En viaje hacia la comunicología: De espalda a la máquina observo al mundo (página 2)
Aquí me quiero detener un momento. Los años demuestran que los estudios de y sobre la comunicación estuvieron concentrados en el viaje de la información; en cómo explicarlo desde que se emite una palabra que viaja como sonido, hasta cómo ese sonido se transforma en un mensaje que es transportado por un campo de aire que le permite mover las vibraciones sonoras hasta llegar a un destino llamado por largas décadas "receptor" –algo que llamaré por ahora distinción vencida-. Este proceso revela la existencia de una visión unidireccional del comportar comunicacional –que sería otra distinción vencida-, algo que podemos denominar como la forma dualista y occidental de pensar el mundo, donde las cosas se resumen en un comienzo y un final, punto!. Me pregunto ¿qué pasa con el devenir, con la capacidad de transformación?.
Por otra parte, existen otros enfoques que ven al "mensaje" como eje central del proceso que conlleva la comunicación. Sin duda, no es algo menos importante, pues lo que decimos y cómo lo decimos siempre repercute en alguien o abre ventanas absolutas que no se vuelven a cerrar. El mensaje crea realidad y también le da un pulso a la situación, de alguna formada da el pie para entrar en sintonía con el "otro" o para crear un conflicto a partir del decir o del hacer o de la gestualidad. Es cierto que el mensaje importa, su estructura, su contenido, en fin, pero también surge a un nivel de igual importancia el "medio", elemento que utilizaremos para hacer viajar este mensaje, para que este último se multiplique.
Desde dicho presente ya no hablamos de una comunicación cara a cara, ocurrida dentro de un mismo tiempo y espacio determinado, sino de la comunicación o de la información que surge desde aparatos mecánicos o tecnológicos que permiten derribar la barrera surgida de ese espacio/tiempo. Esto sin duda hizo eco en las masas, donde a través de un televisor un solo mensaje era escuchado y visto por millones de personas, sin posibilidad de respuesta directa, una actitud a primera vista paciente del que recibe. Pronto la tecnología brindaría ciertos productos que nos permitirían hablar a distancia o ver a través de una cámara a un "otro" sin estar o compartir un mismo espacio.
Pareciera que existen medios para todo tipo de necesidades informativas, ya sea desde buscar una dirección en el mapcity – sobretodo para los que somos de provincia, desde donde se escucha un leve murmullo de inocencia aún-, hasta descubrir los síntomas de una enfermedad en wikipedia que parece que todo lo sabe o ¡casi todo!.
Hace algún tiempo hubiéramos pensado que todos estos enfoques son válidos, porque lo cierto es que cada uno pareciera tener su propia urgencia dentro del proceso comunicacional. Sin embargo, en toda esta historia se siente un vacío, una ausencia. Algo nos dice que la historia parece incompleta o que quizás se comenzó a escribir a la inversa. La verdad es que no lo sé con certeza, pero si entiendo que hay un gran ausente en las visiones del siglo pasado y es aquí donde comienza la segunda distinción.
Cuando pensamos en la acción de crear, de construir, es sin duda el hombre, el ser humano, el que surge como protagonista de aquellas acciones. Cuando hablamos de la búsqueda de sentido, de sobrevivir, de investigar, de pensar distinto y de levantar otra formula para entender mejor esto que llamamos mundo y su devenir, ciertamente es una forma de observar y de ver al hombre en su latir constante. Si hablamos de Dios desde su capacidad creadora, pareciera que todo fue dedicado para el hombre y por él, pues los animales y la naturaleza están ahí, son parte activa de nuestro espacio y alimentación.
De cierta manera quiero precisar que el hombre trabaja para el hombre en su misión de preservar la vida de él mismo. Todo se configura desde él y para él, entiendo "ÉL" como un todo que vive en movimiento y que podemos reconocer como humanidad.
Desde la idea de humanidad me quiero asir para hablar del gran ausente de los enfoques más tratados por las ciencias de la comunicación, es decir, el ser humano. Sin duda, existen algunos investigadores que están trabajando por esa distinción, tratando de explicarse la comunicación y su proceso desde el ser humano, disciplina que actualmente se denomina Comunicología.
"Los protagonistas y elementos centrales de una situación comunicacional son siempre las personas. Es sobre ellas y desde ellas que recae y surge la acción del comunicólogo, pues para él, comunicarse es un acto que vincula a los seres humanos". (Libro Comunicología, de la aldea global a la comunidad global, Mauricio Tolosa, 2006, pág. 56)
Observo al Mundo
Entender la complejidad de un ser humano es un ejercicio aún más complejo, pues pareciera que nuestra capacidad mental –hablo del común de las personas– no permite ver el todo. Aquello llamado la caja negra sigue siendo un misterio, allí encontramos información, pensamientos, conexiones neuronales que dan paso a otras conexiones, recuerdos, ilusiones, imágenes, visiones, conversaciones paralelas, deseos, emociones, sentimientos, percepciones, intuiciones, etc. Podríamos crear una lista extensa de todo lo que sucede en esa caja, pero en síntesis la complejidad del hombre se resume en su talento para ser impredecible. Por ejemplo, ante una pregunta existen infinitas respuestas o más práctico aún, ante un golpe o una mala palabra, una reacción del mismo nivel sería lo esperado, pero no por ello lógico, la persona podría responder con una caricia si lo quisiera.
Su alto nivel o capacidad para ser impredecible es lo que sumerge a la comunicación y su estudio a una fuerte reflexión que por estos días tiene sus ojos puestos en el ser humano como eje central de esta larga historia. Parece tan obvio –no es cierto-, sin embargo la historia no lo confirma de esa manera.
Ahora para acercarnos un poquito a la complejidad del hombre –sólo un poquito– deberíamos aprender a ejercitar nuestra facultad de observar. La pregunta surge de inmediato: ¿cómo se observa?. Personalmente no tengo una respuesta concreta del cómo se debe hacer. No obstante, podemos pensar una forma que nos acerque a esa complejidad o por lo menos a convivir con ella.
Para observar es necesario ejercitar la mente y lograr un estado presente, algo así como vivir en el "aquí y ahora". Estando en el tiempo presente podremos desechar nuestras propias conversaciones paralelas que circundan en la mente, apartaremos nuestros problemas personales que interferirán en nuestra concentración y también los prejuicios que puedan estar haciendo ruido o interviniendo en nuestra observación. El primer acercamiento demanda mirar, escuchar, oler, tocar si es que es necesario, detenerse en las conductas y formas de vida que observamos. En un nivel más profundo, observar demandará que desde lo alto veamos la cultura, identifiquemos la identidad de lo observado. Luego ya con un mayor entendimiento nos transportaremos desde nosotros como observadores al objeto observado y comenzaremos a habitarlo, es decir, como una suerte de desdoblamiento, tendremos que habitar o vivir en el objeto observado para ver a través de sus ojos como éste ve y vive el mundo. El objetivo de este proceso es entender una historia que está fuera de nosotros y que necesitamos hacerla propia. En ese momento no solo estamos observando, sino que en nuestro rol de observadores deberemos alcanzar un estado de conciencia que nos indique cómo observamos lo que observamos, desde aquel hábitat que no es el nuestro sino el del "otro".
A partir de ello podremos ampliar nuestra visión sobre el otro, vivenciar su hábitat y pensar desde un hábitat distinto al nuestro. Salirse de uno mismo y tomar las maletas para vivir en la morada del objeto observado. Desde allí podremos comenzar recién un proceso de entendimiento o comprensión del otro, para saber cuáles son las experiencias que lo determinan ser de una forma y no de otra. Identificar cuáles son sus necesidades y qué elementos, de acuerdo a su carácter o esencia, podrían ser transformados en pro de sus objetivos de vida como individuo o como integrante de una comunidad.
