- Introducción
- Organización social
- Calendario Azteca
- La formación del matrimonio
- El juego de pelota Tlachtli
- Filosofía
- Religión
- Los sacrificios
- Algunas características de la cultura azteca
- En busca de nuevas rutas
- La llegada y sus primeras impresiones
- Choque de culturas
- Cómo reaccionaron los nativos?
- La conquista espiritual
- ¿Qué pasó con la población?
- Relaciones con los indios
- Final de Hernán Cortés
- Breve reseña del Nuevo Mundo y Hernán Cortés
- Se ensancha el mundo conocido
- La conquista de México
- Actualidad de los aztecas
- Bibliografía
En la zona geográfica que corresponde a la mitad sur del México actual, se desarrolló una gran actividad cultural desde unos 2000 años a. C. En esta región habitaron diversos pueblos, algunos de los cuales nos han dejado muestra de su floreciente cultura, como es el caso de los restos arqueológicos de la ciudad de Teotihuacán, ya deshabitada cuando llegaron los españoles. En la meseta central mexicana desde finales del siglo VII hasta mediados del siglo XII, se desarrolló la cultura tolteca que llegó a fusionarse con la maya en su expansión hasta el Yucatán.
En este marco geográfico, más concretamente en las orillas e islas del lago Texcoco, se desarrolló la civilización azteca, una de las civilizaciones mejor conocida de la América precolombina y la unidad política más importante de toda Mesoamérica cuando llegaron los españoles. Los aztecas son herederos de la tradición cultural de los toltecas, que sirven de nexo entre la cultura azteca y la maya.
Los aztecas, que se hacían llamar a sí mismos «mexicas», llegaron del norte y se asentaron en la cuenca del Texcoco a mediados del siglo XII, fundando su capital, Tenochtitlán, en 1325
. La palabra «azteca» tiene su origen en una legendaria tierra del norte llamada «Aztlán». Según cuenta la leyenda, los aztecas abandonaron esta mítica Aztlán, por orden de los dioses y debían instalarse allí donde encontrasen un águila devorando a una serpiente.
El azteca fue un pueblo que, mediante alianzas militares con otros grupos y poblaciones conoció una rápida expansión y dominó el área central y sur del actual México entre los siglos XIV y XVI, si bien es cierto que en un primer momento tras su llegada, tuvo que enfrentarse a otros pueblos ya asentados en la zona. Tras la muerte de Moctezuma II en el 1520, se puso de manifiesto la debilidad de este gran imperio, derivada de aquella rápida expansión: no podían controlar aquel vasto territorio; las divisiones internas entre provincias y las tensiones y ambiciones independentistas de algunos pueblos, facilitó a los españoles, dirigidos por Hernán Cortés, la conquista de este gran imperio, que culminó en 1521.
A continuación, le mostraremos una serie de costumbres y sucesos que acontecieron en la vida los aztecas que hicieron que sus vida y existencia cambiara para siempre.
Contrariamente a lo que se ha creído, el pueblo azteca no era un imperio en toda la extensión de la palabra. Cierto, nadie podía desobedecer una orden del Gran Orador o Huey Tlatoani, nombre correcto del emperador Azteca.
El hijo del Gran Orador no siempre fue el heredero. Era un Consejo de Sabios – muy similar al Senado Romano – el que decidía de manera democrática quien sería el próximo gobernante principal del Gran Templo.
Una vez electo el Gran Orado, era obedecido en todo, debido a que era el representante en la Tierra del dios Huitzilipochtli. El Gran Orador era, además del jefe del gobierno, el sacerdote principal del Gran Templo.
El corazón del imperio Mexica fue el calpulli. Allí antes de que existiera el imperio, ya existía el calpulli. Este se formaba generalmente por parientes o personas con la misma profesión, de esta forma, existían calpullis de sacerdotes, guerreros águilas, guerreros ocelotes, carpinteros, alfareros, etc. Cada calpullis era una forma de gobierno autónoma, con su propio Orador o gobernante, el cual era elegido por los más ancianos moradores del calpulli. Cada calpulli tenía su propia escuela, su propia templo, a veces era importante, tenía su propia guarnición.
En la sociedad azteca no había clases cerradas. Cualquiera podía llegar a ser miembros del Consejo de Sabios. Sin embargo, solo los nobles podían ser Grandes Oradores.
Una costumbre azteca consistía en que el Gran Orador, una vez elegido, dejaba de ser un humano, para convertirse en un dios. De hecho, cada Gran Oradora azteca era adorado en el Templo Mayor.
El protocolo azteca exigía que nadie podía ver directamente al emperador, ni hablarle o escucharle. Por eso, existía el portavoz, era el que transmitía lo dicho por su señor a los lacayos y los que le respondían al emperador. Pero, en casos graves, el rey hablaba de manera directa con su consejo.
El pueblo azteca daba mucha importancia al tiempo, que era registrado en dos calendarios: el de 365 días, xihuitl, que era solar y/o el agrícola compuesto por 18 meses de 20 días, más cinco días "inútiles" o "aciagos" y la cuenta de los destinos de 260 días, llamada tonalpohualli, que tenía más bien carácter adivinatorio. Este estaba dividido en 13 meses de 20 días cada uno. Cada día tiene un nombre y se combina rotando con un número del 1 al 13, hasta completar los 260 días (13 veces 20 = 260. Cada día con su numeral tiene una carga energética que lo conecta con la fuerza del cosmos y esta bajo la protección de un dios, se relaciona a un rumbo del universo y a un color, y tiene un augurio asociado.
Los aztecas dividían el calendario solar en cinco períodos de 73 días, especie de estaciones a los que llamaban cocij: cocij cogaa, era el tiempo del agua y del viento simbolizado por el cocodrilo; cocij col lapa era el tiempo de las cosechas, representado por el maíz; cocij piye chij era el tiempo santo o de fiesta, representado por el águila o guerrero; cocij piye cogaa, tiempo de sequías e inicio del calendario; cocij yoocho, tiempo de las enfermedades y las miserias, representadas por el tigre.
