Descargar

Una introducción a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Enviado por jcruizospino


    (Los Mormones)

    1. La Restauración
    2. Creencias básicas
    3. Resumen de creencias

    1. La Restauración

    1.1 José Smith

    José Smith, nació en el año 1805 en Sharon, condado de Windsor, estado de Vermont. Sus padres fueron Joseph Smith y Lucy Mack. Tuvo 10 hermanos. Sus padres le enseñaron a orar, a leer la Biblia y a tener fe en Dios.

    1.2 La Primera Visión

    Cuando era niño, José Smith se vio rodeado de muchas iglesias que afirmaban enseñar la verdad, lo que le produjo mucha reflexión. A los 14 años, José deseaba saber cuál era la Iglesia verdadera y un día leyó un pasaje de la Biblia que dice: "Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada" (Santiago 1:5). José decidió aceptar la invitación de preguntar a Dios y en la primavera de 1820, José caminó hacia una arboleda cercana a su casa (Palmyra, estado de Nueva York) y allí oró para saber a cuál Iglesia unirse. Como respuesta a su oración, se le aparecieron el Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo, al igual que seres celestiales se les habían aparecido a Moisés y Pablo en los tiempos bíblicos. Al respecto, José escribió: "Vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí. Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos personajes cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló llamándome por mi nombre, y dijo señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!" Se le dijo a José que no se uniera a ninguna de las iglesias de la época.

    La primera visión de José Smith señaló el inicio de la restauración de la Iglesia de Jesucristo a la tierra.

    1.3 Visita del Ángel Moroni y la Traducción del Libro de Mormón

    En septiembre de 1823, un mensajero celestial llamado Moroni, visitó a José Smith de la misma forma en que a menudo los ángeles se aparecían a los líderes de la Iglesia, como se describe en el Nuevo Testamento. Moroni le anunció a José que Dios tenía una obra para él. Además, Moroni le dijo a José que existía un registro, de los antiguos habitantes del continente americano, antes de la visita de los colonizadores europeos, enterrado en una colina cercana y que el registro contenía la plenitud del Evangelio de Jesucristo.

    En septiembre de 1827, José recibió los registros, los cuales habían sido escritos sobre finas láminas de oro. Hoy se sabe que no era raro que los pueblos de la antigua América llevasen registros en planchas de metal. José tradujo el libro del idioma original al inglés por la inspiración de Dios. El libro se llama El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo. Lleva el nombre de Mormón, un antiguo profeta que compiló el registro sagrado.

    1.4 El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo

    El Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo. Contiene los escritos de antiguos profetas que vivieron en el continente americano. Uno de ellos, llamado Lehi, vivió en Jerusalén aproximadamente 600 A.C. Dios mandó a Lehi llevar a un pequeño grupo al continente americano, donde se convirtieron en una gran nación.

    Dios siguió llamando profetas entre este pueblo. El Libro de Mormón es una colección de sus escritos. Se le dio el nombre Mormón, que era uno de esos antiguos profetas.

    Dichos profetas sabían del plan de nuestro Padre Celestial para con Sus hijos y de la misión de Jesucristo. Ellos registraron que, después de Su resurrección, Cristo se apareció a los habitantes de América. Él les enseñó Su Evangelio y estableció Su Iglesia entre ellos.

    El libro de Mormón certifica, como otro testigo de Cristo, de la realidad y la divinidad de Jesucristo. El Libro de Mormón se publicó en 1830. Desde aquel entonces, ha bendecido las vidas de millones de personas por medio de su poderoso mensaje acerca de Jesucristo y Su Evangelio.

    1.5 La restauración del sacerdocio y de la Iglesia

    A través de los tiempos, Dios ha dado a Sus siervos, los profetas, la autoridad para actual en Su nombre. Esta autoridad se llama el sacerdocio. Jesucristo dio el sacerdocio a sus Doce Apóstoles originales y ellos dirigieron la obra de la Iglesia después que Jesús hubo ascendido a los cielos. Con esa autoridad, los apóstoles podían predicar el evangelio, bautizar, conferir el don del espíritu santo, bendecir a los enfermos y dirigir la Iglesia. Pero, después de que los Apóstoles fueron muertos, gradualmente el sacerdocio fue desapareciendo de la tierra.

    A medida que José Smith traducía el Libro de Mormón, él y su amigo Oliver Cowdery, leyeron las enseñanzas de Jesucristo acerca del bautismo por inmersión para la remisión de los pecados (Libro de Mormón, 3 Nephi 11:21-27). El 15 de mayo de 1829, José y Oliver oraron pidiendo instrucciones referentes al bautismo. Un mensajero celestial les respondió su oración. Juan el Bautista (el mismo que bautizó a Jesús en el río Jordán), como un personaje ya resucitado, se les apareció a José y Oliver y les confirió el Sacerdocio de Aarón, o Sacerdocio Aarónico, el cual tiene la autoridad de predicar el evangelio de arrepentimiento y para bautizar. Luego José y Oliver se bautizaron el uno al otro en el cercano río Susquehanna. Este acontecimiento marcó el comienzo de la restauración del sacerdocio, el cual había sido quitado de la tierra durante el período de la Apostasía.

    Posteriormente, en el mismo año, José Smith y Oliverio Cowdery tuvo la visita de tres personajes celestiales: Pedro, Santiago y Juan, los mismos que fueron llamados apóstoles en el tiempo de Jesucristo. José y Oliver recibieron de ellos la autoridad del sacerdocio mayor para organizar la Iglesia de Jesucristo. Por medio de este sacerdocio se pudo realizar todas las demás ordenanzas, incluso la de conferir el don del Espíritu Santo. Habiendo sido restaurada la autoridad del Sacerdocio, en 1830 se organizó la misma Iglesia de Jesucristo que había existido siglos atrás con la denominación de "La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días" en Fayette, New York, el 6 de abril de 1830, bajo el liderazgo de José Smith, como profeta y presidente de la Iglesia.

    Posteriormente la iglesia se expandió rápidamente, pero debido a las persecuciones por parte de los enemigos de la iglesia, los miembros de la iglesia se trasladaron a Kirland, a Jackson City y a Nauvoo. José Smith, junto a su hermano Hyrum hecho prisionero por el ejército en la cárcel de Cathage. De allí los sacó la turba de enfurecidos y los mataron el 27 de junio del año de 1844. De esa forma José Smith selló su testimonio como los demás profetas de la antigüedad.

    Birgham Young, quien asumió luego en el mando de la iglesia, organizó una emigración general de casi todos los miembros hasta Salt Lake City, Utah.

    2. Creencias básicas

    Algunas de las creencias básicas de la Iglesia son:

    2.1 Dios es Nuestro Padre Celestial

    Jesús enseñó que Dios es "Nuestro padre… en los cielos" (Mateo 6:9).Llamamos a Dios Padre Celestial porque es el Padre de nuestros espíritus. Debido a que Él es nuestro Padre y nosotros sus hijos, Dios nos conoce y nos ama de forma personal. Él desea que hallemos gozo en esta vida, y regresemos a vivir con Él una vez que esta vida llegue a su fin. Él ha preparado un plan para ayudarnos a lograr estas cosas. Se trata del plan de salvación, un plan de felicidad. Nos ofrece la paz en esta vida y la vida eterna en el mundo venidero.

    La naturaleza de Dios

    Dios es perfecto; es omnisciente y todopoderoso; es el gobernante del universo. También es misericordioso, bondadoso, amoroso y justo. Es nuestro Padre Celestial. Fuimos creados a Su propia imagen, como dice en el Antiguo Testamento: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (Génesis 1:27).

    Jacob declaró haber visto a Dios "cara a cara" (Génesis 32:30). También Moisés habló con Dios "cara a cara, como habla cualquiera a su compañero" (Éxodo 33:11). Más tarde, Esteban testificó haber visto a Jesús "a la diestra de Dios" (Hechos 7:56).

    La revelación moderna confirma estas enseñanzas bíblicas. Dios el Padre y Su hijo Jesucristo, se aparecieron a José Smith en la primavera del año 1820. José reveló que tanto el Padre como el Hijo tienen "un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del hombre" (D. y C. 130:22).

    2.2 Jesucristo es el Hijo de Dios

    Jesucristo es el Hijo de Dios. Él es el Hijo Unigénito de nuestro Padre Celestial en la carne. Él es nuestro Salvador y Redentor. Por medio de Jesucristo, nuestro Padre Celestial ha proporcionado el medio para que todas las personas se acerquen a Él y regresen a vivir con Él para siempre.

    Cuando Jesucristo vivió en la tierra (hace unos 2,000 años), llevó una vida perfecta. Él enseñó mediante Sus palabras y mediante Su ejemplo cómo vivir teniendo amor a Dios y a los demás. Por Su sufrimiento en el Huerto de Getsemaní y por haber dado Su vida en la cruz, o en otras palabras, por efectuar la Expiación, Jesucristo nos salva de nuestros pecados (1 Pedro 2:21) si lo seguimos. Debido a la Expiación, nosotros podemos recibir el perdón de nuestros pecados si nos arrepentimos con sinceridad (Libro de Mormón, Mosíah 26:30).

    Por medio de Su resurrección, Jesucristo nos salvó de la muerte. Por causa de que Él venció la muerte, a todos se nos dará el don de la resurrección (Hechos 24:15; 1 Corintios 15:22). Cuando la vida en la tierra llegue a su fin, Jesucristo será el Juez final (Hechos 17:31; Juan 5:21-22; Hechos 10:42). Amamos a Cristo. Adoramos a Cristo. Él es nuestro ejemplo y nuestro Salvador. Fue el Creador de la tierra, bajo la dirección de nuestro Padre Celestial, (Juan 1:10; Hebreos 1:2).

    2.3 El Espíritu Santo nos testifica de la verdad

    Puesto que Dios no desea que quedemos sin la influencia de Él, nos envía el Espíritu Santo para consolarnos y para ayudar a guiar a Sus hijos. El Espíritu Santo, a veces llamado el Santo Espíritu, es el tercer miembro de la Trinidad. Su misión es la de testificar de la verdad, consolarnos, santificarnos y recordarnos todo (Juan 14:26; Juan 15:26; Juan 16:13).

    Naturaleza del Espíritu Santo

    El Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad, al igual que Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo. El Espíritu Santo es uno en propósito con el Padre y el Hijo, aunque se trata de un ser individual. A través de José Smith, el Señor reveló: "El Espíritu Santo no tiene un cuerpo de carne y huesos, sino es un personaje de Espíritu. De no ser así, el Espíritu Santo no podría morar en nosotros". [Doctrina y Convenios 130:22]

    La misión especial del Espíritu Santo es testificar del Padre y del Hijo, revelar la verdad, consolarnos y santificarnos. Es un guía y un maestro divino.

    El Espíritu Santo nos puede bendecir de muchas formas. Cristo prometió a Sus Apóstoles que el Espíritu Santo "enseñará todas las cosas" (Juan 14:26) y "guiará a toda la verdad" (Juan 16:13); también dijo que el Espíritu Santo "dará testimonio de mí" (Juan 15:26).

    El Espíritu Santo nos puede ayudar de la misma forma. Por medio de la inspiración del Espíritu Santo, podemos reconocer y entender la verdad, así como tomar decisiones correctas e inspiradas.

    El Espíritu Santo puede inspirarnos pensamientos e ideas, advertirnos del peligro y consolarnos en momentos de angustia.

    2.3 La Expiación y Resurrección de Jesucristo nos ayuda a regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial

    Es imposible describir con palabras el significado total de la Expiación, que es el acontecimiento más importante en la historia del mundo. El Salvador expió nuestros pecados por medio de Su sufrimiento en el Jardín de Getsemaní y en la cruz. ¡Ésas son las buenas nuevas para todo pueblo!

    No nos es posible comprender en su totalidad la forma en que Jesús sufrió por nuestros pecados, pero sabemos que en el Jardín de Getsemaní, el peso de nuestros pecados hizo que Su agonía fuese tan intensa, que sangró por cada poro (Lucas 22:39-44).

    Posteriormente, al colgar de la cruz, Jesús, por propia voluntad, sufrió una muerte dolorosa mediante uno de los métodos más crueles jamás conocidos.

    El Salvador nos dice:

    Porque he aquí, yo… he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan… como yo. [Doctrina y Convenios 19:16-17]

    Al tercer día después de Su Crucifixión, Jesucristo llegó a ser la primera persona en resucitar. Su espíritu y Su cuerpo se unieron de nuevo para nunca más volverse a separar.

    Cuando Sus amigos fueron a visitar Su tumba, allí encontraron ángeles que les dijeron: "No está aquí, pues ha resucitado, como dijo" (Mateo 28:6).

    Al expiar nuestros pecados, Jesucristo hizo lo que sólo Él podía hacer. A fin de que Su expiación sea plenamente eficaz en nuestra vida, debemos tener fe en Cristo, arrepentirnos de nuestros pecados, ser bautizados, recibir el Espíritu Santo, obedecer los mandamientos de Dios y esforzarnos por llegar a ser como Él. Al hacer estas cosas por medio de Su expiación, podremos regresar a vivir con Él y con nuestro Padre Celestial para siempre.

    Por causa Resurrección de Cristo, resucitarán todos los que hayan vivido sobre esta tierra (1 Corintios 15:22). Así como Jesucristo resucitó, nuestros espíritus se unirán de nuevo a nuestros cuerpos y nunca más volverán a separarse.

    2.4 Los primeros principios y ordenanzas del Evangelio

    Los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son fe en Jesucristo, arrepentimiento, bautismo y la recepción del Espíritu Santo.

    Fe en Jesucristo

    La fe en Dios supone más que tener una creencia teórica en Él. Tener fe en Dios quiere decir confiar en Él y estar dispuesto a obrar por causa de esa creencia en Él. Es un principio de acción y poder.

    Tener fe es tener "esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas" (Libro de Mormón, Alma 32:21). A diario, usted obra según las cosas en las que tiene esperanza, incluso antes de ver el resultado final:

    • Un granjero planta una semilla y la riega y la cuida porque tiene fe que crecerá.
    • Una alumna estudia mucho porque tiene fe que aumentará su conocimiento.

    Asimismo, la fe en Dios requiere que uno obre con esperanza y confianza en Él antes de ver el resultado final. También significa que uno debe hacer todo lo que está a su alcance para lograr las cosas por las cuales abriga esperanza y por las cuales ora.

    El arrepentimiento

    El Padre Celestial desea que seamos felices. Pecar, o hacer lo malo, resulta en la infelicidad porque "la maldad nunca fue felicidad" (Libro de Mormón, Alma 41:10).

    Gracias a la expiación de Jesucristo, el Padre Celestial ha proporcionado la manera de arrepentirnos y de recibir el perdón por lo que hayamos hecho mal.

    Para arrepentirse, es necesario:

    • Confesar los pecados a Dios.
    • Sentir un pesar sincero por los pecados cometidos.
    • Pedirle perdón a Dios.
    • Hacer todo lo posible por corregir los problemas que sus acciones puedan haber causado.
    • Abandonar el pecado y no volver a él.

    Por medio de la expiación de Cristo, el arrepentimiento sincero trae el perdón y una paz mayor en esta vida. También lo prepara para vivir con su Padre Celestial en la vida venidera.

    El bautismo

    Jesucristo enseñó que debemos bautizarnos por inmersión y nos dio el ejemplo al bautizarse Él mismo para cumplir "toda justicia" (Mateo 3:15).

    Nos bautizamos para recibir la remisión de los pecados. (Hechos 2:38, Hechos 22:16). También nos bautizamos para ser miembros de la Iglesia de Jesucristo y entrar en el reino de Dios (Juan 3:5).

    Por medio de la ordenanza del bautismo, hacemos una promesa, que se llama convenio, o pacto con Dios. Nosotros prometemos aceptar a Cristo, convertirnos en Sus seguidores y guardar Sus mandamientos hasta el fin de nuestra vida. A cambio, nuestro Padre Celestial promete perdonar nuestros pecados y nos permite volver a vivir con Él, siempre y cuando guardemos u honremos nuestros convenios.

