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La filosofía y la historia como constitutivos del sistema Hegeliano (página 14)


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                Lo que Freud y los primeros analistas descubren es el campo de las síntesis libres en las que todo es posible, las conexiones sin fin, las disyunciones sin exclusividad, las conjunciones sin especificidad, los objetos parciales y los flujos. Las máquinas deseantes gruñen, zumban en el fondo del inconsciente, la inyección de Irma, el tic-tac del Hombre de los lobos, la máquina de toser de Anna, y también todos los aparatos explicativos montados por Freud, todas esas máquinas neurobiológicas-deseantes. Este descubrimiento del inconsciente productivo implica dos correlaciones: por una parte, la confrontación directa entre esta producción deseante y la producción social, entre las formaciones sintomatológicas y las formaciones colectivas, a la vez que su identidad de naturaleza y su diferencia de régimen; por otra parte, la represión general que la máquina social ejerce sobre las máquinas deseantes, y la relación de la represión con esa represión general. Todo esto se perderá, al menos se verá singularmente comprometido, con la instauración del Edipo soberano. La asociación libre, en vez de abrirse sobre las conexiones polívocas, se encierra en un callejón sin salida de univocidad. Todas las cadenas del inconsciente dependen bi-unívocamente, están linealizadas, colgadas de un significante despótico. Toda LA PRODUCCIÓN DESEANTE ESTÁ APLASTADA, SOMETIDA A LAS EXIGENCIAS DE LA REPRESENTACIÓN, A LOS LIMITADOS JUEGOS DEL REPRESENTANTE Y DEL REPRESENTADO EN LA REPRESENTACIÓN. Y ahí radica lo esencial: la reproducción del deseo da lugar a una simple representación, en el proceso de la cura tanto como en la teoría. El inconsciente productivo da lugar a un inconsciente que sólo sabe expresarse -expresarse en el mito, en la tragedia, en el sueño. Pero, ¿quién nos dice que el sueño, la tragedia, el mito, están adecuados a las formaciones del inconsciente, incluso teniendo en cuenta el trabajo de transformación? Groddeck, más que Freud, permanecía fiel a una autoproducción del inconsciente en la coextensión del hombre y la naturaleza. Como si Freud hubiese hecho marcha atrás ante este mundo de producción salvaje y de deseo explosivo, y a cualquier precio quisiese poner en él un poco de orden, un orden ya clásico, del viejo teatro griego. Pues, ¿qué significa: Freud descubre a Edipo en su autoanálisis? ¿En su análisis o en su cultura clásica goethiana? En su autoanálisis descubre algo sobre lo que se dice: ¡toma, esto se parece a Edipo! Y este algo, en primer lugar lo considera como una variante de la «novela familiar», registro paranoico mediante el cual el deseo hace estallar, precisamente, las determinaciones de familia. Por el contrario, sólo poco a poco convierte la novela familiar en una simple dependencia de Edipo y lo neurotiza todo en el inconsciente al mismo tiempo que edipiza, que cierra el triángulo familiar sobre todo el inconsciente. El esquizo, he ahí al enemigo. La producción deseante es personalizada, o más bien personologizada, imaginarizada, estructuralizada (hemos visto que la verdadera diferencia o frontera no pasaba por entre estos términos, que tal vez son complementarios). La producción ya no es más que producción de fantasma, producción de expresión. El inconsciente deja de ser lo que es, una fábrica, un taller, para convertirse en un teatro, escena y puesta en escena. Y no en un teatro de vanguardia, que ya lo había en tiempos de Freud (Wedekind), sino en el teatro clásico, el orden clásico de la representación. El psicoanalista se convierte en el director de escena para un teatro privado -en lugar de ser el ingeniero o el mecánico que monta unidades de producción, que se enfrenta con agentes colectivos de producción y de antiproducción.El psicoanálisis es como la revolución rusa, nunca sabemos cuando empezó a andar mal. Siempre es preciso remontarse más arriba. ¿Con los americanos? ¿con la primera Internacional? ¿con el Comité secreto? ¿con las primeras rupturas que señalan tanto renuncias de Freud como traiciones de los que rompen con él? ¿con el propio Freud, desde el descubrimiento de Edipo? Edipo es el viraje idealista. No obstante, no podemos decir que el psicoanálisis haya ignorado la producción deseante. Las nociones fundamentales de la economía del deseo, trabajo y catexis, mantienen su importancia, pero subordinadas a las formas de un inconsciente expresivo y no a las formaciones del inconsciente productivo. La naturaleza anedípica de la producción de deseo sigue presente, pero colocada en las coordenadas de Edipo que la traducen en «preedípica», «paraedípica», «cuasi-edípica», etc. Las máquinas deseantes siempre están ahí, pero no funcionan más que detrás del muro del gabinete. Detrás del muro o entre bastidores, éste es el lugar que el fantasma originario concede a las máquinas deseantes, cuando lo vuelca todo sobre la escena edípica.  Sin embargo, no dejan de hacer un estrépito infernal. El propio psicoanalista no puede ignorarlo. De este modo su actitud más bien es de negación: todo eso es cierto, pero a pesar de todo está el papá-mamá. En el frontón del gabinete está escrito: deja tus máquinas deseantes en la puerta, abandona tus máquinas huérfanas y célibes, tu magnetofón y tu bici, entra y déjate edipizar. Todo surge ahí, empezando por el carácter inenarrable de la cura, su carácter interminable altamente contractual, flujo de palabras contra flujo de dinero. Entonces basta con lo que se llama un episodio psicótico: una chispa esquizofrénica, un día llevamos nuestro magnetófono al gabinete del analista, stop, intrusión de una máquina deseante, todo está invertido, hemos roto el contrato, no hemos sido fieles al gran principio de la exclusión del tercero, hemos introducido el tercero, la máquina deseante en persona.  No obstante, cada psicoanalista debería saber que, bajo Edipo, a través de Edipo, detrás de Edipo, tiene que enfrentarse con las máquinas deseantes. Al principio los psicoanalistas no podían no tener conciencia del forcing realizado para introducir Edipo, para inyectarlo en todo el inconsciente. Luego Edipo se apropió de la producción deseante como si todas las fuerzas productivas del deseo emanasen de él. El psicoanálisis se convierte así en el perchero de Edipo, el gran agente de la antiproducción en el deseo. La misma historia que la del Capital y de su mundo encantado, milagroso (al principio también, decía Marx, los primeros capitalistas no podían no tener conciencia…)." (Gilles Deleuze y Felix Guattari: El antiedipo: capitalismo y esquizofrenia, Barral, Barcelona 1973, p.57-62)

[262]            ¿Qué es, entonces, la esencia del hombre, de la que éste es consciente, o qué es lo que constituye en el hombre el género de la humanidad propiamente dicha? La razón, la voluntad, el corazón. El hombre perfecto debe poseer la facultad del pensamiento, la facultad de la voluntad, la facultad del corazón. La facultad del pensamiento es la luz del conocimiento, la facultad de la voluntad es la energía del carácter y la facultad del corazón es el amor. Razón, amor y voluntad son perfecciones, son facultades supremas, constituyen la esencia absoluta del hombre en cuanto hombre y el fin de su existencia. El hombre existe para conocer, para amar, para querer. Pero, ¿cuál es el fin de la razón? La razón misma. ¿Y del amor? El amor. ¿Y el de la voluntad? La libertad de querer. Conocemos para conocer, amamos para amar, queremos para querer, es decir, para ser libres. El verdadero ser es el ser que piensa, ama, quiere. Verdadero, perfecto, divino es solamente lo que existe para sí mismo. Pero así es el amor, así la razón, así la voluntad. La trinidad divina en el hombre, por encima del hombre individual, es la unidad de razón, amor y voluntad. Razón (imaginación, fantasía, ideas, opinión), voluntad, amor o corazón no son facultades que el hombre tiene -pues él es nada sin ellas; el hombre es lo que es solamente por ellas-; son los elementos que fundamentan su ser, ser que él ni tiene ni hace, fuerzas que lo animan, determinan y dominan, fuerzas absolutas, divinas, a las que no puede oponer resistencia alguna.(Ludwig Feuerbach: diferencia entre el hombre y el animal,La esencia del cristianismo. Traducción de J. L. Iglesias. Sígueme, Salamanca p. 51-52).

[263]            " Ser, puro ser -sin ninguna otra determinación. En su inmediación indeterminada es igual sólo a sí mismo, y tampoco es desigual frente a otro; no tiene ninguna diferencia, ni en su interior ni hacia lo exterior. Por vía de alguna determinación o contenido, que se diferenciara en él, o por cuyo medio fuese puesto como diferente de otro, no sería conservado en su pureza. Es la pura indeterminación y el puro vacío-. No hay nada en él que uno pueda pensar o intuir, si puede aquí hablarse de intuir; o bien es él sólo este puro, vacío intuir en sí mismo. Tampoco hay nada en él que uno pueda pensar, o bien éste es un igualmente sólo un pensar vacío. El ser, lo inmediato, lo indeterminado, es en realidad la nada, ni más ni menos que la nada.La nada

                Nada, la pura nada; es la simple igualdad consigo misma, el vacío perfecto, la ausencia de determinación y contenido; la indistinción en sí misma. -En cuanto puede hablarse aquí de un intuir o pensar, vale como una diferencia el que pueda ser intuido o pensado algo o nada. Intuir o pensar la nada tiene, pues, un significado; los dos son distintos, y así la nada está (existe) en nuestro intuir o pensar; o más bien es el intuir o pensar vacíos mismos, y el mismo vacío intuir o pensar que es el puro ser.- La nada es, por lo tanto, la misma determinación o más bien ausencia de determinación, y con esto es en general la misma cosa que es el puro ser.El devenir: unidad del ser y la nada

                El puro ser y la pura nada son por tanto la misma cosa. Lo que constituye la verdad no es el ser ni la nada, sino aquello que no traspasa sino que ha traspasado, vale decir el ser (traspasado) en la nada y la nada (traspasada) en el ser. Pero al mismo tiempo la verdad no es su indistinción, sino el que ellos no son lo mismo, sino que son absolutamente diferentes, pero son a la vez inseparados e inseparables e inmediatamente cada uno desaparece en su opuesto. Su verdad consiste, pues, en este movimiento del inmediato desaparecer de uno en otro: el devenir; un movimiento donde los dos son diferentes, pero por vía de una diferencia que al mismo tiempo se ha resuelto inmediatamente." (Georg W. F. Hegel: ser, nada, devenir,La ciencia de la lógica, Solar / Hachette, Buenos Aires 1968, p.77-78)

[264]            " Indudablemente en nosotros hallamos una imagen de Dios, de la Trinidad, que, aunque no es igual, sino muy distante de ella, y no coeterna con ella, y, para decirlo en pocas palabras, de la misma sustancia que él es, con todo, es la más cercana a Dios, por naturaleza, de todas las criaturas. Es además perfeccionable por reformación para ser próxima también por semejanza. Somos, conocemos que somos y amamos este ser y este conocer. Y en las tres verdades apuntadas no nos turba falsedad ni verosimilitud alguna. No tocamos esto, como las cosas externas, con los sentidos del cuerpo, como sentimos los colores viendo, los sonidos oyendo, los olores oliendo, los sabores gustando, lo duro y lo blando palpando, ni como damos vueltas en la imaginación a las imágenes de cosas sensibles, tan semejantes a ellos, pero no corpóreas, y las retenemos en la memoria, y gracias a ella nacen en nosotros los deseos, sino que sin ninguna imagen engañosa de fantasías o fantasmas, estamos certísimos de que somos, de que conocemos y de que amamos nuestro ser. En estas verdades me dan de lado todos los argumentos de los académicos, que dicen: ¿Qué? ¿Y si te engañas? Pues, si me engaño, existo. El que no existe, no puede engañarse, y por eso, si me engaño, existo. Luego, si existo, si me engaño, ¿cómo me engaño de que existo, cuando es cierto que existo si me engaño? Aunque me engañe, soy yo el que me engaño, y, por tanto, en cuanto conozco que existo, no me engaño. Síguese también que, en cuanto conozco que me conozco, no me engaño. Como conozco que existo, así conozco que conozco. Y cuando amo estas dos cosas, les añado el amor mismo, algo que no es de menor valía. Porque no me engaño de que amo, no engañándome en lo que amo, pues aunque el objeto fuera falso, sería verdadero que amaba cosas falsas. ¿Qué razón habría para reprender y prohibirme amar como falsas, si fuera falso que amo cosas tales? Siendo esas cosas ciertas y verdaderas, ¿quién duda que, cuando son amadas, ese amor es cierto y verdadero? Tan verdad es, que no hay nadie que no quiera existir, como que no hay nadie que no quiera ser feliz. Y ¿cómo puede ser feliz, si no existe?(Agustín de Hipona: " Si me engaño, existo" ,La ciudad de Dios, libro XI, cap. 26, en C. Fernández, Los filósofos medievales, 2 vols., BAC, Madrid 1964, vol. 1, p. 465-466).

[265]            " La religión es la escisión del hombre consigo mismo; considera a Dios como un ser que le es opuesto. Dios no es lo que es el hombre, el hombre no es lo que es Dios. Dios es el ser infinito, el hombre el ser finito; Dios es perfecto, el hombre imperfecto; Dios es eterno, el hombre temporal; Dios es omnipotente, el hombre impotente; Dios es santo, el hombre pecaminoso. Dios y el hombre son extremos; Dios es lo absolutamente positivo, la suma de todas las realidades, el hombre es lo absolutamente negativo, la suma de todas las negaciones.El hombre objetiva en la religión su esencia secreta. Es, por lo tanto, necesario demostrar que esta oposición, esta escisión entre Dios y el hombre con la que comienza la religión, es una escisión entre el hombre y su propia esencia. La necesidad intrínseca de esta demostración resulta del hecho de que si realmente el ser divino, que es el objeto de la religión, fuera una cosa diferente a la esencia del hombre, no podría originarse de ninguna manera desunión, escisión alguna.

                Este ser no es otra cosa que la inteligencia, la razón o el entendimiento. Dios concebido como lo opuesto del hombre, como ser no humano, es decir, como ser personal, es la esencia objetivada del entendimiento. La esencia divina pura, perfecta, omniperfecta, es la autoconciencia del entendimiento, la conciencia del entendimiento respecto de su propia perfección. El entendimiento no sabe nada de los sufrimientos del corazón, no sufre concupiscencias, pasiones ni necesidades, y por eso no tiene defectos ni debilidades como el corazón.Un Dios que sólo expresa la esencia del entendimiento, no satisface la religión, no es el Dios de la religión. […]

                La característica más importante de la religión, particularmente de la religión cristiana, en lo referente al entendimiento o la razón de Dios, consiste en la perfección moral. Dios como ser moralmente perfecto, no es más que la idea realizada, la ley personificada de la moralidad, el ser moral del hombre -el ser propio del hombre- puesto como ser absoluto." (Ludwig Feuerbach: la alienación religiosa,La esencia del cristianismo, Sígueme, Salamanca 1975, p.81-82, p. 93)

[266]            " La nueva filosofía, la única filosofía positiva, es la negación de toda filosofía de escuela, y pese a contener en sí misma la verdad de la misma, es la negación de la filosofía como cualidad abstracta, especial, es decir, escolástica. ella no tiene ni contraseña, ni lenguaje especial, ni nombre especial, ni principio especial; ella es el hombre pensante mismo, el hombre que es y se sabe como la esencia autoconsciente de la naturaleza, la esencia de la historia, la esencia de los estados, la esencia de la religión; el hombre que es y se sabe como la identidad real (no imaginaria) absoluta de todos los principios y contradicciones, de todas las cualidades activas y pasivas, espirituales y sensibles, políticas y sociales; el hombre que sabe que el ser panteísta, que los filósofos especulativos o más bien los teólogos separaban del hombre y objetivaban como un ser abstracto, no es más que su propia esencia indeterminada, pero susceptible de infinitas determinaciones. […]La filosofía tiene que unirse nuevamente con las ciencias naturales y las ciencias naturales con la filosofía. Esta unión fundada en una necesidad mutua, en una necesidad interna, será más duradera, más afortunada y fecunda que el maridaje que hasta ahora ha reinado entre la filosofía y la teología.[…]

                La religión cristiana ha unido el nombre del hombre y el nombre de Dios en el nombre del hombre-Dios, y, por consiguiente, ha elevado el nombre del hombre a atributo del ser supremo. La nueva filosofía ha convertido, de acuerdo con la verdad, este atributo en substancia y el predicado en sujeto -la nueva filosofía es la idea realizada- la verdad del cristianismo. Más justamente, al contener en sí la esencia del cristianismo renuncia al nombre del cristianismo. El cristianismo ha enunciado la verdad sólo en contradicción con la verdad. La verdad no contradictoria, pura y no falsificada, es una verdad nueva -un acto nuevo y autónomo de la humanidad.(Ludwig Feuerbach: la reducción de la teología a antropología, critica de la filosofía especulativa de Hegel, Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Labor, Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26)

[267]            " El secreto de la teología es la antropología, pero el secreto de la filosofa especulativa es la teología -la teología especulativa-, que se distingue de la teología común en que traspone a lo aquende la esencia divina, es decir, actualiza, determina y realiza la esencia divina, que ésta, por miedo a la incomprensión, transfiere a la esencia divina distanciada en lo allende. […]El método de la crítica reformadora de la filosofía especulativa en general no se distingue del método empleado en la filosofía de la religión. Basta con convertir el predicado en sujeto y a éste, en tanto que sujeto, en objeto y principio -es decir, sólo debemos invertir la filosofía especulativa, para obtener la verdad desvelada, pura y desnuda. […]La lógica hegeliana es la teología vertida a la razón y al presente, la teología hecha lógica. Así como el ser divino de la teología es el conjunto ideal o abstracto de todas las realidades, es decir, de todas las determinaciones y finitudes, así también la lógica. Todo lo terrenal se encuentra de nuevo en el cielo de la teología; así también todo lo que es en la naturaleza se encuentra de nuevo en el cielo de la lógica divina: cualidad, cantidad, medida, esencia, quimismo, mecanismo, organismo. En la teología todo lo tenemos por partida doble, una abstracta, la otra concreta; todo es doble en la filosofía hegeliana: como objeto de la lógica y luego, una vez más, como objeto de la filosofía de la naturaleza y del espíritu.

                La esencia de la teología es la esencia trascendente del hombre, puesta fuera del hombre; la esencia de la lógica de Hegel es el pensar trascendente, el pensar del hombre puesto fuera del hombre." (Ludwig Feuerbach: la reducción de la teología a antropología, critica de la filosofía especulativa de Hegel,

                Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Labor, Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26)

[268]            El sistema se inspira en Kant, desde o a partir de la proposicíón kantiana, " nuestra exposición enseña …..la idealidad del espacio y el tiempo" y sobre la pregunta de  como es posible la ciencia fisico natural pura? No se refiere a las matemáticas sino a la física, que comenzó con Galileo, y terminó con Newton, porque el moldelo clálsico termina en Newton.y la pregunta en el libro de Kant no es si es posible, sino de cómo es posible instaurar a la física como la ciencia natural pura? Y la respuesta es: por la forma espacio, pues la física se resuelve en la geopmetría de las Ciencias naturales, si se estudian las ciencias naturales se esktá resolviendo la naturaleza en geometría. Y la pregunta fue que por qué la forma espacio es fundante de la ciencia natural pura? Y es que la forma espacio es aquella que, vista como forma y no como auxiliar o como instrumento, y no comoi objeto de la experiencia, lo que permite que en la C.R.P. que se pueda hablar de una ciencia natural pura, la ciencia físico matemáticas, sin estar sometida a las incertidumbres de la experiencia.

[269]            " La negación del espacio y del tiempo en la metafísica, en el ser de las cosas, conduce a las más perniciosas consecuencias prácticas. Sólo quien se coloca, dondequiera que esté, en el punto de vista del espacio y del tiempo, tiene también tacto y entendimiento práctico en la vida. Un pueblo que excluya el tiempo de su metafísica y divinice la existencia eterna, es decir, abstracta, separada del tiempo, también excluye, por consiguiente, de su política al tiempo y diviniza el principio antihistórico de la estabilidad, antagónico al derecho y a la razón.[…]El filósofo tiene que incorporar al texto de la filosofía, lo que en el hombre no filosofa, lo que más bien está contra la filosofía, se opone al pensamiento abstracto; por consiguiente, lo que en Hegel es rebajado a mera nota. Sólo así la filosofía podrá devenir un poder universal, omnipotente, irrefutable e irresistible. La filosofía no tiene pues que comenzar consigo misma, sino con su antítesis, con la no filosofa. Este ser distinto del pensamiento, no filosófico, absolutamente antiescolástico en nosotros es el principio del sensualismo. […]La verdadera relación entre el pensamiento y el ser es únicamente la siguiente: el ser es sujeto el pensamiento es predicado. El pensamiento proviene del ser, pero no el ser del pensamiento. El ser es a partir de sí y por sí; el ser sólo es dado por el ser; el ser tiene en sí su fundamento, porque sólo el ser es sentido, razón, necesidad, verdad, en resumen, es todo en todo. El ser es, porque el no-ser es no-ser, es decir, nada, carente de sentido. […]" (Ludwig Feuerbach: la reducción de la teología a antropología, critica de la filosofía especulativa de Hegel,Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Labor, Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26)

[270]            " La nueva filosofía, la única filosofía positiva, es la negación de toda filosofía de escuela, y pese a contener en sí misma la verdad de la misma, es la negación de la filosofía como cualidad abstracta, especial, es decir, escolástica. ella no tiene ni contraseña, ni lenguaje especial, ni nombre especial, ni principio especial; ella es el hombre pensante mismo, el hombre que es y se sabe como la esencia autoconsciente de la naturaleza, la esencia de la historia, la esencia de los estados, la esencia de la religión; el hombre que es y se sabe como la identidad real (no imaginaria) absoluta de todos los principios y contradicciones, de todas las cualidades activas y pasivas, espirituales y sensibles, políticas y sociales; el hombre que sabe que el ser panteísta, que los filósofos especulativos o más bien los teólogos separaban del hombre y objetivaban como un ser abstracto, no es más que su propia esencia indeterminada, pero susceptible de infinitas determinaciones. […]La filosofía tiene que unirse nuevamente con las ciencias naturales y las ciencias naturales con la filosofía. Esta unión fundada en una necesidad mutua, en una necesidad interna, será más duradera, más afortunada y fecunda que el maridaje que hasta ahora ha reinado entre la filosofía y la teología.[…]

                La religión cristiana ha unido el nombre del hombre y el nombre de Dios en el nombre del hombre-Dios, y, por consiguiente, ha elevado el nombre del hombre a atributo del ser supremo. La nueva filosofía ha convertido, de acuerdo con la verdad, este atributo en substancia y el predicado en sujeto -la nueva filosofía es la idea realizada- la verdad del cristianismo. Más justamente, al contener en sí la esencia del cristianismo renuncia al nombre del cristianismo. El cristianismo ha enunciado la verdad sólo en contradicción con la verdad. La verdad no contradictoria, pura y no falsificada, es una verdad nueva -un acto nuevo y autónomo de la humanidad." (Ludwig Feuerbach: la reducción de la teología a antropología, critica de la filosofía especulativa de Hegel, Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Labor, Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26).

[271]            " La nueva filosofía, la única filosofía positiva, es la negación de toda filosofía de escuela, y pese a contener en sí misma la verdad de la misma, es la negación de la filosofía como cualidad abstracta, especial, es decir, escolástica. ella no tiene ni contraseña, ni lenguaje especial, ni nombre especial, ni principio especial; ella es el hombre pensante mismo, el hombre que es y se sabe como la esencia autoconsciente de la naturaleza, la esencia de la historia, la esencia de los estados, la esencia de la religión; el hombre que es y se sabe como la identidad real (no imaginaria) absoluta de todos los principios y contradicciones, de todas las cualidades activas y pasivas, espirituales y sensibles, políticas y sociales; el hombre que sabe que el ser panteísta, que los filósofos especulativos o más bien los teólogos separaban del hombre y objetivaban como un ser abstracto, no es más que su propia esencia indeterminada, pero susceptible de infinitas determinaciones. […]La filosofía tiene que unirse nuevamente con las ciencias naturales y las ciencias naturales con la filosofía. Esta unión fundada en una necesidad mutua, en una necesidad interna, será más duradera, más afortunada y fecunda que el maridaje que hasta ahora ha reinado entre la filosofía y la teología.[…]" .(Ludwig Feuerbach: la reducción de la teología a antropología, critica de la filosofía especulativa de HegelTesis provisionales para la reforma de la filosofía. Labor, Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26)

[272]            De manera que el objeto real que tiene Descartes en frente es fruto de un largo camino de la duda metódica, la objetividad en Hegel no es un punto de partida sino un punto de llegada, y en Hegel también como en Cartesio, es furto de la aplicación de las cuatro reglas metódicas, y este es el problema del hiostoriador, quien no es objaetivo y así de esta forma deja de pensar, sino que es objetivo en la medida que con ética intelectual y un compromiso incluso moral, confronta sus opiniones con los documentos y con el aspecto histórico, emite juicios y es objetivo pues compromete su propio pensamiento, ser objetivo no es un dejar de pensar, y en cuanto a esto Hegel es junto con Aristóteles fundamentalmente un historiador, son ambos los dos historiadores de la filosofía. la objetividad es un largo caminoq ue el pensamiento hace para formular un juicio que tenga fundamento. Por esto el sistema hegeliano es tran pero tan largo. Pues cada cakpítulo y cada palabra la procura fundamentada y dicha sin la mmás mínima duda. De manera que otro de los constitutivos hegelianos es la VERDAD, es una búsqueda apasionada por la verdad.

[273]            El historiador, y Hegel lo es, y por tanto el sistema hegeliano está bañado de este eter, está siempre en las dos aguas de la extensión de su información (veamos el ejemplo de Internet: se puede tener banda ancha y ser un perfecto tonto) y la intencionalidad de sus preguntas. Y Hegel es muy sinuoso y laberíntico pues se hace  preguntas verdaderamente puntuales y tiene que revisar el dato histórico desde sus comienzos hasta ver todo el aspecto hasta en sus más mínimos detalles de la pregunta. Por esto es que los sistemas de Hegel y de Aristóteles son tan pero tan laberínticos. Por ello la crítica que se le hace en mucho a Aristóteles y también de alguna manera a Hegel, es que al historiografar a los demás filósofos anteriores a el, lo hizo de manera manipuladora de acuerdo con su sistema. Y por ejemplo si se tiene que reconocer que por ejemplo el Parménides es un libro que ha sido presentado (con la mayor objetividad y la más grande verdad) no por Parménides sino por la presentación que le hace Aristóteles. Y asi pasa también con Hegel, presenta la historia de manera un poco impostada a favor de su sistema, pero esto es completamente legal, lo dice Vals Plana de quienes presentan a Hegel.

[274]            Dicho historia del capitalismo es, lo que se conoce como elproceso de la moidernidad, y el postmoidenrismo es lo que denuncia Nietszche en sus obras pero que ya había sido denunciado en Hegel en la estética, pues en el arte, ante la caida de la imagen de Dios, ocurrió que el arte se fue confundiendo con el artista y ocurrió también que, todas las prerrogativas del capitalismo y sus indicativos macroeconómicos, no se cumplieron o la mayoría no eran viables, es decir, la libre empresa no se cumplió sino los monoposlios que no eran más que la extensión de las hermandades de las universides gringas o de los grupos mafiosos o gansteriles o los sindicatos que todo lo resolvían como patoteros al estilo de la guerra de los refrescos, y lo que resultó de la libertad tan periclitada fue un regimen de seguridad policial que no fue lo proyectado, entonces desde luego, este fracaso del tan periclitado capitalismo, ahora aparece bajo el eufemismo de la postmodernidad.

[275]            " Nadie es arrojado de la verdad, que no sea acogido por alguna imagen de la misma. Indaga qué es lo que en el placer corporal cautiva: nada hallarás fuera de la conveniencia; pues si lo que contraría engendra dolor, lo congruente produce deleite. Reconoce, pues, cuál es la suprema congruencia. No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre la cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos allí donde la luz de la razón se enciende. Pues, ¿adónde arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no se descubre a sí misma durante el discurso, sino es más bien la meta de toda dialéctica racional. Mírala como la armonía superior posible y vive en conformidad con ella. Confiesa que tú no eres la verdad, pues ella no se busca a sí misma, mientras tú le diste alcance por la investigación, no recorriendo espacios, sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior concuerde con su huésped, no con la fruición carnal y baja, sino con subidísimo deleite espiritual(Agustín de Hipona: la verdad, De la verdadera religión, cap. 39 en F. Canals, Textos de los grandes filósofos. Edad Media, Herder, Barcelona 1979, p. 18).

[276]            " No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos allí donde la luz de la razón se enciende. Pues, ¿adónde arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no se descubre a sí misma durante el discurso, sino es más bien la meta de toda dialéctica racional. Mírala como la armonía superior posible y vive en conformidad con ella. Confiesa que tú no eres la verdad, pues ella no se busca a sí misma, mientras tú le diste alcance por la investigación, no recorriendo espacios, sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior concuerde con su huésped. […] Tales verdades no son producto del raciocinio, sino hallazgo suyo. Luego antes de ser halladas permanecen en sí mismas." (Agustín de Hipona: la verdad ontológica, De la verdadera religión, cap. 39 en F. Canals Vidal, Textos de los grandes filósofos. Edad media, Herder, Barcelona 1979, p. 18-19).

[277]            " Los más creen que sólo hacemos libremente aquello que apetecemos escasamente, ya que el apetito de tales cosas puede fácilmente ser dominado por la memoria de otra cosa de que nos acordamos con frecuencia, y, en cambio, no haríamos libremente aquellas cosas que apetecemos con un deseo muy fuerte, que no puede calmarse con el recuerdo de otra cosa. Si los hombres no tuviesen experiencia de que hacemos muchas cosas de que después nos arrepentimos, y de que a menudo, cuando hay en nosotros conflicto entre afectos contrarios, reconocemos lo que es mejor y hacemos lo que es peor, nada impediría que creyesen que lo hacemos todo libremente. Así, el niño cree que apetece libremente la leche, el muchacho irritado, que quiere libremente la venganza, y el tímido, la fuga. También el ebrio cree decir por libre decisión del alma lo que, ya sobrio, quisiera haber callado, y asimismo el que delira, la charlatana, el niño y otros muchos de esta laya creen hablar por libre decisión del alma, siendo así que no pueden reprimir el impulso  que les hace hablar. De modo que la experiencia misma, no menos claramente que la razón, enseña que los hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes de las causas que las determinan, y, además porque las decisiones del alma no son otra cosa que los apetitos mismos." (Baruch Spinoza: la ilusión de la libertad,ética demostrada según el orden geométrico, Parte tercera, prop. 2, Editora Nacional, Madrid  1980,  p. 188).

[278]            " Entiendo por intuición no el testimonio fluctuante de los sentidos, o el juicio falaz de una imaginación que compone mal, sino la concepción de una mente pura y atenta tan fácil y distinta, que en absoluto quede duda alguna sobre aquello que entendemos; o, lo que es lo mismo, la concepción no dudosa de una mente pura y atenta, que nace de la sola luz de la razón y que por ser más simple es más cierta que la misma deducción […]. Así cada uno puede intuir con el espíritu que existe, que piensa, que el triángulo está definido por tres líneas, la esfera por una sola superficie, y cosas semejantes que son más numerosas de lo que cree la mayoría." (René Descartes: intuición intelectual, Reglas para la dirección del espíritu, Regla III Alianza, Madrid 1984, p. 75-76).

[279]            " De si es útil mantener al pueblo en la superstición. Es tal la debilidad del género humano, y tal su perversidad, que sin duda vale más para él ser subyugado por todas las supersticiones posibles, con tal de que no sean mortíferas, que vivir sin religión. El hombre siempre ha tenido necesidad de un freno, y aunque fuese ridículo hacer sacrificios a los faunos, a los silvanos, a las náyades, era mucho más razonable y más útil adorar esas fantásticas imágenes de la Divinidad que entregarse al ateísmo. Un ateo que fuese razonador, violento y poderoso, sería un azote tan funesto como un supersticioso sanguinario.Cuando los hombres no tienen nociones claras de la Divinidad, las ideas falsas la suplen, como en los malos tiempos se trafica con moneda devaluada cuando no se tiene moneda buena. El pagano no osaba cometer un crimen ante el temor de ser castigado por los falsos dioses […] En todos los sitios en que hay establecida una sociedad, es necesaria una religión; las leyes velan sobre los crímenes conocidos y la religión sobre los crímenes secretos.

                Pero una vez que los hombres han llegado a abrazar una religión pura y santa, la superstición se vuelve no sólo inútil, sino muy peligrosa. No se debe tratar de alimentar con bellotas a aquellos a los que Dios se digna alimentar con pan.La superstición es a la religión lo que la astrología a la astronomía: la hija muy loca de una madre muy cuerda. Estas dos hijas han subyugado mucho tiempo toda la tierra. (Voltaire: religión y superstición, Tratado sobre la tolerancia, en Opúsculos satíricos y filosóficos. Traducción de R. de Dampierre, Alfaguara, Madrid 1978, p. 82-83).

[280]            " Hipias Mayor, 287c-d.

                Sócrates. –¡Ay, qué bien hablas! Pero, puesto que tú me animas, me voy a convertir lo más posibleHacía tiempo que había advertido que, en este hombre y voy a intentar preguntarte. Porque si tú le expusieras a él este discurso que dices sobre relación con las ocupaciones bellas, te escucharía y,costumbres, es necesario en cuanto terminaras de hablar, no te preguntaría más que sobre lo bello, pues tiene esta costumbre, y te diría: Extranjero de Elis, dime, por favor, ¿los que son justos no lo son por la justicia? Ten la bondad de responderme, Hipias.

                Hipias. –Responderé que es por la justicia.

                –¿Y la justicia no es algo en sí misma?

                –Sin duda.

                –Igualmente, ¿no son sabios los sabios por la sabiduría, y todo lo que es bueno, no lo es por el bien?

                –¿Cómo podría ser de otro modo?

                –¿algunas ocasiones seguir opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro, estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y son éstas cosas reales? ¿No lo negarás, finalmente, considerando que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin duda?

                –Sí, son reales.

                –Y todas las cosas bellas, ¿no son bellas también por la belleza?

                –Sí, por la belleza.

                –Que es una cosa real.

                –Real sin duda.

                Fedón, l00a-c.

                –Voy a explicarme más claramente, dijo Sócrates, pues creo que aún noque ninguno en tal estado sea verdadero, me comprendes.

                –No, por Zeus, dijo Cebes, no te comprendo muy bien.

                –Sin embargo, dijo Sócrates, no digo nada nuevo, nada que no haya dicho en mil ocasiones. Para explicarte el método que he utilizado en la búsqueda de las causas, vuelvo primero a lo que tanto he repetido. Así pues digo que existe una belleza en sí y por sí, un bien, una grandeza, y así todo lo demás. Si me concedes la existencia de estas cosas, espero demostrarte por medio de ellas por qué el alma es inmortal.–Te lo concedo, dijo Cebes, no podrías acabar pronto tu demostración.

                –Fíjate bien en lo que va a seguir, y ve si no estás de acuerdo conmigo. Me parece que si hay alguna cosa bella, además de lo bello en sí, sólo puede ser bella porque participa en esta misma belleza; y así todas las demás cosas. ¿Me concedes esta causa? Sí, te la concedo.

                –Entonces, no comprendo todas estas otras causas sabias. Si alguien me dice que lo que hace que una cosa sea bella, es la vivacidad de sus colores o la proporción de sus partes, o cualquier otra cosa semejante, dejo de lado todas estas razones que no hacen más que ofuscarme, y respondo sin ceremonia y sin arte, y tal vez demasiado simplemente, que nada la hace bella sino la presencia o la comunicación de esta belleza en sí, sea cual fuere el modo cómo esta comunicación se produzca. Pues yo no afirmo nada después de esto. Afirmo solamente que es por la belleza que son bellas todas las cosas bellas. Mientras me mantenga en este principio, no creo que pueda equivocarme, y estoy persuadido de que puedo responder con toda seguridad que las cosas bellas son bellas por la presencia de la belleza. ¿No te parece así también?–Perfectamente. –Del mismo modo, ¿no son grandes las cosas grandes por la grandeza, y las pequeñas no lo son por la pequeñez?–Sí.República, 507a_c.

                –Primero es necesario, dije yo, que nos pongamos de acuerdo y os recuerdo lo que ya se ha dicho tantas veces.–¿Y qué es?, preguntó.

                –Hay muchas cosas bellas, y muchas buenas, e igualmente otras cuya existencia afirmamos y que distinguimos por el lenguaje.

                –Sí, en efecto.

                –Afirmamos también la existencia de lo bello en sí, del bien en sí, e igualmente, para todas las cosas que decimos múltiples afirmamos que a cada una corresponde una idea que es única y que llamamos su esencia.–Es verdad.–Y decimos de las cosas múltiples que son objeto de los sentidos, no del espíritu, mientras que las ideas son el objeto del espíritu, no de los sentidos.–Perfectamente.

                República, 508c_509b.

                –Cuando los ojos se dirigen hacia objetos que no están iluminados por la luz del día, sino por los astros de la noche, hallan dificultad en distinguirlos, parecen hasta un cierto punto afectos de ceguera.–Así es.

                –En cambio, cuando contemplan objetos iluminados por el sol, los ven distintamente y manifiestan la facultad de ver de que están dotados. –Sin duda.

                –Comprende que lo mismo le pasa al alma. Cuando dirige su mirada a lo que está iluminado por la verdad y por el ser, lo comprende y lo conoce, y muestra que está dotada de inteligencia. Pero cuando vuelve su mirada hacia lo que está mezclado de obscuridad. no tiene más que opiniones, y pasa sin cesar de la una a la otra; parece haber perdido la inteligencia.–Así es.–Así pues, ten por cierto que lo que comunica a los objetos conocidos la verdad. y al alma la facultad de conocer, es la idea del bien. Comprende que esta idea es la causa de la ciencia y de la verdad, en tanto que entran en el conocimiento. Y por bellas que sean la ciencia y la verdad, no te equivocarás si piensas que la idea del bien es distinta de ellas y las supera en belleza. En efecto. igual que en el mundo visible tenemos razón al pensar que la luz y la vista tienen analogía con el sol. y sería insensato decir que son el sol, también en el mundo inteligible debemos ver que la ciencia v la verdad tienen analogía con el bien. Pero nos equivocaríamos si tomásemos a la una o la otra por el bien mismo que es de un valor mucho más elevado.–Su belleza, dijo. debe estar por encima de toda expresión, porque produce la ciencia y la verdad y es aún más bello que ellas.

                –Reconocerás, según creo, que el sol no sólo hace visibles las cosas visibles, sino que además les da la génesis, el crecimiento y el alimento, sin ser él la génesis.

                –Sí. –Igualmente reconocerás que los objetos cognoscibles no sólo tienen del bien lo que los hace cognoscibles, sino además su existencia y su esencia, aunque el bien mismo no sea esencia, sino algo que supera en mucho la esencia en dignidad y en poder.

                –¡Gran Apolo!, gritó Glaucón burlándose. ¡esto es algo maravilloso! Tú tienes también la culpa. repliqué, ¿por qué me obligas a decir lo que pienso sobre este asunto?(Platón: teoría de las ideas, Hipias Mayor, 287c-d, Fedón, l00a-c, República, 507a_c, República, 508c_509b. R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p.resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces había alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba. (René Descartes: la duda metódica, Discurso del método Alfaguara, Madrid 1981, p. 24-26).

                25).

[281]            " A este lugar supraceleste, no lo ha cantado poeta alguno de los de aquí abajo, ni lo cantará jamás como merece. Pero es algo como esto -ya que se ha de tener el coraje de decir la verdad, sobre todo cuando es de ella de la que se habla-: porque, incolora, informe, intangible esa esencia cuyo ser es realmente ser (ousía óntos oûsa), vista sólo por el entendimiento, piloto del alma, y alrededor de la que crece el verdadero saber, ocupa, precisamente, tal lugar. Como la mente de lo divino se alimenta de un entender y saber incontaminado, lo mismo que toda alma que tenga empeño en recibir lo que le conviene, viendo, al cabo del tiempo, el ser, se llena de contento, y en la contemplación de la verdad, encuentra su alimento y bienestar, hasta que el movimiento, en su ronda, la vuelva a su sitio. En este giro, tiene ante su vista a la misma justicia, tiene ante su vista a la sensatez, tiene ante su vista a la ciencia, y no aquella a la que le es propio la génesis, ni la que, de algún modo, es otra al ser en otro -en eso otro que nosotros llamamos ente-, sino esa ciencia que es de lo que verdaderamente es ser. Y habiendo visto, de la misma manera, todos los otros seres que de verdad son, y nutrida de ellos, se hunde de nuevo en el interior del cielo, y vuelve a su casa. Una vez que ha llegado, el auriga detiene los caballos ante el pesebre, les echa, de pienso, ambrosía, y los abreva con néctar" .(Platón: las esencias, Fedro, 247a-e Diálogos, III, Fedón, Banquete, Fedro, Gredos, Madrid 1986, vol. III, p. 348-349).

[282]            " El devenir es el primer pensamiento concreto y, por lo tanto, la primera noción; mientras que el ser y la nada son abstracciones vacías. Cuando se habla de la noción del ser, se quiere decir que esta noción consiste en el devenir, porque, en cuanto ser es el no-ser vacío. Así tenemos en el ser el no-ser y en el no-ser el ser. Pero este ser que permanece en sí mismo en el no-ser es el devenir. No se debe eliminar la diferencia en la unidad del devenir, porque si no ella se volvería al ser abstracto. El devenir es la posición de lo que es el ser en su verdad. […]El devenir, por ser el primer momento concreto, es también la primera determinación verdadera del pensamiento. En la historia de la filosofía es el sistema de Heráclito el que corresponde a este grado de la idea lógica. Diciendo que todo se desliza (panta rei), Heráclito pone como determinación fundamental de todo lo que existe el devenir, mientras que los Eléatas […] habían concebido el ser, el ser fijo y sin processus, como constituyendo sólo lo verdadero." (Georg W.F. Hegel: el devenir, Lógica, LXXXVIII, 5 Zusatz Primera parte de la Enciclopedia de las ciencias, Aguilera, Madrid 1973, p. 144-145)

[283]            " Pensarse como Yo es lo que constituye la raíz de la naturaleza del hombre. En tanto que espíritu, el hombre no es algo inmediato, sino esencialmente un ser que vuelve sobre sí mismo. Este movimiento de mediación es un momento esencial del Espíritu. Su actividad consiste en salir de la inmediatez, en negarla y volver de este modo sobre sí mismo. Es, pues, lo que él se hace mediante su actividad. El sujeto, la verdadera realidad, es tan sólo lo que ha vuelto sobre sí mismo. El Espíritu debe ser comprendido únicamente como su propio resultado. Puede explicárnoslo la imagen de la semilla. Con la semilla empieza la planta, pero esa semilla es, a la vez, el resultado de toda la vida de la planta; ésta se desarrolla para producirla. Pero la impotencia de la vida se nos muestra en el hecho de que la semilla es a la vez comienzo y resultado del individuo; de que, como punto de partida y como resultado, es diferente y, sin embargo, idéntica, producto de un individuo y comienzo de otro. Ambos aspectos son distintos en ella como la forma simple de la semilla es distinta del proceso de desarrollo de la planta.

                Cada individuo lleva en sí otro ejemplo más preciso. El hombre sólo llega a ser lo que debe por la educación, por el entrenamiento. De modo inmediato, es tan sólo la posibilidad de llegar a ser lo que debe; es decir, racional, libre. Inmediatamente no es más que su destino, su deber ser. El animal termina pronto su formación, pero no debemos considerar esto como un beneficio de la naturaleza. Su crecimiento es tan sólo un refuerzo cuantitativo. Por el contrario, el hombre debe hacerse por sí mismo lo que ha de ser, debe conquistarlo todo por sí mismo, precisamente porque es espíritu. Tiene que desembarazarse del elemento natural. El Espíritu es, pues, su propio resultado" . […] (Georg W. F. Hegel: el espíritu La razón en la historia (primera mitad de Lecciones sobre la filosofía de la historia), Seminarios y Ediciones, Madrid 1972, p. 76-84).

[284]            " El devenir es el primer pensamiento concreto y, por lo tanto, la primera noción; mientras que el ser y la nada son abstracciones vacías. Cuando se habla de la noción del ser, se quiere decir que esta noción consiste en el devenir, porque, en cuanto ser es el no-ser vacío. Así tenemos en el ser el no-ser y en el no-ser el ser. Pero este ser que permanece en sí mismo en el no-ser es el devenir. No se debe eliminar la diferencia en la unidad del devenir, porque si no ella se volvería al ser abstracto. El devenir es la posición de lo que es el ser en su verdad. […]El devenir, por ser el primer momento concreto, es también la primera determinación verdadera del pensamiento. En la historia de la filosofía es el sistema de Heráclito el que corresponde a este grado de la idea lógica. Diciendo que todo se desliza (panta rei), Heráclito pone como determinación fundamental de todo lo que existe el devenir, mientras que los Eléatas […] habían concebido el ser, el ser fijo y sin processus, como constituyendo sólo lo verdadero." (Georg W.F. Hegel: el devenir, Lógica, LXXXVIII, 5 Zusatz ,Primera parte de la Enciclopedia de las ciencias, Aguilera, Madrid 1973, p. 144-145)

[285]            " En cuanto, para el empirismo, lo sensible es y permanece siendo lo dado, resulta una doctrina de negación de la libertad, pues la libertad consiste precisamente en que no reconozca nada absolutamente otro frente a mí, sino que dependa de un contenido que soy yo mismo. Además, desde este punto de vista la razón y la ausencia de razón son solamente algo subjetivo, es decir, que tenemos que aceptar lo dado tal como es, y carecemos del derecho a preguntarnos si es racional o hasta qué punto lo es. (Enciclopedia, § 38. adición: Werke, t. VI, p. 83.

                EI saber nacido de la experiencia y los razonamientos basados en él son lo contrario del saber nacido del concepto, del saber especulativo; y este antagonismo se agudiza, a veces, de tal modo, que el saber basado en conceptos se avergüenza del que nace de la experiencia… Pero es necesario, para la idea, que se desarrolle la particularidad del contenido… Conocer esta existencia, el mundo tal y como es, el universo sensible, con su despliegue de fenómenos accesibles a los sentidos, es uno de los lados de la cosa… Y hay que reconocer a la época moderna el mérito de haber fomentado y producido este conocimiento. El empirismo no consiste simplemente en observar, escuchar, sentir, percibir lo concreto, sino que estriba, esencialmente, en descubrir géneros, lo general, en descubrir leyes. Y, al proceder así se encuentra con el terreno del concepto, prepara la materia empírica para éste, que el concepto se encarga luego de recibir y aderezar… Sin el desarrollo específico de las ciencias de la experiencia, jamás la filosofía habría ido más allá de lo que había ido entre los antiguos… No debemos perder de vista que la filosofía, sin esta marcha de las cosas, no habría llegado a existir; el espíritu consiste, esencialmente, en la elaboración de lo otro. (Werke, t. XV. p. 282 s.)Las ciencias empíricas traen consigo el estímulo de vencer la forma por la que la riqueza de su contenido se ofrece como algo no más que inmediato y encontrado, como multiplicidad confusa y contingente y de elevar este contenido a necesidad; este estímulo arranca el pensamiento de su generalidad y de su suficiencia y lo lleva a desarrollarse.» (Enciclopedia, § 12; Werke, t. VI, p. 18.)

                En la sensación existe toda la razón, toda la materia del espíritu… Pero el desarrollo del espíritu partiendo de la sensación suele entenderse como si la inteligencia. en un principio, apareciese absolutamente vacía y recibiese, por tanto, todo su contenido de fuera, como aIgo totalmente ajeno a ella. Esto es un error, pues lo que la inteligencia parece recibir de fuera no es, en realidad, otra cosa que lo racional y, por consiguiente, lo idéntico al espíritu e inmanente a él. Por tanto, la actividad del espíritu no tiene otro fin que el de refutar, mediante la superación del aparente [!] ser exterior a sí mismo, la apariencia [!] de que el objeto es exterior al espíritu)" . (Enciclopedia, S 447, adición, Werke, t. VII, p.311.

                 (Georg W. F. Hegel: contra el mero empirismo, Textos escogidos por Ernst Bloch: Sujeto-objeto. El pensamiento de Hegel, F.C.E., México 1982, p.113-114)

[286]            " El ser: Ser, puro ser -sin ninguna otra determinación. En su inmediación indeterminada es igual sólo a sí mismo, y tampoco es desigual frente a otro; no tiene ninguna diferencia, ni en su interior ni hacia lo exterior. Por vía de alguna determinación o contenido, que se diferenciara en él, o por cuyo medio fuese puesto como diferente de otro, no sería conservado en su pureza. Es la pura indeterminación y el puro vacío-. No hay nada en él que uno pueda pensar o intuir, si puede aquí hablarse de intuir; o bien es él sólo este puro, vacío intuir en sí mismo. Tampoco hay nada en él que uno pueda pensar, o bien éste es un igualmente sólo un pensar vacío. El ser, lo inmediato, lo indeterminado, es en realidad la nada, ni más ni menos que la nada.

                La nada: Nada, la pura nada; es la simple igualdad consigo misma, el vacío perfecto, la ausencia de determinación y contenido; la indistinción en sí misma. -En cuanto puede hablarse aquí de un intuir o pensar, vale como una diferencia el que pueda ser intuido o pensado algo o nada. Intuir o pensar la nada tiene, pues, un significado; los dos son distintos, y así la nada está (existe) en nuestro intuir o pensar; o más bien es el intuir o pensar vacíos mismos, y el mismo vacío intuir o pensar que es el puro ser.- La nada es, por lo tanto, la misma determinación o más bien ausencia de determinación, y con esto es en general la misma cosa que es el puro ser.El devenir: unidad del ser y la nada: El puro ser y la pura nada son por tanto la misma cosa. Lo que constituye la verdad no es el ser ni la nada, sino aquello que no traspasa sino que ha traspasado, vale decir el ser (traspasado) en la nada y la nada (traspasada) en el ser. Pero al mismo tiempo la verdad no es su indistinción, sino el que ellos no son lo mismo, sino que son absolutamente diferentes, pero son a la vez inseparados e inseparables e inmediatamente cada uno desaparece en su opuesto. Su verdad consiste, pues, en este movimiento del inmediato desaparecer de uno en otro: el devenir; un movimiento donde los dos son diferentes, pero por vía de una diferencia que al mismo tiempo se ha resuelto inmediatamente. (Georg W. F. Hegel: ser, nada, devenir,La ciencia de la lógica, Solar / Hachette, Buenos Aires 1968, p.77-78)

[287]            " -¿Mantendremos, pues, con firmeza que lo que existe absolutamente es también absolutamente cognoscible y que lo que no existe en modo alguno es del todo incognoscible?

                -Ciertamente.

                -Bien, y si hay algo que es y no es, ¿no estará en medio de lo que existe absolutamente y de lo que meramente no existe?

                -Estará entre lo uno y lo otro.

                -Así pues, si hay conocimiento de lo que es e ignorancia necesaria de lo que no es, ¿referente a esto intermedio que hemos dicho hay que buscar también algo intermedio entre el saber y la ignorancia, si es que tal cosa puede existir? -Bien cierto es.-¿Diremos que existe algo así como la opinión? -¡Claro!-¿Pero acaso vale igual que el conocimiento o se diferencia de él?

                -Es algo distinto.-Una cosa es, pues, el conocimiento y otra distinta la opinión; cada cual con su propio sentido. -Exactamente."   (Platón: conocimiento y opinión, República, libro V, 477 a-b Centro de Estudios Constitucionales, Madrid 1981, p. 164-165).

[288]            " ¿Pensar? ¿Y en abstracto? ¡Sálvese quien pueda! Así oigo exclamar a un traidor vendido ya al enemigo… Lo que se trata de saber es quién piensa en abstracto. ¿Quién piensa en abstracto? El hombre inculto, no el culto. Me limitaré a poner algunos ejemplos demostrativos de esta tesis de los que todo el mundo reconocerá que, en efecto, la encierran.Un asesino es conducido al cadalso. Para el pueblo común no es otra cosa que un asesino. Tal vez las damas, al verlo pasar, comenten su aspecto físico, digan que es un hombre fuerte, hermoso, interesante. Al escuchar esto, el hombre del pueblo exclamará, indignado: "¿Cómo? ¿Un asesino, y hermoso?" Un conocedor del hombre tratará de indagar la trayectoria seguida por la educación de este criminal; descubrirá tal vez en su historias en su infancia o en su primera juventud, malas relaciones familiares del padre y de la madre; descubrirá que una ligera transgresión de este hombre fue castigada con una dureza exagerada que le hizo rebelarse contra el orden existente, que lo hizo colocarse al margen de este orden y acabó empujándolo al crimen para poder subsistir. Pues bien, todo esto es pensar en abstracto, no ver en el asesino más que esta nota abstracta, la de que es un asesino, de tal modo que esta simple cualidad destruye o borra en él cuanto haya de naturaleza humana.«¡Vieja, los huevos que quiere venderme están podridos!», dice la compradora a la campesina, en el mercado. «¿Cómo? -replica ésta- ¿que mis huevos están podridos? ¿Eso es lo que se atreve a decir esa piojosa de mis huevos? ¡Como si no supiéramos que sus padres se comían los codos de hambre, que su madre se fugó con un francés y su abuela murió en el hospital! ¡ Mira qué pañoleta tan bonita y llena de abalorios lleva! ¡ Habría que ver cómo lleva la camisa! ¿De dónde habrá sacado tantos adornos y tantos sombrero? Si no hubiese oficiales en la guarnición, no andarían muchas tan bien vestidas y tendrían que pasarse el día zurciendo las medias.» En una palabra, Ia vendedora. Ilevada de su cólera, no deja hueso sano a la compradora. Pues bien, esta vieja piensa también en abstracto, viéndolo todo, la pañoleta, los sombreros y la camisa de la mujer, sus dedos y otras partes de su cuerpo y hasta a sus padres y toda su parentela, única y exclusivamente a través del horrible delito cometido por ella al decir que los huevos que trataba de venderle estaban podridos. A partir de este momento, ve todo lo que a esa dama se refiere teñido por el color de los «huevos podridos». En cambio. creo que aquellos oficiales de que habla la vendedora de ser cierta su malicia, lo que mucho dudamos- habrán podido ver en la dama cosas bien diferentes.Y, pasando ahora de la vieja a los sirvientes, hay que decir que los peor colocados son los que tienen que servir a personas de estado social inferior y poca fortuna. En esto, como en todo, el hombre inculto piensa en abstracto, se da aires de gran señor para con los criados, sólo ve en ellos a sus servidores; se aferra al predicado de «servidores» y no sabe salir de ahí… La misma diferencia apreciamos en la milicia: en el ejército austríaco puede darse de azotes al soldado: los soldados son, pues, una canalla. Por donde el soldado raso es concebido por el oficial como el exponente abstracto de un sujeto azotable con el que él. un señor que viste uniforme y ciñe espada, tiene que habérselas, lo cual es para encomendarse al diablo. ( Werke, t. XVIII, p. 400 s.) (Georg W. F. Hegel: ¿quién piensa en abstracto?,Texto escogido por Ernst Bloch: Sujeto-objeto. El pensamiento de Hegel, F.C.E., México 1982, p.32-33)

[289]            Posteriormente a este trabajo, aplicaré todas estas consideraciones a un libro que le pienso dedicar  a la ética médica. Trayendo a colación situaciones que, no porque las refiera yo que suelo ser un exagerado contumaz, no tienen validez pero en este trabajo creo que ya mencioné algunas: que los médicos sirven frecuentemente como acesores de torturadores, lo cual se vió descaradamente en la casería despiadada que le hicieron a Husseim, cuando lo apresaron, dos agentes vestidos de personal médico, le revisaban la boca como si se tratase de un animal, este gesto no fue nada sutil y envió un mensaje a la comunidad médica internacional contrario a la ONU que hace algunos años, ya hace muchos, en un comunicado la ONU les exigió a la comunidad internacional de médicos e instituciones similares que no se prestaran de ascesores de torturas y presiones en interrogatorios. Es bueno ir estructurando y pensando en libros dirigidos a los médicos, que traten el tema ético, porque el médico como todos los profesionales no leen mucho de ética. Por ejemplo esos recursos incluso privados de cirugía plástica que ponene a una viejecita de setenta años con uin cuerpo de una muchacha de veinte, podrían reunirse y salvar rostros de niños maltratados por las guerras, cuyo dinero casi siempre coincide en las cuentas bancarias con el de esas viejitas que sueñan con hacerse la lipoescultura.

[290]            " La idea absoluta puede compararse […] al viejo que expresa los mismos pensamientos religiosos que el niño, pero para el cual su significación abraza toda su vida. Aun cuando el niño entendiera el contenido de la doctrina religiosa, su vida entera y el mundo entero estarían, no obstante, aún fuera de este contenido. Se puede decir otro tanto de la vida humana en general y de los sucesos que la llenan. Todo nuestro trabajo es dirigido hacia un fin y cuando este fin es alcanzado, asombra no hallar otra cosa que lo que se quería. La importancia está en el movimiento entero. Cuando el hombre recorre con el pensamiento los hechos de su vida, el fin podrá parecer muy limitado. Sin embargo, en él viene a concentrarse entero el decursus vitae. Así el contenido de la idea absoluta es también el desenvolvimiento entero de los momentos que tenemos ante nosotros hasta aquí. Y que es este desenvolvimiento lo que constituye el contenido y lo esencial, éste es el último punto que nos queda por determinar. Hay que agregar que lo propio del pensamiento filosófico es entender cómo todo lo que es, considerado separadamente, aparece como un ser limitado y que no tiene, por lo mismo, valor sino como parte del todo y como momento de la idea." (Georg W.F. Hegel: visión de conjunto, Lógica, CCXXXVI, Zusatz,  Ricardo Aguilera, Madrid 1973, p. 368.)

[291]            Por esto es que nuestro trabajo es mántrico, pues quiero imitar o emular, los comienzos de la revolución industrial, en Galileo, ya que la fundación de la mecánica siempre estuvo basada en la repititividad. Incluso en los grandes talleres, los ingenieros recrearon la uniforfmidad para recrear la rekpetitividad pero a escala industrial. Así, un metodólogo no le puede enrostrar a un genetista la repetición de letras ya que allí es que están los famosos códigos, copiados de una ciencia que a su tiempo también mencionaremos como es la estadística, con sus cadanas de marcon y sus movimientos estocásticos.

[292]            Incluso el genoma humano, que debería ser el aquí y ahora del descubrimiento de América, lleva implícita una gran carga teológica, y por no decir es teología pura, religiosidad de la nueva era, aunada a los mismos paradigmas de siempre Darvinianos-Lamarkianos. Veamos: " 2.  Como una máquina, todo organismo, incluido el más «simple», constituye una unidad funcional coherente e integrada. Evidentemente, la coherencia funcional de una máquina química tan compleja, y además autónoma, exige la intervención de un sistema cibernético que gobierne y controle la actividad química en numerosos puntos. Estamos lejos aún, sobre todo en los organismo superiores, de haber dilucidado la estructura íntegra de estos sistemas. Hoy se conocen, sin embargo, muchos elementos, y en todos estos casos se ha comprobado que los agentes esenciales son proteínas llamadas «reguladoras», que desempeñan, en suma, el papel de detectores de señales químicas. 3. El organismo es una máquina que se construye a sí misma. Su estructura macroscópica no le es impuesta por la intervención de fuerzas exteriores. Se constituye de forma autónoma, gracias a interacciones constructivas internas. Aunque nuestros conocimientos concernientes a la mecánica del desarrollo son totalmente insuficientes. Sin embargo, se puede, desde ahora, afirmar que las interacciones constructivas son microscópicas. Moleculares, y que las moléculas en litigio son esencialmente, sino únicamente, proteínas." (Jacques Monod: la teleonomía de los seres vivos,El azar y la necesidad, Barral, Barcelona 1973, p. 57-58)

[293]            " 63 El cuerpo que pertenece a una Mónada, la cual es su Entelequia o Alma, constituye con la Entelequia lo que puede ser llamado un viviente, y con el Alma lo que se llama un Animal. Ahora bien, el cuerpo de un viviente o de un Animal es en todos los casos orgánico, pues siendo toda Mónada un espejo del universo, a su modo, y estando regulado el universo dentro de un orden perfecto, es necesario que haya también un orden en el representante, es decir, en las percepciones del alma, y, por consecuencia, en el cuerpo, según el cual el universo es representado. (Teodicea, § 403).

                64Por tanto cada cuerpo orgánico de un viviente es una Especie de Máquina divina o de Autómata Natural, que sobrepasa infinitamente a todos los Autómatas artificiales. Porque una máquina hecha por el arte del hombre, no es Máquina en cada una de sus partes. Por ejemplo: el diente de una rueda de hierro tiene partes o fragmentos, que no son para nosotros nada artificial y no tienen nada que indique a la máquina en relación al uso al que la rueda está destinada. Pero las Máquinas de la Naturaleza, es decir, los cuerpos vivos, son, sin embargo, Máquinas en sus menores partes hasta el infinito. Esto es lo que constituye la diferencia entre la Naturaleza y el Arte, es decir, entre el arte Divino y el Nuestro. (Teodicea, §134, 146, 194, 483).

