, además de en los ámbitos de ocupación y desocupación, en el comportamiento de los salarios reales, los que han disminuido de manera importante las tasas de variación que venían experimentando. Mientras en 1994 venían creciendo por sobre el 5%, en el año recién pasado aumentaron sólo un 0,7%. En el caso del Salario Mínimo Legal, la década del ’90 observó un importante incremento, que acumulado representa cerca del 50% real, el que sólo se ha venido a moderar en los últimos años.

     Esta estructura general del mercado del trabajo en Chile, se encuentra sujeta a las condiciones actuales de la crisis y el estancamiento que se experimenta en la actualidad. Los principales efectos de la incapacidad de recuperar tasas altas de crecimiento, como las observadas durante la década del ’90, se encuentran en el mercado del trabajo.

     

    3. La persistencia de la desocupación

    Como señalamos, la desocupación persistente es el principal síntoma junto a la desaceleración de la actividad y el gasto, del estancamiento en que se encuentra la economía chilena. Al primer trimestre de 1999, cuando la crisis aún no se desataba en Chile, la tasa de desocupación alcanzaba al 5,3% y en el segundo trimestre del presente año se ubicó en 9,7%.

    Un primer problema se vincula a la mantención durante todo el periodo, de altas tasas de desempleo, lo cual contrasta con el crecimiento de 5,4% que experimentó el producto el año 2000. La explicación fundamental de este hecho radica en que los sectores que explican el crecimiento señalado, son los rubros de exportación y dentro de ellos los productores de recursos naturales.

    Estos sectores demandan una escasa cantidad de fuerza de trabajo. Es el caso de la minería, que explicando un 45% de las exportaciones y un 11% del producto, sólo contribuye con 73 mil puestos de trabajo, es decir el 1,4% de la ocupación total. Mientras el crecimiento se encuentre explicado por los recursos naturales exportables, la tasa de desocupación se mantendrá en los rangos actuales.

    Analizado por sectores el problema, la Industria, la Construcción y la Minería aparecen como los que han sufrido el impacto mayor en términos de empleo. En conjunto perdieron desde inicios de la crisis 220 mil puestos de trabajo, correspondiendo el 60% sólo a la Industria.

    Un segundo problema se refiere a una condición de más largo plazo en la economía chilena y que ya refleja un carácter estructural. Es la tasa de absorción o, en otros términos, la capacidad de crear puestos de trabajo.

    La tendencia general que muestra Chile con respecto al Empleo en los rangos presentados y que refleja durante la década un persistente deterioro en la capacidad de creación de nuevos puestos de trabajo por cada punto de crecimiento del producto, resulta inquietante. Esto, sin olvidar que la economía presentó en la mayor parte de ese periodo altas tasas de crecimiento.

    Las implicancias de esta situación se enmarcan en los debates recientes respecto a un eventual agotamiento del modelo de crecimiento o el inicio de un proceso de esta naturaleza.

    Si la inmensa mayoría de los trabajadores en Chile se desempeña en el sector de los bienes y servicios no transables y simultáneamente constituyen una parte importante del mercado interno, se da el caso de dinámicas de crecimiento empobrecedoras. En Chile, de confirmarse las tendencias presentes, la economía puede retomar una senda de crecimiento y al mismo tiempo, mantener e incluso elevar el desempleo y la pobreza. En dicho escenario coexisten simultáneamente dos economías con dinámicas y tendencias divergentes. Una vinculada al sector externo y la otra anclada a la economía doméstica. Esto a pesar de los mecanismos de difusión que poseen las exportaciones, sobre el resto de los sectores. Es un escenario posible en rangos de corto plazo, en tanto no resulta socialmente sustentable una situación de esta naturaleza.

    Cuantificación del problema: Tanto las encuestas del INE ( a nivel nacional ) como las del Departamento de Economía de la Universidad de Chile ( Gran Santiago ) muestran la existencia de un problema de gran magnitud, que lejos de irse aminorando en el transcurso del año se agravó.

    Las cifras de ocupación y desocupación entregadas por el Departamento de Economía indican que el desempleo en los primeros meses del 2002 siguió creciendo y alcanzó su nivel más elevado para un mes de marzo desde el inicio del proceso recesivo. Comparado con igual mes del año anterior la tasa de desocupados aumentó en 0,7 puntos porcentuales y si la relación se establece con marzo de 1998 – o sea, el momento previo al inicio del curso recesivo – más que se duplica en términos porcentuales. El drama de la desocupación se agravó en vez de reducirse.

    Las cifras del INE para el trimestre móvil febrero-abril del 2002 también muestran un aumento en la desocupación nacional, con relación a los mismos meses del 2001, al incrementarse su tasa de un 8,5% de la fuerza de trabajo a un 9,1%. En realidad, su nivel es superior, dado que se considera una disminución de la fuerza de trabajo en cifras anualizadas de 0,5%. Este hecho sólo es una consecuencia que numerosas personas pasan a la categoría de inactivos al no contestar que buscan trabajo en el momento de la encuesta. Si se considera tan solo que en el cuatrienio 1996-1999 el crecimiento promedio anual de la fuerza de trabajo fue de 1,45%, o sea 1,95 puntos porcentuales por encima de la del trimestre móvil febrero-abril, y se agrega este porcentaje a la tasa de desocupación dada a conocer por el INE, su nivel sube a 11,05%.

    A nivel regional el problema se agudiza en algunas zonas del país. Cuatro regiones alcanzaron en febrero-abril, según las cifras entregadas por el INE, una desocupación de dos dígitos: la octava ( 11,7%), la primera ( 11,3%), la quinta ( 11,3%) y la tercera ( 10,7%). Por ciudades, el INE constató los niveles más altos de desocupados en Lota ( 17,9%), Valparaíso (17,8%), Vallenar ( 17,6%) y Talcahuano ( 17,0%). Ello indica que debe haber, frente a un problema que es nacional, una preocupación principal por algunas regiones y localidades.

    Los aumentos en la producción de bienes y servicios no se tradujeron en más puestos de trabajo, como es usual. En ello incide el impacto ocupacional negativo del proceso de apertura económica seguido, que destruye plazas laborales al sustituir masivamente producción nacional por importaciones, mientras que la expansión del sector exportador genera muy poca nueva ocupación. Las cifras confirman que se sufre las consecuencias combinadas de una pérdida de puestos de trabajo por factores propios del ciclo económico, consecuencia de una demanda interna que sigue baja, con otros de raíz estructural.

    Las estadísticas del departamento universitario registran tasas de desempleo de dos dígitos en el Gran Santiago desde septiembre de 1998, o sea desde el momento que se desató el proceso recesivo, prolongándose ya por cerca de tres años. Se trata de un lapso extraordinariamente largo. El número de desempleados aumentó de 159.900 en marzo de 1998 a 366.800 al mismo mes del 2002, o sea, en más de 200.000 personas; es decir creció en un 129,4%. Cerca de la quinta parte de los hogares al momento de la encuesta, sufría el problema, dado que los hogares sólo con desocupados constituían un 5,5% del total y los con desocupados y ocupados simultáneamente alcanzaba a un 14,1%. Otros hogares enfrentaron la contingencia antes y otros, de seguir la situación, lo harán en un número importante más adelante.

    Si ahondamos más en las cifras se concluye que los datos anteriores, a pesar de ser impactantes, no dimensionan completamente el problema. Los datos publicitados de las encuestas no consideran la subocupación obligada ( es decir, de aquellas personas que expresan su deseo de trabajar más horas ) como tampoco a los incorporados a la categoría de inactivos con manifestación clara de su intención de trabajar.

    De acuerdo a las estadísticas del INE, los "ocupados que trabajan menos de 35 horas a la semana que preferirían trabajar más horas", en el trimestre móvil noviembre 2001-enero 2002, eran 302.130 personas, un 5,2% de la fuerza de trabajo, de los cuales 186.850 ( 3,2%) lo hacían entre 15 y 25 horas y 115.280 ( 2,0%) entre 26 y 34 horas.

     En los trimestres móviles de octubre-diciembre 2000 y agosto-octubre 2001 el número de los "ocupados que trabajan menos de 35 horas a la semana que preferirían trabajar más horas" superó las 333.000 personas.

    Por tanto, a la desocupación abierta anotada por el INE en el trimestre indicado, un 8,4% de la fuerza de trabajo, se le debe sumar otro 5,2% de subocupados, si se considera como tales a los "ocupados que trabajan menos de 35 horas a la semana que preferirían trabajar más horas". Se llegan así a un 13,6% de la fuerza de trabajo, equivalente a 792.590 personas. Obviamente de usarse como base las estadísticas de la Universidad de Chile se alcanzarían porcentajes superiores.

    De otra parte, entre los inactivos se encuentran aquellos encuestados sin trabajo que manifiestan explícitamente su deseo de trabajar, lo cual configura un tipo de "desempleo oculto" o "potencial", si se expresa más suavemente. Los estudios efectuados sobre el tema concluyen que en esta situación se encuentra entre el 5% y la 8% de la fuerza de trabajo. Si para nuestro cálculo consideramos el porcentaje más bajo, se llega a la conclusión que, usando las cifras de noviembre 2001 – enero 2002, un 18,6% de la fuerza de trabajo, es decir 1.089.407 personas, tenía "problemas ocupacionales".

    Una conclusión a la luz de estos antecedentes es la necesidad, para mostrar más nítidamente la realidad, de entregar a la opinión pública abiertamente antecedentes que incluyan, además de la información habitual sobre fuerza de trabajo, ocupados y desocupados ( cesantes y los que buscan trabajo por primera vez ), la información sobre quienes trabajan menos de 35 horas y desean hacerlo en un tiempo superior y la de los inactivos con deseos de trabajar. O más concretamente, que se publicite la estadística completa y no parcial.

    Propuestas para el corto plazo: El tema de fondo es cómo encarar resueltamente el flagelo de la desocupación. Si la causa del desempleo, como muestran los hechos, proviene por un lado de una demanda interna insuficiente, el desafío planteado es cómo aumentarla. Hasta ahora la acción del aparato estatal, al actuar sólo con una mano, usando exclusivamente y a destiempo el mecanismo de la tasa de interés, resulta insuficiente. En particular, se requiere emplear decididamente el gasto público como elemento reactivador, para lo cual debe superarse el esquema de privilegiar a todo evento el manejo del saldo presupuestario.

    Frecuentemente, las reactivaciones se han apoyado en dos mecanismos fundamentales: gasto público ( principalmente construcción y obras públicas ) y devaluación del tipo de cambio real. El gasto público tiene un conocido efecto multiplicador de los niveles de actividad económica, mientras que la devaluación – más aún cuando la moneda chilena permanece sobrevaluada – evita que el incremento de la demanda interna se canalice vía importaciones, no posibilitando la recuperación de las actividades económicas internas, particularmente en una economía cada vez más abierta como la chilena. Al mismo tiempo, estimula las exportaciones.

    Constituye una necesidad nacional urgente que el gobierno aumente el gasto público en forma significativa. En circunstancias como las actuales, la teoría económica considera recomendable la generación de un déficit fiscal. Tal ha sido el núcleo de las políticas utilizadas para enfrentar esta fase de los ciclos económicos por parte de diferentes naciones, desde que las mismas fueran introducidas como lección del análisis de la Gran Depresión de los años treinta.

    En momentos como estos el consumo de las empresas y personas no se encuentra todavía en condiciones de reactivarse, dada la incierta perspectiva de ganancia de las empresas, lo cual mantiene frenada su capacidad de inversión, y por la incertidumbre en el empleo y restricción en los salarios en el caso de los segundos. No puede olvidarse que la inversión es procíclica. El único actor capaz de invertir el cuadro con una acción decidida es, precisamente, el Estado.

    El gobierno y el Banco Central no pueden seguir esperando que la actividad económica se recupere básicamente como consecuencia de fenómenos de mercado y en especial de hechos externos. De esta manera, se hace más prolongado y doloroso el efecto contractivo del ciclo económico, que se manifiesta preferentemente en la existencia de una demanda interna deprimida y un elevado número de desocupados. Más aún cuando la reducción de las tasas de interés – el único mecanismo macroeconómico utilizado para tratar de revertir el cuadro – enfrenta numerosas contratendencias. De cumplirse la proyección del Banco Central en su informe de mayo, con un incremento de la demanda interna de un 4,8% en el 2001 recién se volvería al nivel de 1998, año de inicio de la recesión. Pero, el presidente del Banco Central ya constató que esta proyección tampoco se cumplirá.

    En abril, el Indice Mensual de Actividad Económica del Banco Central ( Imacec) creció en doce meses sólo 2,6%. Por su parte, las importaciones de mayo descendieron, también en cifras anualizadas, en 12,8%, reflejo de la contracción en que se mantiene la demanda interna, mientras las exportaciones, afectadas por la desaceleración de la economía mundial, lo hacían en 12%. El segundo trimestre constituyó un momento de acentuamiento del proceso de desaceleración que vive la economía desde los últimos meses del 2000.

    Otra propuesta es otorgar un subsidio de cesantía. El establecimiento de un subsidio de cesantía es una forma directa usada en muchos países para aliviar los inevitables períodos de elevado desempleo que se generan periódicamente en las fases recesivas del ciclo económico. Así enfrentó Corea del Sur las altas tasas de desocupación después de su reciente crisis, con subsidios equivalentes a un 3% de su PIB. Opinamos que ya es tiempo de establecer una red de protección social, que debe tener este subsidio como uno de sus componentes. Ello no tiene que ver, en nuestra opinión, con la recientemente aprobada legislación sobre seguro de desempleo, en el cual el aporte fiscal es muy pequeño.

    El aporte estatal comprometido en la ley de seguro de desempleo es extraordinariamente bajo, alcanzando a US$ 10 millones anuales pagaderos en doce cuotas, a destinarse al Fondo Solidario de Cesantía. Suma que se incrementa por el pago de la asignación familiar con cargo presupuestario. Su monto se estableció dentro de los marcos de la política gubernamental de "restricción presupuestaria", aunque no implica recursos hasta que se apruebe y comiencen a producirse un año después de su vigencia los primeros beneficiarios, en mayo del 2003, y obviamente sin pensar en modificar la estructura tributaria para generar nuevos recursos.

    El monto presupuestario destinado a seguro de desempleo resulta muy pequeño si se compara con aquellos países, particularmente europeos, que poseen mecanismos efectivos de protección.

     En Europa el costo promedio aportado por el Estado con este propósito es de 2,5% del PIB, lo que en la realidad chilena equivaldría a más de US$ 1.750 millones, una suma muy superior a la anunciada por el Gobierno. Desde luego, no se trata de llegar a esos porcentajes, pero perfectamente se podría hablar del equivalente a un 1% del PIB como la suma a destinar con este propósito por el gobierno.

    Necesidad de actuar en otra dimensión: Si se analiza el impacto real de las medidas reactivadoras aplicadas en los últimos años ( baja de las tasas de interés, programas especiales para desocupados, devolución anticipada de impuestos, disminución de tributos para la adquisición de viviendas DFL 2, reprogramación de deudas para micro y pequeñas empresas ) se comprueba que sus efectos han sido limitados.

    Ultimamente, el gobierno, para enfrentar la emergencia, adelantó el uso del fondo de contingencia contemplado en el presupuesto del 2001 de $ 100.000 millones, que debió ponerse en funcionamiento -como muestran los hechos- mucho antes, mediante el cual se espera generar entre 80.000 y 100.000 plazas de trabajo adicionales. Sin embargo, es insuficiente. El remedio debe ser mucho más intenso, tanto si se mira en la perspectiva de la magnitud del problema de la desocupación como de la urgencia de reactivar la demanda interna.

    De igual modo, lanzó un programa de bonificación a la contratación de trabajadores, que pretende beneficiar a unos 20.000 trabajadores durante todo el año. El programa se dirige a la contratación de desempleados, por un mínimo de cuatro meses, a lo menos por el salario mínimo, al cual el Estado aporta el 40% por mes, más $ 50.000 por una sola vez para capacitación.

    La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) es muy crítica al resultado de programas de este tipo.

    Por ejemplo, sobre los programas de subsidio a la contratación señala: "Esta política concentró 11% del gasto total en políticas activas en la OCDE en 1996. La creación neta de empleo a través de este incentivo es muy baja y, a veces, cercana a cero ya que en gran parte de los casos los empleadores hubieran hecho las contrataciones de la misma forma. Por otro lado, esta política estimula la sustitución en la contratación de trabajadores por aquellos promocionados por el programa".

    En cuanto a la "creación directa de empleo" señala: "En la OCDE estos programas absorbieron en promedio el 14% del gasto total en políticas activas. La evaluación de los mismos es bastante negativa en cuanto a la ayuda para obtener empleo estable en el mercado del trabajo. Sin embargo, los programas temporarios de empleo público continúan siendo aplicados especialmente en períodos de recesión, de forma de mantener el contacto de los desocupados con el mercado del trabajo". 

    Las cifras entregadas por el Instituto Nacional de Estadísticas sobre el empleo, hacen cada vez más difícil sostener que las altas tasas de desempleo que exhibe el país sean consecuencia de un desempleo estacional o cíclico, más bien nos encaminaríamos a un desempleo estructural, con el cual deberíamos acostumbrarnos o en su defecto ampliar la frontera de la producción nacional. Al parecer esta última alternativa es la que se ha empezado a discutir, cuando se propone privatizar empresas que actualmente están en manos del Estado para focalizar estos dineros en fondos concursables, tendiente a generar nuevas empresas, con ideas innovadoras que permitan aumentar la eficiencia en el uso de los factores productivos del país y generar nuevos puestos de trabajo.

    Otra señal de desempleo estructural, que puede apreciarse con mayor claridad en el ámbito agrícola, especialmente en nuestra Región, es la pérdida relativa de este sector en el empleo de mano de obra, lo cual va aparejado con un aumento en la producción. Por tanto, el aumento en la eficiencia del uso de la mano de obra es evidente y hoy el país produce más o lo mismo, pero con menos gente.

    Dada esta realidad, es necesario dar un paso como país aumentando la frontera de la producción nacional, de modo de generar nuevas actividades productivas que generen nuevos empleos. Esta estrategia de desarrollo es concordante con la apertura de nuevos mercados, a través de los acuerdos comerciales firmados, ya que el aumento de la demanda por bienes desde estos mercados, pudiese ser capaz de gatillar el proceso de crecimiento económico del país, debido a las dificultades para estimular la demanda interna.

    En resumen, se están intentando varias estrategias para disminuir el desempleo, ya sea vía estimulando y financiando la generación de nuevas actividades productivas, aumentando la demanda externa abriendo nuevos mercados, estimulando la demanda interna vía disminución tasas de interés, subsidiando el empleo etc., lo cual demuestra que es un problema complejo de solucionar. Es de esperar que algunas de ellas efectivamente logren los impactos esperados y se transformen en un cambio para los miles de desempleados actuales.

     

     

    Partes: 1, 2
    Página siguiente