Historia de la evolución del sida
Los orígenes del SIDA aún no están muy claros. Se sabe que en 1981 surgió una epidemia la cual creció rápidamente. En un principio los científicos pensaron que se debía a un nuevo virus creado por la CIA o por la KGB. Sin embargo desde 1959 se han detectado casos de SIDA y de VIH-1 y VIH-2 en África y desde 1968 en Norteamérica. Los virus del SIDA, el VIH-1 y el VIH-2, podrían constituir una invención antigua de la naturaleza, según sospechan los biólogos. Pertenecen a la familia de los retrovirus, cuya información genética está contenida en una molécula de ARN en vez de ADN, como es habitual en la mayoría de los seres vivos. El VIH-2, endémico en África occidental y que se ha propagado principalmente a la India y Europa, está emparentado con el virus SIVsm del mono mangabey y el SIVmac del macaco. El pariente simiesco más próximo del VIH-1, endémico en África central desde donde se ha extendido a América del Norte y Europa, es el virus SIVcpz del chimpancé. El estudio de los genes de estos virus y de otros hallados más recientemente, como el SIVmnd del mandril y el SIVagm del mono verde, apunta a que todos ellos se separaron al mismo tiempo de un antecesor común. El descubrimiento en 1989 del VIH-2 ALT, una variante del VIH-2 más remota que algunos SIV, parece indicar que el virus del SIDA existía en el continente africano casi un siglo antes de que surgiera la epidemia.
Desde que una persona se infecta con el VIH hasta que desarrolla el SIDA suelen transcurrir entre 6 y 10 años. El estudio de la evolución de la enfermedad puede realizarse a través de distintos marcadores de laboratorio o por las manifestaciones clínicas que van apareciendo. Dentro de los marcadores bioquímicos podemos considerar el descenso de la cifra de linfocitos T CD4 que, hasta hace relativamente poco tiempo, ha sido la principal referencia para catalogar el estadio de evolución de la enfermedad. Desde 1996, la determinación de la cantidad de virus circulante en la sangre de la persona infectada, que recibe el nombre de carga viral, se ha convertido en el principal marcador de la evolución de la enfermedad.
La mayoría de los pacientes experimentan, al cabo de unas tres semanas de haberse infectado con el virus VIH, una serie de síntomas pseudogripales como fiebre, cefalea, eritema, linfoadenopatías y sensación de malestar. Estos síntomas desaparecen al cabo de una o dos semanas. Durante esta fase, llamada fase de infección aguda, el VIH se multiplica a una gran velocidad, sufriendo diversas mutaciones genéticas. En un primer momento, se produce un descenso de la cifra de linfocitos T CD4 pero, al poco tiempo, alcanzan unas cifras normales en respuesta a una activación del sistema inmunológico. Los individuos son altamente contagiosos durante esta fase.
A continuación se pasa a una fase, llamada fase asintomática, que puede durar diez años o más. Durante este periodo, el virus continúa replicándose causando una destrucción progresiva del sistema inmune. El recuento de linfocitos T CD4 suele ser normal.
En la fase siguiente, denominada fase sintomática precoz, se suele iniciar el desarrollo de síntomas de enfermedad clínica y suelen aparecer infecciones oportunistas leves.
Se llega, por último, a la fase denominada SIDA o fase de enfermedad avanzada por VIH en la que aparecen las infecciones y tumores definitorios del síndrome de inmunodeficiencia adquirida.
Infecciones oportunistas y tumores
Los fallecimientos de enfermos con SIDA no suelen deberse a la infección por el propio virus, sino a la aparición de infecciones oportunistas o al desarrollo de ciertos tumores. Las infecciones se desarrollan cuando el sistema inmune no puede proteger al organismo frente a diversos agentes infecciosos que habitualmente se encuentran en el medio ambiente y no provocan enfermedad. El desarrollo de alguna de las diferentes infecciones oportunistas, llamadas enfermedades definitorias del SIDA, junto con el descenso de la cifra de linfocitos T CD4 es lo que determina el diagnóstico clínico de la enfermedad.
La infección oportunista más frecuente en pacientes con SIDA es la neumonía debida a Pneumocystis carinii, que es un protozoo que se suele encontrar en las vías respiratorias de la mayoría de las personas. Distintas neumonías bacterianas están, junto con la tuberculosis, frecuentemente asociadas con el SIDA. En la última fase sintomática de la enfermedad la infección por Mycobacterium avium puede causar fiebre, pérdida de peso, anemia y diarrea. Ciertas infecciones provocadas por bacterias del tracto gastrointestinal también pueden cursar con diarrea, pérdida de peso, anorexia y fiebre. También son comunes, durante las fases avanzadas, enfermedades causadas por distintos protozoos, especialmente toxoplasmosis del sistema nervioso central.
