1. Introducción2. La diplomacia y el nuevo desafío de la comunicación.3. El poder de la globalización, publicidad y propaganda.5. Bibliografía
1. Introducción
El tema entre la cooperación y la competencia de la diplomacia y los medios de comunicación es bastante reciente o por lo menos no tan antiguo como los orígenes mismos de la diplomacia. La diplomacia es sinónimo de comunicación y sus representantes actuaron tradicionalmente como conductores informáticos entre ciudades, pueblos, provincias, feudos. Fueron los cables transmisores entre grandes o cortas distancias, distancias que auguraban un mayor o menor riesgo, con información de importancia clave o con información de menor trascendencia. Fueron necesarios entonces diferentes métodos para lograr que esta información llegase sana y salva al lugar deseado. Las vestimentas del Heraldo por ejemplo, que lo identificaban por sobre el resto como un actor diferenciable en el campo de batalla. Las posteriores inmunidades y los tratados para respetar estas inmunidades. La necesaria codificación de la información debido a la falta de respeto de las antes nombradas inmunidades.
Pero esencialmente, lo que me interesa a mi en este trabajo, no es hacer la presentación histórica de las necesidades comunicacionales a través del tiempo y los cambios en el uso de la diplomacia para satisfacer estas necesidades; El fundamento de este trabajo es presentar a la diplomacia frente al real, contemporáneo y poderoso desafió de los medios masivos de comunicación, haciendo una breve reseña de la revolución tecnológica acaecida en la segunda mitad del siglo XIX pero centrándome principalmente, en la explosión de los medios masivos de comunicación en el siglo XX especialmente en la segunda mitad de este y como la diplomacia hizo y hace frente a este fenómeno que aniquila el espacio y el tiempo, espacio y tiempo que fueron la génesis de la practica diplomática.
Como dije anteriormente, las variables de la investigación van a ser la diplomacia frente a los mass media, la globalización a raíz de los medios de comunicación, la opinión pública, la interferencia que esta provoca, y publicidad o propaganda como instrumentos deliberadamente utilizados en pos o en contra de la diplomacia. El tema de mi investigación es el siguiente: ¿puede la diplomacia sobrevivir habiendo cambiado radicalmente las nociones de tiempo y espacio que la hicieron un instrumento de comunicación necesario?, y de hacerlo, ¿cómo sería la convivencia entre diplomacia y globalización dentro de un mundo en cambio permanente?
Mi intención es tomar en cuenta a aquellos autores que desde el concepto de diplomacia, toman con preocupación esta nueva inserción de la práctica y del otro lado a aquello otros autores que investigan la evolución de los mass media como un todo más general, como un fenómeno que afecta no sólo a la diplomacia sino a todas las esferas en las cuales se interrelaciona el hombre. Este fenómeno afecta directamente la comunicación entre las diversidades culturales y por lo tanto, un cambio simétrico en la instrumentación de los tratados, los acuerdos y las negociaciones. Me propongo de esta forma responder a mi hipótesis que cuestiona la capacidad de supervivencia de la actividad diplomática en el mundo globalizado.
2. La diplomacia y el nuevo desafío de la comunicación.
Cuando examinamos el proceso de comunicación de cualquier lugar o estado de la comunidad mundial, observamos tres categorías de especialistas. Un grupo vigila el entorno político del Estado como un todo, otro correlaciona la respuesta de todo el Estado al entorno, y un tercero transmite ciertas pautas de respuesta de los viejos a los jóvenes. Diplomáticos, agregados y corresponsales extranjeros representan a quienes se especializan en el entorno.
