-¡Vení pa" acá y hacete cargo de lo que dijiste. A mí nadie me copa la parada, y ahí nomás, peló el verijero que cargaba en la sisa del chaleco (2) y se le fue al humo al Luciano, este giró en redondo con sorprendente agilidad y el fierro del Chino se fue a clavar en el tablero del mostrador, aprovechó la ocasión el joven para descubrir el suyo y hundírselo hasta el mango en un costado, el Chino dio un gemido y se abrazó al estaño para no irse al suelo. Martina estaba azorada y temblorosa sostenida por don Luna que se había acercado a ella con la intención de contenerla.
–Vamos pa" casa le dijo Luciano, dando la vuelta, de pronto don Luna pegó un grito de advertencia.
-¡Cuidado muchacho! El joven de espaldas no advirtió que en su dirección convergía ya como un rayo el facón del Chino, la hoja penetró tan artera como furibunda en su espalda. Cayeron ambos como marionetas de un destino trágico.
Eran las 20.y 15 cuando un agente nos vino a poner en conocimiento del hecho. Llegamos en unos minutos. Al entrar presenciamos el patético cuadro, ambos yacían muy cerca el uno del otro. La sangre que había manado de sus heridas, era un solo manchón rojo sobre el entablado del piso. Martina gemía desconsolada abrazada al cuerpo de Luciano, del que solo se veía sus brazos abiertos en cruz. En su mano derecha aún sostenía, su pequeño cuchillo en el que fulguraba, junto al carmesí de su hoja el ¡centellante plateado de su mango!
Hubo que apartar a Martina a viva fuerza del cuerpo del desgraciado joven su llanto era desgarrador. Un dolor tan profundo me indujo a pensar en lo entrañable y profunda que debió ser su relación.
-Un triste final, solo la presencia de mi jefe, puso fin a mis cavilaciones. ………………………………………………………
-¿Otro café comisario?
-Sí, que sea cortado, por favor.
Tres meses después de aquel episodio, el barrio estaba conmocionado.
Atronaban las bombas de estruendo y resplandecían rutilantes los fuegos artificiales. Los vecinos se agolpaban frente a la comisaría ubicada en la esquina de San Julián y Zamudio. La noticia por todos esperada fue finalmente anunciada por el comisario Fernández, quien ante ellos comenzó diciendo:
-Me es muy grato informarles que a partir de hoy, estamos en el barrio de ¡¡Villa General Mitre!! Era la noche del 6 de noviembre de 1908. Mientras los eufóricos vecinos festejaban el nuevo nombre del barrio, a pocas cuadras de allí, en una humilde vivienda de Dúngenes y Terrero, la partera dirigiéndose a don Pedro Varela, le decía: -¡Es un varón, tan largo el mocito, que parece una espiga!
1) Perteneció a una de las familias fundadoras. Hombre de gran sensibilidad social y una de las figuras más destacadas del fomentismo. Falleció el 31 de mayo de 1936.
2) Cuchillo de hoja corta en punta utilizado para desollar las reses.
III
Espiga
29 y 30 de marzo de 1930
"Villa Mitre" era el periódico del barrio, su influjo excedía con creces sus límites. Desde su aparición en enero de 1923 y hasta el "30", fue el órgano oficial del Centro de Fomento y biblioteca popular Ciencia y Labor. En enero de ese año, se hizo cargo del mismo don José Marchese, que lo había dirigido desde sus comienzos. Ayudaba a distribuirlo un joven conocido con el seudónimo de Espiga, su nombre real era Mateo Varela Funes. Realizaba esta tarea durante el tiempo que se lo permitían sus estudios en la facultad de Agronomía. Los vecinos lo apreciaban porque era un muchacho servicial y solidario. Tal vez un ligero estrabismo lo cohibía para relacionarse con alguna de las pibas del barrio. Había días en que se adueñaban de su mente evanescentes imágenes de su ideal de mujer.
Tales delirios lo perturbaban hasta el punto de trasformarse en una carga insoportable e inocultable, que lo incitaba muchas veces a beber mas de la cuenta. Las comadres del barrio decían: -¡pobre, los abuelos hicieron lo que pudieron pero, el muchacho se crió sin madre ni padre y eso no se remplaza!
Con los que ya conocía su expresión era abierta y frontal, esquiva y casi huraña ante extraños. No lucía mal a los veintidós, porte distinguido, espigado, con rasgos regulares, que no desmerecían dos prematuras arrugas que surcaban su frente. Ropa de buen corte, elegante sin afectación.
Las cosa marchaban bien en el periódico, don José estaba contento, había sumado nuevos suscriptores, pese a la inquietante crisis económica que sobrellevaba el país.
Hacía calor aquella tarde del 29 de marzo, por tal razón, había comenzado su reparto alrededor de las 18.30 frente al Club Deportivo de la empresa Vasena. Años antes había sido la quinta del escribano Juan Forte que abarcaba la manzana comprendida entre: Caracas; Luis Viale; Gavilán y Gaona.
Conocedor del estado de las calles trataba de evitar las de tierra, las que se transformaban en verdaderos barrizales cuando llovía. Encaró entonces por Gavilán con la intención de cruzar el arroyo y de paso campanear si estaban los pibes que hacían apuestas a ver quien era capaz de hacer equilibrio sobre las barandas de las pasarelas tendidas sobre su cauce, las cuales no tenían mucho más de quince centímetros de ancho. Al no avistarlos pensó que estarían en la de Condarco, ó que los había corrido la cana. Se fue desplazando lentamente tomado de las barandas ya que la pasarela no tenía más de un metro y medio de ancho, la zarandeó, tal como lo había hecho desde siempre, tal vez para probar su fragilidad. Luego se encaminó hacia el este, tomando la senda que bordeaba el talud del Maldonado, cubierto siempre de yuyos, miró hacia abajo y solo avistó un hilo de agua, sobre su lecho barroso. Estaba aún fresca en su memoria la gran devastación que produjo el súbito desmadre durante los días 27 y 28 del mes anterior. Llegó a Boyacá para entregar el Villa Mitre en la casona de los Piana.
El heladero de Laponia, pasó voceando a su lado. Se gratificó con un palito de 00,5 centavos.