En la sociedad Azteca, la familia estaba formada primero por el matrimonio en el cual el varón sólo podía tener una esposa, que era la legítima y era llamada Cihuatlantli, con quien se casaba con el ritual correspondiente, pero podía tener tantas concubinas como pudiera sostener pero estas realizaban el ritual matrimonial. La edad ordinaria para contraer matrimonio era entre los 20 y los 22 años más o menos, no podían casarse padres con hijos, ni padrastros y entenados, ni hermanos entre sí. Para casarse, el joven necesitaba el permiso de sus maestros del Calmecac o del Telpochcalli, esto se obtenía cuando los padres ofrecían un banquete de acuerdo a sus recursos. Luego, los padres del novio se dirigían a los padres de la novia a través de ancianas quienes llevaban la petición. Era costumbre que la primera vez se negara la petición y más tarde se contestaba con la aceptación o la negativa formal. Pero entre los plebeyos se hacía más frecuente la unión libre y después de tener los recursos adecuados, se efectuaba la ceremonia. En la ceremonia nupcial, los novios se sentaban uno enfrente del otro, donde intercambiaban vestidos y se daban de comer mutuamente, como símbolo de ayuda mutua para el futuro. El divorcio era conocido por los aztecas, pero para que fuera válido tenía que haber sentencia judicial. Después de esto los contrayentes podían volverse a casar.
El juego de pelota Tlachtli
El juego de pelota se jugaba en un patio que tenía forma de H acostada. A ambos lados del travesaña de la H se extendían los muros y en el medio de casa uno se insertaba verticalmente un anillo de piedra o de madera, a diferencia de la posición horizontal del aro en el juego del baloncesto que hoy conocemos. Los jugadores trataban de pasar a través de este anillo una pelota de hule macizo, a la cual sólo le podían pegar con los codos, las caderas o las piernas. Cuando anotaba puntos sus partidarios tenían el derecho de despojar de sus ropas a los contrarios.
Las concepciones de los aztecas relativas al Universo reflejaban sus gustos trágicos y sus inclinaciones a los sacrificios y prácticas sangrientas. La creación del Mundo había empezado por el sacrificio voluntario del dios Nanahutzin (dios de la sífilis, como Amimitl era lo era de la disentería), que se arrojó a una hoguera. Quetzalcoátl había sacrificado a su hijo, que tras ello se convirtió en Sol. Cuatro edades o soles se había sucedido, cada una de ellas terminaba por un cataclismo. Al final de la primera, los hombres habían sido destruidos por los jaguares. La segunda, por el viento. La tercera acabó mediante una lluvia de fuego y la cuarta, en diluvio.
Los primeros sacrificios, los habían hecho los dioses para alimentar al Sol con sangre de corazón. El mundo subterráneo comprendía nueve pisos; los cielos, trece, superpuestos. En fin, práctica esencial en la religión de los aztecas era, como ya hemos indicado varias veces, los sacrificios humanos, costumbres que fueron en aumento a medida que la civilización progresaba.
Esto, la abundancia de dioses y su complicado ritual dio nacimiento a un cuerpo sacerdotal muy numeroso a cuya cabeza estaban dos grandes sacerdotes, que llevaban el nombre de Quetzalcoátl. A sus órdenes se escalonaban una jerarquía complicada y una escuela encargada de la formación de novicios. Había, además, brujos y magos que, mediante renumeración, predecían el porvenir, curaban enfermedades y hacían otros servicios análogos.
Los aztecas creían en la creación del hombre basados en los Dios Ometecutli y Omecihualt, creadores de la vida e inicio de todo, los cuales a su vez tuvieron cuatro hijos: Tezcatlipoca, Xipetotec, Quetzalcoátl y Hutzilopochtli. Los aztecas creían que el mundo estaba destinado a ser creado y destruido cinco veces, así que los aztecas que Cortes encontró creían que estaban viviendo en el quinto y final período de la creación. Los aztecas no tenían nada que se refiriera a la Eternidad, no tenían noción de la misma.
Conformados los aztecas comenzaron a conquistar a otros pueblos. Fueron aceptando nuevos dioses y enlazando sus historias con las de los dios que ya tenían. Además, los aztecas tenían un dios para cada actividad y cada calpulli. A esto, debemos añadir el hecho de que eran dioses de carácter cambiante, asociados a colores y con posibilidades de multiplicarse. De todas estas divinidades, la más importante fue Hiutzilopochtli, de dios del sol y la guerra, que tenía su antítesis en Telcatlipoca, concebido como un dios oscuro, lo cual pone de manifiesto la dualidad existente en la religión azteca. También fueron importantes Tlaloc, dios de la lluvia y Quetzalcoátl.
Quetzalcoátl era un dios antiguo, anterior a los mexicas, del que hay diversas versiones. Para algunos era el dios creador del hombre, mientras que para otros fue un dios civilizador. Es considerado hijo de la diosa virgen Coatlique y hermano gemelo del dios Xolotl. Como introductor de la cultura, él trajo al hombre la agricultura y el calendario y es patrón de las artes y de los oficios.
Un elemento fundamental en el culto religioso eran los sacrificios humanos que para los aztecas eran una especie de compensación o pago que los hombres daban a los dioses. Hiutzilopochtli y todas las demás deidades, recibían su parte en la vida del pueblo:
" Como dios que es, desdeña los alimentos groseros de los hombres y solo puede mantenerse con la vida misma, la substancia mágica que se encuentra en la sangre del hombre. Así, la guerra, la conquista y el sometimiento de otros pueblos, tenían motivos económicos y políticos, pero también razones religiosas de búsqueda de prisioneros para su inmolación".
El sacrificio más común consistía en arrancar el corazón a la víctima, ofreciéndolo enseguida al dios, para ellos, cuatro Sacerdotes sujetaban el sacrificio, que colocado sobre una piedra (llamada Techath) por sus extremidades y un quinto Sacerdote ejecutaba la operación con un cuchillo de pedernal, con el que le daba un golpe en el pecho para arrancarle el corazón; que era después, ofrecido a los dioses. La sangre era dada a gusta a los ídolos, la carne, tenida por divina, era comida y el corazón era depositado en un recipiente llamado Cuauxicalli. En otras ocasiones, durante la fiesta en honor a Xiutecuchtlil, dios del fuego, la víctima era arrojada con intervalos sobre un montón de brasas.
Otras formas de sacrificio consistían en tener el prisionero atado en un sitio para después lanzarse flechas hasta que este muriese y la sangre que caía a la tierra se suponía la hacía fértil. En honor de la tierra y de Xipe, a la víctima se le desollaba después de materia y el sacerdote se vestía con la piel de aquella. Y no dejaba de haber para algún valiente guerrero enemigo, antes de aplicársele la muerte común, sobre todo en la fiesta del "Tlacaxipehualiztli" que era el simulacro de un combate contra varios guerreros aztecas mejor armados. Este sacrificio fue después llamado: Gladioatorio.
Había meses consagrados al sacrificio de niños que eran llevados a las cumbres de los montes, adornados con plumajes y guirnaldas, sus sacrificadores los acompañaban tañendo instrumentos musicales, cantando y bailando. La ceremonia de inmolación tenía como objeto el pedir lluvias y si los niños lloraban era un buen signo. El corazón les era arrancado como parte final del acto.
En las fiestas del Toxcatl se sacrificaba a un mancebo (imagen de Tezcatlipoca), a quien durante todo un año se le agasajaba con fiestas y regalos preparándolos para la muerte. Los ritos exigían que hubiese también ofrendas y oraciones, sahumerios con copal y otros actos. Las calaveras de los sacrificados se conservaban en Tzompantli o gradería de cal y piedra. El de Tenochitlan tenía no menos de 136.000 de ellas al tiempo de la conquista.
Esfuerzos habían hecho, las culturas prehispánicas para fijar sobre la piedra o el papel sus pensamientos: no llegaron, sin embargo, a descubrir el alfabeto que les permitiera fijar la palabra misma.
Existió, en cambio, una producción poética y de elocuencia popular, atesorada en la memoria y transmitida de generación en generación. Normas también de vida moral y de conducta social que los padres enseñaban a sus hijos por regla.
Algunas características de la cultura azteca
- Ciudades: Tenochtitlán. Las ciudades nahuas tenían una elaborada planeación urbana, con funcionarios encargados de mantener las calles rectas y ordenadas, tenían servicios de recolección de desperdicios y de excrementos.
- Baños: Las casas de las clases altas aztecas tenían agua y baños interiores. Se reporta que el palacio de Moctezuma tenía más de 100 habitaciones, todos con baño privado.
- Esclavos: La esclavitud azteca era poco rígida. Los hijos de esclavos eran libres. Un esclavo podía ser declarado libre si él o ella tenían hijos con su amo(a) o si eran maltratados. Una persona podía ser declarada esclava, si trataba de evitar la huida de un esclavo.
- Educación: La educación era obligatoria. Había una escuela para el pueblo, y una para los nobles. Si tenían talento, podían ser escogidos para la casa de la música o seleccionados para jugador de pelota.
- Ruedas: No usaban la rueda para el trabajo o la guerra. Sin embargo, se usaban para juguetes de los niños, los bienes se transportaban por personas, no había animales que sirviesen para transporte.
- Hierro: Conocen el hierro, pero no el acero, por lo que el hierro era raramente usado, pues por sí solo el hierro es inferior a las aleaciones de bronce. Las espadas eran de madera con afiladas hojas de obsidiana (capaces de degollar un caballo)
- Dinero: No usaban monedas como dinero. A veces, usaban cacao como monedas.
- Escritura: La escritura azteca era principalmente pictográfica, con variantes jeroglíficas y fonéticas. Sin embargo, era muy común de aprender textos (por ejemplo, poemas) de memoria.
De 1096 a 1292, en Europa se organizaron ocho expediciones contra los musulmanes, llamadas las Cruzadas. Las inspiró el deseo de que Tierra Santa, la región donde vivió Cristo, estuviera en poder de los cristianos. Pero estas lucha tenían también motivos económicos. Los españoles tenían, en la Reconquista, su propia cruzada. Isabel, reina de Castilla, se casó con Fernando, rey de Aragón (los Reyes Católicos) y sus reinos unidos fueron los más poderosos de la península. Para entonces ya existía el reino de Portugal.
Cuando comenzaron a gobernar los Reyes Católicos, los musulmanes habían perdido mucho terreno. Las guerras contra los musulmanes y el deseo de encontrar rutas hacia el Oriente más rápidas y seguras, animaron las exploraciones marítimas europeas.
Entre los mejores navegantes figuraban los italianos y los portugueses. La conquista del nuevo continente fue impulsado por instalaciones como los Estados Monárquicos, la Iglesia Católica y las grandes campañas comerciales.
La llegada y sus primeras impresiones
Los primeros asentamientos españoles se ubicaron en las islas Antillas. Desde la ciudad de Santo Domingo en la isla que Cristóbal Colón llamó La Española se organizó la primera recolección de oro americano y la conquista de las islas. Pero desde su llegada, los españoles no obtuvieron las riquezas esperadas. Salvo el oro que se encontraron en las Antillas. Los nativos fueron obligados a recolectar el metal precioso, no se resistieron, pero con el tiempo fueron desapareciendo. La Española perdió importancia y Santiago de Cuba se transformó en el centro de las operaciones coloniales españolas. Desde allí, en 1519, Cortés y su escuadra bordeó el Yucatán, al llegar a la desembocadura de un río de Tabasco, Golfo de México, el conquistador decidió realizar el desembarco.
Primero llegaron a las llanuras tropicales de la costa y luego se dirigieron al interior, hacia las regionales más elevadas de México. Habían gran vegetación donde soplaban vientos fríos que refrescaban y purificaban la atmósfera. Antes de ordenar la marcha hacía la capital del imperio azteca, Cortés había enviado a Carlos V una delegación con ricos presentes y un mensaje o carta de relación en que describía con entusiasmo las posibilidades que ofrecía México, gestión que emprendió para precaverse de su enemigo y competidor De Velásquez, cuyos agentes podían hacerlo caer en desgracia ante el emperador.
En abril de 1519, los mensajeros del gobernante, Moctezuma le confirmaron unos rumores que había escuchado: en la costa del Golfo, por el rumbo de Veracruz, había aparecido unos hombres extraños, blancos y barbados, quienes viajan en canoas, grandes como casas.
En la llegada atemorizó a los indígenas gracias a las armas de fuego y caballos. Una de las tribus, los tlaxcaltecas, que habían sido dominados por los aztecas, se aliaron con los españoles. El emperador de los aztecas, Moctezuma recibió a los invasores con obsequios, lo que provocó mayor codicia a Cortés.
Los nativos los recibieron pacíficamente creyendo que podían ser enviados del dios Quetzalcoátl. Pese a esto, Cortés, tomó prisionero al emperador.
El pueblo se sublevó tras la matanza de numerosos miembros de la nobleza. Moctezuma fue obligado a mediar entre su pueblo y los españoles. Pero las flechas tiradas por los propios aztecas hirieron de muerte al emperador y Cortés decidió huir, pero algunos pocos lograron escapar. Después las tropas españolas se reorganizaron y atacaron sangrientamente a los aztecas en Tenochtitlán.