                65

                Y el Autor de la Naturaleza ha podido llevar a cabo este artificio divino e infinitamente maravilloso, porque cada porción de la materia no es solamente divisible hasta el infinito, como reconocieron los antiguos, sino que incluso cada una de las partes está subdividida actualmente y sin fin en partes, cada una de las cuales tiene su propio movimiento; de otra manera sería imposible que cada porción de la materia pudiera expresar todo el universo. (Preliminares, § 70. Teodicea, § 195).

                66

                Por donde se ve que hay un Mundo de criaturas, de Vivientes, de Animales, de Entelequias, de Almas en la más pequeña porción de la materia […]

                69

                Por tanto, no hay nada de inculto, de estéril o de muerto en el universo, nada de caos, nada de confusiones, sino sólo apariencia de ellos; poco más o menos como parecería en un estanque a una cierta distancia desde la cual se vería un movimiento confuso y un hormigueo, por decirlo así, de los peces del estanque, sin discernir los peces mismos.

                70

                Por esto se ve que cada cuerpo viviente tiene una Entelequia dominante que es el Alma del Animal; pero los miembros de este cuerpo viviente están llenos de otros vivientes, plantas, animales, cada uno de los cuales tiene, a su vez, su Entelequia o su alma dominante.

                71

                Pero no es necesario imaginar, con algunos que han interpretado mal mi pensamiento, que cada Alma tiene una masa o porción de materia propia y asignada a ella para siempre, y que ella, por consecuencia, posee otros vivientes inferiores destinados siempre a su servicio. Porque todos los cuerpos están en un flujo perpetuo como los ríos; y las partes entran y salen de ellos continuamente.

                72

                Por tanto, el alma no cambia de cuerpo sino poco a poco y por grados, de tal manera que nunca se ve despojada de pronto de todos sus órganos; y hay frecuentemente metamorfosis en los animales, pero nunca Metempsícosis ni transmigración de las almas; no hay tampoco Almas separadas por completo, ni Genios sin cuerpo. Sólo Dios está enteramente desprovisto de él. (Teodicea, §90, 124).

                73

                También es esto lo que hace que no haya nunca ni generación entera, ni muerte perfecta, en el sentido riguroso de la palabra, que consiste en la separación del alma. Lo que llamamos generaciones son desarrollos y acrecentamientos, así como lo que llamamos muertes son Envolvimientos y Disminuciones.

                74

                Los Filósofos han estado siempre muy apurados en lo que respecta al origen de las Formas, Entelequias, o Almas, pero hoy, desde que se ha descubierto, mediante investigaciones exactas hechas sobre las plantas, los insectos y los animales, que los cuerpos orgánicos de la naturaleza no son producidos nunca por el caos o la putrefacción, sino en todos los casos por semillas, en las cuales sin duda hay alguna preformación, se ha juzgado que no solamente el cuerpo orgánico estaba ya allí antes de la concepción, sino incluso un Alma en este cuerpo y, en una palabra, el animal mismo; y que por medio de la concepción este animal sólo ha sido preparado para una gran transformación que le convierta en animal de otra especie. Algo parecido a esto se ve, aparte la generación, cuando los gusanos se convierten en moscas, y cuando las larvas se convierten en mariposas. (Teodicea, §86, 89, 90, 187, 188, 403, 397) […]" (Gottfried Wilhelm Leibniz: el cuerpo y la mónada, Monadología (Orbis, Barcelona 1983, selección de los párrafos 63-75).

[294]            " -Pues bien -continuó Sócrates-, después de todas estas consideraciones, por necesidad se forma en los que son genuinamente filósofos una creencia tal, que les hace decirse mutuamente algo así como esto: «Tal vez haya una especie de sendero que nos lleve a término [juntamente con el razonamiento en la investigación], porque mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sin fin las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de imágenes de todas clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato. Guerras, revoluciones y luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos, pues es por la adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras, y a adquirir riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos esclavos de sus cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no tengamos tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si nos queda algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo, inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras investigaciones y nos alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal manera que por su culpa no podemos contemplar la verdad. Por el contrario, nos queda verdaderamente demostrado que, si alguna vez hemos de saber algo en puridad, tenemos que desembarazarnos de él y contemplar tan sólo con el alma las cosas en sí mismas. Entonces, según parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que nos declaramos enamorados, la sabiduría; tan sólo entonces, una vez muertos, según indica el razonamiento, y no en vida. En efecto, si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos, o es de todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes. Y mientras estemos con vida, más cerca estaremos del conocer, según parece, si en todo lo posible no tenemos ningún trato ni comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea de toda necesidad, ni nos contaminamos de su naturaleza, manteniéndonos puros de su contacto, hasta que la divinidad nos libre de él. De esta manera, purificados y desembarazados de la insensatez del cuerpo, estaremos, como es natural, entre gentes semejantes a nosotros y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro; y esto tal vez sea lo verdadero. Pues al que no es puro es de temer que le esté vedado el alcanzar lo puro.» He aquí, oh Simmias, lo que necesariamente pensarán y se dirán unos a otros todos los que son amantes del aprender en el recto sentido de la palabra. ¿No te parece a ti así?

                -Enteramente, Sócrates.

                -Así, pues, compañero -dijo Sócrates-, si esto es verdad, hay una gran esperanza de que, una vez llegado adonde me encamino, se adquirirá plenamente allí, más que en ninguna otra parte, aquello por Io que tanto nos hemos afanado en nuestra vida pasada; de suerte que el viaje que ahora se me ha ordenado se presenta unido a una buena esperanza, tanto para mí como para cualquier otro hombre que estime que tiene su pensamiento preparado y, por decirlo así, purificado.

                -Exacto -respondió Simmias.

                -¿Y la purificación no es, por ventura, lo que en la tradición se viene diciendo desde antiguo, el separar el alma lo más posible del cuerpo y el acostumbrarla a concentrarse y a recogerse en sí misma, retirándose de todas las partes del cuerpo, y viviendo en lo posible tanto en el presente como en el después sola en sí misma, desligada del cuerpo como de una atadura?

                -Así es en efecto -dijo.

                -¿Y no se da el nombre de muerte a eso precisamente, al desligamiento y separación del alma con el cuerpo?

                -Sin duda alguna -respondió Simmias.

                -Pero el desligar el alma, según afirmamos, es la aspiración suma, constante y propia tan sólo de los que filosofan en el recto sentido de la palabra; y la ocupación de los filósofos estriba precisamente en eso mismo, en el desligamiento y separación del alma y del cuerpo. ¿Sí o no?

                -Así parece.

                -¿Y no sería ridículo, como dije al principio, que un hombre que se ha preparado durante su vida a vivir en un estado lo más cercano posible al de la muerte, se irrite luego cuando le llega ésta?

                -Sería ridículo. ¡Cómo no!

                – Luego, en realidad, oh Simmias -replicó Sócrates-, los que filosofan en el recto sentido de la palabra se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes resulta menos temeroso el estar muertos. Y puedes colegirlo de lo siguiente: si están enemistados en todos los respectos con el cuerpo y desean tener el alma sola en sí misma, ¿no sería un gran absurdo que, al producirse esto, sintieran temor y se irritasen y no marcharan gustosos allá, donde tienen esperanza de alcanzar a su llegada aquello de que estuvieron enamorados a lo largo de su vida -que no es otra cosa que la sabiduría- y de librarse de la compañía de aquello con lo que estaban enemistados? ¿No es cierto que al morir amores humanos, mancebos amados, esposas e hijos, fueron muchos los que se prestaron de buen grado a ir en pos de ellos al Hades, impulsados por la esperanza de que allí verían y se reunirían con los seres que añoraban? Y en cambio, si alguien ama de verdad la sabiduría, y tiene con vehemencia esa misma esperanza, la de que no se encontrará con ella de una manera que valga la pena en otro lugar que en el Hades ¿se va a irritar por morir y marchará allá a disgusto? Preciso es creer que no, compañero, si se trata de un verdadero filósofo, pues tendrá la firme opinión de que en ninguna otra parte, salvo allí, se encontrará con la sabiduría en estado de pureza. Y si esto es así, como decía hace un momento, ¿no sería un gran absurdo que un hombre semejante tuviera miedo a la muerte?

                – Sí, por Zeus -dijo Simmias-, un gran absurdo.

                -¿Y no te parece que es indicio suficiente de que un hombre no era amante de la sabiduría, sino del cuerpo, el verle irritarse cuando está a punto de morir? Y probablemente ese mismo hombre resulte también amante del dinero, o de los honores, o de una de estas dos cosas, o las dos a la vez.

                -Efectivamente -respondió-, ocurre tal como dices." (Platón: la filosofía como preparación para la muerte, Fedón, 66c-68b. Orbis, Barcelona 1983, p. 154-158. Traducción de Luis Gil).

[295]            Veamos contra lo que dice Leibniz y lo que dice platón, lo que dice el BAGAVAGITA: " …Ella recibe un cuerpomakterial o espiritual conforme a su identificación con la naturaleza material o espiritual conforme a su identiuficación con la naturaleza material o espiritual. En la naturaleza material, ella podrá tomar un cuekrpo de entre cualquiera de las  8.400.000 especies, de vida, pero en la naturaleza, espiritual solamente tiene un cuerpo. En la naturaleza material, a veces se manifiesta como un homnbre, un semidios, un animal, una bestia, ave, et c, de acuerdo a su Karma. Para alcanzar los planetas celestiales, materiales y disfrutar sus facilidades, ella algunas veces ejecuta sacrificios, (yajña), pero cuando se agotra todo mérito, regrtesa otra vez a la tierra en forma de un hombre….los comentaristas impersonalistas del ghita asumen en foram irrasonable que el mundo material el Brahamanacepta la forma de JIVÄ, y para justificar, esto hacen referencia al capítulo quince, verso 7 del gita, pero este verso habla de la entidad viviente como" un fragmento eterno de MI" …El fragmento de Dios, o sea la entidad viviente, puede caer al mundo material, pero el señor supremo,  (Acyuta) nunca cae. Por lo tanto, no es aceptable esta suposición….La persona demoníaca, puede no estar de acuerdo en aceptar la supremacía del señor, y es un hecho que puede actuar de acuerdo a sus propios caprichos, más su proximo nacimiento dependerá de la decisión de la Suprema Personalidad de Dios y no de él mismo. En el Srimad-Bhagavatam, tercer canto, se establece que un alma individual, después de su muerte, se le pone dentro del vientre de una madre, donde obtiene un tipo particular de cuerpo bajo la sujpervisión del poder superior. Por consiguiente, en la existencia material encontramos muchas especies de vida animales, insectos, hombres, y así sucesivamente. En lo referente al demoníaco, aquí se dice claramente que a ellos, se les pone perpetuamente dentro de los vientres de demonios, y así, continuan siendo envidiosos y lo más bajo de la humanidad. Tales especies demoníacas se consideran siempre llenas de lujuria, siempre violentas, y rencorosas, y siempre sucias. Ellas son exactamente iguales a muchas bestias de la jungla." (PRABUPADA, BAGAVAGITA, TRANSMIGRACIÓN PGS: 109-110; 181; 330-331; 85; 30-31; 309-310; 121-122)

[296]            " […] Sin embargo, sabed bien que os voy a decir toda la verdad En efecto, atenienses, yo no he adquirido este renombre por otra razón que por cierta sabiduría. ¿Qué sabiduría es esa? La que, tal vez, es sabiduría propia del hombre; pues en realidad es probable que yo sea sabio respecto a ésta. éstos, de los que hablaba hace un momento, quizá sean sabios respecto a una sabiduría mayor que la propia de un hombre o no sé cómo calificarla. Hablo así, porque yo no conozco esa sabiduría, y el que lo afirme miente y habla en favor de mi falsa reputación. Atenienses, no protestéis ni aunque parezca que digo algo presuntuoso; las palabras que voy a decir no son mías, sino que voy a remitir al que las dijo, digno de crédito para vosotros. De mi sabiduría, si hay alguna y cuál es, os voy a presentar como testigo al dios que está en Delfos. En efecto, conocíais sin duda a Querefonte. éste era amigo mío desde la juventud y adepto al partido democrático, fue al destierro y regresó con vosotros. Y ya sabéis cómo era Querefonte, qué vehemente para lo que emprendía. Pues bien, una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al oráculo esto _pero como he dicho, no protestéis, atenienses_, preguntó si había alguien más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio. Acerca de esto os dará testimonio aquí este hermano suyo, puesto que él ha muerto.

                Pensad por qué digo estas cosas; voy a mostraros de dónde ha salido esta falsa opinión sobre mí. Así pues, tras oír yo estas palabras reflexionaba así: «¿Qué dice realmente el dios y qué indica en enigma? Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho. ¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es lícito.» Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quería decir. Más tarde, a regañadientes me incliné a una investigación del oráculo del modo siguiente. Me dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en la idea de que, si en alguna parte era posible, allí refutaría el vaticinio y demostraría al oráculo: «éste es más sabio que yo y tú decías que lo era yo.» Ahora bien, al examinar a éste _pues no necesito citarlo con su nombre, era un político aquel con el que estuve indagando y dialogando_ experimenté lo siguiente, atenienses: me pareció que otras muchas personas creían que ese hombre era sabio y, especialmente, lo creía él mismo, pero que no lo era. A continuación intentaba yo demostrarle que él creía ser sabio, pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes. Al retirarme de allí razonaba a solas que yo era más sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé tampoco creo saberlo. A continuación me encaminé hacia otro de los que parecían ser más sabios que aquél y saqué la misma impresión, y también allí me gané la enemistad de él y de muchos de los presentes. Después de esto, iba ya uno tras otro, sintiéndome disgustado y temiendo que me ganaba enemistades, pero, sin embargo, me parecía necesario dar la mayor importancia al dios. Debía yo, en efecto, encaminarme, indagando qué quería decir el oráculo, hacia todos los que parecieran saber algo. Y, por el perro, atenienses _pues es preciso decir la verdad ante vosotros_, que tuve la siguiente impresión. Me pareció que los de mayor reputación estaban casi carentes de lo más importante para el que investiga según el dios; en cambio, otros que parecían inferiores estaban mejor dotados para el buen juicio. Sin duda, es necesario que os haga ver mi camino errante, como condenado a ciertos trabajos, a fin de que el oráculo fuera irrefutable para mí. En efecto, tras los políticos me encaminé hacia los poetas, los de tragedias, los de ditirambos y los demás, en la idea de que allí me encontraría manifiestamente más ignorante que aquéllos. Así pues, tomando los poemas suyos que me parecían mejor realizados, les iba preguntando qué querían decir, para, al mismo tiempo, aprender yo también algo de ellos. Pues bien, me resisto por vergüenza a deciros la verdad, atenienses. Sin embargo, hay que decirla. Por así decir, casi todos los presentes podían hablar mejor que ellos sobre los poemas que ellos habían compuesto. Así pues, también respecto a los poetas me di cuenta, en poco tiempo, de que no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales y en estado de inspiración como los adivinos y los que recitan los oráculos. En efecto, también éstos dicen muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. Una inspiración semejante me pareció a mí que experimentaban también los poetas, y al mismo tiempo me di cuenta de que ellos, a causa de la poesía, creían también ser sabios respecto a las demás cosas sobre las que no lo eran. Así pues me alejé también de allí creyendo que les superaba en lo mismo que a los políticos. En último lugar, me encaminé hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por así decirlo, no sabía nada, en cambio estaba seguro de que encontraría a éstos con muchos y bellos conocimientos. Y en esto no me equivoqué, pues sabían cosas que yo no sabía y, en ello, eran más sabios que yo. Pero, atenienses, me pareció a mí que también los buenos artesanos incurrían en el mismo error que los poetas: por el hecho de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos estimaba que era muy sabio también respecto a las demás cosas, incluso las más importantes, y ese error velaba su sabiduría. De modo que me preguntaba yo mismo, en nombre del oráculo, si preferiría estar así, como estoy, no siendo sabio en la sabiduría de aquellos ni ignorante en su ignorancia o tener estas dos cosas que ellos tienen. Así pues, me contesté a mí mismo y al oráculo que era ventajoso para mí estar como estoy.

                A causa de esta investigación, atenienses, me he creado muchas enemistades, muy duras y pesadas, de tal modo que de ellas han surgido muchas tergiversaciones y el renombre éste de que soy sabio. En efecto, en cada ocasión los presentes creen que yo soy sabio respecto a aquello que refuto a otro. Es probable, atenienses, que el dios sea en realidad sabio y que, en este oráculo, diga que la sabiduría humana es digna de poco o de nada. Y parece que éste habla de Sócrates _se sirve de mi nombre poniéndome como ejemplo, como si dijera: «Es el más sabio, el que, de entre vosotros, hombres, conoce, como Sócrates, que en verdad es digno de nada respecto a la sabiduría.» Así pues, incluso ahora, voy de un lado a otro investigando y averiguando en el sentido del dios, si creo que alguno de los ciudadanos o de los forasteros es sabio. Y cuando me parece que no lo es, prestando mi auxilio al dios, le demuestro que no es sabio. Por esta ocupación no he tenido tiempo de realizar ningún asunto de la ciudad digno de citar ni tampoco mío particular, sino que me encuentro en gran pobreza a causa del servicio del dios.Se añade, a esto, que los jóvenes. que me acompañan espontáneamente _los que disponen de más tiempo, los hijos de los más ricos_ se divierten oyéndome examinar a los hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a otros, y, naturalmente, encuentran, creo yo, gran cantidad de hombres que creen saber algo pero que saben poco o nada. En consecuencia, los examinados por ellos se irritan conmigo, y no consigo mismos y dicen que un tal Sócrates es malvado y corrompe a los jóvenes. Cuando alguien les pregunta qué hace y qué enseña, no pueden decir nada, lo ignoran; pero, para no dar la impresión de que están confusos, dicen lo que es usual contra todos los que filosofan, es decir: «las cosas del cielo y lo que está bajo la tierra, «no creer en los dioses» y «hacer más fuerte el argumento más débil». Pues creo que no desearían decir la verdad, a saber, que resulta evidente que están simulando saber sin saber nada. Y como son, pienso yo, susceptibles y vehementes y numerosos, y como, además, hablan de mí apasionada y persuasivamente, os han llenado los oídos calumniándome violentamente desde hace mucho tiempo. Como consecuencia de esto me han acusado Meleto, Anito y Licón; Meleto, irritado en nombre de los poetas; Anito, en el de los demiurgos y de los políticos, y Licón, en el de los oradores." (Platón: la ignorancia socrática, Apología de Sócrates, 20d-24e. Gredos, Madrid 1981, p.154-158).

[297]            " –El alma que nunca ha visto la verdad no puede revestir la forma humana. En efecto, el hombre debe ejercitarse en comprender según la idea, es decir, elevarse de una multiplicidad de sensaciones a una unidad inteligible. Ahora bien, este acto no es otra cosa que el recuerdo de lo que nuestra alma ha visto antes, cuando seguía a un dios en sus evoluciones, cuando, apartando su mirada de lo que nosotros llamamos ser, levantaba la cabeza hacia el ser verdadero. Por eso es justo que sólo el pensamiento del filósofo tenga alas, puesto que se aplica siempre y en la medida de sus fuerzas a recordar las esencias a las que el mismo dios debe su divinidad. El hombre que sabe usar estas reminiscencias es iniciado sin cesar en los misterios de la divina perfección, y sólo él se hace realmente perfecto. Apartado de los cuidados que preocupan a los hombres y dedicado a lo divino, el vulgo pretende curarlo de su locura y no ve que está inspirado.

                –A este punto quería llegar toda esta explicación sobre la cuarta especie de locura. Cuando un hombre percibe la belleza de aquí abajo y se acuerda de la belleza verdadera, a su alma le crecen alas y desea volar. Pero al advertir su impotencia, eleva como un pájaro los ojos al cielo, deja a un lado las ocupaciones del mundo y ve cómo le llaman insensato. Y así, de todas las clases de entusiasmo, éste es el más magnífico. […] En efecto, como ya hemos dicho, toda alma humana por naturaleza ha contemplado las realidades: de otro modo no hubiese podido entrar en el cuerpo de un hombre. Pero los recuerdos de esta contemplación no se despiertan en todas las almas con la misma facilidad. Una apenas ha entrevisto las esencias. Otra, después de su caída a la tierra, ha tenido la desgracia de ser llevada a la injusticia por ciertos tratos humanos y de olvidar los sagrados misterios que había contemplado anteriormente. Sólo un pequeño número de almas conservan un recuerdo casi exacto. Estas almas, cuando ven alguna imagen de las cosas del cielo, se llenan de turbación y no pueden contenerse; pero no saben lo que experimentan, porque no pueden analizarse con precisión.

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