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El Mito de las Mayorías (página 2)


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Desde España, en 1930, se alzó la pluma de José Ortega y Gasset. Con su obra premonitoria "La Rebelión de las Masas". En plena concordancia con Ingenieros, afirmó que "La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente calificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente calificadas". En alusión directa a lo que ocurría en Alemania, España, e Italia, alertó.

"Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni quiere tener razón, sino que sencillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones. He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sin razón, yo veo en ello la manifestación más palpable del nuevo ser de las masas, por haberse resuelto a dirigir la sociedad sin capacidad para ello"

Vuelvo a aclarar, desde mi punto de vista, las masas es la parte de la población movilizada políticamente, pero no todas las mayorías actúan como masas, y estas jamás han representado a las mayorías.

Claro está, Hitler perdió la guerra, y la historia lo juzgó de monstruo, asesino, etc. Pero pocas veces se le otorga la responsabilidad a esas mayorías que votaron por él, y a esas masas violentas que lo acompañaron y lo legitimaron. El mito decía "El príncipe es legítimo por la gracia de Dios", hasta que las masas "le cortaron la cabeza al príncipe". Nació el nuevo mito, "la voz del pueblo es la voz de Dios", que por cierto es una desviación, hecha por algún populista, de la frase atribuida al Monje Alcuino de York del Siglo VIII d.C, aquel de las siete columnas de la sabiduría humana, que en su obra Epístolas expresó: "Y esas gentes que siguen diciendo que la voz del pueblo es la voz de Dios, no deberían ser escuchadas, porque la rectitud de las masas está siempre bastante cerca de la locura". Sin embargo en pleno siglo XXI, podemos hacer inventario de la gran cantidad de monarquías existentes en el mundo y la forma como se han desarrollado sus pueblos. El pueblo los acepta mientras esté bien. Hasta ahora respetan a sus reyes que como sabemos, no son nombrados por el pueblo, pero ejercen gran poder político y son un equilibrio ante los antagonismos de los eternos extremos ideológicos.

La historia implacable nos ha demostrado como supuestas mayorías en los diferentes pueblos del mundo han tenido actuaciones destacadas que el juzgamiento de los años ha valorado como logros o avances significativos, pero también muchas de esas actuaciones no pudieran catalogarse igual; ¿O no fue algo parecido a una asamblea de ciudadanos, o referéndum consultivo, el convocado por Poncio Pilatos para preguntarle al pueblo sobre la suerte de Jesús de Nazareth? ¿Y no fue esa muchedumbre que auspiciada y manipulada por Caifás, repetían las consignas que éste y sus sacerdotes les decían? Fue decisión de una masa movilizada la muerte de Jesús en la cruz, dejando en libertad a Barrabás. La historia reivindicó a Jesús, cientos de años después, pero las masas han seguido equivocándose a lo largo de la historia, y en varias oportunidades han reincidido en escoger "algún Barrabás".

No sobra quien defenderá a esas masas manipuladas, expresando argumentos como: "la Gracia de Dios así lo quiso para que su hijo pudiera resucitar"; "¡El malo era Caifás!; "¡Poncio Pilatos fue un pelele sin autoridad!"; etc.

Es costumbre de políticos y supuestos intelectuales demócratas culpar al ciego y no atreverse con el que le da el garrote. Pocos autores de fama en ciencias políticas se arriesgan a acusar la responsabilidad de mayorías circunstanciales en los males de sus naciones. En esto nos puede ilustrar el italiano Humberto Eco con un reciente artículo denominado "El enemigo de la prensa" publicado en el New York Times, del 24 de Julio del 2009, en clara referencia a la situación política actual de su país, expresó:

"La historia (me gustaría decir desde Catalina en adelante) está llena de hombres atrevidos y carismáticos, con escaso sentido del Estado y altísimo sentido de sus propios intereses, que han deseado instaurar un poder personal, desbancando parlamentos, magistraturas y constituciones, distribuyendo favores a los propios cortesanos, identificando el placer personal con el interés de la comunidad. No siempre estos hombres han conquistado el poder al que aspiraban porque la sociedad no se lo ha permitido. Cuando la sociedad se lo ha permitido, ¿Por qué tomársela con estos hombres y no con la sociedad que le ha dado carta blanca?"

Es aquí donde los términos abstracción, fantasía y mito se me hacen sinónimos, es difícil hablar mal de las masas y de las mayorías, tienen soberanía, poder del voto y violencia significativa para meter miedo. Aquel que aspira reconocimiento, cargos y prebendas no puede enfrentarse a ellas. Siempre existirá el riesgo de que las masas acaben violentamente con aquellos que aún sin enfrentárseles no los acompañen en sus aspiraciones. Por tal razón, la prudencia aconseja decir lo que ellas quieren escuchar y no otra cosa, eso es otra esencia democrática ¡No contradecir a las mayorías!

