Especificidad del pensamiento filosófico- marxista de Mariátegui
El pensamiento filosófico-social de Mariátegui y su determinación marxista ha sido estudiado por muchos autores, incluyendo especialistas de trascendencia universal. Se han escrito diversos tratados biográficos, ensayos y otros trabajos especializados que de una forma u otra penetran en el pensamiento filosófico del Amauta[1]En algunos casos su abordaje, más que ir a la definición del filosofar de Mariátegui, se dirige a la exposición de fuentes o influencias para fijar las "inconsecuencias" marxistas y las "huellas" de las filosofías no marxistas presentes en él. Otros han intentado atribuirle una suerte de eclecticismo[2]filosófico.
A partir de estos y otros enfoques, no han faltado consideraciones que detectan en su pensamiento momentos voluntaristas, subjetivistas e incluso irracionalistas. En gran medida estas suposiciones y rótulos se extraen de las propias citas del discurso de Mariátegui, o de sus criterios sobre los filósofos por los que ha transitado en sus estudios.
Gran parte de estas conjeturas y tesis, responden a lecturas que enfatizan más en la letra inmóvil, fuera de contexto, que en el espíritu general que anima su pensamiento.
Además del hecho de tomar determinadas categorías acríticamente, sin detenerse en el significado y sentido con que operan en el discurso del pensador peruano.
También existen autores que se esfuerzan más en el espíritu creador del marxismo de Mariátegui y escrutan en la verdadera connotación de sus conceptos y categorías, destacando ante todo su carácter abierto a las adquisiciones del saber universal, a partir del hecho de ser un pensamiento afincado en la realidad y con ímpetu de acceder a ella en busca de la verdad. Estos enfoques -en mi criterio muy acertados en algunos casos-, se exceden a tal punto que hiperbolizan la originalidad del pensador y lo presentan con una creatividad de tal magnitud, que resulta ausente de todo principio y presupuestos asimilados.
Es indiscutible -y esto lo señalan muchos autores- el carácter no sistemático de la formación del Amauta y la asimilación del Marxismo no siempre en sus fuentes, sino a través de otros autores, lo cual incide de un modo u otro en su aparato categorial.
Sin embargo, en mi criterio, si ciertamente no invalido los caminos seguidos, me parece que una arista poco investigada, reside en la especificidad de su pensamiento filosófico[3]social, es decir, en las propias características sui géneris en que se cualifica su pensamiento. Cualidad que determina un estilo de pensamiento y un modo propio de aprehender la realidad por el pensamiento.
Mariátegui no fue un filósofo profesional, sino un pensador cuya obra está mediada por su orientación artístico-literaria que desde época temprana de su evolución, despierta con fuerzas inusitada. Esto determina que su obra ensayística, tanto de naturaleza sociológica, como política, junto a las expresiones conceptuales del lenguaje aparezcan llenas de imágenes y otras expresiones de corte literario que imprimen al discurso sus particularidades.
Pero esta especificidad cualitativa no es la determinante ni la que define su pensamiento filosófico social. Su pensamiento -ya sabemos, de filiación marxista- no se funda en tanto tal, ni en la ontología, ni en la gnoseología, aunque lógicamente, las emplea e incluye, sino en la axiología. Su cosmovisión filosófica-social, se centra en el hombre y la actividad humana y prioriza las dimensiones valorativas y práctica. Por eso siempre que se dirige a la realidad no la mira como cosa en sí, sino en relación con el hombre y la sociedad. No le interesa tanto qué son las cosas, sino ante todo, las necesidades e intereses sociales que satisfacen, para qué le sirven….
Esto, por supuesto, sigue la línea del pensamiento latinoamericano, de fuerte arraigo humanista. Pero en el caso de Mariátegui no se trata sólo de continuidad, sino además de ruptura. El humanismo marxista que propugna, concibe al hombre como sujeto creador y portador de la práctica social. Un ser socio-históricamente determinado, cuya "personalidad" (…) no se realiza plenamente, sino cuando sabe ser superior a toda limitación"[4].
Este modo de concebir la realidad, a partir de un humanismo dialéctico historicista que capta la realidad subjetivamente, muy cercano y coincidente con el espíritu de las Tesis sobre Feuerbach de Marx, y la concepción de Labriola[5]y Gramsci[6]del Marxismo como filosofía de la praxis, otorga estatus especial al pensamiento filosófico de Mariátegui[7]
No comparte el ontologismo intelectualista desarrollado por una versión del Marxismo, y sin rechazar la determinación de la realidad objetiva y el condicionamiento social del hombre, entiende que "la facultad de pensar la historia y la facultad de hacerla o crearla, se identifican"[8]. Identificación que explica del proceso mismo de la praxis social, del propio proceso de la producción humana en correspondencia con las necesidades e intereses que impulsan su actividad creadora.
Ante el fatalismo y el espontaneísmo que propala la versión metafísica y dogmática del marxismo[9]el Amauta, al igual que Gramsci, Lukacs[10]y otros marxistas, postula una filosofía de la subjetividad -entiéndase no subjetivista-, de la praxis, de la realidad concreta. Una filosofía que entiende que "el sujeto de la historia es, ante todo, el hombre. La economía, la política, la religión son formas de la realidad humana, de la cultura. Su historia es, en su esencia, la historia del hombre"[11], del devenir humano en toda su complejidad cultural.
Este historicismo humanista, en el mejor sentido del término, calificado por algunos autores como historicidad absoluta con resonancia vitalista que recuerda a Bergson[12]Croce[13]Sorel[14]y otros representantes del idealismo contemporáneo, está permeado del espíritu del marxismo auténtico; y más que negarlo, lo afirma como método de subversión de la realidad y teoría del cambio.
Es evidente la influencia de filósofos no marxistas, pero integrada a una totalidad que le imprime nuevos sentidos y cauces de concreción, en correspondencia con el ideal que preside la actuación de Mariátegui. "Varios aspectos en la amplia difusión del bergsonismo -por ejemplo la trayectoria de Romain Rolland[15](…) y ciertos acentos en el eco múltiple (…) que tenía en América Latina, indican que, traspuesto en un ambiente social correspondiente, el bergsonismo podía transformarse en la base de un humanismo que se apoyaba en la capacidad creadora de los hombres y era, por ende, progresista y potencialmente revolucionario. Para que se realice plenamente sus potencias revolucionarias había que despojarlo de su ropaje idealista y desarrollar los fundamentos de un concepto materialista del hombre. A esta tarea se dedicó Mariátegui, quien, considerando la humanidad creadora como la humanidad revolucionaria, transformó así la naturaleza misma del bergsonismo"[16].
En Mariátegui, la creación del hombre es un proceso eminentemente social y adquiere entidad real en la sociedad. No es un acto de introspección psicológica, dimanante de procesos puros de la conciencia. No es la conciencia que accede a la realidad, y la organiza en generaciones sucesivas, sino el hombre consciente, práctico, que realiza su ser esencial en la medida que convierte la realidad en su objeto, acorde con sus necesidades e intereses. Sobre esta base es posible comprender el problema. Mariátegui "asume" a Bergson a través de Sorel y Renan,[17] pero lo adecua a su fin, y extrae consecuencias revolucionarias. Su utilización del mito -que tanto se le critica – también se integra a su concepción marxista del hombre y la sociedad, y con maestría logra identificarlo con la capacidad creadora del hombre, su fuerza espiritual, en fin, con la revolución. Con esta concepción el concepto del mito pierde el significado que tiene en las fuentes asimiladas, para adquirir un sentido político clasista muy definido. "Lo que más neta y claramente diferencia en esta época a la burguesía y al proletariado -escribe el Amauta – es el mito. La burguesía no tiene ya mito alguno. Se ha vuelto incrédula, escéptica, nihilista.
El mito liberal renacentista ha envejecido demasiado. El proletariado tiene un mito: la revolución social. Hacia ese mito se mueve una fe vehemente y activa. La burguesía niega; el proletariado afirma"[18].
Mariátegui está consciente que la teoría del mito y la acción -no olvidar la connotación que él le atribuye – es la antítesis del sesgo positivista y economicista que había tomado al marxismo de la segunda internacional, "que había dejado de serlo casi desde su origen"[19].
La teoría del mito y la acción en su visión, "restituye al marxismo la misión revolucionaria (…) y establece las bases de una filosofía de la revolución, profundamente impregnada de realismo psicológico y sociológico…[20] es decir, de un marxismo que hace del hombre, en tanto sujeto, centro de su teoría y su praxis. El mito cumple la función de medio catalizador de energía creadora, en virtud de encarnar un ideal humano engendrado por la realidad social. Si ciertamente Mariátegui no niega la existencia del mito en el hombre individual, atribuye más importancia al pueblo, a las masas populares en la elaboración de ideales, forjados en la fuerza telúrica de la fe por algo que representa su existencia misma como clase, grupo, nación. "Los profesionales de la inteligencia no encuentran el camino de la fe; lo encontrarán las multitudes. A los filósofos les tocará, más tarde, codificar el pensamiento que emerja de la gran gesta multitudinaria"[21].
En este sentido la teoría del mito y la acción, más que expresar idealismo histórico, en Mariátegui no hace más que concretar su concepción histórico-materialista del hombre y la sociedad, así como sustanciar un proyecto, que concibe la ley histórica y la actividad consciente de los hombres en su interacción recíproca. Ciertamente, los hombres hacen la historia con arreglo a leyes objetivas, pero las leyes sociales y su devenir, tienen lugar a través de la actividad humana, adecuada a fines que impulsan la realización efectiva de lo que se quiere.
Se trata de un filosofar -por supuesto no sistematizado – enraizado en el hombre y su magna espiritualidad, sustentado en ideales que cualifican valores dirigidos al progreso humano. Ideales que, por su naturaleza revolucionaria, trasuntan imaginación y creación. Esto lo corrobora el Amauta en nuestra propia historia. "Bolívar tuvo sueños futuristas. Pensó en una confederación de estados indo-españoles. Sin este ideal, es probable que Bolívar no hubiese venido a combatir por nuestra independencia. La suerte de la independencia del Perú ha dependido, por ende, en gran parte, de la aptitud imaginativa del Libertador"[22].
La imaginación, como posibilidad de trascender el ser, superarlo y dirigirse al deber-ser y como proyección al porvenir, en un proceso pleno de fantasía, en Mariátegui, como hombre fundador, resulta insoslayable. Pero sin hipostasiarla de la realidad, pues en su criterio, (…) "podría decirse que el hombre no prevé ni imagina, sino lo que ya está germinando, madurando, en la entraña oscura de la historia"[23].
Esta tesis, si bien afirma la libertad humana, en tanto posibilidad de poner los fines, en virtud de la potencialidad de la subjetividad humana para proyectar utopía, no niega la necesidad objetiva condicionante[24]Por eso Mariátegui, asumiendo a Hegel[25]y también a Marx, explica la fuerza creadora del ideal como una consecuencia, al mismo tiempo, de la resistencia y del estímulo que éste encuentra en la realidad"[26].
Es indudable que la cosmovisión del Amauta en torno al hombre y la sociedad está cimentada en una comprensión dialéctica y materialista de la actividad humana y las condiciones generales en que deviene: necesidad – interés – fin – medios y condiciones; concebida como un todo sistémico – procesal, en cuyo transcurso lo ideal y lo material a través de la praxis se convierten recíprocamente.
Una comprensión tal del problema, independientemente de los conceptos que emplea Mariátegui y de las "inconsecuencias" que se le atribuyen, concentra el núcleo del marxismo-leninismo creador, la esencia viva de su espíritu y al mismo tiempo, le otorga especificidades propias al discurso del fundador del Marxismo latinoamericano.
En correspondencia con lo anterior, es más productivo acercarse al Amauta, no para indagar hasta que punto su marxismo coincide o no con el modelo teórico que reputamos como válido, sino en qué medida su marxismo fue expresión de la realidad estudiada, del objeto investigado y si efectivamente devino autoconciencia de su tiempo histórico. Precisamente su "llamada heterodoxia", en él fue un ejercicio perenne de seguir la realidad en sus contradicciones reales, de ser fermento de su existir y devenir, sin necesidad de poner aditamentos preconcebidos.
Estos rasgos cualificadores de la especificidad del pensamiento filosófico social de Mariátegui, encuentran concreción no sólo en sus teorías sociológicas y políticas, sino también en su quehacer crítico-literario, en su estética.
Su comprensión de la praxis – deducible de su obra, aunque no se defina con toda precisión – como esencial relación sujeto-objeto y sujeto – sujeto, donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente, devienen idénticos, constituye el fundamento metodológico de sus concepciones. "La ficción -razona el Amauta – no es anterior ni superior a la realidad como sostenía Oscar Wilde[27]ni la realidad es anterior ni superior a la ficción como quería la escuela realista[28]Lo verdadero es que la ficción y la realidad se modifican recíprocamente. El arte se nutre de la vida y la vida se nutre del arte. Es absurdo intentar incomunicarlos y aislarlos. El arte no es acaso sino un síntoma de plenitud de la vida"[29]. Mariátegui, no niega la primacía de lo material, respecto a lo ideal. Todo lo contrario, lo afirma y es consecuente con ello. Lo que no significa simplificar el proceso de aprehensión de la realidad por el hombre en el devenir recíproco de lo objetivo-subjetivo y viceversa. Es en la praxis donde lo material y lo ideal se identifican, en el sentido que el hombre actuando sobre la realidad la convierte en su objeto de conocimiento, valoración, práctica y comunicación[30]Es un proceso complejo de objetivación y subjetivación de la realidad en y a través de la actividad que Mariátegui también revela al asumir la literatura y el arte. Con ello restituye y afirma el papel activo y creador de la conciencia de los hombres, tanto en su expresión individual como social. Por eso, "cuando escruta -se refiere a la obra de arte- cómo se revelan en ella el hombre y el medio, lo hace para captar su trascendencia, el origen y la proyección de su mensaje. No se limitará a los horizontes de una explicación sociológica, una ubicación histórica, o una divulgación anecdótica; ni habrá de satisfacerse con la especiosa identificación de algunos recursos estilísticos o la glosa de su contenido ideológico; porque mira la creación como un aliento vital, y sólo a través de la concertada unidad de la vida hallará la explicación eficiente de su apariencia y su íntimo temblor".[31]
A diferencia de Croce, Mariátegui no separa lo subjetivo y lo objetivo en la creación artística, ni concibe el hecho estético como intuición en la cual el sujeto elabora y da forma a sus impresiones internas. Como creación humana, el hecho estético se constituye y realiza como un proceso subjetivo – objetivo, en unidad recíproca. El propio modelo del sujeto (artista) en su calidad subjetiva tiene su correlato en la realidad, o partió de ella, y en su movimiento, no hace más que encarnarse en objeto, en objetivarse como producto humano, es decir, como lo subjetivo objetivado mediante la acción práctica del hombre. Con razón Mariátegui defiende la unidad e interacción recíproca entre lo objetivo y lo subjetivo, pues hiperbolizar uno u otro momento del proceso único, sólo sirve para desvirtuar su esencia.
Esta forma específica de comprender el problema tiene sus fundamentos -como ya se ha mostrado- en la concepción que tiene Mariátegui del hombre y la actividad humana. Para el Amauta, en la praxis, el hombre realiza su ser esencial, cuyo proceso y resultado se encarna en el cuerpo de la cultura. Cultura, que en su connotación general, como producción humana (material y espiritual) cualifica la medida de ascensión y progreso humanos.
Esto propicia que en su estrategia metodológica, tanto al asumir problemas de naturaleza sociológica, política, artística, etc.; la historia y la cultura en permanente diálogo, sean su materia prima especial, y su decursar investigativo siga un cauce socio-cultural y complejo.
Sobre estas premisas, que otorgan especificidades propias al pensamiento filosófico -social de José Carlos Mariátegui, y uniendo indisolublemente oficio y misión, como hombre comprometido con la tragedia humana, su espíritu innovador, revela la realidad y busca lo autóctono, a partir de una obra creadora americana con plena vocación de universalidad, es decir, aferrado a las raíces y desde el presente peruano, interrogar a la historia y a la cultura, para descubrir sus enigmas y así acceder al futuro. "(…) Como líder de su idea y orientador de un mundo por nacer, fue forzado a mezclar, a equilibrar, -enfatiza Marinello- las esencias del hombre apostólico -hombre en futuro- con las virtudes presentáneas del realpolitiken. Quiso llevar a su pueblo, a su gente americana, por caminos inéditos y le fue preciso mostrarse a sí mismo la realidad de las vías inestrenadas. (…) Mariátegui fue el análisis leal, acucioso, perspicaz, pero realizado desde un ángulo apasionado[32]
Desde un ángulo apasionado – se trata de un hombre fundador que cree en el valor de una utopía cimentada en sus raíces – se ase a la realidad y a su tiempo histórico. Un fuerte ideal que media y sirve de acicate a su bregar heroico imprime sustancialidad a sus concepciones sociológicas. Aguijoneado por las exigencias de la realidad y su honda sensibilidad humana, coincide con Barbusse que "hacer política es pasar del sueño a las cosas, de lo abstracto a lo concreto. La política es el trabajo efectivo del pensamiento social; la política es la vida. Admitir una solución de continuidad entre la teoría y la práctica, abandonar a sus propios esfuerzos a los realizadores, aunque sea concediéndoles una amable neutralidad es desertar de la causa humana"[33].
En Mariátegui la causa humana es su razón de ser, pero no entendida como profesión de fe abstracta, emanada de una filantropía cultural quimérica, homogénea, que proclama redención y libertad humana fuera del drama humano. Todo lo contrario. Su ideal y los causes de realización efectiva tienen sus portadores en las grandes masas, en el proletariado y la masa indígena, capaces de hacer la revolución como prerrequisito de reivindicación humana, pues "a la revolución no se llega sólo por una vía fríamente conceptual. La revolución más que una idea, es un sentimiento. Más que un concepto, es una pasión. Para comprenderla se necesita una espontánea actitud espiritual, una especial actitud psicológica".[34]
Esta unidad de oficio y misión, sentimiento y razón, teoría y práctica y en fin, de
ciencia y conciencia, no sólo avala la proyección teórico-sociológica y metodológica de Mariátegui, sino además, concreta en su síntesis su pensamiento filosófico – social y su praxis revolucionaria.
Al mismo tiempo, le provee de los medios necesarios para asumir creadoramente la realidad peruana – y americana-, en función de realizar sus propósitos ideo-políticos y culturales, o en el decir de Darcy Ribeiro, "(…) a crear una nueva condición humana, quizás más solidaria"[35].
Autor:
Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo.
[1] Nombre que identifica a José Carlos Mariátegui, así como a la revista fundada por él. Amauta es un nombre quechua que significa ‘sabio’, ‘consejero’, y eso pretendió ser Mariátegui en la redacción y consiguió que fuera la revista para muchos escritores que llegaron después. Él era marxista leninista y su ideología estuvo siempre presente en la revista, pero no pretendió que la publicación fuera sólo un órgano político y partidista, sino que vinculó los planteamientos indigenistas y sociales con los estéticos y literarios de las vanguardias europeas y peruanas, así como con los de escritores anteriores, en especial Manuel González Prada, por lo que fue la mejor manifestación del vanguardismo nacional. Entre los muchos escritores que colaboraron en sus páginas se cuentan César Vallejo, Xavier Abril, Alberto Hidalgo o César Falcón.
[2] El eclecticismo es una doctrina que amalgama ideas inconexas de distintos autores, sin preocuparse por la coherencia lógica y la creación. Los pensadores eclécticos combinan lo que consideran doctrinas más válidas, aunque a menudo estas doctrinas no formen una unidad integral. La escuela moderna de filosofía ecléctica surge en Francia durante el siglo XIX; su figura más representativa fue Víctor Cousin, quien trató de unir el idealismo del pensador alemán Immanuel Kant, la filosofía del sentido común y las doctrinas del filósofo francés René Descartes, entre otros.
[3] La filosofía es un saber complejo sobre el mundo en relación con el hombre. Esa relación es al mismo tiempo cognoscitiva, valorativa, práctica y comunicativa, en su síntesis. Pero debe subrayarse que en el saber filosófico lo cognoscitivo (gnoseológico) y lo valorativo (axiológico), se integran en unidad indisoluble; pues al hombre no sólo le interesa qué son las cosas, sino para qué le sirven. El hombre constantemente está emitiendo juicios valorativos, a partir de su siempre visión crítica de la realidad. La filosofía no constituye un corpus de pensamientos e ideas, exclusivo, independiente y distinto de los restantes saberes, sino una actividad crítico – reflexiva de naturaleza cosmovisiva sobre aquellos momentos esenciales de los distintos ámbitos de la vida humana en relación con el universo, incluyendo así, las eternas preguntas sobre los límites del conocimiento, el sentido de la vida, la formación humana, el sentido de la existencia, la muerte, los problemas de la ciencia, de la vida cotidiana, etc. Por eso plantea más preguntas que respuestas. Existe, además, el criterio que la filosofía es una reflexión de segundo orden de la realidad, que se realiza sobre la base de la de primer orden hecha por otros saberes. En este sentido, la filosofía sería conciencia crítica que evalúa sus presupuestos, conceptos, paradigmas, métodos, etc.
[4] José C. Mariátegui: Heterodoxia de la tradición. En Peruanicemos al Perú. Vol. 11. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 1986 p. 164.
[5] Antonio Labriola (1843-1904), filósofo y pensador italiano. Nació en Cassino y estudió en la Universidad de Nápoles. Catedrático de Filosofía Moral en la Universidad de Roma, fue amigo personal de Friedrich Engels y uno de los principales difusores del marxismo en Italia. Sus principales obras en este sentido fueron: En memoria del Manifiesto Comunista (1895), Sobre el materialismo histórico (1896) y Sobre el socialismo y la filosofía (1897), en las que, profundamente influido por Georg Wilhelm Friedrich Hegel, destacaba la importancia de la conciencia y la praxis en el corpus doctrinal marxista. Participó en la formación del Partido Socialista Italiano y su pensamiento ejerció una notable influencia en el que sería fundador del Partido Comunista italiano, Antonio Gramsci. Falleció en 1904 en Roma (Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos)
[6] Antonio Gramsci (1891-1937), filósofo y político italiano y uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano. Desarrolló un marxismo creador, centrado en la praxis. Es muy conocido en Cuba.
[7] José C. Mariátegui: En la Literatura y en el Arte. En Peruanicemos al Perú. Vol. 11. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 19809. p. 106.
[8] José C. Mariátegui: Temas de nuestra América. Vol. 12 Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 1974. p.16
[9] El fatalismo y el espontaneísmo que propala la versión metafísica y dogmática del marxismo, se caracteriza por una visión antidialéctica del mundo, que absolutiza el factor económico y soslaya la real complejidad del ser humano en relación con la naturaleza y la sociedad.
[10] Lukács, Georg (1885-1971). Teórico marxista húngaro, especialista en Estética.
[11] Para su estudio exhaustivo de la filosofía de Mariátegui, ver “Defensa del Marxismo. Vol. 5. Empresa Editorial Amauta, Lima, Perú, 1987, pues aquí aparece su filosofía de modo más sistematizado, lo que no significa en modo alguno su ausencia en la restante obra.
[12] Bergson, Henri-Louis (1859-1941). Filósofo vitalista y espiritualista francés. La filosofía bergsoniana se inscribe en el contexto de la crítica al positivismo, a la psicología asociacionista y al neokantismo, y aparece como continuadora de un cierto espiritualismo, pero destaca especialmente su enfoque vitalista y su interés por el evolucionismo.
[13] Croce, Benedetto (1866-1952). Filósofo e historiador italiano, idealista. La lectura de las obras de Antonio Labriola, marxista y profesor de filosofía en Roma, le induce primero a una crítica al marxismo y luego al interés y entusiasmo por la filosofía de Hegel. Su primera obra importante, Estética como ciencia de la expresión y Lingüística general (1902), representa su primera visión sistemática de la filosofía, que al modo hegeliano llama «ciencia del espíritu», desde un punto de vista estético.
[14] Georges Sorel (1847-1922), teórico político y filósofo social francés. Sorel fue un destacado dirigente y teórico del movimiento sindicalista revolucionario. Creía que el poder debía pasar de la decadente clase media a la clase trabajadora, y que este objetivo sólo podía lograrse a través de una huelga general que, para ser efectiva, debía ser violenta.
[15] Romain Rolland (1866-1944), escritor francés galardonado con el Premio Nobel, refleja en su obra sus principios éticos y sus ideales pacifistas. Autor humanista de una vasta obra. Sus Memorias (1956) y cartas revelan su carácter místico e idealista, entregado a la causa de la libertad intelectual y la paz mundial.
[16] Adalbert Dessau: Literatura y sociedad en las obras de José C. Mariátegui. En “Mariátegui: Tres estudios. Biblioteca Amuta, Lima, Perú, 1971. p.88.
[17] Ernest Renan (1823-1892), filólogo e historiador de la religión francesa. En cierto modo, la noción de cultura, entendida como una entidad con realidad objetiva independiente, ya aparece implícitamente en la filosofía de la historia de Renan quien, en su Vida de Jesús, afirma que «la Historia está llena de sincronismos extraños que hacen que, sin haberse comunicado entre ellas, fracciones de la especie humana muy alejadas unas de otras, lleguen al mismo tiempo a ideas y soluciones casi idénticas». Ver, además, José C. Mariátegui: El Hombre y el mito. En “Alma matinal” Vol. 3 Empresa Editora Amauta, Lima Perú, 1987. p.28.
[18] Ibídem. P. 27
[19] José C. Mariátegui: Henri de Man y la “crisis” del Marxismo. En “Defensa del Marxismo” Vol. 5. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 1987. p. 23.
[20] Ibídem. p. 21
[21] José C. Mariátegui: EL hombre y el mito. Obra citada p. 28. En esta misma dirección – escribe – “Los idealistas – entendido por Mariátegui como hombre con ideales -necesitan apoyarse sobre el interés concreto de un extensa y consciente capa social. El ideal no prospera, sino cuando representa un vasto interés. Cuando adquiere, en suma, caracteres de utilidad y de comodidad. Cuando una clase social se convierte en instrumento de su realización “ (José C. Mariátegui. La imaginación y el progreso. El Alma matinal. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 1987, p.40.
[22] Ibídem. p. 45
[23] Ibídem. p. 46.
[24] El espíritu humano reacciona contra la realidad contingente. Pero precisamente cuando reacciona contra la realidad es cuando tal vez depende más de ella. Pugna por modificar lo que ve y lo que siente; no lo que ignora. Luego son válidas aquellas utopías que se podrían llamar realistas. Aquellas utopías que nacen de la entraña misma de la realidad”. (Ibídem p. 46).
[25] Hegel, Georg Wilhelm Friedrich (1770-1831). Filósofo idealista alemán, figura cumbre de la filosofía occidental. Máximo representante de la Filosofía Clásica Alemana y fuente filosófica directa del marxismo.
[26] Ibídem. Además (…) hay que tomar en cuenta que los años de su estancia en Europa –señala A. Dessau– de por si no eran suficientes para estudiar a fondo el marxismo-leninismo. El resultado es que Mariátegui volvió al Perú como “marxista confeso”, pero sin la formación marxista-leninista completa. Desde esta posición tuvo que aplicar el marxismo a la realidad del Perú y la lucha revolucionaria del movimiento obrero en su país, lo que incluía la necesidad de desarrollar ideas marxistas-leninistas sin poder recurrir a las fuentes clásicas de la teoría del proletariado revolucionario" (Alberto Tauro: Prólogo a El Artista y la época, de José Carlos Mariátegui. Empresa Editora Amauta. Vol. 6, Lima, Perú, 1969. p. 8) .
[27] Oscar Wilde (1854-1900), novelista, poeta, crítico literario y autor teatral de origen irlandés, gran exponente del esteticismo cuya principal característica era la defensa del arte por el arte. Martí destacó los valores literarios y humanos de su obra.
[28] Esto nos recuerda a Martí en la polémica del Liceo de Guanabacoa, pues precisamente se opone al realismo en defensa de la subjetividad humana.
[29] José C. Mariátegui: El Artista y la época. Vol. 6. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 1959. p. 180.
[30] Ver de Rigoberto Pupo: La práctica y la filosofía marxista. Edit. C. Sociales, La Habana, 1986, pp. 95-132
[31] Alberto Tauro: Prólogo a El Artista y la época, de José Carlos Mariátegui. Empresa Editora Amauta. Vol. 6, Lima, Perú, 1969. pp. 7-8.
[32] Juan Marinello: El Amauta José Carlos Mariátegui. Revista de Avance. Colección Orbita. Instituto Cubano del Libro, la Habana, 1972. p. 353.
[33] José C. Mariátegui: La Revolución y la Inteligencia…En la Escena Contemporánea. Vol. 1. Empresa Editora Amauta, Lima, Perú, 1981 pp. 154-155.
[34] Ibídem. p. 155.
[35] Darcy Ribeiro. El Pueblo Latinoamericano. En Revista Casa de las Américas No. 187, Abril Junio de 1952. p. 21.