- Resumen
- Introducción
- Análisis del sector agrícola bajo la perspectiva de la administración
- Caracterización del sector agrícola
- Análisis del entorno interno y externo del sector agrícola
- Alianzas estratégicas en el sector agrícola
- Alianzas estratégicas en los productores agrícolas
- Conclusión
- Bibliografía
Resumen
A lo largo de todo el siglo pasado y lo que va de este tercer milenio, la competitividad se presenta como una de las aspiraciones y avances de las naciones más poderosas en el contexto del mercado global y en detrimento de los países menos desarrollados y con ellos los productores de las micro, pequeñas y medianas empresas que se ven impelidos a desarrollar grandes esfuerzos por subsistir en un mercado agresivo, complejo y dinámico. La situación se torna aun más sombría en el marco del sector agrícola.
El presente artículo está referido precisamente al tema del desarrollo económico del sector agropecuario en México, y en particular, el análisis reflexivo asociado a como lograr altos niveles de competitividad en la producción mediante la posibilidad de acciones conjuntas o alianzas estratégicas que garanticen altos niveles de desarrollo sostenible en la agricultura mexicana.
Palabras clave: Alianzas, estrategia, productor agrícola, competitividad.
ABSTRACT
Throughout the last century and so far in this third millennium, competitiveness is presented as one of the aspirations and advances of the most powerful Nations in the context of the global market and to the detriment of less developed countries and with them the producers of micro, small and medium-sized enterprises are compelled to develop great efforts to survive in an aggressive marketcomplex and dynamic. The situation becomes even more bleak in the framework of the agricultural sector.
This article refers specifically to the issue of economic development of the agricultural sector in Mexico, and in particular, the reflective analysis associated with how to achieve high levels of competitiveness in production through the possibility of joint actions or strategic alliances that ensure high levels of sustainable development in Mexican agriculture.
Keywords: partnerships, strategy, farmer, competitiveness.
Introducción
La agricultura es una actividad fundamental en el desarrollo social y económico de México, su importancia radica en la producción de alimentos, garantía de seguridad alimentaria en el país. El sector agrícola ha presentado a lo largo de la historia condiciones críticas de desarrollo, matizado por una pobre tecnología en el cultivo de los diversos productos y un conocimiento netamente empírico de las acciones de labranza, sin embargo, en la actualidad esta situación se ha acentuado más debido a los avances que en el campo de la biología, la química, la agrotecnia y otras áreas de la ciencias vinculadas con la producción agrícola se vienen manifestando de manera dinámica. A esto se le unen los diversos cambios que se presentan en el entorno, en particular en el marco de la competitividad entre los distintos productores y las condiciones naturales las cuales en la mayoría de los casos no pueden ser controlados por el hombre, como los cambios climáticos que han provocado eventos naturales atípicos como sequias y heladas; otros, sin embargo, dependen de la respuesta de éste a circunstancias presentes en un contexto socioeconómico que cada día limita más su competitividad.
El desarrollo del campo depende de varios factores, pero primordialmente de la participación de los productores agrícolas quienes se desenvuelven en "una sociedad heterogénea en cuanto a capacidades, visión de negocio, capitalización, entre otros factores;…" (SAGARPA, 2010), situación que representa el principal obstáculo en el aprovechamiento sostenible de los recursos disponibles. Para los pequeños productores esta situación se ve reflejada en un potencial productivo bajo y costos de producción elevados, que los hace en extremo poco competentes en un mercado dinámico y con acceso por parte de productos importados de países desarrollados.
En los próximos años se espera que la demanda de alimentos se incremente significativamente como respuesta a la tendencia que muestran los cambios demográficos; México, al formar parte de una economía globalizada, debe buscar estrategias que le permitan incrementar la productividad de la producción primaria y así evitar la dependencia hacia agentes externos que le provean alimentos bajo condiciones que resulten desfavorables para el país.
En un futuro, el desarrollo del sector rural será garantía de calidad de vida para la sociedad, la agricultura debe ser considerada como una variable esencial (SAGARPA, 2010) para el desarrollo de generaciones presentes y futuras.
Entonces, el reto consiste en lograr un cambio desde la base de la actividad agrícola, incrementar la participación de pequeños productores modificando su desempeño y fomentando la organización de éstos, con la finalidad de lograr alianzas estratégicas que les permita: mejorar su calidad de vida y una participación en el mercado.
Pero este cambio no se puede lograr si no es considerada la participación del Estado y sus políticas de apoyo al campo; en la actualidad y bajo una visión crítica, éste ha dejado de lado su función hacia este sector: fortalecer el desarrollo de los productores y del campo; a cambio ha generado una dependencia asistencialista de los principales actores de la actividad agrícola hacia la transferencia de recursos fiscales a éstos.
Las políticas gubernamentales deben orientarse hacia el fortalecimiento del campo, buscando oportunidades iguales entre productores, que les permita a los pequeños, integrarse en un proceso de producción y comercialización; para esto, deben promover asistencia al campo y estrategias efectivas de vinculación en el mercado que garanticen la colocación de la producción agrícola, a fin de que los recursos que se inyectan al sector agrícola generen economía para la población rural. Esta situación es un ideal de lo que deberían ser estas políticas, en la actualidad, México se ha rezagado en la transferencia de nuevas prácticas al campo y la respuesta a los problemas en éste ha sido de manera reactiva; ante contingencias se da un aliciente a la población rural que solo les permite vivir por un corto tiempo pero que no les garantiza calidad de vida.
La mayoría de la población rural no se encuentra en condiciones de competitividad, el campo no les permite generar empleos e ingresos que activen su economía, por lo que las estrategias aplicadas por el Estado para la activación de zonas rurales deben ser replanteadas a fin de lograr un incremento de productividad agrícola que resulte rentable para el pequeño productor.
Toda esta situación nos lleva a precisar un problema que es necesario dilucidar:
¿Cómo activar el sector agrícola de forma tal de barrer con las limitaciones de recursos materiales y financieros en las que trabajan y activar nuevos niveles de producción y calidad competitiva que mejore las condiciones de vida de estos productores?
El objetivo de la investigación, consiste en proponer una estrategia que permita la creación de alianzas entre productores agrícolas a fin de garantizar calidad de vida para éstos y a su vez, impulse el desarrollo local y regional de manera sostenible del sector. Para lograr lo anterior, se realizara un análisis de los factores que limitan el desarrollo competitivo de los pequeños productores y se Identificaran los elementos de apoyo, factibles de una articulación efectiva que potencialicen el desarrollo de la agricultura; de esta manera se logrará la definición de "rutas de mejora" que permitan nuevos niveles de la productividad del sector agrícola a nivel local y regional.
Análisis del sector agrícola bajo la perspectiva de la administración
Tradicionalmente esta temática ha sido abordada por autores desde dos perspectivas fundamentales: Los pequeños productores agrícolas y la participación del Estado y sus políticas de apoyo; ambas perspectivas son analizadas bajo seis categorías de estudio: Cultura rural, estructura organizacional, estrategias, alianzas, sostenibilidad y competitividad.
La finalidad es identificar las debilidades de ambas perspectivas para proponer una estrategia que permita cambios profundos en lo cuantitativo y lo cualitativo en la producción sostenible de los productores agrícolas.
Cultura rural
Dentro del proceso de planeación, deben ser considerados elementos inherentes al factor humano, uno de ellos es la cultura, ya que permite identificar las condiciones sociales bajo las que se desenvuelve una comunidad en un territorio determinado.
En términos de organización de individuos, Koontz y Weihrich (2004)[1], definen cultura como patrón general de conducta, creencias y valores que éstos comparten. Al respecto, Linares (2006),[2] opina que la cultura es un elemento vital para la explicación y conducción de las dinámicas de cambio y que por tanto es un instrumento de ordenación de la vida colectiva.
A partir del análisis de la cultura es posible identificar relaciones entre sujetos que forman parte de ésta. Linares opina que la cultura es un escenario que exhibe saberes, memorias colectivas, tradiciones, competencias y oportunidades que, en unos casos constituyen recursos de inalcanzable valor para la innovación, la creatividad y generación de alternativas originales.[3]
Aterrizando lo ya expresado al medio rural, es rescatable mencionar que en éste, se expresa la cultura que identifica a México; la agricultura como principal actividad económica de dicho medio forma parte de la identidad del país y a partir de ésta, otras expresiones que sus habitantes manifiestan.
En este sentido es importante establecer el concepto Cultura Rural, ésta puede ser definida como el conjunto de manifestaciones que regulan el comportamiento de los habitantes de zonas rurales y que resulta de la influencia de factores:
Demográficos y geográficos
Sociales (Incluidos las creencias)
Tecnológicos
Sistemas de comercialización
Estructurales y organizativos
Financieros
De políticas públicas
En el planteamiento de estrategias de desarrollo del sector agrícola, es importante analizar la cultura rural del territorio objeto de estudio; ya que a partir de esta se definen valores, formas de organización, técnicas de producción, etc., que permiten identificar los elementos de los que dispone la población rural para potencializar su participación en el desarrollo local y regional; se dice que la cultura rural es parte de la cultura nacional de cualquier país.
De manera particular, el agro mexicano se caracteriza por su identidad cultural, el maíz como principal cultivo y prácticas de producción tradicional, formando parte del legado que se ha heredado de generación en generación y que a la fecha sigue muy arraigado en el modo de producir en el sector agrícola.
Según la FAO, el medio rural es depositario privilegiado de muchas raíces culturales mexicanas y de las expresiones más entrañables de la identidad nacional. En el México rural, campesino e indígena, y en la naturaleza del campo nacional, toman cuerpo los rasgos y valores que definen su identidad, su geografía, su idiosincrasia, la historia compartida, y la cultura profunda que distingue al país dentro del mundo y lo caracteriza como parte del mundo.[4]
La importancia de analizar el concepto Cultura Rural, radica en la necesidad de realizar el planteamiento de acciones que permitan el desarrollo del sector agrícola a partir de las expresiones presentes en el campo; la cultura de hoy es la base de la cultura del mañana[5]y por lo tanto no puede dejarse de lado este aspecto si se pretende estructurar una organización adecuada de la comunidad rural con fines de potencializar los recursos de los que dispone.
La cultura rural debe responder a las condiciones actuales que demanda la actividad agrícola para alcanzar niveles competitivos: estructurar organizaciones que incorporen medios y tecnologías modernas y factibles de acuerdo al entorno en el que se desarrollan.
Estructura organizacional
Las personas, para desarrollar sus actividades y cumplir sus objetivos requieren del trabajo colaborativo que se logra a partir de la organización y que de manera aislada resultaría complicado lograr ya que el entorno en el que se desenvuelven no es estático.
A partir del análisis sobre el propósito de las organizaciones de Nadler y Tushman (1999), consideran dos perspectivas: la estratégica y la social/cultural, se puede definir a las organizaciones como mecanismos creados para alcanzar resultados que serían imposibles de lograr si las personas trabajaran solas (como es el caso del campesino mexicano aislado), además de que permiten satisfacer necesidades, deseos y aspiraciones que los participantes tienen en común, tanto dentro de la organización como fuera de ella.[6]
Cada organización puede ser caracterizada por tres elementos: 1) estructura, 2) capacidad productiva y 3) desempeño; este último, está determinado por el grado de alineación entre sus principales componentes.[7] De estos elementos, resulta de interés la estructura de la organización, ya que a partir de ésta se logra administrar el trabajo para alcanzar sus fines.
En el campo mexicano y especialmente entre pequeños productores, la integración de organizaciones resulta complicada, en virtud de que existen factores culturales que la limitan, como el trabajo individual, la marcada heterogeneidad que los distingue en cuanto a sus procesos de producción y los recursos de los que disponen.
El panorama es complejo en el sector, caracterizado como ya se había expresado por el trabajo individual, la actividad agrícola que prevalece es de subsistencia y los procesos de producción tradicionales y dependientes de las condiciones climáticas. De continuar bajo esta dinámica y en condiciones cambiantes del entorno, ¿Cuál es el futuro que le espera al sector agrícola mexicano?.
De dicho cuestionamiento, surge la necesidad de plantear una estrategia que facilite la creación de esquemas de integración de los pequeños productores, que permitan, a partir de acciones conjuntas, la construcción de nuevos formas organizativas de producción y la gestión adecuada de recursos.
Estrategias
La estrategia, como posibilidad de satisfacer objetivos, representa una condición inherente a la existencia de toda organización[8]que le permite mantener un rumbo definido en el entorno que le rodea. Como definición, se retoma la ya planteada por Nadler y Tushman, quienes dicen que una estrategia es un conjunto de decisiones acerca de cómo asignar los escasos recursos a las exigencias, restricciones y oportunidades ofrecidas por el entorno[9]para la organización, considerando sus capacidades estructurales y la cultura de la misma.
La estrategia implica definir una visión de lo que la organización desea y el camino para lograrla en un entorno determinado, sin dejar de lado las manifestaciones internas y externas presentes en ésta. Definir estrategias propicia el logro de los objetivos y la permanencia sostenida, ya que se tiene claridad con respecto al rumbo que debe seguirse.
En el sector agrícola, la ausencia de estrategias relacionadas con condiciones y situaciones existentes, ha repercutido en su desarrollo; en este sentido los productores han dejado al Estado la tarea de definir las líneas para potencializar la actividad en el campo y ellos han tomado una actitud pasiva ante ésta. Siendo críticos, se esperaría que por ser el Estado el encargado de garantizar el desarrollo del país, sus estrategias deberían atender no solo las necesidades presentes sino garantizar el logro del objetivo planteado por éste a través de la dependencia encargada de promover el crecimiento agropecuario en México, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA):
"Propiciar el ejercicio de una política de apoyo que permita producir mejor, aprovechar mejor las ventajas comparativas de nuestro sector agropecuario, integrar las actividades del medio rural a las cadenas productivas del resto de la economía, y estimular la colaboración de las organizaciones de productores con programas y proyectos propios."[10]
Bajo un esquema subsidiario, las estrategias aplicadas por el Estado no han logrado potencializar la producción del sector agrícola, por lo que existe la necesidad de plantear un cambio en éstas. El diseño de las estrategias requiere de un proceso que considere las condiciones y situaciones existentes en el entorno para obtener los resultados deseados; pero también resulta necesaria la participación del factor humano, quien juega un papel importante en su aplicación. Los pequeños productores deben ser participes de una estrategia de cambio; la habilidad de éstos es requerida para diseñar escenarios futuros[11]de los que se espera una mejor calidad de vida. El pensamiento, actitud, cultura y organización de éstos, sumado a las acciones emprendidas a partir de políticas de desarrollo permitirían un trabajo de intercambio y participación; una estrategia integral encaminada a mejorar la competitividad del sector que garantice la gestión adecuada de recursos a partir de esquemas asociativos que terminen con la heterogeneidad, factor que contribuye a la pobreza rural y que limita el incremento de productividad agrícola.
Alianzas
Por alianzas se entiende, la creación de vínculos entre los distintos actores sociales y el entorno, con un objetivo, trabajar en acciones conjuntas que permitan resolver problemas de gran complejidad imposibles de atacar en forma aislada o separada.[12] Menguzzato y Alegre opinan que las alianzas permiten la combinación de diferentes aspectos aprovechando las ventajas de cada uno y minimizando inconvenientes.[13]
Entonces se puede decir que las alianzas permiten la cooperación de individuos para el desarrollo de sus actividades ofreciendo entre ellos los recursos y capacidades con que cada uno cuenta, es un esquema de organización que permite afrontar retos de manera colectiva y que a su vez busca incrementar el beneficio de quienes la integran.
A partir de su concepción, las alianzas entre pequeños productores rurales y a su vez con las instituciones enfocadas al sector agrícola, se vislumbran como la garantía del manejo adecuado de recursos, obteniendo un beneficio para los primeros, el cual se refleja en la disminución de costos para producir y el incremento de sus capacidades de producción a partir de la generación de aprendizaje compartido que permite modificar situaciones actuales.
El planteamiento de una estrategia que permita incrementar la productividad de la producción agrícola, aterriza en la idea de lograr alianzas entre pequeños productores considerando su capacidad, con la finalidad de que éstos se adapten en forma sostenible a las evoluciones del entorno en el que trabajan y les permita ser competitivos de manera organizada, para lo cual también se requiere de una participación estrecha con instituciones enfocadas al sector agrícola.
Para lograr el trabajo colectivo entre pequeños productores, se deben considerar algunos factores que permitan una mayor cohesión entre estos, algunos de ellos se enlistan a continuación:
Prácticas culturales
Trabajo cooperativo entre los productores
Actividades prioritarias y recursos existentes
Practicas productivas
Aptitudes para trabajo en equipo
Sistemas de retribución
Particularidades regionales
Las alianzas deben fomentar una visión estratégica compartida, la factibilidad para lograrla y la gestión de recursos que le permita a cualquier tipo de organización lograr un crecimiento sostenible y competitivo.
Alianzas estratégicas
Aunque ya tocamos el tema de las alianzas es prudente precisar que toda alianza forma parte de una estrategia mayor tendiente a potenciar la capacidad productiva o de servicio de cualquier empresa u organización.
La concepción de que el hombre solo lo puede todo hace mucho tiempo quedo atrás y la dinámica del mundo globalizado exige inevitablemente que los débiles se unan para poder hacer frente a los poderosos y no perecer en la competencia.
Es indudable que el gobierno de las localidades debe jugar un papel trascendental en el desarrollo de políticas que propicien las uniones entre productores diversos pero de un mismo sector. Este accionar por sí solo no tiene perspectiva y es el gobierno con sus políticas de estimulo a las alianzas entre productores agrícolas que debe dirigir estos proyectos con el apoyo de instituciones especializadas como es el caso de las propias universidades y sus carreras agropecuarias, económicas, administrativas, etc.; esto sin dejar de lado las consecuencias de la organización de la sociedad en la persecución de objetivos comunes, lo que sin duda alguna, implica definir condiciones que permitan garantizar la sostenibilidad en las alianzas estratégicas.
Sostenibilidad
El comité ejecutivo del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), define desarrollo sostenible como las formas de progreso que satisfacen las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de las generaciones futuras para alcanzar sus necesidades.[14] Por su parte, la FAO define desarrollo sostenible como el manejo y la conservación de la base de recursos naturales, así como la orientación del cambio tecnológico e institucional de manera tal que se garantice de forma permanente la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes y futuras.[15]
Hablar de desarrollo sostenible del campo implica identificar los elementos necesarios para lograrlo; de las definiciones dadas, destacan dos: el social y el ambiental. Sin embargo, necesariamente la palabra sostenibilidad debe implicar un elemento más: el económico, ya que toda actividad encaminada al desarrollo sostenible debe ser rentable para que exista una mayor integración social, especialmente cuando se buscan alianzas estratégicas entre productores agrícolas. Pero a su vez debe fundamentarse en el principio de no poner en riesgo el futuro del desarrollo local; todo lo contrario, estimular la permanencia y continuidad del desarrollo sin afectar el futuro.
Como parte de una estrategia encaminada al desarrollo sostenible, es importante la participación de gobiernos e instituciones de educación, que trabajen de la mano con los productores en la aplicación de políticas sostenibles y procesos productivos amigables con el medio ambiente.
Para que el sector agrícola sea competitivo debe garantizar la seguridad alimentaria de generaciones presentes y futuras, generar empleos que mejoren las condiciones de vida del campo y aumentar la capacidad de productiva sin comprometer los recursos presentes en el medio ambiente.
La competitividad
Es indudable que los procesos de cambio en los pequeños productores y en las organizaciones en general están íntimamente ligados a la dinámica de la interrelación existente entre esa organización con su entorno y la cultura de las personas que forman parte de ella. Así James Stoner (2004) plantea que el cambio es el esfuerzo sistemático para rediseñar una organización de tal manera que la ayude a adaptarse a los cambios en el medio ambiente externo o para lograr nuevas metas. Otro autor famoso como Peter Drucker plantea algo muy asertivo en el tema que nos ocupa al expresar "el cambio para una institución tradicional encierra una contradicción".
Se ha tocado deliberadamente el tema del cambio por que en esencia la producción agrícola mexicana requiere de nuevos niveles de competitividad, pero estos no se pueden lograr sin una cultura que induzca necesariamente un cambio en la forma de dirigir, organizar, planear y controlar los diferentes procesos de este sector.
La competitividad se basa en la creciente y sistemática innovación e incorporación orgánica de conocimientos y estrategias en las organizaciones para responder eficazmente a un mercado exigente. Como dijera Carmen M. Pelayo (2006), la competitividad es la capacidad de una organización pública o privada lucrativa o no, de mantener sistemáticamente ventajas comparativas que le permitan alcanzar, sostener y mejorar una determinada posesión en el mercado.
Otro criterio es el de Mónica M. Pérez (2001), en su tratado de competitividad en las organizaciones, donde plantea "una organización se considera competitiva si tiene éxito mantenido a través de la satisfacción de sus clientes, basándose en la participación activa de todos los miembros de la organización para la mejora sostenida de productos, servicios, procesos y la propia cultura en las cuales trabajan.
Un ejemplo de lo expresado se puede ver en los productores mexicanos de maíz para el consumo humano los cuales trabajando en sus parcelas aisladas con tecnologías de hace cien años atrás y dependiendo de la "voluntad" de la naturaleza, tienen un nivel de competitividad cincuenta veces menor que el de los productos de maíz norteamericanos que comercializan sus productos en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) e inclusive sus producciones en la mayoría están subsidiadas por el propio Estado norteamericano; como se podrá apreciar los productores mexicanos no pueden competir con los productores norteamericanos de maíz ni en volumen ni en precio ni en tecnología, lo que evidencia una desigualdad competitiva en el marco del mercado mediante las formas tradicionales de producción.
Del ejemplo señalado podemos inferir que las empresas se hacen competitivas al cumplirse dos requisitos fundamentales: el primero es estar sometidas a una presión de competencia que las obliga a desplegar esfuerzos sostenidos y estrategias para mejorar sus productos y su eficiencia productiva; el segundo es estar insertadas en redes articuladas (alianzas estratégicas) dentro de las cuales los esfuerzos de cada productor se vean apoyados por toda una serie de externalidades, servicios e instituciones.
Caracterización del sector agrícola
Desde el punto de vista de la economía, las actividades primarias (agricultura, ganadería, aprovechamiento forestal, pesca y caza) generaron en el país durante el segundo trimestre de 2012, $627,692 millones de pesos corrientes, de los cuales corresponde a la agricultura $431,275 millones de pesos, lo que representa el 2.9% del PIB.[16]
Los pequeños productores cuentan con la mayor parte de los recursos naturales existentes en el país, sin embargo esta condición no es aprovechada, ellos son quienes recienten el rezago de sector agrícola y por lo tanto la prioridad para ellos es garantizar su subsistencia. El empleo adecuado de estos recursos requiere de la organización de los mismos y de las personas que los poseen.
En el Estado de Tlaxcala, según datos del padrón PROCAMPO de la SAGARPA, en el 2011 la superficie cultivable era de 173,186.85 hectáreas, por lo que se puede decir que el 43% del territorio tlaxcalteca está destinado a actividades agrícolas. Para ese año 42,795 productores agrícolas se encontraban registrados en dicho padrón, de los cuales 32,948 correspondían a la categoría de pequeños productores (considerando que no poseen más de cinco hectáreas de labranza). Entre estos pequeños productores, poseían una superficie de 73,719.78 hectáreas, es decir el 43% del total destinado a la agricultura en el Estado en ese año. Los principales productos del campo tlaxcalteca son el maíz y la cebada; tan solo el 72% de los productores se dedicaron al cultivo de maíz y el 14% a la producción de cebada en grano.
De los pequeños productores en Tlaxcala, los municipios de Tlaxco y Haumantla concentran el 16.50%, quienes poseen el 8.3% de la superficie total cultivable en el Estado. El maíz es el principal cultivo y se puede afirmar que la producción en estos dos municipios depende del temporal.
Una situación que preocupa es la garantía de seguridad alimentaria para generaciones presente y futuras; ya en el año 2005, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), hacia un análisis sobre la población en situación de pobreza alimentaria y ambos municipios, se encontraban en un rango de 17.6-23.6%.[17] Ahora, con los cambios climatológicos la situación se agrava y sobre todo si se habla de que el maíz es la base de la alimentación y que su producción depende del temporal, lo que dificulta la obtención de rendimientos mayores. En el año 2011, heladas atípicas afectaron la producción del campo, dejando a los pequeños productores sin producción de maíz.
Las políticas públicas se han encargado de fomentar acciones asistencialistas y han dejado de lado la generación de estrategias que permitan la organización de los campesinos y la producción agrícola sostenible que contribuya a la conservación de los recursos naturales. En el marco de la globalización, los hogares rurales, obligados a satisfacer sus necesidades básicas como la alimentación, diversifican sus actividades económicas y abandonan el campo.
A partir de un análisis de demanda de alimentos, realizado en zonas de alta y muy alta marginación en veinticinco municipios del Estado de Tlaxcala, se determino que tan solo para el cultivo de maíz, los habitantes requieren de 2,857 toneladas de maíz, mismas que adquieren por un monto de 17 millones 142 mil pesos, recurso que sale de la región. De organizarse los pequeños productores de estos municipios, podrían producir dichas toneladas y captar en mercados locales el monto que representa.
Este es un dato que se toma por ser el maíz el cultivo de mayor demanda, sin embargo entre los alimentos que se compran en los veinticinco municipios a que se hace referencia en el párrafo anterior, se determina una fuga de dinero en éstos, mayor a 70 millones de pesos.
El objetivo del análisis tiene como finalidad establecer la importancia de plantear una articulación entre pequeños productores agrícolas y los recursos con que cuentan (tierras de cultivos, insumos, semillas, maquinaria), que guiados por un compromiso compartido de colaboración; les permita dirigir sus esfuerzos hacia resultados que reflejan una mejor competitividad.
Análisis del entorno interno y externo del sector agrícola
A los aspectos prácticos se tratara de contextualizar un análisis FODA que contemple las influencias internas y externas asociadas al desarrollo de alianzas estratégicas en el sector agrícola para el caso de México y concretamente, el caso de Tlaxcala.
Análisis interno
Es necesario identificar el potencial del sector agrícola en el Estado, determinar los recursos y capacidades con que cuenta para afrontar el entorno en el que se desarrolla.
FORTALEZAS (+) |
|
DEBILIDADES (-) |
|
Análisis externo
El análisis externo permite medir el impacto de las variables presentes en el entorno con una visión amplia sobre el sector agrícola, a fin de identificar hechos o situaciones que pueden ser aprovechadas o bien que si no se consideran pueden impactar negativamente.
OPORTUNIDADES (+) |
|
AMENAZAS (-) |
|
Estrategias
Integrar a los pequeños productores agrícolas en alianzas estratégicas a fin de fortalecer su actividad productiva por medio de la gestión adecuada de recursos disponibles; de manera tal se produzca más con menos.
Coordinar esfuerzos de diferentes actores en el sector agrícola, las alianzas entre productores tendrán el impacto que se debe, siempre y cuando existan las condiciones en el entorno, estas dadas por el Estado y por instituciones generadoras de conocimiento.
Objetivos estratégicos
Las estrategias constituyen un modelo para generar resultados satisfactorios dentro de una organización, para su implementación se requiere definir acciones, es decir, objetivos que materialicen su ejecución. Para atender el problema que se vive en el sector agrícola, se define un objetivo estratégico que va enfocado a la integración de los pequeños productores, ya que de estos depende primordialmente el desarrollo del campo. Se define un objetivo:
Precisar la forma en que deberán integrarse los pequeños productores en alianzas estratégicas, a fin de garantizar su beneficio individual y colectivo, que potencialice su participación en el sector agrícola.
Alianzas estratégicas en el sector agrícola
A partir de las condiciones en que se desarrolla el sector agrícola en el país y como estas se ven reflejadas en el Estado de Tlaxcala, se plantea una interrogante: ¿Hacia dónde debe dirigirse el sector agrícola para garantizar la calidad de vida de quienes dependen de éste?. La respuesta requiere del análisis de la situación por la que pasa en consideración del entorno en el que se quiera intervenir. El aporte práctico de esta investigación no es aplicado a un grupo específico de productores, más bien, constituye una fundamentación basada en los procesos de planeación y organización de la disciplina de la administración, que permita a través del análisis de una serie de factores, fomentar la integración de alianzas estratégicas entre los elementos que condicionan el crecimiento colectivo del campo. Dos ya han sido abordados y en opinión del autor se considera uno más; estos se indican a continuación:
Por un lado, los productores agrícolas, quienes cuentan con recursos físicos y económicos limitados y cuya participación como protagonista de una actividad de interés colectivo demanda la gestión adecuada de oportunidades que les permitan satisfacer necesidades y generar ingresos.
Por el otro la participación del Estado en la articulación adecuada de las políticas y los recursos necesarios para lograr el desarrollo local y regional del sector agrícola.
Un tercer elemento que no debe ser olvidado es el papel decisivo que representan las universidades con su gestión del conocimiento y tecnología en el apoyo a esta estrategia de desarrollo de la agricultura.
El esquema que sigue a continuación nos muestra de manera grafica el impacto que cada una de estas instituciones pueden tener en el desarrollo agrícola sostenible a partir de alianzas entre los productores.
1. Dinámica del desarrollo sostenible en la agricultura
Fuente: Dr. Fernando García Colina
La propuesta considera tres elementos en su formulación, de manera que se plantea una estrategia integral:
1. Gremios y cámaras de pequeños productores
2. Cooperación del Estado
3. Integración de instituciones educativas para fomentar el desarrollo del sector agrícola.
Para la creación de alianzas estratégicas entre pequeños productores agrícolas, el Estado y las instituciones educativas, es necesario que estos elementos estén unidos por visiones compartidas que influyan en la gestión adecuada de recursos disponibles. El trabajo en equipo es una manera de fortalecer el desarrollo del sector agrícola, por lo tanto, cada uno de los participantes debe integrarse bajo las siguientes estrategias que darán pie a la creación de Alianzas Estratégicas:
1. Debe existir el interés por parte de los pequeños productores rurales para organizarse, convencidos de mejorar sus procesos y alcanzar mercados mejor remunerados, representados por gremios y cámaras que regulan la producción y comercialización del campo.
2. La participación del Estado, a través de sus instituciones debe acompañar la transformación de enfoques tradicionales, y promover la autogestión del productor rural, de manera que el asistencialismo que ha creado dependencia en el campo, sea superado.
Página siguiente |