    El Don del Espíritu Santo

    Casi todos han sentido el Espíritu Santo en algún momento, pero no es lo mismo experimentar la influencia del Espíritu Santo de vez en cuando que recibir el don del Espíritu Santo.

    Si bien el Espíritu Santo puede consolar a alguien por algún tiempo o revelarle la verdad, el don del Espíritu Santo queda reservado para quienes se han bautizado como miembros de la Iglesia de Cristo. Este don es el privilegio de disfrutar la compañía constante del Espíritu Santo, con la condición de que guardemos los mandamientos.

    ¿Cómo se otorga este don? El don del Espíritu Santo lo puede otorgar alguien que tenga la autoridad del sacerdocio de Dios. Se otorga por la imposición de manos sobre la persona que ya se ha bautizado. El que recibamos o no este gran don pasa entonces a depender de que guardemos los mandamientos de Dios.

    ¿Cómo es un servicio bautismal?

    Un servicio bautismal es una reunión reverente durante la cual una persona se bautiza. Por lo general, asisten la familia y los amigos del que se va a bautizar, tanto los que son miembros de la Iglesia como los que no lo son. Es habitual que el servicio incluya oraciones, himnos cantados por la congregación, así como discursos cortos acerca de los convenios que la persona ha decidido hacer.

    El bautismo lo lleva a cabo un hombre que tenga la autoridad del sacerdocio, en una pila bautismal, o donde haya suficiente agua para sumergir a la persona completamente. Tanto la persona que se bautiza como el hermano que realiza la ordenanza se visten de blanco, como un símbolo de pureza que viene por medio de la remisión de los pecados.

    Después del bautismo, el recién bautizado es confirmado miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y recibe el don del Espíritu Santo. Por lo general, esta ordenanza se lleva a cabo en una reunión sacramental pocos días después del servicio bautismal. Durante esa reunión, se le invita al recién bautizado a que vaya al frente de la congregación. La persona se sienta en una silla mientras que uno o más poseedores del sacerdocio ponen sus manos sobre la cabeza de él o de ella y llevan a cabo la ordenanza.

    1. Cuando Jesucristo vivió en la tierra, organizó Su Iglesia para que todos recibieran Su Evangelio y un día regresaran a vivir con Dios, nuestro Padre Celestial. Tras la ascensión de Jesucristo al cielo, Sus apóstoles continuaron recibiendo revelaciones de Él sobre cómo dirigir la obra de Su Iglesia. No obstante, después de que los apóstoles fueron asesinados, los miembros cambiaron las enseñanzas de la Iglesia que Él había establecido. Aunque había personas buenas y un poco de verdad, esta apostasía o alejamiento general de la verdad causó que la Iglesia fuera retirada de la tierra. El apóstol Pedro profetizó que Jesús restauraría Su Iglesia antes de Su segunda venida (Hechos 3:19-21).

      El apóstol Pablo profetizó acerca de una "restauración de todas las cosas" que ocurriría antes de la segunda venida de Cristo (Hechos 3:19-21). Después de perderse debido a la Apostasía, la Iglesia de Cristo y la plenitud de Su evangelio tenían que ser restaurados sobre la tierra. Dicha restauración le daría a todos una vez más la oportunidad de recibir todas las bendiciones del Evangelio de Jesucristo.

      La Primera Visión de José Smith marcó el inicio de la Restauración del Evangelio de Jesucristo a la tierra. Durante los años sucesivos, Cristo restauró Su sacerdocio y reorganizó su Iglesia. Él ha seguido revelando verdades a Sus profetas y restaurando las bendiciones que una vez fueron quitadas de la tierra por un tiempo.

    2. La Iglesia de Jesucristo ha sido restaurada a la tierra.
    3. La autoridad del sacerdocio de Dios está presente en Su Iglesia de hoy así como lo estuvo en la iglesia original.

    A través de los tiempos, Dios ha dado a Sus siervos, los profetas, la autoridad para actual en Su nombre. Esta autoridad se llama el sacerdocio. Jesucristo dio el sacerdocio a sus Doce Apóstoles originales y ellos dirigieron la obra de la Iglesia después que Jesús hubo ascendido a los cielos. Pero, después de que los Apóstoles fueron muertos, gradualmente el sacerdocio fue desapareciendo de la tierra.

    En 1829, José Smith recibió la autoridad del sacerdocio para organizar la Iglesia de Cristo. En 1830 se organizó la misma Iglesia de Jesucristo que había existido siglos atrás y fue restaurada a la tierra.

    El sacerdocio es la autoridad de actuar en nombre de Dios. La misma autoridad del sacerdocio que existió en la Iglesia original establecida por Jesucristo es la que existe hoy en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es por medio de esa autoridad que se dirige y guía a la Iglesia.

    Todos los miembros varones de la Iglesia que están preparados reciben el sacerdocio a fin de ayudar a dirigir la Iglesia y servir a los hijos del Padre Celestial. Un hombre que posea el sacerdocio puede servir a los demás de las siguientes maneras:

    • Al guiar congregaciones de la Iglesia
    • Al efectuar ordenanzas de la Iglesia, tales como el bautismo
    • Al bendecir a los enfermos

    El sacerdocio tiene dos divisiones. El sacerdocio menor es llamado el Sacerdocio Aarónico, denominado de esta manera por Aarón, del Antiguo Testamento. Este sacerdocio incluye la autoridad para predicar el Evangelio de arrepentimiento y para bautizar. El sacerdocio mayor es llamado el Sacerdocio de Melquisedec, denominado así por Melquisedec, del Antiguo Testamento. Posee la autoridad para presidir en la Iglesia y para llevar a cabo todas las ordenanzas, incluso la de conferir el don del Espíritu Santo.