La conquista violenta significó para los indígenas un gran sufrimiento espiritual. Algunos historiadores denominaron a este impacto en la mentalidad de los pueblos americanos como el traumatismo de la conquista. Para los vencidos, la derrota tuvo un carácter religioso y cósmico. La caída de Tenochtitlán no fue sólo una derrota militar, sino también la caída del reino del Sol.
El ataque sobre Tenochtitlán se inició con la destrucción de los poblados cercanos y prosiguió con el sitio de la ciudad que duró 75 días. Las enfermedades, la falta de agua (pues los españoles habían cortado el principal acueducto), de comidas, el hacinamiento y la lucha continua vencieron la resistencia azteca encabezada por Cuauhtémoc.
El 13 de agosto de 1521, el imperio azteca quedó sometido a Cortés. ¿Cómo se explica que los 200 hombres de la expedición de Cortés conquistaran una región habitada por más de 10 millones de personas? Influyeron factores técnicos como la superioridad de las armas de fuego, otro será de tipo religioso.
La llegada de los europeos a América fue anticipada por presagios y profecías. Los presagios anunciaban que el retorno del dios Quetzalcoátl se produciría al final del reinado de Moctezuma y lo haría bajo la forma de un hombre blanco.
Antes de su llegada ocurrían una serie de fenómenos naturales y catástrofes: "De aquí a muy pocos años nuestras ciudades serán destruidas y asoladas, nosotros y nuestros hijos muertos". Las profecías comenzaron a cumplirse a los tres años de la ascensión de Moctezuma al trono. En 1510, se sucedieron un eclipse de sol y la aparición de un cometa. Al poco tiempo, Hernán Cortés desembarcó en la costa de México…y no pasó mucho tiempo hasta que los nativos tomaron conciencia de que no era precisamente un dios que esperaban.
Cuando los españoles llegaron a México, se encontraron con una civilización que tenía una religión muy diferente a la cristiana. Lo que más impactó fue la poderosa religión estatal que rendía culto a las principales divinidades indígenas a través de sacrificios humanos que eran acompañados de diversos ritos. Su mentalidad de hombres europeos del siglo XVI la entendieron como una religión demoníaca y se propusieron su completa destrucción.
Cuando dos culturas se ponen en contacto se establece entre ellas una serie de relaciones que modifican a ambas. En el proceso de la conquista europea en América se relacionaron dos culturas que, hasta ese momento, se habían desarrollado por separado, sin que una tuviera noción de la existencia de la otra. La conquista de América fue una historia de vencedores y vencidos. Unos logran imponer su dominio sobre los otros. En la relación entre sus culturas ocurrió algo similar.
El concepto de cultura se refiere a la forma en que los miembros de un grupo de personas piensan, creen y viven, la manera en que se resuelven sus problemas, sus manifestaciones artísticas y su vida espiritual, las normas y acuerdos que establecen. A este proceso se lo denomina aculturación, donde el pueblo vencido pierde su identidad cultural tradicional e incorpora a su visión del mundo muchos elementos de la cultura de los vencedores.
Los que llegaban venían empujados por todo el desarrollo de Occidente, inaugurando la imprenta y las armas de fuego, presuntuosos de acabar de hinchar el globo terráqueo. Los que contemplaban la llegada se asomaban a los bordes de un continente primitivo que llevaba una forma de vida ahistórica. Ignoraban el gran proceso espiritual que se les echaba encima inesperadamente.
En el momento en que la sociedad arábiga era absorbida por la iránica en el Viejo Mundo, en América hombres de cultura occidental incorporaban tres grandes sociedades prehispánicas: los aztecas, la maya y la incaica.
Los huestes que desembarcaban tras tiempos revueltos portal una serie de ventajas técnicas e ingredientes espirituales que les permitirá en muchas ocasiones la fácil conquista del territorio. La nueva potencia les despertó la conciencia. La comparación es aventurada, porque Weber se refiere a unos pueblos jinetes nómadas, condición esta última que no atañe a los hispanos. Sin embargo, sí es exacta y válida en cuanto a lo que significó, y fue decisivo para la conquista el factor del caballo.
El aspecto de un guerrero azteca, a juzgar por las modernas reproducciones, no debía de ser nada agradable: y el panorama de los templos e ídolos hediondos, de piltrafas y sangre humana, tampoco sería reconfortante.
El encontronazo fue contra diversas gamas de las civilizaciones americanas y contra distintas clases de nativos. En aquellas regiones la organización política era más acabada, la conquista fue obra de días. La peculiar estructura gubernamental hizo que caída la cabeza soberana, cediese todo el cuerpo de la pirámide. Era un mundo tecnificado, abrumado por el fatalismo cosmogónico de sus creencias. Mundo inseguro, mostraban la vida como una continua construcción.
A los españoles les parecieron siempre fabulosas las cantidades de indios que les hacía frente. Por su imaginación meridional y por su sugestión de los libros de caballería, exageraron el número de la población. Los conquistadores desorbitaron para que sus hazañas parecieran más grandiosas; los misioneros, para que su labor evangelizadora fuera tenida por inmensa, y Las Casas, para acentuar la crueldad de sus compatriotas. En su Brevísimo relación de la destrucción de las Indias (1542) definió a los aborígenes como humildes, pacientes, pacifistas y quietos. Eran personas delicadas que no podían sufrir trabajos y que no poseían bienes. Pero cuando llegaron los españoles, transformados como lobos y tigres, despedazaban y mataban sin compasión.
La curiosidad apareció en los cronistas más cultos, y sobre todo en los clérigos. Al contacto con los autóctonos, indagaron sus costumbres, sus instituciones, su pasado.
Cómo reaccionaron los nativos?
No fue igual en todas las partes el recibimiento que hizo a los españoles. La reacción violenta se dio junto a la sumisión pacífica. En México contaban con una organización militar irreprochable. Tenía un ejército en pie de guerra y fortificaciones y poseían el concepto de que la pugna era una loable actividad. Su entereza frente al enemigo fue modélica, aunque al principio luchasen bajo el terror, creyendo seres divinos a los que acababan de llegar y se sintieran acorralados por la novedad de la pólvora, el hierro, el caballo y el perro.
El hispano también encontró algunos problemas: el misterio, las trampas, la fauna y flora traicioneras, el clima, la cantidad numérica del enemigo, las flechas y el veneno.
