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La generación espontánea

Enviado por Jesús Castro


Partes: 1, 2

  1. Los escarabajos de Egipto
  2. El pensamiento griego
  3. Desenvolvimientos posteriores
  4. Conclusión

Este artículo pretende contestar lo más satisfactoriamente posible la siguiente pregunta, basada en las Santas Escrituras: ¿Cómo mermó la creencia de que el origen de la vida sobre la Tierra se produjo durante el llamado "Tercer día creativo" del Génesis?

Los escarabajos de Egipto.

La revista LA ATALAYA del 1-121978, páginas 5 a 8, editada por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, comenta lo siguiente:

«Si no hay un Creador, la vida tiene que haber comenzado por sí misma. Muchas piensan que así sucedió. Pero ¿está apoyado este punto de vista por el adelanto en el conocimiento?

Los egipcios antiguos veían que los escarabajos salían súbitamente del terreno, y creían que éstos se producían por sí mismos. The Encyclopedia Americana dice: "Sobre la superficie de los bancos de lodo a los lados del Nilo solían encontrarse tremendas cantidades de escarabajos, y esto apoyaba la creencia en la generación espontánea" (Tomo 24, página 336, edición de 1977). Pero ¿qué sucedía, realmente? Las hembras de los escarabajos hacían una bola de estiércol, ponían huevos en ella, y la enterraban. Las larvas salían a su tiempo de los huevos y se alimentaban del estiércol, y posteriormente salían como escarabajos. No había ninguna generación espontánea, después de todo.

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Los filósofos griegos enseñaban la generación espontánea de la vida. En el siglo quinto aEC (antes de la Era Común o Cristiana) tanto Anaxágoras como Empédocles creían en ella. Un siglo después Aristóteles pensó que los gusanos y los caracoles se producían de la putrefacción. En fecha tan posterior como la del siglo diecisiete EC, hombres de ciencia, tales como Francis Bacon y William Harvey, enseñaron la generación espontánea.

Sin embargo, en aquel mismo siglo Redi mostró que las cresas no aparecían en la carne a menos que primero las moscas hubieran puesto huevos en ella. Se descubrieron las bacterias, y se les aclamó como prueba de generación espontánea, hasta que en el siglo dieciocho Spallanzani mostró que venían de esporas. Un siglo después Pasteur aclaró estos asuntos. Probó que la vida sólo viene de la vida. Los hombres de ciencia ahora aceptan ese punto de vista, pero muchos insisten en que la vida surgió espontáneamente hace dos o tres mil millones de años.

Muchos científicos [actuales] creen que una atmósfera primitiva de metano, amoníaco, vapor de agua, anhídrido carbónico y otros gases fue bombardeada por rayos ultravioleta, y así las moléculas se desintegraron en átomos, que se recombinaron para formar aminoácidos, los bloques de construcción de las proteínas. Estos compuestos orgánicos y otros, se nos dice, se aglomeraron en el agua, adquirieron una membrana y llegaron a ser una célula viviente; ésta quizás derivó originalmente su energía del metano, y más tarde de la fermentación. Más tarde todavía, se dice, la célula tuvo que "inventar" el proceso de fotosíntesis. Pero ¿podría una simple célula realmente producirse y sustentarse de esta manera? Hay que considerar que hasta los mejores científicos admiten humildemente que no pueden entender cabalmente la fotosíntesis, mucho menos reproducirla.

Muchos científicos han teorizado que la célula evolucionó espontáneamente de este modo. Pero los escollos que se presentan ante su teoría son muchos, y decididamente muy pronunciados.

Primer escollo: Es una atrevida suposición la de que la atmósfera primitiva de la Tierra contuviera los gases necesarios en las proporciones correctas para dar comienzo a la cadena de reacciones. No hay evidencia que apoye esto.

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Segundo escollo: Si tal atmósfera hubiera existido, y si los aminoácidos se hubieran producido, habrían sido destruidos por la misma fuente de energía que dividió al metano y el amoníaco y el vapor de agua. Los aminoácidos son moléculas muy complejas; por lo tanto, son menos estables y se destruyen con más facilidad… tal como es más fácil derribar una pila de 10 ladrillos que una pila de tres. Estos aminoácidos, formados a gran altura en la atmósfera, difícilmente pudieran haber sobrevivido para llegar al agua en la Tierra, y, si lo hubieran hecho, no habrían podido durar aquí el tiempo necesario para concentrarse en la "sopa" de la teoría evolucionista. Las siguientes porciones de un artículo por el Dr. D.E. Hull en la revista científica Nature del 28 de mayo de 1960 confirman esto:

"Estas existencias cortas que terminarían en descomposición en la atmósfera o el océano claramente eliminan la posibilidad de que se acumularan concentraciones útiles de compuestos orgánicos a través de enormes cantidades de tiempo… el más alto valor admisible parece desesperadamente bajo como material de comienzo para la generación espontánea de la vida… La conclusión que se deriva de estos argumentos presenta el más serio obstáculo, si es que de hecho no es fatal, a la teoría de la generación espontánea. Primero, los cálculos termodinámicos predicen concentraciones efímeramente pequeñas de hasta los compuestos orgánicos más sencillos. En segundo lugar, se ve que las reacciones que se alega que sintetizaron a estos compuestos son mucho más eficaces para descomponerlos".

