Resumen
Este es uno de los período más fecundo y fructíferos de la Historia de Cuba, es el momento en que entran a la vida nacional nuevos grupos sociales dispuestos a cambiar la situación de entreguismo y corrupción de la República Mediatizada, los que protagonizaron la Revolución del 30, esa nuevamente frustrada por el entreguismo de las clases burguesas, la injerencia yanqui y la división de las fuerzas populares.
Desarrollo
La crisis iniciada en 1920 genera un movimiento de inquietud social que dará surgimiento a nuevas fuerzas políticas en la sociedad cubana, esto unido a la crisis económica que afectó profundamente a la industria azucarera y a la burguesía cubana en particular, provocó en este sector un sentimiento de defensa en oposición a su desplazamiento por los inversionistas extranjeros.
Esto da lugar a la vertebración de un movimiento nacionalista burgués de derecha que capitaliza la candidatura de Gerardo Machado a la presidencia de la República, apoyado también por los intereses financieros de los Estados Unidos, con lo que el "nacionalismo burgués" se torna tibio y frustrante.
El fracaso de este reformismo burgués a través del gobierno de Gerardo Machado culminó en la dictadura, incapaz por un lado de representar el poder real de la burguesía cubana y por otro, de detener el movimiento revolucionario popular en auge.[1]
Gerardo Machado gana las elecciones e inicia su primer mandato en 1925, viene acompañado de un programa de gobierno que pretendía una regeneración política, prometiendo que no se iba a reelegir, que lucharía por la eliminación de la Enmienda Platt, procuraría un nuevo tratado comercial con los Estados Unidos, eliminaría la Lotería Pública, fuente de corrupción y enriquecimiento de los políticos; que no aumentaría la deuda pública; que haría una reforma en la educación, incluyendo la autonomía universitaria y un amplio programa de obras públicas que incluyó la carretera central y el Capitolio Nacional y un amplio plan urbanístico de La Habana. Todo esto hizo que diversos sectores sociales se esperanzaran con un cambio.
Junto a esto el presidente Machado no esconde la mano dura para lidiar con un movimiento social que cobra auge y se hace fuerte. En 1925 se funda el Partido Comunista de Cuba en el que militan figuras como Julio Antonio Mella y Carlos Baliño, el primero dirigente estudiantil de fuerte arraigo entre los trabajadores y el segundo veterano luchador obrero en la emigración de Cayo Hueso, donde se une al Partido Revolucionario Cubano de José Martí.
Mella había fundado la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y encabeza la lucha por las reformas de la Universidad, pero además desplegó un arduo trabajo para unir a todas las fuerzas de izquierdas, incluyendo a los trabajadores que también en 1925 crean la primera Confederación Nacional Obrera de Cuba, liderada por Alfredo López.
El gobierno de Gerardo Machado sirvió, como todos los anteriores a los intereses de la oligarquía yanqui, pero lo que va a distinguir a esta administración es que sistematizó el crimen político, mantuvo la represión brutal como un estado permanente y aplicó una política de centralización del poder y de reforzamiento de los medios represivos.
Acabó con las facultades de los municipios para recaudar ingresos, que pasaron al gobierno central; sustituyó la policía local por la Policía Nacional y los supervisores militares suplantaron a los alcaldes y otros funcionarios elegidos. Todo esto hizo el gobierno de Machado, en el que se agudizaron todos los males del sistema neocolonial de la República.
En 1927 Gerardo Machado plantea abiertamente su pretensión de lograr una prórroga de poderes por seis años más, esto fue muy mal visto por los sectores populares y por los estudiantes que se lanzaron a las calles y retomaron el protagonismo político que habían tenido desde los tiempos de Julio Antonio Mella. Pese a las protestas Machado sobornó a los legisladores e impuso la prórroga de poderes.
En enero de 1928 se celebra en La Habana la Sexta Conferencia Panamericana con la asistencia del presidente de los Estados Unidos Calvin Coolidge, quien llamó a Cuba, "independiente, libre, próspera y pacífica".[2] La posición del gobierno de Machado no pudo ser más entreguista y lacayuna en esta conferencia cuando en voz de su paladín Orestes Ferrara se declaró paladín, en cumplimiento de compromisos inconfesables, de la intervención norteamericana en los asuntos internos de Hispanoamérica. Trece delegaciones lideradas por Argentina se opusieron a tal servilismo.[3]
En 1929 se produce se produce una quiebra bancaria, los norteamericanos imponen la tarifa azucarera Hawley-Smooth, lo que junto con la crisis mundial en pleno desarrollo provoca una caída del poder adquisitivo de la población, disminución de los ingresos fiscales y un saqueo continuado del tesoro público, llevará al gobierno a una bancarrota. El Plan de Obras Públicas se ha tragado unos 200 millones de pesos y la convulsión social va en aumento, teniendo por respuesta una cruenta represión y una ruptura del orden democrático y jurídico. Este período de crisis e inestabilidad interna entroncará con la depresión general capitalista (1929-1932), la más profunda crisis que ha conocido el capitalismo en su historia.
Desde 1927 la Universidad de La Habana se convierte en escenario de lucha abierta contra la dictadura de Gerardo Machado, el detonante fue la maniobra por lograr la prórroga de poderes que encontró en el estudiantado una fuerte oposición manifestado en mítines y tánganas que más tarde se fue radicalizando con una lucha abierta y por todos los medios, incluyendo atentados, colocación de bombas, ajusticiamientos de figuras del régimen, etc. Al frente del estudiantado universitario estaba la FEU, creada por Mella y ahora liderando el enfrentamiento contra la dictadura.
Con la fuerte oposición de todos los sectores populares la farsa reeleccionista de Machado continuo en el Congreso de la República, donde todos los miembros del mismo se complotaron para pedirle al presidente, que a "título de excepción" accediera a la candidatura presidencial para un segundo mandato. Las elecciones se efectuaron en noviembre de 1928 y Gerardo Machado fue candidato único, en una farsa que le dio el poder por otros seis años (1929-1935). El segundo mandato lo inicia el régimen machadista arreciando la persecución de los comunistas, a muchos de los cuales mando a matar, incluyendo a Julio Antonio Mella, asesinado el 10 de enero de 1929 en la Ciudad de México.
En lo social, el inicio del segundo mandato coincide con la crisis económica mundial, que repercute en Cuba con una caída del precio del azúcar, el cierre de centrales azucareros y otras empresas, lo que acrecentó el desempleo dejando en la calle a cerca de medio millón de trabajadores en una población que tenían unos cuatro millones de habitantes.
El 30 de septiembre de 1930 marca un hito en esta lucha, ese día una manifestación estudiantil se dirigía al Palacio Presidencial para exigirle la renuncia a Machado. La policía los intercepta y reprime violentamente, en la lucha cuerpo a cuerpo cae mortalmente herido el estudiante de derecho Rafael Trejo. La revista de la FEU, "Alma Mater" arenga:
"¡Arriba muchachos, que la dignidad de Cuba es hoy menor de edad! Cae Trejo en las calles de La Habana (…) Cae no. Se levanta más alto que una estatua inmensa y desde lo alto del granito, forjado por su valor y la cobardía de sus asesinos, lanza un poderoso grito que despierta todas las conciencias dormidas: ¡Abajo la tiranía y la opresión! ¡Arriba muchachos!"[4]
A este momento histórico muchos historiadores cubanos le atribuyen el punto de comienzo de la lucha abierta contra el régimen de Machado y la FEU se ganó un lugar de vanguardia en esta lucha frontal, aunque en 1931 se produjo una escisión en el movimiento estudiantil al separarse de la FEU el grupo más radical para formar el "Ala Izquierda Estudiantil (AIE)"
El movimiento huelguístico alcanzó su clímax en marzo de 1930 con una huelga general que abarcó a doscientos mil trabajadores en La Habana y las principales ciudades del país. En 1931 se extendieron por todo el país los incendios intencionales de cañaverales, como expresión de la lucha la lucha de los campesinos y trabajadores agrícolas. Particularmente tensa se hizo la situación en la región oriental del país, en las que surgían "marchas de hambres" de aparceros y braceros, como expresión de rebeldía ante la situación económica, social y la dura represión del régimen.
En medio de esta situación, comienza a manifestarse la lucha armada como expresión de lucha contra la dictadura, en este aspecto serán los estudiantes universitarios, con la universidad clausurada y duramente reprimidos, quienes toman la vanguardia.
No solo fueron los sectores populares quienes manifestaron su oposición a la dictadura, sino también algunos sectores de la burguesía en el país, descontentos con el modo en que Machado había conculcado la democracia y el alejamiento del poder de determinados sectores de la intelectualidad, la política tradicional y sectores influyentes como los veteranos de la guerra de independencia. Muchos de ellos temían al auge de la presencia popular en la política y procuraron la injerencia de los Estados Unidos para mediar con el dictador para que compartiera el poder, en manos de poderosos grupos nacionales y extranjeros, que veían en él al defensor de sus intereses.
Uno de estos grupos se nucleó en una organización de corte fascista, el ABC, que desvirtúa el sentido de la lucha popular, apostando por el terrorismo como método de lucha y provocando la creación de la "Porra", grupo paramilitar apoyado por el gobierno, que impuso el asesinato y el terrorismo como política de estado.
La lucha contra el régimen dictatorial de Machado no se limitó a las demandas democratizadoras sino que se radicaliza en un movimiento revolucionario en el que aparecen las reivindicaciones históricas de las masas populares: solución del problema agrario, reconocimiento de derechos y representación en el gobierno para solucionar los grandes problemas de Cuba.
A fines de 1932 y comienzos de 1933 la situación política en Cuba era cada vez más convulsa. Los tiroteos y la explosión de bombas en las ciudades y la quema de cañaverales en el campo, era algo cotidiano, en tanto la respuesta gubernamental era más represión, tortura y muerte. En febrero de 1933 en medio de la zafra, vuelven las huelgas a paralizar los centrales azucareros y hasta se llega a la ocupación de los mismos por sus trabajadores.
En La Habana y en otras ciudades del país no cesan las manifestaciones contra el gobierno y reivindicativa de trabajadores, artesanos y pequeños propietarios, muchos de estos últimos negados a pagar los impuestos.
En marzo había grupos armados en los campos de las seis provincias y la lucha armada era ya una opción aceptada por todos los sectores de la sociedad. En San Luis, Oriente, Antonio Guiteras ataca el cuarte y ocupa el pueblo. En La Habana el Directorio Estudiantil y el ABC mantienen en jaque a las fuerzas de Machado, con atentados y bombazos, que son respondidos con una represión feroz y la supresión de todas las garantías.
En marzo de 1933 asume la presidencia de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt, quien trae un programa de "Nueva Política" para América latina y que incluye la sustitución del desprestigiado régimen de Gerardo Machado, por otro gobernante que cumpliera con las indicaciones de Washington. A cumplir esa misión es enviado a Cuba Benjamín Sumner Welles, que traían como prioridad el frenar el movimiento revolucionario en alza y negociar un cambio de gobierno conveniente a los Estados Unidos.
Welles comenzó a dialogar con las fuerzas conservadoras y de derecha que enfrentaban a la dictadura: partidos tradicionales y el ABC. El Directorio estudiantil y el Ala Izquierda Estudiantil, rechazaron la mediación del embajador yanqui. En tanto las organizaciones obreras y populares ni siquiera fueron invitadas por Mr. Welles.
La mediación injerencista de los yanquis buscaba la salida pacífica de Machado en un breve plazo, pero el dictador se negó a abandonar el poder antes de 1935.
El clímax revolucionario se alcanzó en agosto de 1933, el 3 se inicia una huelga de choferes de ómnibus secundada por otros sectores; el 7 de agosto una multitud fue ametralla frente al Palacio Presidencial, con un saldo de 150 muertos. El gobierno decretó el estado de guerra en La Habana.
Presionado por el empuje popular y las maniobras del embajador Welles, Machado abandona el país el 12 de agosto. Sobrevino una explosión de júbilo incontrolado del pueblo y durante varios días la ingobernabilidad era manifiesta: saqueos, linchamiento de "porristas" y de acólitos del régimen machadista, eran signo del vacío del poder.
Las fuerzas populares y revolucionarias no tenían un programa de lucha, era un cúmulo de fuerza con un fin inmediato: el fin de la dictadura, pero sin una idea clara de unidad, para el logro de objetivos más profundos.
En medio del caos el embajador de Estados Unidos, Sumner Welles, maniobró con las fuerzas conservadoras para restituir la "constitucionalidad" en el país y circunscribir el movimiento popular a la salida de Machado, pero la Revolución siguió su curso ascendente. Se hizo cargo de la presidencia Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, hijo del Padre de la Patria y miembro del gabinete del derrocado dictador.
La lucha popular continuó exigiendo la destitución de las autoridades de la dictadura y aunque Céspedes derogó la constitución machadista de 1928 y restituyó la de 1901, no pudo mantenerse por mucho tiempo.
La presión popular llegó hasta las filas del ejército, donde las clases y soldados de procedencia humilde, muchos de ellos campesinos, generaron en el cuartel general de Columbia, en La Habana un movimiento encabezado por un grupo de sargentos y clase, orientado a separar de los mandos a los viejos oficiales del ejército.
El 4 se septiembre de 1933 se produjo este movimiento militar al cual se fueron uniendo el Directorio estudiantil Universitarios, el ala radical del ABC y números intelectuales, los cuales formaron en Columbia la Agrupación Revolucionaria de Cuba que el 5 de septiembre nombró una Junta Colegiada para dirigir el país: Sergio Carbó, Guillermo Portela, Ramón Grau, Porfirio Franca y José Miguel Irisarri, conocido en la historia como Gobierno de la Pentarquía.
Céspedes no opuso resistencia, aunque los grupos oligárquicos del país pidieron la intervención norteamericana y negaron el apoyo a la Pentarquía que solo gobernó hasta el 10 de septiembre de 1933.
Ese día asume la presidencia Ramón Grau San Martín con un gabinete en el que estaban representadas todas las tendencias que se movían dentro del movimiento revolucionario: los radicales de izquierda, representados por Antonio Guiteras, como ministro de Gobernación y el recién nombrado coronel Fulgencio Batista como jefe del ejército y representante de las fuerzas más conservadoras. El gobierno de los Estados Unidos negó en todo momento el reconocimiento al Gobierno Revolucionario, con lo que este no logró estabilizarse por las fuertes presiones que recibía tanto de los grupos populares, como de la derecha. El Partido Comunista encabezado por Rubén Martínez Villena hizo un llamado a tomar el poder y para ello mantuvo un estado de agitación en todo el país, que fue fuertemente reprimido por el Ejército, encabezado por Batista a fin de mantener el orden del estado burgués y los intereses económicos de los inversionistas yanquis. Batista comenzó a perfilarse como el "hombre fuerte" de la oligarquía nacional y de los intereses de los Estados Unidos.
La derecha organizó varias intentonas contra el gobierno revolucionario, como fueron la sedición de los viejos oficiales destituidos por el golpe del 4 de septiembre, que se atrincheraron en el Hotel Nacional (2/octubre/1933) y el levantamiento de los grupos del ABC (8 y 9/noviembre /1933), derrotados por el ejército y otras fuerzas leales al gobierno. Tras estos hechos Batista reafirma su protagonismo dentro del panorama político cubano.
Las fuerzas de izquierda y populares presionaban al gobierno para que implementara reformas sociales, pero la debilidad del mismo le impidió llevar adelante un programa popular de largo alcance.
Una prueba de las contradicciones dentro del gobierno revolucionario de Ramón Grau lo constituyó la posición antimperialista asumida en la Conferencia Panamericana de Montevideo en la que el delegado cubano Ángel A. Giraudy, denunció la intervención de los Estado Unidos en los asuntos de Cuba y a la Enmienda Platt como instrumento del mismo.
Las posiciones progresistas dentro del gobierno revolucionario las representaba Antonio Guiteras, quien pese a la fuerte presión de la derecha logra que el gobierno apruebe algunas medidas que satisfacían algunas demandas populares, tales como la nacionalización del trabajo, creación de la Secretaría del Trabajo, autonomía universitaria, jornada de 8 horas de trabajo, jornal mínimo, rebaja de un 45 % de la tarifa eléctrica, repudio a la deuda con el "Chase National Bank", derecho de tanteo del estado cubano en todas las subastas de bienes muebles, disolución de los viejos partidos tradicionales, ley contra la usura y un proyecto de ley de reparto de tierras que inicialmente incluía las tierras del estado y las expropiadas a personeros machadistas.
Indignados y atemorizados los representantes de la oligarquía y la embajada yanqui conspiran junto a Batista, quienes temían las posiciones radicales de Antonio Guiteras. El 15 de enero de 1934 renuncia Ramón Grau San Martín presionado por la evidente actitud golpista de Batista. Carlos Hevia lo sustituye pero solo gobierna tres días, el 18 de enero, el candidato de Batista y la oligarquía, el coronel retirado Carlos Mendieta, asume la presidencia. El verdadero poder está en manos de Fulgencio Batista Zaldívar, el hombre fuerte de Washington, quien marcará la historia política de Cuba en los próximos 25 años.
El gobierno de Mendieta, que tiene a Batista como el verdadero gobernante desde la jefatura del ejército, enfrenta un poderoso movimiento obrero que orientado por los comunistas, intenta desestabilizar el gobierno y tomar el poder, es así que se organiza un gran movimiento de huelgas durante la zafra de 1934 que puso en peligro la realización de la misma y que recibió del ejército una fuerte represión en todo el país, principalmente en los centrales: Jaronú, Senado, Tacajó, Baguano y Media Luna. "Habrá zafra o habrá sangre", fueron las palabras amenazadoras de Batista.
En política internacional el régimen de Batista se anota un importante triunfo con la firma en mayo de1934 de un nuevo Tratado de Relaciones Cuba-Estados Unidos que anula la Enmienda Platt, aunque en realidad Cuba no fue más libre por eso.
A principios de marzo de 1935 continúa la movilización obrera en busca de mejorar gremiales, en muchos casos capitalizadas por grupos políticos para presionar al gobierno. En marzo de ese año entran en huelga los maestros en busca de mejoras para su trabajo, pronto fueron secundados por otros sectores y apoyados por los opositores al gobierno de Mendieta-Batista, llamando a los empleados públicos a unirse a la huelga, que se hizo fuerte en La Habana y otros ciudades del interior. La radicalización que iba tomando la huelga capitalizada por las fuerzas de izquierda, quebró el frente anti gubernamental al traicionar al movimiento huelguístico las fuerzas de derecha, por lo que divididos y acéfalos, fueron reprimidos cruelmente por la policía y el ejército.
Tras el fracaso de la huelga de marzo de 1935 se atomizaron los grupos revolucionarios y pistoleros en facciones que se combatieron unas a otra, mientras enfrentaban al gobierno, lo que provocó un desprestigio y debilitamiento dentro de las fuerzas que habían luchado contra Machado. Los grupos más revolucionarios y consecuente fueron perdiendo fuerza lentamente desgastado por la represión y las traiciones. Una de las más activas fue "Joven Cuba" fundada por Antonio Guiteras, partidario de la lucha armada para derrocar a las fuerzas oligárquicas representadas por Batista.
Al morir Antonio Guiteras (8 de mayo de 1935) desapareció lentamente el sentido revolucionario de este movimiento insurreccional, disuelto en una violencia gansteril y terrorista que dio pie a una mayor represión del régimen de Batista, el verdadero ostentador del poder, con anuencia de los inversores norteamericanos y el gobierno de Estados Unidos.
Reprimida la huelga y en pleno dominio del poder el gobierno de Batista-Mendieta promulgan una nueva Ley Constitucional, 11 de junio de 1935, que devuelve a la República al régimen constitucional de 1901, con lo que quedaba consolidado el conservadurismo del gobierno y las fuerzas oligárquicas que le secundaban. Por estos mismos acuerdos políticos se decidió celebrar elecciones en noviembre de 1935.
Se presentaron a estas elecciones, Miguel Mariano Gómez y Mario García Menocal, pero no pudieron celebrase en esa fecha por las pugnas partidistas y las presiones del gobierno a favor de Miguel Mariano Gómez. Hubo necesidad de nuevas negociaciones y los menocalistas exigieron la renuncia del presidente provisional, Mendieta, para evitar favoritismo.
Mendieta renunció en diciembre de 1935, su lugar fue ocupado por José A. Barnet quien tenía la misión de organizar las elecciones, celebradas en enero de 1936 en la que triunfó la candidatura de Miguel Mariano Gómez y Federico Laredo Bru, quienes tomaron posesión el 20 de mayo de 1936.
Miguel Mariano Gómez intentó hacer una política interna independiente e ignorar al "hombre fuerte", el que lo había llevado al poder. La pugna entre ambos se desata al desaprobar el presidente un impuesto propuesto por Batista[5]El veto presidencial lo condena y la respuestas de Batista fue constituir una Junta Militar que amenazó con disolver el Congreso, si no aprobaba el impuesto. Ante la amenaza de golpe militar el Congreso acusa al presidente de coacción y lo destituye el 24 de diciembre de 1936, sustituyéndolo por el vicepresidente Federico Laredo Bru.
El poder de Batista se apoya en su liderado en el ejército y en un programa que se basaba en una serie de reformas que no resolvían los grandes problemas de Cuba pero le ganaban adeptos: una campaña de educación rural, reparto de tierras y un "equilibrio" entre el capital y el trabajo, que lo tenía a él como moderador de los conflictos entre obreros y patronos. Paralelo a esto el humilde "sargento taquígrafo", comenzó a acumular una fortuna personal en razón a sus influencias y el contubernio con los dueños del país.
Consolidado en el poder real Fulgencio Batista y las fuerzas que le apoyan deciden convocar a una constituyente para lo cual publican en diciembre de 1936 en la Gaceta Oficial un proyecto de constitución que serviría de base para una Asamblea Constituyente.
En 1937 las fuerzas de la oligarquía nacional consolidan su poder agrupándose alrededor de la Unión Social-Económica de Cuba, liderada por el hacendado José Manuel Casanova a fin de mantener las riendas del poder en contubernio con el gobierno y las fuerzas represivas a fin de impedir el renacer de las fuerzas populares y sus aspiraciones. Censura de prensa, tribunales de urgencia, atentados, asesinatos y encarcelamiento de opositores eran los métodos para reprimir una rebeldía que atomizada se desgastaba frente a un poder cada vez mejor organizado y fuerte.
Las tensiones internacionales que amenazan con una nueva guerra mundial y la "Nueva Política" de Roosevelt para América Latina, junto al auge innegable de las fuerzas de izquierda en todo el mundo es un panorama que no deja de influir en la política interna de Cuba.
En 1937 las organizaciones revolucionarias promueven grandes campañas populares para hacer frente al bloque reaccionario, una de estas campañas fue pro amnistía de los presos políticos, que caló en amplias capas de la población y logró la promulgación de una Ley de Amnistía. La lucha contra el fascismo también logró muchas simpatías en los sectores revolucionarios y populares cubanos, principalmente el apoyo a la República Española que se enfrentaba a la reacción de ese país liderada por el General Francisco Franco y apoyada por los estados fascistas de Alemania e Italia.
Este renacer de las luchas populares contra la reacción derechista determinó que determinadas fuerzas moderadas e insurreccionalistas se incorporaran a ella.
A fines de 1937 se discute una legislación electoral para efectuar elecciones en 1938. Las fuerzas más progresistas del país fundaron el Partido Unión Revolucionaria en el que estaban representadas las fuerzas de izquierda y populares, unidas en torno a las consignas antifascistas.
Se crearon también el Bloque Revolucionario Popular, formado por el Partido Revolucionario Cubano (Auténticos) de Ramón Grau, el Partido Agrario Nacional y el Partido Unión Revolucionaria.
Grupos de derecha opositores a Batista formaron la Conferencia de Sectores (Frente Democrático de la Oposición) en el que junta, el Partido Acción Republicana, del depuesto presidente Miguel Mariano Gómez; al Partido Demócrata Republicano, de Mario García Menocal y el ABC.
La demanda principal de estos bloques era, las elecciones simultáneas para el gobierno y la constituyente.
Dentro del gobierno de Laredo Bru y con la anuencia de Batista se flexibilizó la línea dura de gobierno, por otra de corte más liberal, acorde a los nuevos tiempos, dada la situación internacional y el apoyo de Roosevelt a las fuerzas antifascistas.
Junto a esto se produce un auge del movimiento progresista y popular en la isla que determina que el propio Batista reconozca la necesidad de celebrar una Constituyente y entre en negociaciones con el líder de los abstencionistas, Ramón Grau para organizar la convocatoria a la misma.
Se acordó entre ambos políticos suspender las elecciones generales de 1940, que antes se convocaría a una Constituyente y que en su momento se haría los ajustes de manera transitoria entre la Ley Constitucional de 1935 y la nueva constitución. En abril de 1939 se aprobó un nuevo código electoral, que introduce reformas a fin de que las elecciones reflejaran los sentimientos populares. En noviembre 1939 se convocó a elecciones para la Constituyente.
Las fuerzas políticas para las elecciones de los constituyentes se agruparon en dos bloques: La Coalición Socialista Popular, que incluía a los partidos tradicionales y el Partido Unión Revolucionaria Comunista; y el Bloque de Oposición que agrupaba a el Partido Revolucionario Cubano (auténtico), el ABC y el Partido Democrático Revolucionario, de Menocal.
La Coalición ganó 36 delegados, 6 de ellos de la Unión Revolucionaria Comunista; el Bloque alcanzó 45 delegados, 4 de ellos del ABC. La Constituyente se reunió el 9 de febrero de 1940 en dos etapas, la primera bajo la presidencia de Ramón Grau San Martín y la segunda presidida por Carlos Márquez Sterling.
Autor:
Ramón Guerra Díaz
[1] Ver Historia de Cuba. Jorge Ibarra. Pág. 575. La Habana, 1981
[2] La generación inmolada. Selección de Lectura sobre la República. Enrique Moreno Pérez. Pág. 61. La habana, 1975
[3] Ídem
[4] Revista Alma Mater. Nov./1930
[5] Batista propuso un impuesto de 10 centavo por saco de azúcar para llevar adelante su proyecto de escuelas rurales