La comunicología dice "una observación eficaz, que posibilite surgir los elementos de diagnóstico claves en la definición de un sistema de relaciones entre personas, requiere mirar una situación desde diferentes ángulos, ser capaz de ponerse "en los zapatos del otro", interpretar elementos y relaciones que crean una situación, desde las diferentes posiciones de los participantes, variando los puntos de vista. La mirada del comunicólogo es de perspectivas múltiples, como mirar una escultura desde distintos ángulos simultáneamente". (Libro Comunicología, de la aldea global a la comunidad global, Mauricio Tolosa, 2006, pág. 54)
Desde ese proceso y como resultado del mismo, podremos activar la capacidad transformadora que posee la comunicación. De cierta forma no dependerá de lo observado o de una percepción lejana sobre el "otro", sino desde lo que ese "otro" me otorgue como información, para luego trabajar aquella situación comunicacional que en su propio devenir no está logrando un fluir de coordinaciones necesarias que le permitan alcanzar su objetivo como individuo y/o dentro de su comunidad, dependiendo del caso.
Aquí hablar de transformación es muchas veces peligroso para los fundamentalistas de la razón, me refiero a aquellos seres que necesitan una razón concreta, científica y muy comprobada para creer. Lo que planteo no es con el afán de ironizar sino de activar una señal de alerta para el propio conocimiento y los que deseamos conocer. Pienso que para creer se necesita fe, convicción y voluntad sobre lo que pretendemos hacer carne en nosotros y en los otros, algo que a veces es visto como una obsesión incomprensible por el entorno, pero ojo, el hombre que cree sabe que esta concepción no lo beneficiará solo a él y es ahí donde está la importancia del asunto.
Dar una señal positiva de transformación a la comunidad o al individuo, sin duda influirá en su estar en el mundo, en su estado de ánimo, en su devenir. Para nadie es una sorpresa pensar que la mayoría de los seres humanos queremos sentirnos felices, no sólo un día o unos minutos, sino día a día. Cuando hablo de ese "estar feliz" no me refiero a ese estado de euforia que entendemos por felicidad –ya sea ganarse el kini, encontrar un trabajo soñado y el amor de la vida el mismo día, de seguro que no hablamos de eso– sino de un sentir profundo de agradecimiento por la vida que tenemos en este presente, es cómo entender la vida más allá de cuestionarla porque no nos dio esto o aquello.
En esa búsqueda me encontraba cuando descubro la comunicología. Esta disciplina plantea que a través de la comunicación se pueden transformar las situaciones comunicacionales en otras situaciones comunicacionales que ayuden a ese fluir de coordinaciones consensuales que nos permiten coincidir o mejor aún, sintonizarnos desde un mismo lenguaje, pensamiento, sentir y ojos para ver el mundo.
Si trabajamos en pro de esa sintonía, algo puede pasar, de seguro algo sucederá. Si bien un cambio implica dejar una "forma antigua" para abrir los abrazos a una "forma nueva", esto nos indica que la comunicación puede ser nuestra herramienta de cambio y de transformación al momento de vincularnos como comunidad o desde nuestra individualidad.
Creo que ahí está el atractivo esencial de este nuevo pensamiento.
Un chacra comienza a canalizar lo necesario
"Un comunicólogo me confirma que es necesario siempre respetar al otro, escucharlo con atención y tratar de entenderlo en su realidad".
Cuando habitamos un pensamiento, ya nada vuelve a su estado inicial. Creo que algo así me sucede. Parece una exageración, pero es verdad. El conocimiento, las conversaciones, el intercambio de ideas y la reflexión posterior, tienden abrirnos puntos energéticos que nos develan una realidad que no podemos esquivar. Ya cuando entendemos la trascendencia de los temas que nos cruzan la vida de manera transversal, no hay pie atrás.es como saber una verdad que necesariamente debe ser divulgada.o trabajada en ti, en los otros, y en los otros de los otros.eslabón tras eslabón, todo adquiere sentido y coherencia. Si bien nada es casualidad, es necesario entender qué es todo esto y como hacerlo posible, real.
Sin duda esto es un comienzo de comienzos.
Autor:
Francisca Aguilar González
Noviembre 2008
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