De la Democracia a la Oclocracia

El problema de relación entre poder y masas incluyendo el poder en las masas ha sido objeto de estudio desde el inicio de la historia. El nacimiento de la Democracia como forma de gobierno fue un creación del hombre para tratar de canalizar las inquietudes de sus mayorías, y al respecto, Sócrates, Platón y Aristóteles reflexionaron sobre ese tema. En 1553, el francés Etienne de la Boetie, en su famoso discurso "De la Servidumbre Voluntaria", expresó que la tendencia natural de los pueblos es desconfiar de quien lo ama y confiar en quien lo engaña: "Esos pueblos que se dejan atraer con tanta facilidad y llevar a la servidumbre por un simple halago, o una pequeña golosina"

El ya citado Scipión Sighele reflexionó sobre el tema al expresar: "Se dice que ejercer el poder en grupos, es una garantía contra los abusos, pero hay que ver ante todo si son una ayuda y facilitan el ejercicio de ese poder", afirmaba dicho autor que cuando hay muchas personas, se diluye el ejercicio de ese poder, se hace nulo por las discordias que origina el interés, las opiniones y los humores diferentes, y porque si uno acude, el otro no, perdiéndose tiempo, oportunidad y eficacia; "si es difícil hallar talento en todos, mucho más difícil es encontrar responsabilidad personal, todos tratan de rehuir la carga"

La ciencia política, luego de la Segunda Guerra Mundial, ha centrado el debate en una discusión dialéctica entre los racionalismos liberal y marxista, cada uno con defensores a ultranza de sus modelos económicos capitalismo y socialismo respectivamente, que por supuesto enaltecen sus ideologías con la exclusión del mito como herramienta de análisis para la suya, pero si para la otra tendencia. Esto es entendible ya que siendo la democracia el modelo de Estado (o de gobierno) de moda, sigue sustentado en el voto individual del ciudadano y por tal razón el logro de los objetivos políticos es capturar la mayor cantidad de votos posibles. Para lograr esto, los políticos, según George Sorel, trabajan los mitos en el colectivo. "La manipulación de estos mitos es orientada a reforzar un sentimiento de dependencia a entidades colectivas abstractas, como la raza, el Estado, la nación, la cultura, la libertad, la sangre, la nación, etc" Según dicho autor, el mito posee elementos psíquicos que lo comparan con la ideología, la utopía y la quimera, utilizados por las maquinarias partidistas para "elaboraciones de la conciencia colectiva que no se basan en una realidad objetiva" buscando subyugar a las mayorías para capitalizar su atención y sus votos, y de ser necesario, poder movilizarlos en la defensa de sus intereses de turno y de sus mitos. Claro está, en el actual mundo globalizado, ningún cddno aceptará su condición de manipulado por la esperanza y el mito.

Las sociedades modernas han tratado de construir nuevos modelos democráticos, dibujando, mediante normas internacionales, lineamientos ubicados en dimensiones éticas, llenos de expectativas sobre las actuaciones de ese pequeño grupo de la población, que se postulan y ocupan cargos de gobierno. Una definición moderna de democracia, que más parece adecuada al planteamiento de este ensayo, es la del jurista español Ramón Cotalero, en su obra "En torno a la teoría de la Democracia" (1990)

"La democracia es la forma de gobierno en que las decisiones se adoptan por mayoría que actúa como la totalidad, pero que no siéndolo, ha de respetar los derechos de las minorías. Entre estos, a su vez, el más importante es el de convertirse en mayoría mediante procedimientos pacíficos"

Es otra hermosa construcción poética llena de buenas intenciones para las relaciones armoniosas entre una totalidad conformada por mayorías y minorías luchando por el poder en ciclos más o menos continuos de sustituciones en los cargos públicos, en una realidad social marcada por la pobreza, la incompetencia, la improvisación y la modificación de los valores sustentados por la ética para la sana convivencia social.

Alertaba Rosseau a mediados del siglo XVIII, sobre la eterna disputa acerca de la mejor forma de gobierno, sin considerar que cada uno de ellos, es la mejor en algunos casos y la peor en otros. Recomendando que la democracia conviene solo a los estados pequeños, expresó que:

"Un pueblo tan perfecto que no abusase jamás del gobierno, tampoco abusaría de la independencia; un pueblo que siempre gobernase bien, no tendría necesidad de ser gobernado. Jamás ha existido una verdadera democracia, ni es posible que jamás exista. Es contrario al orden natural que gobierne la mayoría y que la minoría sea gobernada"

Esta visión de Rosseau se resume en otro adagio popular, "muchas manos en el caldo ponen el guiso morado". Hay que recordar que dicho autor también expresó refiriéndose a la democracia, "un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres" y que si existiese un pueblo de dioses, sin duda se gobernaría democráticamente.

Hago especial énfasis en razón de aquello que las nuevas tendencias políticas autoproclamadas "progresistas" denominan "poder al pueblo" como una teoría avanzada de la llamada "Democracia Participativa", esa que técnicamente sustituye a la "representatividad", y que en Venezuela amenaza sensiblemente la estabilidad de las instituciones previstas en la constitución y con ello, la propia convivencia social de unos pueblos tan numerosos y tan lejos de los dioses del pueblo de Rosseau.

Con sustituir el término "representante" por el de "vocero", o cualquier otro vocablo, no se soluciona los problemas de incompetencia, ignorancia, corrupción, etc. Multiplicar el número de voceros no es garantía por si sola de que dichos voceros sean una expresión cuantitativa y mucho menos cualitativa de lo mejor de nuestra sociedad. Desapareciendo de la estructura organizativa instituciones como la parroquia, el municipio o el estado, para crear comunas, estados comunales, o como quieran llamarlos son nuevas entelequias o viejos fracasos. Se debe recordar que en 1980, China eliminó el proyecto de comunas populares que junto con el "gran salto adelante" y otras "innovaciones de la revolución" reconocieron públicamente como "errores de la izquierda".

Si existen tantos errores nuevos que cometer, porque repetir viejos errores creando ficciones jurídicas que lo que hacen es sumar expectativas a las grandes mayorías, ahora ilusionadas con el mito de un "Poder Popular" planteado en normas ambiguas y mal redactadas. Estos cambios gatopardianos solo suman confusión y diluyen las responsabilidades, haciendo más evidente aquello que "lo que es de todos no es de nadie", y por lo tanto nadie lo cuida y nadie responde por ello. Esto es un paso agigantado hacia el desorden, la impunidad y la anarquía.

En Venezuela, el pueblo aprendió que para ser presidente del país solo tiene que ser venezolano de estado seglar, mayor de 30 años y contar con el apoyo de la mayoría. También aprendió que nadie es mejor que nadie, y que todos somos iguales. Ahora, ese pueblo reclamará por mayoría de votos que su vecino "Chance" el jardinero de la Universidad, tremendo líder comunal y sindical, tenga derecho a ser Rector de esa universidad de la que él forma parte ¿O es que un rector es más que un presidente? Dije jardinero en alusión al personaje aquel de Jerzy Kosinsky en su obra "Desde el Jardín". Pero pude también referirme al Juan Peña de Pedro Emilio Coll, al Sancho de Cervantes, al Bertoldo de Croce, por nombrar los mejores.

Con el poder no se debe jugar, ya que aquel que lo conoce, se acostumbra a el y no lo quiere perder. Este fenómeno masificado puede ser peligroso en las mayorías que según la democracia, ejercen el mito de la soberanía sin estar capacitadas para ello. La soberanía popular es un todo abstracto, y no puede dividirse entre el número de ciudadanos para que cada uno de ellos ejerza una parcelita del poder que la genera creyendo estar preparado para ello.

Polibio, en el año 200 a.C, nos advertía que cuando una democracia se mancha de anarquía y violencia, con el pasar del tiempo se transforma en la oclocracia, otro concepto abstracto que se define como "la tiranía de las mayorías incultas y el uso indebido de la fuerza para obligar a los gobernantes a adoptar decisiones o regulaciones desafortunadas por su irracionalidad".

Cuando la identificación del gobernante con esas mayorías es de tal naturaleza que se comparte una visión parcializada de la realidad y de la razón, nos expresa Polibio que "El interés de los oclócratas que ejercen el poder es hacerlo degenerar en oclocracia con el objetivo de mantener dicho poder en forma corrupta, buscando una ilusoria legitimidad en el sector más ignorante de la sociedad hacia la cual vuelcan todos los esfuerzos propagandísticos y manipuladores" El Leviathan no es el Estado como afirmó Hobbes, es esa mayoría del pueblo que desapareció de su menú de opciones los conceptos orden, respeto, autoridad, mérito y otros similares. Es el monstruo bíblico que despertaron los mitos de Estado y democracia, y que se levanta para reclamar las esperanzas que le vendieron. Cuando ese monstruo sin conciencia ni entendimiento se intoxique de anarquía a causa de las únicas opciones que maneja, igualdad, libertad y poder, tomará su cola entre sus fauces y comenzará a devorarse a si mismo.

 

 

Autor:

Angel Alberto Bellorín

Abogado. Doctor en Derecho Constitucional. Profesor Titular

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