Las infecciones por hongos también son frecuentes en pacientes con SIDA. La infección mucocutánea por Candida albicans suele ocurrir en fases tempranas y anuncia el inicio de la inmunodeficiencia clínica. El Cryptococcus es la causa principal de las meningitis que desarrollan los enfermos de SIDA.
Las infecciones virales oportunistas, especialmente las debidas a herpesvirus, son muy frecuentes en pacientes con síndrome de inmunodeficiencia adquirida. Los citomegalovirus, miembros de esta familia de virus, infectan la retina y puede provocar ceguera. Otro herpesvirus es el virus de Epstein-Barr, que se ha relacionado con la aparición de linfomas (tumor de las células sanguíneas). La infección por el virus herpes simple, tanto tipo 1 como 2, también es frecuente, provocando lesiones perianales y alrededor de la boca muy dolorosas.
Muchos pacientes con síndrome de inmunodeficiencia adquirida desarrollan, además, tumores, siendo los más frecuentes los linfomas de células B y el sarcoma de Kaposi. El linfoma es una manifestación tardía de la infección por VIH y se desarrolla cuando existe una gran depresión del sistema inmune. Puede afectar a cualquier órgano y principalmente al sistema nervioso central. El sarcoma de Kaposi es una neoplasia multifocal que se manifiesta por el desarrollo de nódulos vasculares en piel, mucosas y vísceras. Es una manifestación precoz de la infección por VIH y puede aparecer con recuentos normales de linfocitos T CD4. Es la neoplasia más frecuente en pacientes infectados por el virus de la inmunodeficiencia humana y se caracteriza por la aparición de lesiones cutáneas de color rojo o púrpura.
El virus del SIDA, para fortuna de todos los seres humanos, no puede transmitirse como el resfriado común, pues necesita de determinadas condiciones para ser transmitido y sobrevivir dentro del nuevo organismo que habita. El virus es frágil, no permanece con facilidad y además tiene un periodo muy corto de actividad fuera del organismo. Además es sensible al calor, no puede resistir más allá de los 60 grados centígrados, por lo cual cuando penetra en el cuerpo necesita entrar en contacto inmediatamente con la sangre del nuevo individuo contagiado. Otra ventaja que tiene el virus para el hombre es que para poder infectarlo necesita penetrar con una cantidad determinada de virus, si no lo puede hacer de esta manera, la persona puede ser inmune a la infección. Los lugares en los que se encuentra en cantidades que pueden causar la infección son en la sangre, el esperma, flujo vaginal, leche materna y otras secreciones vaginales. Así mismo, se puede encontrar en otros fluidos corporales pero en cantidades inferiores.
Existen diferentes medios de contagio, que se describen a continuación: En un principio se decía que los contagios sólo se producción a consecuencia de prácticas homosexuales; sin embargo, hoy en día se puede ver que también las heterosexuales son una fuente de contagio.
Para que el virus se transmita de esta manera es necesario que exista penetración sin protección, la penetración puede ser por medio vaginal o anal. El virus se transmite debido a las heridas microscópicas que toda penetración provoca, así es como al momento de estar la herida abierta, el semen o el flujo vaginal infectado entra en contacto con la sangre de la otra persona. En teoría, el sexo oral es también una fuente de infección siempre y cuando existan heridas en la boca o en el miembro de la pareja. Por otro lado es preciso apuntar que los besos no lo transmiten, a pesar de lo intensos que lleguen a ser, pues la cantidad de virus encontrada en la saliva no es suficiente para el contagio. Si embargo, si existen heridas expuestas en ambas personas, sí puede llegar a transmitirse dicho mal.
La sangre es la fuente más importante de contagio, pues es una zona donde la cantidad de virus concentrada es la indicada para infectar a cualquier persona. Hoy en día la transfusión de sangre a través de un banco no genera gran problema, dado que desde 1985 todos los donantes deben someterse a las pruebas correspondientes de detección de VIH. Sin embargo, las jeringas si representan un verdadero peligro, pues las personas que consumen drogas inyectables comparten sus jeringas provocando así un foco de infección, es además importante mencionar que las cucharas para preparar las drogas también pueden estar infectadas. Se ha dicho que los artículos como las pinzas, tijeras de peluquero navajas de afeitar, cepillos dentales, etc. pueden estar infectados. Es por esto que se requiere que antes de ser usados por una nueva personas sean sometidos a la autoclave, la cual calienta el objeto con el fin de reducir la posibilidad de contagio.
Transmisión de la madre al hijo
Esta transmisión puede producirse durante el embarazo a través de la placenta o bien durante el parto. Una mujer VIH positiva tiene entre un 20 y un 50% de probabilidades de tener un bebé infectado , porcentaje que varía según los países. Es por esta razón que se aconseja a toda mujer VIH positiva que quede embarazada; además, el riesgo de infección aumenta con el empeoramiento del estado de la madre.
Después del nacimiento, el amamantamiento es una fuente potencial de transmisión del virus, por lo que también se recomienda a las mujeres VIH positivas que no amamanten a sus hijos.
Agotamiento prolongado e inexplicable. Glándulas hinchadas (nódulos linfáticos). Fiebre que dure más de 10 días. Resfriados. Exceso de sudor, especialmente de noche. Lesiones de boca incluyendo llagas y encías hinchadas y dolorosas. Dolor de garganta. Tos. Acortamiento de la respiración. Cambio en los hábitos, incluyendo el estreñimiento. Diarrea frecuente. Síntomas de una infección específica (tales como cándida, neumocistis, etc.). Tumores (sarcoma de Kaposi) Erupciones en la piel u otras lesiones. Pérdida de peso no intencionada. Malestar general o inquietud. Dolor de cabeza Además de estos síntomas se pueden presentar algunos más. Es importe mencionar que en un principio, es decir, al momento de la infección no se presenta ningún síntoma notable
El VIH se transmite por contacto directo a través de sangre contaminada, semen y otras secreciones sexuales. El virus presente en los flujos sexuales de hombres y mujeres infectados puede pasar a la corriente sanguínea de una persona sana a través de pequeñas heridas o abrasiones que pueden originarse en el transcurso de las relaciones homo o heterosexuales.
Uno de los principales mecanismos de transmisión y contagio de la enfermedad es el uso compartido de agujas o jeringuillas contaminadas con sangre infectada. Este modo de transmisión afecta principalmente a los drogadictos adictos a drogas intravenosas.
En la actualidad, la infección por VIH debida a transfusiones de sangre es muy improbable, gracias a las pruebas que se han desarrollado para la detección del virus en la sangre.
El virus de la inmunodeficiencia humana puede también transmitirse desde la madre infectada al feto por la placenta y al recién nacido a través de la leche de la madre. Aunque sólo un 25-35% de los niños que nacen de madres con SIDA presentan infección por VIH, este modo de transmisión es responsable del 90% de todos los casos de SIDA infantil.
En los países occidentales, el mayor número de casos debidos a las relaciones sexuales se ha producido por transmisión homosexual, a diferencia de lo que sucede en España, donde el mayor número de contagios se debe a la transmisión heterosexual.
Aunque el síndrome de inmunodeficiencia adquirida se detectó en 1981, la identificación del virus VIH como agente causal de la enfermedad no se produjo hasta 1983. En 1985, la primera prueba de laboratorio para detectar el VIH, desarrollada por el grupo de investigación de Roberto Gallo, empezó a utilizarse en los bancos de sangre. Este test permitía detectar si la sangre contenía anticuerpos frente al VIH. Sin embargo, durante las 4 a 8 semanas siguientes a la exposición al VIH, la prueba es negativa porque el sistema inmunológico aún no ha desarrollado anticuerpos frente al virus. En 1996, se aprobó la utilización en los bancos de sangre de una prueba de laboratorio suplementaria que permitía detectar antígenos del VIH que son proteínas del propio virus. Esta prueba permite, por tanto, identificar el virus antes de que el sistema inmune fabrique sus anticuerpos.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta (CDC, siglas en inglés) han establecido la siguiente definición para el diagnóstico del SIDA: en un individuo VIH positivo el recuento de células T CD4 debe ser menor a 200 células por milímetro cúbico de sangre, o el individuo debe presentar alguna manifestación clínica definitoria de SIDA como infecciones oportunistas por Pneumocystis carinii, candidiasis oral, tuberculosis pulmonar o carcinoma invasivo de cérvix en la mujer, entre otros.
Las formas de prevenir el SIDA son diversas, cuando se trata de transmisión de carácter sexual se tiene dos medidas a tomar. La primera es la abstinencia, la cual es la más segura. Sin embargo en caso de que se haya tomado la decisión de tener relaciones sexuales con una pareja, es necesario que se conozca bien a la pareja y que además se use un preservativo de manera adecuada; es decir, sin que éste sufra ningún tipo de alteraciones en su estructura, lo cual significa que no se perfore o rompa en ningún grado. El preservativo (condón) puede ser masculino o femenino, ya que se ha probado que es el único medio de prevenir el casi al 100%, puesto que se ha probado que en ocasiones el virus ha logrado traspasar el condón.
Para los casos de transmisión sanguínea es necesario que para hacerse una transfusión se acuda a un centro confiable. Para el caso de las drogas inyectables, es necesario que no se compartan las jeringas ni ningún otro instrumento para preparar la inyección. Por su parte, las madres que tienen el riesgo de contagiar a su pequeño, pueden disminuir este riesgo dejando de amamantarlo
Existen distintos medicamentos antirretrovirales que actúan en distintas fases del ciclo de replicación viral. En el ciclo vital del virus hay un proceso fundamental, denominado transcripción inversa, que consiste en la conversión del ácido ribonucleico viral en ácido desoxirribonucleico. Esta actividad es llevada a cabo por la enzima trascriptasa inversa. Un grupo de medicamentos antirretrovirales, denominados nucleósidos, inhiben la acción de esta enzima; entre éstos se encuentran la zidovudina o AZT, la didanosina o ddI, la zalcitabina o ddC, la estavudina o d4T y la lamivudina o 3TC. Aunque los nucleósidos interaccionan con la enzima de conversión del retrovirus, también pueden reaccionar con las enzimas responsables de la síntesis del ADN de las células del organismo, lo que puede hacer que resulten tóxicos y ocasionen distintos efectos secundarios.
Un segundo problema en el uso de nucleósidos es la aparición de formas resistentes a la acción de estos medicamentos, debido a la facilidad del virus para realizar mutaciones y también debido a su alta tasa de replicación, sobre todo en las primeras fases de la infección.
Aunque los medicamentos que inhiben la acción de la transcriptasa inversa nunca han sido considerados como curativos, pueden frenar la evolución de la enfermedad. Los beneficios de estos medicamentos se hacen más patentes cuando se usan en combinación.
Los inhibidores de la transcriptasa inversa todavía parecen más efectivos cuando se prescriben junto a otra clase de medicamentos retrovirales llamados inhibidores de las proteasas. El primer medicamento de este tipo fue el saquinavir, al que siguieron otros como el ritonavir, el indinavir y el nelfinavir.
Actualmente se considera que el tratamiento más efectivo para luchar contra el VIH es la combinación de tres medicamentos tomados conjuntamente, dos nucleósidos inhibidores de la transcriptasa inversa y un inhibidor de la proteasa. Aunque estas combinaciones pueden dar lugar a importantes efectos secundarios, cuando se usan con precaución pueden llegar a reducir los niveles del virus en sangre hasta cifras prácticamente indetectables.
También se puede emplear una combinación de dos nucleósidos inhibidores de la acción de la transcriptasa inversa junto con un inhibidor de esta enzima no nucleósido. La nevirapina fue el primer medicamento de este tipo.
Además, existen diversos tratamientos muy efectivos para luchar contra las distintas infecciones oportunistas que se originan en el SIDA. Con estos tratamientos se consigue mejorar tanto la calidad de vida como la supervivencia de los enfermos. Distintas medicaciones frente al microorganismo Pneumocystis carinii han permitido reducir drásticamente la incidencia de esta infección, así como su alta mortalidad. Varios tipos de fármacos antifúngicos, como la anfotericina B y el fluconazol, son enormemente efectivos. El ganciclovir y el foscarnet se utilizan para luchar contra la retinitis producida por los citomegalovirus, así como para tratar otras patologías producidas por herpesvirus.
El SIDA se ha ido propagando en el mundo. Aproximadamente 60 millones de personas se han infectado con el virus del SIDA en el transcurso de los últimos veinte años y 22 millones de éstas han muerto. Para 1999 ya existían 34,016,536 de personas que vivían con el VIH/SIDA, de las cuales 24,448,700 de personas pertenecían al África Subsahariana, lo que representaba el 71.8% del porcentaje mundial. Para finales del año 2001 estas cifran habían aumentado: ese año murieron 3 millones de personas a causa de esta enfermedad y existían 40 millones de personas que vivían con el VIH/SIDA, de los cuales 28,100,000 de casos y 2,300,000 de muertes pertenecían al Africa Subsahariana (ONU-SIDA). En esta región, Sudáfrica es el país que presenta más casos y según un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud, casi el 25% de los adultos sudafricanos son seropositivos o han comenzado a desarrollar la enfermedad, mientras que en Botswana el 36% de los adultos son seropositivos. Cabe señalar que de los más de 30 millones de personas que hoy son seropositivos, nueve de cada diez viven en países del mundo en desarrollo. Para América Latina se estimaba que existían 1,400,000 adultos y niños viviendo con el VIH/SIDA a fines de 2001 y 80 mil defunciones en ese mismo año causadas por esta enfermedad (ONU-SIDA).. En el caso de México, a continuación se presentan datos de cómo es que el SIDA se ha ido propagando en este país:
Año | Notificados en el año* | Diagnósticados en el año |
1983 | 6 | 60 |
1984 | 6 | 198 |
1985 | 29 | 349 |
1986 | 246 | 673 |
1987 | 518 | 1,485 |
1988 | 905 | 2,069 |
1989 | 1605 | 2,661 |
1990 | 2,587 | 3,517 |
Autor:
Maribel Gonzalez Campos.
gonzalez1010[arroba]yahoo.com.mx
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |