RESUMEN
En medio del pensamiento crítico en Venezuela, la producción de Víctor Bravo ofrece particularidades que ameritan una lectura que dé cuenta de la significación de su obra en el panorama actual de nuestra literatura. Como respuesta parcial a esta inquietud, abordaremos en el presente trabajo sus libros Ensayos desde la pasión y Terrores de Fin de Milenio: del orden de la utopía a las representaciones del Caos, con el propósito de poner de relieve los aportes críticos del autor y cuánto es posible advertir en éstos una renovación del discurso crítico en el ámbito finisecular de nuestra literatura.
Palabras clave: crítica literaria en Venezuela, Víctor Bravo. Ensayos desde la pasión y Terrores de Fin de Milenio: del orden de la utopía a las representaciones del Caos.
ABSTRACT
Victor Bravo’s production offers the reader the particularities of his literary work within our current literature. This article presents an account of his books, "Ensayos desde la pasión y Terrores de Fin de Milenio: del orden de la utopía a las representaciones del Caos," with the purpose of highlighting his critical views as a contribution to our literature.
Key words: literary critic in Venezuela, Victor Bravo, Ensayos desde la pasión y Terrores de Fin de Milenio: del orden de la utopía a las representaciones del Caos.
RÉSUMÉ
Au milieu de la pensée critique au Venezuela, la production intellectuelle de Víctor Bravo offre des particularités qui méritent une lecture rendant compte de la signification de son œuvre dans le cadre actuel de notre littérature. Comme réponse partielle à cette question, nous aborderons dans cet écrit ses livres Ensayos desde la pasión et Terrores de fin de milenio: del orden de la utopía a las representaciones del caos, afin de mettre en relief les apports critiques de l’auteur, et aussi combien il est possible de remarquer dans ceux-ci un renouvellement du discours critique dans le cadre de la fin du siècle de notre littérature.
Mots clef: critique littéraire vénézuélienne, Víctor Bravo, Ensayos desde la pasión, Terrores de fin de milenio.
Venezuela tuvo su estelaridad del pensamiento crítico en el siglo XIX. Simón Rodríguez, Andrés Bello, Fermín Toro, Juan Vicente González, Cecilio Acosta echaron los cimientos de un primer cuerpo de ideas alrededor de las cuales se irían articulando los imperativos de la naciente república en demandas que iban desde las leyes que regirían los cambios operados en la excolonia, como los distintos modos de interpretar el espíritu de una época que pasaba de lo trágico al drama de conformar y estandarizar el futuro comportamiento de la sociedad en cierne. Lejos de beatitudes o necias deificaciones, Simón Bolívar, el hombre, el escritor de una gesta, pertenece incuestionablemente a esa médula donde se centra el origen de una manera de pensarnos, de historiarnos, de ir estructurando una tradición que al paso de una generación a otra se iría nutriendo con los aportes recientes del conocimiento científico y humanístico, tocando puerto paulatinamente en los oficios de la lengua. De esta manera nos aproximamos a una producción reflexiva que da cuenta de las obras literarias dentro del contexto nacional. Observamos cómo al lado del ensayo histórico, político, positivista, etc., convive ahora el ensayo crítico que circunscribe su campo de estudio al hecho literario. Alternando con uno y otro modo de ensayar conseguimos a Gonzalo Picón Febres, Pedro César Dominici, Pedro Emilio Coll, Julio Calcaño, Julio Planchart, Luis Correa, Jesús Semprum, Fernando Paz Castillo, entre otros, quienes acuden a la crítica impresionista como a eventuales ejercicios exegéticos. Entre esos esfuerzos bien vale destacar la visión panorámica de nuestra literatura en la que se empeñaron Mariano Picón Salas y Arturo Uslar Pietri, secundados en este propósito por la obra de Juan Liscano. Sin embargo, será promediando el siglo XX cuando se adviertan los primeros escarceos metodológicos en el abordaje de las obras literarias.