Metros más allá, avistó el paredón del convento, siguió con la intención de llegar a César Díaz y de allí hasta Artigas. Atrás quedaban las emblemáticas y añosas palmeras. Le había escuchado alguna vez afirmar a Florencio Fernández que allí estaban antes de la llegada de las hermanas de la Congregación del Sagrado Corazón, al despuntar el siglo. Fundadoras éstas del establecimiento religioso y primer colegio de la zona. Instantes después caminaba abstraído, ni siquiera los traspiés de su andar por el paso de piedra que vinculaba ambos lados de la calzada, le impidió quedar abismado ante una evanescente imagen producto de su exaltada sensibilidad que provocaba en él sentimientos tan profundos como inescrutables. No había visto jamás en dimensión real una criatura dotada de tan singular belleza. Un ciego impulso le hacía a veces extender su mano para acariciar aquel rostro angelical. Vovió abrutamente a la realidad tras escuchar gritos destemplados ¡¡bizcocho, bizcocho!! ¡ A vo" te estamo hablando gil! La grita partía de una banda de mocosos atorrantes de no mas de diez ó doce años que estaban cazando pájaros a los hondazos, los muy turros. Amagó correrlos y pusieron distancia, sin dejar de mortificarlo. Llegó a Gral. Artigas medio con bronca porque detestaba andar por César Díaz una calle de tierra y llena de pozos, que le estropeaban sus botines. La circundaban viviendas de una planta del tipo chorizo, sus veredas, mitad ladrillo mitad tierra, rezumaban siempre aguas servidas que drenaban del interior de las viviendas a cielo abierto en dirección a las cunetas eternamente cubiertas de yuyos. Tomó para el lado de Jonte con la intención de entregar los últimos ejemplares del Villa Mitre. A mitad de cuadra se detuvo a entregar uno a la señora de don Cayetano Lizarraga, la que con iluminada presencia paseaba su bebé: –El es Luis Narciso y tiene cuatro meses. Me acerqué al cochecito y le dije: es un bebé muy lindo señora y ojalá Dios le dé provechosa vida durante muchos años. Siguió hasta el Centro de Fomento Villa Gral. Mitre, que estaba en la esquina de Magariños Cervantes, institución presidida por don José Marchese. Entró al local juntamente con Francisco Pesce, encargado de la biblioteca Ciencia y Labor, llegaron en medio de una acalorada reunión de la que participaban una treintena de vecinos. Debatían el temario de la asamblea vecinal que se iba a efectuar al día siguiente a las nueve de la mañana en el cine Presidente Mitre. Habían acordado solicitar de los poderes públicos y a Obras Sanitarias la urgente reanudación de
las obras de entubamiento del arroyo, de forma de neutralizar las cíclicas inundaciones que perturbaban desde siempre la vida del barrio. El humo de los cigarrillos, las voces de los efervorizados asistentes y el irreprimible deseo de empinarse una caña, lo impulsaron a dirigirse a La Barra, un bar que estaba haciendo esquina con Camarones.
Apenas respondió al saludo del pibe Nico Purita que desde la puerta de su casa le gritó:
-Espiga, no olvides que tenemos una partida de ajedrez pendiente por un helado de Burgio ¡de los de veinte eh! Llegó, se apoyó en el estaño y ansioso pidió una doble. Cuando salió ya caía la tarde. Se apuró a cruzar la calle para dejar el diario en la farmacia Villa Mitre de Alfredo Capocasale. Sintió entonces que alguien lo tomó del brazo con fuerza al tiempo que le decía. ¡Cuidado zalame! Que los Witte no frenan. Salió de la farmacia y unos metros mas allá por esa mano entró en la colchonería de Juan Zambaglione, el negocio lucía mejor que antes del incendio.
-Me costó plata y esfuerzo pero … volví a la lucha con más ganas. ¡Ah! decile a don José que … No terminó de escucharlo … por segunda vez en ese día emergió la inquietante visión de su amada virtual, llenando de luz su campo visual y se superpuso a su realidad en fuga … Le sonreía y con gracia sin igual, prometía retornar esa noche. Al cabo, su imagen se fue diluyendo hasta desaparecer … Espiga, Espiga ¿estás bien?
–Si, sí, contestó como un zombi, te decía, que los muchachos del Centro podrá contar con el apoyo de todo el comercio de Artigas. Era hora que se uniera todo el vecindario para que los de arriba se enteren de que nuestro barrio existe y sabrá defender sus derechos.
Termino su recorrida en lo de Juan Rico.
-¡Hola pibe!, mucha bronca hay ¿no? Mañana vamos a estar todos para apoyar!
Estaba contento, motivos no le faltaban, poco tiempo antes, habían terminado de pavimentar Jonte y comenzado con Artigas en el tramo hacia las vías del ferrocarril Al Pacífico.
-¡Adiós Espiga! la hija de Juan lo despedía con una sonrisa.
Se había hecho de noche, cruzó Jonte y entró en el café del tano Marcos. Campaneo el ambiente, solo lo de rutina: al fondo el chamuyo de los que escolaseaban al tute y al codillo, hacia el centro del salón, el entrechoque de las bolas de billar y dos vagos empeñados en lucirse a tres bandas.
–Hay un asalto en lo del Rulo, somos los encargados de poner las guirnaldas. Dale vení, compramos algo de chupar y nos vamos para allá.
No dudó en decirles que no estaba de humor para ir a algún lado. Al tiempo advirtió que se desocupaba una mesa frente a la ventana. La calle lucía como un sábado por la noche.
El mozo le sirvió una doble, conocía sus hábitos. Antes de marcharse sus amigos insistieron, les respondió negativamente con un gesto. Liberado de aquellos, apoyó la cabeza en el vidrio, cerrando los ojos, ajeno a todo tal vez cautivo de su delirio. Al tiempo, un perceptible golpeteo sobre el cristal lo alertó.
-¡¡No podía creerlo!! cerro sus párpados nuevamente pensando que tal aparición era parte de su recurrente fantasía, luego fue abriendo los párpados lentamente deseando que la imagen no se esfumara. Pero no. Ella estaba ahí, frente a el y le sonreía a través del vidrio. Salió a su encuentro como un alienado presa de incontenible emoción. Se encuentran el la puerta. Recién allí, tomó conciencia de su materialidad a partir de su mano cálida. En las honduras de su corazón, presiente que será su noche inolvidable. Instantes después, sentados frente a la mesa, se aislaron de todo y de todos.
-Soy Angel.
– Yo Mateo, pero ¿sos del cielo?
-No vivo frente al corralón de Condarco y Magariños, al lado de la carnicería.
Hablan y hablan, como solo pueden hacerlo dos antiguos confidentes que recuerdan inolvidables momentos de amor. Los repliegues de su alma, se desvanecen a partir del mágico efecto de su presencia, tanto como de la indecible pureza de sus ojos glaucos y el arrobo de su singular belleza. Al rato salen del café furtivamente y se pierden más allá de los claroscuros de aquella cálida noche de otoño.
Ya en su cama no puede conciliar el sueño. Se esfuerza en hilvanar las imágenes vividas, se impacienta al no conseguirlo, su corazón late a un ritmo inusual, martillando sus sienes. Lo único que rescata y que le ha quedado grabado en su mente, es la hora y el lugar de su feliz encuentro. De allí su prisa por llegar con tiempo al cine, lugar de reunión de la tan esperada asamblea vecinal. Habían acordado encontrarse a las 9 horas. Un rato antes, se lo veía impaciente entre los que ya se habían congregado en el foyer de la sala. Media hora después una concurrencia efervorizada ocupaba totalmente la capacidad del cine. Se hizo un respetuoso silencio cuando don José Marchese declaró abierta la multitudinaria reunión.
Atisbaba de a ratos el reloj de la boletería, ansiando su arribo. Desde la sala se oía una voz que daba lectura al borrador del memorial, el cual una vez aprobado, se iba a presentar ante el Consejo Deliberante y Obras Sanitarias de la Nación.
"…Advertimos sobre la significativa depreciación de los inmuebles adyacentes al arroyo "
Los minutos corrían y la impaciencia se iba apoderando del joven, fue hasta la esquina para ver si la avistaba. Un loco impulso lo hizo irrumpir en la sala, buscando un milagro, empero, solo escuchó a don Luis López Delgado que oficiaba de secretario afirmar que: "-Las autoridades municipales solo están pendientes del puntual pago de los impuestos y contribuciones, lo que no se traduce en contraprestaciones…
Salió. Miró con angustia el reloj que señalaba un imperioso ¡9.25!
-¿Dónde estará? Y ¿si se quedó dormida?
Decidió descartar ó confirmar tal posibilidad. Llegó corriendo a la esquina de Condarco. Frente al corralón había dos casitas, ambas con jardín al frente, golpeó sus manos ansioso y preguntó luego:
-¿Vive aquí Angel?
-¿Quien?
-Una chica de pelo castaño y ojos grises.
-Nó, acá no hay ninguna chica con ese nombre. No, no, … al lado tampoco, la señora tiene tres varones.
Quedó azorado. Decidió retornar al cine. A su paso, un par de conocidos advirtiendo su extrema palidez y sus ojos llorosos, se acercaron curiosos.
-¿Qué te pasa Espiga?
En su mente solo cabía el propósito de llegar, llegar, albergaba aún la vaga esperanza de que ella estuviera esperándolo.
El hall del cine estaba desierto, el reloj marcaba las ¡9.50!
Irrumpió en la sala con la intensión de buscarla butaca por butaca. El temor de perderla lo obnubilaba.
"-Exigimos la inmediata continuación de las obras de entubamiento del arroyo …"
-¿Han visto una chica de cabellos castaños y ojos grises?
-Nadie la ha visto-
-Dejá de hacer esas preguntas ahora Espiga no ves que estamos atendiendo cosas mas importantes.
" … Después, tendría que diseñarse sobre él una avenida y a construir un canal aliviador, previsión indis…,
¡¡ Angel, Angel, soy yo, Mateo!!
Schs, schs, ¡¡Que se calle ese idiota!!
Fue un lindo día de otoño el 30 de marzo de 1930. Ya la gente se aprestaba a disfutarlo. Lentamente iban abandonando la sala y comentando las incidencias de la asamblea.
Algún tiempo después, nuestro amigo, aún vagaba por calles del barrio preguntando a todos los que encontraba a su paso:
-¿No han visto a una chica llamada Angel, pelo castaño, ojos grises?
Nadie la había visto. Agobiado por el cansancio de su mente y con un rictus de amargo desconsuelo se encaminó sin desearlo en dirección a su vida real.
¡Pobre Espiga!, alguien debió decirle que la noche anterior, muchos lo vieron ¡hablando y riendo, absolutamente solo!
1) Heladería que estaba ubicada en César Díaz y Gral. Artigas.
IV
Martina
1890/1978
Cuando murió mi madre tenía solo dos años. De ella solo atesoro vagos recuerdos y algunas fotos, a través de las cuales nunca me cansaré de admirar su serena belleza que destacaba el brillo de sus maravillosos ojos grises.
¡Cuanta falta me hiciste mamy querida!, si supieras lo sola que me sentía…
Me crió una nodriza A los seis, me enviaron pupila a un prestigioso colegio religioso donde concurrían los hijos de la alta burguesía de la ciudad. Los fines de semana el fiel Faustino me venía a buscar para llevarme a casa de mis tíos abuelos, la mayoría de las veces encontraba allí solo a la gobernanta a la institutriz y al resto de la servidumbre. Aún conservo en mi memoria la imagen de mi tío Heriberto, era la de un figurín, siempre atildado en grado superlativo, lentes de pinza, rigurosa levita de corte inglés, bastón y chistera, pasaba por ser un hombre de gran mundo, todo le era familiar en su época, incluyendo París. Durante sus prolongadas estancias en esa ciudad vio nacer la torre Eiffel; a los pintores de la escuela impresionista que por entonces estaban de moda en Europa y de haber concurrido a la famosa Exposición Internacional de 1889, como parte de la representación de nuestro país. Lo veía muy poco, cuando no estaba en la estancia, su tiempo transcurría en el Club del Progreso (1) ó en el Circulo de Armas en compañía de sus comilitones del partido Nacional (mitristas) Pese a sus ausencias, notaba que tenía para conmigo, a diferencia de su esposa, un trato más condescendiente. Tal vez por ser el hermano menor y heredero de mi abuelo. Mi tía Eulalia era una adicta a las partidas de wihist (2) y egregia militante de la Sociedad de Beneficencia. Me habían puesto una dama de compañía, pero yo prefería a Faustino que fue desde siempre mucho más que alguien afectado a mi servicio, con el tiempo se convirtió en consejero, confidente y compinche de divertidas transgresiones a las normas impuestas por mi tía.
Los domingos y feriados me llevaba a pasear por la ciudad. Por entonces era una niña que tenía fama de rebelde, en verdad no era tan así, solo algo traviesa, es que me gustaba hacer rabiar a mi tía, desafiar su autoridad quizás porque jamás me demostró verdadero afecto y mucho menos el cariño que necesitaba. Un domingo después de misa de once, en San Nicolás de Bari (3) Faustino se dejó convencer para que trepáramos en el primer tranway (4) eléctrico que circuló por la ciudad, recuerdo que era un día de abril de 1897.
