- Sentimientos de culpa y de vergüenza: Cuando es posible decir la mentira
- Los resultados…
- Lidiando con la culpa
- En resumen
- El deber
- Los mecanismos y la fenomenología de las reacciones del estrés o de la tensión sostenida ó crónica
- Bibliografía
"El deber lo es todo, ya que demuestra, en el individuo, el haber adquirido la capacidad del desarrollo ético y moral que es característico de nuestra especie en el sentido de poseer la facultad de abstraer a un nivel elevado el don de nuestra conciencia". FEFL en Los Cuatro Gigantes del Alma Revisitados.
Cuando me iniciaba en los aspectos básicos del entrenamiento de la psiquiatría y del psicoanálisis de niños, el asunto obvio, que de antes me escapara, fue que los niños no son miniatura adultos — como se concibiera en las edades medias — sino que sus sentimientos y respuestas al medio en que viven son calibradas por sus aptitudes cognitivas. (Véanse los trabajos de J. Piaget y de P. Aries).
Cualquiera que sea la razón. Muchas personas, de todas las edades son víctimas de emociones pasadas que les hacen las vidas miserables. En esta lección abordamos dos de entre ellas.
Sentimientos de culpa y de vergüenza: Cuando es posible decir la mentira
Cuando sucede algo negativo, tendemos a buscar culpables. Hasta tal punto se da esa tendencia que se pueden clasificar los tipos de personalidad según se reacciona ante las frustraciones: quienes sistemáticamente se auto inculpan de lo que sucede, quienes piensan que la culpa siempre la tienen los demás y, por último, quienes no echan la culpa a nadie. Bien porque no se atreven a juzgar o porque no le otorgan excesiva importancia a los contratiempos que la vida nos depara.
Las reacciones de autoinculpación provocan en el individuo un estado de ansiedad cuyo origen podemos encontrarlo en sistemas de educación rígidos. La familia, la escuela o el medio social han estado tradicionalmente cargados de leyes y normas de conducta regidas por el miedo al rechazo o al castigo. Así, hemos ido interiorizando paulatinamente este catálogo represivo hasta que terminan constituyendo parte de nuestra personalidad. Es como un juez o policía que llevamos dentro y que actúa imponiéndose a la espontaneidad de la acción y del pensamiento. Las personas con este sentimiento de culpa se llenan de obligaciones aunque éstas no les correspondan. Son extremadamente escrupulosos y exigentes a la hora de enjuiciarse y viven pendientes de que el castigo o la sanción puedan sobre caer en ellos.
Por otro lado, las reacciones que sistemáticamente inculpan a otros de todo lo negativo que sucede se deben a que el individuo no soporta la carga de la propia responsabilidad cuando surgen las frustraciones, y dirige a los demás la sensación de su error. Es una forma de liberación que los demás perciben como una conducta agresiva, pero que revela la incapacidad del individuo para criticarse de forma objetiva y serena. El origen de estas conductas está en estilos de educación permisivos en los que la persona no ha experimentado los límites de su conducta ni las consecuencias de sus errores. Sucede frecuentemente en familias en los que la autoridad de padres y adultos, y el respeto a unas ciertas normas de convivencia han sido mal o insuficientemente elaborados con los niños y adolescentes. La educación en libertad y responsabilidad es nuestra asignatura primaria.
Esta actitud de reaccionar ante las malas noticias no echando la culpa a nadie se asocia a dos tipos de perfil: quienes mantienen actitudes frívolas y no le dan importancia a nada y, por otra parte, quienes mostrándose responsables y conscientes, optan por no teñir las relaciones interpersonales de sentimientos negativos para evitar la tensión que ello acarrea.
Entonces, existen aquéllos que nos hablan de sus defectos, haciéndonos sentir que son virtudes inauditas y excusables en todos los sentidos — porque siendo sus faltas — para ellos son virtudes.
Soy mala mamá…
Los resultados…
Quien por sistema adjudica las culpas a los demás resulta tan cargante que no tarda tiempo en verse aislado y evitado por todo el mundo, salvo cuando ostenta poder sobre su entorno y es, por ello, temido — lo que nada en absoluto favorece las relaciones sociales de esa persona "poderosa".
Estos individuos se tienen por tan perfectos que resulta desagradable permanecer junto a ellos. Pero esta actitud, tan visible, cuando es protagonizada por otras personas, puede pasarnos desapercibida si somos nosotros quienes la adoptamos. Por eso resulta útil reflexionar sobre nuestra capacidad de autocrítica, y someternos al escrutinio del terapeuta con espíritu de mejora. Defendernos por hábito y costumbre es poco provechoso para nuestro progreso personal y nos distancia de los demás. En el otro extremo, quienes se auto inculpan de los fracasos, ya propios ya ajenos, sufren en las relaciones sociales porque perciben a los demás como superiores o como irresponsables. Pudiendo terminar haciéndose demasiados exigentes con los demás, y percibiendo su entorno como moralmente menos escrupuloso que ellos mismos. Para terminar, excluir los sentimientos de culpa es casi siempre positivo. Cuando se produce un conflicto se torna improductivo buscar culpables. Si se echa la culpa al otro pueden acentuarse sus sentimientos de dolor, especialmente si se es débil, con lo cual contribuimos a destruirlo. Pueden asimismo darse respuestas simétricas, por lo que nos veremos en un "más de lo mismo" o en "el cuento de nunca acabar" con lo cual llegar a la solución al conflicto será muy difícil. Siempre es más útil plantearse qué parte de responsabilidad corresponde a cada uno en la búsqueda de soluciones (y no sólo en el origen del problema), y actuar posteriormente en consecuencia — lo que no es fácil.
¿Quién…yo?
Lidiando con la culpa
Muchas de las frustraciones de donde originan los sentimientos de culpa se producen porque se tiene una idea de nuestra capacidad o de la de los demás, que, por ser excesivamente optimista, no se atiene a lo real. Por tanto, la primera estrategia para combatir el sentimiento de culpa es cultivar el sentido de la realidad, lo que supone aceptar, aunque resulte doloroso, qué y quién es cada uno. Para ello, es necesario trabajar la autocrítica mediante la reflexión y tomando en consideración las observaciones que nos hacen las personas que nos manifiestan más afecto y confianza. Determinaremos así las causas de las situaciones conflictivas para aprender de los fracasos y no volver a cometer esos o similares errores.
Para evitar el sentimiento de culpa, conviene…
Identificar los sentimientos que lo causan.
Analizar en qué situaciones sobrevienen.
Aceptarlos como normales y pensar que son comprensibles. Al reconocer y aceptar estos sentimientos, resulta más fácil expresarlos y combatirlos
Expresar los sentimientos de culpa. Hablar con otras personas (si es necesario, con profesionales) del tema, puede ayudar a aliviar este pernicioso sentimiento.
Analizar sus causas. Buscar las razones de estos problemas puede contribuir a hacerlos más comprensibles y aceptables.
Reconocer nuestros propios límites.
Aprender a dejar vivir a los demás.
En resumen
En mi experiencia clínica, la madre de cada paciente infantil que evalúo, siente que ella (y nadie más) puede ser la única culpable por los síntomas que agobian al niño — nunca es el papá, que a menudo — de modo conveniente — procura no estar presente en las consultas.
El juicio de Salomón
La mamá buena es una que proporciona nutrición y apoyo a sus hijos, al nivel que es necesario y nunca excediendo los límites establecidos por la biología y la razón.
Esta es la mamá, que prefiere renunciar a ser querida, o a que la amen, por no tener la capacidad de exigir límites en su entorno familiar.
En otras palabras, es la mamá que renuncia a la otra (la impostora), su propio hijo, ante el sabio Salomón.
Ahora, prosigamos hablando de uno de los Cuatro Gigantes del Alma. Por nosotros y, por otros, asimismo descritos.
El deber
De acuerdo al pensamiento psicoanalítico freudiano, dos llamadas se asocian con la felicidad: la del juicio el deber y la del placer. La llamada natural del placer se presenta asociada a necesidades corporales como la comida, el descanso, la búsqueda de felicidad. En cambio, la llamada del juicio pide bienes, que atraen porque parecen convenientes o se desean instintivamente: amor, amistad, educación, cultura, y deberes que nos imponen nuestra propia condición humana. El deber es una posibilidad libre que asigna racionalmente su elección: respetar la vida de los demás, su libertad, la propiedad, los compromisos.
Un deber esencial es el que tenemos para con nuestros hijos a quienes debemos proteger, respetar, nunca mentirles o manipularlos. Y, más que nada, instilarles los valores humanos de la ética moral y del respeto por los demás.
Fallo en hacerlo destruye la autoestima de quienes de nosotros dependen para su equilibrio emocional.
Pero no siempre resulta ser así, porque la gente inmadura y narcisista, centran su interés sobre sí mismos; viviendo para aprovechar lo que pueden de quienes pueden, y para corromper a sus vástagos. La práctica del bien supone el acatamiento de respetos inapelables: no se pueden desoír sin que reproche la conciencia. Tampoco se cumple para obtener una ventaja práctica, o para ganar un premio. Su observación trae consigo una satisfacción moral. La humanidad no podría subsistir sin obedecer a estos respetos éticos, que forman la base de la Ley Natural: salvar a un náufrago, atender un herido, devolver algo encontrado, socorrer a una víctima, agradecer el bien que se ha recibido sin inventar o diseminar calumnias. Debe ser así, aunque, a veces la acción vaya contra nuestro favor: el conductor que atropella a un peatón en un camino desierto y en vez de huir lo atiende. Se reconoce así un bien superior. En este reconocimiento se fundan la armonía de la sociedad, la existencia de los pueblos y de las personas. Sin este sentido de nuestros deberes, nos destruiríamos unos a otros, o solo viviríamos como los narcisistas patológicos, de quienes Dino y sus hijos, todos, tristemente nos recuerdan.
En la tumba de Kant se lee: "Dos cosas me llenan de admiración: el cielo estrellado fuera de mí, y el orden moral dentro de mí". Ese deber es un convencimiento interno de lo que conviene. Le llama "deber" cuando su validez es universal. Respetar el deber moral significa sustituir la fuerza bruta por el respeto mutuo. Otros han opinado distinto del mismo. Hume, impuso un empirismo moral por el que niega que existan deberes que se impongan por sí mismos, por ejemplo, que si alguien "es" un homicida, "deba" ser juzgado. Observa que estos deberes no son siempre iguales. No toma en cuenta la realidad de la existencia del deber moral, aunque en ocasiones esté afectado. Dice que es malo lo que desagrada y bueno lo que apetece, todo queda a nivel de los sentimientos.
Examinemos, entonces, la siguiente anécdota El gerente de una empresa resolvió contratar a una nueva secretaria. Después de exámenes y entrevistas, fueron seleccionadas tres muchachas. Para simplificar la elección, hicieron ante el gerente un último test, formulando para las tres la misma pregunta: ¿Cuánto son dos y dos? La primera respondió: cuatro. La segunda: pueden ser veintidós. La tercera: pueden ser cuatro o veintidós. El psicólogo redujo su veredicto a un análisis elemental. La primera dio la respuesta más obvia, actúa sin rodeos. La segunda es prudente, intuyó una ardid y revela una mentalidad viva. La tercera mostró flexibilidad, capacidad diplomática. ¿Cuál de las tres escoge? El gerente respondió: la rubia, con piernas largas y con ojos azules. Muchas personas, como sucede con el narcisista patológico, al igual que este gerente, resuelven con las glándulas. Deciden según su gusto. Por ese camino se llega a preferir a una persona distinta del cónyuge, a respetar a los padres sólo si les conviene, a guardar la basura únicamente por el disgusto de ser multado, a respetar las leyes sólo cuando les conviene socialmente.
O, peor aún, forzar a sus niños a mentir y a sujetarlos a manipulaciones destructivas para lograr objetivos sórdidos. Modo infame de abuso psicológico, que caracteriza como educan a sus hijos las víctimas del narcisismo patológico, a Síndrome de Dino.
Comte recoge parte de la doctrina de Hume y formula el positivismo, que sostiene que la única ética son las costumbres. No distingue entre el valor que tiene un comportamiento y su aceptación: si es aceptado, lo considera valioso. Tampoco logra salvar el cómo admitir la crítica por disidencia y la objeción de conciencia.Nietzsche considera la voluntad de vivir como el supremo valor. Deberes como solidaridad, igualdad, fraternidad y compasión, como una corrupción inventada por los judíos, pueblo astuto, pero humillado, y trasmitido al Cristianismo, de quien decía "la peor mentira de seducción que ha habido en la historia". Afirmó que los judíos, por ser débiles, inventaron la religión y el más allá. Que tener compasión, es perder fuerza. Declaró la muerte de Dios y la vida del superhombre. No consideró que sea imposible convivir sin una moralidad básica. Los deberes se imponen intelectualmente, y cada quien es libre de escoger la forma de vivirlos: Dedicación a clases, amistad, placer, dinero, cultura. Al robo, si es lo que resulta expediente.Hume, Kant, Comte, Nietzsche, se equivocaron en sus proposiciones porque no admitieron la trascendencia. Se trata de dos formas muy distintas de plantearse la existencia de las personas: Con una visión del hombre vista sólo por el hombre, con la total autonomía que da la libertad de opción; o con la perspectiva de ser humano como un ser noble.
La mala semilla…
El ser humano en su desarrollo moral responde a leyes trazadas por la misma Naturaleza que son supeditados a módulos natos e instintivos.
Sólo aquellos quienes se marcan una existencia amoral pueden evitar adoptar en sí los valores que desconocen como son: la honestidad, la integridad, el valor, el amor a los hijos y la decencia.
Para ellos la vida es una excursión recreativa por los derroteros del Principio del Placer. Sus propios hijos en sus destinos corrompidos lo confirman.
Se dice en algunos lugares que "de tal palo [sale] tal astilla".
Lección muy valiosa para quienes crían hijos que, como las malas semillas, son víboras venenosas, que aún a sus propias madres, emponzoñan.
Concluimos revisando algo que subyace todo en nuestras vidas…
Los mecanismos y la fenomenología de las reacciones del estrés o de la tensión sostenida ó crónica
Las respuestas de nuestro organismo al estrés son muy eficientes en ayudarnos a sobrevenir felizmente las crisis que nos afectan en la vida au naturel.
Cuando algo peligroso se percibe, el Hipocampo cerebral secreta la hormona Factor Secretante Córticotrópico (FSC), el que induce a su vez la secreción desde la glándula Pituitaria de la Hormona Adrenocorticotrópica (HACT); esta hormona inunda la sangre y le envía señales a las glándulas suprarrenales que produzca moléculas semejantes a los esteroides, llamados los glucocorticoides. Al cabo de unos pocos minutos, el cuerpo confronta el peligro percibido despachando sangre al sitio en el cual se precisa, cerrando funciones corpóreas que no sean esenciales, y alistando poderes extraordinarios de concentración y de vigor.
Esta reacción extrema no es mala, ya que sirve un buen propósito a un costo muy alto de energía. Lo que sí es problemático es cuando estas reacciones se vuelven crónicas y sostenidas hasta el punto de que personas víctimas de esa situación no pueden ni moverse a veces sin que la presión arterial se les baje cayendo en estados de choque a la menor irritación.
Ello es decir que algunas veces, estrés que es repetido le impide al cuerpo extinguir las respuestas automáticas a la "amenaza" percibida hallándose la persona en un estado continuo de "alerta roja". Eso pasa todo el tiempo en nuestra vida moderna. Una demanda legal injusta, una pérdida de algo importante para uno, una muerte inesperada, las noticias televisadas, todo ello puede contribuir a que el cuerpo esté respondiendo constantemente como si una manada de tigres lo estuviera persiguiendo a uno en búsqueda de comida.
Este estado, si persiste indefinidamente, puede causar enfermedades cardiovasculares, puede disminuir la eficacia del Sistema Inmune, puede producir úlceras pépticas. En los niños puede retardar el crecimiento e interferir con la productividad y con el avance escolar. En la mujer embarazada, puede afectarla a ella y al feto de modos negativos y adversos.
Robert M. Sapolsky observa que aún las depresiones mentales pueden estar imbricadas con esos estados de duración prolongada de la reacción al peligro. La habilidad disminuida del cuerpo a responder al estrés él dice que son usuales en los procesos que aparecen durante el avance de la senectud. (Véase: Why Zebras don"t Have Ulcers por R. Sapolsky).
Pero, ¿cómo puede uno adaptarse al estrés que es un fenómeno tan ubicuo y presente en la vida del hombre moderno? ¿Cómo evitar los trastornos que envuelven las funciones sexuales (impotencia, frigidez, o el hipersexualismo)? ¿Las del sueño (el insomnio, el hipersomnia, las pesadillas y los terrores nocturnos); las del comer (anorexia, hiperorexia, o el picar todo el tiempo… sin tener hambre alguna)? ¿Cómo evitar la tensión, la ansiedad o la apatía? ¿Cómo evitar la micción frecuente o la evacuación líquida? ¿Cómo evitar el abuso de drogas, azúcar, café, alcohol, nicotina y aun de los tranquilizantes? ¿Y qué se sabe acerca de aquellas personas que, en lugar de desmoronarse ante el estrés parecen medrar con su presencia?
Aparentemente el remedio del estrés es más complicado de lo que parece ser a primera vista (similar a la situación con la gordura).
Y, como sucede con la gordura, la prevención sería lo preferible; pero, ya que el hacer eso es más fácil decir que de hacer; nos queda que entonces es mejor alistar la ayuda de profesionales entrenados adecuadamente y conocedores de todos los factores imbricados para encontrar una solución específica y satisfactoria.
Lo que no resulta ser sencillo, porque los falsos profetas abundan.
Fin de la lección.
Bibliografía
Larocca, FEF: Los Cuatro Gigantes del Alma Revisitados en monografías.com
Para una amplia fuente de referencias adicionales: http://www.monografias.com/cgi-bin/search.cgi?substring=0&bool=and&query=estres+larocca&buscar=Buscar
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca