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Carlos Manuel de Céspedes y su vinculación con logias masónicas

Enviado por lohema


    1. Resumen
    2. Desarrollo
    3. Bibliografía utilizada

    RESUMEN

    Conocer los cimientes de la cultura se hace impostergable cuando hablamos de conocimientos de este ramo y más si trabajamos con una cultura regional. Muchas han sido las investigaciones que, en el orden de la historiografía política, se le han dedicado a Carlos Manuel de Céspedes*, trabajos que sirven para adentrarnos en ese mundo convulso de la Guerra Grande y conocer aquella dimensión por la que transitó. Sin embargo, es escasa la búsqueda realizada desde el punto de vista cultural y cívico, aspecto de obligado estudio. Ello nos convoca a pensar que también el prócer estuvo imbuido en cuestiones masónicas, a sabiendas de los graves peligros que corría el país.

    Desarrollo

    Una intensa búsqueda de los cimientos de la cultura nacional se ha destacado en los últimos tiempos para conocer a fondo toda la herencia acumulada. Y es, precisamente, en esa cultura donde debemos remitirnos con la ayuda de un hilo conductor que sea capaz de hilvanar lo que ha quedado escondido en un rincón de la historia.

    Cuando hablamos de cultura nacional nos estamos refiriendo a los valores materiales y espirituales nuestros, a lo autóctono, a lo que nos identifica como cubanos y la voluntad de querer serlo. Dicha cultura se orienta en favor del rescate de virtudes, aptitudes y actitudes que van mostrando la identidad nacional; o sea, nuestra cubanía a partir de la idea de independencia, de abrirnos paso en todos los sentidos, de reconocernos a nosotros mismos dentro de un ambiente tan heterogéneo como lo es el mundo. Un ejemplo lo demuestra el Triunfo de la Revolución Cubana, el cual ha sido como dijera Abel Prieto "la obra más trascendental de la cubanía. Logró cambiar para siempre el destino del país".

    A través del presente trabajo nos acercamos al estudio de una figura paradigmática dentro del ámbito sociopolítico y cultural de la región: Carlos Manuel de Céspedes, y a partir de una arista muy poco tocada, su proyección como un hombre de cultura; esa dimensión humanista, muchas veces si no soslayada, apuntada de paso para ir a destacar su trayectoria política.

    Un estudio de este tipo ha reclamado de nosotros el adentrarnos en el ámbito cultural de la región. Hoy los estudio de corte regional constituyen una necesidad en la medida que son eslabones fundamentales de la larga cadena de la cultura cubana, muchas veces presentada a pedazos y con una franca postura habanocentrista. Sin los estudios de la región es imposible la conformación de una auténtica historia de la cultura cubana.

    Sin embargo, soy de las que opina que no se puede hablar de cultura nacional sin una cultura regional, la cual está desprovista de la importancia que realmente merece, porque hay acontecimientos, personalidades o procesos, inclusive episodios con una resonancia tal que se ubican en un nivel primario.

    Fue Bayamo una de las localidades representativas de la cultura regional conjuntamente con próceres que, vinculados a ideas separatistas, dieron a la luz su interés porque su terruño fuese culto en toda su dimensión. Ligada a esta vorágine maravillosa se destaca una figura bayamesa de pura cepa y conspicua además que harta conocida por sus actividades independentistas se conoce muy poco desde el punto de vista de su proyección cultural. Me refiero a Carlos Manuel de Céspedes, hombre cabal en innumerables sentidos y el primero en desatar la guerra por la independencia de Cuba aquel 10 de octubre de 1868.

    Es de interés abordar en este trabajo al Hombre de Mármol, como lo llamara nuestro Héroe Nacional, pues quiero tratarlo, no en su arista de luchador incansable por la gesta libertaria; no verlo en su bregar de Presidente de la República en Armas; como el amo de esclavos que les dio la libertad; no mirarlo como aquel hombre inalcanzable, muchas veces idolatrado y nada más; sino desde una dimensión abarcadora, más humana, más cercana a nosotros porque está junto a los cubanos todos. Es decir, realizar la exégesis de las facultades intelectuales de su personalidad a plenitud como el ser de carne y hueso que fue, que sintió y padeció por los terribles dilemas enfrentados.

