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La ética en el docente


  1. Ética en el sector privado
  2. Elementos implícitos en la realización de la ética docente
  3. Bibliografía general

Todos los acontecimientos históricos que se han plasmado o no en el registro de la cultura de la humanidad tienen un origen común: la complejidad del hombre. Este fenómeno ha sido el originador de las actitudes que los individuos han manifestado, las cuales han producido las ideologías, el arte, la política, entre otras instituciones sociales.

El mundo de ideas que se encuentra contenido en la mente de cada individuo, al ser compartido con los demás, da lugar a que ocurran diferentes procesos. Entre los cuales podrían estar la identificación o la confrontación. Algunos se adicionarán a una forma de pensar determinada y otros se mantendrán en una posición contraria a la misma. Este es un fenómeno constante en la vida, no se circunscribe a una época o circunstancias históricas especificas, sino que se ha ido gestando a través del tiempo.

La sociedad ha ido avanzando a un paso, no necesariamente lineal, sino que ha generado un proceso de desarrollo con muchas aristas, curvas y lugares recónditos, que muchas veces han sido descubiertos en circunstancias no muy favorables. Este dinamismo esencial de la vida ha puesto desafíos a los individuos en cuanto a cuáles deben ser las decisiones a tomar. Estas reacciones siempre parten de una concepción de lo que es bueno o malo, de lo que parece ser conveniente o no, es decir; tienen sentido en relación con una moral determinada.

La moral es el conjunto de patrones conductuales que una sociedad asume como los indicados para la concretización de una idea. Es un sistema colectivo de valores que describen la manera en que un grupo de personas se piensa y se proyecta. Estas directrices son inherentes al hombre porque son las que han hecho posible una vida en sociedad. Todo grupo necesita estar de acuerdo en cuanto a cómo funcionar y esas normas conforman sistemas de valoraciones por los cuales los individuos son lo que son, porque lo quieran o no, esas costumbres y formas de vida que se presentan, por medio de la moral como obligatorias, valiosas y orientadoras de la actividad humana es el molde con el cual se crea el perfil de la esencia del ser.

En la época primitiva, los comportamientos de los individuos eran denominados morales en cuanto estuvieran en consonancia con las necesidades del grupo. Durante la esclavitud, se dio una relación de subordinación entre los que tenían el poder y los subyugados. En el feudalismo, el señorío de la iglesia diluyó el modelo económico anterior dando lugar a una forma de esclavitud menos drástica y más aceptada. Con el surgimiento del Estado y el capitalismo como modo de producción, los que lograron mayor acumulación de bienes establecieron nuevos parámetros de lo bueno o lo malo. En definitiva, queda demostrado que la manera en que los pueblos se organizan tiene un importante fundamento moral. Como la vida se fue normalizando en base a los modelos socioeconómicos que surgían, una concepción del comportamiento como bueno o malo sólo tenía sentido en esos contextos.

Ahora bien, todos estos comportamientos se pueden contemplar desde la ética, la cual es la disciplina filosófica que tiene la moral como objeto de estudio. Sócrates, el gran filósofo griego, inició estas observaciones del mundo y la vida. Él entendía que la gente debía desembarazarse de aquello que tenía por dentro para darse cuenta de lo que sabía y de lo que no. Es por esta razón que se le considera como un gran maestro (Padre de la Mayéutica). Su contribución al quehacer educativo ha sido enorme, no obstante los años que han pasado.

Como educadores, nos sentimos verdaderamente identificados con este pensador de la época helenística. Motivados por dicha inclinación, nos parece importante analizar la ética que conlleva ser un maestro. Por el hecho de prestar nuestros servicios en colegios privados, más adelante, puntualizaremos algunos aspectos característicos de la manera en que en la práctica, se manifiesta el comportamiento ético de los maestros en dicho sector.

El primer elemento a tomar en cuenta es la elección de la profesión ya que sea a través de reflexiones atinadas o de manera asumida, el individuo para sentirse realizado, busca estudiar y culminar una carrera, con la cual puede posicionarse en un estatus diferente, aunque siga teniendo las mismas características personales que lo identifiquen como un ente individual y social. Es entonces cuando se advierte que dentro de tantas carreras universitarias y oficios que existen en el mundo, sobre todo en la vida globalizada de hoy, donde hay tantas opciones ocupacionales inclinadas al campo de la tecnología y la industria; ¿por qué una persona decidiría ser maestro/a?