El coche era del tipo jardinera, abierto a los costados y en los extremos. También se le llamaba primavera porque habían previsto que un coche de tales características circulara solamente entre el 1º de septiembre al 15 de mayo. Hacía su recorrido por Las Heras entre Canning, (hoy Scalabrini Ortiz a partir de 1974) hasta Plaza Italia. Lucía todo descubierto, los asientos cómodos, muy lindo todo, sin embargo se había convertido en el terror de la gente decente; aducían que a causa de las altas velocidades que desarrollaba, su aterrador cableado eléctrico y los chispasos que arrancaban sus rieles ponían en situación de riesgo a casas y personas … ¡ pero fue un fiasco che! Ni tanta velocidad y ni un poco de peligro. Quede decepcionada. Me seguía gustando el antiguo, el tirado por caballos, era divertido escuchar al mayoral, que también le decía cornetero, alentando ó insultando a los caballos. Con toque de trompa alertaba su llegada a las esquinas, además, me encantaba escuchar sus piropos dirigidos a todo el servicio doméstico que encontraba a su paso. Te cuento que cuando el vehículo pasaba por la casa de algún personaje de nota se detenía y mandaba decir al dueño si iba a subir, si era así, permanecía frente a su puerta todo el tiempo necesario hasta que el pasajero ilustre se dignaba ascender.
Retomando el tema, la verdadera diversión fue contarle a mi tía los imaginarios riesgos que habíamos corrido. Me arrepentí, porque tuve que lamentarlo por el pobre Faustino quien pagó los platos rotos. Mi tía le dijo que había puesto en ¡riesgo mi vida! y que en lo sucesivo, viajáramos en el landó ó en el cabriolé (5) ¿para que están?
–No sé si le quedo claro Faustino- le dijo fulminándolo con la mirada.
–Si doña Eulalia, pero entre dientes masculló: La niña no quiere viajar en los coches, porque detesta al cochero de librea (6) del cual afirma que es un ortiva.
Cuado salía de paseo el personal de servicio se esmeraba con mi aspecto. Según mi tía, tenía que salir vestida como una niña decente y a Faustino le exigía guantes blancos y sombrero de hongo. ¡Pobre Faustino!, era mi niñera y mas tarde fue mi chaperona (7) Nuestro itinerario comenzaba invariablemente en la sección juguetería de Gath y Chaves, después a los títeres, al circo del payaso Brown ó el teatro Rivadavia a ver la compañía de los hermanos Podestá, que se lucían interpretando piezas del teatro nacional, entre otras, Las aventuras del gaucho Juan Moreira; a la que quedé con ganas de verla por tercera vez. Recuerdo que un atardecer nos reprendieron en casa por nuestra tardanza. No me importó, porque veníamos muy contentos de presenciar una payada entre el famoso Gabino Ezeiza y un tal José Bettinotti. La cosa funcionaba así: los fulanos se desafiaban a improvisar sobre un tema prefijado y lo hacían por turno, en forma de verso, acompañándose con sus guitarras, hasta que uno de ellos se quedaba sin respuesta. La pugna podía durar horas y cuentan que, en algunos casos, duraba hasta días. El atractivo radicaba en el inagotable ingenio de esos hombres.
Como pueden apreciar nada nos era indiferente, al punto de ser testigos de un hecho histórico. Una fría mañana de junio, Jorge Newbery se elevó en el globo aerostático Pampero, con otro señor que me parece que se llamaba Aron, sí, Aron Anchorena. Partieron en medio de una multitud que los despidió con un agitar de pañuelos gorras y sombreros. Al día siguiente, recuerdo que mi tía después de leer La Nación Argentina, dirigiéndose a nosotros dijo con cierto desdén que presumía de buen tono:
-¡Bah! tamaño despliegue no tuvo el glamour que se esperaba ¿a ustedes les parece?, descender en el campo sin pena ni gloria, en medio de las vacas!
Como la mazurca, las cuadrillas y la polca representaban el pasado,
aprendí a bailar el vals en casa de unas amigas; que fascinante era dar vueltas y vueltas y fantasear de estar haciéndolo con un príncipe que me murmuraba al oído las cositas que me gustaba escuchar. ¿Qué loca no?
De esa época conservo algunas fotografías artísticas que guardo para el día que tenga la suerte de conocer a mi padre.
El mundo que me tocó vivir, recibió al nuevo siglo hablando con un deje francés, criticando a los anarquistas; las huelgas, a la marea roja (8) y regalando sus paladares exquicitos con homard (9) bebiendo champagne francés y rompiendo las copas de bacarat en las que habían brindado y, Para luego danzar al compás del Danubio Azul que era el hit del momento.
También fue una época de grandes contrastes sociales. No se en otro, pero en nuestro país, siempre los hubo. Mucho me temo que los habrá en el futuro.
Cierto día escuché a Faustino silbar un ritmo distinto, me pareció travieso y divertido, no lo sé, pero me gustó.
–Es un tango, -me dijo- Pero no se te vaya a ocurrir silbarlo ó tararearlo, estando presentes tus tíos!
-¿Porqué?
–Bueno, porque es una música de los arrabales y las niñas de tu condición social, no deben ni siquiera mencionarlo.
-¿Y quien lo dice?
–Y la sociedad en que vives.
-¿Por qué la gente será tan estúpida?
-Hay niña, nunca diga eso… que se va a desgraciar.
Durante la semana, en el colegio, esperaba con ansiedad verlo llegar a Faustino, mi paño de lágrimas y tal vez la única esperanza de poder dar cabida a interrogantes que, con el paso del tiempo, tornábanse imperiosos. Quería conocer a mi padre, saber quien era, en verdad lo necesitaba. Mis tutores siempre habían soslayado el tema contestando con evasivas, aduciendo que ignoraban su paradero y Faustino, Faustino, seguramente comprendía mis sentimientos y mis justificadas ansiedades, pero de momento era obvio que no podía ayudarme. Y así fueron transcurriendo los meses, hasta que un día de abril de 1901 estando en el colegio, me sorprendió su presencia y la noticia del inesperado fallecimiento de mi tía Eulalia.
Las cosas empezaron a cambiar para mí.
Había transcurrido poco menos de un año de tal suceso cuando me enteré por medio de la indiscreción de la servidumbre, que mi tío Heriberto estaba noviando y según algunas mentas, tenía previsto casarse. Pensé que estaría feliz y también que el momento resultaba adecuado para escuchar la respuesta más anhelada tanto como largamente postergada.
-¡Tío Heriberto, quisiera ver a mi padre, por favor!
Se hizo un pesado silencio y al verlo dubitativo le dije llena de ansiedad:
-¿Por que te opones?
Comprendiendo mi estado de ánimo me dijo tomándome de los hombros:- No me opongo Martina, no es que no quiera ayudarte, es que en verdad, ignoro su paradero y agregó sonriendo … pero tal vez, alguien que conozco, mejor dicho que conocemos, sepa donde está. Con los ojos llenos de lágrimas le dije abrazándolo que me había dado la alegría mas grande de mi vida y salí corriendo en busca de … ¡Faustino!
