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La familia Siglo XXI


  1. Introducción
  2. Crisis de la familia
  3. La familia actual
  4. Conclusiones
  5. Bibliografía

Introducción

De inicio referiré mi concepción sobre este encargo apoyado en mi particular percepción, concerniente a un tema tan real y tan difícil de opinarlo a la hora actual. Empiezo diciendo que nunca imaginé que terminaría defendiendo, por una necesidad de supervivencia, elementos propios y tradicionales de la vida en sociedad del Siglo XX, cuando en temas como la familia, la mamá en casa, el hombre en el trabajo, eran formas de vida y organización social que en nuestra juventud no se cuestionaban, que eran el hábitat normal en donde se desenvolvía la vida, la conformación natural de las familias, fuesen éstas más pobres o más ricas, porque había un sentido similar en cuanto a objetivos afectivos y materiales.

Una mujer y un hombre se unían en un matrimonio obviamente heterosexual, con un proyecto permanente en el cual fundaban la esencia vital de los afectos y el deseo, para procrear, vivir juntos y apoyarse en las buenas y en las malas, en salud y en enfermedad, para formar y dejar una descendencia lo más unida posible, con hombres y mujeres de bien que continuaran la labor silenciosa de hacer comunidad, de hacer país, de hacer Patria. Ese fue el sentir de mis abuelos, de mis padres y de mi compañera y yo como pareja, cuando llenos de ilusiones nos asomábamos a los años setenta.

Crisis de la familia

La familia en la actualidad enfrenta desafíos importantes como son la pobreza, la migración, la transformación cultural y el cambio de roles; ya que el tradicional rol principal de la mujer como ama de casa, esposa y madre poco más o menos desapareció. Antes cuando la madre trabajaba era mal vista ante la sociedad ya que el verdadero rol de madre era altamente valorado y contribuía a su desarrollo personal femenino; así mismo sancionaba el fracaso del hombre como sostén económico del hogar rol principal del varón.

El desempleo y los bajos salarios hoy provocan la desintegración de la familia y aumentan el grado de desintegración familiar, sin embargo se ha convertido en una estrategia positiva para obtener mayores recursos económicos

Los cambios culturales han actuado también como factores desafiantes en la vida familiar; las familias tenían mayor estabilidad, pegadas a una cultura comunitaria fiel a las tradiciones. Hoy en día las relaciones entre las generaciones dentro de la familia se están volviendo más inciertas y confusas. Los padres están enfrentando problemas con respecto a cómo mantener su autoridad en una sociedad y una cultura que da más espacio a los niños y jóvenes.

Mientras el discurso social reproduce la idea y el miedo sobre el ocaso de la familia, en las encuestas de opinión y en las de investigación dura; aparece una y otra vez el deseo de los jóvenes de formar sus propias familias y el de los adultos de mantenerse viviendo en familia. Está claro que se ha extendido la desorientación y generado incertidumbre sobre el futuro de la familia como la primera institución social, baste ejemplificar con los discursos mediáticos que nos muestran el declive de los valores tradicionales y el aumento de la tasa de divorcios. Pero también queda claro que la gran mayoría de las personas queremos vivir en el amor, compartir nuestra vida con otra persona y todavía en muchos casos trasladar ese "amor" a otros, a los hijos (sean biológicos o adoptados). También queda claro que el punto de refugio más importante sigue siendo la familia. Entonces, ¿Qué es lo que realmente está pasando? ¿Qué le espera a lo que hasta ahora hemos llamado familia? ¿Cuáles son las predicciones que podemos hacer sobre su fragilidad, resistencia y capacidad de acomodación? ¿Por qué hoy la familia se percibe descuidada por un pseudo progresismo que ha relativizado instituciones como el matrimonio? ¿Porqué los valores tradicionales de familia en que nos formamos hoy sufren el embate de invasivas tendencias al libertinaje?

