(Desde la Antropología Política)
"Gracias a la mistificación que crea, el simbolismo
hace posible que el orden social sobreviva los
procesos de destrucción causados en su seno por
las áreas inevitables de valores y principios
conflictivos Esto ocurre al crear comunicación
entre enemigos potenciales"
Abner Cohen
"El simbolismo es una ciencia exacta y no
una libre ensoñación en la que las fantasías
individuales puedan tener libre curso"
René Guenon
La severa complejización y relativización que se suscita en el mundo en todos los ámbitos del desarrollo como humanidad, dan cuenta de transversales y estructurales cambios en el devenir del individuo del siglo XXI, lo que ciertamente también afecta a la lógica del ejercicio de la política en todos los países, especialmente a los que se encuentran actualmente en la retaguardia del desarrollo y progreso mundial, como por ejemplo Latinoamérica, y lo digo con estas palabras, ya que toda racionalidad de acción tradicional de "hacer" política se ha ido modificando a través del tiempo, en pos de un modelo norteamericano caracterizado por una creciente modernización (Priess and Tuesta, 1999), que condiciona explícitamente las propuestas y los planes de trabajo de los candidatos que buscan un lugar en los espacios de la arena política de sus respectivas regiones, es por esto que además de cambiar las condiciones exteriores a los candidatos y a los políticos en general, son las mismas reglas del juego de esta acción política, enmarcada dentro de la arena política propiamente tal, las que se transforman, lo cual trae como consecuencia un cambio tanto en la Cultura política como en el estilo, en tanto uso de símbolos, signos y ritos que integran dicho estilo, del individuo que encarna dicha acción, es éste quien modifica su rapport al enfrentarse al electorado en particular y a la población en general. Además, dado que la acción política produce orden mediante la capacidad de decidir sobre los otros, y observando el paisaje histórico que expongo anteriormente, la alteración que se produce sobre la racionalidad de acción en la manera de "hacer" política, de igual manera trastoca y modifica la producción y el establecimiento de dicho orden, pero con esto, debemos incurrir implícitamente en la noción de que a pesar de cambiar radicalmente la forma de llevar a cabo la acción política, esta se mantiene siempre vigente, dado la existencia y la presencia de la utilización de los signos y de los símbolos que interactúan activamente al interior de la arena política, y esto se puede explicar medularmente, mediante las palabras de Guenón, las cuales dicen relación directamente a la omnipresencia que caracteriza a los símbolos, en tanto plantea que "el que se asombre de que un símbolo formal pueda no sólo permanecer vivo durante milenios, sino también retornar a la vida después de una interpretación de miles de años, debería recordar que el poder del mundo espiritual, del que forma parte el símbolo, es eterno" (Guenón, 1969), entonces a partir de esta definición, y a la recurrencia que hace llanamente al mundo espiritual, podemos vislumbrar preliminarmente una diferencia entre el signo y el símbolo, ya que, desde mi punto de vista y propuesta académica, el primero hace referencia, o mejor dicho, se circunscribe a lo que llamamos sociedad, al plano socioestructural (Bertaux, 1999) en donde se mueve el individuo, en el espacio en que se dan real y "objetivamente" las condiciones y modos de vida de este ente social y colectivo, cuya dimensión es integrada por las estructuras de producción, la formación de clases sociales, producción y reproducción, trabajo y ocio, etc., es decir, se refiere, en términos marxista, a todo lo material que constituye al hombre como parte de un conglomerado de personas, unidas por el vínculo socio-legal. Pero indudablemente, y siguiendo con el mismo planteamiento, este plano socioestructural, se sostiene, se define y se retroalimenta dialécticamente, en el plano sociosimbólico (Ibídem), en el nivel abstracto y subjetivo que hace posible su existencia, y que funciona directamente en la psiquis individual, basada en los preceptos impuestos por la doxa colectiva, o más bien, por la Cultura, obviamente amparada y sacralizada por el uso de símbolos que significan la vida social del individuo en su accionar en el plano socioestructural. Para dejar aún más explicito mi planteamiento, se le debe entender en una relación dialéctica entre Sociedad y Cultura, Signo y Símbolo, plano objetivo y plano subjetivo, en consecuencia, se debe concebir al signo como algo objetivo, como una bandera, una insignia o un himno, que hace inteligible y real la existencia de un grupo de individuos fusionados en torno a la sociedad, y al símbolo, como lo que sustenta y le da materialidad al signo sostenedor de sociedad, el cual se activa en la cultura, significando socialmente a esa bandera o a ese himno, él es quien hace posible la articulación de las relaciones interpersonales al interior de esa sociedad, reafirmando y dándole forma a la vida social en que participa el individuo. Además, debido a que los símbolos usados se van desgastando con el tiempo, en tanto también va cambiando la cultura, dado su dinamismo ontológico, el consenso, netamente colectivo por el cual se hace cierto, va trazando y enraizando sus significados en la memoria social, erigiendo y estableciendo la identidad del grupo, mediante el aprendizaje histórico transmitido por la socialización, participando substancialmente en dicha actividad, los medios de comunicación, intrincando fuertemente identidad al grupo en lo público, en tanto la socialización anteriormente señalada, participa en lo íntimo del individuo, apoyados ciertamente en ritos que afirman el orden social. Y por qué le tendría que dar tal categoría al símbolo, por el hecho de las características propias que lo particularizan y lo determinan, las cuales funcionan tanto en el nivel individual como colectivo, dada su cognoscitividad, en cuanto que dirigen la atención de los hombres hacia ciertos fines, su afectividad, ya que nunca son emocionalmente neutros, sino que siempre afectan emociones y sentimientos, y a su intencionalidad, por la razón de que impulsan a los hombres a actuar (Cohen, 1979). Estas características le dan el poder a los símbolos, objetivizando las relaciones de los individuos, dado que a pesar de que podemos observarlos concretamente en la realidad, sus relaciones son "abstracciones que pueden observarse solamente gracias a los símbolos" (Duncan en Cohen, 1979), manteniendo el desarrollo de esas relaciones sociales, objetivizando también roles y relaciones, y logrando "un tipo de estabilidad y continuidad sin el cual la vida social no puede existir" (Ibídem), por esto le entregan la función de ser el eje que solidifique y haga real la sociedad, pero entendiendo a esta no como algo estático y sin sentido, sino que más bien en términos foucaultlianos, como un cuerpo formado por relaciones de poder, y más bien, por el ejercicio del poder propiamente tal, el cual necesariamente necesita del uso de la fuerza, y por lo pronto, también necesita totalmente del uso de los símbolos que justifiquen el porque del uso del poder al interior de la sociedad. En la medida que entendamos al ejercicio del poder como la acción política llevada a cabo en la arena política, su sacralidad la vamos a entender porque gracias a esta acción podemos sobrevivir individual y socialmente, confiriéndole legitimidad a la monopolización del uso o de la amenaza de uso de la fuerza, definición que se enmarca a la entregada por Weber en relación al concepto de Estado, llevada a cabo por los individuos que encarnan dicha acción, y que se legitiman mediante el uso de los símbolos que son utilizados para la articulación de las agrupaciones políticas, y en las relaciones de poder entre individuos y grupos, en una relación dialéctica. Pero esta acción política no es llevada a cabo en la arena política, a razón del libre albedrío individual, sino que más bien tiene una base ideológica, reproduciendo una cultura y un elemento de identidad propiamente tal, trascendiendo las leyes, porque es el cuerpo social quien pone los límites de esta acción en tanto uso de los símbolos, ya que la racionalidad de acción del político, va en dirección de lo que quiere y necesita el cuerpo social, es decir, hacia fines de la acción colectiva organizada, pero al final son sus propios intereses que los exponen haciéndolos parte de la masa, es por esto que necesitan también complementariamente, de la existencia de los marcos legales institucionales, para darse legitimidad dentro del Estado de Derecho en donde se sitúa la arena política en que lleva a cabo su acción, dado que éste prescribe y proscribe sobre la voluntad conductual de los individuos que son los "beneficiados" de los resultados que refleja su trabajo político.
Entregado en su totalidad mi marco conceptual, y subrayando el papel trascendental que tienen los símbolos en el "hacer" sociedad, a continuación expondré la importancia de estos, en tanto en el "hacer" política, dentro de una arena política determinada, la que ciertamente es constitutiva por la existencia al interior de ella, de sistemas simbólicos, en términos levistraussianos, que la integran y hacen posible su figura. Esta arena política determinada de la que hablo, corresponde palpablemente a la que se halla en la actualidad en Chile, que indudablemente presenta ciertas características distintivas que le entregan un matiz especial a su funcionamiento, esto a consecuencia del devenir histórico por el que ha atravesado el país, y que ha establecido, como una suerte de muro de Berlín virtual, una división al interior de este, producto de la coexistencia y yuxtaposición de dos tipos de sistemas simbólicos disidentes, apoyados sopesadamente por grupos de individuos que se adscriben fuertemente a cada uno de ellos, división justificada en un hecho histórico que ha determinado el camino por el cual ha transcurrido la vida del país, y se trata de la dictadura o régimen militar que dirigió la suerte de este, durante 16 años, hecho por el cual en la actualidad se presenta el conflicto entre dos grandes grupos de chilenos, unos, los que apoyan dicho acto, personalizado en la figura de Augusto Pinochet, y otros, que reniegan este hecho, encarnado en la figura del presidente activo anterior a este acto, Salvador Allende. Entonces tenemos, al interior de la arena política chilena, dos coaliciones fuertemente estructuradas: los que actualmente están haciendo gobierno, aquellos que se constituyeron en el estandarte de la lucha para la vuelta de la "democracia" en el país a fines de los años `80; y otros, que se encuentran en la oposición, integrados por aquellos que fueron actores principales durante la trama militar, y aquellos que en la actualidad son hijos de aquella historia. Es por esto, que debemos entender el accionar dentro de esta arena política, en tanto lucha de dos grupos por el poder, sostenidos cada uno en un sistema simbólico propio. Pero no sólo existen estos dos grupos o coaliciones, también se puede encontrar otros partidos políticos que propugnan por establecer sus planteamientos, aunque no tienen mucha fuerza dado que no constituyen una sólida alternativa de "hacer" país, solamente actúan desde el plano del rumor y la denuncia, que ciertamente es algo importante para el mecanismo orgánico funcional del juego político, ya que, siguiendo las palabras de Foucault, "En la medida que el secreto es una de las formas importantes de poder político, la revelación de lo que ocurre, la denuncia desde el interior, es algo políticamente importante" (Foucault, 1997. Pág. 71). Por lo pronto, teniendo ya sobre la mesa a los distintos actores políticos, o politics, que actúan en esta pólitis o arena política chilena, puedo llegar a desmembrar el tejido abstracto que funciona y se corporiza en el plano sociosimbólico de la política nacional, estableciendo de manera objetiva las diferentes subestructuras que materializan y dan pie a la acción política de estos individuos en Chile. Es decir, lo que yo quiero llegar a dilucidar, es la base ideológica y simbólica en donde se limita el juego político, es llegar a entender lo que sucede más allá de la imagen, más allá de las palabras, como había dicho anteriormente, más allá del plano socioestructural que sostiene a la sociedad, en conclusión, dilucidar qué elementos hacen posible que exista acción política en Chile.
Se pueden llegar a elucidar las siguientes subestructuras simbólicas, que funcionan integralmente en un todo armónico, las cuales se mantienen en todo momento activas en la continua lucha por el poder entre las diferentes coaliciones. Primeramente, tenemos a los slogan que definen conceptualmente las propuestas y alternativas planteadas por los diferentes partidos, los cuales tienen una doble función, de autoidentificación y de construcción de alteridad, es decir, definen su accionar y lo contrastan con el de los otros, haciéndose real su existencia en carteles, en los lugares que se constituyen como la base física de funcionamiento, en diversos signos tales como, poleras, chapas, lápices y en canciones, que son utilizados para mantener siempre presente en la memoria colectiva su presencia, aunque es quizás en el momento de las elecciones en donde toman mayor protagonismo en el juego político, por ejemplo, en las elecciones parlamentarias de 1997 que se presentaron en Chile, podemos exponer los siguientes slogan (Priess and Tuesta, 1999): "la DC une a Chile", explícitamente referida al trabajo que ha llevado a cabo este partido (Democracia Cristiana) en la llamada transición a la democracia en el país, son individuos adscritos a su partido quienes se han erigido como los presidentes sucesores de la dictadura, y que han llevado a cabo la tarea de unir a Chile después de un duro golpe a la historia del país, es decir, la dictadura o régimen militar que tantas heridas dejó en la conciencia colectiva, además se puede constatar que con la palabra une, este partido plantea que antes de ellos Chile no estaba unido y que con ellos se fortificará aún más esa unión de país. Otro de los slogan presentados al electorado, es el que planteaba el Partido Socialista: "Chile para todos", ciertamente referido subrepticiamente al paradigma político, en términos de Kuhn, del Socialismo que quieren imponer y al cual se vinculan, pero sería muy difícil llevarlo a la práctica por parte de este partido, dado que Chile en esos momentos era hijo del neoliberalismo impuesto por Pinochet, por lo que las instituciones socioeconómicas iban en otra dirección de lo que planteaba llanamente el partido socialista, además, todavía daba vuelta por la conciencia social del país, el triste recuerdo de lo que fue el corto gobierno del socialista Salvador Allende, antecesor y derrocado militarmente por Pinochet, por lo que no llegaría a buen puerto aún el planteamiento de un país socialista. Por el lado de la oposición, tenemos al que plantea Renovación Nacional: "Chile necesita un cambio", en donde hace referencia directamente a la necesidad de tratar con otra alternativa el mando del país, aunque ciertamente no sería un cambio, sino que más bien, sería una vuelta al pasado en el gobierno de Pinochet, dada su íntima relación que tiene con este personaje, el cual encarna su pasada política gubernamental, en los planteamientos actuales que exponen tanto Renovación Nacional, como Unión Demócrata Independiente, el otro partido de la oposición. Pero, al igual que sucede con el PS, aunque de forma diferente, la imagen de Pinochet, todavía se encuentra muy fresca en la retina social, por lo que existe un cierto temor por parte de la población para volver, o para aceptar, una alternativa que se identifique con su persona. Como había dicho anteriormente, existen otros partidos partícipes de la acción política, como por ejemplo el Partido Comunista o PC, el cual mediante el slogan: "Atrévete a creer, la alternativa existe", da a entender al pensamiento del electorado, que existe otra manera de llevar a cabo la dirección del país, plantea la presencia de una tercera alternativa, en tanto contraria al modelo propuesto por la concertación (partidos políticos que integran la coalición de gobierno), y radicalmente opuesta a la postura neoliberal y capitalista instada por la oposición. Pero, a pesar de su romántica y utópica alternativa (en términos de la real situación por la que atraviesa el mundo después de la guerra fría), en la actualidad, y en especial en esos años, toda figura que hiciera recordar los tiempos del quiebre entre Allende y Pinochet, era mirado con desprecio y con una cierta lejanía como opción política. En tanto, si miramos el paisaje político actual, los slogan: "Te defiende como león" propuesto por el partido por la democracia o PPD, demuestra ciertamente una fuerza analogada al "rey de la selva" que, como una suerte de líder animal, quiere o pretende dar a entender a la población, que son ellos lo que defenderán mejor en torno a la defensa de los derechos de los ciudadanos. Y por otro lado, "El partido popular" expuesto por la UDI, partido de la oposición, pretende dar un vuelco y mejorar su imagen ante el público chileno, que los han asociado siempre con el modelo neoliberal y capitalista, dada su relación y su participación activa en la arena económica nacional. Con este planteamiento lo que pretenden es llegar y ganar espacio en los sustratos bajos del país, y eso porque se asocia el concepto popular al nivel poblacional, y así poder obtener más votos en estos sectores, históricamente dominados por la Concertación.
Otra subestructura simbólica activa en la arena política chilena, son las imágenes, como signos sociales, que acompañan los discursos de los individuos políticos, como por ejemplo, la figura de Allende, la que claramente se asocia a los partidos más radicales como el PC o el PS, aunque de cierta manera, este partido se ha alejado un tanto de ella, ya que ahora es un socialista, Ricardo Lagos, quien es el presidente de todos los chilenos y no de una mitad solamente, entonces necesariamente debe dejar a un lado este icono histórico, para tratar de llegar a todos los sustratos socioculturales del país. Otra figura importante, es la de Augusto Pinochet, asociada a los partidos de la oposición y a un pasado benefactor para las clases económicas, pero en la actualidad ya no es parte de su propuesta política, dado lo mismo que sucede con la figura de Allende para el PS, ya que lo que buscan no es dividir aún más, sino que unificar y dominar. De esto, puedo dar un ejemplo claro a partir de Joaquín Lavín, abanderado a presidente por la coalición de oposición, especialmente del partido conservador, la UDI. Durante el "presidio" que sufrió Augusto Pinochet en Londres hace algunos años atrás, se ubicó a la cabeza de la campaña para que vuelva al país el ex presidente, siempre se le veía en la televisión dándole todo el apoyo en los días que estaba preso por delitos contra la humanidad, esa era la figura legal que lo inculpaba, y eso le entregaba todo el apoyo (y todos los votos!!) por parte de la gente que veía y ve a Pinochet como un héroe nacional, casi un libertador como O´higgins. Pero, luego con la idea de postularse a presidente, debió desligarse tanto de esa figura, como con todo que lo asociara a ella, incluso su partido, llegando incluso a alejarse activamente y desdiciendo todos los discursos que arengaba la UDI y que lo integraban a él como líder de la coalición, entonces debió verse como independiente de cierta forma, y eso debido a que en el país, los partidos políticos formales, han perdido gran parte de credibilidad frente a la tarea de encontrar soluciones a los problemas sociales reales (Priess and tuesta, 1999), y es por esto que ahora el candidato trata individualmente lograr su objetivo de llegar al poder, sin dejar bien en claro su posición política, pero desde mi perspectiva, eso es imposible, dado que ahora nuestra sociedad es relativamente más educadas e informadas, las exigencias sobre la política son mayores y la frustración frente a lo público es más fácil de provocar cuando los partidos no ejecutan debidamente sus funciones o cuando caen en prácticas corruptas o autoreferentes (Ibídem).
Por último, otra gran subestructura, es integrada tanto por las estrategias políticas, como por el uso del cuerpo propiamente tal, es decir, por las decisiones y por la acción política en tanto son producto de una intención, y por la utilización que hace el político del cuerpo y de la histrionidad para demostrar una careta ante la sociedad, aunque sólo sea como barniz cosmético que camufla la intencionalidad y el interés que se encuentra detrás de su propuesta física. Por ejemplo, que el presidente lagos haya nombrado al doctor Artaza como ministro de salud no es coincidencia, sino que más bien, corresponde a una muy pensada jugada política, dado que si recordamos y echamos a volar nuestra memoria, recordaremos que fue él quien separó a los tan famosos siameses que nacieron en el país hace un tiempo atrás, lo que le entregó una gran credibilidad dentro del medio nacional, especialmente en los individuos de las clases medias y bajas, dada la análoga posición socioeconómica en donde se encontraba la familia de los siameses, y es eso lo que necesita obtener Lagos, el apoyo "popular", el mismo que pretende obtener la derecha chilena, y con la presencia de Artaza lo puede lograr. También podemos sacar a análisis, el nombramiento de Bachellet como ministra de defensa, debido a que si investigamos su genealogía familiar, nos encontraremos con que su padre fue un hombre integrante de las fuerzas armadas, de la fuerza aérea, lo que obviamente simboliza la unión de los militares con los civiles, demuestra que la articulación entre ambos estamentos es posible, y con eso se puede unificar por fin al país, esa es la imagen que quiere entregar el gobierno a la población, hecho que además siempre es usado y recordado en lo momentos exactos que se necesita, sino, no sale a la luz, especialmente por los medios de comunicación, ya que la lógica de este medio repercute en forma masiva sobre el estilo político, la presentación de la política e incluso la forma en que el electorado recepciona el mensaje político, lo que repercute fuertemente en las actitudes que se manifiestan en la población respecto de la política y de "sus" políticos (Priess and Tuesta, 1999). Otro de los símbolos importantes, es la postura del actual gobierno de abrir todos los edificios institucionales en donde se hace real la acción política, como la Moneda, El ex congreso nacional, etc. como diciendo que todo es de todos, y que nada es privado, pero por otro lado permiten que Lavín siendo alcalde de Santiago, venda y privatice el agua de esa comuna. También podemos contar, el hecho de que ahora el político baje del altar institucional para ir a "terreno", y verificar personalmente los problemas que existen en la sociedad, como lo hicieron justo hoy, para explicar a Chile (aunque sólo se circunscribieron en la capital Santiago), en qué consistía el plan auge propuesto como reforma a la salud, siendo el mismo presidente quien llevara la batuta de dicho acto. Además, desde que asumió el cargo de presidente, ha hecho más declaraciones con su "micrófono móvil" desde la calle que desde el palacio de gobierno, a la vez que siempre dirige sus palabras a las cámaras apuntando con su dedo índice como reflejo de autoridad y "pachorra" política, dejando en claro a todos los participantes del juego y de la acción política, dentro de la arena política chilena, que es él quien dirige la suerte del país y no otros, entonces su palabra es ley.
En conclusión, y tomando las palabras de Salustio, "El mundo es un objeto simbólico", no podemos dejar de lado el hecho de que la política, junto a los restantes componentes de la vida social, se sostienen en algo abstracto llamado significantes y significados, los cuales se accionan diariamente en nuestra real existencia humana.
BIBLIOGRAFÍA
Cohen, A.: "Antropología política: El análisis del simbolismo en las relaciones de poder. En LLobera, J.: "Antropología Política". Editorial Anagrama. Barcelona-España. 1979.
Guenón, R.: "Diccionario de Símbolos". Editorial Labor. Barcelona-España. 1969.
Foucault, M.: "Un diálogo sobre el poder". Editorial Alianza. Madrid-España. 1997.
Priess, F; Tuesta, F.: "campañas electorales y medios de comunicación en América Latina". CIEDLA. Buenos Aires-Argentina. 1999.
DATOS PERSONALES:
Mario Bravo Gallardo