Cuando lo encontré estaba tan tensa que no podía articular palabra. Como me conocía mejor que nadie, advirtió el origen de mi incontrolable ansiedad y solo dijo unas palabras que sonaron en mis oídos como música celestial.
-Lo encontraremos Martina, lo encontraremos.
Cuando reaccioné, lo abrumé con mil preguntas.
-Bueno, bueno, cálmate. Solo puedo decirte por ahora que la última vez que lo vi, dijo que se iba a radicar en un nuevo barrio del medio oeste de la ciudad que se llama… Santa Rita, si Santa Rita. Bueno Martina, tenes que tomarlo con calma y te prometo que el domingo voy a ir allá, a ver que puedo averiguar.
-¿¿Qué?? – vamos ahora-
-Martina, es casi de noche ¿Cómo vamos a ir ahora?
–Bueno, entonces mañana en la mañana.
-Mañana, tenés que ir al colegio.
-¡Faustino, por favor!
-Sin permiso de tu tío no puedo llevarte.
Después de algunos ruegos y promesas, obtuve al fin el anhelado permiso a condición de que regresáramos sin falta por la tarde.
A las nueve del día 20 de diciembre de 1907, abordamos el tren en la estación del Parque, ubicada solo a metros de nuestra casa (10) Nos apeamos en la estación Flores. Allí rentamos un break que nos transportó hacia el lugar. Durante el trayecto le preguntamos al conductor cual era el nombre de la calle que íbamos transitando.
–Este es el viejo camino de Circunvalación Este, hoy se llaman Boyacá y sale justo al lugar donde van.
-¿Es lindo el barrio?, preguntó Martina.
-¿Barrio? -Casi barrio- un caserío aislado donde abundan las quintas de verdura y los potreros de alfalfa.
-¿Conoce en el lugar a un tal Pedro Varela?
-No porque no soy de allí, pero si es del barrio, va ser fácil localizarlo, tienen que preguntar en el Antiguo Clavo.
-¿Es un almacén?
-Sí, el único del pago, don Luna el dueño, sabe vida y milagro de todo el mundo y lo tenemos de paso.
– Miren, allí está, sobre el camino de Gauna.
-Perdón sobre el camino de …
-Bueno, ahora le dicen avenida Gaona.
Instantes después apareció ante la vista de los viajeros el frontis del boliche. Tenía tres pequeñas ventanas y dos accesos que daban a una galería techada con chapas de cinc y piso de madera entablonada.
No tardó mucho Faustino en averiguar el paradero de su amigo.
-¿Don Pedro Varela?, pero sí hombre, tiene la quinta acá nomás; como hay descampado de la galería puede avistar la vivienda y el montecito e" frutales, serán con mucho unos doscientos metros hacia la izquierda, la quinta está cercada por tunas.
-¿Cuál es su nombre señor?
–Anastasio, Anastasio Luna pa" servirles.
Ya frente al lugar, el ladrido de los perros alertó a alguien y detrás del cerco se escuchó una voz preguntándonos quienes éramos. Faustino se adelantó y me indicó que aguardara. Me quedé llena de ansiedad.. Los minutos me parecieron siglos. Al cabo sentí la voz de Faustino llamándome. Me acerqué sin vacilar.
-Martina este hombre es tu padre, a quien tanto querías conocer.
Estaba ahí, frente a mí, por un segundo percibí que entrecerraba los ojos. Luego se acercó y mirándome largamente me dijo:
-¡Que lindos ojos tienes! grises y profundos, igualitos a los de tu madre y me estrechó en un abrazo, largo, intenso. Nunca había experimentado la calidez del verdadero afecto.
Mi padre era un hombre buen mozo, no desmerecía su porte las ropas de trabajo, todo en él irradiaba nobleza. Nunca estuve tan contenta. Quería quedarme para siempre con él.
Entramos en la vivienda y me presentó a su mujer.
-Soy Amanda -me dijo– y me besó en la frente.
De allí en más se convirtió en mi ángel tutelar. Después, en otra etapa de mi vida, lo sería de mi hijo Mateo.
La casa de mi padre era modesta pero alegre, con ese toque hogareño que nunca pude sentir en la mansión de mi tío abuelo. Luego nos sentamos a solas a la sombra de unos tilos, e intercambiamos vivencias. Le manifesté con fervor mi deseo de quedarme con él definitivamente.
Le dio un par de bocanadas a su avanti y me dijo que le gustaría que fuera así, pero no le parecía prudente interrumpir mis estudios, ni que me malquistara con quienes me criaron. –Además, por lo que veo, dudo que estés preparada para nuestro estilo de vida. Sin embargo te engañaría si te dijera que mucho nos agradaría que nos visitaras cuando te sea posible. No, no te pongas triste, No te estoy rechazando. Confío en que tu tío, que me parece un caballero razonable, te permita pasar con nosotros parte de tus vacaciones.
-¿Y los domingos puedo venir?
-Sos mi hija y esta es la casa de tu padre ¿Has entendido?
– Si papá.
Faustino que había quedado conversando con Amanda, se acercó para indicarme que debíamos marcharnos.
Mi tío accedió que lo visitara domingo por medio. Contaba los días ávida de rencuentros, renovar emociones nunca antes experimentadas. Y así fue transcurriendo el tiempo.
Pasé en la quinta todo el mes de febrero de 1908. Estaba feliz en ese ambiente semi rural, tan lejos de aquel singular esplendor de las reuniones mundanas de la alta sociedad porteña.
Recuerdo que el primer día después de desayunar salí a recorrerla aprovechando el fresco de la mañana. Apuré el paso al avistar al que creí reconocer como el viejo colaborador de mi padre. Al llegar, como estaba de espaldas y arrodillado le toqué el sombrero denunciando mi presencia, cuando se dio vuelta, me llevé la gran sorpresa al advertir que era un chico no mucho mayor que yo, también él se quedó perplejo mirándome como a una visión fantasmal.
-¡Soy Martina!, atiné a decirle.
El siguió como alucinado.
-¿Sos mudo? Luego de aguardar unos instantes que me parecieron horas, le di la espalda con fingido desdén, al tiempo que, levantando la voz dije sobre mi hombro: -Parece que los chicos de acá no tienen modales ni educación, pero salí como una flecha a preguntarle a Amanda quien era y contarle lo ocurrido.
– Se llama Luciano, le ayuda a tu padre y es un chico muy bueno y muy centrado.
-¡Y muy lindooo! ¿Pero, es mudo ó tonto?
-Ni una cosa ni la otra, algún día te darás cuenta que los chicos a esa edad son tímidos y además los de acá, no tienen la posibilidad de ver niñas con fragancias de agua florida y tan…tan ¡paquetas!
-Nooo, estoy vestida con una matiné muy secilla.
-Si claro, color rosado, con vivos cereza haciendo juego, con tus botitas de raso y tu capelina con cinta y barbijo y … ¡una sombrilla de no se que color….!
-Magenta.
-Bueno magenta, pero al pobre Luciano le habrás parecido una visión de otro mundo. Y agregó con cierto pesar: -Sí, de un mundo que para él será siempre inalcanzable-.
Durante algún tiempo, esperé en vano que me hablara, hice todo lo posible para lograrlo sin resultado. Fastidiada y decepcionada fui a pedir consejo a Amanda.
-Tratá de ser mas, como te diría, mas sencilla, háblale de cosas de las que él conozca, para que pueda sentirse seguro, vas a ver como te va a contestar y además te lo va a agradecer, si no le das esa posibilidad, seguirá sin saber que decirte.
-¡Ojalá que así sea!, yo pensaba que no era de su agrado.
-¡Que Martina esta! Ah, la semana pasada pasó, Alicia Sauce -¿la recuerdas? La chica que conociste hace un tiempo en el Antiguo, me dejó dicho que cuando vinieras fueras a visitarla.
-¿Dónde vive?
-En Bella Vista Y Magariños Cervantes, es la única casa que hay en la esquina, y se fue con una sonrisa a seguir con su rutina.
Tuve la suerte de haberla conocido, pobre Amanda, tenía las manos ajadas de tanto trabajo y su rostro expresivo curtido por mil soles, donde campeaba su eterna sonrisa comprensiva y bonachona. Fue una pionera, al igual que otras de ese tiempo en circunstancias análogas. De aquellas que con esfuerzo levantaron las primeras paredes de nuestro barrio, a partir de un medio semi-rural, donde lo que sobraban eran las carencias, sobrellevadas con trabajo fecundo con la única esperanza de vivir dignamente, compartiendo y apuntalando con serenidad y firmeza el espíritu de su hombre en circunstancias adversas. Amanda no era una mujer vulgar; era inteligente y perceptiva, hija de un conocido lugareño que se contaba entre los mas reconocidos y apreciados propietarios de la zona. Había recibido la mejor educación posible para una niña de la época. Fue para mí una experiencia esclarecedora, poder apreciar sus animosos trajines. Que lejos estaban tales mujeres de imaginar lo diferente y llevadero del mundo refinado de donde yo provenía, un mundo donde todo estaba previsto. Su tarea era múltiple y extenuante, realizada sin quejas y aún con la alegría de cumplir con su parte en el sostenimiento del hogar. Salía no se cuantas veces de la casa a bombear el agua, transportándola en un pesado tacho de cinc para luego calentarla sobre la hornalla ó el brasero; lavar en ese recipiente la ropa ó los platos y cubiertos, y vuelta a arrojar el agua sucia al exterior y nuevamente reponerla hasta terminar la limpieza. Tarea que repetía de día y de noche con frío y calor, porque había que contar con ella para beber, cocinar e higienizarse.
Por las noches, se iluminaban con faroles, velas y luz de luna y estrellas. Tiempo para encender el fuego en hornallas caseras con mazorcas (11) en lugar de leña y carbón para ahorrar unas monedas. Tiempo para atender a los animales de corral, al jardín y en épocas de sequía estar dispuestos a regar a pulso con el agua de la bomba, para rescatar lo que se podía, para sobrevivir con decoro. La he visto muchas veces ayudar a cargar el carro a mi padre con los productos destinados para la venta en el mercado de Flores. Y en sus ratos libres, confeccionar ó reparar la ropa. Y vender sus deliciosos dulces para contribuir con algo más, al sostén de la casa. Orgullosa de su jardín que lucía iridiscente con sus matas de lavanda y alelíes, remanso en medio de sus rutinas. La ayudé en lo que pude, mucho más, cuando noté que me quería.
-¿Me llevas a pasear en sulky?
-Bueno, termino con esto y te llamo
…………………………………….
-¿Adonde querés ir?
-No se, demos una vuelta por ahí, por el barrio.
………………………………………………………..
-Casi todas las calles están cerradas ¿porqué?
-Pasa que los dueños de las fracciones más grandes no las abren.
-¿Por qué serán tan poco solidarios?
-¿Tan poco?, -nada-
-¿Por qué no ayudan a que esto mejore?
– Mira, lo único que les importa, es lotear pa" cuando aumente el valor de la tierra. En cambio en Flores, están abiertas todas las calles.
-¿Vos sos de ahí?
-Si, vivo en Boyacá y Páez.
-¿Es lejos?
-Nó del camino son tres cuadras. Todos los días voy y vengo a pata.
-Me gustaría ir, ¿vamos?
-¿No te parece que tendrías que haber pedido permiso a tu
padre?
-Si, tenés razón, pero vamos otro día ¿no?
-Cuando quieras.
Estaba feliz, en cuanto llegué se lo conté a Amanda.
–Me alegro que hayas encontrado la forma correcta de tratarlo. Con tal proceder, le sacaste un peso de encima al pobre chico. ¡Pero ojo! de acá en más no debes actuar como una niña ansiosa. Sabes de sobra cual es tu lugar. En cuanto a lo inmediato, no te preocupes, él ahora encontrará la forma de ser tu amigo. No permitas nada mas, de otra forma le harías mucho daño, te lo harías a ti misma y a los que te aman. ¿Me entendés Martina?
Ya en la cama me puse a reflexionar lo dicho por Amanda, tenía razón, sin embargo, ¡que difícil resultó controlar mis impulsos!
El arroyo en 1915
Era una tarde muy calurosa, pesada, caminamos hasta el arroyo y nos sentamos sobre el talud, abajo corría solo un hilo de agua.
-¿Siempre tiene tan poco caudal?
-Casi siempre, pero cuando llueve fuerte, es muy peligroso, se convierte en un torrente que inunda todo el lugar. Tu padre me contó que en el "novecientos", la inundación fue tan grande que el agua entró en la vivienda y eso que está a trecientos metros de su ribera. Perdieron todos los muebles y casi todos los animales y para pior, no solo el trabajo del mes, por un tiempo no pudo arar la tierra porque el agua la dejó pantanosa. –Las pasó mal don Pedro de aquella vuelta–
-¡Pobres, me imagino la que habrán pasado! ¿Siempre es así cuando llueve?
– Se que dos años después hubo otra gran riada. Se hacían sentir porque hasta ese año el arroyo corría casi a nivel de las orillas. El gobierno se hizo cargo del problema y mandó profundizar el cauce, que quedó como lo ves ahora. Debe tener desde el fondo, hasta donde estamos sentados nosotros unos cuatro metros, más ó menos.