En un experimento, cuando unos científicos sometieron a una descarga eléctrica una mezcla de gases cuidadosamente preparada, unos cuantos aminoácidos de los más sencillos sí se acumularon, pero sólo porque fueron rápidamente removidos de aquel lugar. Si se hubiera dejado que estos aminoácidos quedaran expuestos a la descarga, la situación pudiera haberse comparado con lo que sucedería si un hombre estuviera haciendo ladrillos y otro estuviera golpeándolos con un martillo tan pronto como se formaran. Se necesitan varios centenares de aminoácidos eslabonados en secuencia correcta en una cadena para hacer una proteína de término medio, y se necesitan varios centenares de proteínas diferentes para componer el más sencillo de los organismos. De modo que, en nuestra analogía del hombre que estuviera haciendo ladrillos: él tendría que pegar centenares de ladrillos en hilera, y acumular centenares de estas hileras de cientos… y hacer todo esto mientras el otro hombre está golpeando desenfrenadamente con su martillo. Esto todavía está demasiado simplificado, porque se necesita mucho más que una cadena de aminoácidos para componer un organismo viviente.

Tercer escollo: Cuando los aminoácidos se forman al azar vienen en dos formas que químicamente son iguales, pero una es una molécula "derecha" y la otra una molécula "zurda". Todas están mezcladas unas con otras, en aproximadamente cantidades iguales de cada una. Pero en los organismos vivientes sólo se usan aminoácidos "zurdos". Por eso, volviendo a nuestra ilustración, el hombre que hace los ladrillos hace dos clases de ladrillos, rojos y azules, y acumula una pila que contiene millones de ladrillos, rojos y azules entremezclados (por supuesto, tenemos que suponer que se ha eliminado al que estaba dando con el martillo, tal como los evolucionistas suponen que los destructivos rayos ultravioleta han sido removidos de la acción). Ahora una pala monstruosa se mete en la pila de millones de ladrillos rojos y azules y saca varios centenares de miles de ladrillos, y, por casualidad, cada uno de ellos es un ladrillo rojo. Del mismo modo, por casualidad, cada uno de los centenares de miles de aminoácidos, y a veces millones, que forman un organismo viviente unicelular tiene que ser "zurdo," aunque se saca de una mezcla que contiene otros millones de aminoácidos que son "derechos".

Cuarto escollo: No basta con conseguir la clase correcta de aminoácidos en cantidad suficiente.

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Cada una de las 20 diferentes clases de aminoácidos tiene que conectar en la cadena proteínica en la secuencia correcta. Si un solo aminoácido está fuera de lugar, el organismo puede resultar baldado o muerto. De modo que la enorme pala no solamente tiene que sacar todos los ladrillos rojos, sino que también tiene que dejar caer cada uno de ellos en su lugar apropiado.

Quinto escollo: La membrana celular se forma de tejido membranoso. Los evolucionistas teorizan que una película de agua alrededor de una acumulación de proteínas llegó a ser una membrana, o que glóbulos grasosos envolvieron unas proteínas y llegaron a ser una membrana celular. La membrana es extremadamente compleja, compuesta de azúcar, proteína y moléculas de grasa, y determina qué sustancias pueden entrar o no pueden entrar y salir de la célula. No se comprenden con claridad todas sus complejidades. Bernal dice, en The Origin of Life (El origen de la vida): "Lo que nos falta todavía, como ya se ha mencionado, es un modelo plausible para el origen de las grasas" (página 145). Sin las grasas no podría haber membrana; sin la membrana, no habría organismos vivientes.

Hay literalmente miles de escollos para la teoría evolucionista, en su camino desde una atmósfera primitiva, bombardeada por rayos o radiación, hasta el organismo unicelular que pudiera reproducirse. Todo científico competente sabe esto. Sabe que las muchas suposiciones o especulaciones que se presentan para evadir estos escollos son inadecuadas. Las leyes que gobiernan la energía y la materia declaran imposible la generación espontánea de la vida. Las leyes matemáticas de probabilidad condenan su posibilidad.

El más sencillo organismo conocido dotado de reproducción (la especie H39 de micoplasma) tiene 625 proteínas con un promedio de 400 aminoácidos cada una. Sin embargo, algunos alegan que, teóricamente, pudiera bastar con 124 de tales proteínas. ¿Qué probabilidades hay de que una de estas proteínas de 400 aminoácidos "zurdos" se formara de una mezcla de aminoácidos "derechos" y "zurdos"? Una probabilidad en 10120 (1 seguido de 120 ceros).

Sin embargo, para esta célula no existente se necesitan 124 proteínas. ¿Qué probabilidades hay de formar espontáneamente esa cantidad de proteínas, todas de moléculas "zurdas"? Una probabilidad en 1014.880. Pero estos aminoácidos no se pueden atar de cualquier manera que se quiera; tienen que estar en la debida secuencia. Para conseguir estas 124 proteínas, con un promedio de 400 aminoácidos "zurdos" cada una, con los ácidos en la secuencia u orden correcto, las probabilidades son de 1 en 1079.360. Si fuéramos a escribir este último número en forma completa (1 seguido de 79.360 ceros), necesitaríamos unas 20 páginas […] para hacerlo. El Dr. Emil Borel, una autoridad en probabilidades, dice que si hay menos de 1 probabilidad en 1050 de que algo suceda, nunca sucede, sin importar cuánto tiempo se permita. Y ese número se pudiera escribir en menos de dos de estas líneas.

Evolucionistas prominentes conocen los problemas. Algunos tratan de empujarlos al espacio sideral. El astrónomo británico sir Fred Hoyle dijo que "las teorías terrestres existentes sobre el origen de la vida dejan mucho que desear, por sólidas razones químicas", y que "la vida no se originó en la Tierra misma, sino, más bien, en cometas". Otros aprietan los dientes y creen a pesar de la falta de prueba. El biólogo Dr. George Wald, ganador del premio Nobel, declaró: "Basta con que uno contemple la magnitud de esta tarea para que admita que la generación espontánea de un organismo viviente es imposible. Sin embargo, aquí estamos… como resultado, creo, de generación espontánea". Por su propia admisión, él cree en lo imposible. Esta clase de razonamiento se puede comparar con la de un biólogo anterior, D.H. Watson, quien dijo que la evolución "se aceptaba universalmente, no porque pudiera ser probada mediante evidencia lógica coherente como verdad, sino porque la única otra posibilidad, la de creación especial, era claramente increíble".

Puesto que no tienen otro fundamento, los que escriben acerca de la evolución se rebajan a emplear la tiranía de la autoridad: "Todo científico de importancia cree en ella; ningún biólogo de reputación la duda; las personas informadas no la ponen en tela de juicio; toda persona inteligente la acepta; sólo los que tienen prejuicio religioso la rechazan; ha sido probada más veces de las necesarias; ahora no se necesita más prueba". Así sigue el ejercicio de presión y el lavado de cerebros.

Considere esto: Usted pudiera saltar de un edificio de 20 pisos. Precisamente antes de que se estrellara en la calle, una tremenda y súbita ráfaga pudiera arrebatarlo y ponerlo de nuevo encima del edificio. ¿Le parece probable eso? Habría muy poca probabilidad de ello. No cuente con eso. Pero la probabilidad de eso es mucho mayor que la de que un organismo vivo se formara espontáneamente».

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El pensamiento griego.

Los filósofos e investigadores griegos de la antigüedad debieron tomar buena parte de sus ideas de las creencias naturalistas egipcias, entre ellas la generación espontánea de la vida, y las sistematizaron, pues estaban aglutinadas de forma caótica.

En cuanto a la cultura griega, el tomo 1 de la obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, páginas 1040 a 1048, publicada en español en 1991 por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, dice, en parte:

«[Los términos GRECIA y GRIEGOS] vienen de "graikói", el nombre de una tribu del Noroeste de Grecia. Los habitantes de [la península itálica] aplicaron ese nombre (latín: "graeci") a los habitantes de Grecia en conjunto, como también hizo más tarde Aristóteles en sus escritos. [Sin embargo, en relación con el colectivo de tribus griegas,] a partir del siglo VIII aEC (antes de la Era Común o Cristiana), aparece un nombre más antiguo, "jonios", en los registros asirios cuneiformes y en los relatos persas y egipcios. "Jonios" viene de Javán (hebreo: Yawán), hijo de Jafet y nieto de Noé. Javán fue el antepasado jafético de los pueblos primitivos de Grecia y las islas vecinas, y también debió serlo de los primeros habitantes de Chipre, de algunas partes del Sur de Italia, de Sicilia y de España.

Hoy se llama "Jónico" al mar que está entre el Sur de Grecia e Italia, y "jónicas", a las islas que se encuentran a lo largo de la costa occidental de Grecia. Sin embargo, tiempo atrás el término "jónico" tuvo una aplicación más amplia y más acorde con el uso de "Javán" en las Escrituras Hebreas. En el siglo VIII aEC el profeta Isaías habló del tiempo en que los repatriados de Judá serían enviados a naciones distantes y también a "Tubal y Javán, las islas lejanas" (Isaías 66: 19).

En las Escrituras Griegas Cristianas se llama a esa tierra "Hel·lás" (o "Grecia", según el libro de Hechos de los Apóstoles, capítulo 20, versículo 2), y a su gente, "hél·lenes". Los mismos griegos habían empezado a usar estos nombres varios siglos antes de la era común y continúan haciéndolo. El nombre "Hélade" (Hel·lás) puede que tenga alguna conexión con "Elisá", uno de los hijos de Javán (Génesis 10: 4). Después de la conquista romana, en el año 146 aEC, también se aplicó el nombre Acaya a la parte central y meridional de Grecia.

La historia moderna ofrece varias explicaciones sobre el origen de las tribus griegas y su asentamiento en la zona. La idea, bastante extendida, de que hubo una serie de "invasiones" sucesivas de tribus septentrionales, se basa en gran parte en mitos griegos y en la especulación arqueológica. De hecho, la historia del pueblo griego da comienzo en torno al siglo VIII aEC (en 776 aEC se celebró la primera olimpiada), y sólo se dispone de un registro histórico ininterrumpido a partir del siglo V aEC, es decir, en una fecha muy posterior al Diluvio y, por ende, a la dispersión de las familias humanas por causa de la confusión de las lenguas en Babel. Puede ser que durante todos esos siglos se infiltrasen otros grupos étnicos en el tronco original de Javán y sus hijos, pero lo que se conoce de todo el período anterior al milenio I aEC sólo da pie a teorías de dudoso valor histórico.

Las tribus de habla griega eran bastante independientes entre sí e incluso dentro de la tribu misma las ciudades-estado eran de igual manera bastante independientes. Las condiciones geográficas propiciaron esta característica: muchos vivían en la región insular, y la mayor parte de los que habitaban la península se habían establecido en pequeños valles encerrados entre montañas. Respecto a su estructura social primitiva, la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana (Espasa-Calpe) (volumen 26, página 1197) hace esta observación: "La constitución interior de todos los Estados en general era la monarquía patriarcal con una aristocracia formada por las familias más distinguidas […], de la que salían los consejeros del rey (Gerusia o Consejo de los Ancianos), y el pueblo, constituido por todos los hombres libres que formaban parte de las agrupaciones gentilicias". Esta estructura social se parece bastante a la de la sociedad patriarcal postdiluviana que se describe en el libro bíblico de Génesis.

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El modelo de organización griego tenía cierto parecido con el de Canaán, donde las diversas tribus (descendientes de Canaán) constituyeron pequeños reinos, con frecuencia organizados en torno a una ciudad en particular. Los griegos llamaban a la ciudad-estado "pó·lis", un término que al parecer al principio se aplicó a una acrópolis, o altura fortificada, en torno a la cual se fueron asentando grupos de colonos. Con el tiempo, se designó con el término toda la zona poblada y a los ciudadanos que integraban la ciudad-estado. La mayor parte de las ciudades-estado griegas eran de poca extensión y por lo general no tenían más de 10.000 ciudadanos (aparte de mujeres, esclavos y niños). Hacia el siglo V aEC, cuando Atenas se hallaba en su cenit, se dice que sólo tenía alrededor de 43.000 ciudadanos varones; Esparta sólo tuvo unos 5.000. A semejanza de los pequeños reinos cananeos, las ciudades-estado griegas se coligaban y también luchaban entre sí. El país permaneció fragmentado hasta la llegada de Filipo II de Macedonia.

A excepción de Atenas y Esparta, no se sabe mucho del tipo de gobierno de la mayoría de las ciudades-estado griegas, pero debió diferir considerablemente de los de Canaán, Mesopotamia o Egipto. Al menos durante lo que pudiera llamarse "período histórico", en lugar de reyes tenían magistrados, consejos y una asamblea (ekklesía) de ciudadanos. Atenas ensayó un gobierno puramente democrático (la palabra "democracia" viene del griego demos, "pueblo", y krátos, "gobierno"), en el que todos los ciudadanos formaban el cuerpo legislativo y tenían voz y voto en la asamblea. Sin embargo, sólo una minoría eran "ciudadanos", pues ni a las mujeres ni a los residentes nacidos en el extranjero ni a los esclavos se les reconocía el derecho a la ciudadanía. Se cree que una tercera parte de la población de muchas de las ciudades-estado estaba formada por esclavos, y sin duda fue esa mano de obra lo que les permitió a los "ciudadanos" tener el tiempo libre que necesitaban para participar en la asamblea política.

La educación griega se limitaba únicamente al varón y su objetivo primordial era la formación de "buenos ciudadanos". Pero cada una de las ciudades-estado tenía un concepto propio de la buena ciudadanía. Por ejemplo, la educación espartana se centraba casi en su totalidad en una buena preparación física. Se sacaba a los niños del seno familiar a los siete años y hasta los treinta vivían juntos en barracones. En Atenas llegó a primar mucho más una buena formación literaria, matemática y artística. Se confiaba al niño a un esclavo fiel, al que se llamaba "paidagogós", quien lo acompañaba a la escuela, donde daba comienzo su preparación. La poesía llegó a ser muy popular en Atenas, y se pedía a los estudiantes que memorizasen muchos poemas. También alcanzaron popularidad en aquella época las representaciones dramáticas, tanto las comedias como las tragedias.

A la filosofía se le dio una gran importancia en Atenas y con el tiempo en toda Grecia. Entre las corrientes filosóficas más importantes estaba la de los sofistas, que sostenían que la verdad era materia de opinión personal; a este punto de vista (similar al de los hindúes) se opusieron filósofos griegos de la talla de Sócrates, su discípulo Platón y el discípulo de éste, Aristóteles. Otras corrientes filosóficas trataban de la fuente primaria de la felicidad. Los estoicos, sostenían que la felicidad consistía en vivir de acuerdo con la razón y que sólo eso bastaba. Los epicúreos creían que el placer era la verdadera fuente de la felicidad. Otra corriente filosófica que ha de mencionarse es la de los escépticos, quienes opinaban que, en realidad, en la vida no había nada que verdaderamente importase.

Una característica del pueblo griego, manifiesta al menos en tiempos posteriores, fue su carácter inquiridor y su predisposición al debate y la conversación en torno a temas nuevos. Se propusieron hallar la solución a algunas de las grandes cuestiones de la vida y del universo a partir del razonamiento lógico (y de la especulación), y llegaron a pensar que ellos eran el centro de la intelectualidad del mundo antiguo. Pese a sus debates filosóficos e investigación, sus escritos revelan que no pudieron hallar una base inamovible para la esperanza. A este respecto, los profesores J.R.S. Sterrett y Samuel Angus dijeron: "Ninguna otra literatura contiene lamentos tan patéticos sobre las penalidades de la vida, la frivolidad del amor, la ingenuidad de la esperanza y la crueldad de la muerte" (Funk and Wagnalls New Standard Bible Dictionary, 1936, página 313).

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La información más antigua sobre la religión griega viene de la poesía épica de Homero. Según los historiadores, escribió los dos poemas épicos titulados la Ilíada y la Odisea. Se cree que las porciones de papiros más antiguos de estos poemas datan de poco antes del año 150 aEC. Pero como dice el profesor de griego George G.A. Murray, estos textos primitivos "difieren "una barbaridad" de nuestra vulgata", es decir, del texto que se ha aceptado popularmente durante los últimos siglos (Encyclopædia Britannica, 1942, volumen 11, página 689). Así que, a diferencia de la [Sagrada Escritura], no se ha conservado la integridad de los textos homéricos, sino, como afirma el profesor Murray, se han difundido con grandes variaciones. Los poemas de Homero trataban de héroes y dioses guerreros que se parecían mucho a los hombres.

Hay pruebas de la influencia babilonia en la religión griega, y hasta se ha encontrado una antigua fábula griega que es casi una traducción literal de un original acadio.

A otro poeta, Hesíodo, probablemente del siglo VIII aEC, se le atribuye la compilación de los muchísimos mitos y leyendas griegos. Los poemas de Homero y la Teogonía de Hesíodo formaron los principales escritos sagrados, o "teología", de los griegos.

Cuando se examinan los mitos griegos, es interesante ver cómo la [Sagrada Escritura] arroja luz sobre su posible, o hasta probable, origen. Como muestra Génesis 6: 1-13, antes del Diluvio los hijos angélicos de Dios bajaron a la Tierra, materializándose en forma humana, y cohabitaron con atractivas mujeres. Produjeron una prole a la que se llamó "nefilim" o "derribadores", es decir, "los que hacen caer a otros". Como resultado de esta unión contranatural entre espíritus y humanos y de la raza híbrida que produjeron, la Tierra se llenó de inmoralidad y violencia. Al igual que otras personas de tiempos postdiluvianos, Javán, el progenitor del pueblo griego, habría oído hablar de los tiempos antediluvianos, pues era hijo de Jafet, uno de los supervivientes del Diluvio. Nótese a continuación lo que revelan los escritos que se atribuyen a Homero y Hesíodo.