Explicaciones puede haber muchas y lo que se percibe es una recurrente reacción pendular en la sociedad, que pasa de etapas de oscurantismo a otras de averiguación; cuando el ideal sería encontrar términos medios de relativa sensatez y así tratar de explicar esta crisis familiar actual.

Para responder a las preguntas enunciadas debemos tomar conciencia del momento histórico-social en el que estamos viviendo y que algunos han bautizado como posmodernidad, otros como modernidad tardía, se lo que fuere conviene primero hacer una exploración sobre las problemáticas de la familia que del siglo XXI.

La familia actual

La familia actual, debe analizarse a la luz del momento histórico que le corresponde, lo cual supone y ha supuesto oportunidades y presiones para su fortalecimiento. En este sentido, la lógica de la vida contemporánea ha dejado de centrarse en los ideales homogéneos y definidos que caracterizaron otra época de la familia y se han trasladado a la desmitificación, el individualismo y el riesgo que se manifiestan en el placer, al consumo masificado, la fragmentación y la labilidad, que hoy priman en el hogar.

Los peligros de la modernidad tardía, implican que al darse la ruptura con el modelo basado en la tradición, se ha obligado al individuo, por lo tanto a la familia, a cimentarse en sí mismo, no se ha tomado conciencia sobre las implicaciones de esta elección y con ello se ha empezado a visualizar la expansión continua de los riesgos y los miedos que han entrado en la escena de ahora.

Es decir, antes, la tradición implicaba que al casarse lo "lógico" era la llegada de los hijos y que si por algún motivo había problemas, se rogaba para que las cosas mejoraran; en ese acto se delegaba a Dios o alguien la búsqueda de soluciones y se quedaba cobijado en su sapiencia. Ahora, la sola percepción de tener un abanico de posibilidades dispuestas y factibles de ser elegidas por el individuo, deviene en una realidad caótica que hace evidente la responsabilidad de quién la elige, los errores u omisiones son referidos directamente al sujeto y no a una divinidad o organismo externo.

Si tratamos de visualizar a la familia en este escenario podemos detectar una serie de "nuevas condiciones" que la vuelven un fenómeno complejo a nuestra comprensión, entre las que destacamos: la instalación de la filosofía de la igualdad, la emancipación de la mujer, como las importantes.

Instalación de la filosofía de la igualdad. La idea de igualdad con el otro (o los otros), de tener los mismos derechos y privilegios, de ejercer una vida más democrática, deja de ser privativa del debate público y se instala en la esfera de lo privado. El espacio de lo privado por excelencia, ha sido el de la familia, es ahí donde las ideas se engendran porque al final de cuenta los pensadores también viven en familia, es ahí a donde también regresan ya reelaboradas por la opinión pública y en el proceso de "apropiación" o "naturalización", tales ideas transforman tanto a la familia como a la sociedad. Así, la percepción de igualdad en la familia, se detecta en varios niveles. Un síntoma claro del, llamémosle, síndrome de la idea de la igualdad, es lo que sucede en la relación entre padres e hijos:

a) Mientras los padres, después de tantas exposiciones sociales que recomiendan, a propósito de la democracia y del modelo padres-amigos con educación horizontal, en unión al modelo padres-formadores o autoritarios, sufren la indecisión del rol que deben tomar, "temen el autoritarismo que ellos vivieron, y no saben cómo ejercer la autoridad". Esto, que parece hasta tan "simple" trae como resultado el debilitamiento de la autoridad de los padres, de los educadores y en general de los adultos para enseñar no sólo dentro las normas sociales, de urbanidad o profesionalización, sino también en la construcción de valores a los niños y jóvenes. ¿Cómo pueden un padre o un adulto ser tomado en serio en la inculcación de lo correcto si carece de autoridad para dirigir y decidir lo que es bueno y malo?

b) Por otra parte, la idea de que somos iguales viene protegiendo la posición cómoda de los hijos o de los jóvenes de merecer lo que se disfruta, sin tener qué ganárselo, por lo menos como cuando nos tocó ser adolescentes. La mayoría, de los niños y sobre todo los jóvenes estudiantes (con sus excepciones claro) pese a no tener condiciones socioeconómicas favorables, despliegan una actitud hedonista. Los hijos, instalados en la casa paterno-materna, rechazan los trabajos encomendados, por considerarlos inferiores (ayuda en el negocio, en la empresa familiar, tareas de casa, dependientes, ayudantes de obras, etc.), aún así, requieren de ropa, calzado (a la moda por supuesto), enseres y complacientes de ocio (televisión, computadora, internet, play station, walkman, CD, automóvil, viajes, entre otros) que por supuesto toca a los padres la responsabilidad de pagar por ellos.

Sin embargo, pese a que son los padres quienes solventan los gastos son incapaces de exigir a los hijos que cumplan con las normas del hogar, cuando las hay, porque no saben muy bien cómo habrán de hacerlo. Porque, también habrá que decirlo, el síndrome del igualitarismo se combina con el síndrome de la culpabilidad de los padres que trabajan. Hoy por hoy ambos padres ganan, lo cual ha generado la idea de que no se dedica el tiempo suficiente para "educar" o "estar" con los hijos. Entonces el problema se agrava porque no se entiende bien el concepto de autoridad y todavía existe la culpabilidad para ejercerla; peor en el caso cuando por el igualitarismo de la pareja se crean problemas de infidelidad o divorcio

La cuestión se agrava aun más al ampliarse los beneficios sociales a los diversos grupos de población, especialmente el acceso de la mujer a la educación superior, trajo como consecuencia lógica que quisieran probar fortuna allende las fronteras domésticas. El espacio a conquistar, como era de esperarse, fue el mercado laboral. La incursión de la mujer a la fuerza de trabajo remunerado (porque siempre trabajaban, pero sin salario) movió nuevamente los referentes de la familia.

La emancipación de la mujer ha implicado luchas en la arena pública, en el ámbito doméstico y en la conciencia de ellas mismas.

A finales de los ochenta y noventa, un feminismo revanchista aparece en el espacio social con aires de progresismo frente a una supuesta opresión machista, que habría limitado el desarrollo de las mujeres. Respetable posición si no hubiese conllevado un sentido rupturista con el hombre y la negación de la complementación natural de hombre y mujer. El fundamentalismo feminista se pasó al extremo opuesto y perdió el norte en cuanto a equilibrio de la pareja, desmereciéndose el matrimonio por ser una institución conservadora y un espacio que dejaba a la mujer sometida al marido, lo cual no era muy real porque siempre existió la separación de bienes como alternativa de la sociedad conyugal.

Esto se fue dando en el contexto ya de una crisis social, la mujer debió salir a cubrir la cesantía del hombre, pero, de allí en más se tomó como normal y necesario que ambos trabajaran. El hombre se sacó el peso de ser el soporte proveedor de su familia y exigió que la mujer aportara con su trabajo fuera de casa. Culturalmente fue un gran sacudida y el feminismo fundamentalista dejó a las mujeres en peor posición, porque el hombre se desligaba de su rol tradicional, se rompió la concepción patriarcal de familia, donde el padre proveedor debía cubrir tradicionalmente el sustento y la mujer, prioritariamente, cuidar y educar a los hijos.

Por otra parte, la inserción laboral de la mujer conllevó también una actitud de rechazo cultural a lo que había sido el noble rol de madres, dueñas de casa. Las propias madres que enviaban a sus hijas a la Universidad lo hacían con la consigna de que llegar a ser profesionales las excluiría de las tediosas labores domesticas. ¿Dónde los hijos entonces?

Pero para ganar terreno en los derechos de las mujeres, no ha sido suficiente el debate en las diferentes instancias donde se ventilan los asuntos de orden público, quizá, las negociaciones más fuertes han tenido que librarse, primero, en la auto percepción como mujeres, como sujetos con derechos, como sujetos pro-activos; y después, paradójicamente, en el espacio donde se supone que son las "reinas": el hogar. Por supuesto que tales negociaciones han tenido que realizarse con el "rey" de cada historia: el padre o el esposo.

Cuando la madre ya no pudo cubrir en todo momento, todas las necesidades de todos los miembros de la familia (del esposo, de los hijos y muchas veces de los padres, de los suegros, de los tíos…): como el ser la educadora, nana, enfermera, cocinera, mandadera, confidente, entre otras cosas, porque tenía que combinar tales actividades con las demandas laborales que, en caso de pretender la renombrada superación profesional, implican la actualización permanente, tiempo extra en la oficina, tiempo fuera de oficina para innovar, además de los viajes y demás compromisos; hubo entonces que replantearse las formas de organizar las tareas domésticas. El problema es que el hombre no ha estado entusiasmado por compartir la carga del hogar, los hijos han pasado a la tutela temporal de abuelos, familiares, nanas o guarderías, quienes en el mejor de los casos protegen la integridad física pero no la espiritual. Como es lógico, el empoderamiento de la mujer y la apertura de posibilidad de hombres y mujeres de elegir, ambas cosas por demás deseables, ha devenido en el riesgo de la ruptura de los contratos matrimoniales, de la fragilidad o vulnerabilidad de las parejas y hasta de la infidelidad para instalar, para bien y para mal, el divorcio. Con esta nueva condición el modelo de familia se diversifica porque ahora es más común ver hogares formados sólo por alguno de los padres y los hijos, o bien, por los padres y los hijos de parejas anteriores. Por supuesto que el modelo de familia y de pareja tiene otras tantas variantes que borran la posibilidad de entender a cabalidad el objeto; sobre todo porque cada vez más vemos que la gente se asombra menos ante las nuevas formas de convivencia y amor, dejando poco a poco de lado la estigmatización social cuando no se coincide con el modelo tradicional. Al haber tantas opciones, es factible entonces, la comprensión y la apatía sobre las múltiples realidades; incluida aquellas posturas tradicionales intransigentes o nostálgicas que todavía no han desaparecido completamente. Todo esto es parte de los riesgos con los que actualmente debemos convivir.

Conclusiones

La historia demuestra que el concepto de familia no es una construcción estática, por el contrario, ha cambiado a lo largo del tiempo y sigue modificándose. Se trata, por lo tanto, de una construcción cultural, que sufre alteraciones a medida que la malla social se torna compleja.

Puede decirse que, hasta mediados del siglo pasado, el modelo familiar de los distintos países incluido el nuestro, compartía, más allá de algunas variaciones, una serie de características comunes: la existencia del matrimonio formal cuyos miembros se debían fidelidad, el hecho de que el poder del marido predominara por sobre el de la esposa -al igual que el de los padres sobre los hijos-. Esta estructura, sin embargo empezó a modificarse en las últimas décadas del siglo XX, en las sociedades occidentales, de manera drástica e irreversible.

La familia, en los tiempos actuales, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura que va degradando el sentido de todo. 

Muchas familias tradicionales viven en una situación estoica, permaneciendo fieles a los valores que constituyen el fundamento de la institución familiar. Otras, se sienten inciertas y desanimadas de cara a su cometido, e incluso en estado de duda o de ignorancia respecto al significado último y a la verdad de la vida conyugal y familiar. Unas más, ya perdieron toda brújula moral y se permiten cualquier cosa por degradante que sea para sus miembros. Otras, en fin, a causa de diferentes situaciones de injusticia, sobre todo económicas, se ven impedidas para realizar y cumplir sus derechos fundamentales. 

Aunado a lo anterior, a través de diversas formas, se ataca a la institución familiar sin percatarse en los grandes y graves efectos que ello causa en la sociedad toda, ya económicos, sociales, en la convivencia cotidiana y en el deterioro de la calidad de vida en general. Recordemos aquí, que esta situación viene de tiempo atrás, dado que el ataque sistemático a la familia tradicional viene desde los años sesenta, cuando se promueve fuertemente el divorcio y posteriormente la ola feminista de los sesenta, setenta y posteriores, hacen aún mas dura la convivencia familiar.

Las consecuencias negativas de dichos ataques a la familia han repercutido en la sociedad reflejándose en los siguientes números a manera de ejemplo y que preocupan en orden al bienestar de las familias:

Creciente número de divorcios; deterioro en el nivel de vida de la población; creciente número de madres solteras adolescentes; aumento en el consumo de algún tipo de droga; oportunidades insuficientes en la oferta laboral para jóvenes (sobre todo de familias pobres); aumento en el número de hogares familiares mono parentales con jefe mujer; profusa difusión de material pornográfico que se relaciona con el incremento del número de delitos sexuales; nula ayuda a familias con varios hijos;  ancianos abandonados o con poco auxilio de su familia;  pérdida de orientación ética y moral en la sociedad. 

Al final de esto, lo que subyace, y nos queda muy claro, es que hay un rechazo de la verdad objetiva de la naturaleza humana (qué es el hombre) como fundamento y guía de la actuación recta de la persona (que debe de hacer, qué es bueno o malo), y que dicho rechazo implica, por supuesto, al modelo de familia tradicional fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, de forma exclusiva dentro del matrimonio.

El cuestionamiento, por tanto, del modelo tradicional de ser hombre, se vivencia en la dinámica familiar y en especial en la relación de pareja. Algún autor ya planteo irónicamente que: aunque se discuta sobre si la mujer debe ser o no "el reposo del guerrero", la realidad parece más bien indicar que para el conjunto de la población masculina, sumisa política y laboralmente y empeñada en mantener el control sobre la mujer y los hijos; la mujer, lejos de ser el reposo del guerrero es la única "guerra del reposante". Si bien, a lo mejor no es la única guerra en que están empeñados los hombres, si devela la imagen que se quiere dar de los hombres de aventureros, conquistadores y activos.

Pero, convendrá hacer una reflexión sobre el análisis realizado y que puede resumir en parte lo ya manifestado sobre el hombre y la mujer base de la familia pasada y actual, dicho de otro modo, "no se puede entender lo masculino o femenino, sin entrar en el espacio de la interacción que tiene el uno con el otro. Los dos coexisten y son interdependientes entre sí. Por tanto, los desarrollos, como los obstaculizadores que se dan en cualquiera de los dos, necesariamente intervienen en el otro".

Como ultima reflexión resumo lo que escribió Fernando Parrado hoy un exitoso empresario, uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes, a 36 años de aquella historia que asombró al mundo; decía: mi vida cambio, pero lo mas valioso que perdí fue ese hogar que ya no existía al regresar. "Ningún éxito en la vida, justifica el fracaso en la familia". Y concluyo manifestando: "En tu trabajo o labor cotidiana siempre serás uno mas, completamente reemplazable en cualquier momento, pero para tu familia eres único e irreemplazable…"

Dr. Jorge Córdova de la Quintana PhD.

Bibliografía

Beck-Gernsheim, E. (2003). La reinvención de la familia (P. Madrigal, Trans.). Barcelona: Paidós.

Connel, R.W., 1997: La Organización Social de la Masculinidad, en Valdés, T. y Olavarría, J. Eds: Masculinidad/es.

Espinar Lafuente, francisco. Esquema Filosófico de la Masonería, Ediciones Istmo. Madrid España, 1981.

Flaquer, Lluís (1998a) El destino de la familia, Barcelona: Ariel.

Garrido Medina, Luis y Gil Calvo, Enrique (eds.) (1993) Estrategias familiares, Madrid : Alianza.

 

 

Autor:

Jorge Córdova de la Quintana