-¿Y de ancho?
-Lo que ves, unos quince ó veinte a lo sumo.
El cielo se había ido obscureciendo, de pronto el horizonte se iluminó bruscamente y a la distancia oímos el ruido del trueno.
-¿Entonces, ya no desborda no?
No lo sabemos, porque hasta ahora, no ha llovido con la intensidad de esos años.
Minutos después, se había hecho de noche. ¡Vamos para casa que en cualquier momento se larga!
No habíamos llegado a la mitad del trayecto cuando se desató un verdadero diluvio. Corrimos buscando reparo, en nuestra carrera alcancé a escuchar que me decía:
-¡Nunca te protejas bajo los árboles, atraen los rayos! Jadeantes, solo pudimos llegar a un galpón habilitado como depósito que distaba aproximadamente a unos cincuenta metros de la vivienda. Empapados nos reíamos del estado de nuestra ropa. Fue la primera vez que ante mí se reveló sin inhibiciones.
Era un chico alto para sus dieciséis, su rasgo mas notable eran sus ojos de un azul muy oscuro, que trasparentaban a un ser de fondo cristalino. No sé que le habrán dicho los míos, solo sé que me acarició el rostro y me besó en los labios.
Durante ese años solo podíamos vernos dos días al mes. No hubo manera de convencer a mi tío para que me permitiera visitar la quinta todos los domingos. Durante el mes de enero del subsiguiente año me llevaron a Mar del Plata, las playas de moda por entonces. Un tedio mortal se apoderó de mí, contaba los días que me parecían siglos. Solo sociales con niños bien que me asediaban en francés pero …¡inútilmente! Por la casa de mi tío pasaba lo más selecto de la sociedad, el tout de Buenos Aires y los viajeros mas distinguidos Pero yo me aburría con esas copetudas fruncidas que solo hablaban de sus viajes a París. Lo cierto es que para mí solo febrero, regresé por fin a la quinta con indescriptible emoción los primeros días de ese mes.
Pese a lo acotado del tiempo, nos resultaba muy difícil disfrazar nuestros sentimientos y representar el papel de buenos amigos. Recordarán que durante ese año se produjo la violación, episodio que quedó develado solo en parte. Dudo aún, si debo contar la versión completa del mismo. Tal vez, más adelante decida hacerlo. Me entristece e inquieta evocar todo aquello, al hacerlo surge un irreprimible dolor que he llevado conmigo desde entonces.
Cuando mi tío se enteró de mi embarazo, tal como era de esperar, quedó azorado, me contempló con estupor, luego furioso, dirigió duras críticas a todos los que creyó que debían tener algún tipo de responsabilidad en el hecho. En tan singular reparto quiso hacerme creer que yo debía asumir el papel de pobre niña ingenua. Sin embargo, creo que lo que más lo perturbó fue el riesgo inminente de descrédito social que caería sobre el buen nombre de la familia. Así pues, entre gallos y medianoche, decidió que debía marcharme a París, a casa de mi otra tía abuela, cuanto menos el tiempo que durara mi embarazo. Después de lo cual el bebé, sería dado en adopción.
Me opuse con todas mis fuerzas, entre otras cosas le dije que si mi difunta madre hubiera aceptado tal alternativa impuesta por la hipocresía social, queda claro que yo no hubiera nacido.
–Te respeto y siempre estaré agradecida por haberte ocupado de mí, pero jamás renunciaré a entregar a mi hijo.
-Mirá Martina, podría llegar a entenderlo si esa criatura no fuera el resultado de una violación.
-Tengo que confesarte que yo amé al padre como creo que nunca podré amar a nadie y he decidido que a fin de liberarte de tus … prevenciones, por decirlo de ese modo, el bebé nacerá Dios mediante, en la casa de mi padre en Villa Santa Rita.
La comadrona exclamó:¡Es un niño muy hermoso, ¡tan largo que parece una espiga!
Era el 6 de noviembre de 1908. Se oían bombas de estruendo.
-¿Festejan el nacimiento de mi niño?
–Seguramente dijo mi padre sonriendo, pero también el nuevo nombre del barrio. Desde hoy, se llama ¡¡Villa General Mitre!!
Después de un tiempo, me reintegré a mi vida ordinaria en casa de mi tío, me costó tomar tal decisión. No tenía opción, ó mis sentimientos maternales ó perder la posibilidad de brindarle a mi hijo lo mejor para su futuro. Mi padre y Amanda dejaron en mí la decisión, pero ante mis dudas, dijeron que mi presencia con ellos no iba a modificar sus circunstancia, pero sí mi futuro y el del bebé. Las cosas se desarrollaron de tal forma que me resultaba casi imposible actuar de otra forma. El convencimiento de que Amanda, criaría a mi hijo sin soslayar mi identidad de madre. A partir de esa certeza, no dudé más en tomar tal decisión.
En 1910, un personaje de aquel otro mundo me propuso matrimonio, ciertamente, con gran beneplácito de mi tío.
Le puse en claro mi situación, y no hubo objeciones, de nó, jamás lo hubiera aceptado.
Tal como me había sucedido, cuando Mateo tuvo la edad apropiada, lo inscribí en uno de mejores colegios de la ciudad.
Cuando terminó la secundaria, ingresó en la facultad de agronomía, por tanto, regresó con gran alegría de su parte a las cosas que también amaba: sus abuelos, su barrio, sus afectos.
Los años fueron pasando, sin que ninguna circunstancia de mi vida me haya impedido evocar cada vez con más intensidad, aquellos agridulces episodios de mi juventud y participar de eventos que tuvieran relación con el barrio que vi nacer y que ha signado de algún modo mi vida. Siempre estoy regresando; tal como aquella mañana del 22 de octubre de 1939, en la que fui testigo junto a mi hijo Mateo de la inauguración de la plaza del barrio. Fue un acierto llamarla Roque Sáenz Peña, en homenaje a un hombre que aún perteneciendo a las clases económicas dominantes que hasta entonces monopolizaba el poder político, hizo posible la creación de una ley, que instituyó el voto secreto y universal, instrumento a través del cual el pueblo pudo elegir libremente a sus candidatos. A las 11 horas dio comienzo el acto. En el palco de honor, había funcionarios municipales entre los cuales se encontraba el intendente Arturo Goyeneche y consejales de la bancada socialista que fueron los que apoyaron en el recinto la promulgación de dicha ordenanza.
Escuchamos lo habituales discursos de rigor, parecían calcados, cuando ya nos retirábamos, percibimos que sonaban distintas las palabras del fomentista que en ese momento se dirigía a los concurrentes:
-"Fue una lucha obstinada que libramos sin tregua por más de veinte años ante funcionarios insensibles e inoperantes, que no gestaron cuando debieron hacerlo una legislación urbanística adecuada a la explosión demográfica que se producía a principios de siglo en los suburbios de la ciudad. Ni siquiera atinaron a implementar normas claras para reglamentar los loteos especulativos, a causa de lo cual, muchos barrios de la ciudad, incluyendo el nuestro, tuvieron que aguardar casi cuarenta años para contar con espacios de uso público"
-¿Quién es el que habla Mateo?
-Luis López Delgado, presidente del Centro de Fomento Villa Gral. Mitre (12)
-Parece que el hombre no tiene pelos en la lengua … recuerdo que me lo habías mencionado en alguna oportunidad.
-Si, mamá, fue en ocasión del entubamiento del arroyo en 1930.
Con José Marchese lideraron la comisión que logró llevar a feliz término las gestiones ante el gobierno y Obras Sanitarias.
Regresamos, Amanda ya tenía preparado el almuerzo, después me recosté un rato, estaba algo cansada tal vez de haber estado una hora de pié en el acto. Cerré los ojos pero no pude ni siquiera dormitar. El hecho de estar en Villa Mitre con mis verdaderos afectos, estimulaba mis recuerdos, de modo especial, el que aún guardaba dentro de mí celosamente. Esa tarde decidí lo que tenía que haber hecho mucho tiempo antes, compartirlos con quien me pareció que debía saberlo más que nadie.
Cuando estuvo frente a mí le dije sin rodeos:
-¡Mateo, tu padre no me violó, fue una relación consentida! Permite que te cuente los detalles.
–No es necesario madre …
-Insisto: Ese día llegué ansiosa a la quinta, era el 2 de febrero, hacía más de un mes, que no nos veíamos.
Estábamos muy enamorados. Auque hoy, en cierta forma lo sigo estando. De allí en más, no hubo nadie más importante que él en mi vida, excepto tú.
Cuando lo vi ese día, se paralizó mi corazón, sin embargo solo a la hora de la siesta y al borde del arroyo tal como era nuestra costumbre, pudimos disponer de nuestra ardiente intimidad. No fue suficiente, lo único que ansiábamos es estar juntos todo el tiempo, así pues, quedamos en vernos a las siete y media en ese lugar. Luciano terminaba su tarea en la quinta alrededor de las seis, luego desde su casa iría al lugar convenido. Yo le dije a Amanda que iba a visitar a Alicia.
Caminamos por la ribera del arroyo unos cien metros más allá del puente de Bella Vista (13)
El lugar estaba penetrado por la quietud y el silencio. En aquellas tardes de verano el caserío se transformaba en una aldea soñolienta apenas interrumpida por las estridencias de los pájaros de regreso a sus nidos. Bajamos por el declive cubierto de malezas. Ciertamente no fue un marco romántico para la inevitable e imperiosa consumación de nuestro amor. Era casi de noche cuando retornamos la realidad. La inquietud se adueñó de mí, tuve el presentimiento que mi padre me buscaba.
-¡Tengo que regresar de inmediato! … Ayúdame a subir, – tu vete por otro lado–
Retomé Bella Vista, en el camino a casa fui notando que tenía el calzado y las ropas enlodadas y los cabellos desgreñados, estaba angustiada, no sabía como salir del paso, en ese estado avisté a un sulky (14) que venía en mi dirección. A unos cincuenta metros advertí que era mi padre, en esos instantes pensé en las consecuencias que podrían caberle a Luciano y entonces tuve la fuerza y la decisión de fabular la historia de la violación. Con el tiempo fui percibiendo que Amanda fue la única persona que había penetrado en nuestro secreto, empero, nunca lo mencionó.
-Espero que sepas perdonarme por haber guardado la verdad durante tanto tiempo.
–No tengo nada que perdonarte mamá, y besándome las manos agregó: ¡pero nada me gustó más, que me lo hayas dicho!
Jamás olvidaré el 15 de noviembre de 1978. Mi abuela Martina daba comienzo sus vacaciones en su casa de Punta del Este en compañía de mis hijos Luciano y Sol. La acompañamos en el viaje, tomando en cuenta que ella había cumplido los ochenta y siete y tenía ya sus achaques. Cerca del mediodía nos sentamos los cuatro en un café que daba sobre Gorlero a beber gaseosas. Los diarios de Buenos Aires anunciaban que habían dado comienzo las expropiaciones de viviendas en algunos barrios de la ciudad para posibilitar el trazado de las autopistas proyectadas.
–Te das cuenta abuela, pareciera que esta noticia que obviamente va a conmocionar a mucha gente, fue concebida como pantalla para soslayar la tragedia que se está desarrollando en el país.
-¡Es cierto pobre Argentina!, no se hasta cuando va a seguir desangrándose!
-Es una medida descabellada e impiadosa. Si llagara a realizarse, habrá numerosos barrios sin futuro.
-¿Por qué hijo?
-¿Abuela, quien va a comprar cerca de una autopista?
-¿Figuran los barrios afectados?
-Sí, a ver, son… ¡catorce! y también publican el detalle de las trazas.
-¿Está Villa Mitre entre ellos?
-Si abuela, la atraviesa de este a oeste justo por el centro del barrio. .
-Que triste hijo, amo a ese barrio, tu bisabuelo fue uno de pioneros, allí despunte a la vida, allí conocí al amor y nació tu pad…
-¡Abuela, abuela! ¿Qué te pasa? -abuelaaaa …
………………………………………………..
En su testamento, pedía que sus restos fueran incinerados y sus cenizas esparcidas en su querido barrio de Villa Mitre.
B. A.P.R.
Marzo de 2010
1) Fundado en 1852. Por esos años centro de la vida social, política y económica del país.
2) Juego de cartas en boga por entonces.
3) Asentada en el actual emplazamiento de la Plaza de la Republica.
4) De uso en la época por tranvía.
5) Landó: Coche tirado por caballos de cuatro ruedas y doble capota. Cabriolé: Coche de dos ruedas con capota
6) Uniforme que llevan ciertos criados
7) Dama de compañía de señoritas.
8) Se refiere despectivamente a la inmigración de ultramar. La que generó las primeras reivindicaciones laborales., y a la que hacían responsables de las grandes epidemias de cólera y de fiebre amarilla.
9) Langosta de mar.
10) Actual Plaza Lavalle.
11) Fruto del maíz sin los granos.
12) Actual Ciencia y Labor .
13) Actual Donato Alvarez
14) Carruaje ligero de dos ruedas.
Autor:
Alberto Pereira Rios
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