Sabemos que el trabajo del educador no es el que tiene la mejor popularidad entre las tendencias de los estudiantes universitarios en países occidentales, donde gracias a la preeminencia del capitalismo, los intereses están más en consonancia con la industria, la economía y la tecnología de punta. Entonces, la prosperidad económica no es la motivación hacia la elección de la Educación como carrera.

Hemos sido testigos de cómo, en los últimos años, la formación intelectual ha sido poco recurrida. Al parecer, cultivar la mente y el espíritu es algo de minorías, no obstante esta es la ambición más profunda y desinteresada de la Educación.

Se nos ocurren varias razones por las cuales un estudiante que termina sus estudios secundarios elige la carrera de Educación. Estas consideraciones provienen, básicamente, de nuestras observaciones y vivencias como estudiantes y profesionales de esa área.

En nuestro país, donde la Educación se encuentra en un nivel de competitividad muy bajo y la remuneración económica es poco significativa, muchos estudiantes eligen la carrera de Educación porque en ella no ven un desafío profesional de gran valor. Piensan que en las áreas de tecnología o en las ingenierías quizás no desempeñarían un buen papel y eso da como consecuencia que opten por la profesión del magisterio. Necesariamente, no presentamos ningún estudio investigativo para hacer estas aseveraciones tan dramáticas y alarmantes, pero son informaciones adquiridas por testimonios de personas que los han compartido, a veces, hasta de una manera un tanto cínica.

Lo descrito anteriormente deja ver una actitud antiética extrema, ya que como diría Zeli a Daniel en "Conversaciones en el lago" un ser ético es aquel que construye su vida para su propio bien, con gran sentido de responsabilidad, es libre de sus actuaciones, sabiendo que su vida es única y que no es dada, que no está acabado de antemano, excepto cuando se muere. La ética tiene que ver con la vida auténtica con la realización de los deseos de las personas, es lo que produce bienestar y depende de uno mismo. (Merejo, A. 2007).

Tomar decisiones por razones equivocadas es lo mismo que tomar malas decisiones. En el caso de personas que se hacen maestros, sin tener la vocación ni la decisión de emprender un desarrollo profesional personal con el fin de ayudar a otros, se dan unas consecuencias negativas, cuyo "efecto dominó" repercute en los más perjudicados, los estudiantes y la nación. Esta es la razón por la cual hay tantas personas desorientadas, por esto se encuentran muchos estudiantes odiando sus clases, las asignaturas y el concepto que tienen de "escuela" y "educación".

El maestro es un líder, un inspirador en cuanto a la búsqueda de la excelencia en la formación. Si éste no cuenta con el perfil para desempeñar esta importante función, entonces su labor no se desempeñará adecuadamente. Cualquiera podría impartir una clase un día, en alguna circunstancia, pero dedicarse a ser el recurso humano formal con el cual otros puedan aprender es algo muy diferente. Eso lleva esfuerzo, dedicación, implica tener un proyecto de vida.

Basándonos en el Código del Maestro en Rep. Dom. y en nuestras propias concepciones, podemos afirmar que enseñar es una tarea que dignifica al hombre. Lograr un proceso educativo capaz de propiciar en los estudiantes la posibilidad de generar cambios significativos ocupa un factor de primer orden en un maestro. Una enseñanza de calidad propicia el despertar de todas las potencialidades latentes en una persona y dirige la formación íntegra del hombre en un sentido humanístico, capaz de adentrarse en la sociedad sin mayores traumas.

El docente actúa como intermediario entre el contenido impartido y las habilidades o capacidades que despliegan los alumnos para asimilarlo, brinda vuelos de altura, siembra utopía, está siempre abierto a la aventura de lo desconocido y al riesgo de las cumbres frente a sus alumnos.

Ahora bien, el profesional de la educación debe mostrar ciertas actitudes, valores morales, cualidades éticas y aptitudes que lo diferencien de otras labores y roles y que le ayuden a ejercer honestamente su quehacer. Los valores y cualidades de una persona se forman en la niñez pero, en la medida en que la persona crece evoluciona su percepción de la vida de manera profunda y significativa. Conforme el ser humano se desarrolla también lo hace su habilidad para manejar los aspectos morales a lo largo de su vida. Kohlberg, L. apunta en este sentido que es hasta que somos adultos racionales y con experiencia que adquirimos la capacidad de reflexionar de forma crítica y responsable sobre todos los aspectos de la moralidad. Para Comte-Sponville, A. las virtudes morales son aquellas que hacen que un ser humano se haga más humano y para un docente ser más humano es de vital importancia, pues le ayudará a comprender su público de referencia, sus estudiantes, pues la educación moral se fundamenta exclusivamente en el fomento de valores. Este tipo de educación enseña a los niños a ser tolerantes, a respetar a los demás, a solucionar conflictos mediante el dialogo, a apreciar la democracia, entre otro. (Rodríguez L. 2006)

Como se ha referido anteriormente, las cualidades morales son propias del individuo, mientras que por su parte, las cualidades éticas, son de vital importancia ya que son el fruto de la construcción de la persona. La ética civil, por ejemplo, hace posible la convivencia pacífica, exige que nadie perjudique a los demás; lo que hace posible que cada quien cumpla con su rol, con sus responsabilidades, con lo que se ha propuesto como proyecto de vida.

Tanto el docente como la escuela que tienen como misión prioritaria facilitar a los estudiantes la capacidad de reflexionar crítica y concienzudamente, ayudándoles a formar destrezas de pensamiento que les permitan tomar decisiones ante temas como la naturaleza, sociedad, política, cultura, religión, entre otros. Por estas razones se entiende que el código de ética del docente debe ser el mismo tanto para los maestros del sector público como para los del sector privado, ya que un maestro lo es sin importar el lugar donde se desempeñe como tal.

Si bien es cierto que un maestro debe poseer conocimientos sólidos de pedagogía, psicología, didáctica y aéreas afines, mantenerse en una constante actualización en técnicas de aprendizajes, guardar respeto a la integridad de los estudiantes, educar con verdad y ejemplo sobre cualquier prejuicio; es importante hacer resaltar que el papel del docente no implica una receta única, sin alteraciones, éstas sólo serían algunas ideas. Ser educador es una de las tareas de mayor importancia en la sociedad, porque educar es alumbrar para ayudar a ser personas autónomas, libres y solidarias. Es ofrecer los ojos propios para que los discentes puedan mirar la realidad sin miedo. Ser maestro no implica sólo dictar horas de clases, sino dedicarse en cuerpo y alma a cada estudiante, porque no es sólo una ocupación, sino una vocación de servicio. Es necesario cooperar con ellos para que hagan el mejor uso de las posibilidades y potencialidades. Un educador es alguien que entiende y asume trascendencia de su misión, es consciente de que debe formar personas para vivir con autenticidad, sentido y proyectos, con valores definidos, con realidades, incógnitas y esperanzas.

La descripción antes señalada debe estar, por lo menos, considerada por aquellos que piensan incursionar en la carrera educativa. Esto aplica tanto al área de la enseñanza como a la de la investigación y demás. Bajo estas circunstancias se podría denominar como ética la decisión de tomar esta carrera.

Cuando alguien ha de elegir un área de estudios, independientemente de la edad que tenga, su grado de madurez o situación sociocultural, debe tener un espacio reflexivo. En el mismo, además de buscar informaciones relativas al área especifica de su interés, con igual o mayor ahínco debe tratar de descifrar las necesidades propias a las que va a dar respuestas con el estudio de una carrera. Esto es así porque las personas deben asumir las implicaciones de la profesión que eligen, puesto que de lo contrario, no habría una responsabilidad implícita. Si no hay responsabilidad, entonces es imposible que haya una actitud ética. El hombre debe saber por qué hace lo que hace, puesto que no puede enjuiciar algo de lo que no es consciente.

En el caso de los maestros, al ser una profesión tan delicada, es imperativo que conozcan, no sólo sus responsabilidades como encargados de grupos o asignaturas, sino de guías de otros. El punto es que, para ser un guía, se necesita conocer el camino. Entonces, ¿conocen el camino todos los que piensan dirigir a otros?; ¿saben qué significa el valor de la educación?; ¿están dispuestos a compartir sus conocimientos con sus pupilos, motivados por un deseo de que los demás alcancen plenitud de vida? Estas son algunas de las interrogantes que llegan a nuestra mente al momento de analizar lo que significa enseñar a los demás y de lograr darle respuestas a estas cuestiones satisfactoriamente, entonces será un ser enteramente feliz, pues no hay nada que provoque mayor felicidad que tener éxito en aquello que apasiona y más aún, lograr impactar la vida de otros y viabilizar la generación de cambios vitales para la aprehensión no sólo de conocimientos, sino de la esencia de la vida misma.

La felicidad es un bien supremo al que todo ser humano desea llegar. Todos buscamos la manera de ser felices y, lo hacemos atendiendo a nuestros propios intereses. Porque a pesar de lo tosca, dura y cruel que pueda llegar a ser la existencia, prima la capacidad de supervivencia. Esta nos permite avanzar independientemente de las limitaciones propias o asumidas del entorno. Para un maestro la verdadera felicidad ha de ser aquella que se encuentra en la satisfacción del quehacer realizado con entusiasmo y amor, hacer lo que se tiene que hacer sin importar los desafíos, tropiezos, dificultades que haya en el camino. El maestro es feliz cuando hace su trabajo, cuando su felicidad emana de hacer feliz a otros.

Al igual que cualquier otro individuo un educador debe enfrentar la problemática de su propia barbarie interna. El yo que es propiamente la conciencia, la organización coherente de los procesos síquicos, el encargado de establecer contacto con la realidad y relacionar el organismo con el medio ambiente circundante está en una lucha constante en contra del súper yo que es como el ideal del yo. Este se forma por los valores y normas morales adquiridas a lo largo de la educación. Su función es aprobar o rechazar actos, pensamientos e impulsos provenientes del ello. La auto-ética es uno de los mecanismos que puede usar el ser humano para hacerle frente a tal incierto, esta a su vez conlleva: un autoexamen, una autocrítica, responsabilidad.

El autoexamen es una actitud reflexiva que le permite al hombre estar en un estado de vigilancia permanente de sí mismo siendo autocrítico con cierto grado de responsabilidad. Cuando somos capaces de cuestionarnos sin importar las respuestas, entonces seremos seres completamente libres. De igual forma, en la medida en que un individuo se abra a escuchar críticas, reflexionar en lo cierto que hay en ellas, se aleje del orgullo y después de aceptar la necesidad de cambios, ejecute los mismos, entonces es capaz de ayudar a otros a construir su verdad e identidad. Estimula a que los alumnos expresen con libertad sus construcciones mas internas y las conclusiones a las que han llegado sin sentir que serán tachados, censurados, mal vistos u objeto de discusiones en donde sea obvio el irrespeto a su individualidad y las puertas cerradas a las alas que ansiosas buscan el vuelo a través del cual poder sacar a las luz sus posturas formadas.

La libertad es un derecho fundamental del ser humano. Es uno de los preceptos inalienables según la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La realización principal de todo ser humano se concretiza en cuán libre puede éste ser. Ahora bien, es muy importante entender a qué realmente se refiere el término libertad y cuáles son los vicios que se pueden llegar a confundir con ella. Para un profesional cualquiera, pero sobre todo para un maestro, ser libre es la cúspide de su construcción de vida y, como consecuencia, puede ejercer su labor en la sociedad con gran efectividad.

Libertad es posibilidad de ser. Esto quiere decir que dicha condición es en la que los individuos se presentan de la manera en que son. Sus ideas son expresadas; sus decisiones son tomadas por ellos mismos y no por los demás; pueden defender aquello que consideran justo y contraponerse con lo que entienden que está errado.

Para ser libres, lo primero es sentirse de esa manera. Los miedos deben manejarse con sabiduría y los riesgos deben tomarse cuando sea necesario. Los maestros son representantes del conocimiento y el conocimiento da poder y libertad. Ahora bien, los estudiantes deben ver esto, deben ver en sus maestros un reflejo de lo que ellos predican y representan.

Ser libre no significa ser un rebelde sin causa que se contrapone ante todo orden establecido. Es más bien mantener una actitud de cuestionamiento de todo con el propósito de encontrar y manifestar la verdad, la coherencia. Realmente se necesita amar la verdad y la honestidad para entonces buscarlas y, como resultado, ser libres.

Si el sujeto como maestro tiene este norte a seguir en su vida debe seleccionar las actitudes y los elementos que constituyan una vida que vaya de acuerdo a este fin. Debe saber cuáles cosas no apoyan su visión y tener la fortaleza para rechazarlas. En otras palabras, debe subordinar sus emociones y deseos, controlar el ello que es el inconsciente o la zona más interesante de la conciencia la cual está formada por un conjunto de fuerzas, impulsos o tendencias inconscientes y funciona al margen de nuestra voluntad y está regido por el principio del placer. Entonces para alcanzar su verdadero bienestar, el que se ha propuesto como meta, entendiéndose como bienestar eso que los individuos consideran deseable y conveniente para ellos, lo que da felicidad hay que saber escoger el camino que le llevará a su destino.

Si el sujeto como maestro no tiene su felicidad en la educación, entonces no estaría viviendo éticamente. Debería, mejor, buscar otro tipo de realización en la que pueda reconstruirse porque nunca alcanzaría el desarrollo de su potencial en aquello en lo que no encuentra placer. De ese modo no podría guiar a los demás hasta una verdad ni mucho menos hacia una libertad genuina.

La ética de un maestro es muy compleja y abarcadora, como se ha podido ver, y nos preguntamos si la extensión de su significado varía de acuerdo al sector de la educación para el que trabaje el profesor. Realmente, tanto en los estudiantes como en los profesores, existen ciertas implicaciones específicas de acuerdo a si trabaja para un colegio privado o para una escuela pública. Las relaciones de convivencia son influenciadas por aspectos socio-económicos, pero, ¿puede influir esto en el desarrollo ético del maestro? Creemos que sería una interesante cuestión reflexionar sobre este particular.

Ética en el sector privado

Tomando a República Dominicana como punto de referencia, se puede hacer muchas observaciones respecto a cómo se maneja la ética del maestro en este país. Se sabe del gran problema en cuanto al sector educación que tiene la nación. Existe toda una pluralidad de factores que influyen para que se tenga el tipo de educación que al presente se puede apreciar. Ahora bien, la ética no debería circunscribirse a las condiciones circunstanciales, ya que está por encima de los acontecimientos, el tiempo y el espacio y siendo a su vez la que permite que el maestro actúe por convicción y se debería manifestar de cualquier modo.

Según las observaciones que hemos hecho, no sólo desde nuestra experiencia docente, sino también a partir de nuestros anteriores años de escolaridad, en la mayoría de las escuelas públicas los maestros tienen un mayor nivel de libertad con respecto a la relación de subordinación que se da con los superiores (directores, supervisores, coordinadores, etc.). La razón de esto es que al ser instituciones estatales, los sujetos que laboran en ellas responden más directamente al Estado como tal aunque éste quede representado por autoridades de los centros.

En un colegio privado, el maestro, más que un servidor de la sociedad en términos educativos, es visto y se concibe a sí mismo como un trabajador. Dada esta concepción, sus actitudes hacia las autoridades del centro estarán matizadas por una subordinación que responderá en gran medida, a las necesidades de dicho maestro en calidad de empleado que necesita su trabajo. Esto puede notarse hasta en lo relativo a la hora de llegada. En una escuela, aunque el maestro como profesional responsable se ocupe de llegar a tiempo a su labor, en un colegio, además de este factor, se suma un elemento de supervisión personalizada el cual puede incluir sanciones respecto a su salario.

Se puede ver que el maestro de escuelas públicas se siente en una línea más horizontal con respecto a sus superiores y eso se debe a que no se ve a sí mismo en una dependencia directa con respecto a ellos. Los puede ver más como compañeros de trabajo con funciones coordinadas a las que se realizan en el aspecto docente.

En cuanto a la relación maestro –alumno, los profesores de escuelas públicas, por un lado, despliegan una mayor autoridad y los mismos estudiantes pueden percibirlo y asumirlo. En los colegios privados los discentes son los sujetos en formación, pero también tienen una connotación de "clientes" y éstos presentan ciertas exigencias. Además, se precisa que el maestro llene ciertos requisitos ante las expectativas que se forman de manera consciente o inconsciente (estar preparado en su área, ser convincente en sus respuestas, mostrarse coherente y organizado, en resumidas cuentas, pasar el examen abstracto e inquisitivo al que he es sometido por parte de los estudiantes) sobre todo, en el caso de aquellos que están en grados más altos (intermedia y Bachillerato).

Aunque en Rep. Dom. existe un solo código de ética docente para los maestros, independientemente del sector público o privado y dicha ética debe ser un principio general, no es menos cierto que en la práctica el comportamiento ético varía de acuerdo a ciertas condiciones como las que se han descrito anteriormente. A mayor influencia externa en el trabajo de un docente, sus acciones y actitudes frente a su labor se corresponderán más con expectativas de otros. Aunque las expectativas de los otros represente un componente de la vida social y modifica en parte la conducta, también es verdad que puede llevar la gente a ser menos libre, menos autónoma en cuanto a quién debe ser.

Elementos implícitos en la realización de la ética docente

Se ha planteado que la ética produce libertad en el hombre y ayuda para su autorrealización. Debido a la gran tarea que implica ser un educador, es muy importante que el profesional de esta área se conciba como una fuente que no está completa, sino que tiene que vivir en un proceso de continuo abastecimiento para poder dar a otros.

Los maestros deben estar siempre listos para aprender, innovar y a compartir el resultado de sus hallazgos, tanto en el ejercicio del perfeccionamiento profesional como en el de la reflexión personal. En esto consiste su labor. Es por eso que la carrera de educación, como anteriormente apuntábamos, no es una carrera cualquiera porque implica una dedicación de vida y de espíritu.

No estamos diciendo que el maestro debe circunscribirse a la práctica de una moral ciega para satisfacer las expectativas de la cultura en la que vive, si lo hiciéramos, estuviéramos cometiendo la peor de las moralinas. Nos referimos a que un maestro debe ser el profesional que mayor compromiso manifieste con aquello que cree.

Es importante hacer una revisión al aspecto metodológico de la enseñanza para seguir con el análisis de la ética del docente. No nos proponemos citar y hacer vastas explicaciones sobre estrategias de planificación y ejecución de la enseñanza, pero sí vale la pena abordar de manera general lo que implica saber enseñar.

La filosofía, por medio de la ética ha utilizado diversos métodos como el inductivo que procede de lo particular a lo general; deductivo que parte de lo general a lo particular y es definido por la lógica como la inferencia mediata que parte de dos o más juicios llamados premisas para obtener otro llamado conclusión.

La lógica estudia otros métodos propios de la filosofía como el fenomenológico creado por Edmund Husserl que consiste en volver de los objetos a los actos de la conciencia que se nos ofrecen y estudiar las estructuras de conciencia en su generalidad ideal es decir su esencia; el crítico trascendental creado por Emmanuel Kant que consiste en proyectar la atención no sobre los objetos mismos, sino sobre el saber que nos da la cultura, indagando las bases o elementos a priori del conocimiento; y el método dialéctico que en su evolución histórica se remonta a Zenón de Elea, quien lo concibe como un arte de discutir. Más tarde, Sócrates lo denomina mayéutica, posteriormente es desarrollado por Platón quien lo entiende como un método de ascenso de lo sensible a lo inteligible. Como advertimos anteriormente, nos hemos sentido inspirados por el método socrático porque, más que un método particular, engloba grandes principios que la educación moderna replantea. Nos referimos al hecho de extraer del individuo los conocimientos propios que le llevan a entender lo nuevo. Es captar a través de la declaración lo que es correcto y lo que no lo es.

Creemos que la característica más importante que tiene el método mayéutico es el componente ético que implica. El tener la oportunidad de realizar un autoanálisis sobre la realidad, expresando lo que se sabe y se piensa de las cosas, repercute en un desarrollo ético de la persona. La gente, necesariamente, atribuye la responsabilidad a quien propone las ideas. Cuando el maestro configura su enseñanza, basado en las necesidades del estudiante, haciéndolo protagonista de la construcción de su conocimiento, a la misma vez, lo entrena para ser responsable de la reconstrucción de su propia vida.

En un maestro es ético dirigir el proceso enseñanza – aprendizaje reconociendo que hay un fin supremo. Este propósito está relacionado con las metas educativas de una nación, pero hay un componente personalizado del educador, hay un influjo que no está registrado en los documentos (es el llamado currículo oculto), en los cuales se basa el sistema educativo de un país. Esta es una huella particular que los docentes dejan en los estudiantes, lo cual actualiza la enseñanza de cualquier país. Esta influencia está constituida por todas las vivencias y reflexiones del educador.

Quizás para algunos esto podría parecer muy ambicioso, pero si revisamos la historia de la educación, en el período de la Antigüedad griega, los filósofos personalizaban la enseñanza hasta al punto de verse involucrados de manera directa con la vida de los alumnos. Por su parte los discípulos llamaban a sus formadores maestros, no aludiendo a un oficio, sino a un calificativo que encerraba la admiración y el agradecimiento que ellos sentían por él.

Es cierto que las relaciones sociales han cambiado desde la época de la Antigüedad griega hasta nuestros días, pero creemos que es muy valioso revisar aquellas perspectivas puras de la enseñanza, los elementos que le dieron su origen, para entonces ser capaces de rescatar la ética que implica ser un profesional de la educación. Es importante tener en cuenta el propósito fundamental de nuestra profesión para no divorciar nuestra práctica del mismo. No basta con buenas intenciones, se necesita de buenas aplicaciones para realizar el cometido de un maestro ya que el que no sabe hacia dónde se dirige ya ha llegado.

Como individuo, el maestro, de manera obligatoria tiene que pasar por diversas etapas en la vida. Por ejemplo, las que se pueden identificar en la teoría de Kohlberg, pre convencional–pre moderna, convencional-moderna y post convencional–post modernidad. Los conflictos que afecten el desarrollo del proceso enseñanza aprendizaje pueden darse, cuando al igual que muchos otros, el maestro ha tenido la dificultad de pasar de una etapa a otra.

Todo el que ha sido estudiante, sin importar la rama, ha podido palpar comportamientos de maestros que están posicionados en alguno de esos estadios. Con un ejemplo tan simple como el siguiente se puede demostrar. El típico alumno que no invierte el tiempo adecuado en sus estudios, cuyos patrones de conducta dejan mucho que decir y que ha sido fichado, de manera individual por todos los maestros como que va directo a pruebas de recuperación. No obstante a eso, en una de las asignaturas, por los motivos que fueran, hace un tiempo el maestro ha observado el esfuerzo mayúsculo que está realizando, el interés marcado que tiene por los temas tratados y que su empeño es notorio para cumplir con sus asignaciones. Llegado el momento en que el maestro va a sumar y determinar la puntuación advierte que con dos puntos el estudiante podría alcanzar la nota promedio y no ir a completivo. Es aquí en donde se necesitan preceptos éticos bien fundamentados y maestros que antes de marcar de manera negativa la vida de sus estudiantes, con conductas perteneciente a una etapa que no se corresponda con su realidad circundante ni su edad, actúe con valores de justicia respondiendo a sus parámetros éticos antes que a otras exigencias externas a él. En ese preciso momento tiene que decidir entre algunas opciones. Le niega los dos puntos porque se siente ser una persona muy correcta y las reglas están claras sobre qué debe o no hacer, aparte de que entiende que aunque el alumno se esforzó, fue muy mínimo como para que sea condescendiente (pre convencional). En otro caso, no se los da ya que no quiere ser censurado por sus compañeros o se los da porque el joven en su calidad de "cliente" es una pieza importante de la infraestructura económica y las autoridades necesitan que los padres aunque no estén felices, por lo menos estén satisfechos, logrando así cooperar con los intereses administrativos del centro y estar bien posicionados ante ellos (convencional). Es posible que decida asignarle una pequeña practica de reposición sobre algún tema de interés del alumno y ligado a la asignatura, con la cual gane los puntos que necesita para validar la materia. Si esta es la opción que toma, estará demostrando que es una persona justa pero sobre todo objetiva, que toma en cuenta cada detalle y actúa en base a ser una ayuda para que se desarrollen las potencialidades de sus alumnos antes que pensar en dar respuestas a las preguntas inquisidoras de los demás (post convencional).

Desde otra perspectiva, para obtener el título de maestro de la manera en como lo hacían en la antigua Grecia y no porque sea acreditado por una alta casa de estudios superiores, es preciso acercarse a la búsqueda de la felicidad que parte de la ética contemporánea ha olvidado. Que en vez de trabajar por el bien de otros, busque la construcción interna de su ser y como individuo se forme bajo rigores éticos estandarizados. Esto implica que la práctica educativa sea guiada por una escala de valores bien jerarquizada y que el equilibrio entre ellos sea manejado por quien los posee.