Los numerosos dioses y diosas de los que hablaron tenían forma humana y una gran belleza, aunque estaban dotados de poderes sobrehumanos y a menudo se les representaba de gran tamaño. Comían, bebían, dormían, tenían relaciones sexuales entre ellos e incluso con humanos, vivían como familias, se peleaban y luchaban, seducían y violaban. Aunque supuestamente eran santos e inmortales, eran capaces de cualquier tipo de engaño y delito. Podían moverse entre la humanidad tanto de manera visible como invisible. Los escritores y filósofos griegos posteriores procuraron eliminar de los relatos de Homero y Hesíodo algunos de los actos más viles atribuidos a los dioses.

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Estas narraciones probablemente sean un reflejo del auténtico relato de las condiciones antediluvianas que se halla en Génesis, aunque de una forma muy exagerada, adornada y distorsionada. Otra correspondencia destacable es que en las leyendas griegas no sólo hay relatos sobre los dioses principales, sino también sobre semidioses o héroes, cuya ascendencia era en parte divina y en parte humana. Estos semidioses tenían fuerza sobrehumana, pero eran mortales (Heracles [Hércules] fue el único al que se le concedió el privilegio de alcanzar la inmortalidad). Guardan una marcada similitud con los "nefilim" del relato de Génesis.

Partiendo de esta correspondencia básica, el orientalista E.A. Speiser remonta el origen de la mitología griega hasta Mesopotamia (The World History of the Jewish People, 1964, volumen 1, página 260). Mesopotamia fue la región donde se edificó la ciudad de Babilonia y la tierra desde la que se dispersó la humanidad después de la confusión de las lenguas.

Como los filósofos griegos se interesaban en las cuestiones elementales de la vida, sus puntos de vista influían en las creencias religiosas de la gente. Sócrates, un filósofo del siglo V a.EC, enseñó que el alma humana era inmortal. En el Fedón (64c, 105e) Platón pone en boca de Sócrates y de otros dos compañeros la siguiente conversación: ""¿Consideramos que la muerte es algo? […]

¿Acaso es otra cosa que la separación del alma del cuerpo? ¿Y el estar muerto es esto: que el cuerpo esté solo en sí mismo, separado del alma, y el alma se quede sola en sí misma separada de cuerpo? ¿Acaso la muerte no es otra cosa sino esto?" "No, sino eso"—dijo—". ""¿Es que el alma no acepta la muerte?" "No"." Sócrates continúa: ""Por tanto el alma es inmortal". "Inmortal""».

La revista LA ATALAYA del 1-10-1978, páginas 23 a 26, considera algunos consejos del apóstol Pablo a sus hermanos creyentes respecto a las disputas intelectuales con los supuestos sabios de la época, tanto judíos como griegos. La información dice, en parte: «Roma había reemplazado a Grecia como la potencia mundial, pero fueron la cultura y la filosofía griegas las que caracterizaron a aquella civilización. Tanto los judíos como los griegos de aquel sistema de cosas tenían sus sabios, sus escribas o letrados, y sus disputadores. Pablo preguntó: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de este sistema de cosas? ¿No hizo Dios necedad la sabiduría del mundo?". Los filósofos griegos así como los rabinos judíos eran bien conocidos como disputadores, y Pablo pone juntos a ambos grupos… Pablo conoció directamente a los filósofos griegos y supo lo mucho que amaban el disputar, debido a la experiencia de él con ellos en Atenas».

El problema de aquellas disputas es que no tenían nada que ver con lo que hoy pudiéramos llamar "crítica y discusión científicas", cuyo principal objetivo es esclarecer la verdad y no dar por sentadas las hipótesis y teorías que pretenden explicar la realidad, especialmente si se detecta alguna anomalía entre la especulación mental y las pruebas experimentales o experienciales que deberían refrendarla. Al parecer, aquellas disputas tenían como principal móvil el protagonismo y la gloria intelectual del disputador, sin importar que los argumentos presentados para conseguir el éxito supusieran un auténtico revés o menoscabo contra la verdad científica o religiosa.

La revista sigue diciendo: «Pablo, al hablar con los filósofos de Atenas, declaró que [existía un Dios y Creador] del mundo y de todo lo que había en él, incluso las plantas, los animales y la humanidad. Al hacer eso, Pablo inmediatamente chocó con los filósofos griegos. Los filósofos epicúreos que estaban en su auditorio creían que la vida había empezado por generación espontánea y se había desarrollado hacia lo superior por probabilidad a través de selección natural y la supervivencia del más apto (The Story of Civilization de Durant, Parte II, página 647). Los estoicos no creían en ningún Creador personal. El pensamiento de un Creador que hubiera dado existencia a todas las criaturas vivientes de la Tierra era necedad para ellos. Por siglos los filósofos griegos habían enseñado que la vida se había generado espontáneamente, y entonces, por la casualidad o probabilidad, a través de largos períodos de tiempo, cambió y evolucionó hacia lo superior por medio de la selección natural y la supervivencia del más apto. The Encyclopedia Americana, tomo 10, página 606, dice: "Los griegos, tomados en conjunto, sugerían de modo más o menos rudo la idea del desarrollo gradual de los organismos, la idea de la eliminación de errores en la producción, y por lo tanto la idea de la supervivencia del más apto, la idea de la adaptación de las partes o la adecuación de ciertas estructuras a ciertos fines, la idea de diseño inteligente que funcionaba constantemente en la naturaleza, así como también la idea de que la naturaleza estaba siendo controlada por el funcionamiento de causas naturales que en el principio se debieron a las leyes de la probabilidad".

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Haciéndose más específico, el filósofo griego Anaximandro, del siglo sexto aEC, enseñó lo siguiente: "Los organismos vivientes surgieron por etapas graduales desde la humedad original; los animales terrestres eran al principio peces, y sólo porque la tierra se secó adquirieron su forma actual. El hombre también fue una vez un pez; en su aparición primigenia no pudiera haber nacido como ahora, porque hubiera sido demasiado impotente para conseguir su alimento, y hubiera sido destruido". Acerca de la enseñanza de Anaxágoras (siglo quinto aEC), leemos: "Todos los organismos se generaron originalmente de la tierra, la humedad y el calor, y después de eso, unos de otros. El hombre se ha desarrollado hasta más allá de los demás animales debido a que su postura erecta libró sus manos para prender las cosas".

De Empédocles, leemos: "Empédocles (493-435 aEC), por ejemplo, a quien se ha llamado "el padre de la idea de la evolución", creía en la generación espontánea como la explicación del origen de la vida, y creía que las diferentes formas de vida no se habían producido simultáneamente. La vida vegetal vino primero y la vida animal sólo después de una larga serie de ensayos, pero el origen de los organismos fue un proceso muy gradual. [Aquí se mencionan las muchos monstruosidades que se produjeron]. Pero los productos anormales pronto se extinguieron debido a que no podían propagarse. Después de la extinción de estos monstruos surgieron otras formas que pudieron mantenerse vivas y multiplicarse. Así, si uno quiere, uno puede ver en las ideas de Empédocles el germen de la teoría de la supervivencia del más apto, o la selección natural".

El famoso filósofo Aristóteles (384-322 aEC), escribió: "La naturaleza procede poco a poco desde las cosas inanimadas a la vida animal de tal manera que es imposible determinar con exactitud la línea que separa entre unas y otras… Así, después de las cosas inanimadas en la escala ascendente viene el género de las plantas… En las plantas hay una escala de ascenso continua hacia el animal… Y así por toda la escala animal hay una diferenciación graduada… La uña es lo análogo a la garra, la mano a la pinza del cangrejo, la pluma a la escama del pez"».

Desenvolvimientos posteriores.

Según la cronología del Génesis y los datos históricos disponibles, en la página siguiente se presenta un esquema que permite visualizar el alejamiento de la cultura griega antigua con respecto a las enseñanzas patriarcales que contenían el relato sagrado de la Creación. La transmisión de dicho relato desde Noé hasta Moisés no presentó aparentemente ruptura alguna. Sin embargo, tras la formación de la nación israelita, en 1513 aEC, comenzó un periodo difícil para la popularidad del Génesis. La información de este libro sagrado atravesó las turbulencias del periodo de los reyes israelitas y judíos, que comenzó en el año 1117 aEC (con el nombramiento de Saúl como primer rey de Israel) y terminó en 607 aEC (con el derrocamiento de Sedequías, el último rey de la línea de Judá).

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El fin de la monarquía judía fue cruento, con la quema de Jerusalén por parte de las fuerzas de la potencia emergente, Babilonia, acaudilladas por Nabucodonosor, y el destierro y deportación de los judíos sobrevivientes a lejanas tierras dentro del imperio babilonio. Sin embargo, debido a que ya había habido una selección previa de judíos para servir de funcionarios en la corte de Nabucodonosor, así como ciertas concesiones ulteriores a Jeremías el profeta y otros judíos fieles, la conservación de la Sagrada Escritura, incluido el Génesis, se vio grandemente beneficiada.

Al parecer, pues, para cuando comenzaba a despuntar la cultura griega y su filosofía (hacia el año 776 aEC, fecha de la celebración de de la primera olimpiada), la nación israelita, única depositaria del relato del Génesis, se encontraba en franca decadencia en todos los sentidos. Si bien el relato sagrado fue muy atesorado por un cierto número de fieles sacerdotes (razón por la cual nos ha llegado prácticamente intacto hasta nuestros días), la total pérdida de la hegemonía nacional y cultural hizo que la información del Génesis palideciera en cuanto a relevancia en el pensamiento académico de las nuevas potencias intelectuales que se estaban fraguando, entre ellas, Grecia.

No sería nada extraño que el vacío religioso generado por la mengua de la influencia hebrea, aunado a la efervescencia de las creencias paganas de los nuevos imperios y al auge especulativo de la filosofía griega, condujera en poco tiempo al surgimiento de doctrinas, escuelas y movimientos explicativos que, tomando el lugar del Génesis, intentaran dar respuestas convincentes a las preguntas fundamentales que se formula todo pensador competente: De dónde venimos, por qué estamos aquí y hacia dónde vamos.

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El catedrático Javier de Lucas ha publicado un artículo en Internet titulado "La generación espontánea", donde explica: «Ya hace muchos siglos, el conocimiento del origen de la vida interesó profundamente al hombre. Careciendo de base científica, predominaron las teorías filosóficas, destacan do claramente la teoría de la generación espontánea. Según ella, todos los seres vivos nacen espontáneamente de la materia orgánica en descomposición, o bien de la materia mineral cuando se encuentra en determinadas condiciones. Aristóteles admitía que, en general, los seres vivos se originan de otros seres vivos semejantes, pero que igualmente pueden generarse de la materia inerte. Toda la Edad Media acusa una gran influencia aristotélica, y por tanto, la creencia en la generación espontánea incluso se enriquece. También en el Renacimiento se sigue admitiendo la teoría, hasta en personajes de la talla de Descartes (1596-1650) o Newton (1642-1727). El primero en enfrentarse al dogma es el italiano Francesco Redi (1626-1697), quien, cosa infrecuente en la época, recurre al método científico para comprobar la teoría. Con sus experimentos, demuestra la imposibilidad de crear vida a partir de la carne en putrefacción: los gusanos que aparecían sobre la carne de los frascos destapados provenían simplemente de los huevos que las moscas habían depositado sobre la misma.

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La controversia, sin embargo, continúa hasta llegar a Pasteur (1822-1895), cuyo gran mérito estriba en zanjar definitivamente la controversia, demostrando de una vez por todas la falsedad de la generación espontánea. Mediante sus observaciones al microscopio, Pasteur demostró que en la fermentación del vino y de la cerveza intervenían microorganismos vivos como elaboradores del fermento; es más, descubrió el remedio para evitar el avinagramiento del vino, sometiéndole a un calentamiento lento hasta alcanzar una temperatura tal que los microorganismos productores del fermento no pudiesen vivir. Este proceso, que después se ha generalizado en su aplicación, es conocido en su honor con el nombre de "pasteurización"».

El capítulo 3 del libro "¿Existe un Creador que se interese por nosotros?", impreso en 2006 por la Sociedad Watchtower, dice en parte: «En la Edad Media no se hubiera presentado objeción [alguna al planteamiento de que la vida puede provenir de la materia no viva], pues entonces se creía en la generación espontánea, es decir, en que la vida podía surgir espontáneamente de materia inanimada. Finalmente, en el siglo XVII, el físico italiano Francesco Redi demostró que sólo aparecían gusanos en la carne putrefacta cuando las moscas habían desovado en ella. No se formaban gusanos si las moscas no tenían acceso a la carne. Aunque los insectos del tamaño de las moscas no surgieran por sí mismos, ¿qué podía decirse de los microbios que seguían apareciendo en el alimento, estuviera cubierto o no?

Aunque experimentos posteriores demostraron que los microbios tampoco se formaban espontáneamente, la controversia se mantuvo. Hasta que llegó Louis Pasteur.

Mucha gente recuerda los estudios de Pasteur sobre la fermentación y las enfermedades infecciosas. También son conocidos los experimentos que realizó para determinar si la vida microscópica podía surgir por sí misma. Pasteur demostró que si el agua se esterilizaba y se protegía de la contaminación ni siquiera se formaban en ella bacterias diminutas. En 1864 anunció: "Nunca se recobrará la doctrina de la generación espontánea del golpe mortal que le ha infligido este sencillo experimento". Y así fue. Ningún experimento ha sido capaz de producir vida de materia inanimada.

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¿Cómo, entonces, llegó a existir la vida en la Tierra? El intento moderno de contestar esta pregunta puede situarse en los años veinte [del siglo veinte], en la obra del bioquímico ruso Alexandr I. Oparin. Él y otros científicos posteriores han ofrecido lo que podría denominarse el guión de un drama en tres actos de lo que se supone que ha ocurrido en el escenario del planeta Tierra. El primer acto representa a los elementos terrestres, o materia prima, transformándose en grupos de moléculas. Luego viene el salto a las macromoléculas. Y el último acto de este drama representa el salto a la primera célula viva. ¿Pero sucedió en realidad así?

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