En viaje hacia la comunicología: De espalda a la máquina observo al mundo
La verdad es que no hallo como empezar. Hay varias ideas y otras quizás muy nuevas dando vueltas por mi cabeza. Lo primero y como introducción es que para entender esta nueva visión debí darle la espalda a la máquina un tiempo, un tiempo para respirar y volver a una práctica perdida como es el observar. Ante ese ejercicio comienza a surgir el mundo, surgen las ciudades, los pueblos, los individuos, las personas, los niños, los conductores de buses, las noticias, surge mi "ser" al cual observo también, surge una humanidad integrada y en unidades.
Luego una fuerte reflexión me sumerge en algo que creo entender o conocer desde siempre, si bien no del todo, creo entender el lenguaje, su intención, su alma. Lo interesante es que esta nueva mirada va en la misma dirección que por largo tiempo buscaron mis ojos ir. Asombroso y verdadero. Si bien este texto dependerá de una biología, de las experiencias vividas y de los sentidos que la digieren poco a poco, trataré de acercarme a un entendimiento desde mi carácter como aprendiz.
Dejar la Máquina
Creo que las personas no saben muchas veces lo que nos pueden provocar, pues unas cuantas palabras parecen abrir tu centro energético y dejar una semilla de voces que comienzan a subir de tono, que te inquietan al punto de no conciliar el sueño muchas veces. Voces que comienzan a dar sentido a tus capacidades ahí, latentes. Desde ese escenario decides tomar el timón con tus propias manos y empezar a navegar por mundos que percibes como conocidos.
Paralelamente la realidad parece frenar ese ímpetu, una realidad encarnada en tu entorno más cercano que no comprende o que intuye de plano que te volviste un poco loco. Sin saberlo caemos en las infinitas explicaciones que nos provocan dudas sobre lo que nuestro espíritu nos está diciendo.
El ejercicio de escuchar no es fácil, ni menos si se trata del espíritu, pero cuando él dice que debemos dejar la máquina por un tiempo bajo la mesa, nos está invitando a vivenciar un momento reflexivo y necesario que sólo responde a una sensación personal, de esas que te conducen por un camino, aún, en construcción.
Así, poco a poco, nos vamos armando o configurando en algo que va más allá de entrar a un trabajo por la mañana y salir ocho horas después, esto es algo distinto, es como un llamado desde lo profundo, algo te dice que a través de la comunicación podrás transformar mundos que necesitan pasar a otro estado. También crees que hay personas que con urgencia necesitan creer que las cosas pueden ser distintas, quizás no a través de un gobierno sino desde ellos mismos, la forma de cómo puedan hacerlo es uno de los propósitos que me llaman a escribir este primer acercamiento a la comunicación en su sentido más primitivo y humano. Para ello comenzaremos por entender una palabra, simple, pero potente, me refiero al concepto "distinguir".
Para pensar el concepto "distinguir", comenzaré primero hablando someramente del recorrido que han realizado los estudiosos sobre la comunicación, obviamente desde una manera superficial, pero acorde con los reparos que hoy hace la comunicología como una forma distinta de explicar y vivir la comunicación.
Distinguir
"Cuando nos lavamos la cara, todo parece nuevo y fresco, con juventud. Algo parecido es lo que detallaré a continuación."
Al parecer no importa que vivamos en un mismo lugar toda la vida, que recorramos sus calles, sus almacenes o que vayamos al kiosco de la esquina a comprar toffee de menta –que son los mejores-, lo que importa – y aquí es donde surge la primera distinción– es que todos veamos de manera distinta ese mismo lugar. Uno a uno vamos construyendo realidades desde la individualidad, desde la individualidad de los sentidos, desde la individualidad de las experiencias y de nuestro mayanadi. Aquí lo absoluto pasa a ser otro absoluto, el absoluto de que somos personas irrepetibles – cierto, eso ya no parece una novedad– y a partir de esta creencia, un lugar se construirá una y otra vez por las personas que vivan en dicho espacio.
Es como imaginar a 20 millones de chilenos construyendo una imagen desde su proyección mental sobre la ciudad de Santiago. No sería extraño que nos preguntáramos entonces: ¿vemos lo que queremos ver?, pareciera que a veces sí y si lo que vemos es positivo o es algo tan humano como el amor, entonces una imagen amorosa la repetiremos o la proyectaremos una y otra vez desde nuestra mente. Sin embargo, existen tres elementos que destaca la comunicología que determinan esa construcción de realidad: nuestra biología, los sentidos y la experiencia.
Desde esta reflexión se desprende una creencia que nos puede llevar a entender porqué en un mar de ojos, solo un par puede hacer una distinción particular que dé con una situación necesaria o un fenómeno de investigación que redunde en un resultado necesario, por ejemplo para explicarnos la comunicación humana.
Página siguiente |