Cuando hablo de diplomacia enseguida lo asocio al concepto de comunicación entre diferentes pueblos, Estados o intereses. Desde la segunda mitad del siglo pasado los avances tecnológicos comenzaron a moldear las antiguas concepciones de espacio y tiempo. En un principio la imprenta se transformó en el símbolo de la expansión cultural, de la descentralización de la información: la gente sin estatus o poder económico podía alcanzar información que antes quedaba privilegiada a algún determinado poder central. Se tradujo algunos siglos después en el medio masivo de comunicación por excelencia, el periódico, la prensa escrita que empezó a masificar el contenido de la información y las actividades de los gobernantes. Las funciones de estos últimos no quedaban ya, solamente, a revisión de sus pares o de algún otro organismo afín, sino que una nueva entidad, denominada opinión pública, interfería en la realización de estas actividades. El ferrocarril consecuencia de la intensificación en la producción de carbón y acero, la navegación a vapor haciendo de las flotas mercantes, elementos más eficaces, el telégrafo, el teléfono y finalmente la radio, la televisión y la informática contribuyeron a formar el nuevo concepto de diplomacia. Y así, la línea histórica de la diplomacia, que parecía tener una tendencia ya establecida, necesidad de comunicación, organización, especialización y profesionalización, se vio dentro de un espacio más influenciado por los medios o por lo menos mezcló elementos que la separaron de esta línea de desarrollo: superficialidad en el trato de los temas, ignorancia, apresuramiento en la difusión de la información y entonces se produce un conflicto de intereses entre el derecho a la libertad de expresión, las estrategias gubernamentales y la democracia. Cuales son los límites de cada una ya no es una cuestión determinada de antemano; es una cuestión en permanente cambio y a la vez una lucha por la nueva distribución del poder.
En cualquier país, la diplomacia y la prensa son adversarios incómodos. El diplomático cree que cuanto menos se dice, mejor. La prensa se basa en las declaraciones públicas.
Es evidente que la seguridad nacional no se compadece con los tiempos que la prensa comercial requiere para vender su producto. Intrumentos diversos como la televisión, las computadoras, son utilizadas hoy en día para interferir o sacar provecho frente a una política estatal; un grupo terrorista que siga paso a paso los acontecimientos a través de una cámara, o que pida la presencia de la prensa para poner como condición a la liberación de rehenes; la opinión publica haciéndose presente a través de encuestas, y el elemento distractivo que todo esto significa, exponen al negociador a una posición de examinacion permanente. ¿Cuánto puede oponerse un embajador residente en determinado país a la presión de la prensa para exponer alguna política exterior o negociación que pongan en peligro el futuro prestigio de dicha nación?, ¿Cuánto pierde en eficacia, esa política negociadora al hacerse pública y al llegar a oidos del otro en un tiempo escaso con respecto a la maduración de esta política?, ¿Cómo afecta la exposición pública del diplomático, antiguamente protegido por un aura de profesionalismo y sofisticación?.
Es necesario el estudio de este nuevo comportamiento hacia la sociedad, y también de esta nueva forma de discurso. Los nuevos enemigos ya no son el individuo que capturaba al Heraldo, que conseguía la valija diplomática, el emisario más sagaz que obtenía mayor rédito de la negociación; hoy está el espionaje de prensa, la filtración de información, los Hackers, aquellos funcionarios que por razones privadas dan a conocer políticas publicas e interfieren en la consecución de la seguridad nacional representan el nuevo desafío.
Un elemento dirigente se muestra receloso del otro y confía en la comunicación como medio para conservar el poder. Por tanto, una de las funciones de la comunicación es la de facilitar información acerca de lo que está haciendo la otra elite, así como de su poderío. Por consiguiente, el espionaje internacional se intensifica en tiempos de paz, y además se hacen esfuerzos para enmascarar la propia identidad a fin de contrarrestar la vigilancia del enemigo potencial.
No es todo negativo en la relación prensa diplomacia. Una vez aceptada la situación de convivencia por ambas partes, sólo resta empezar a sacar conclusiones positivas: ¿Cómo aprovechar semejante difusión en provecho del interés nacional?, ¿Afectaría mis intereses el difundir a propósito una información errónea para confundir la otra parte?. El aprovechar los medios de comunicación para consolidar alguna política negociadora debe ser previsto por la actividad estatal ya que es sabido que los medios de comunicación no son un fenómeno temporal; ya forman parte de la estructura que interrelaciona a las diferentes culturas y regiones y transformar esa energía en forma constructiva, debería ser la política a emplear. Jugar con la incertidumbre de la otra parte, contaminar los canales comunicativos con información falsa, son nuevas alternativas a la diplomacia personalista. Las filtraciones de las que habla Newsom: del ego, defensiva, por disenso, calculada y súbita. Todas estas filtraciones contienen elementos en común y especulan sobre las capacidades de los negociadores que están sujetos al impacto psicológico que significa alguna de estas movidas, hechas calculadamente o no.
3. El poder de la globalización, publicidad y propaganda.
La globalización es un tema de moda. La globalización, creo, hace una falsa alusión a temas generalizados y generalizables. Pero sobre todas las cosas globalización es sinónimo de poder. La diplomacia a vivido varias condiciones históricas en donde el centro del poder cambió y con él, la dirección de la diplomacia. Hoy el centro del poder ya no es identificable, a veces bajo la figura de algún monopolio mediático, de alguna empresa multimedia. La legitimidad del poder ya no tiene un representante claro; antes podía ser el soberano, el emperador, el parlamento, el presidente, pero actualmente es un poder abstracto que hace a la diplomacia dependiente de él y también suele cumplir directamente con el rol del diplomático.
Cuando frente a las pantallas de televisión el enviado de prensa logra entablar un diálogo con un líder extremista, con un guerrillero, está realizando el trabajo que potencialmente podía haber realizado el diplomático o hasta quizás con una evidente mejoría; llegar hasta estos lugares recónditos como la selva o el lugar mismo de la negociación, no era una posibilidad intrínseca del diplomático, debido a la investidura que lo envolvía y debido a que nunca estuvo entrenado para ser el canal de diálogo entre una parte no convencional de negociación y el común de la gente.
Cada vez más, los principales grupos de poder, entre los cuales el negocio organizado ocupa el lugar más espectacular, han adoptado una técnica para la manipulación de grupos de masas a través de la propaganda, en lugar de utilizar los medios de control más directos.
Los nuevos actores "diplomáticos" entran en juego y con ellos, un cúmulo de nuevas relaciones, peligros y desafíos a los cuales se ve sometida la negociación. Como advierte Nicolson, la irresponsabilidad del pueblo soberano, vigilante potencial de la política exterior estatal, le agrega a una actividad negociadora que por tradición y costumbre se realizaba entre dos o más partes que conocían el por que de esa determinada negociación y a la vez se conocían entre ellas, procedían desde objetivos claramente establecidos, y llevaban a cabo la negociación como instrumentos profesionales y especializados, le suma un actor no preparado, predispuestos permanentemente a emitir una opinión que es canalizada por la opinión pública. La opinión pública ha entrado en escena y ha transformado los proceso tradicionales. La opinión pública usa y es usada por los medios e veces como justificación de una política exterior, otras veces como instrumento de presión para llevar a cabo dicha política.
El cuerpo electoral, innumerable, anónimo e inconsciente, controla la política exterior, ese sentimiento de responsabilidad, personal o colectivo, ha dejado de existir.
Desde Hitler en adelante la publicidad, forma tradicional con la que la prensa ha logrado subsistir, ha dejado este lado ingenuo para potenciarla y sustituirla por otra forma más consciente y psicológicamente dirigida como es la propaganda. La propaganda hoy, es una de las principales herramientas de la diplomacia que ha advertido su enorme potencial para convencer al grueso de las masas que la política exterior llevada a cabo es la correcta. También, por que no, para enviar información falsa, distraer a la otra parte negociadora, enviar mensajes armados desde una agencia de publicidad destinado a influir en la masa mediática.
Este tema del monopolio de los medios obliga a pesar de que lado y como se ubica con respecto al gobierno que ejerce el acto responsable de llevar adelante una política exterior. A diferencia de Norteamérica, en donde la prensa está caracterizada por una absoluta autodeterminación y libertad y a la cual el gobierno le rinde culto debido al gran respeto que ha ganado a través de los años, en otros países existe en concepto de prensa controlada. A veces directamente, con gobiernos autoritarios que manipulan los principales canales o radios, otras veces indirectamente, con una devolución de favores del monopolio hacia el gobierno. Esto genera grandes dificultades, no sólo durante la negociación, sino también de entendimiento entre las partes; es difícil explicar para un diplomático que está llevando a cabo una negociación en otro país, su necesidad de ser consecuente y abierto hacia la prensa cuando la otra parte, actúa sin contrapesos. La dilación, como marca Nicolson, es otro de los factores novedosos que obstruyen y dificultan a las voluntades negociadoras. Ya los tiempos no son directamente controlables sino que sufren el estancamiento que produce la opinión pública al querer entender masivamente el significado de la negociación. Y no sólo es la dilación que no existía en la época en que un monarca, su política y su ejecución eran uno sólo. Donde no había intermediarios o eran nominales. Y se agregan a los corto circuitos nombrados por Nicolson, la irresponsabilidad y la dilación, la ignorancia y la vaguedad en el trato de los temas. Todos conceptos relacionados con el acortamiento de los tiempos, le necesidad de la primicia por sobre la precisión y la responsabilidad en la información.
Desde ciertos autores y analistas políticos, se quiere brindar la imagen que, prensa controlada y monopolio de los medios tiene una relación intrínseca con los gobiernos autoritarios, mientras que prensa libre y desregulada está emparentada con los gobiernos democráticos. No sé hasta que punto es así ni hasta que punto estoy de acuerdo. Hubo acabados ejemplos en los últimos tiempos de casos contrarios a los antes dichos; una prensa en un país autoritario, es muy difícil de controlar por que su libertad de acción no está dada por normas legales y ni siquiera por la coerción física. A veces la legitimidad y la necesidad de información por parte de la sociedad, hacen que los gobiernos autoritarios no puedan frenar la inercia propia de los acontecimientos. Mientras que en países democráticos y liberales, muchas veces, los gobiernos y los grandes grupos empresarios trabajan codo a codo difundiendo información necesaria para ambos, pero información no necesariamente real. Por citar algún caso que me viene a la mente, el trabajo de la CNN en el conflicto de Yugoslavia, alentando una propaganda a nivel mundial en pos del gobierno norteamericano, desde una edición sin recursos objetivos o imparciales, dan por el piso con el argumento que dice que la democracia y la libertad de prensa son sinónimos. Aquí, en el último de los casos, las minorías, los grupos que disienten con la versión oficial de los hechos y más importante aun, la otra parte perjudicada por los hechos, no tienen representación ante la opinión pública. La diplomacia es reemplazada momentáneamente, por un pulpo que tiene recursos para estar en muchos lados a la vez y cuyo poder de difusión y de influencia en la opinión pública, es mucho mayor que la de cualquier embajada apostada en el país del conflicto. Claro que este embajador momentáneo, al ganar en extensión, pierde todas las virtudes que con el tiempo, la diplomacia fue moldeando: la profesionalización, la precisión en la formulación, y la ejecución de determinada política, la consciente tarea hacia la defensa del interés nacional; y me parece que esta última es la más ventajosa de las virtudes, en la comparación con los medios de comunicación. ¿Cómo se comportarían esos grandes monopolios económicos, interesados no por el interés nacional sino por aumentar su beneficio económico, al recibir una mejor oferta desde el exterior por sus servicios?, ¿Cuál es la consecuencia a futuro, al dejar a la política nacional, en manos de grupos ajenos a la correspondiente burocracia tradicional del Estado?.
4. Hipótesis y conclusiones.
Creo que no se puede hablar de una competencia directa entre diplomacia y medios de comunicación. No compiten dentro del mismo ámbito y por los mismos objetivos. Al no enfrentarse directamente en intenciones, creo que llegan o pueden llegar a complementarse si ambos, utilizan en beneficio propio, esa capacidad para influir en la opinión pública mundial. El servicio diplomático, más cerca de los intereses de una nación, relacionándose con lo público y cuando es necesario con lo secreto, y los actuales medios de comunicación, poderosos e interesados en mantener sus beneficios, pero atentos a los beneficios que le puede significar, asociarse con un gobierno.
No deja de tener vigencia el profesionalismo del diplomático tradicional, utilizando muchas veces su presencia directa como media más eficaz para la comunicación; su precisión en los conceptos, el status que representa, sus estudios previos, el interés sobre datos reales (lengua, tradición, costumbres) de la otra parte negociadora, y sobre todas las cosas, la sensación de responsabilidad que le otorga su rol de representante de una determinada nación y su interés nacional. Tampoco se puede negar la influencia y la inevitable introducción de los medios masivos (radios, Internet, televisión, diarios) en el quehacer estatal y en la difusión de información que la institución pública mantenía secreta, lejos de la opinión pública y de los intereses ajenos; pero al hacerse inevitable esta influencia, se hace evidente la necesidad de utilizarla a favor de los intereses diplomáticos, como un complemento de la negociación, percibir su aporte en avances tecnológicos, credibilidad de la opinión pública y alcance espacial. En cuanto a este último aspecto, el alcance global de los medios masivos, la diplomacia, como cualquier otra actividad pública, es casi dependiente de las empresas mediáticas como instrumento para alcanzar puntos alejados, y por eso debe alejarse de los intereses económicos y de los beneficios que persiguen las empresas, por que la convivencia entre ambas puede convertirse en un foco de corrupción.
Por lo pronto, mi respuesta a la primer pregunta de mi hipótesis, si la diplomacia podía seguir subsistiendo a pesar de los drásticos cambios espaciales y temporales, es si. Ya demostró una vigencia dentro de una esfera lo suficientemente autónoma y protegida por la red de intereses públicos, que el nuevo poder ascendente de los medios de comunicación, no pueden afectar en su esencia. A pesar de complementarse en varias áreas no dejan de tener intereses diferentes y dentro de este marco la diplomacia mantiene una posición fuerte y prestigiosa que está mas de acuerdo con su posición tradicional dentro del esquema público, que dentro de un esquema moderno planteado por la actividad de los medios. No se mantiene intacta pero mantiene su esencia. La diplomacia ha superado un escollo que a primera vista parecía más peligroso para la actividad. Demostró que no sólo la comunicación es pertinente a su actividad sino que es una institución imprescindible para el manejo responsable del interés público. Comunicar responsablemente, negociar con prudencia y no guiado por interese privados, económicos y monopólicos.
La convivencia entre ambas variables, diplomacia y comunicación, es un hecho y queda sometido a permanente análisis, la complementariedad y la incompatibilidad entre ambos. El cambio vertiginoso y permanente, que es característica especifica de este mundo actual, puso a prueba a las practicas tradicionales de intercambio; puso al diplomático frente a la exposición pública y la imprecisión de la primicia. Pero la diplomacia y los secretos de Estado demostraron estar más allá del poder de difusión y de la necesidad de saberlo todo por parte de la opinión pública. Creo que es posible hacer un trabajo de análisis a partir del encuentro de estas dos instituciones pero creo que en definitiva, son más sus diferencias que sus puntos comparables. La diplomacia no sufrió tantas alteraciones como en épocas de guerra o con el cambio de algún régimen. La vulgaridad y la imprecisión de los medios masivos de comunicación, le permitieron a la diplomacia, mantener su autonomía con respecto a esta.
-Nicolson H., La diplomacia, Breviario -Newsom David, La diplomacia y la democracia norteamericana, Grupo editor latinoamericano. -Paul F.Lazarsfeld y Robert King Merton, Comunicación de masas, gustos populares y acción social organizada, en Moragas M, Sociología de la comunicación de masas, vol II, gili, barcelona, 1985.ç -Lasswell D. Harold, Estructura y función de la comunicación en la sociedad, en Moragas M, Sociología de la comunicación de masas, Vol II, Gili, Barcelona, 1985. -González Gartalnd, Alén luis y Ricardo Esparis, Lecciones de derecho a la información, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1992.Mommsen W, La época del imperialismo, Siglo XXI, Madrid, 1998
Autor:
Mariano Colla
29años Estudiante de Relaciones Internacionales.