El ensayo con más propiedad ha tenido la virtud de ofrecernos ese "análisis del estupor" en la feliz definición que da de éste el también ensayista y crítico Oscar Rodríguez Ortiz. Lo otro ha sido el estudio académico que ha puesto su mayor interés en el aspecto didáctico, en la necesaria difusión del acervo literario en nuestras instituciones educativas, lo que no niega que haya en estas entregas académicas sesudos y plausibles aportes. Sin discusión alguna, es después de la segunda mitad del siglo XX cuando se intensifica en nuestros escritores estas dos tendencias en las que se inscribe lo que hemos denominado el discurso crítico. No creemos que estos términos se presten a confusión; en todo caso empezaremos por señalar que entendemos como discurso toda comunicación escrita en la que el hablante se vale de los códigos de la lengua para expresar ideas, un sistema de pensamiento, etc. Lógico que no todo discurso es escrito, pero para nuestro propósito convenimos aquí en que no debe haber duda en la relevancia que tiene la escritura. El discurso crítico nos remite, entonces, a la crítica, tan llena de vituperios como de elogios. Disciplina vinculada a la historia y a la teoría literarias, su función es ponderar, juzgar, establecer el justo juicio que pueda derivarse del análisis de una obra literaria valiéndose, como señala Barthes, de "un lenguaje segundo, o metalenguaje (como dirían los lógicos), que se ejerce sobre un lenguaje primero (o lenguaje-objeto)". (1) Vale puntualizar, asimismo, que suscribimos la tarea que le asigna Barthes a la crítica, al señalar que ésta no tiene por objeto "descubrir ‘verdades’, sino sólo ‘valideces’". (2) En este orden de ideas, tenemos que el discurso crítico hace alusión a todos aquellos textos escritos que en el amplio espectro del acontecer literario (ensayo, estudio académico, tratado, monografía, artículo de prensa, etc.) construyen un espacio propio, autónomo, validos de recursos como la analogía, la comparación y, en el más amplio sentido, de toda la tradición cultural (humanística, científica) a que puede acudir el crítico para establecer un juicio estético.
Un panorama del discurso crítico en Venezuela por la vía del ensayo nos lo ofrece el crítico Oscar Rodríguez Ortiz, de quien nos permitiremos glosar algunas ideas. Entrado el siglo XX distingue Rodríguez Ortiz dos contemporaneidades del ensayo literario: La primera contemporaneidad —a partir de 1900— se caracterizará por dar cumplimiento a una misión del ensayo: ser preformativo. Las ideas apremiantes se expresan en un optimismo y un afirmativismo, en un fundante nacionalismo que hace voto de pedagogía y es "creador de instituciones", "proteico", "polígrafo". Apunta Rodríguez Ortiz que ensayistas como Mario Briceño Iragorry, Enrique Bernardo Núñez y Mariano Picón Salas —Arturo Uslar Pietri se ubicaría también en este contexto— conciben sus proyectos en una línea de acción que "va de la responsabilidad ante el destino nacional, a la búsqueda de cierta eficacia estética". (3)
Los propósitos de la segunda contemporaneidad se enmarcan más en una "voluntad de expresión", "la voluntad de implantar una escritura", en los que "habría que tener en cuenta que el tema predominante es un problema de estética: el escritor mismo o la escritura". (4) Destacan en esta vertiente autores como Guillermo Meneses, Luis Beltrán Guerrero, Juan Liscano, Ernesto Mayz Vallenilla, Ludovico Silva, Juan Nuño, José Manuel Briceño Guerrero, Guillermo Sucre, José Balza, Francisco Rivera, María Fernanda Palacios, Orlando Araujo, Manuel Caballero, Gustavo Luis Carrera (acotación nuestra), así como Eleazar León, Hanni Ossot y Armando Rojas Guardia entre los nombres más recientes. La lista de Rodríguez Ortiz —que incluye acertadamente el aporte de ensayistas como Edoardo Crema, David García Bacca, Pedro Grases— se podría ampliar a escritores cuya obra tuvo franco despegue en las postrimerías de la década de los ochenta y durante el curso de los noventa. Entre ellos son relevantes hoy en día Víctor Bravo, Beatríz González Stephan, Carlos Pacheco, Salvador Tenreiro, Alberto Rodríguez Carucci, Douglas Bohórquez, Gregory Zambrano, Luis Barrera Linares, Juan Carlos Santaella, Javier Lasarte, Rafael Castillo Zapata, Márgara Russotto, Antonio López Ortega, Miguel Ángel Campos, Josu Landa, Alejandro Oliveros, Milagros Mata Gil, Agustín Martínez, Luis Alberto Crespo. Con seguridad son muchos más, pero escapa a nuestro objetivo ofrecer una nómina que recoja la vastedad del discurso crítico en la Venezuela finisecular. Asomamos algunos nombres por lo que tienen de cimentadas sus obras como consecuencia del diálogo que han propiciado en nuestro espacio literario.
En vista de que el autor que motiva el presente trabajo es Víctor Bravo, es justo dar una breve relación de su producción literaria. Lo relevante de su obra se centra en las siguientes publicaciones: Cuatro momentos de la literatura fantástica en Venezuela (1986), Los poderes de la ficción (1987 y 1993), La irrupción y el límite (1988), Magias y maravillas en el continente literario (1988 y 1993), El secreto en geranio convertido (1992), Ironía de la literatura (1993), Letras en el sueño (1994), José Antonio Ramos Sucre, poeta del mal y el dolor (1995 y 1996), Figuraciones del poder y la ironía (1997), Rostros de la utopía (1998) y Terrores de fin de milenio: del orden de la utopía a las representaciones del caos (1999).
Creemos, sin lugar a dudas, que estamos ante una obra consolidada no sólo por la extensión de la misma, sino por lo que tiene de coherente y por el permanente diálogo que mantiene en distintos niveles de recepción en las aulas y foros tanto en el país como fuera de él. Contados autores nuestros han sido pertinaces para fundar una discursividad crítica como la que advertimos en la obra de Víctor Bravo, en la que buena parte de ella se distingue por la presencia de libros orgánicos. En un recorrido a lo largo de su producción apreciamos cómo el discurso se entreteje para ofrecer una mirada crítica personal sostenida por una argumentación que tiene de soporte la variada y compleja herencia literaria del hombre de Occidente. Es posible advertir en ella fundamentales aportes que van desde el pensamiento griego hasta los más recientes hallazgos teóricos de nuestro tiempo. Si algo se puede reconocer de inmediato en la obra de Víctor Bravo es su constante, obsesiva actualización; su afecto y su énfasis por leer a sus contemporáneos y dialogar con ellos en un espacio crítico que no tiene fronteras ni mezquindades, singularidad que reparte igual trato a escritores nacionales como del exterior.
Bien sabe Bravo, como propone Hans Robert Jauss, que "la obra no es nada sin su efecto, su efecto supone la recepción" (5) y que cada lectura y cada diálogo adquieren su espesor y su fluidez en ese juego de intercambios que se impone entre el autor y el receptor con todas las mediaciones posibles; bien conoce Bravo que "la auténtica experiencia estética parece remitir necesariamente al distanciamiento o a la reflexión crítica" (6) como precisa Peter Bürger. A partir de estos señalamientos pretendemos adentrarnos en algunos aspectos que caracterizan su discurso crítico.
En primer lugar nos proponemos evidenciar que las investigaciones que realiza Víctor Bravo se inscriben dentro de los parámetros de una tradición hermenéutica que comparte, además, la experiencia de la recepción y la deconstrucción. En estos tres ámbitos el discurso crítico opera con libertad de acceso a todo conocimiento, sin necesidad de acudir a los rigores de un método específico. Los fulgores de la crítica cotemporánea, revisados por Manuel Asensi en un interesante estudio, son sistematizados en seis grandes instancias que condensan su historia:
1) Contenidista (tematismo, relación con el psicoanálisis: J. Pierre Richard, G. Bachelard, Ch. Mauron),
2) Sintomática (basada en la hermenéutica de Schleiermacher, estilística: Amado Alonso),
3) Formalista (la obra literaria como símbolo),
4) Estructuralista (análisis inmanentista en función de una gramática universal),
5) Sintomática-semiótica (tendencias greimasiana, peirciana, pragmática literaria, lingüística literaria, intertextualidad,etc.),
6) Hermenéutica ("nuclearizada en torno a la idea de la interpretación como hecho fundamental del ser, privilegia o bien la idea de que todo decir, incluido el literario, es un decir sobre el mundo y sobre el ser —caso de Paul Ricoeur— o bien la idea de la recepción como paso básico e insoslayable de la crítica —caso de Jauss, por ejemplo—, o bien la idea de la interpretación como destrucción de la tradición —caso de Spanos") (7).
La síntesis de Asensi, sin pretensiones de abarcarlo todo, focaliza los caminos más importantes de la crítica en el siglo XX. Nuestros ensayistas, nuestros investigadores y críticos alguna vez han adscrito sus reflexiones a tales construcciones teóricas para el abordaje y estudio de la obra literaria. En cierta medida observamos que muchos de esos estudios constituyen una eventualidad, un ensayar la teoría de tal o cual corriente o sistema de pensamiento.
La consecuencia con una teoría, la continuidad de reflexión crítica dentro de un contexto universal de las discursividades operantes en lo que contemporáneamente es la producción de conocimiento, no ha sido la distinción de los productores del discurso crítico en Venezuela. No nos proponemos menoscabar el valioso ejercicio de nuestros críticos; tan sólo buscamos señalar las inconsecuencias y la dispersión visible a la hora de contabilizar resultados. Como contraparte de esta situación se ubica la obra de Víctor Bravo en un intento de plenitud de esa segunda contemporaneidad de que nos habla Oscar Rodríguez Ortiz vista desde el ensayo, y que nosotros extendemos al discurso crítico, en la que indudablemente la relevancia de otros nombres gravita en el espíritu de lo que hemos venido señalando.
Dentro de los estrechos límites del presente trabajo no es posible ponderar el extenso diálogo que tiene el autor con la diversidad teórica del pasado y del presente tanto en el campo humanístico como científico, así como la resonancia del mismo en muchas otras obras venezolanas. Lo cierto es que en el desarrollo de sus obras Víctor Bravo ha puesto en práctica los principios fundamentales de la Hermenéutica, específicamente la que localiza Asensi en Ricoeur, Jauss, Spanos, a la cual debemos añadir la Hermenéutica filosófica de Hans- Georg Gadamer, a sabiendas de que Bravo ha expresado en más de una ocasión cuánto la dimensión del diálogo gadameriano repercute en su obra, así como no ha ocultado jamás su veneración por Foucault y muchos otros autores que han dejado marcas esenciales en su experiencia literaria.
La inserción renovadora de su obra en el discurso crítico venezolano tiene vaso comunicante, no el único por supuesto, con la reflexión crítica que postula Gadamer en Verdad y método a propósito de la Hermenéutica filosófica: Pero la hermenéutica filosófica amplía más su pretensión. Reivindica una universalidad. La fundamenta diciendo que la comprensión y el acuerdo no significan primaria y originalmente un comportamiento con los textos formados metodológicamente, sino que son la forma efectiva de realización de la vida social, que en una última formalización es una comunidad de diálogo. Nada queda excluido de esta comunidad de diálogo, ninguna experiencia del mundo. Ni la especialización de las ciencias modernas con su creciente esoterismo ni las instituciones de poder y administración políticos que conforman la sociedad se encuentran fuera de este medio universal de la razón (y la sinrazón). (8)
En una primera apreciación de la obra de Víctor Bravo destaca un acucioso encuentro con la literatura del mundo, no por vana erudición, sino como explícito juego del conocimiento —juego que es también una preocupación de Gadamer— donde inserta a discreción la producción literaria latinoamericana, cuyas obras constituyen modelos para el diálogo franco, en igualdad de condiciones, con otras literaturas. Los poderes de la ficción es el más concreto ejemplo de lo que antecede. Lo fantástico, el absurdo, la alteridad, la alegoría, la parodia, la transgresión, por citar algunos tópicos recurrentes en la narrativa contemporánea que aborda, le sirven de excusa para el recorrido de una reflexión crítica por la que se pasean autores europeos y latinoamericanos, entre los que destacan Julio Garmendia y Salvador Garmendia. Ironía de la literatura es otro libro orgánico de factura teórica donde son tratados aspectos cruciales de la modernidad literaria, no sólo desde la ironía misma, sino a través de sesgos filosóficos que articulan conceptos como lo real, la temporalidad, el sujeto, el sentido, en fin, los complejos e inagotables temas que desestabilizan cada vez más la conciencia del hombre moderno, atrapado, parodiando a Víctor Bravo, en la incertidumbre y el sinsentido. Otro tanto podría decirse de su libro Los rostros de la utopía, en el que después de ofrecernos su mirada sobre las utopías universales, establece luego la correlación de esta plasmación utópica con la literatura latinoamericana, por ejemplo.
Los poderes de la ficción, Ironía de la literatura, Rostros de la utopía, Magias y maravillas en el continente literario son libros ceñidos más al estudio sistemático, obras del laboratorio académico en los que no deja de manifestarse un personal tratamiento del lenguaje en el juego de las ideas. En cambio en Ensayos desde la pasión y Terrores de fin de milenio advertimos un mayor ejercicio de la libertad desde la perspectiva del ensayo. En Terrores de fin de milenio se hace presente de nuevo la recurrencia de temas que constituyen esa pasión por el conocimiento que distingue a Víctor Bravo. Es admirable cómo el autor vuelve sobre aspectos tratados en obras anteriores, esta vez con nuevas aristas, desde otro ángulo para nuevos desarrollos, vale decir, para un nuevo diálogo que proviene de la relectura y de la actualización bibliográfica, agenciado todo ello por un lenguaje que a la par que nombra, coteja, contrasta, califica y juzga ponderadamente, busca él mismo mostrarse desde el esplendor de su ensayo.
Aspectos de la Física y la Matemática, la Semiótica, la Epistemología, la Hermenéutica, la Filosofía, se entrelazan en este libro con el tema del erotismo, el amor, el héroe, el vampirismo, el mal, el lugar común, la ética del escritor, la mirada del Nuevo Mundo, el bestiario del pintor Henry Bermudez, etc., para convocarnos a un diálogo rico en matices, en propuestas, en una aventura de la palabra que con una tonalidad muy particular nos habla del pensamiento estético del investigador, del escritor y del ensayista Víctor Bravo que al paso de tantas ideas deja también su inquietante padecer: No sé si desaparecerá el libro, o el hombre mismo, e incluso, la minúscula tierra en el inmenso cosmos; no sé si después de tantas palabras, como expresara Vallejo, no sobreviva la palabra, pero yo no quisiera otra mutilación que la inescapable del tiempo en cada instante sobre la vida; no quisiera que yo, el hombre, de tantos lugares expulsado, fuese también expulsado del libro y de la palabra. (9)
Si bien en la obra de Víctor Bravo es relevante su oficio de investigador, su incesante, afanosa búsqueda de conocimiento dentro del mundo de la academia, lo que parece pesar más de su notable producción literaria, no es menos cierto que en buena parte de sus obras el ejercicio lingüístico, su pasión de oficiante de una escritura que se vierte también como literatura, exhibe asimismo sus virtudes gracias a un buscado equilibrio entre el saber y su forma de representación, entre los frutos del pensamiento y una voluntad de estilo que quiere expresarlos desde alguien que ha sido tocado en su palabra por el fuego prometeico.
Mérida, 2002
Notas
1. Roland Barthes (1977). "Qué es la crítica". En Ensayos críticos. Barcelona: Seix Barral.
2. Idem.
3. Oscar Rodríguez Ortiz (1989). "Diseños de una figuración". En Ensayistas venezolanos del siglo XX. Caracas: Ediciones de la Contraloría de la República, pp. 15-22
4. Ibídem, p. 27
5. Hans Robert Gauss (1987). "El lector como instancia de una nueva historia de la literatura". En Estética de la recepción. Madrid: Arco/Libros, p. 73.
6. Peter Bürger. "Problemas de investigación de la recepción". En Estética de la recepción. Madrid: Arco/Libros, p. 192.
7. Manuel Asensi (1990). "Crítica límite/El límite de la crítica". (Estudio introductorio). Teoría literaria y deconstrucción. Madrid: Arco/Libros, pp. 55-56.
8. Luis E. de Santiago Guervós (1977). Gadamer. (La filosofía de Gadamer. Selección de textos). Madrid: Ediciones del Orto, p.61
9. Víctor Bravo (1999). Terrores de fin de milenio. Mérida (Venezuela): Ediciones El libro de arena (ULA), p. 13.
Ramón Ordaz
En Revista Virtual Contexto, Vol. 7, N° 9, año 2003