    Descubrirlo en una de las manifestaciones culturales poco trabajada resulta muy novedoso, pues encontramos en esta figura a un hombre capaz, certero y sobre todo con sus aristas, vertientes, condescendencias, virtudes y defectos como todo ser humano que aprende a equivocarse, a comprender las ideas de otros que en su momento no le escucharon y apaciguar los calores entre los mismos compañeros de batalla.

    Es conocido que desde los inicios de la masonería, el rasgo caritativo y protector ha sido la responsabilidad de la fundación de hogares masónicos para la atención de los ancianos necesitados y sus viudas, orfanatos y escuelas para los hijos de los miembros. El masón fue y es consciente de que sus obligaciones de ayudar a los miembros deben ser subordinadas a la obligación que debe a Dios, su país y su familia, con pleno reconocimiento de sus deberes para con la humanidad.

    Conscientes de esta premisa, estamos entonces en condiciones de conocer y corroborar y no asombrarnos nunca por qué El Padre de la Patria se integró a las filas de esta hermandad y su actuar junto a todos los cubanos deseosos de la igualdad, la fraternidad y la libertad (aspectos inherentes a la masonería) sin importar el color de la piel, status social y sexo. Se nos hacen, pues, más comprensibles sus actitudes tomadas en instantes de insomnio, a pesar de las inadecuadas respuestas y acciones para con él, amén de la talla a la cual perteneció.

    Estas cualidades se muestran inmanentes en la figura de Carlos Manuel de Céspedes, es inconcebible ver al pionero de las luchas independentistas ajeno a los problemas tangibles de una sociedad que hasta ese momento se encontraba de rodillas ante una metrópolis aplastante y desgarradora como lo fue España con Cuba. Mucho antes del inicio bélico él sentía y padecía los abatares y así lo demostró en la incorporación a la fraternidad masónica cubana.

    Céspedes como todo hombre de su época formó parte de una logia masónica en agosto de 1867 en la que se reunían los conspiradores bayameses, aspecto que le permitió llevar adelante aquella difícil pero necesaria lucha revolucionaria.

    La misma se llamó "Estrella Tropical número 19", y tenía como Venerable Maestro el acaudalado terrateniente Francisco Vicente Aguilera. Los masones que allí concurrían eran, en su mayoría, ricos propietarios de tierra comprometidos en su totalidad con el proceso independentista cubano; así como otros hombres que, a pesar de su bajo nivel social, sentían inclinación por ver su patria libre. En los encuentros realizados en diferentes casas de los complotados (pues la iglesia católica combatía las logias) llegaban a acuerdos que permitieron aunar patriotas para el difícil pero impostergable enfrentamiento contra la metrópoli española.

    La "Estrella Tropical 19" era una de aquellas logias existentes en el país que conformaban el Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA), fundado el 28 de marzo de 1868 en La Habana por Vicente Antonio de Castro y Bermúdez, un decidido partidario de la separación de Cuba de España, además cirujano.

    El GOCA desempeñaba un papel fundamental similar al de la masonería francesa durante el siglo XVIII: la preparación ideológica de la revolución y el crear, dentro de sus logias irregulares, las condiciones para su concretización.

    Según el criterio que da Eduardo Torres-Cuevas "el plan del doctor de Castro era utilizar la organización masónica para preparar un pueblo capaz de defender su propia existencia; plan propio de su sentido iluminista" y "liberar al hombre de las ataduras de la ignorancia".

    Y es lógico atribuirle razón a dicho criterio, puesto que la misma sirvió de base para sustentar una semilla que muy pronto saldría a la luz: el inicio de las luchas contra el aparato represivo español en 1868. Démonos cuenta que las reuniones realizadas por hombres, en su mayoría ricos propietarios de tierras, eran netamente conspirativas, situándose en el extremo opuesto de los mandamientos de la burguesía esclavista.

    Lo que perseguía Vicente Antonio de Castro a través de aquella organización era similar a las aspiraciones de "los hombres del 68" y ¿cuál era el objetivo?, pues emancipar a los cubanos a la lucha, unirse todos para librarse del yugo colonial y crear una conciencia nacionalista.

    Nos hemos detenido en este punto porque el Gran Oriente de Cuba y las Antillas, aunque muy poco conocido, influyó positivamente en la vida del prócer, así como en la preparación de la guerra decisiva. Este cuerpo de educación política pretendía –como expliqué antes- formar hombres que dieran respuesta a innumerables problemas tanto socioeconómicos como políticos de ese momento histórico; es decir, solucionar aquellos de la realidad cubana de ese entonces.

    Los intereses de Céspedes, como miembro de la logia citada, coincidían en su totalidad con los preceptos del doctor de Castro, pues es sabido que la misma tenía un carácter insurreccional. Junto a él se afiliaron al GOCA y al Comité Revolucionario destacadas figuras como los tuneros Francisco Rubalcaba y Vicente García; Julio Grave de Peralta y casi todos los conspiradores holguineros; y el bayamés Donato Mármol y los revolucionarios de esa zona.

    Tal fue su apego a ese ideario que en el mes de abril de 1868 fue Venerable Maestro de la logia "Buena Fe" de Manzanillo, prohijada por la "Estrella Tropical". Ella estuvo integrada por los miembros revolucionarios de esa localidad y trabajó bajo dispensa en el corto tiempo en que funcionó.

    La dirección de la "Buena Fe" quedó constituida de la siguiente manera:

    Venerable Maestro: Carlos Manuel de Céspedes

    Primer Vigilante: Francisco Vicente Aguilera

    Segundo Vigilante: Pedro Nuño de Gonzalo

    Secretario: Eligio Izaguirre

    Tesorero: Manuel José Izaguirre

    Orador: Francisco María Fajardo

    Experto: Porfirio Tamayo

    Maestro de

    Ceremonia: Bartolomé Masó

    Ecónomo: Francisco Javier de Céspedes

    Guarda Templo

    exterior: Manuel de Jesús Calvar

    Como miembros se encontraban: Francisco Agüero, Manuel Anastasio Aguilera, Francisco y Pedro de Céspedes, Joaquín Figueredo, José María Izaguirre, Isaías y Rafael Masó, entre otros hasta sumar 37.

    La hermandad entre las logias de carácter insurreccional tenía un proyecto revolucionario, el cual consistía en la independencia política, la transformación económica y social, gobierno demo-republicano, abolicionismo, libertades públicas, laicización y deísmo.

    Los hermanos masones de La Buena Fe se reunían en las diferentes casas de los asociados para, también, hacer prácticas de tiro y machete, dirigidas por el Teniente Pedro Nuño.

    Es curioso la presencia en las tenidas masónicas de dos miembros de las filas españolas: el mencionado teniente y Germán González de las Peñas, quien ocupaba el cargo de comisario de policías. Ello nos permite decir que las logias en aquellos instantes tuvieron un marcado significado para sus integrantes, pues da la medida de la unidad manifiesta sin importar, en este caso, las posiciones antagónicas desde el punto de vista militar.

    Se tiene noticias, según datos de Rafael Acosta de Arriba, que Céspedes creó el 29 de septiembre de 1870, en Sierra de Najasa, la Logia "Independencia", en la cual ocupó el grado máximo de Venerable Maestro. "La misma fue trashumante y fungió en los campos de Cuba Libre." Se debe agregar además que en dichos centros se proponía luchar contra la esclavitud y el racismo, educar libertos, mientras que en sus preceptos no existía algún señalamiento que diferenciara a los hombres por el color de la piel.

    En páginas anteriores habíamos dicho que el GOCA pretendía agrupar hombres que dieran respuestas a las interrogantes del pueblo y una de ellas fue el trabajo enteramente libre. Céspedes, así como otros de su talla, proclamó la abolición de la esclavitud, pues veía la acelerada disminución de sus ganancias y la de otros criollos orientales condicionado por el atraso técnico; además consideró que la misma ya no tenia razón de ser, era obsoleta e inapropiada y lo demostró al tener obreros asalariados en su ingenio La Demajagua y alcanzar fructíferas producciones de azúcar en 1867.*

    A tal punto llegó su concepción de proclamar la abolición, que el propio 10 de octubre de 1868, al mismo tiempo que leía el Manifiesto, les dio la libertad a todos sus esclavos invitándolos a luchar por la igualdad plena del hombre. "Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista, ya la abolición de las instituciones españolas debe comprender y comprende por la necesidad y por razones de la más alta justicia, la de la esclavitud como la más inicua de todas"

    Ambos pronunciamientos hechos aquel lejano día, constituyeron el símbolo de rebeldía de los cubanos y el de la estirpe que se erige para hacer valer su condición de jefe insurrecto de la Guerra Grande.

    Hizo efectivo su decreto abolicionista y constató su preocupación porque no retornaran a sus dueños de esta forma hizo valedera, resuelta y creíble su decisión al expresar

    sublévense las dotaciones de las fincas, disponiéndose que los libertos útiles queden en Las Villas para la campaña, y los otros a Camagüey, de modo que sus antiguos dueños pierdan las esperanzas de volver a poseerlos, practicándose la remisión sin consulta por el que la lleve a cabo.

    La triste condición de los esclavos tocó sus fibras más sensibles y los amparó con el fin de impedir que su situación empeorara con trabajos agobiadores, con sistemáticos abusos por parte de propietarios sin conciencia. Esto lo hizo a través del cargo de Secretario de la Junta jurisdiccional de Fomento de Manzanillo otorgado por el Gobierno Superior de la Isla, según noticia extraída del periódico El Redactor con fecha 9 de agosto de 1859.

    Su misión fue muy bien defendida, reafirmando su entereza y su sensibilidad hacia los que un día llegarán a ser libres como todos los cubanos. Esto conduce a una conclusión: es imposible imaginar a Céspedes independentista opuesto a la abolición de la esclavitud, aunque el primero no dependa del segundo y viceversa; pero estos hechos en él van de la mano cristalizando una nueva etapa.

    Céspedes le daba un golpe a la esclavitud y con el decreto de la abolición (más tarde hecho realidad en 1887) reafirmó su posición antiesclavista. Sin embargo, hubo de retroceder y hacer concesiones, como Presidente, para apaciguar los calores de los camagüeyanos, villareños y occidentales que querían una abolición gradual, manchando su imagen y manteniendo el criterio anticespedista.

    Toda esta ininterrumpida labor del iniciador de la Guerra Grande no fue más que un catalizador para emprender lo que muchos llamaran "ruptura del 68", momento decisivo de desencadenamiento de los destellos lumínicos abrazados por los pioneros del independentismo.

    Catalizador que tomó fuerzas con la fundación de:

    la masonería [que] ha sido en todos los tiempos, desde su fundación, la institución que más elementos ha aportado a la independencia, la libertad, la cultura y el progreso de Cuba, tanto desde el punto de vista ideológico como el ejemplo de sacrificio, heroísmo y perseverancia ofrecidos por sus afiliados a fin de dar a Cuba una vida de decoro humano, de igualdad y fraternidad social y un régimen de sana democracia.

    Bibliografía utilizada

    1. Acosta de Arriba, Rafael: Apuntes sobre el pensamiento de Carlos Manuel de Céspedes. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1996.
    2. ___________________. Biobliografía de Carlos Manuel de Céspedes. La Habana, Editorial José Martí, 1997.
    3. ___________________. Los silencios quebrados de San Lorenzo. La Habana, Editorial José Martí, 1999.
    4. Cristóbal, Armando: "Precisiones sobre nación e identidad", en Temas; cultura ideología sociedad, No. 2, abril-junio de 1995, p. 103-110.
    5. Perfil histórico de las letras cubanas desde sus orígenes hasta 1868. Ciudad de La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1983.
    6. Pichardo, Hortensia: Facetas de nuestra historia. Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 1989.
    7. Pichardo, Hortensia y Fernando Portuondo: Carlos Manuel de Céspedes; escritos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 3 t., 1994.
    8. Prieto, Abel: Temas del pensamiento cubano. [s.l.], Editorial Ministerio de Cultura-Unión de Escritores y Artistas de Cuba, [s.f.], 1994.
    9. Rosental, M. Y P. Iudin: Diccionario filosófico. Ciudad de La Habana, Editorial Política, 1981.
    10. Revista Santiago, No. 32, diciembre de 1978.
    11. Torres-Cuevas, Eduardo: Antonio Maceo; las ideas que sostienen el arma. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1995.

     

    Lohema Céspedes Ginarte

    Profesora de Cultura latinoamericana y del Caribe y Cultura Cubana en la Universidad de Granma, Cuba.

    Licenciada en Letras (Filología) por la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba