Estaban montados sobre el terreno, y alli iban expandiendo chozas tras chozas hasta formar una ranchería de sabuesos hombres que tenian el tupé de desafiar aquella naturaleza que nunca habia probado la presencia del hombre. Alli estaban y la naturaleza le tenia que dar su aprobación. La aprobación era vivir alli a pesar de los alicates que la misma fuera proporcionando en la medida que ellos fueran experimentando su propia vivencia.los desafíos estaban al orden del día, y la melancólica situación trillaba las conductas de aquellos imberbes hombres que poco sabían de aquellos estrados escenarios recién comenzados a vivir. Nocivo era el tiempo que comenzaba a envenenar aquellas almas recién refregadas en aquellos montones de arboles suscitados por la misma biología que le habia suscitado a todo especie. Un lenguaje nuevo acrecentaba la comunicación, una comunicación casi igual a los de los animales, cual podía ser la copia de aquellos aborígenes, donde podían calcar el lenguaje. Ellos de alguna manera imitaban cada expresión de los animales y sobre todo los gritos y los cantos de cada animal. Ellos poseían ese talento para emular cualquier gesto de los animales, tal vez por poseer una inteligencia más allá de los umbrales de ellos, podían tener un dominio sobre aquella naturaleza floral pero tambien sobre la naturaleza zoológica. Alli en aquel paraje se comenzaron a suscitarse nombres, como: Tabares, Maita, Guillen, Guaracuto, Guaipo, Caigua, Caico, Guano, Guasimo, Acato, Booba, Guata, Guaya, Guayacán, Anaco, Sacata, Praguacuto, Payare, Sabucán, Mapire, maya, Gatillan, Mauca, Macayo, Macaco, Macaraconi; tambien sobresalían mujeres con el nombre Auca, Achota, Mariara, Macara, Maipa, Aguata, Guatanare, Suava, Castila, Bauca, Tuata, Cuaca, Ruana.
El torbellino de nombres iban posesionando sobre aquel alero de matorrales, gramíneas y bosques tinglados por la aspereza de la naturaleza. Habia toda una novedad en aquel insólito escenario de la Meseta. Meseta que con el tiempo se haría un rincón de un poblado. Significa, esto que cientos años hacia atrás, no pudo subsistir a los grandes aluviones de aguas que se habían activados con desastres en periodos ancestrales.
Ellos iban torreando la vivencia, la vida, la crianza de los hijos, la caza, la comida, el vestir, el agua, las enfermedades, el sexo, las andanzas, los retos , las peleas, la formación, los niños, la religión, la trascendencia. No faltaban tambien los piaches que eran los médicos y sacerdotes para aliviar los dioses y curar sus enfermedades. Alli habian llegado, pero una porción de ellos buscaba refugiarse en otros aleros de aquel rio que envolvía la vida de aquellos cimarrones hombres y mujeres que iban cobijando todos los escenarios de la costa del Rio. Alli en el Gran rio bajaban, nadaban, pescaban, y bajaban en curiaras y canoas hasta el Mar Caribe. Era un elemental cajon fluvial para ir hasta el Mar y alli recoger la sal como lo venían haciendo desde hacía siglos, cuando los guáranos, los Waraos y demás aborígenes habían descubierto este gran paso para ir hasta la vertiente Mar Caribe. La distancia se podían hacer largas, pero los aborígenes no tenian fronteras para este tipo de quehacer. Tenian la libertad, que no podían tener los invasores españoles como la tenían ellos.
No tenian cerca de alambrados, como lo hacían despues los españoles con sus cerca de mojones, alambradas y cercados de palos y botalones. Su vida era lo más sencillo que se podía manifestar. Pasaba en ellos que todavia no habia llegado a sus manos la etapa del hierro, donde pudieran hacer herramienta que fueran tan dura como ese metal. Apenas ellos, los aborígenes manejaban la piedra, los vegetales para tal fábrica y demás enseres que pudieran tener a su alcance. Las herramientas todavia eran muy rudimentarias. Las indumentarias no eran de avanzado estado de desarrollo. Claro todo con el tiempo iria mejorando en cuanto que entraran las necesidades del tiempo y de aquel aborigen que apenas se estaba instalando en este vericueto lugar.
Con el tiempo y los años seria un lugar que tendría otra visión placentera para aquellos palenques que se habian filtrado en estos terrenos de nadie, pero que ellos se hacían alguien en este lodazal escenario, abrigado por las corrientes de Aguas del Gran Dunare. Fueron invasores que fueron ascendiendo sobre los copos de aquellos arboles gigantes y pequeños que tenian la ligereza de las ramas y el cobijo de un paragua. Ante las calurosas temporadas, que fue cuando se desplazaron, entraron como ebrios en una situación de desespero por alcanzar una nueva vida en aquel virginal escenario. Ya la nostalgia habia quedado en el pasillo de aquellos grandes montes, selvas y sabanas que en algún momento les habian servidos de defensa y de abrigo. Otro abrigo trae una esperanza, pasar un tiempo en una ranchería que de alguna manera era otro cobijo en ese andar de la vida que flecha los destinos de una raza. Alli la luna y el sol eran unos dioses que se mostraban como con cara de piedra que mutilaban con su presencia aquella selva que era tan inhóspita cuando las tinieblas anegaban aquellos espacios. Los aborígenes habian comenzado a abrir caminos.
La trilla cotidiana iba perforando aquellas meseta que en una temporada habia sido intricando y compleja para asir una caminata sin tropiezos. Abrieron caminos tanto al Sur, como al norte, al este como al oeste. Abrían caminos para buscar algo, o devolver algo, abrían caminos para cazar, para pescar, para buscar agua, para buscar alivio, para buscar animales, para cazar, para buscar sal a las orillas del mar Caribe. Por esos caminos iban retozando la vida, la intriga, la novedad de algún animal que se les fuera a aparecer como una sorpresa en medio de aquel vendaval de complejidades. Mustios momentos tenían que pasar aquellas legiones de aborígenes que habian comenzado a apertrecharse en medio de aquel espacio y tiempo que habian conquistado con su desplazamiento cotidiano. No menguaban la oportunidad para abrir un sendero en su propia existencia. El pienso y el luego éxito se pivoteaba en el pensamiento del aborigen, no existía una realidad que no pasara por su pensamiento. La realidad era muy clara, no habia otra, sino aquella que vivia con sus propias dificultades, pero con la intención de vivir, sin muchas preocupaciones, por ser elementales ante una comunidad como la ellos.
El Piache Guatamoro y sus seguidores
En una comunidad siempre hay de todo, y en la comunidad aborigen habia sus maestros y ciertas complejidades del oficio cotidiano. El piache era el sacerdote, pero tambien el médico, tenia esas funciones que tiempos pretéritos podían haber ejercido los sacerdotes del Antiguo testamento. Espiritualidad y medicina: El Piache Guatamoro habia nacido cerca de la Ranchería de Urupal, pero se habia deslizado cuando joven hacia la ranchería de la Meseta. En la Ranchería de la Meseta habia tenido contacto con algunos piaches que habian nacido alli, pero que con el tiempo habian desaparecido del escenario. Piache habia aprendido desde niño todos aquellos intrilingues de la plantas y los poderes de los dioses.
Aquellas rancherías comenzando desde el Pao hasta la desembocadura del Rio Dunare habian tenido como dioses al sol, la luna, algunas estrellas, los sapos, algunas serpientes emblemáticas que se formaban en aquellos lodazales y amplios matorrales que se erguían con los grandes manantiales que se deslizaban entre selvas, medanales, tierra de greda y algunas que otras serranías que se cubrían de algunas hierbas vitalicias y de gran aliciente para algunas enfermedades. Alguna que otras rancherías tenian como dios al gran rio Dunare y todas aquellas quebradas que fueran de enconadas y furibundas corrientes de aguas. Alli en esos dioses ponía Guatamoro toda su confianza, era sus trascendencia, era su más allá, alli tenian sus adoración y alli alimentaba su espíritu para combatir todo lo malo e insertar todo lo bueno en las almas de aquellos hombres, mujeres, niños y jóvenes de la Comarca de la Meseta. Guatamoro habia nacido de una aborigen que habia quedado tuerta, porque cuando pequeña se habia caído en una estaca y el ojo derecho se le habia extirpado.
Esto le habia causado cierta molestia sentimental al Piache Guatamoro. El quería con su aprendizaje de las hierbas y las matas y además con los poderes de los dioses hacer que el ojo de la madre volviera a ser como antes, un ojos sano y bello como lo habia tenido su gran madre querida. Guatamoro para ser un verdadero piache se habia instalado en una choza solo, apenas tenia tres ayudantes, para que le hicieran los brebajes que preparaba, pero además de estos eran los que tenian que aprender para tener en sus mejor momento un relevo en esta conducta espiritual y medicinal. Guatamoro tuvo sus pasos para llegar a ser un piache, en la tradicion de los Piaches existía ciertas conductas para este tipo de servicio. El Piache Palenque más allá del profundo sentido de concebir la vida como armonía entre lo social y lo natural, también concibe desórdenes de estos estados los cuales están enmarcados dentro de lo sobrenatural. El Piache Palenque poseías cualidades y características que sólo son perceptibles por el mismo. Es el Piache el intermediario entre El Sol, la Luna, Los Ríos y Las Lagunas que representa el espíritu de la enfermedad y las desgracias- los Wuao, Wuao- espíritu del Palenque muerto- que las visitas en sueño para darles consejos utilizando a Un Señuo como el espíritu intermediario. Por eso la iniciación del Piache Guatamoro consistió en observar muy detenida mente las plantas, los animales, las estaciones de la luna, las sombras del sol, los rellenos del agua de los ríos y de las lagunas y de los riachuelos, aquí en estas áreas era donde se daban vida los iniciados en estas operatividades de esotéricas indígenas u aborígenes.
De alguna manera Guatamoro habia comenzado a sentir algunos mareos cuando aún estaba un poco bastante joven. Eran mareos permanentes que sentía Guatamoro, en esos mareos Guatamoro sentía un enjambre de espíritus que los poseían. Algunas veces caía de platanazos en algunos sitios, y si iba acompañado, los secuaces se lo llevaban a su ranchería que la tenia muy cerca del Rio Dunare: A veces quedaba inconsciente y no sabía nada de lo que habia pasado. Guatamoro sabía muy bien que estos efectos tenian que cundir efecto en su cuerpo y en su espíritu, ya él estaba en estos andares y por lo tanto no era ninguna sorpresa tales acontecimientos en su vida. Guatamoro tuvo su suficiente madurez, para ir haciendo su trabajo de piache a lo largo y ancho de aquellas rancherías que se permeaban sobre las orillas suculentas de aquel rio que le servía para sus grandes acciones como es el Rio Dunare. Guatamoro cuando hizo su primer trabajo curativo se lo hizo a una chica aborigen que padecía de un espíritu maligno. Se habia convertido en el típico vocero contra las enfermedades y demonios que se trataban de inmiscuir en el alma de los aborígenes. Esto era una situación que estaba presente desde que el hombre era hombre y de por si habia tenido conocimiento de estos episodios que marcaban una pauta mas allá de la realidad palpable.
Estos piaches sabían de los elementos básicos de las matas, de las hierbas, de ciertas enredaderas, de matas que contenían ciertos sabores amargos, de las que servían para las diarreas, para la picaduras de animales salvajes, de serpientes, de alacranes de problemas de dolores en los huesos, de la regla de la mujer, tenian remedios para cuando las mujeres fueran estériles, ellos preparaban ciertos brebajes para que pudieran dar a luz en su debido tiempo. Sabían de controles lunáticos sobre las personas. El caso de Guatamoro era un gran adivinador de las fases de la luna y esto Guatamoro era un experto. Fueron muchos los casos de problemas que se le presentaron cuando era un piache de aquella zona unarense. Guatamoro pulía sus datos cada día. Los aborígenes tenían una gran confianza en esas dotes esotéricas que poseía, se le considera como a uno de los mejores piaches que habia en aquel selvático escenario de la Cuenca del Dunare. Guatamoro se habia convertido como un Juan Bautista en el deserto, sus comida eran simple para mantener un espíritu de sobriedad ante los episodios que le vinieran. Guatamoro le hacía ensalmes a los caciques que se iban levantando en aquella Meseta. Sabemos que el primer Cacique que se habia levantado en esta selvática región habia sido Dunare, pero eso hacía tiempo de El Cacique Dunare habia muerto en la erguida aguas del Rio que mas tarde llevaria su nombre.
Tambien Dunare habia sido tratado por mas de un piache. Guatamoro en cierta ocasión cuando el cacique Guatopo estaba enfermo lo llamaron para que le fuera a quitar unos grandes dolores que se le habian pegado en la espalda, y el cuello. Lo primero que hizo Guatamoro al llegar donde estaba el Cacique Guatopo, fue colocarlo boca arriba entre un poco de candela para quitarle aquellos dolores y luego ponerlo boca abajo, para darle masaje con unas cuantas planta, lo cual habia preparado un gran brebaje y asi irle untando aquella pócima sobre la espalada y el cuello. Habian dicho algunos de sus allegados que aquella brujería se la habia puesto un cacique que estaba cerca de las praderas y palmares de las riberas del Gran Rio Dunare. Cuando el piache Guatamoro comenzó a ponerles aquellas pócimas de hierbas de mastranto, con jabillo, drago, fregosa y demás hierbas, el cacique Guatopo comenzó a pegar unos gritos endemoniados que los demás presentes comenzaron a tener miedo por aquellos Berríos que pegaba Guatopo, cuando el Piache Guatamoro iba avanzado en aquel ritual que le luego le iba echando humo de tabaco sobre aquel ruin cuerpo de aquel cacique que se habia esmerado en proteger la etnia de los palenques; que hace rato habían echado vida sobre estas praderas unarense. Era el año 1200 despues de Cristo. Todavia la bota española no habia pisado estos senderos naturales lo cual permanecía impoluto ante la atrofia de los pies europeos.
Los aborígenes por lo menos tenian su sentido de la vida ante la oquedad de una naturaleza virgen que los vitalizaba según el parecer de aquella raza. Por eso los piaches de alguna manera tenian toda una tranquilidad natural en toda sus actuaciones. Tenian una liga empática con los decoros naturales que el mismo universo físico les ibas dictando a traves de sus vivencias cotidianas. Ella, la naturaleza le iba aportando los medios, los talentos y las defensas para imponerse en el trajinar de la propia existencia. Por eso Guatamoro siempre sostenía decirle a la muchedumbre: —"Para mí la naturaleza es mi gran mama que me apoya y me nutre mis intenciones vitales, pero es tambien la que me administra toda sus sabiduria para ayudarlos a ustedes"–. Cierta ves Guatamoro no podía sanar mentalmente a algunos aborígenes que tenian ciertas ulceras en los pies, y se habia hecho difícil, dar con aquellas curaciones, se puso a meditar y a preguntarle a la naturaleza que cual podía ser el remedio básico para curar aquella dilatada enfermedad, lo cual la naturaleza le respondió.: — "En mi escenario están todos los remedios para curar todos los males de tu gente, búscalos, descúbrelos y veras, que si podrás, porque yo te lo suministro"—He alli la inquietud de un piache, que a la final se convertía en un gran filosofo de aquella holgada y asombrosa selva que cobijaba aquellos pantanales de aguas, pero tambien aquellas trincheras de bosques y matas que se hacían permeables cundo el pie del hombre iba abriendo encrucijadas y caminos sobre aquellos vericuetos montes y mesetas que se horizontalibizaban sobre aquella penuria afinidad de los rastros del tiempo. De muy buen agrado los demás seres humanos buscaban el apoyo en estos piaches que tenia la osadía de buscarle remedio a los males que tenia aquel escenario, pero que los mismos cuerpos y la misma tierra posee. Es la lucha contra una situacion que esta alli palpable, pero que muchos hombres avezados van buscándole soluciones a la propia sobrevivencia de los seres humanos.
Asi eran los piaches, así vivían los piaches de aquella localidad hecha ranchería en el marco de la invasión que ellos iban haciendo poco a poco en todo aquel vendaval de matas y bosques silenciosos ante la presencia del antropos.
El invierno y el verano…
Acrisolada vivia la selva, acrisolado vivían los animales por aquella empecinada naturaleza que le ofrecía de todo para su sobrevivencia. Ya los palenques estaban diestros para este tipo de sucesos. Era la rutina de algunos meses, de algunas semanas, de algunos dias, pero para el palenque existía era la estación, y desde esa óptica manejaban las estaciones. Ya sabían por experiencia e intuición que pasaría en cada estación. Los veranos se le presentaban como una estación calurosa donde reinaba la temperatura alta, aquellas temperaturas demolían los arboles y las frenéticas ventoleras que se daban conjuntamente con los veranos hacían tabla raza en algunos bosques, donde muchos bosques al tener la madera seca , estos remolinos provocaban la caída de muchos árboles atenuados por la sequedad de la madera, de los bosques, de los arboles, de las montañas , de los sabanales y de las mesetas..
Era tiempo donde los animales se arrinconaban en ciertas zonas donde hubiera aguas para mantener ciertos bosques verdes como el trinar de los algarrobales. Había lo que se llamaban los reagrupamientos, y los animales trataban de agruparse para defenderse de los calores intensos que se ametrallaban sobre aquella zona tórrida.
En esos seis meses de sol abierto y rayos directos a la faz de la tierra todo los seres vivientes buscaban guarerse de aquella intensa temperatura, solo la noche podía menguar aquellos agitados calores que se empecinaban en castigar cada cuerpo de los seres humanos, como de los animales que cubrían todo aquel escenario. Entonces como era el sol con las vivientes plantas que se daban en aquel abolengo territorio. He alli un dilema, los arboles, las matas, las gramíneas, ellas no tienen pies para poder ir de un lugar a otro. Muchas de ellas morían, al estar alli estoicas y sin poder desplazar su vida de un lugar a otro. Si el verano era benevolente podían aguantar aquella sequedad y tambien aquel menguo de agua. Todos los arboles, matas, hierbas son productos de una manifestación de agua, sin aguas no pueden sobrevivir, ni mucho menos sobre la ausencia del sol. Los cuatro dioses están unidos a ellas, para que puedan sobrevivir. Se trata del sol, del agua, de la tierra, y del aire. Sin ellos es muy difícil que haya vida, con ello hay vida, sin ello no hay vida. Y por eso en este escenario de la meseta, los veranos se tornaban galopantes como la misma brisas en tiempo de inviernos. Que le pasaba a los palenques en este tiempo de verano, acaso se marchaban a otros lugares donde no existiera la sequia, o no existieran los veranos,. Todo el planeta tierra tiene estas estaciones, aunque hay algunas partes donde las estaciones se multiplican. Hay parte donde la tierra tiene primavera, verano, invierno y otoño. Lástima que en Venezuela, no de den las cuatros estaciones.
Y por eso los aborígenes solamente supieron disfrutar de estas dos estaciones aunque es un país que goza de estas elementales estaciones en todo su territorio. Sin embargo, en la zona de Guaribe y la zona de la Meseta donde había una abrumadora mayoría de palenques. Ellos tenian que abrazar estas dos estaciones, que le habian equilibrado su vida. En tiempo de verano los palenques tenian que trabajar mas para lograr hacer de la pesca unas situacion de vida o muerte. Apenas el Rio Duanare, La Quebrada Honda, Quebrada de Salsipuedes, Rio Guerre, Rio Guaribe le servía de gran aliciente para todos estos tipos de eventualidades gastronómicas. La astucia de ellos estaba en mantener muy en alto aquel tipo de vivencia, y hacer que cada mañana se dispusieran con el anzuela de cacho de venado pescar, de igual manera usaban el chusmo en zonas donde se viera la efervescencia de los pecados. El gran Rio Dunare era uno de sus dioses que le producía más alimentos de peces. Alli en sus curiaras, botes, canoas pasaban el día en su pesca, para llevar algo a sus chozas. Por sus puesto que corrían el riesgo de los tigres, de la onza, de los leones o de los caimanes, o de las gran serpientes que se desplazaban entre el Batey, Guere, Piritu, La Meseta y Azaca. Ellos, los palenques eran los únicos que abrazaban aquellos escolásticos montes de estos sabanales que se habian erizado en soledades por antaño. Cohabitaban en aquel universo. Eran los únicos mensajeros que aplomaban una civilización en aquellos senderos atornillados por lo inhóspito. Pero alli habia el amanecer de los dias., y la tertulia y sus dialectos se dejaban oir en aquellos horizontes donde antes se desplegaba solamente los animales que en millones de años habían existido. La melancólica sabana, los gruesos arboles, los tinglados urapales , los jabillos , los guatacaros, los pardillos, los cereipos, las ceibas, los robles comenzaban a menguar sus hojas que aureolaban aquellos senderos ante la mirada de un aborigen que se pusiera en los alto de un cerro o de una selva de altura. El gatillo de la vida de aquellos hombres y mujeres que se pavonean por aquellos insípidos terrenos, no deja de impresionarles cada día. Cada día se da un lenguaje y un escenario como si jamás lo habian visto. Pasaba en ellos que no tenian mucha memoria o retención para ir acumulando datos, la naturaleza se proveía muchas veces de intuición. Casi que vivían el presente, sin recordar el pasado aunque habian algunos que guardaban el pasado como los piaches. Habia toda una diversidad de pensamiento en aquellos mugrosos hombres y mujeres que se arrinconaba en aquella incógnita soledad. Alli devaneaban sus gustos, sus éxitos, sus esperanzas, pero era una vida sin sentido, una vida que se acoplaba a una situacion escéptica y nihilista. El trasnocho de la vida, hacia donde iban y que pretendían en la vida. La simplicidad de las cosas no le daba pie para mantener una vanidad, ni siquiera era su pensamiento. El objetivo no era tener nada. Vivia en el equilibrio de las cosas, tal vez los piaches tenian mas adentramiento en ese mundo oscuro de la escatología, alli era que los piaches se daban el gusto de tener hasta un dominio más allá de los propios caciques; aunque los caciques tenian toda una autoridad en muchas comarcas de rancherías. Toda esta situacion la vivían en pleno tiempo de los seco, del verano. A veces se sentían fatigados por aquellos grandes calores que le penetraban en los tuétanos de sus cuerpos. Aquellos cuerpos semidesnudos, aquellos cuerpos que apenas tenian una enaguas que les tapaba, el trasero y la parte delantera de las partes intimas, lo mismo se podían decir de las mujeres, menos de los niños que no usaban nada y solamente andaban como Dios los trajo al mundo, apenas cuando comenzaba el plumeo de aquellos genitales era cuando se colocaban taparrabos. De igual manera aquellas mujeres andaban con las tetas afuera, al aire libre y a la mirada sin malicia de todos aquellos hombres que se desplazaban por cualquier zona, en ello no habia situacion morales, por supuesto que habian algunos argumentos morales, pero no era moral occidental, ni mucho menos moral cristiana o moral musulmán o moral judía. Habia toda inocencia supina, una inocencia que rayaba en la ignorancia, una inocencia sin tabúes. Por supuesto que los aborígenes tenian muchos tabúes, pero que a la final eran tabúes decorosos y muy validos para su condición de poca monta en conocimientos filosóficos, antropológicos o tal vez sicológicos.
Aquellos hombres eran temerosos muchas veces del verano, porque se les podía pasar el tiempo de la siembra y ellos estaban muy pendiente de sembrar algunos tubérculos o algunos granos que le servían de grandes alimentaciones como era, el maíz, la yuca, la sandia, la auyama, la hierbabuena, el ají, el chirel, la sandia, el cundiamor, la fregosa, el pasote, la guayaba aunque esta es una fruta sabanera, de igual manera la guanábana , sin embargo aquellos aborígenes que habian penetrado este escenario tenian en su haber sembrar este tipo de frutas tropicales. Ellos de alguna manera comían el guácimo, el caruto; aunque ciertos animales comían este tipo de frutas tambien los venados, los chiguires, los monos, los araguatas, hacían de la suya como un postre,
Ante aquel verano malcriado por los rayos solares se avecinaba el invierno, un invierno que comenzaba en la mitad del mes de octubre, pero para el aborigen no habia meses. Apenas los tiempos los vivían por estaciones. Decían meses de veranos o dias de veranos o dias de inviernos. En esto ellos estaban muy claros. Eso de los meses se vino a instalar cuando la bota española se instalo en toda la territoriedad de América, o lo que se llamo el continente del bollo amarrado. Bollo amarado porque cuando usted observa aquel mapa se podrá dar cuenta que es un bollo amarado. Un continente del maíz como su producto básico.
Es el continente del hombre del maíz, pero tambien el continente del hombre de la yuca. Alli galopa aquel hombre de la Meseta, turbia es su mente, ágil sus brazos para preparase por aquella estación que se acerca con ciertos chubascos de agua, desde el cielo se ven estallido de candelas que se desploman sobre la faz de aquel territorio, el estruendo que hacen coloca en aprieto a muchos animales que buscan un escondite, los pájaros, vuelas, los cuadrúpedos que están muy cerca de aquellos rayos huyen despavorido ante aquel estruendoso rayos que se salpican sobre aquellas nubes que comienzan a ponerse negra como la oscuridad de la noche. Viento arremolinados comienzan a cuerear a aquellos arboles que apenas están saliendo de la radiante estación de verano. Fuerte son, que comienzan a derribar aquellos pobres arboles que han tenido la dicha de aguantar aquellos 6 meses de veranos. Algunos bohíos que fueron mal construidos son sacudidos por aquellas ventoleras que en aquellos tiempos se hacían más fuertes, aunque las arboledas podían ser trincheras para aplacar aquellos gigantes vientos desplazándose hasta 150 kilómetros por horas. Sacudidas vienen y sacudidas van y asi se va pernoctando cada invierno, cada chubasco con estruendos relámpagos que se cimbrean sobre aquellos escenarios que huelen a sabana terrosa.
El detalle es muy diferente a cuando es invierno que comienza a germinar cuanta semilla que se ha incrustado en aquellas tierras macilentas adornadas por las pizcas de los arboles que se habian trenzado sobre aquellos inhóspitos tablados de tierras duras, arenosas pero tambien gredosa. Porque asi es, que aquellos proscenios ambientes donde esta la petra ranchería de los palenques de la Meseta se mofa de una apertura inconmensurable con el invierno.
El invierno comienza a movilizar cuanto ser vivo se desplaza en aquel plató de tierras buena para cualquier ser vivo. Ello habia permitido que los palenques que se habian desplazado desde el Pao, logran un ambiente afable para su vivencia y su estadía. El solapado invierno esperado por aquellos guerreros de la vida, hacia su efecto sobre cada uno de ellos, por una parte esperaban esta temporada para amilanar sus sed de agua y asi encontrar en cualquier sitio una vena de agua que le sirviera para su alimentacion, para la bebida, y tambien para lavar algunos corotos que en su menudencia tenian. Se espigaba todo un alboroto en aquel inhóspito lugar que iba cuajando vida, porque alli donde hay agua, hay vida. El troquelado ambiente estaba en un vivaz ritmo que daba apertura a una vegetación más verdosa color aceituna y tambien a un color manzana. He alli el movimiento de animales volando chillando y comiendo aquellos pastizales verdecitos que solamente el agua repara. Alli el grillo saltando sobre aquellos arboles pero tambien sobre aquellos pastizales que comenzaban a reverdecer en aquella solapada zona, he alli los sapos y las ranas, brincoteando de un lugar a otro y buscando aquellos riachuelos y lagunas naturales que se habian formado con las lluvias y los tiempos precarios de la soledad terráquea pero tremando aguaceros habian abierto canjilones y habian cuarteado la tierras en algunas estepas bajas y asi fueron formando aquellos acantilados de aguas donde el croar de animales como la rana y los sapos hacían de la suya cuando los inviernos eran los águilas de aquellas sementeras bordeadas de palos de aguas que como liquido hacían vida. He alli el tigre, la pantera, el león buscando refugio para guarecerse de aquellos tremendos aguaceros que le torcían la bravura a aquellos animales que se presentaban como fierras indómitas sobre aquellos pantanales de aguas que se colaban en aquellas tierras semiarenosas, pero muchas de ellas llenas de médanos y tambien de greda en la parte de los cerros.
Estas bestias agiles se sentían acorraladas con los inviernos, a veces eran tan fuertes los inviernos que aquellas fierras se sentían acorraladas y trataban en algunas parte monear palos, sobre todo el tigre. Claro que el león no lo iba a hacer, ya que el león no tiene esas cualidades como para hacer tal cometido, sin embargo trataban de guarecerse en parte que estuvieran un poco llenas de matas y tuviera poco agua. De igual manera la pantera que en cierta a manera era más agilísima que los dos primeros. Las panteras salvajes pernoctaban a veces en los quiebrahachos y algunas matas que le fueran mas bajas. Asi vivían estas fieras en tiempos de aguas. Aguas frías que le hacían temblar los cuerpos, porque cuando se empecinaban a aquellos aguaceros eran a veces para amanecer. De igual manera se presentaban tipos de lluvias chinchineadas, aguaceros que eran serenos, sin ligerezas de aguas recias, sino aguas goteadas, pero permanentes.
Aquellos aguaceros asentaban el polvo provocando olores a tierras mojadas, pero cuando los aguaceros eran continuos la tierra dejaba de oler a tierras mojada, pero lo que eran las recuas de los aborígenes se volvían corrientes de aguas perforando la superficie y abriendo canjilones que luego iban abriendo con el tiempo pequeñas quebradas. La naturaleza es fregada y ella hace lo que quiere, nadie obliga a la naturaleza a tal o cual dirección debe tomar. Por eso, los aborígenes de estos lugares eran fieles obediente de los procederes de la naturaleza. Ellos se pavoneaban de ella, pero ella, en muchas oportunidades les sembraba el pánico, el desconsuelo, la tristeza, el terror y hasta la maldición. Alli en su lenguaje, en sus pensamientos, en sus instintos alguna cosas le decían, y no eran cosas absolutamente benévolas. Lo que eran los meses de agosto y septiembre las lluvias arreciaban y la naturaleza se ponía demasiado verde. El crujir de los animales voladores, de los terrestres, de los acuáticos estaba en una constante zozobra. Por su supuesto que esto los mantenia álgidos, erizados, trémulos, y hasta alegres. Sin embargo, tenian que estar rísperos antes los vaivenes de aquellos chaparrones de aguas que se serpenteaban sobre aquellos morichales, aquellos bosques, aquellas montañas intrincadas, aquellas parcelas de llanos, aquellas mesas, aquellos bosques nutridos de todo tipo de plantas. El bramido del caimán, el grito de los pericos, el alarido del gavilán maceteaban aquel espacio que sin sus algarabías de gritos seria un montarascal en puro silencio.
La naturaleza habla, grita y expresa todo a traves de sus seres que la conforman, es la sinfonía, y el canto que le ofrecen a un planeta que es misterio en el vendaval del infinito. Por eso aquella medianía que se solía ofrecer en el rango de la lluvia y el verano era para un momento alegrías entre los aborígenes ya que ellos habian ofrecido su cuerpo y su alma en esta estoica naturaleza que cada día repetía y repetía las gallardas estaciones para mantener el equilibrio tanto de los vegetales como de los animales, pero que ahora tenia un nuevo huésped: el hombre aborigen.
El Dunare hace la Vida
La majestad del tiempo va atendiendo las siluetas sabaneras que se yerguen sobre aquellos inhóspitos gritos que tienen aquellos tinglados horizontes huaqueados por las sonrisa de la selva, pero tambien apretujado por los laberintos de una naturaleza que esta inquieta. Alli en aquel escenario se pavonea una hilera de agua que corre de sur a norte y con el tiempo desde hace miles de años de agua ha ido alimentando millares de animales que se entrecruzan en aquellos bosques, en aquellas heráldicas mesetas, sabanales, bisques, "matas" silueteadas por la agonía de la vida.
Si bien es cierto que habia cubierto una esperanza para la vegetación mas cerca a él, tambien habia abierto una esperanza para cuanto animal se acercara a él para saciar su indolente sed que se persignaban en tiempo de verano. Alli estaba tendido bajo el sol, bajo las estrellas, alli estaba tendido sobre aquellos arenales, sobre aquellas brozas y tierras que le permitan nacer, pero morir en el norte cuando la ancha mar del Caribe lo toma en sus brazos y en su seno y le da la bendición como una madre cuando tiene miles de hijos que la alimentan por aquel vital ciclo hidrológico. Alli clama la llegada con millares de litros de agua dulce bajando en un recorrido silencioso, pero seguro que alli va a morir con aquellas olas de agua arremolinadas que se van surtiendo a lo largo de aquel camino aventajado por muchas hoyas hidrológicas que se adelantan en aquel vendaval de agua caído del cielo, porque no es de otra manera que se mantiene, sino con lo que cae de arriba y alli forma aquella turbia aguas rebobinadas por las fuerzas físicas que tiene la propia naturaleza. Insolente es la venida de aquellas tempestades de aguas iracundias, recias que flotan sobre aquel cajon que ha merecido llamársele dios. Es el dios del agua para aquella raza que iracunda siembra vidas en aquel turbulento escenario. Alli posa una vida que ellos llevan, porque tambien el agua es vida, y sin agua no son nada.
Han tenido otros dioses al recorrer de sur a norte aquellos silenciosos tramos de montes y selvas que loes tenian en su frente, en su pecho. Ellos fueron avanzando con este dios de la vida, cuando en tiempo de verano el cajon iba bajando y esto permitía que aquella raza indómita que huele a selva se fuera integrando en aquella vegetación que tupida no era fácil, para su penetración, sin embargo, la ventana abierta de aquel dios, permitía a traves de curiaras, canoas ir penetrando poco a poco aquel silencioso espacio cuando el día de un sol caliente y a mediodía permitía ver aquel horizonte pleno para ir deslizándose con mucha serenidad entre peces, caimanes, y lagartijas que se abombaban sobre aquellas siluetas de aguas plenas . Alli iba Guatoco rumbo hacia un mistérico escenario en el cual nadie habia penetrado. Alli iba `poco a poco en aquel silencio que tremolaba lo mas profundo de su corazón, sus manos puestas en el canalete de aquella curiara iba envalentonando sus brazos, estaba presto que algún tigre, o alguna pantera le cayera encima. El instinto se había hecho eco ante el olfato de cualquier fiera.
El desnudo chapaleo calcaba las airosas aguas que se vaticinaban lentas porque era tiempo de verano. Un enjambre de garzas blancas surcaba aquellos cielos petrificados de nubes blancas y azules que se pavoneaban sobre aquel pretil silencioso de una vida que comenzaban a trajinar a aquellas aguas dulce que solo el apetito del hombre, y ciertos animales pueden probarlas. Los animales no todos son de aguas saladas, la mayor parte de la naturaleza vive del agua dulce, las plantas, los animales y tambien los seres humanos. Era un momento impávido para aquellos seres que deambulaban por aquellas aguas para saber que habia mas allá de la mirada serpentina de un ojo que no se contentaba con lo que habia visto. El engranaje de la vida cotidiana y lo mistérico lo llevaban a penetrar aquellos sólidos horizonte que solamente por las aguas crecidas y tambien aquellas que corrían en verano era posible penetrar cualquier horizonte que fuera desconocido. Solo existía el riesgo para penetrar y no quedarse alli achantado con lo conocido.
Guatoco habia penetrado y un solo día no podía arriesgar su existencia, cuando le entraba algún pavor volvía de nuevo a su ranchería y alli creaba una tertulia con aquellos aborígenes mas allegado. Sin embargo, la existencia no se bloqueaba, el iba a emprender un nuevo un viaje y asi poder logar algunos kilómetros de penetración por aquel horizonte que le motivaba a escudriñar sus senderos y saber que habia más allá de sui mirada cotidiana. Guatoco era un indio corpulento, un indio cuatriborleado que se fajaba con cualquiera que lo amenazase. No tenia escrúpulos para matar a cualquiera, era un indio que se habia mantenido en luchas cotidianas con cualquier fiera y eso de alguna manera lo hacía fuerte y diestro para cualquier evento.
Autor:
Pbro. Oscar Matute Ortiz
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