- La pulsión de la muerte
- La Guerra justa
- Los famosos yanomami de Chagnon
- La sublimación de los instintos
- La influencia de Obama y los ataques por aviones sin pilotos
- En resumen
- Bibliografía
"… y la vida del hombre, solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta…" Thomas Hobbes (Leviatán)
"…lo que nuestros hijos aprenden en la escuela como historia de la humanidad es, en esencia, una serie de homicidios colectivos" (Freud).
"Desde que viviéramos en las noches tenebrosas del neolítico, la muerte y el sueño, su homólogo aparente, nos han cautivado, a la vez que nos han aterrorizado con sus inefables misterios". FEFL (Elisabeth Kübler-Ross: La mujer que exorcizó de entre los seres humanos la sombra de la muerte)".
Esta es una lección acerca de luchar por la vida y su auto-preservación y de la imposición a otros de la muerte, ambas como pulsiones innatas en la naturaleza de nuestra especie. Fuerzas avasalladoras que, se postula, nos impelen por igual, tanto como a guerrear en defensa y salvaguardia de nuestras existencias como asimismo a matar y destruir — para defendernos, o rectificar entuertos a menudo sin reflexionar o — sin evaluar la moralidad final de nuestras acciones.
La defensa de, y garantía de nuestras vidas como instinto, es fácil de aceptar; pero, ¿una pulsión por morir o guerrear?, no lo es tanto.
La pulsión de la muerte
En la mitología griega, Tánatos era el demonio de la muerte, el poeta Hesíodo escribió que este demonio, como fuerza biológica de procurar la muerte, era el hijo de Nyx (la noche) y Erebo (la oscuridad), procreado con un hermano gemelo, Hypnos (sueño), que le era muy similar en su comportamiento.
Una pintura renacentista de Hypnos (sueño) y Tánatos hermano gemelo (Muerte)
El concepto de que dormir está relacionado con la muerte no es poco común, Shakespeare lo alude en la famosa línea 'Ser o no ser' en Hamlet, donde asimismo hace una comparación directa: "Morir, dormir, dormir, tal vez soñar…"
O, de nuestra acepción de que la muerte representa el sueño eterno, como si morir fuera un alivio final de las realidades desagradables de la vida.
Tánatos, por su parte, se asoció con una variedad de otros símbolos personificados, como el castigo, el engaño y el sufrimiento. Ya que no era simplemente un mensajero de la muerte — porque, en algunas versiones, se considera que encarnaba una guía a los muertos, a quienes conduce a Hades. Esta última es la característica de Tánatos que Freud y otros psicoanalistas esposaron en sus especulaciones.
Según Freud todos los seres humanos tienen un instinto de vida, Eros, que los lleva a procrear, dotándolos con destrezas para sobrevivir y una pulsión de la muerte por él descrito como Tánatos.
La pulsión de muerte obliga a los seres humanos a participar en actos arriesgados y autodestructivos que podrían conducir a su propia aniquilación (como expresión de un deseo de volver al estado inorgánico del que proceden).
Pero, ¿existe en nosotros un instinto de guerra?
Guerra en la Biblia
Como la guerra es tan ubicua en tantas sociedades humanas, en esta presentación pretendemos contestar la siguiente pregunta:
¿Existe, en nuestra especie un instinto de la guerra, con la muerte como acompañante fortuito y corolario final?
Muchos, aunque no todos los pensadores modernos, piensan así. Mientras que otros no…
El destacado psicólogo evolucionista David P. Barash, rompiendo rangos con un sinnúmero de sus colegas, nos afirma que esta creencia, en su opinión, es patentemente falsa amén de ser peligrosa.
¿Por qué algunos permanecen convencidos de que biológicamente estamos programados para guerrear y morir?
El antecedente histórico de esta creencia parece haberse originado cuando el antropólogo australiano Raymond Dart, descubrió el primer fósil de australopitecinos en el 1924; prosiguiendo a describir esos primitivos homínidos como:
Asesinos consumados, criaturas carnívoras que atacaban seres vivos con violencia, los agarrotaban hasta la muerte, desmembraban sus cuerpos sistemáticamente, deleitándose en saciar su sed con la sangre manando de sus víctimas y devorando la carne aun caliente de quienes habían ultimado.
Guerra justa…
Esta perspectiva de nuestros semejantes no es única, ya que sus antecedentes se encuentran muy fácilmente en las representaciones de muchas prominentes figuras históricas que conciben la humanidad como profundamente sumergida en el pecado como, entre tantos lo advirtieran, el teólogo francés del S. XVI, Juan Calvino y, antes que él San Agustín:
La Guerra justa
Agustín aseveró que los cristianos deben de ser pacifistas como una postura filosófica personal.
Sin embargo, afirmó que la pasividad frente a la posibilidad de una acción lesiva que sólo pudiera ser detenida por la violencia sería un pecado.
Y, como coincidencia circunstancial, fue Agustín el arquitecto del concepto del pecado original. Pecado que era castigado con la condenación eterna.
Prosiguió en sus reflexiones recalcando que la autodefensa y la defensa de otros puede ser una necesidad, especialmente cuando está permitida por una autoridad legítima.
En su obra La Ciudad de Dios afirma que la búsqueda de la paz debe incluir la opción de ir a la guerra para salvaguardarla a largo plazo.
Tal guerra no podría ser preventiva, sino defensiva y únicamente para restablecer la paz.
Tomás de Aquino, siglos después, utilizó los argumentos agustinianos para definir las condiciones bajo las cuales una guerra puede ser considerada justa.
Entonces, la guerra tanto como dar muerte a un enemigo que nos amenaza la vida, es una opción filosóficamente legítima.
Interpolando nuestro comportamiento con el de otros animales que van a la guerra con otros miembros de sus propias y contra otras especies, podemos concebir que — como ellos carecen de una conciencia moral — para ellos la guerra entre enemigos es un proceso instintivo.
Guerra civil norteamericana
En la conclusión de mi tesis El Quinto Mandamiento: No Matarás: La ética aplicada y cuándo se justifica violarlo expreso esta opinión:
En esta lección hemos emprendido la exploración del significado de dar muerte (por cualquier razón) a otro ser humano.
La tarea se dificultó porque, de acuerdo a los intereses creados y de acuerdo a los vientos políticos prevalentes, el significado y el impacto nomotético del acto de dar muerte a un ser humano permanece oscuro e indeterminado por razones que más adelante veremos.
Es un hecho incontrovertible que vivimos en una época durante la cual la muerte violenta y la falta de respeto por la vida son tan universales como generalizadas y una época en la cual la muerte resultado de la violencia es ubicua, siendo reportada en todos los medios de noticias con frecuencia alarmantes.
Seguir, para un niño norteamericano, el ejemplo de sus mayores, significa poder acariciar el deseo de ser dueño o de tener acceso a un arsenal impresionante de armas de fuego, cuya única misión posible es la de eliminar otros seres vivientes — sean éstos humanos o no.
La posesión de armas semiautomáticas, capaces de disparar cientos de proyectiles en sucesión rápida no puede excusarse con la noción de que estos instrumentos de guerra serán destinados a la procuración de alimento.
Sin embargo, la mayoría de los países del mundo mantienen ejércitos que consumen más dinero en equiparlos que los recursos que dedican a la enseñanza, la salud y la alimentación de sus pueblos.
En ese sentido, puede decirse que matar — aunque no parezca ser éticamente justificable — es parte intrínseca de ser humano.
Leer más: http://www.monografias.com/trabajos94/quinto-mandamiento-no-mataras-etica-aplicada-y-cuando-se-justifica-violarlo/quinto-mandamiento-no-mataras-etica-aplicada-y-cuando-se-justifica-violarlo
La realidad histórica es que las guerras las desencadenan hombres que nunca antes habían ido a la guerra y que no entienden que una vez comenzada una beligerancia, esta casi nunca termina.
La famosa frase propagandista de la I Guerra Mundial, "la guerra para terminar toda las guerras" resultó siendo: "la guerra para comenzar todas las guerras", ya que desde entonces, no ha existido paz duradera entre las naciones que se clasifican a sí mismas como perteneciendo al llamado "Mundo Civilizado".
Yanomamis
El 11 de noviembre de 2013 señaló que en la undécima hora del undécimo día del undécimo mes del 1918 fue la fecha cuando se firmó el Armisticio que suspendió las hostilidades de la Primera Guerra Mundial — eventos que precedieron por unos escasos 20 años a otra guerra mundial más terrible aún que la primera, cuando estallara.
Desde entonces hemos tenido la Guerra en Corea, en Vietnam, Afganistán, los conflictos locales en África, Pakistán, Somalia, Israel, Bosnia y por todas partes, sin olvidar la Crisis Cubana que augurara el comienzo de otra posible conflagración mundial. Esta vez una guerra entre titanes armados con proyectiles termonucleares.
Si no la guerra para terminar todas las guerras, la guerra para reducir este mundo a cenizas radioactivas por generaciones futuras.
Otros perciben nuestra tendencia a lanzarnos a los campos de batalla como siendo potencialmente beneficiosa.
El dramaturgo norteamericano Robert Ardrey en su influyente libro Africa Genesis (1961) describe los seres humanos como los hijos de Caín:
El hombre es un predador cuyo instinto natural es matar con un arma. Es la pulsión de la guerra y su imperativo territorial que han conducido a los grandes logros de nuestro mundo.
Sueños pueden haber inspirado nuestro amor por la libertad, pero solamente la guerra y las armas las han hecho nuestra.
Los famosos yanomami de Chagnon
Uno de los antropólogos más prominentes de nuestra generación es, sin dudas, Napoleón Chagnon quien ha dedicado décadas al estudio de los yanomami residentes del Amazonas venezolano/brasileño.
En su famoso libro The Fierce People, Chagnon los representa como un segmento de la humanidad que vive en un estado de "guerra crónico".
Gas venenoso
Entre estas tribus, no sólo existe guerra entre villas, frecuente y letal; sino que sus tendencias confieren ventajas adaptativas que son soportadas por los que promueven las ideas de la evolución.
Entre los yanomami, hombres que han matado otros hombres gozan de mayor éxito reproductivo lo que los hacen más idóneos de acuerdo a la teoría aludida.
Para muchos que disputan estas inferencias todo se resume de esta manera:
La violencia está, casi por seguro, afianzada de manera firme en nuestra naturaleza; pero la guerra, no tanto.
Para muchos la antedicha proposición refuta el altruismo que, no sólo se observa en el ser humano, si no que asimismo se comprueba en otras especies, como el mismo Darwin observara.
El valor determinante de las noticias
Muy poco se lee acerca de actos de piedad y desprendimiento como tampoco leemos tanto acerca de períodos en la historia cuando la paz existiera por mucho tiempo.
Sin embargo se lee sobre La Guerra de los Treinta Años, de los Cien Años, de los Seis Días, la guerra de Vietnam, y otras.
La paz, en las noticias parece tener un valor disminuido.
La sublimación de los instintos
Si llegamos a concluir que la guerra, para el ser humano, es pulsión instintiva. Entonces sigue que nuestra afinidad por deportes violentos, juegos de galerías y electrónicos donde se representan la mutilación y estragos inconcebibles pueden ser considerados pasatiempos sublimados.
Mensajero silencioso de la muerte de inocentes víctimas cortesía, de "nobelista" de la paz B. Obama
He aquí una definición de este mecanismo de defensa
La sublimación es un mecanismo de defensa que nos permite actuar impulsos inaceptables mediante la conversión de estos comportamientos en una forma más aceptable.
Por ejemplo, una persona que experimenta la ira extrema puede asistir a un espectáculo de boxeo como medio de aliviar sus frustraciones vicariamente.
Freud creía que la sublimación es un signo de madurez que permite a las personas funcionar normalmente en formas socialmente admisibles.
Barash, por su parte, critica los científicos que basan sus conclusiones en datos que él mismo admite que son "robustos", pero, que considera no son representativos de toda la humanidad, por él conceptualizada.
El científico concede que así como los yanomamis pueden ser legítimamente creídos estar predispuestos a la violencia a niveles individuales y de grupo, otras tribus comparables a ellos no practican algo que ni remotamente se parezca a la guerra.
Entre los mencionados se encuentran los Batek de Malasia, los Hazda de Tanzania, los Martu de Australia y "numerosos otros".
Es cierto que cuando éramos cazadores/recolectores nómadas nuestras tribus eran menos organizadas y nuestras pertenencias tan exiguas que dependíamos en la cohesión grupal — otra pulsión de nuestra especie — y que nuestros instintos agresivos permanecían dormidos debido a que no eran estimulados por la necesidad de ser expresados abiertamente.
Lo que aparece ser irrefutable, aún en esas sociedades del neolítico, era que la violencia tribal era presente, aunque la guerra organizada era desconocida, del modo como hoy la concebimos.
Masada Israel
La violencia entre grupos surgió cuando nos volviéramos dependientes en la posesión de bienes, de la agricultura de la cría de animales para proporcionar las proteínas de alta calidad y calorías requeridas para nutrir nuestro hambriento cerebro.
Para Barash otros pensadores que no comparten sus ideas han sido engañados en sus creencias de que la nuestra es una especie que no sólo tiene la tendencia a la intoxicación como pulsión, sino que marcha a la guerra, a menudo, sin tener razones válidas para hacerlo moralmente, en la misma forma como combaten hasta la muerte los gallos de pelea.
Veamos entonces, qué conocimientos derivan del estudio de simios que nos son cercanos genéticamente.
Los gorilas, los bonobos (chimpancé enano), los orangutanes y los gibones comparten con nosotros un antepasado común sin embargo su comportamiento social difiere dramáticamente entre ellos y con nosotros.
Mientras que los bonobos y los chimpancés, genéticamente muy cercanos, en su comportamiento, son diametralmente opuestos entre sí.
Los chimpancés se ha establecido que entablan combate violento a niveles grupales, completos con misiones de busca-y-destruye; evocando imágenes de escaramuzas y guerras sin reservas al estilo humano.
Los bonobos, por su parte — genéticamente — no más distantes que Homo sapiens no hacen nada parecido, siendo conocidos por dedicarse al contacto amatorio y nunca a la guerra o la violencia entre ellos y otras tribus.
Pero cuando viene a la agresión humana — la violencia y la guerra — somos una especie de contrastes marcados.
Banda de chimpancés al ataque
Nuestros genes egoístas pueden generar un surtido de actos de la más horripilante violencia, mientras que permanecemos capaces del sacrificio y la abnegación a causas nobles.
Lo que indica que estamos genéticamente dotados con genes malignos y benignos que garantizan nuestra supervivencia final.
Genes que nos predispongan a ambas formas de comportamiento asegurarán que nuestros chances serán mayores en la lucha por la vida.
Pensar que estas predisposiciones tan arraigadas y tan poderosas son adaptaciones nuevas nos parece inverosímil.
Siguiendo el pensamiento que caracteriza la actitud hacia la guerra como programa ingénito en el ser humano como siendo opuesto al que representa Barash y pensadores de su índole, nosotros proponemos que ellos basan sus especulaciones en observaciones gratuitas y sesgadas por ideas preconcebidas.
La idea de que, más a menudo que no, las naciones y los individuos resuelven sus diferencias por medio del compromiso pacífico, parecería absurdo, en tiempos cuando la mayoría de las naciones del mundo — no importa que estén sumidas en la pobreza más abyecta — mantienen ejércitos en pie de guerra y agotan el fisco en producir y comprar más armas sofisticadas, letales y destructivas.
La influencia de Obama y los ataques por aviones sin pilotos
Con un ataque de avión sin piloto se eliminan enemigos amén de niños, hombres, mujeres y ancianos no-combatientes.
Solamente trocar en alimento uno de esos ataques tan frecuentes que ordena la Casa Blanca desde Washington, mucha hambre pudiera ser saciada.
Nos repugna pensar que el hombre detrás de esos y otros crímenes y desmanes similares ostenta un Premio Nobel de la Paz, otorgado precipitosamente, antes de haberlo merecido.
Guerra entre hormigas
Los psicólogos evolucionistas son conocidos por su tendencia a "nominar" un gene para explicar todos nuestros comportamientos, o por lo opuesto, negar la tendencia genética cuando la evidencia de su existencia nos mira directamente en la cara.
De la psicología evolucionista expreso lo siguiente en mi artículo La Ciencia Mutante de la Psicología Evolucionista y sus Alcances:
Entre todas las herencias que Darwin nos legara, es el conocimiento que la mente humana evolucionó por medio de algún proceso adaptativo. Esto es muy fácil de aceptar si pensamos en que el cerebro nuestro consume el 18% de toda la energía que entra en el cuerpo, mientras que sólo representa un 2% de su peso total.
Lógicamente un órgano tan costoso debe de representar una función adaptativa extremadamente importante, durante la evolución total de nuestra especie.
Pero eso no exonera la condición confusa en que existe la nueva ciencia, recién llegada, al vecindario del conocimiento.
El reto para la psicología evolutiva es moverse de un pasado muy especulativo a un presente que fundamente sus teorías en hechos que puedan ser documentados con la mayor certidumbre.
Puede que lleguemos a un punto en el cual no nos quede más nada que teorías para guiarnos. Entonces, cuando lleguemos a este non possumus, admitir que es así, y empezaremos a discurrir como de costumbre hemos hecho.
Por supuesto, algunas especulaciones son mejores que las otras. Pero, debemos de admitir que muy poco podemos esperar si continuamos en la ruta de la disección de partículas de nuestra vida en el pleistoceno para explicar el origen y la evolución de nuestras características psicológicas.
Por ahora, convenga decir que el campo de la psicología evolutiva tiene que adaptarse a las realidades que limitan y constriñen las investigaciones científicas en las ciencias del comportamiento.
