PinturaLas diferencias entre el simbolismo andino (basado en una concepción geométrica de la realidad) y el realismo español no permitieron una adecuada interpretación de las obras producidas antes de la llegada de los peninsulares. La tradición de la que provenían los españoles no exigía un conocimiento previo de los elementos, bastaba mirar la pintura para entender el mensaje del autor. En cambio, la tradición andina exigía un conocimiento de los símbolos que muchas veces estuvieron restringidos a un sector elite.Fue esta falta de entendimiento la que llevó a los españoles restarle importancia a las obras producidas por los andinos y lo que los condujo a destruirlos en su mayoría. Tan solo quedaron los quipus y algunos uncus con tocapus como muestra de la complejidad simbólica del mundo andino.
Ante esta situación, los indígenas fueron apropiándose poco a poco del lenguaje artístico traído por los españoles. Otros, los más hábiles, lograron plasmar sus creencias en pinturas representativas de la sagrada familia, superponiendo para ello elementos andinos sobre figuras sagradas. Las pinturas jugaron un rol importante después del primer desencuentro entre las tradiciones españolas e incaicas. Los peninsulares se dieron cuenta de este gran obstáculo y decidieron romper la falta de comunicación entre ambos grupos utilizando la pintura. En la etapa de evangelización los cuadros de la sagrada familia, de Cristo crucificado, de santos y mártires fueron utilizados como herramientas para la enseñanza de la fe católica. Así, durante la segunda parte del siglo XVI, la pintura al igual que otras manifestaciones artísticas fueron monopolizadas por la iglesia. Con el afán de una mejor evangelización encargaban muchos cuadros con temas específicos (alusivos a la sagrada familia, pasión de Cristo, etc.) a los más importantes talleres andaluces y sevillanos.En estos trabajos se nota la influencia del renacimiento italiano. La época de mayor auge de esta tendencia fue cuando llegó al Perú el jesuita Bernardo Bitti. Desde 1575 difundió su obra por todo el virreinato, a pesar de que su taller se encontraba en Lima. Bitti fue el primero de una serie de pintores extranjeros que llegaron al Perú para ponerse al servicio de la iglesia. Junto al maestro jesuita Leonardo Bitti destacan, dentro de la corriente italiana llegada al Perú, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro. Con los años, la iglesia optó por el naturalismo y por el realismo descriptivo, tal vez prefigurando la escena local para la llegada del barroco.
En este tránsito el antimanierismo y contramanierismo fueron utilizados con fuerza entre los pintores locales. El antimanierismo apeló a crear mayor sensibilidad a través de los efectos visuales que el autor le otorgaba a la pintura. Manos y cuellos alargados, posturas rebuscadas y efectos dramáticos demostraban la manera que tenía el artista a la hora de representar al mundo. Destacan la Virgen de la leche (Pérez de Alesio), La coronación de la virgen (Bernardo Bitti).El barroco llegó al virreinato peruano con las pinturas encargadas por el convento de Santo Domingo al gran pintor sevillano Miguel Güelles. Sus obras reunidas bajo la serie La muerte de Santo Domingo tuvo un impacto profundo en el medio limeño, pues su naturalismo e idealismo fueron las características comunes en las pinturas locales del siglo XVII. En este siglo la proliferación de aristas españoles propició la apertura de varios talleres no solo en Lima, sino también en las principales ciudades del virreinato peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán (artista español, 1598-1664) uno de sus principales referentes. Muchos de sus cuadros fueron copiados o sirvieron de molde para nuevas producciones. De igual manera, algunas de sus obras llegaron al Perú y fueron motivo de orgullo y satisfacción para la orden religiosa que lo había encargado (En Lima algunas de sus obras se pueden apreciar en el iglesia de la Buena Muerte).Sin duda, Cuzco fue durante el siglo XVII uno de los referentes pictóricos mas importantes del virreinato peruano.
La presencia de Bernardo Bitti (1583-1585 y 1596-1598) en el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica cuzqueña. Sin embargo, a pesar de que el "movimiento italiano" fue base para muchas de las obras producidas en esta ciudad, lo cierto es que se empezó a dejar elementos y a incorporarse otros propios de la región. En otras palabras, se desarrolló con los años una personalidad y lenguaje diferenciado que sin duda reflejan la personalidad de los pintores (la gran mayoría andinos y mestizos) y también cual era su base de inspiración (fue Rubens el artista predilecto por los talleres cuzqueños). Uno de ellos fue Diego Quispe Tito, pintor vernacular que se inspiró en los cuadros flamencos naturalistas y de los que tomó el paisaje para recrearlo con motivos andinos. Ya en el siglo XVIII los talleres pictóricos cuzqueños tuvieron una producción casi en serie. Sólo los maestros firmaban el lienzo pues tenían a una serie de artistas especializados dedicados a la pintura de un sector del cuadro (manos, rostros, cuerpo, fondo, etc). Es por ello que los artistas anónimos fueron los verdaderos impulsores de la corriente cuzqueña pues a su trabajo le añadieron los elementos propios de la cultura local. En este punto es importante agregar la trascendencia que tuvo la afirmación de los señores étnicos y la nobleza andina, que para mediados del siglo XVIII tuvieron una fuerte posición económica y social.
En su reafirmación andina encargaron cuadros de incas y retratos en los que dejaban muy en claro el orgullo por su pasado.Durante el siglo XVIII, Lima continuó produciendo pinturas barrocas de gran influencia hispana. Sin embargo el arte ya no fue exclusividad de la iglesia. La corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a la pintura a través de los retratos. Estas pinturas eran más festivas y con un lenguaje pictórico mucho mas profuso que el del siglo anterior. Las pinturas de Cristóbal de Lozano y Cristóbal de Aguilar son las más afamadas, pues retrataron a los virreyes más importantes del siglo de las luces.Al final de la centuria dieciochesca ingresó al virreinato peruano el rococó francés, aunque su mayor influencia se dio en la arquitectura. De igual manera, el neoclasicismo tuvo poca influencia en la pintura peruana, aunque resaltan ciertas obras de Matías Maestro.
EsculturaLa escultura, al igual que todas las artes, fue introducida al virreinato peruano por la iglesia. Desde un primer momento tuvo una función práctica: sirvió como una herramienta eficaz en las campañas de evangelización y de extirpación de idolatrías durante la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII. Inclusive el Concilio de Trento (2563) se encargó de dar las directrices para la buena utilización de las imágenes en la difusión de la fe católica. Así, la virgen María, Jesucristo y los principales santos debían tener un papel hegemónico en las iglesias y conventos.Los curas doctrineros llegaban hasta los lugares más recónditos de los Andes y con sus imágenes y cajas-retablo, lograban el entendimiento de los indígenas a pesar de que no hubo una buena comunicación entre ambos grupos a causa del idioma.
En el siglo XVI el renacimiento tardío continuaba inspirando a los artistas locales. Utilizaron para sus primeras obras madera, mármol, piedra, marfiles y metales, aunque muchas veces tuvieron que importar los materiales del reino español. En Lima surgieron varios talleres que satisfacieron la demanda de los encomenderos y también de las órdenes religiosas, porque se encontraban necesitadas de producción artística, ya sea para la decoración de sus nuevos templos e iglesias o para el adoctrinamiento de indígenas. De este periodo resaltan la Virgen de la anunciación (1551), Virgen del Rosario (c. 1555), Virgen Patrona de la orden dominica (1558), todas obras del escultor flamenco Roque de Balduque. Cabe resaltar que la importación de obras fue practica común durante todo el virreinato peruano.
Las regiones preferidas fueron Sevilla, los Países Bajos y, en menor proporción, de Italia.La presencia de maestros españoles durante el siglo XVI y principios del XVII consolidó a Lima como importante fuente de producción escultórica. Entre los maestros españoles destacan Juan Martinez de Arrona, excelente ebanista especializado en cajonería religiosa. Su obra más importante es la Cajonería de la Catedral (1608) realizada bajo los cánones del renacimiento pues debía armonizar con el estilo de Francisco Becerra, alarife de la catedral. Otro importante escultor fue Pedro de Noguera, autor de la Sillería de la Catedral (1532), acaso la obra escultórica más bella de Lima construida en el siglo XVII. De los talleres del andaluz Juan Martines Montañéz (1568-1649) destaca el retablo del Monasterio de la Concepción (actualmente se encuentra en la Catedral de Lima). Este gran retablo describe en sus relieves la vida San Juan Bautista y fue enviado, desde Sevilla, durante 15 años a la ciudad de los Reyes (1607-1622).
Otra obra importante de las postrimerías del XVII es la escultura de Melchor Caffa titulada "El tránsito de Santa Rosa" (1699). De origen maltés, Caffa se educó en Roma, por lo que la obra en honor a la santa peruana posee bastante parecido con la Santa Teresa de Bernini. No obstante, la escultura realizada en mármol de Carrara posee una sobriedad única y sin duda representa una de las obras cumbre del barroco italiano en el Perú.El siglo XVIII se caracterizó por la introducción de nuevas técnicas en la elaboración de esculturas. Destacó la llamada técnica de la tela engomada, pues lograba darle un efecto muy realista a la obra. Santos, vírgenes, ángeles y arcángeles fueron realizados con esta técnica que con los años fue muy popular en el virreinato peruano. En este siglo ocupa un lugar especial la obra del mestizo Baltazar Gavilán. Con un manejo exquisito del barroco, sus obras imprimen un realismo sin precedentes en la plástica peruana. Destacan La dolorosa realizada para el convento de San Francisco y La Muerte, para la iglesia de San Agustín. De 1,95 m, esta escultura representa el fin de la vida (esqueleto con un arco y flecha en la mano) y según una tradición de Ricardo Palma fue el mismo Gavilán víctima de esta obra, pues, cuenta la leyenda, que tras una pesadilla el autor se levantó y a media luz se encontró con la horrible figura de "La muerte", muriendo de la impresión.
ArquitecturaSi bien la arquitectura colonial peruana nació a partir de modelos peninsulares y europeos, con el devenir de los años logró afirmarse como una arquitectura con personalidad propia, única en América. La fundación de ciudades españolas fue el inicio de la ocupación del territorio andino. Sobre las antiguas ciudades prehispánicas se asentaron los primeros poblados españoles y en ellas plasmaron su ideario del mundo conocido. Sus reglas definieron la configuración de la ciudad pues de acuerdo a la posición en el plano se sabia la condición de la persona. Las primeras construcciones en edificarse fueron el cabildo, la catedral y las casas alrededor de la plaza mayor. Las construcciones más cercanas a la plaza eran propiedad de los vecinos más prominentes de la ciudad, es decir, aquellos que habían sobresalido en las empresas de conquista. Sin embargo, son pocos los ejemplos de arquitectura del siglo XVI. Tan solo algunas casas o patios ubicados en Lima o Cuzco o algunas iglesias en provincia son la única muestra de las construcciones de aquella época, pues los terremotos de 1687, 1746 y las obras edilicias del siglo XX, fueron los principales agentes de destrucción de dichos monumentos.
Del siglo XVI destacan: la casa de Jerónimo de Aliaga (Lima), La Merced (Ayacucho), Iglesia de San Jerónimo (Cuzco) y la Asunción (Juli, Puno).La mayoría de las iglesias de fines del siglo XVI poseían planta gótica-isabelina con nave alargada y separada por presbiterio o capilla mayor por un gran arco denominado triunfal.(Wuffarden, 2004: 76).Las portadas de las iglesias conservaron las formas clásicas italianas, a pesar de que los alarifes tuvieron gran libertad para interpretarlas, haciendo hincapié en un sentido bastante decorativo. Como indica Antonio San Cristóbal, acaso el estudioso más importante de la arquitectura virreinal peruana, la portada lateral de la iglesia limeña de San Agustín es una de las poquísimas portadas existentes de Francisco Morales (alarife) que muestra en todo su esplendor sus formas clásicas, propias del renacimiento tardío. El siglo XVII estuvo marcado por la llegada del barroco. Este estilo arribó al Perú en un momento de gran madurez artística de los alarifes afincados en el Perú. La reinterpretación del estilo y su adaptación al medio local hicieron que el virreinato del Perú se conviertiera en la expresión del barroco americano.
Y es que la riqueza del barroco peruano radica en la diversidad de interpretaciones, pues se adaptó y aprehendió elementos de las principales ciudades del virreinato (Lima, Cuzco, Trujillo, Puno, Arequipa, Cajamarca, etc.), pero también tuvo que adaptarse a una serie de factores que lo condicionaron (principalmente de índole económico).Mientras el barroco se afianzaba, en el Perú hubo un cambio en la construcción y diseño de las naves. Las iglesias dejarían las plantas isabelinas y se adaptaron a la cruz latina con bóveda de cañón y cúpulas en el crucero. No hay que olvidar que todos estos cambios son producto de las acciones que la Contrarreforma Católica tomó para afianzar la simbolización del culto católico. Son ejemplo del barroco: San Francisco el viejo, iglesia de las Trinitarias, La Merced, San Pedro, la Portada del Perdón de la Catedral (Lima); La Merced, Santo Domingo, San Francisco, Santa Catalina (Cuzco) etc.La iglesia fue la propulsora de una arquitectura monumental. Conventos y monasterios fueron los edificios más grandes y bellos durante todo el virreinato. Destacan por su tamaño: Santa Catalina (Arequipa), San Francisco el viejo, La Merced (Lima), Santo Domingo (Trujillo).
Como se mencionó líneas arriba, en el siglo XVII hubo un transito de la planta isabelina a la cruz latina. No obstante, las catedrales de Lima y Cuzco escapan a esta clasificación. Las dos fueron construidas sobre una planta procesional de tres naves con capillas laterales y coro de canónigos colocado en medio de la nave central (García Bryce, 1995: 368). Son del tipo hallenkirche o iglesia salón con las bóvedas a la misma altura. Lo que llama la atención en ambas es que si bien poseen una misma planta, fueron construidas con materiales completamente diferentes, pues siguieron la tradición constructiva de su respectiva región (Lima-costa, Cuzco-sierra).Las iglesias del siglo XVII destacaron también por la construcción de portadas-retablo en sus fachadas. Construidas principalmente en piedra, tuvieron un papel simbólico y evangelizador, ya que anunciaban a los transeúntes la importancia de la iglesia, su carácter monumental e invitaban a su contemplación.El virreinato peruano tuvo una diversidad de centros arquitectónicos importantes. Las tradiciones y elementos regionales permitieron el desarrollo de escuelas y de áreas de influencia. Cuzco, Arequipa y Puno fueron las difusoras de las principales técnicas constructivas locales.
En estas ciudades hubo una búsqueda de lenguajes propios alejados del barroco y de su realismo, experimentando en muchos casos con la naturaleza y los elementos bucólicos andinos. Un buen ejemplo sería la portada de La Compañía, en la ciudad de Arequipa.En las ciudades, la vivienda colonial tuvo una fuerte influencia peninsular, especialmente andaluza. Fueron casas de uno o dos pisos, con un zaguán que permitía el ingreso. Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el día pues a él llegaban los vendedores ambulantes o las visitas. Un bello patio dominaba el ingreso rodeado de los dormitorios y habitaciones principales. En el primer piso se encontraba la sala que usualmente conectaba a otro patio (traspatio) y finalmente a la cocina. Muchas casas en Lima tuvieron huertas en las que cultivaban productos de panllevar.Las casas de dos pisos tuvieron usualmente un balcón cerrado por donde se podía observar la calle. En el siglo XVI y XVII estos balcones poseían celosías, a fines del XVIII y principios del XIX se construyeron bajo los cánones del neoclasicismo y del estilo imperio, imponiéndose el uso de ventanas de guillotina. Los balcones le confirieron a Lima una personalidad propia, ya que en ninguna ciudad americana existieron tantos balcones como en la capital del virreinato peruano.
CulturaLa vida intelectual en el virreinato peruano estuvo capitalizada por la república de españoles. Fueron los peninsulares en primer término y luego los criollos los que se dedicaron al desarrollo de una cultura colonial basada en las tendencias que llegaban de Europa.Una de las primeras acciones fue la implementación de colegios y universidades en todo el virreinato. Las principales universidades se encontraban en Lima y Cuzco, siendo la Universidad de San Marcos la más antigua fundada en América. Los colegios mayores se fundaron para la educación de los hijos de los españoles, sin embargo también se crearon colegios para la elite indígena. Sobresalieron el Colegio Príncipe de Lima y el Colegio San Francisco de Borja en la ciudad del Cuzco.
En estos colegios los indígenas eran introducidos al castellano, se les adoctrinaba y se les impartía conocimientos básicos de cálculo, retórica, escritura y canto. Los estudios estuvieron separados por niveles denominados primeras letras, estudios menores y mayores y el paso de un nivel a otro no lo determinaba la edad sino las aptitudes del estudiante. Los colegios Mayores para españoles más importantes se encontraron en Lima y Cuzco. Fueron reputados los colegios-seminarios de las órdenes religiosas, pues en ellos los estudios estuvieron dirigidos al cultivo de las humanidades. Los estudios más comunes estuvieron dirigidos hacia el derecho, la medicina y la teología. La medicina: el conocimiento médico durante el virreinato fue rudimentario y empírico. A pesar de enseñarse en las universidades, la medicina solo se restringió a aminorar las dolencias que no causaban muerte, como el caso de un resfrío o torceduras de huesos. Cuando el enfermo se agravaba el médico ya no tenía mucho por hacer pues no poseía la técnica ni los conocimientos necesarios para curar enfermedades como el cáncer, hidropesía, apoplejía, "alfombrilla" o tercianas, muy comunes y estudiadas durante el virreinato.
La medicina no fue propiedad de los doctores salidos de las universidades. Fue común que los barberos, entre sus muchas actividades, se dedicaran a la práctica empírica de la medicina. Los escritos indican que fueron especialistas en sacar muelas y en preparar ungüentos y "parches" para los huesos. Barbero y médico empírico fue San Martín de Porras antes de consagrarse hermano lego dominico.
Autor:
Ricardo Ayala
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