Para denotar el valor de los aztecas se escribe que luchaban como "perros dañados". Las armas y tácticas hispanas hallaron respuesta en las armas y sistema indígena. Convocatorias de hombres mediante tambores y columnas de humos, parlamentos, sacrificios y ceremonias, danzas y pinturas corporales precedían al estado de guerra.
Se discutía su capacidad para vivir de acuerdo con las costumbres españolas y para recibir la fe católica. La corona se inclinó por el término medio y optó una actitud paternalista, como si los indios fueran menores de edad. Se les reconoció su racionalidad y se consideró que su retraso era fruto del pecado.
Mientras en España se polemizaba en torno al derecho de conquistar las Indias y a si el indio poseía alma o no, éste permanecía ignorando todo y contemplando asombrado la aparición de occidente de extraños seres. En la mente indígena se apreció primero la conquista en relación con su yo y con sus tierras. Juan Ginés de Sepúlveda, Historiador y eclesiástico español, cronista del emperador Carlos I. Fue un destacado defensor de la conquista de las nuevas tierras americanas y de la inferioridad de los nativos frente a los españoles, lo que justificaba su empleo como esclavos en las explotaciones imperiales.
Tales ideas le enfrentaron con fray Bartolomé de Las Casas, con quien sostuvo varias polémicas en la Junta de Teólogos de Valladolid que convocó el monarca en 1550 para definir los límites de la «guerra justa» y el trato que merecían los indígenas. En su obra Democrates (1547) llama a los nativos bárbaros que son inferiores como los niños, así justificando el sometimiento de los hombres civilizados, o sea, los españoles.
El encuentro entre las dos razas se tradujo, con todas sus consecuencias, en un titánico esfuerzo por parte del pigmento europeo tendente a elevar a su nivel cultural al pigmento americano, hundido en tres mil años de atraso. Para el indio el español fue un intruso o un dios. Alguien que venía a aposentarse en su horizonte geográfico, a derribar sus dioses y a tomar las mujeres de su tribu. Se defiende de él, lo rechaza o acaba replegándose mientras sus mujeres se entregan al blanco para originar lo mestizo.
Los primeros españoles constituían para los nativos de las Antillas dioses y espíritus de antepasados. La India creyendo poder dar vida a los espíritus antepasados, se entregó fácilmente al blanco considerado como dios. El soldado pudo saber que el blanco era un instrumento de mayor placer que el indio.
Como sucedía con los mexicas, entre los españoles el poder político y el religioso estaban estrechamente ligados. Con la caída de Tenochtitlán y las alianzas con diversos señoríos indígenas, los españoles se adueñaron del centro de lo que ahora es México; en los años siguientes fueron extendiéndose hacia el occidente, el sureste y el norte. Los territorios más difíciles de someter fueron los del norte, pues las tribus seminómadas de Aridoamérica carecían de ciudades, estaban formadas por grandes guerreros y no querían cambiar su forma de vivir.
Poco a poco surgieron ciudades, conventos, minas y haciendas; algunas tribus conservaron su independencia hasta principios del siglo XX. Los religiosos aprendieron las lenguas de la Nueva España, según llamó Cortés a las tierras conquistadas, en ellas predicaron, y publicaron vocabularios, gramáticas y catecismos. Estudiaron a la gente que querían convertir, para comprenderla mejor; fundaron colegios para educar a los hijos de los señores, quienes al crecer gobernarían a su gente.
Allí los niños aprendían la doctrina cristiana, español, latín, música y pintura; mientras tanto, habían llegado varias órdenes religiosas: primero los franciscanos, dominicos y agustinos. Destruyeron templos, códices e imágenes indígenas, que consideraban obra del demonio; querían sustituir con el cristianismo las antiguas creencias.
Los conquistadores y los misioneros llegaban a América con la misión de evangelizar. Se propusieron extirpar la idolatría. La muerte del emperador azteca contribuyó a que la sociedad perdiera confianza en sus dioses. Otra forma en que los españoles se propusieron reemplazar las creencias tradicionales indígenas fue la edificación de iglesias en los lugares en los que antes habían existido templos o centros de culto. Los misioneros fueron optimistas porque los nativos parecían aceptar la nueva religión. Sin embargo, al poco tiempo, comenzaron a escondidas de los españoles, a realizar sus ritos de su culto tradicional.
Antes de la llegada de los europeos, la población americana no estaba distribuida uniformemente por el continente. El derrumbe demográfico se produjo por un conjunto de factores: las muertes provocadas por los conquistadores, la desorganización de la vida familiar tradicional, los efectos devastadores de las epidemias de las enfermedades infecciosas.
También influyeron factores de tipo psicológico, como la pérdida del deseo en un mundo que se derrumbaba a lo largo de los siglos XVII y XVIII, los indígenas que sobrevivieron a la conquista fueron transformados en campesinos. Las nuevas condiciones de la existencia impuestas por los europeos provocaron la desmoralización de los americanos. El alcoholismo se difundió como una epidemia. Llevó a muchos a un estado de autoabandono e incluso a la disminución de la natalidad.
CUADRO DE LA EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN INDÍGENA DE MÉXICO DURANTE EL SIGLO XVI
AÑOS | POBLACIÓN (en millones) |
1519 | 23.5 |
1523 | 16.8 |
1548 | 6.3 |
1568 | 2.6 |
1580 | 1.9 |
1595 | 1.3 |
1605 | 1.0 |
La conquista española alternó el funcionamiento y la organización de las economías indígenas, por más que se esforzaron por mantener la organización de los aztecas. Después de reemplazar a los soberanos impusieron tributos impuestos en beneficio propio.
El tributo impuesto a los nativos por los españoles por los españoles no volvió a la economía indígena como gran parte excedente económico que exigían los anteriores señores aztecas en forma de servicios sociales y de inversiones públicas. Los españoles invertían este excedente en su propio sector de la economía mexicana y gran parte a la metrópoli del otro lado del Atlántico.
Los reyes naturales y aliados, según el fraile español contemporáneo Alonso de Zorita, dejaban a los señores originarios de esa provincia el dominio de todas las tierras que conquistaban y adquirían.
Los nativos perdieron sus exenciones tributarias prehispánicas y fueron privados de sus excedentes. En diez años, la inflación había dominado la nueva economía. En este período, los españoles adquirieron tierras mexicanas. En 1535, el rey confirió a los virreyes el derecho legal de otorgar concesiones de tierras, con excepción a las iglesias.
La población española en la península era escasa y dependía de la economía indígena para sus provisiones agrícolas, la tierra tenía poco valor. En cambio era de mayor interés para los jefes indios y las comunidades que también tenían el derecho a recibir esas concesiones de tierra. El verdadero interés de los españoles estaba en la mano de obra de los nativos, que utilizaban para establecer y mantener en funciones empresas españolas. El pago tributario de esos servicios de mano de obra se organizó mediante la encomienda: las tierras y nativos fueron repartidos entre los españoles desde los primeros días de la conquista.
Los encomenderos tenían la obligación de asegurar la evangelización de los indígenas. A cambio, la Corona les reconocía el derecho de recibir tributos de los indígenas y de emplearlos como mano de obra. En las zonas productoras de metales preciosos, de las encomienda se obtenían los contingentes de indígenas obligados al trabajo forzado en las minas.
En México, la producción de plata permitió organizar un circuito económico basado en el intercambio entre el centro minero, la ciudad de los españoles y la encomienda ubicada en el área rural cercana. Sobre todo en el siglo XVI, la ciudad obtenía de la encomienda una parte de los alimentos que necesitaba y otros productos para la venta local. La producción de plata originó áreas de crecimiento económico en el imperio español americano. Los alimentos, los tejidos y otros objetos de uso cotidiano, y también ciertos materiales de construcción y animales de carga, fueron producidos en las haciendas o estancias.
El propietario de una estancia o hacienda, a diferencia de un encomendero, no contaba con el trabajo gratuito de los indígenas. Por eso, usaba como mano de obra a nativos que no formaban parte de una comunidad o poblado, a los españoles libres de suelo y, más tarde, también a esclavos comprados.
Como consecuencia del derrumbe demográfico, desde la segunda mitad del siglo XVI los indígenas de muchas encomiendas desaparecieron. Sin posibilidad de proveer nativos a los centros mineros, los encomenderos comenzaron a usar las tierras de las encomiendas para la producción agrícola y ganadera. Desde entonces, la propiedad de la tierra fue el eje de la organización social y económica del imperio español americano.
Las autoridades metropolitanas se propusieron el estricto control del comercio de sus colonias y con ese objetivo establecieron el monopolio del puerto único. Según este sistema comercial, las mercaderías para América se embarcaron en un solo puerto español, primero Sevilla y después de 1717, Cádiz. Durante el siglo XVI, el transporte se realizaba en flotas de barcos mercantes.
Cada año salían dos flotas, una en enero y otra en agosto, con destinos a Panamá y México respectivamente. En América, la venta de las mercaderías se realizaba en lugares preestablecidos. Así, el Estado español se aseguraba la recaudación de los impuestos que debían pagar los compradores. Este sistema le dio el control del comercio al poderoso grupo de españoles. Dirigían en forma monopólica la totalidad del circuito comercial entre España y América.
Las primeras españolas embarcaron para el nuevo mundo en la tercera expedición colombina. Algunos cristianos se casaban con indias principales. Fue el primer hecho del mestizaje en forma legal. Dado que la mujer blanca estuvo en minoría, correspondió a la india actuar con más frecuencia e importancia, ya como traductoras sirvientas, soldados, concubinas….
A Cortés le ofrecieron mujeres en Tabasco. Ellas eran las mujeres por excelencia de la conquista ya que las españolas entraron solo ocho. La mujer más famosa de la conquista fue Malinche, la amante del conquistador. Era una india noble, que fue adquirida en el río Tabasco con otras más que repartió entre su tropa después de bautizarlas. Su nombre fue desde entonces, doña Marina, aquella india y señora. Ella era una gran cacica e hija de grandes caciques y señores de vasallos. Ella tuvo un hijo de Cortés que fue llamado Martín Cortés (Bernal). Los mismos indígenas fomentaban la unión entre ellos y los blancos. Si el nativo no la ofrecía, el español la tomaba. Eran pocas las mujeres blancas que le acompañaban.
Gobernó hasta 1540 aquel imperio colonial que había adquirido, pero como en la corte española los intrigantes no cedían en su rencor, el gobernador hubo finalmente de acudir a justificarse ante el rey. El conquistador de México nunca volvió a Nueva España; compartió la suerte con otros colegas suyo: el olvido durante varios años de su existencia, que no fueron sino una prolongada humillación. En vano, Hernán Cortés apelaría a la justicia del rey, porque Carlos V no había de volver ya a oír hablar de él. En 1547, el conquistador moriría, pobre y olvidado, en la población sevillana de Castilleja de la Cuesta.
Breve reseña del Nuevo Mundo y Hernán Cortés
Ligeramente ha quedado trazado el marco en el que despunta, crece el humanismo, España y el imperio. Hernán Cortés, un estudiante pícaro de Salamanca, conquista inverosímilmente un imperio y funda una nacionalidad.
En el año 1485, en que Colón llegó a España, nació en Medellín Hernando Cortés. En Medellín, camino de trajinantes que iban de La Serena a Mérida y a Córdoba, también con la función de centro colector de noticias de la guerra.
Martín Cortés deseaba la ciencia para su hijo Hernando, pero con apenas 14 años salió de Medellín con destino a Salamanca. Poco se sabe de la experiencia estudiantil de Cortés en Salamanca. Pasó allí dos años y fue gracias a la intervención de otro tío suyo, Francisco Núñez de Valera, que a Cortés se le inculca un matiz humanístico que luego se ve reflejado en su futuro accionar. Para ese entonces, Salamanca era uno de los focos humanísticos de España. Cortés se mostraba culto, instruido entre el común de los conquistadores, ávidos de guerra.
Los españoles nunca daban otro nombre a la guerra de colonización que no fuera "pacificación". Iban a "pacificar", a imponer por fuerza a los naturales la paz cristiana, el imperio de la paz cristiana que España estableció por siglos como una nueva paz romana en los continentes descubiertos.
El mundo conocido hasta entonces sufría cambios por momentos. El afán de mostrar méritos a los ojos de los reyes era uno de los principales incentivos de los gobernadores de las islas. Diego Velásquez, gobernador de Cuba, encomendó una expedición a Hernández de Córdoba hacia el oeste, con intenciones de descubrir nuevas tierras, comerciar con los indígenas y sobre todo encontrar oro. La desgraciada expedición descubrió la península de Yucatán y trajo la noticia de indios bravos y mucho más belicosos que los indolentes antillanos. Velásquez, sediento de la obtención de ganancias y beneficios que le acarrearía la expansión de la colonia, ordena otra expedición, pero esta mucho mejor montada, equipada y armada que la desafortunada expedición que le costó la vida a Hernández de Córdoba. Los informes a los expedicionarios hablan de indios muy superiores a los antillanos, muy guerreros y con cierta disciplina. Llevaban mantas y tejidos de colores teñidos y practicaban una religión sangrienta, ofrendando hombres a sus dioses bárbaros.
Éstas son las indicaciones e instrucciones que había recibido Cortés, designado para comandar la nueva expedición, que esas tierras dieran su tributo en oro, piedras preciosas, perlas, etc. Deberían tratar a los indios con amor, tomar posesión de la tierra ante escribanos y testigos en nombre suyo y por el Rey de España, descubrir el secreto de las tierras, la maña y conversación de la gente, la clase de árboles, frutas, hierbas y animales, si había oro y la relación de las minas que tuviesen, como así los métodos de extracción que utilizaban los indios.
Pero Cortés, desde el instante en que se vio al frente de una armada, cambió interiormente los propósitos. Hasta el momento se lo tenía como una persona recatada, resabida y responsable, pero la ambición sobrevenida de los informes de riquezas de las expediciones anteriores hicieron un cambio radical en su personalidad. Demostró una capacidad de organización extraordinaria como Capitán General de la Armada, manifestándose como hombre de importancia.
Actuaba y daba órdenes por su cuenta, independizándose de Velásquez y de sus designios. Como latino, mandó a hacer un estandarte con la cruz como divisa y este lema: "Amigos, sigamos a esta cruz y, si tenemos fe, con este signo habremos de vencer". O sea, no iba a traficar en beneficio del armador Velásquez, sino que iba a vencer por la cruz y ante su propio provecho.
Velásquez no podía dejar de ver que Cortés se la había ido a cencerros tapados por lo menos embarcando su gente de noche y armándose hasta los dientes para impedir que se le detuviera y automáticamente dio la orden de destitución y de prisión como rebelde. Ante esto, Cortés convenció a la gente que se había reunido para la expedición que lo siga, poniéndolos en contra del mismo Velásquez y el 18 de noviembre de 1518 salió de cuba la armada compuesta de once navíos, que no eran sino bergantines sin cubierta.
Cortés desoyó las llamadas insinuantes y desesperadas del arrepentido Velásquez. En la arenga que pronunció antes de partir predijo que emprenderían una grande y hermosa hazaña.
Cortés se dirigió hacia la costa de Yucatán. En la isla de Cozumel, Pedro de Alvarado se adelantó con su navío, desembarcó y saqueó y robó antes de que él llegase. Aquello significaba una indisciplina y el piloto fue puesto en los grillos. Esta fue la primera actitud de Cortés que demostraba que comenzaba a mandar muy de hecho. Es cierto que el futuro conquistador no llevaba la guerra, sino que se sentía emisario consciente del sentido imperial español que había de ostentar su rey, Don Carlos: llevaba por emblema a la cruz y por empresa a la paz de la cruz. En el episodio citado, ordenó restituir a los indígenas cuanto los de Alvarado les habían quitado y al reprender gravemente a su capitán añadió que "no se habían de apaciguar las tierras de aquella manera, tomando a los naturales su hacienda".
Sus contactos con los indígenas iban precedidos de embajadas de paz y de amistad que hablaban de la doctrina del redentor y de la imperial protección del rey. Cualquier conflicto armado con los indios era de carácter defensivo. Venció su genio militar en el primer encuentro, a pesar del número abrumador de atacantes. Fue en Tabasco, que ganó para la paz.
Allí se le unieron dos auxiliares preciosos: un español, Jerónimo de Alguilar, náufrago años atrás que sobrevivió entre los indígenas y aprendió su lengua maya, y la india Malinche, esclava de origen azteca, vendida por unos mercaderes a los mayas. Al ser bautizada tomó el nombre de Doña Marina, con el que ha pasado a la historia, dado a que rápidamente aprendió a hablar castellano y mediante ella se facilitó la comunicación con los desconocidos aztecas.
En el llamado Río Grijalva, derrotó nuevamente a los indios hasta que fueron a él en son de paz. Los mandó a que dejasen sus ídolos y sacrificios y respondieron que así lo harían. Les enseñó la imagen de la Nuestra Señora con su hijo en brazos y ordenó la fabricación de un altar para la misma.
Siguieron navegando hasta San Juan de Ulúa y allí desembarcaron. Se entró en relación pacifica con los indios cempoaltecas que lo habitaban y que sufrían la dominación azteca. Recibió también, embajadores de Moctezuma, el emperador azteca, señor de Tenochtitlan y de todas las tribus de aquellas tierras.
Se le entregaron ricos presentes de tejidos, joyas indígenas, oro, con tal esplendidez que Cortés comprendió que aquel país era el país soñado desde el descubrimiento del nuevo mundo. Deslumbrado por tanta riqueza sentía ya le embriaguez de la gloria. Era la oportunidad de la conquista. Cortés no iba a traficar, había decidido poblar, fundar nuevas villas y asegurar el territorio.
No obstante, Cortés no tenía en su poder capitulaciones con la corte para poder obrar independientemente de la corona sin riesgo de ser declarado en rebeldía. Los objetivos del conquistador eran:
- Caer como un rayo como el gran Moctezuma
- Defenderse de las fuerzas que Diego Velásquez mandara en su contra
- Obtener que la corona reconociera sus actos y le hiciera gobernador de las tierras conquistadas.
Es decir, tres conquistas en una: la de Ulúa, la de Diego Velásquez y la de la Corte.
A quienes se le sublevaron, los Velasquistas que daban el mal consejo del volver les dijo que de nada podía quejarse, pues solo hacían falta víveres y estos se podían adquirir tomándolos de los indios. Ellos le echaron en cara que anduviese con maquinaciones para burlar al gobernador de Cuba. Cortés fungiendo que aceptaba sus razones, mandó a que se pregonase el regreso a Cuba, pero antes, de acuerdo con sus partidarios y de todos los que se habían empeñado para comprar su equipo de guerra y se veían arruinados de no seguir en la conquista, mandó a dar sus naves al través, excepto tres. Una de las naves fue enviada a España con todos los presentes que habían recibido de Moctezuma, entre ellos iba un sol de oro del tamaño de una rueda de carreta, con una luna de plata y un casco rebosando de oro. Aquellos testigos iban a hablar a favor de Cortés y todo se envió a la Corte para que sus altezas, Doña Juana y Don Carlos viesen y juzgasen por ellos mismos.
Cortés nombró un cabildo, adscrito al terreno que demarcó para fundar la Villa Rica de la Vera Cruz; inmediatamente, el primer municipio mejicano que aún no tenía una casa donde residir, le otorgó los poderes de capitán general. Ya no dependía de Velásquez. La relación con los indígenas era amistosa. Llegaban mensajeros del gran Moctezuma con ofrendas.
Cortés tenía gran capacidad diplomática para con los indios. Les hacía creer el carácter divino de los españoles con varios actos preparados y aprovechándose de ello ayudó a los mismos a liberarse de la tiranía azteca. Cortés le sugirió negar el tributo que le reclamaban los recaudadores de Moctezuma. Cuando lo hizo así, cortés mandó a los hombres a liberar secretamente a los empavorecidos aztecas. De esta manera ligó a los cempoaltecas a su suerte y obligó a Moctezuma a considerarle como amigo.
En la marcha hacia México arrastró la guerra con tlascaltecas, enemigos perpetuos de los aztecas y después de guerras complejas, en su progresión hacia Tenochtitlán, la capital azteca, siguió su curso invariable, a pesar de las porfiadas resistencias de Moctezuma, para que no siguieran adelante. En Cholula se tendió una trampa en la que hubieran perecido todos los españoles de haber sido descubierta oportunamente. Después de esta represión Moctezuma no opuso ya dificultades. Cortés entró en Tenochtitlan. Allí gozó los grandes honores que el gran Moctezuma le hizo y estudió la complicada psicología de este caudillo. Cortés mantuvo prisionero a Moctezuma en su palacio, generando así un espíritu de rebeldía en los aztecas. Al mismo tiempo llegan a Cortés noticias del desembarco de grandes fuerzas velasquistas en Villa Rica de la Vera Cruz.
Cortés dejó parte de sus tropas guardando a Moctezuma y salió con trescientos hombres y cuatrocientos indios armados con lanzas y fue al choque con las tropas de Narváez, enviado a someter y castigar al rebelde. Sin mucha resistencia, Narváez fue apresado y sus tropas se adhirieron a las de Cortés. Al regresar a México, Cortés encontró una furiosa rebelión, causada por una necia crueldad de Pedro de Alvarado, a quien Cortés dejó como encargado de ñas fuerzas de ocupación. La defensa era imposible, sitiados por miles de aztecas. El prestigio de Cortés se había derrumbado y Moctezuma, depuesto or los sublevados, fue muerto de una pedrada por sus propios guerreros. No quedaba otra solución que abandonar la ciudad, lo que hizo el 25 de junio de 1952, la famosa Noche Triste. Cientos de españoles hallaron la muerte huyendo de la ciudad asentada en la laguna.
La civilización azteca, una de las expresiones culturales más grandes y complejas de la historia del continente americano, no ha desaparecido por completo, a pesar de haber sido derrotada hace casi cinco siglos por los conquistadores del Viejo Mundo: sus huellas materiales (edificios, esculturas, pinturas, objetos, vestigios funerarios, documentos pictográficos, textos alfabéticos coloniales en lengua indígena, etc.) aún subsisten en el altiplano central de México; llenan las bodegas y las vitrinas de museos, y los libreros de archivos y bibliotecas; embellecen las casas de los coleccionistas, y, sobre todo, ocupan a los estudiosos del mundo entero en investigaciones cada vez más extensas y exhaustivas, alimentando así una literatura (no solamente científica) de amplias proporciones y de creciente difusión. No sólo eso: los descendientes directos de los aztecas viven en amplias zonas de México, manteniendo vivo el náhuatl (más de un millón y medio de personas lo hablan) y conservando con las evidentes y profundas transformaciones debidas a la imposición del idioma castellano, la fe cristiana y la cultura europea por parte de los conquistadores concepciones, valores, prácticas e instituciones del pasado precolonial, que ellos continúan plasmando y enriqueciendo de manera creativa en una interacción cada vez más intensa con el mundo circundante.
El legado histórico y monumental de los aztecas ya preservado en sus formas originales, ya revitalizado, ya readaptado o fantásticamente reinventado sigue siendo un poderoso modelo de inspiración para las dinámicas identitarias de la sociedad mexicana en general, para la dialéctica política y para la creatividad artística, además de constituir un atractivo cultural y turístico de gran alcance. Tomando como inspiración la primera gran exposición monográfica sobre los aztecas que será presentada en Roma (del 18 de marzo al 18 de julio 2004), el congreso pretende ilustrar a través de los testimonios de algunos de los más renombrados especialistas l nivel de conocimiento sobre el patrimonio arqueológico, artístico y documental del mundo azteca del siglo XVI, las más recientes reflexiones históricas y antropológicas sobre la población náhuatl, y su vida desde la caída de Tenochtitlan hasta la época actual, así como la vitalidad de los estímulos que aún derivan de tan ilustre modelo.
El consejo Internacional Independiente Emancipación e Identidad de América Latina 1492-1992, en México de 1991, declaró el 12 de octubre de 1492 como el comienzo de los mayores genocios y saqueos de la historia humana y que celebrar su V Centenario es un acto de arrogancia y desprecio frente a los países del tercer mundo.
- M. Alonso – R. Elisalde – E. Vázquez: Manual de Historia – Europa moderna y América colonial / Editorial Aique, año 1994
- Friedrich Katz, compilador Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX , Tomo 1/ Colección Problemas de México, Ediciones Era
- http://www.iila.org/web/publishing.nsf/Content/%E2%80%9CGli+Aztechi+oggi,+grandezza+e+vitalit%C3%A0+di+una+civilt%C3%A0+messicana_ESPANOL
Instituto Italo Latino Americano – Congreso "Los aztecas hoy" expuesto por el Rector de la Universidad de Roma "La Sapienza", Guido Pescosolido; Decano de la Facultad de Letras y Filosofía de la Universidad "La Sapienza", Rafael Tovar y de Teresa; Embajador de México en Italia, Paolo Faiola, Secretario general del IILA
- Hernán Cortés – Carlos E. Corona Baratech
- Historia Mundial – Tomo 6: Historia Americana. Editorial Espasa Calpe
Laura Cecilia Avila