Así fue el caso con el psicoanálisis, cuya validación progresiva aumenta cada día.
Leer más: http://www.monografias.com/trabajos66/psicologia-evolucionista/psicologia-evolucionista2#enresumena#ixzz2kLji6zSI
Terrorismo suicida
Barash, para fortalecer sus especulaciones acerca de este asunto, nos muestra la distinción semántica que existe entre adaptaciones evolucionadas y capacidades.
He aquí la distinción como el notable científico las simplifica.
El lenguaje es sin dudas una adaptación, algo que todo ser humano puede adquirir universalmente.
Mientras que, por contraste, leer y escribir son capacidades. Rasgos derivativos que es dudoso que fueran productos de la selección natural si no que fueran resultado del proceso cultural.
Por ello, en su manera de pensar, la violencia interpersonal es algo que vemos en toda sociedad humana.
Mientras que la guerra — siendo históricamente más reciente — es lo que él considera una capacidad.
Y, las capacidades (en su propio lenguaje) no son ni universales ni obligatorias.
Lo que tratando de mucho explicar logra explicar nada.
Para Barash la violencia interpersonal es una adaptación humana, no distinta del cuido de los hijos, comunicación y cosas por el estilo.
Mientras que la guerra, por ser más reciente históricamente, y errática en su distribución mundial en variación y detalle es "definitivamente" una capacidad, y las capacidades no son ni universales ni inevitables.
Bonobos y joie de vivre
Parece ser que ciertos investigadores y campeones del campo darvinista siguen la reciente ruta trazada por Steven Pinker quienes insisten en argumentar que la violencia en nuestro género ha disminuido en lugar de haber aumentado de manera ostensible.
Es como si dijésemos que los cambios climáticos no afectan al calentamiento global, que la disminución de la capa de ozono y que la deforestación del Amazonas son productos extraños de nuestra imaginación.
Todo lo antedicho se expresa a pesar de que la evidencia es clara que la violencia, el infanticidio, el uxoricidio, y, aún el suicidio terrorista son eventos recurrentes que suceden a diario con frecuencia extraordinarias.
En resumen
Si es necesario que aceptemos la parte oscura de nuestra constitución emocional, es ineludible que existan factores que no pueden ser ignorados y agrupados entre capacidades y adaptaciones como intenta hacerlo Barash.
Las religiones, el arte, forjar herramientas, hacer música y otras capacidades filosóficas son consideradas partes inmanentes de nuestras constituciones básicas.
No todas las religiones, incluyendo las ateístas son iguales, pero no obstante, en su misma naturaleza esencialmente lo son.
Que la guerra es un instinto, por la misma naturaleza de sus fines, su ubicuidad y su universalidad asimismo lo es.
Que la guerra como pulsión instintiva es concepto que desde la antigüedad ha sido parte de nuestro patrimonio, modificado por sesgos proporcionados por diferentes sociedades y grupos culturales.
La solución última y final
"Si vis pacem, para bellum" es un antiguo adagio latino traducido como: "Si quieres paz, prepárate para la guerra". (Publio Flavio Vegecio Renatus IV ó V Siglo).
Fin de la lección
Bibliografía
Larocca, FEF: El Quinto Mandamiento: No Matarás y cuando se Justifica Violarlo en monografías.com, academia.edu y researchgate.net
Larocca, FEF: Música Evolución y Destino: "Yo sé porqué el pájaro canta en su Jaula…" en monografías.com, academia.edu y researchgate.net
Larocca, FEF: Sexualidad, Instintos, Hormonas y Neurotransmisores en monografías.com, academia.edu y researchgate.net
Larocca, FEF: La Neurociencia del Ego en monografías.com, academia.edu y researchgate.net
Damasio, A: (2003) Looking for Spinoza: Joy, Sorrow and the Feeling Brain Harcourt
Damasio, A: (1994) Descartes" Error: Emotion, Reason, and the Human Brain Grosset/Putnam
Freud, S: (1953) Project for a Scientific Psychology. SE
Lewis-Williams, D: (2002) The Mind in the Cave Thames & Hudson
Wucker, M: (1999) Why the Cocks Fight Hill and Wang
Para una lección importante aquí se encuentra una revisión histórica de una de las guerras más devastadoras en las Américas: La Guerra Civil Norteamericana: http://learning.blogs.nytimes.com/2013/11/12/text-to-text-the-gettysburg-address-and-why-the-civil-war-still-matters/?nl=learning&emc=edit_ln_20131114&_r=0
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca