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San Martin de Dumio

Enviado por gottengel


    1. Vida
    2. Obras
    3. De Correctione Rusticorum.
    4. Bibliografía

    I. VIDA

    Del conjunto de textos que ilustran la biografía de San Martín resalta por su sencillez el epitafio que el Dumiense compuso para sí mismo resumiendo y condensando los hechos más importantes que jalonaron su vida:

    "Nacido en la Panonia, atravesando inmensos mares,

    Fui llevado por voluntad divina al seno de Galicia.

    Obispo consagrado en esta tu sede, confesor Martín,

    instituí el culto y el ritual sagrado.

    Siguiendo tus pasos, oh Patrón, yo, Martín, siervo tuyo,

    siendo igual en el nombre, no en los méritos, descanso aquí en la paz de Cristo".

    Entre otras fuentes biográficas antiguas destacan las dos largas epístolas, en prosa y en verso, que le dirige Venancio Fortunato, las respectivas menciones, tanto de Gregorio de Tours como de Isidoro de Sevilla que incluyen sendas biografías de Martín y un antiguo breviario en uso en la catedral de Braga, escrito en la primera mitad del s. XIV, interesante por las fechas que aporta.

    Estas y otras fuentes de menor importancia fueron recopiladas por C. W. Barlow en los apéndices de su edición de las obras de Martín de Braga. Si bien es cierto, hay que reconocer que no hemos podido consultar de primera mano las fuentes enumeradas, sin embargo, hemos acudido si a quienes han podido hacerlo, de modo que nuestro quehacer esta sustentado en una base verídica que nos permitirá acercarnos a la vida de este "apóstol de los suevos".

    Nacido en Panonia (actualmente Hungría) a inicios del s. VI (quizás en un momento del segundo decenio). Del lugar de su nacimiento no nos cabe duda ya que el mismo S. Martín nos refiere el lugar: Pannoniis genitus. A la vez, que contamos con los testimonios de dos grandes personajes contemporáneos al nuestro, como lo es Gregorio de Tours y Venancio Fortunato. Panonia era en realidad una tierra muy lejana a Galicia; sin embargo, existían entre ellas ciertas semejanzas. Ciertamente, en el pasado se instalarán en ambas gentes procedentes de pueblos celtas, e incluso germanos de origen suevo, por lo que se puede apreciar ciertas tradiciones culturales y lingüísticas paralelas en estos territorios tan distantes.

    Gregorio de Tours nos refiere su viaje a Oriente, en dirección a los Santos Lugares. Siendo la fecha de su llegada hacia el año 535 d.C. (según la tabla cronológica ofrecida por Anselmo López en su libro ya citado abajo) Camino hacia Palestina es verosímil que parase por un tiempo determinado en la capital bizantina, Constantinopla, dado además, que constituye una etapa en el itinerario a Palestina. Ante esto Anselmo López afirma que, "de la manera más o menos explícita que se quiera Martín actuó de hecho como un embajador de Justiniano y los monarcas suevos que trataron con él percibieron perfectamente su rango, que no debía de provenir exclusivamente de la santidad de su proceder".

    Es en Palestina donde el Dumiense recibirá una oportuna formación, y donde establecerá contacto con la vida de los eremitas del desierto y de otros religiosos. Palestina, en aquellos tiempos se destacaba por el nivel con el que arraigaba, al mismo tiempo, la vivencia del cristianismo y la cultura clásica, tras una profunda y larga tradición helenística. Además, que constituía, junto con las vecinas Siria y Egipto, el foco principal del monacato en el Imperio. De este modo, su acción posterior está marcada plenamente por su estancia monacal en Palestina.

    A la etapa que vivió en Palestina, se debe también su amplia formación humanística, sumada a la práctica del griego y del latín que ya conocía. Mucho más de reconocer es el sello que a su paso en Palestina dejó impreso en su alma y en su mente la patrística oriental, en especial, la de los Padres Egipcios. Al mismo tiempo, la vida ascética que practicaban los monjes y anacoretas se convirtió en el ideal de S. Martín, de modo que posteriormente los monasterios que implantará en tierras gallegas tienen su modelo en estas comunidades que conoció en Palestina.

    Se despide de Tierra Santa en plena efervescencia del Imperio Bizantino cara a Occidente. De la fecha en la que arribó a costas gallegas se afirma la del 550 d.C., desembarcando probablemente en Portucale al mismo tiempo que llegaban de la Galia las reliquias de S. Martín de Tours solicitadas por el rey de los suevos Carrarico con el fin de lograr, por intercesión del santo, la curación de su hijo. Se ha llegado a afirmar que ya antes de alcanzar la Galicia el Dumiense haya entablado amistad –supuesto un desembarque previo en la Ciudad Eterna- con el Papa; además, se reseña una visita a Francia donde establecería lazos tan estrechos con Gregorio y Fortunato.

    Con todo, lo referido anteriormente no pertenece más que a conjeturas y suposiciones extrapoladas fuera de la realidad, ya que es de manifiesto el anacronismo del que adolecen tales afirmaciones. Ya que ni el Papa Vigilio (537-555) (con el que se carteará Profuturo, antecesor suyo en la sede de Braga) se encontraba por aquellas fechas en Roma, dado que muy a su disgusto había partido para Oriente a solicitud del emperador Justiniano dada la controversia de los "Tres capítulos" donde permaneció hasta aproximadamente el año 553, cuando convencido el emperador de lo contraproducente de su intransigencia, dejó de asediar y perseguir al Romano Pontífice, el cual aprovechando esta situación retornó a Roma.

    Ni tenía nada que hacer por aquellas épocas el Dumiense con sus futuros amigos, puesto que Gregorio era aún muy niño, dado que nació hacia el 539 d.C. Y el otro, italiano de nacionalidad, no dejaría su nación hasta el año 556 cuando se dispuso a realizar una peregrinación al sepulcro de S. Martín de Tours y se quedó a partir de ese momento en Poitiers. Por lo mismo, tiene más visos de ser cierto que viajó directamente a Galicia y que dichas amistades son fruto de sus contactos posteriores.

    A todo esto, no hay duda que lo que buscaba Justiniano en Galicia, dada su política religiosa, la cual fue teóricamente ideal y la misma que Constantino, a saber: ser obispo en lo exterior, es decir, a poyar con todo su poder a la religión católica y a su legítima jerarquía; más por otra parte Justiniano no desconoció nunca la superioridad de la autoridad pontificia. Así, era menester una vez recuperadas las costas de África, tener a favor un reino en las espaldas de los visigodos, teniendo en cuenta además que ya era de conocimiento que tal reino estaba favorablemente dispuesto al entendimiento y al que, a pesar de la lejanía, se accedía con facilidad desde el sur o bien desde la Galia franca.

    Galicia, antes que en ninguna otra parte de Europa Occidental, constituye ya en el siglo V un Estado medieval, una síntesis entre el obsoleto Imperio Romano y las primitivas formas tribales germánicas, con los que los naturales del país convergen en un proyecto común de monarquía.

    Hemos de referir como algo muy probable que cuando los suevos se asentaron en Galicia aún continuaban en el paganismo, más estando de rey de los suevos, Requiario, (o Rechiario) se convirtió al catolicismo, dando así muestras de inteligencia por parte de éste y precediendo así a los otros pueblos recién llegados a la península. Estamos aproximadamente en los años 449. La presencia de la cruz en las monedas parece indicar esto y no un mero formalismo romano. De este modo, observamos que la modernidad del pueblo suevo estuvo en adaptarse a los modelos organizativos y culturales de los galaicos-romanos, lo cual se manifestó directamente en acoger su propia religión. Orosio da cuenta del progreso cuando confiesa que "fueron los primeros entre los bárbaros que cambiaron la espada por el arado" confraternizando así con los galaicos-romanos (éstos a su vez los preferían a ellos que a la fuerte presión tributaria del Imperio)

    A este reino instaurado se refiere la nominación dejada en documentos como es la de Regnum Suevorum, y también con el calificativo de galego, Regnum Galliciensis, tal como se manifiesta en las acuñaciones monetarias. Posteriormente, Requiario, fue derrotado en el año 456 por las tropas visigodas de Teodorico, con lo que comienza un período de oscuridad para Galicia, que durará casi cien años.

    Asimismo, los visigodos conscientes de la importancia de los mecanismos ideológicos, se apresuraron a evangelizar las nuevas tierras conquistadas, y dada la superioridad visigoda y el decaimiento de los reyes suevos, estas tierras profesan el cristianismo pero en su vertiente hereje del arrianismo. Sin embargo, a pesar de estar doblegados a las exigencias visigodas, el reino Suevo conservaba su estructura de Estado independiente, capaz por ello de actuar por cuenta propia en el contexto internacional.

    Retomando lo dicho sobre el interés de Justiniano en ganar la amistad del Reino Suevo, hemos de apuntar, por otra parte, el papel preponderante que jugaba la Galia. Los galos, que para el año 498 con el rey Clodoveo se habían convertido al catolicismo, tenían en común con los suevos la contienda con el vecino visigodo. Era de preocupación para los suevos que ya derrotados los visigodos en el año 507 por lo francos en Vouillé, decidieran estos últimos abarcar toda la Península, para consolidar asimismo su monarquía territorial. Vemos entonces lo recomendables que eran los dos pasos que el Reino suevo estaba a punto de dar, a saber: fundirse con la masa predominante del reino, católica (buscando asimismo la simpatía de todos los católicos de la Península); y el aproximarse al poderoso vecino franco.

    Reinando en Galicia Carriarico, cayó sobre todo el reino una gran epidemia de lepra, de la que era víctima su propio hijo. Ante esto el rey, enterado de los milagros que obraban las reliquias de S. Martín de Tours, mando traer las reliquias del venerable santo. Los reyes francos le deniegan la petición, pues, al tiempo, exigían la conversión al catolicismo del reino. El rey Carriarico no dándose por vencido, mando construir un suntuoso templo y envió una segunda delegación con muchas más ofrendas. De este modo el mismo día y por el mismo puerto llegan las reliquias y el Dumiense. A partir de aquí, todo los acontecimientos se precipitan con gran avidez; el hijo del rey cura milagrosamente y el rey junto con su Corte, se hacen bautizar en el catolicismo, de manos del mismo Martín. Siendo este hecho algo quizás a primera vista casual, más, por el contrario, es algo fundamental para una interpretación cabal, puesto que el protagonismo del homónimo del santo francés (sin que quede demasiado claro el por qué) se pone de manifiesto en su intervención en el bautizo del rey y en su promoción a una sede episcopal, aunque puramente honorífica, creada ex profeso en Dumio, en las afueras de Braga, y quedando delimitada solo a los límites del monasterio que luego fundará allí mismo Martín.

    Cabe señalar aquí dos dificultades que los historiadores encuentran relacionadas con este período del Reino suevo: una, la misma identidad del rey de aquellos tiempos y, otra, la cronología.

    Gregorio de Tours deja escrito que quien ostentaba la corona en el reino Suevo en el momento de la conversión era Carriarico. En cambio S. Isidoro de Sevilla habla ya de Teodomiro. Si tomamos esta última como verdadera, entonces la conversión del reino suevo tuvo lugar cuando ya Martín llevaba varios años en Galicia, alrededor del 559 y lo que se debería al ejercicio de su influencia en la corte. Esto tiene algo de lógica, pero no es imprescindible que así haya acontecido, pues sabemos de sobra que ya el Reino suevo había establecido contactos con las potencias católicas. Por otra parte, es cierto que el nombre de Carriarico no es de origen suevo, sino más bien franco, lo que explicaría la relación con la familia franca que tan oportuna se muestra. Además, hemos de señalar que la conversión acontecida en el 550 a la llegada de Martín se haya visto restringida solo a la Casa Real y a la Corte. De este modo se explica que luego se haya hecho extensiva a todo el pueblo en la época de Teodomiro (que debería de ser el hijo curado de Carriarico) como resultado directo del esfuerzo organizativo y misionero del Dumiense.

    La otra dificultad se refiere al lugar donde estaría el templo construido por Carriarico. Siendo lo más probable que haya sido construido en Orense, dado que existe en esta ciudad la única catedral con advocación a S. Martín de Tours, hasta el punto de sustituir en la primacía a la catedral primitiva dedicada a Santa María. En los solares de ambas se levantaron posteriormente las edificaciones actuales (en el s. XII la Catedral y en el s. XVII la de Santa María Madre).

    En la fachada de Santa María podemos admirar dos pares de columnas clásicas supuestamente pertenecientes a un antiguo templo suevico. Y la presencia del rey en Orense se explicaría por un cierto carácter itinerante de la Corte, que teniendo como centro a Braga, pasaría también por esta ciudad. A partir de aquí el Dumiense desplegará su trabajo, en estas tierras de las cuales ya no marchará.

    En estas condiciones en un ambiente favorable, con un pueblo masivamente favorable y una Corte que lo apoya asciende al trono Teodomiro. Aún así, nuestro Dumiense tendrá que trabajar mucho en la conversión de este pueblo. De este modo, el 1 de Mayo del 561 se abre la primera sesión del Primer Concilio de Braga, inaugurándose de esta manera, un sistema de gobierno que servirá de modelo para el futuro. Dentro de las muchas cuestiones que se tratan en el concilio, es significativo que no se preste mucha atención al arrianismo. Por el contrario, se presta atención al priscilianismo que por aquellos tiempos estaba muy arraigada en la población rural.

    Los Priscilianistas se habían expandido mucho en Galicia, a pesar que el autor de esta secta del cual recibe el nombre había sido ya decapitado hacia fines del S. IV, como resultado de un proceso llevado a cabo en la ciudad de Burdeos, aunque ciertamente no fue condenado por hereje sino por practicar la magia. La doctrina priscilianista en tiempos del Dumiense causaba estragos entre la población poco fervorosa e ignorante. Entre las aseveraciones de estos sectarios tenemos, por ejemplo, el afirmar que Cristo no tiene una verdadera naturaleza humana, lo cual queda anatematizado en uno de los catorce cánones dirigidos contra el priscilianismo en el primer concilio de Braga. Así dice el cuarto canon contra los priscilianistas: "Si alguno no honra verdaderamente el nacimiento de Cristo según la carne, sino que simula honrarlo, ayunando en el mismo día y en domingo, porque no cree que Cristo no naciera en la naturaleza de hombre, como Cerdón, Marción, Maniqueo y Prisciliano sea anatema. A esto estaba unido también el exceso rigorismo en las prácticas ascéticas que difundían los seguidores de Prisciliano, para ello téngase en cuenta lo referido en el canon 14: "Si alguno tiene por inmunda las comidas de carnes que Dios dio para uso de los hombres, y se abstiene de ellas, no por motivo de mortificar su cuerpo, sino por considerarlas una impureza, de suerte que no guste ni aun verduras cocidas con carne, conforme dijeron Maniqueo y Prisciliano sea anatema". También consta el tema de la prohibición del matrimonio considerado como algo pecaminosa lo cual el concilio responde en el canon 11: "Si alguno condena las uniones matrimoniales y se horroriza de la procreación de los que nacen, como dijeron Maniqueo y Prisciliano sea anatema".

    En el 555 fue fundado el Monasterio de Dumio para que fuese administrado por el Bracarense, en el cual plasmó la vida que llevaban los monjes palestinenses de la cual estaba muy bien informado. Así fue consagrado obispo el 5 de Abril del 556. "Este pequeño obispado, constituido por el monasterio y sus dominios, corresponde exactamente a la actual feligresía y es el único caso de su género en la Iglesia Occidental. La erección de esta diócesis parece debida a la influencia celta, porque el Obispo-abad de Dumio, además de gobernar el monasterio-diócesis, mandaba en los otros monasterios de Galicia y hasta de otras provincias, constituyendo con ellos una especie de federación monástica". A la muerte del obispo Lucrecio en el a. 569, que hasta ese entonces ocupaba la sede de Braga, le sucede el Dumiense, sin dejar su obispado de Dumio.

    De este modo Martín se convirtió en el prelado de toda la Galicia, Asturias y gran parte de la Lusitania. Para tan numeroso rebaño no podía bastar la asidua vigilancia del Santo, por eso, decidió erigir otra metrópoli en la ciudad de Lugo, que aunque le restase autoridad en lo temporal, se llegaría a una mejor atención espiritual de los fieles. Una vez divididas y delimitadas las dos sedes, realizó grandes innovaciones litúrgicas y estando allí, en Braga, convocó y celebró el II Concilio de Braga, el 1 de Junio del 572. Esta vez dirigido por Miro sucesor de Teodomiro, quien había muerto hacia el 570.

    La personalidad de Martín constituye una de las figuras más destacables del s.VI, que con sus características de escritor y eclesiástico pertenecía aún a los finales de la Edad Antigua, con esa particularidad de lo hombres insignes de esta época, la vocación universal y la carencia de su patria. Esta personalidad, rica y compleja, se pone de relieve por la variedad temática de sus obras (como hemos visto más arriba). Si bien no se trata de una producción muy extensa ni de un pensamiento original, más se encuadra en la línea de los escritores de los confines de la Edad Antigua que han sabido inculturar la fe en un determinado territorio, y que con su ejemplo, nos da un testimonio de santidad y apostolado incansable muy digno de imitar. Muere el Dumiense en el 580. La Iglesia lo agregó al número de los santos y le dedico su fiesta cada 20 de Marzo. Enterrado primero en el monasterio de Dumio, sus restos pasaron luego a la ciudad de Braga, donde aún hoy reposan.

    II. OBRAS

    Es indecible lo que este santo, gloria insigne de la iglesia gallega, realizó por la cultura eclesiástica de su tiempo y en particular por la vida monástica. Entre sus escritos hallamos algunos que sirvieron como pauta y norma de vida a los monjes dirigidos por él. Unido a su esfuerzo desmedido por la evangelización de su grey hizo que Martín no escatimase ningún medio por llevar a cabo tan gran ideal, así tenemos de él las más variadas obras, las cuales se dividen en tres grupos.

    A. Ascético-morales:

    a.- Formula vitae honestae: Un excelente tratado de moral natural sobre las cuatro virtudes cardinales. Dedicada al rey Miro, donde el Dumiense nos ofrece una idea de la altura moral y de la majestad que adornaban a este rey. Cosa ya vista en las palabras que dirige en la breve introducción de la obra. Es conocida también con el nombre De la diferencia de las cuatro virtudes cardinales.

    b.- De ira: Escrita a petición de Vitimiro, obispo de Orense. Resume la obra del mismo título de Séneca.

    c.- Opus tripartitum: Expone la moral cristiana sobre la jactancia, a soberbia y la humildad.

    d.- Aegyptiorum Patrum sententiae: traducción de las sentencias de los Padres Egipcios para la orientación de sus monjes. Se tratan de principios o máximas espirituales de los monjes orientales a los que él había tratado personalmente. Al lado de este trabajo debemos colocar otro parecido, Las palabras de los ancianos, traducido del griego, pero dicha obra no tiene muchos fundamentos.

    B. Canónicas:

    a.- Epistola de trina mersione: Donde combate la costumbre de bautizar con una sola inmersión.

    b. Capitula Martín: Colección de 84 cánones (clasificados por algunos autores como Conc. III de Braga) dedicada al obispo de Lugo, Vitigio, en donde se procura adaptar la disciplina tradicional de la Iglesia a las necesidades y al particularismo de la Iglesia sueva.

    C. Poéticas:

    Tres poesías de sabor clásico, con un total de 38 hexámetros: In basílica, In refectorio y su Epitaphium. Se ha perdido su Volumen epistolorum, citado por S. Isidoro, el cual parece contener la desaparecida correspondencia con Venancio Fortunato, S. Radegunda, la abades Inés y otras religiosas de Santa Cruz de Poitiers.

    III. DE CORRECTIONE RUSTICORUM.

    Abordemos ahora con mucha mayor extensión una de la obras cumbres del Metropolitano bracarense. Sin lugar a duda la obra pertenece a Martín, que habiendo determinado el segundo Concilio de Braga, de 572, que los obispos en su visita pastoral instruyeran y exhortaran al pueblo para preservarlo de supersticiones idolátricas y supervivencias paganas, redacta esta obra para que sirva de instrucción pastoral a los obispos del Reino.

    Se trata, en efecto, de una instrucción en forma de sermón popular, dirigida al obispo Polemio, con el único fin de enmendar a la gente del campo; de ahí el nombre en latín: De correctione rusticorum; aunque si bien es cierto, su autor no le puso ningún título. Tal nombre nos parece apropiado puesto que el mismo Dumiense usa las palabras rusticus sermo al principio de la obra. Las cuales no significan una forma de hablar gramaticalmente incorrecta, sino que, en vez de la dicción refinada y florida que estaba de moda en aquel tiempo, e incluso el mismo Martín usa en otros escritos, se refiere a la lengua simple y popular de una persona cultivada, llegando incluso – como refiere Barlow – a usar vulgarismos para poner su enseñanza más al alcance de sus oyentes.

    Era sin duda una tarea ardua la de los Obispos de aquellas sedes, puesto que si bien el pueblo estaba a favor de una conversión, aún pervivía en ellos ciertos residuos de supersticiones y costumbres populares. "Realmente amplio e importante, el cuadro de costumbres que presenta la obra constituye una de las facetas que más han contribuido a popularizarla y a llamar la atención sobre ella de estudiosos procedentes de muy diversos campos"

    El texto del De correctione rusticorum no ha llegado a nosotros en su versión original (tal como salió de manos de S. Martín). Se accede a él a través de una serie de manuscritos, los cuales fluctúan entre los siglos VIII y XVI, en un número total de doce manuscritos, que a su vez vienen acompañados siempre de una serie más o menos larga de obras o fragmentos de otros autores. Como es de esperar en esta clase de manuscritos es observable la intervención, incluso en los de la misma serie, de varios escribas, así lo apunta Rosario Jove Clols en la Introducción a la edición de esta obra ya citada anteriormente.

    En la lucha contra las supersticiones rurales que tan arraigadas están en el pueblo y lograr así la corrección de todas estas almas "Martín no conoce un medio mejor para lograrlo que demostrar el carácter demoníaco de la idolatría, y así recompone, tal como se lo imagina, el desarrollo del error pagano. Caído del cielo por culpa de su orgullo, el diablo reside cerca de nosotros junto con un gran número de demonios a los que arrastró con él. Celosos de los hombres que van a ocupar su sitio, si obran bien, los espíritus impuros se esfuerzan en arrastrarlos al mal y hacer que se olviden de su creador. Primero les persuaden de que adoren las fuerzas de la naturaleza, luego se les aparecen y les piden santuarios….A los cristianos que, incluso después del bautismo, se han dejado arrastrar por los demonios, Martín les recuerda las promesas que hicieron el día de su iniciación y les exhorta a renovarlas y a hacer penitencia".

    Cuando S. Martín, en la exposición de su doctrina utiliza la palabra "diabolus" se refiere al príncipe de los ángeles caídos. Sin embargo, no lo usa así cuando se refiere al conjunto de los ángeles caídos, sino que más bien usa el termino masculino "daemon" o el neutro "daemonium".

    Entre las supersticiones y costumbres populares que denuncia el Dumiense tenemos este párrafo ilustrador de su obra que citamos textualmente por parecernos muy adecuado e importante con lo que venimos exponiendo:

    "¡He aquí qué clase de promesa y de profesión de fe tenéis con Dios! ¿Y cómo vuelven enseguida a los cultos del diablo algunos de entre vosotros que renunciaron al diablo, a sus ángeles, a sus cultos y a sus malas obras? Pues encender velas junto a las piedras, a los árboles, a las fuentes y en las encrucijadas ¿qué otra cosa es sino culto al diablo?. Los actos de adivinación y los augurios y el celebrar el día de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Festejar las Vucanales y las Calendas, adornar mesas y poner ramas de laurel, prestar atención al pie que se usa, derramar grano y vino en el fuego sobre un tronco y poner pan en las fuentes, ¿Qué otra cosa es sino culto al diablo? Que las mujeres invoquen a Minerva mientras tejen, que elijan el día de Venus para sus nupcias y que presten atención a qué día se ponen en camino, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Hechizar hierbas para encantamientos e invocar los nombres de los demonios al hacerlo, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Y otras muchas cosas que son largas de contar. He aquí que después de la renuncia al diablo, después del bautismo, hacéis todo esto, y que, volviendo al culto de los demonios y a las malas obras de los ídolos, vosotros habéis dejado de lado vuestra fe y habréis roto el pacto que hicisteis con Dios. Habéis abandonado el signo de la cruz que recibisteis en el bautismo y atendéis a otros signos del diablo por medio de pájaros, estornudos y otras muchas cosas. ¿Por qué a mi o a cualquier buen cristiano no nos perjudica un agüero? Porque la señal del diablo no es nada cuando ha precedido el signo de la cruz ¿Por qué os perjudica a vosotros? Porque menospreciáis la señal de la cruz y teméis aquello que os habéis forjado. Del mismo modo habéis abandonado el santo sortilegio, es decir, el símbolo de los apóstoles que recibisteis en el bautismo que es "Creo en Dios padre todopoderoso" y la oración del Señor, es decir "Padre nuestro que estás en los cielos" y conserváis diabólicos sortilegios y fórmulas mágicas. Así, pues, cualquiera que, menospreciada la señal de la cruz de Cristo, pone sus ojos en otros signos, ha perdido la señal de la cruz que recibió en el bautismo".

    Muchas de las supersticiones enumeradas por el Bracarense, no solo eran pertenecientes al paganismo grecorromano sino también las había de origen germánico, ibérico, etc. En cuanto a explicar las supersticiones trataremos de dar cierta noticia sobre ellas. Así tenemos, que la costumbre de encender una vela a las piedras, árboles y fuentes, se debe a una antigua creencia por la que se creía que "cada piedra, árbol y fuente encerraba un espíritu de la naturaleza que a veces tomaba forma humana. El culto a las piérdase relaciona con el dios suevo Wotan que penetraba en los bloques de granito, previamente abiertos y los cerraba de nuevo. El de los árboles deriva del culto del dios Thor o Donnar a quien se consagraban árboles de gruesos troncos".

    En cuanto a la superstición relacionada con pedem observem (atención al pie que se usa) se trata sencillamente de la creencia de todos los tiempos de que, en general, la derecha es favorable y la izquierda es desfavorable y que ésta última está reservada a los ritos ctónicos, funerarios, demoníacos y mágicos. Se trata de un dualismo que al parecer no acaba nunca, sino que se afirma en la negación de sus contrarios, el pie derecho se opone al izquierdo así como la mano izquierda a la derecha. Se dice que Augusto también lo tenía en cuenta y que cierto día se había puesto primero el pie izquierdo por lo que estuvo a punto de perecer en una de sus campañas militares.

    También era necesario como vemos en el párrafo citado una lucha contra los sortilegios diabólicos a los cuales opone el Dumiense el sortilegio santo del Credo y del Padre nuestro. Unido a esto era necesario una condena de la tradición de los augurios, ya sea por medio de aves o, como relata el párrafo citado, por la interpretación de los estornudos. Hemos de decir que los augurios eran de todos los pueblos y de todos los tiempos. Ahora bien había como tres clases de augurios: el extispicium; la ornitomancia, que era la adivinación por el vuelo y canto de las aves; y la piromancia, que era la adivinación supersticiosa por el color, chasquido y disposición de la llama. A la ornitomancia se refiere S. Martín en su obra. Por lo mismo ha de tenerse en cuenta de manera especial el cuervo que en el mundo céltico e indoeuropeo era símbolo de las sabidurías misteriosas de la noche y de la muerte.

    El éxito de esta obra llena de celo y de sentido práctico, se manifiesta en su uso y difusión acogedora en años posteriores. Así tenemos que en el s. XII es utilizada por el obispo de Noyon, Eloy; de este uso tenemos noticia por su biógrafo Audoenus de Roen, en donde nuestra obre viene formando parte de su sermón De supremo iudicio.

    No deja de ser significativo que tal obra sea aún leída y cada vez más estimada a pesar de la distancia en años que la separan de nuestros tiempos actuales. Es sin duda merced al trabajo dedicado de un hombre que supo combinar su vasta cultura y su fe, dejándonos un legado de incalculable valor.

    CRONOLOGÍA

    Año

    GALICIA

    MUNDO

    465

    Conversión de los suevos al arrianismo

     

    476

     

    Fin del Imp. Rom. de Occidente

    498

     

    Conversión de los francos (rey Clodoveo) al catolicismo

    507

    Los Francos vencen a los visigodos en la batalla de Vouillé

     

    510 (aprox.)

    Nace S. Martín (en Panonia)

     

    527 – 565

     

    Reinado del Emperador Justiniano

    533

     

    Los bizantinos conquistan África vándala

    535

    Martín en Palestina

    Intervención bizantina en Italia

    550

    Llegan las reliquias de S. Martín de Tours y desembarca S. Martín (de Dumio)

    Conversión del rey Carriarico

     

    554

    Desembarco bizantino en Hispania

     

    555

    Fundación del monasterio de Dumio

     

    559 – 570

    Reinado de Teodomiro

     

     

    Conversión de Teodomiro y de todo el reino suevo al catolicismo

     

    561

    I concilio de Braga

     

    565 – 578

     

    Reinado del emperador Justino II en Bizancio

    570

     

    Comienza reinado del suevo Miro

    572

    II Concilio de Braga

     

    580

    Muere S. Martín de Dumio.

     

    BIBLIOGRAFIA

    1.- Gran Enciclopedia Rialp, XV, Edic. Rialp S.A., Madrid. (voz Martín de Braga, San)

    2.- Biografía Eclesiástica Española, XIII, Madrid, 1862. (voz Martín de Braga, San)

    3.- Denzinger – Hünermann, Magisterio de la Iglesia, Herder, 2000.

    4.- LLorca, B., García- Villoslada, R., Laboa, J.M., Historia de la Iglesia Católica I, Edad Antigua, BAC, Madrid, 1999. 884 pp.

    5.- López Carreira, Anselmo, Martiño de Dumio. A creación dun reino,Vigo, 120 pp.

    6.- Martín de braga, Sermón contra las supersticiones rurales, Edic. El Albir S.A., Barcelona, 1981, 80 pp.

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    David Neciosup

    Estudiante de Primer año de Licenciatura en Historia en UNAV.