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La mujer: del género a la discriminación


Partes: 1, 2

    Epígrafe

    RIMA LXXIX

    Una mujer me ha envenenado el alma,

    otra mujer me ha envenenado el cuerpo;

    ninguna de las dos vino a buscarme,

    yo de ninguna de las dos me quejo.

    Como el mundo es redondo, el mundo rueda.

    Si mañana, rodando, este veneno

    envenena a su vez, ¿por qué acusarme?

    ¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?[1]

    GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER

    La existencia de la mujer, a través de la historia, ha estado marcada por acontecimientos denigrantes y el proceder vitando de los hombres que, la han puesto, siempre, en condición de desigualdad ante sus congéneres masculinos. En este escrito, se pretende, además de reivindicar la condición humana de las mujeres, demostrar cómo el maltrato, la discriminación y el abandono, han acompañado a la mujer, desde el momento mismo de su presencia en el mundo. Mediante un somero recorrido histórico, que no pretende diseñar una línea del tiempo, se conocerá el desarrollo de la condición femenina en algunas épocas de la historia, hasta llegar a la actualidad, para demostrar que no ha sido, ni es fácil ser mujer, en ningún momento. La parte final del escrito, resalta el valor, las virtudes y la importancia de la mujer en el desarrollo de la humanidad.

    El comienzo de la gran tragedia

    La génesis que, como todo comienzo, está sujeta a pruebas y resultados previos, no fue buena para la mujer, pues tuvo que resignarse a ser la segunda de la creación humana. Para los sumerios y los hebreos, el primer ser humano sobre la tierra fue un hombre, aunque, en forma muy soterrada, algunas teorías aceptan que la creación a partir del <<Adán cromosomal-Y>>[2], fue por la unión de un hombre y una mujer. La Biblia, entre otros escritos religiosos, expresa que, primero fue el hombre y, después de un largo sopor, le fue extraída la parte femenina[3]La ciencia, por su parte, admite que la creación fue bisexual, pues al referirse al primer ser humano pensante lo llamó <<Homo sapiens >>, entendiéndose que homo significa igual. Es decir, exceptuando esta teoría científica, todos los estudios apuntan a que, la mujer es un subproducto de la creación, o una creación de segundo lugar.

    Lugo de este corto análisis sobre la presencia de los primeros seres humanos en la tierra, viene lo que sigue, la caída del hombre, el pecado original, o el hombre sabio, como se quiera llamar. En este pasaje, la mujer comienza a perder, y ante el abandono de su pareja, la culpable de los sucesos fue ella. Su compañero, debía estar a su lado, pero la dejó sola a merced del ser sapiente (serpiente) que, aprovechándose de la soledad femenina la sedujo, según los relatos bíblicos. Se registra aquí la primera muestra de desprotección y desinterés, del hombre hacia su fémina compañía.

    El hecho que se relata en el párrafo anterior, sirve solo de referencia al hecho que da origen al juicio y posterior condena que sufrió la mujer porque, en su soledad aceptó los requiebros, enamoramientos o seducción de un tercero. Dios, Ser supremo y poderoso Señor, condenó al hombre, compañero de la mujer y tan culpable, como ella, del delito de desobediencia, a ganar el pan con trabajo y sudor; sin embrago, a ella, la condenó multiplicándole los dolores de su preñez[4]señal de desigualdad al momento de juzgar a dos personas culpables del mismo delito.

    La idea de los filósofos, sobre la mujer

    La edad antigua, desde la aparición de la civilización hasta el siglo V, cerrando con los grandes pensadores modernos, no deja nada bueno para el desarrollo de la figura femenina de la creación. Siempre, desde Mesopotamia hasta la moderna Roma, pasando por la sabia e intelectual Grecia, incluyendo al matemático y calculador Egipto, las mujeres, como hoy, han sido objeto de explotación, maltrato y discriminación.

    Dejando los orígenes del hombre, desde lo religioso y lo científico, hagamos un breve periplo por los vericuetos de existencia compartida de hombres y mujeres, y del trato discriminatorio en cada una de las épocas subsiguientes.

    De los elementos científicos pasemos a los filosóficos, más cercanos a la religión que los estudios serios y documentados que los analistas de las diferentes épocas quisieron aportar en procura de reivindicar la condición humana de la mujer. Comencemos con los filósofos que existieron antes de Cristo y conozcamos su pensamiento respecto de la mujer.

    Platón dijo: <<las mujeres son resultado de una degeneración física del ser humano. "Son sólo los varones los que han sido creados directamente de los dioses y reciben el alma. Aquellos que viven honradamente retornan a las estrellas, pero aquellos que son cobardes o viven sin justicia pueden haber adquirido, con razón, la naturaleza de la mujer en su segunda generación">>.

    Aristóteles consideró a las mujeres seres humanos defectuosos y expreso sobre ellas: <<Las mujeres eran varones estériles. "La hembra, ya que es deficiente en calor natural, es incapaz de preparar su fluido menstrual al punto del refinamiento, en el cual se convierte en semen (es decir, semilla). Por lo tanto, su única contribución al embrión es su materia, un campo en el cual pueda crecer. Su incapacidad para producir semen es su deficiencia". La razón por la que un hombre domina en sociedad es su inteligencia superior. Sólo el hombre es un ser humano completo. "La relación entre el varón y la hembra es por naturaleza aquella en la que el hombre ostenta una posición superior, la mujer más baja; el hombre dirige y la mujer es dirigida[5]">>.

    Otros pensadores, como San Agustín, la consideraban motivo y origen de pecado debiendo ser marginadas de toda actividad importante: San Agustín se apoyó en el texto de San Pablo, quien decía que la mujer debía callar; si quería saber, debía preguntarle a su marido.

    Los romanos, consideraron que la mujer era del hombre, debía sujetarse, en todo, a él; no se le permitía ser propietaria de nada y podía ser castigada por su marido, en la forma que éste quisiera. Además estaban en la posición de los esclavos y no eran consideradas personas en las que se pudiera confiar.

    Religiosos, filósofos, pensadores y escritores, desde la antigüedad hasta nuestros días, han coincidido en afirmar que la mujer es inferior al hombre y su condición de sumisión, más cercana a la subyugación que cualquier otra cosa, contribuirá a su reconocimiento y salvación. Muchos le dieron como única misión la procreación.

    Las penurias, maltratos y desprecios, hacia la mujer, se han mantenido en forma permanente, sin importar los cambios surgidos en las diferentes etapas de la vida humana y sin tener en cuenta la condición de los gobernantes de turno; sólo ha cambiado el rigor del maltrato, pero éste ha sido siempre el mismo.

    Los señores feudales, dueños de la virginidad femenina

    El recorrido histórico nos sitúa ahora en la Edad Media, la cual se desarrolló entre los siglos V y XV aproximadamente. Esta época se caracteriza, entre otras cosas por la explotación y abuso permanente a la mujer. Fue en el período de la referencia que los señores feudales, dueños y amos de personas, terrenos y animales, llegaron a ser dueños, igualmente, de la virginidad de las mujeres de ese entonces.

    El Derecho de pernada, fue la excusa para que los feudales abusaran de las mujeres del pueblo; pues la ley les permitía pasar la primera noche de bodas con la desposada de uno de sus siervos, con el fin de certificar su virginidad. Al respecto, el diccionario Enciclopédico terranova cita:<<derecho, a adj. 18. Derecho de pernada. Derecho que se atribuye a los señores feudales de pasar la noche con la esposa de un siervo la primera noche después de la boda, real o simbólicamente[6]

    El anterior suceso, puede significar el hecho más destacado de vejamen y menosprecio hacia la mujer por más de mil años. Cabe resaltar que sultanes, emires, reyes, califas, emperadores y gobernantes de toda calaña, abusaron, sometieron y violaron a las mujeres, sin que ninguna norma moral, religiosa o civil mediara para evitar estos horrorosos acontecimientos.

    El centro del universo es masculino

    La modernidad, aportó a la humanidad, además los grandes descubrimientos, del renacimiento y del enciclopedismo y la ilustración, la valoración del ser humano como centro del universo. Sin embargo, a pesar de todos estos adelantos y la capacidad pensadora de los habitantes de la Europa de los siglos XV a XVIII, la mujer seguía en desventaja ante el hombre.

    Durante esta época el valor mercantil de la mujer alcanzó su máxima expresión, siendo elemento fundamente en la fusión de reinos, poderes y Estados. Alemania, y España reforzaron sus relaciones diplomáticas con Francia e Inglaterra, gracias al ofrecimiento de bellas damiselas, para que se convirtieran en reinas Galas o Anglosajonas, con el fin de zanjar viejas disputas entre naciones europeas.

    España sufrió la unión de Castilla y, Navarra y Aragón, ofreciendo los castellanos a Isabel, para que se desposara con Fernando de Aragón, con el fin de imponer en la península la lengua castellana, por encima de la aragonesa que hablaba por la mayoría de los ibéricos.

    La mujer también fue excusa, como en el caso de Ana Bolena y Enrique VIII, para separaciones religiosas y un famoso sisma que hoy mantiene en vigencia a la Iglesia Anglicana; nació de la negación del Papa romano, a anular el matrimonio al rey inglés, para contraer nupcias con la susodicha Ana. El acontecimiento dividió a los británicos y el matrimonio de Enrique y Ana terminaría en forma trágica tres años después. Ana Bolena fue odiada por los ingleses y se le inculpó por los sucesos y desastres de que fue víctima la isla, durante su vida marital con Enrique y los posteriores a su muerte.

    El cierre de la Edad Moderna, a finales del siglo XVIII y gracias a la Revolución Francesa, sirvió para dar respiro a la serie de explotaciones, vejámenes y discriminación que sufrió la mujer a lo largo de 3.800 años de "civilización". Sin embargo, el camino que se allanaba no estaría sembrado de rosas para todas aquellas lideresas que se erigieron como pioneras de la liberación femenina.

    De la bastilla al reguetón

    Lo sucedido en 1789, en París, ha originado muchos textos de todo tipo; todos ellos resaltan el valor de los galos y la tenacidad del pueblo francés que luchó hasta derrocar la Monarquía para imponer una nueva forma de gobierno.

    Sin embargo, el decálogo nacido de las luchas proletarias, centró su objetivo en valorar, defender y reglamentar el trato hacia el género humano, desde la forma masculina de los Derechos Universales del Hombre. Su estructura, texto y gramática son masculinos de principio a fin, hablando siempre del hombre y no de la humanidad. En este período y en las décadas posteriores las mujeres empezaron a tener voz en muchos acontecimientos políticos y sociales, pero carecían de voto.

    Una de las primeras en buscar el reconocimiento de la mujer, fue Olimpia de Guoges, quien publicó en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana; este documento de 16 puntos reclamó libertad, igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho a voto para la mujer[7]La Guoges pagó con su vida la osadía, porque durante el período jacobino fue encarcelada y asesinada, siendo este el punto final a las intenciones feministas de la era.

    La esclavitud remunerada

    La Revolución Industrial, entre 1750 y 1850 no trajo reivindicación para la mujer, porque la explotación que, en aras del progreso se hizo, la situó en textileras y fábricas, con largas jornadas por sueldo miserables. Los elementos tóxicos usados en algunas de las fábricas y el aire contaminado de las textileras las enfermaban con facilidad, reduciendo su vida útil en un 50%; cuando esto sucedía, eran cesadas en sus trabajos, sin ninguna ayuda médica o social. Los empresarios se preocuparon más por sus máquinas que por la salud de sus empleadas.

    La mujer dejó de ser objeto y propiedad del hombre, sin voluntad, ni derechos civiles o afectivos, para convertirse en una esclava remunerada que, recibía una mala paga por su extenuante jornada de trabajo de más de 12 horas consecutivas, sin opción de descanso, sin derecho a quejarse y sin ser valorada su condición femenina.

    Transgénero intelectual

    La suerte corrida por Olimpia de Guoges fue la principal advertencia para que las primeras escritoras del siglo XIX se camuflaran al momento de publicar sus escritos. La maldición que pesaba sobre las féminas, nacida en el pensamiento de los "grandes humanistas" Platón y Aristóteles, las llevó a firmar sus escritos con nombres masculinos. Citar dos nombres, será suficiente para sustentar este aseveración; la parisina Amandine Aurore Lucile Dupin, firmó más de diez libros, entre ellos Francisco el expósito y un Invierno en Mallorca, como George Sand. Sevilla, en la andaluza España, fue cuna de Cecilia Böhl de Faber y Larrea, autora de más de 40 novelas de todo tipo, entre las que sobresalen: La Gaviota y Cuadro de Costumbres, firmadas como Fernán Caballero.

    Lo anterior, puede considerarse como la primera manifestación transgénero que, en forma oficial registra la historia; no lo fue sexual, pero quizá les fue más doloroso saber que su pensamiento, su ingenio y su capacidad intelectual, eran atribuidas a hombres, teniendo su fuente en maravillosas féminas, tan sensibles y delicadas como todas.

    Mujer de guerra en el hogar

    La Primera Guerra Mundial tuvo en la mujer el centro del hogar, porque la mayoría de los hombres partieron a combatir. Sin embargo, la explotación femenina se vio cuando los combatientes abusaron y violaron a cuanta figura femenina encontraron en su camino.

    En plena conflagración universal, Inglaterra decide, como un alivio a tanta penuria, reconocer el valor de la mujer y la importancia de su concurso en las decisiones políticas de la época; es así con el 1918, un año antes de finalizar la guerra, aprueba el voto femenino. Durante los siguientes 50 años, la mayoría de los países del mundo siguieron este ejemplo.

    Ente 1939 y 1945 los horrores vividos por la mujer durante la segunda Guerra Mundial son incontables. Desplazamientos, expropiaciones, violaciones, mutilaciones, asesinatos y cuanto vejamen inimaginable se pueda contar, hicieron de ellas, fortalezas de la humanidad, a las cuales aún se les adeuda todo su valor y todo su coraje.

    El hoy femenino

    El siglo XXI no ha traído muchas cosas buenas para la mujer, pues las secuelas de la centuria anterior aún permean la condición femenina, con discriminaciones y limitaciones de todo tipo.

    La liberación y la igualdad, proclamadas con un buen propósito, han puesto a la expectativa a sus congéneres masculinos que pretenden, con intención o no, frenar el avance de esa parte suya que debe complementar su vida. Los escritos, las canciones y las expresiones salidas de tono, pululan en medios y escenarios donde es obligatoria la presencia femenina. <>>; este estribillo de una canción que recorre el mundo resume el concepto de muchos pensadores modernos, sobre la mujer.

    Muchos países sancionan a la mujer cuando se queja por ser agredida, por ejemplo en los sistemas de transporte masivo; antes de capturar y juzgar al agresor, las discriminan y les asignan vehículos o estaciones especiales para ellas; es decir, las aíslan. Algunos otros, establecen en sus constituciones porcentajes participativos de la mujer en los cargos administrativos del Estado, como si la capacidad intelectual y de trabajo, de la mujer, se midiera por participación porcentual.

    Las violaciones, maltratos, desplazamientos y todo tipo de actos contra la mujer, practicados por familiares, jefes, militares, Estados y grupos al margen de la ley, están a la orden del día, ante los ojos y oídos ciegos y sordos de las autoridades.

    La condición femenina no ha cambiado mucho desde Asiria y Caldea, 6.015 años atrás, El Código de Hamurabi, escrito por el rey babilonio en el siglo XIX antes de Cristo, es decir 3.900 años antes del 2015, todavía resuena en lo concerniente a las limitaciones de la mujer.

    Colofón

    Todo lo escrito a lo largo de estas páginas, además de causar repulsión, produce dolor, porque ni los hombres, ni la historia han sabido dar a este ser que es origen de la vida, fuente de amor, sumisión y abnegación, el lugar que se merece en el universo.

    La mujer es el poste de amarre de la familia; podrá faltar el padre, y la familia seguirá unida; la ausencia de la madre, desune al grupo familiar. La mujer educa, enseña, arrulla, ama, corrige, soporta, comprende, consuela, oriente y apoya. La mujer, es la obra perfecta de Dios; su imperfección tuvo origen en el hombre.

    Bibliografía

    BÉCQUER, Gustavo Adolfo, Obras Completas (Editorial Bruguera). Barcelona, España 1979, pág. 124.

    La Biblia: Génesis 2:27

    La Biblia: Génesis: 3: 16

    Diccionario Enciclopédico terranova. Editorial Panamericana Santa Fe de Bogotá, D. C. Colombia 1996, pág. 451

    CIBERGRAFÍA

    http://www.tesorosdesabiduria.com/2013/02/adan-eva-y-la-genetica.html

    http://www.womenpriests.org/sp/traditio/inferior.asp

    http://doctoradosociales.com.ar/wp-content/uploads/declaracionDerechosMujer

     

     

    Autor:

    Alvaro Javier Calderón Jiménez

    Partes: 1, 2
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