«La Verdad y las Formas Jurídicas», es el volumen que reúne una serie de cinco conferencias dictadas por Michel Foucault en la Universidad Católica de Río de Janeiro entre el 21 y 25 de Mayo 1973. En la primera, el autor intenta realizar una cierta consideración instrumental, con el propósito de introducirnos a dos problemáticas demarcables y recíprocas. La una, sustentada en una especie de análisis histórico-político de la verdad, de ciertos dominios de saber, dominios enlazados a un conjunto de prácticas discursivas que introducen al sujeto y al objeto en una serie de juegos (games) estratégicos y polémicos a partir de los cuales el sujeto de conocimiento y las formas del mismo, deben reconocerse. La otra -situada en el análisis de las practicas sociales de control y vigilancias del siglo XIX- se asienta en el estudio de las formas jurídicas y su evolución en el campo del derecho penal como lugar de origen de un determinado número de formas de verdad.
Es importante notar que estas exposiciones, en alguna medida sintéticas pero sugerente en su articulación, son las que más adelante, más precisamente en 1975, se verán cristalizadas en lo que el mismo autor distinguió como su primer libro: "Surveiller et punir" .
En el presente artículo trataremos de reflexionar, tomando la primera conferencia como superficie de refracción, en torno al modelo teórico de abordaje histórico que a lo largo del seminario, desde distintas perspectivas o frentes de ataque, Foucault intenta puntualizar.
Casi al comienzo de esta, su conferencia inaugural, Foucault orienta al auditorio sobre el filo de tres directrices, tres síntesis que hacen referencia a tres trabajos de investigación, cuestiones que aquí procuraré desarrollar lo más fiel y escueta que me sea posible.
El primer pórtico, lanzamiento en extremo audaz y controvertido, parte de un interrogante: ¿Cómo se formaron dominios de saber a partir de las prácticas sociales?
Existe una tendencia -nos dice el autor- a la que podríamos denominar marxista académica -o del marxismo académico- que trata de rastrear cómo las condiciones materiales de la existencia, impregnadas en la conciencia de los hombres, acusan su marca y expresión.
Foucault se esmera en mostrar la insuficiencia de este análisis, su gravedad y su defecto; así, esta forma del marxismo ha de suponer que el sujeto humano, el sujeto de conocimiento y sus formas, se dan en cierta medida previa y definitivamente, siendo las condiciones económicas, sociales y políticas de la existencia, una impresión que se deposita sobre los sujetos de manera definitiva.
"Me propongo mostrar a ustedes cómo es qué las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento".
Foucault advierte así, que el mismo sujeto de conocimiento posee una historia, la relación del sujeto con el objeto, más concluyentemente, la idea de que la verdad también tiene su historia.
"Podemos decir que la historia de los dominios de saber en relación con las prácticas sociales, excluida la preeminencia de un sujeto dado definitivamente, es uno de los temas de investigación que me propongo".
Al segundo pórtico, de tendencia estrictamente instrumental, Foucault prefiere denominarlo "Análisis de los discursos". Se trata ahora de tomar los hechos del discurso ya no simplemente en su aspecto lingüístico, tarea que Foucault prefiere no rechazar del todo teniendo en cuenta su importancia, originalidad y avance en relación al establecimiento de ciertas leyes y regularidades internas del lenguaje y lo que con ello puede hacerse, sino y a cambio producir un avance, el de analizar los discursos como juegos estratégicos y polémicos, de relaciones de fuerzas, de dominación y resistencia.
Finalmente, el tercer tema de investigación pretende reunir y conjugar los dos anteriores, consistirá en un repensar las teorías del sujeto en la forma de una historia de la relación del sujeto consigo mismo y con la verdad.
Nos dice: "Esta teoría fue profundamente modificada y renovada en los últimos años por unas teorías o, aún más seriamente, unas prácticas en las que cabe destacar con toda claridad el Psicoanálisis".
Para Foucault, es el Psicoanálisis la teoría y la práctica que más radicalmente replanteó y reformuló la prioridad conferida al sujeto, prioridad sin duda instalada en la cultura occidental a partir del pensamiento de Descartes.
"Hace dos o tres siglos la filosofía occidental postulaba, explícita o implícitamente, al sujeto como fundamento, como núcleo central de todo conocimiento, como aquello en que no sólo se revelaba la libertad, sino que podía hacer eclosión la verdad".
Sin embargo, en compensación al Psicoanálisis, en el dominio de las teorías del conocimiento, la Epistemología y la historia de las ciencias, la teoría del sujeto siguió siendo muy cartesiana o kantiana.
Sustentado en estas cuestiones, en estas lecturas cargadas de cierto riesgo e insolencia, Foucault reflexiona sobre el "hacer simplemente Historia"(de las ideas, de las ciencias, o del conocimiento); asegura que muchas veces, en ese intento, nos atenemos a ese sujeto de conocimiento y de la representación como punto de origen sin el cual el conocimiento no sería posible y en consecuencia donde la verdad, no haría su emergencia. Contrariamente nos propone:
"Sería interesante que intentáramos ver cómo se produce, a través de la historia, la constitución de un sujeto que no esta dado definitivamente, que no es aquello a partir de lo cual la verdad se da en la historia, sino de un sujetó que se constituyó en el interior mismo de esta y que, a cada instante, es fundado y vuelto a fundar por ella. Hemos de dirigirnos pues en la dirección de esta crítica radical del sujeto humano tal como se presenta en la historia".
En esta coordenada, Foucault retoma su punto de partida, la circulación de un discurso marxista universitario y tradicional que aún se expresa, por lo menos en los círculos intelectuales franceses de esas épocas.
Contrariamente, lo que debe llevarse a cabo es "la constitución histórica de un sujeto de conocimiento a través de un discurso tomado como un conjunto de estrategias que forman parte de las prácticas sociales".
Para ello, Foucault decide internarse en el estudio de la práctica sociales que permiten localizar nuevas formas de subjetividad, a saber, las prácticas jurídico-penales que para el autor están entre las más importantes; análisis que definió como un estudio de historia externa de la verdad a partir de prácticas que regulan y establecen cierto número de reglas de juego, y que generan nuevos modos de subjetivación y gobernabilidad; esto en oposición a una historia interna de la verdad, verdad que se corrige y regula desde sus propios principios, historia que es posible reconocer a partir de lo que conocemos como historia de las ciencias.
Finalizado este desarrollo, Foucault procura hacer explícita su posición, en tanto modelo teórico de abordaje de la historia, partiendo de cierta lectura de las obras de Friedrich Nietzsche.
Con referencia a esto nos comenta: "…en mi opinión, es el mejor, más eficaz y actual de los modelos que tenemos a mano para llevar a cabo las investigaciones que propongo. Creo que en Nietzsche se encuentra un tipo de discurso en el que se hace el análisis histórico de la formación misma del sujeto, el análisis histórico del nacimiento de un cierto tipo de saber, sin admitir jamas la preexistencia de un sujeto de conocimiento".
Fiel a este propósito, Foucault comienza citando un texto de Nietzsche fechado en 1873 y publicado póstumamente. Este articulo, a mi criterio muchas veces tratado como apócrifo en nuestro medio académico, esta titulado: "De verdad y mentira en sentido extramoral" y comienza diciendo:
"En algún punto perdido del universo, cuyo resplandor se extiende a innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que unos animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquel el instante más mentiroso y arrogante de la historia universal".
Foucault advierte y remarca, dejando de lado quizás la extensión y riqueza total del texto, una frase en donde se subvertirá, al igual que Nietzsche, en contra de la idea metafísica del conocimiento y su preexistencia.
Esa frase, aquella que denuncia que el conocimiento fue inventado y que ese fue el instante más mentiroso, es la que centrará a Foucault en el problema de la invención.
En este punto es importante ser precisos, al menos para tratar de entender la lectura que Foucault realiza; nos dice: "La palabra que emplea, invención -el término alemán es Erfindung- reaparece con frecuencia en sus escritos, y siempre con intensión y sentido polémico. Cuando habla de «invención» tiene in mente una palabra que opone a invención, la palabra «origen». Cuando dice «invención» es para no decir «origen», cuando dice Erfindung es para no decir Ursprung".
Con la intensión de demostrar esto que afirma, Foucault nos acerca un grupo de ejemplos.
En "La Gaya Ciencia", Nietzsche nos dice que Schopenhauer, cometió el error de buscar el origen (Ursprung) de la religión en una especie de sentimiento metafísico que estaría presente en todos los hombres de modo anticipado y que conformaría el núcleo de toda religión. Para Nietszche, este análisis de la religión es totalmente falso, la historia, afirma, no se hace de esa manera, las cosas no suceden así, la religión carece de origen, no tiene Ursprung, fue inventada, hubo una Erfindung de la religión.
En "Genealogía de la moral", Nietzsche nos habla de esa especie de fábrica gigantesca de enorme factoría en la que se produce el ideal; el ideal tampoco tiene origen, fue inventado.
Estas ideas habrán de romper definitivamente con la continuidad planteada por Schopenhauer y caracterizada por su Ursprung, La Erfindung de Nietzsche habrá de generar una ruptura a la vez que marcará un comienzo pequeño; las invenciones no serán otra cosa que el producto emergente de oscuras relaciones de poder.
Así Foucault infiere: "El historiador no debe temer a las mezquindades pues fue de mezquindad en mezquindad, de pequeñez en pequeñez, que finalmente se formaron las grandes cosas. A la solemnidad del origen es necesario oponer, siguiendo un buen método histórico, la pequeñez meticulosa e inconfesable de esas fabricaciones e invenciones".
El conocimiento fue, por lo tanto, inventado; no se encuentra inscripto en la naturaleza humana; no es parte de un instinto humano; no existe en el comportamiento del hombre un instinto que defina cierto germen del conocimiento. Si bien puede reconocerse una relación del conocimiento con lo instintivo, no podría decirse que éste está entre los instintos humanos, ni siquiera a título de lo que para el psicoanálisis se conceptualizó centralmente como pulsión epistemofílica. El conocimiento es el resultado de un juego, de la confrontación, del enfrentamiento, de la resistencia, del dominio y de la lucha que se produce entre los instintos, es así, pura voluntad de poder. Y es esta batalla entre los instintos la que genera un compromiso, compromiso que emerge a partir de un choque, explosión descarnada que da lugar al conocimiento.
El conocimiento surge de los instintos en tanto estos últimos están enfrentados, contrapuestos. Dice Nietzsche: «una centella que brota del choque entre dos espadas».
Llegado este punto del recorrido no sería en vano decir que para Nietzsche, el conocimiento es contra-instintivo, contra-natural.
Es éste el primer sentido que Foucault le otorga al conocimiento, el de una invención sin origen.
Si acaso pueda darse otro sentido a esta afirmación, el de cierto derecho de origen con un mundo a conocer, tanto para Nietzsche como para Foucaul, no hay en realidad afinidad alguna ni previa entre el conocimiento y el mundo a conocer, los instintos han de enfrentarse a la naturaleza de manera violenta, las condiciones de la experiencia y las condiciones del objeto se darán siempre en forma heterogénea, no habrá entonces relación natural sino de dominación.
Esta es la ruptura, la que corre irrevocablemente al Dios de Descartes del centro del sistema filosófico; si podemos sostener que ya no existe relación de continuidad entre la naturaleza y el conocimiento; si entendemos a este último como el emergente diferenciado del enfrentamiento entre los instintos y el mundo, ya no será necesario ese argumento indubitable del que aún la ciencia no esta exenta, esa garantía referencial necesaria para la asunción del conocimiento y la verdad, aquello que resolvería las problematizaciones entre creencia y verdad.