La ética está presente de manera vertical y horizontal en la praxis cotidiana de todas las personas independientemente de su estatus de profesional o no. Es frecuente ver a través de las acciones del individuo el divagar de su espíritu. Sea lenta o rápida la progresión transitiva entre un proceso y el otro, lo cierto es que el ser es complejo en su forma y en su esencia, es rico y basto en posibilidades. Por eso, la ayuda que la ética le brinda al maestro, como ente que asesora a otros a descubrirse ante sí y ante los demás es de valiosa cuantía.

Se puede decir que un maestro ético tiene el espíritu reposado, las emociones bajo control, usa las adversidades para transformarlas en procesos productivos, utiliza métodos que le permitan al alumno sentirse seguro, estrategias que al ser practicas revelen la claridad al final de este túnel de la vida que en ocasiones se muestra muy sombrío, turbulento y amenazador, en fin un maestro ético logra que todas las piezas del rompecabezas no solo encajen a la perfección sino que adquieran un virtud de necesarias y sumadoras.

Entonces, en base a todo lo que se ha planteado, los maestros, independientemente de sus aspiraciones políticas, posturas o creencias religiosas, conocimientos o bagajes culturales deben apropiar principios éticos que sirvan de estandartes a su desarrollo profesional. Deben conocer las ciencias que coexisten con la ética tales como la sociología que ayuda a conocer los patrones que asume el hombre como un ente social, la sicología que ayuda a la ética a comprender cuáles son las verdaderas intenciones del hombre en los actos morales ejecutados, qué sucede en su fuero interno, la antropología social que analiza históricamente la cultura moral de los pueblos, entre otras. Todo esto con la finalidad de obtener una formación compacta y con el equilibrio suficiente para hacer frente de manera loable a las exigencias que tienen los individuos de manera externa e interna.

El maestro debe apoyarse en las bases científicas que sostienen la ética y guiarse por las exigencias comunes a toda ciencia que posee, es decir, con una objetividad que le permita explicarse los hechos que acontecen en un aula con sus alumnos tal como son, independientemente de su valor emocional o comercial; con racionalidad suficiente como para enfocar los conceptos, juicios y no por sensaciones, imágenes o pautas de conducta; usando la sistematicidad no como un agregado de informaciones inconexas, sino un sistema de ideas conectadas lógicamente entre sí y con metodicidad porque los maestros que de una manera u otra también son investigadores, no caminan en forma arbitraria, sino que planean mediante procedimientos lógicos llamados métodos.

En definitiva, llamarse maestro es algo más que haber pasado una cantidad de años leyendo y formándose en una universidad, que ir a un aula y definir conceptos o presentar ecuaciones lógicas o gramaticales, es más que un medio de sobrevivencia. Ser maestro es la labor más encomiable del mundo porque la enseñanza tiene bajo su responsabilidad el desarrollo de una nación en todas sus esferas, es la que nutre de manera formal e informal, sistemáticamente o no, la sustancia del ser en los individuos. El maestro es el que deja la huella indeleble, el que crea las pisadas que llevan al camino seguro, el que explota la riqueza de los sentidos, el que ayuda a materializar de manera tangible lo abstracto y el que ayuda a significar el mundo y todo lo que lo comprende.

Para lograr cumplir con todos estos motivos no es necesario ser un superhéroe de la educación. Para llevar a la práctica lo antes mencionado sólo se necesita definición interna, la seguridad de que lo que se está haciendo es lo correcto no porque es lo que otros plantearon sino porque es lo que la formación del docente le permite avalar como bueno y válido. Simplemente se necesita tener un espíritu lo suficientemente elevado como para que sobrepase los linderos limitados de los que tienen la mediocridad como centro de referencia, que vaya por encima de las construcciones cargadas de moralina social y que se marche en base a la postura ética que haya asumido el docente.

Bibliografía general

– Merejo, A., "Conversaciones en el lago"

 

 

Autor:

Yenifer Zorrilla Pérez

Dorca E. Ogando Nova

José Stalin Gavilán Melo

Prof. Andrés Merejo

Universidad Autónoma de Santo Domingo

Facultad de Humanidades

Maestría en Lingüística Aplicada para la Enseñanza del Español

Ética Profesional (Fil – 8130)

Santo Domingo, Agosto 5, 2011