    Dios espera que quienes posean esta santa autoridad del sacerdocio sigan el ejemplo de Jesucristo y presten servicio con amor, bondad y amabilidad.

    1. La Biblia y el Libro de Mormón son la palabra de Dios.

    El Libro de Mormón

    El Libro de Mormón es otro testigo de que Jesucristo verdaderamente vivió, de que fue el Hijo de Dios y de que es el Hijos de Dios. Contiene los escritos de antiguos profetas. Uno de ellos, llamado Lehi, vivió en Jerusalén al rededor del año 600 a. de J. C. Dios mandó a Lehi llevar un pequeño grupo al continente americano; allí, esa gente se convirtió en una gran nación.

    Dios siguió llamando profetas de entre ese pueblo. El Libro de Mormón es una colección de los escritos de esos profetas y de las personas que llevaron los registros. Lleva el nombre de Mormón, uno de los últimos de estos profetas de la antigüedad.

    Dichos profetas sabían del plan de nuestro Padre Celestial para con Sus hijos y de la misión de Jesucristo. Registraron que después de Su resurrección, Cristo se apareció a la gente de América, les enseñó Su Evangelio y estableció Su Iglesia entre ellos. El libro contiene las enseñanzas de Jesucristo, y testifica de Su Expiación y de Su amor. Apoya y verifica a la Biblia.

    El Libro de Mormón concluye con una gran promesa según la cual, quienes lo lean con sinceridad y oren al respecto, sabrán por el Espíritu Santo que el libro es verdadero (Moroni 10:4).

    La Santa Biblia

    La Biblia testifica de Jesucristo; ha ejercido una influencia en la vida de millones de Sus seguidores y ha sido un sostén para ellos. Es una colección de escritos sagrados que contienen las revelaciones de Dios y los relatos de Su trato con Sus hijos.

    Los relatos históricos de la Biblia abarcan muchos siglos, desde los días de Adán hasta la muerte de los apóstoles. Los libros de la Biblia asimismo fueron escritos por profetas que vivieron durante varias épocas de la historia del mundo, y tratan de dichos profetas.

    Usted probablemente está al tanto de que la Biblia se divide en dos partes: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

    El Antiguo Testamento contiene textos sagrados escritos antes del nacimiento de Cristo. Muchas de las profecías del Antiguo Testamento predicen la venida de un Salvador y Redentor.

    El Nuevo Testamento narra la vida de ese Salvador y Redentor, de Jesucristo y también hace el relato de la fundación de Su Iglesia original.

    Otras Escrituras

    Además de traducir el Libro de Mormón, José Smith registró otras revelaciones que recibió de Dios. Muchas de esas revelaciones se encuentran en dos libros de escritura contemporánea:

    • Doctrina y Convenios
    • La Perla de Gran Precio

    Esos libros de escritura adicional demuestran que Dios sigue dando revelación mediante Sus profetas escogidos a fin de guiar a sus hijos. Él no le ha dejado desamparado.

    1. En la actualidad Dios revela Su voluntad a los profetas del mismo modo que lo hizo en la antigüedad.

    Un profeta es un hombre llamado por Dios para ser Su testigo especial en la tierra. Un profeta habla por Dios, teniendo poder y autoridad divinos. El profeta:

    • Comunica la voluntad de Dios a toda la gente.
    • Es un testigo especial de Jesucristo que testifica de Su divinidad.
    • Enseña el Evangelio e interpreta la palabra de Dios.
    • Llama a los injustos al arrepentimiento.
    • Recibe revelación e instrucción del Señor.
    • Puede ver el futuro con el fin de advertir al mundo de los acontecimientos que estén por venir.

    A lo largo de la historia, Dios ha escogido profetas tales como Noé, Abraham, Moisés y otros para enseñar el Evangelio y dirigir Su Iglesia (Amós 3:7). Esto no ha cambiado. Todos necesitamos de la guía de Dios en un mundo que a veces resulta confuso.

    Debido a que Dios ama a sus Hijos, Dios no nos ha dejado solos en nuestra época. Dios ha llamado profetas para dirigir Su Iglesia en nuestros días, tal como lo hizo en la antigüedad. . José Smith (1805–1844) fue el primer profeta de nuestra época. El actual Profeta y Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es Gordon B. Hinckley. Cuenta con la ayuda de dos consejeros: Thomas S. Monson y James E. Faust. Juntos, integran la Primera Presidencia de la Iglesia (muy semejantes a Pedro, Santiago y Juan después de la muerte de Cristo). Todos los miembros de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles son apóstoles y profetas.

    Del mismo modo en que Dios libró a los israelitas de la esclavitud y los encaminó a un lugar mejor por medio de Su profeta Moisés, hoy en día Dios encamina a Sus hijos hacia vidas de mayor felicidad y paz cuando deciden seguir a Su profeta viviente.

    1. Todos somos Hijos de Dios y nuestra naturaleza es divina

    Los padres se maravillan ante la belleza de su hijo recién nacido, y así debe ser. Ese bebé no es sólo hijo nuestro; también es hijo de Dios. Todo hijo, sea varón o hembra, es creado "a imagen de Dios" (Génesis 1:27).

    Nosotros somos hijos de Dios; un hijo o una hija de nuestro Padre Celestial, y Él sabe quiénes somos y nos ama. Ésta es la identidad más antigua, profunda y básica que poseemos.

    Antes de nacer, vivíamos con nuestro Padre Celestial, por tanto nos conoció mucho antes que nuestros padres. Por ejemplo, del profeta Jeremías dijo: "Antes que te formase en el vientre te conocí" (Jeremías 1:5). Nuestro Padre que nos dio la vida nos ha conocido y amado siempre.

    • Cada uno es un amado hijo o hija de nuestro Padre Celestial.
    • Todos los seres humanos, varones y hembras, son creados a la imagen de Dios.
    • La vida humana es un regalo de Dios y es importante para el plan eterno de Dios.

    Cada persona tiene una naturaleza y un destino divino.

    Hemos sido creado a imagen de Dios. Nuestro Padre Celestial ha creado este mundo en el que podamos aprender, progresar y llegar a ser como Él. Algún día, podremos volver a vivir con Él para siempre.

    Para ese propósito, Él ha enviado a Su Hijo al mundo. Mediante el Salvador, nada puede separarnos "del amor de Dios" (Romanos 8:39).

    1. Todos los seres humanos existíamos antes de nacer

    Nosotros no salimos a la existencia solamente al momento de nacer. Antes de que naciéramos e iniciar su vida en la tierra, nuestro espíritu vivía con Dios y nos encontrábamos feliz en ese lugar. Esta vida anterior a la vida mortal se conoce como la vida premortal. En ese ambiente tuvimos la oportunidad de desarrollarnos, madurar y aprender muchas verdades eternas de nuestro Padre Celestial. Sin embargo, nosotros ansiábamos ser más como Él.

    Al igual que todo padre, Dios desea que Sus hijos progresen. Nuestro Padre Celestial entendió que podríamos progresar sólo hasta cierto punto sin la experiencia de la mortalidad. Él sabía que necesitaríamos:

    • Recibir un cuerpo físico.
    • Ganar experiencia al sobreponerse a las pruebas y a las tentaciones.
    • Aprender a caminar por medio de la fe.
    • Aprender a elegir entre el bien y el mal.

    Dios sabía que no podría seguir progresando a menos que nos alejáramos de Su presencia por un tiempo. Por esta razón, nuestro Padre Celestial instituyó Su plan para ayudarnos a alcanzar su potencial divino.

    1. Uno de los dones más valiosos que nuestro Padre Celestial nos ha concedido es la facultad y el poder de elegir.

      Podemos elegir lo bueno, o podemos elegir lo malo. No importa cuál sea nuestra elección, también elegimos las consecuencias de esas decisiones. Las consecuencias siempre llegan, algunas veces de inmediato, y otras, más tarde. El elegir lo bueno siempre conduce a la felicidad. Las decisiones equivocadas nos llevan, al final, a la desdicha.

      Las decisiones que tomamos no sólo nos afectan a nosotros, sino también a los demás. Tal vez salgamos beneficiados por la buena decisión que tome una persona, y quizás alguien sufra debido a alguna mala decisión que nosotros tomemos.

      Nuestro Padre Celestial respeta nuestra libertad de elección. Él nunca obligará a nadie a escoger lo bueno, ni tampoco impedirá que alguien tome decisiones equivocadas. Él sabe que al tomar decisiones y experimentar las consecuencias de dichas decisiones, aprenderemos a distinguir entre el bien y el mal. Al aprender a elegir correctamente, encontraremos más felicidad.

    2. Todos los seres humanos somos responsables de nuestros actos

      Nosotros vivimos con nuestro Padre Celestial como uno de Sus hijos espirituales antes de iniciar su vida en la tierra y nos encontrábamos feliz en ese lugar, pero Dios sabía que no podría seguir progresando a menos que se alejara de Su presencia por un tiempo.

      De modo que Él presentó Su plan: el plan de salvación. Mediante éste, nosotros vendríamos a la tierra, donde obtendríamos un cuerpo físico y tendríamos experiencias que nos ayudarían a aprender y progresar. El propósito del plan es ayudarnos a llegar a ser más como Él.

      Nuestro Padre Celestial sabía que mientras nosotros estuviésemos en la tierra cometeríamos errores; por esa razón, como parte de Su plan, Él proporcionó un Salvador, Jesucristo, quien haría posible que los pecados fuesen perdonados, y que todas las personas que aceptaran Su sacrificio regresaran a vivir con nuestro Padre Celestial.

      El hecho de que nosotros estemos en la tierra significa que aceptamos el plan de nuestro Padre Celestial y venimos con el deseo de hacer todo lo que estuviese a nuestro alcance para recibir todo lo que Él tiene para nosotros.

      Lo maravilloso acerca del plan de nuestro Padre Celestial es que, si lo seguimos, no sólo volveremos a Su presencia después de morir, sino que también tendremos paz y felicidad en esta vida.

    3. Dios elaboró el plan de salvación
    4. Todos tenemos un propósito en esta vida

    No estamos en la tierra por accidente, sino que hay un propósito para su existencia terrenal. Estamos aquí para recibir un cuerpo físico, ganar experiencia y desarrollar atributos divinos como la justicia, la misericordia y el amor.

    Dios no nos envió sin un plan; sino que Su plan está designado para que nos proporcione a todos Sus hijos una paz mayor en esta vida —sin importar cuáles sean las pruebas—, y gozo eterno en la vida por venir. Es un plan de salvación y felicidad eternos.

    Para ser nosotros parte de Su plan, nuestro Padre Celestial nos invita a:

    • Conocer y amarlo a Él y a Su hijo, Jesucristo.
    • Aprender a amar a los demás como Él los ama.
    • Aprender a elegir el bien sobre el mal.
    • Comprometerse con Él por medio de ordenanzas tales como el bautismo.
    1. La muerte no es el fin. La muerte es en realidad un comienzo—otro paso en el plan de nuestro Padre Celestial para Sus hijos.

      Algún día, nuestra vida en la tierra llegará a su fin y nuestro cuerpo físico morirá. Pero nuestro espíritu no morirá. En el momento de la muerte física, el espíritu irá al mundo de los espíritus, donde continuará aprendiendo y progresando.

      La muerte es un paso necesario en nuestro progreso, del mismo modo que lo fue nuestro nacimiento. En algún momento después de su muerte, nuestro espíritu y cuerpo se volverán a reunir, y nunca se volverán a separar. A eso se le llama resurrección, la cual fue posible por medio de la muerte y Resurrección de Jesucristo.

    2. Nuestra vida continúa después de la muerte

      Nuestro Padre Celestial les da mandamientos a Sus hijos porque los ama. Sabe que "la maldad nunca fue felicidad" (Libro de Mormón, Alma 41:10) y que la rectitud le traerá a usted paz duradera en la vida terrenal y felicidad eterna en la vida que viene. Los mandamientos de Dios le pueden ayudar a llegar a ser como Él y a hallar gozo.

      Cuanto más se ama a Dios, más deseará hacer Su voluntad. Jesucristo enseñó que los que aman a Dios guardan Sus mandamientos (Juan 14:21). Una vez que sepamos qué es lo que Dios desea que usted hagamos, debemos tener el valor de obedecerle aunque esto implique abandonar algo que queramos mucho.

      Obedecer los mandamientos de Dios a veces parece un sacrificio, pero Él nos bendecirá por nuestra obediencia y nos brindará "la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero" (Doctrina y Convenios 59:23).

    3. El Señor nos dio mandamientos par nuestro progreso

      El matrimonio entre un hombre y una mujer ha sido una parte integral del plan de Dios desde el principio. Dios enseñó a Adán que "no es bueno que el hombre esté solo" (Génesis 2:18), y Eva llegó a ser su compañera. Uno de los propósitos fundamentales del matrimonio es tener compañía.

      Dios también mandó al hombre y a la mujer: "fructificad y multiplicaos" (Génesis 1:28), o sea, tener hijos. Otro propósito central del matrimonio es traer hijos al mundo dentro del entorno de la familia.

      El matrimonio y la familia son puntos centrales del plan de Dios para el destino eterno de Sus hijos. Nuestro Padre Celestial espera que hagamos todo lo posible mientras estemos en la tierra para prepararnos a nosotros mismos y preparar a nuestros hijos para vivir en una familia eterna.

      2.17 Las familias pueden estar juntas para siempre.

      Las relaciones familiares pueden durar para siempre, y no tan sólo para esta vida. Así como algunas de las alegrías más gratas derivan de las asociaciones con la familia, la pérdida de un miembro amado de la familia puede ser la fuente de nuestro pesar más profundo; pero no es necesario que la muerte marque el final de nuestras relaciones con nuestros seres queridos. El Señor reveló a José Smith que "la misma sociabilidad que existe entre nosotros aquí, existirá entre nosotros allá [en la eternidad], pero la acompañará una gloria eterna" (Doctrina y Convenios 130:2).

      Los miembros de la familia que acepten la expiación de Jesucristo y sigan Su ejemplo pueden estar juntos para siempre mediante ordenanzas sagradas realizadas en los santos templos de Dios.

      La familia es fundamental en el plan que Dios tiene para nosotros

      Nuestra familia provee el marco para gran parte del crecimiento que experimentamos en la vida. En la familia amamos, servimos, enseñamos y aprendemos unos de otros. Compartimos nuestras alegrías y nuestros pesares. Los lazos familiares pueden presentarnos desafíos difíciles, pero también nos brindan algunos de los gozos más grandes.

      Aunque no podemos escoger las condiciones de nuestro nacimiento, sí podemos elegir el fortalecer y alegrar cada día más a nuestra familia. En verdad es posible que las personas regresen a la presencia de Dios y que las familias estén unidas eternamente.

      La Familia: Fuente de Felicidad

      La familia puede ser una de las fuentes de mayor felicidad para nosotros. No hay otro amor más profundo ni otro gozo tan pleno como el que puede existir dentro del círculo familiar. Las familias nos dan lo mejor de lo que ofrece la vida.

      La familia es donde también se puede sentir el dolor más profundo; y pueden tropezar y aún fracasar. Sin embargo, a menudo es posible alcanzar la felicidad en la familia aún cuando haya dolor.

      Al igual que todo lo que es de valor, las relaciones familiares requieren esfuerzo, pero el esfuerzo vale la pena porque el plan es que las familias perduren para siempre y que nos brinden gozo.

    4. El matrimonio es parte del plan de Dios

      La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene un papel activo en la enseñanza del Evangelio restaurado de Jesucristo. Más de 60.000 misioneros voluntarios van por todo el mundo compartiendo el gozo que han encontrado gracias al Evangelio. La mayoría son jóvenes solteros que rinden servicio de jornada completa por 18 o 24 meses que sufragan con sus propios gastos. Estos misioneros comparten un mensaje sobre Jesucristo y Su Expiación por todos. Enseñan acerca del gran plan de salvación de nuestro Padre Celestial, el cual permite a todas las personas la oportunidad de regresar a Él

    5. La Obra Misional es parte importante de la Iglesia
    6. El Cuerpo Humano es Sagrado

    Su cuerpo es un don preciado que Dios le dio. Con objeto de ayudarnos a tener cuerpos y mentes vigorosos, Dios le dio una ley de salud a José Smith en 1833. Dicha ley se conoce como la Palabra de Sabiduría.

    Además de destacar los beneficios de llevar una dieta apropiada y de tener salud física y espiritual, Dios se ha pronunciado en contra del uso de:

    Dios promete grandes bendiciones físicas y espirituales a los que cumplan con la Palabra de Sabiduría. Hoy en día, la comunidad científica promueve algunos de esos mismos principios que nuestro Dios amoroso dio a José Smith hace casi dos siglos.

    1. Por medio del servicio a los demás experimentamos gozo y nos acercamos a Dios.

    Pocos lugares, si es que los hay, requieren de las virtudes de la humildad y el servicio más que la familia; y unos cuantos nos dan más oportunidades de practicar esas virtudes. Jesús estableció para nosotros el ejemplo de humildad y servicio. Los que siguieron a Jesús lo llamaban "Maestro." Sin embargo, aun cuando era Su líder, Jesús les enseñó que Él era Su siervo. Se ciñó una toalla y les lavó los pies. Aquello era un trabajo para sirvientes, pero no para el que era su Maestro y les dijo que si Él estaba dispuesto a servirles lavándoles los pies, ellos deberían estar dispuestos a servirse el uno al otro.

    De igual modo, los miembros de la familia—ya sean hombres o mujeres, viejos o jóvenes—deben ser lo suficientemente humildes para servirse mutuamente según se necesite.

    2.20 Principios Morales

    La Iglesia abraza las normas morales que enseñó Jesucristo. Éstas incluyen:

    • La honradez, el amor y el desarrollo del verdadero carácter personal.
    • Los atributos personales establecidos por el ejemplo mismo de Cristo.
    • Obediencia a la ley civil.
    • Las relaciones sexuales sólo entre el hombre y la mujer que están legalmente casados.

    Al vivir los principios morales, usted puede verse libre de muchos de los problemas que el mundo enfrenta y hallar la paz en su vida.

    Ley de Castidad

    El poder de dar vida a un niño es sumamente sagrado. Nuestro Padre Celestial ha mandado que el poder y privilegio sagrados de tener relaciones sexuales se ejercite sólo entre un hombre y una mujer legalmente casados. Eso es lo que denominamos la ley de castidad. Dicha ley significa que no debemos tener relaciones sexuales antes del matrimonio, y una vez casados, sólo debemos tener dichas relaciones con nuestro esposo o esposa.

    El guardar la ley de castidad da como resultado la felicidad, la paz y el respeto por uno mismo. De igual modo, hace que el amor entre los cónyuges sea mayor, y protege a las familias. La violación de esta ley constituye una ofensa grave; no obstante, las personas que la hayan violado pueden obtener perdón y paz mediante el arrepentimiento y la obediencia.

    3. Resumen de creencias

    A José Smith se le preguntó cuales eran las creencias básicas de la Iglesia y él resumió las enseñanzas y creencias de la Iglesia en 13 puntos básicos conocidos como Los Artículos de Fe de La Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días. Estos son:

    1. Nosotros creemos en Dios el Eterno Padre, y en su Hijo Jesucristo, y en el Espíritu Santo.
    2. Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la trasgresión de Adán.
    3. Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio.
    4. Creemos que los primeros principios y ordenanzas del Evangelio son: primero, Fe en el Señor Jesucristo; segundo, Arrepentimiento; tercero, Bautismo por inmersión para la remisión de los pecados; cuarto, Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.
    5. Creemos que el hombre debe ser llamado por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad, a fin de que pueda predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas.
    6. Creemos en la misma organización que existió en la Iglesia Primitiva, esto es, apóstoles, profetas, pastores, maestros, evangelistas, etc.
    7. Creemos en el don de lenguas, profecía, revelación, visiones, sanidades, interpretación de lenguas, etc.
    8. Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde esté traducida correctamente; también creemos que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
    9. Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios.
    10. Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus; que Sión (la Nueva Jerusalén) será edificada sobre el continente americano; que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá su gloria paradisíaca.
    11. Reclamamos el derecho de adorar a Dios Todopoderoso conforme a los dictados de nuestra propia conciencia, y concedemos a todos los hombres el mismo privilegio: que adoren cómo, dónde o lo que deseen.
    12. Creemos en estar sujetos a los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la ley.
    13. Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres; en verdad, podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.

    Bibliografía:

    • El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo (Palmyra, New York, EUA 1830)
    • Doctrinas y Convenios (Kirland, Ohio, EUA 1833)
    • History of the Church (Salt Lake City, EUA 1860)
    • Enseñanzas del Profeta José Smith (Salt Lake City, EUA 1950)
    • Testimonio del Profeta José Smith (Navoo, EUA 1838)
    • Pagina Oficial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: www.lds.org

    Juan Carlos Ruiz Ospino