En "La Gaya Ciencia", Nietzsche sentencia: "Por su carácter el mundo se parece a un caos eterno; ello no se debe a la ausencia de necesidad, sino a la ausencia de orden, de encadenamiento, de formas, de belleza y de sabiduría". El mundo ignora toda ley, el conocimiento ha de dar cosmos al caos; el conocimiento se relaciona con el mundo y no hay nada en este que lo habilite a conocer, ni es potencia en la naturaleza el ser conocida.
"…así como entre el instinto y el conocimiento encontramos no una continuidad sino una relación de lucha, dominación, subordinación, compensación, etcétera, de la misma manera vemos que entre el conocimiento y las cosas que éste tiene para conocer no puede haber ninguna relación de continuidad natural. Solo puede haber una relación de violencia, dominación, poder y fuerza, una relación de violación".
A diferencia de Espinosa, en donde para conocer las cosas en su naturaleza y esencia y por lo tanto en su verdad era necesario renunciar a la risa, a deplorarlas o detestarla, para Nietzsche estas pasiones que tienen en común el alejamiento y la destrucción del objeto, están en la raíz del conocimiento; "la maldad radical del conocimiento".
Si para Nietzsche, a diferencia de Espinosa, estos instintos permiten la emergencia del conocimiento, no es porque se apacigüen, se reconcilien o lleguen a una unidad, sino, y más bien, porque se enfrentan, se colocan en posición de odio, de desprecio, de luchas entre sí; "es porque están en estado de guerra", estado que se estabiliza momentáneamente, estado que permite el surgimiento del conocimiento: «la centella que brota entre el choque de dos espadas».
Comprendemos aquí la otra ruptura, quizás la más atrevida, la que aparece en tiempos totalmente influidos por el Neokantismo. Para Nietzsche el conocimiento no será «en sí», no hay naturaleza ni esencia para el conocimiento, este es cada vez el resultado histórico y puntual de condiciones que no son del orden del conocimiento, no es este una facultad inherente a la naturaleza humana, aparece como la determinación de una voluntad de poder, de relaciones de poder que permiten la conformación de ciertos tipos de verdad y de ciertos modos de subjetivación; cuestiones que merecen un análisis político desde lo que Foucault propone como el desarrollo posible de una Genealogía del poder, más ambiciosamente, de una Genealogía de la Moral.
"He aquí como a través de los textos de Nietzsche podemos establecer no una teoría general del conocimiento sino un modelo que permite abordar el objeto de estas conferencias: como es el problema de la formación de ciertos determinados dominios de saber (Arqueología) a partir de relaciones de fuerza y relaciones políticas en la sociedad (Genealogía)" -y me permito adelantarme en el desarrollo de sus obras- que generan ciertos modos de subjetividad y ciertos procedimientos precisos de gobierno (Etica).
Reflexiones sobre la conferencia primera de La Verdad y las Formas Jurídicas en Michel Foucault (1973). Abordar la Historia. Proyecto de una genealogía de la Moral. Foucault y una investigación de tres vértices.
Foucault, M. «La verdad y las formas jurídicas». Editorial Gedisa, Barcelona, España, 1980.
Nietzsche, F. «La Galla Ciencia». Alianza Editorial, Traducción Sánchez Pascual. Publicadas todas por Alianza Editorial y consultadas en el Sitio Web Nietzsche en castellano.
.Nietzsche, F. «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral». Alianza Editorial, Traducción Sánchez Pascual. Publicadas todas por Alianza Editorial y consultadas en el Sitio Web Nietzsche en castellano.
Autor:
Lic. Víctor E. Cáceres
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Michel Foucault. Cartografía de un pensador en marcha.