Por su parte Kant, que tenía ante sí la física newtoniana, la geometría euclídica y la lógica aristotélica necesitaba explicarse ¿cómo era posible tanta ciencia? El conocimiento para Kant, era un conocimiento siempre de fenómenos, es decir, de lo dado. Y esto que está dado, está dado a la experiencia no de un modo acabado sino que la razón interviene en la construcción de la experiencia, es decir, en la construcción del fenómeno. Lo que viene de la experiencia son las sensaciones. Luego toda sensación para que pueda ser base del conocimiento tiene que estar ordenada y lo que ordena es el espacio y el tiempo. El espacio no es un elemento empírico; el tiempo tampoco lo es, pero el orden de lo percibido sólo se estructura en función de estas coordenadas espacio-temporales. Para Kant espacio y tiempo no son ideas que se aplican a las cosas, son formas puras de la intuición sensible; son estructuras que posibilitan la aprehensión sensible. Estas estructuras no son psicológicas sino que pertenecen a la razón como facultad pensante, en definitiva, al entendimiento. Pero así cuando percibimos algo en el espacio y en el tiempo no es simplemente un acto mecánico de afectación de los órganos sentidos con respecto a las cosas, sino que lo que se produce es un pensamiento y ese pensamiento permite estructurar un juicio. La estructuración de juicios se realiza por medio de categorías del entendimiento, que también son estructuras. Las categorías del entendimiento según sabemos son: La de la afirmación, la negación, cantidad y calidad y relación. Estas categorías son condiciones que hacen posible el conocimiento; son condiciones inherentes a la razón, a una razón que no es individual, es universal. Kant afirma la existencia de estructuras universales de la razón. Estas estructuras universales son las que hacen posible el conocimiento; por ello el planteo kantiano alude a un formalismo racional.
Ahora bien, si por Filosofía de la Ciencia entendemos el estudio sistemático de los conceptos y esquemas conceptuales de las ciencias y a su vez, que tales esquemas son los instrumentos del entendimiento científico, los modos según los cuales el científico llega a comprender el mundo que investiga, podemos caracterizar la filosofía de la ciencia como tarea que tiene por objeto entender el entendimiento científico (WARTOFSKY-1987, 22). Al mismo tiempo no podemos abandonar un estudio de los sucesos históricos trascendentales que orientan la Filosofía de un modo determinado. Entonces, antes de entrar al Siglo XIX debemos señalar como hito importante para la humanidad el descubrimiento de la máquina de vapor. En 1698 el inglés Savery, basándose en la máquina de Papin, construyó la primera máquina de vapor. En 1775 fue Perrier quien acopló la máquina a un navío y luego Stephenson la aplicó a los ferrocarriles. El siglo XIX fue entonces el siglo del tránsito; tránsito de país a país; de continente a continente. Precisamente fue el continente africano el que atrajo mayor atención. El descubrimiento de nuevas etnias replanteó la explicación antropocéntrica del universo; el Positivismo había nacido. El enfoque positivista comtiano[1]es básicamente descriptivista; trata de presentar la totalidad de las disciplinas de su tiempo dentro de un esquema jerárquico general tanto en perspectiva sincrónica como diacrónica. Ahora bien, de su descripción general de lo que considera el estado de la ciencia de su época, Comte saca también algunas consecuencias normativas acerca de cómo hacer "buena ciencia", que posteriormente iban a tener bastante influencia en los practicantes mismos de algunas disciplinas como la medicina y las ciencias sociales (DIEZ – MOULINES–1999, 29). La reflexión sobre el conocimiento en el positivismo se va a centrar en la materialidad del conocimiento y la materialidad del conocimiento se encuentra en el lenguaje y el lenguaje como conocimiento se estructura en un sistema. A su vez, el conocimiento como sistema se llama teoría. Las teorías describen la realidad en función de ideas que arman y complejizan el modo de ver la realidad. En otras palabras, las teorías no son consecuencias de datos empíricos sino construcciones conceptuales a través de las cuales se ordena la percepción de datos empíricos, de modo tal que cuando se percibe la realidad social, la complejidad de lo social deviene de la percepción teórica con la cual creamos la realidad. Cualquier actividad teórica, por medio de la cual se construyen y aplican teorías, tiene una dimensión interpretativa fundamental. Esto es propio de las ciencias empíricas de "primer orden" (sean naturales o sociales) y vale en mayor medida para las ciencias de "segundo orden", como la filosofía de la ciencia. Teorizar no consiste simplemente en explicitar normas ni en registrar hechos: consiste en "conceptualizar" o "reconstruir", es decir, interpretar el material de estudio dentro de cierto marco conceptual, previamente dado, que es precisamente lo que llamamos "una teoría". Toda teoría es interpretación, y ello vale naturalmente también, y muy especialmente, para las teorías que produce la filosofía de la ciencia (DIEZ – MOULINES–1999, 24).
Los planteamientos kantianos, que habían quedado eclipsados por largo tiempo, retoman vigor a finales del siglo XIX y principios del XX, con una serie de corrientes, escuelas y autores que, aunque muy distintos entre sí, toman su fuente de inspiración más de Kant que del positivismo inmediatamente anterior, y con ello elaboran enfoques más bien interpretativos (matemáticos). Los filósofos de la ciencia más obviamente influidos por Kant fueron por supuesto, los neokantianos, con Ernst Cassirer a la cabeza, quienes trataron de compaginar del mejor modo posible los principios de la teoría kantiana original con los nuevos desarrollos de la ciencia, especialmente de la física. Pero, además de los neokantianos, a esta época pertenecen una serie de autores que, aun siendo más o menos críticos (a veces radicalmente críticos) de Kant, retomaron las preocupaciones y el modo de encarar los problemas de éste y elaboraron sus propias metateorías en el sentido de modelos acerca de la estructura esencial del conocimiento científico, sobre todo de la física (DIEZ – MOULINES–1999, 29).
En el período de las dos Guerras debemos destacar la notable influencia que el Círculo de Viena ejerció sobre la comunidad científica de cuyas ideas nacieron el "positivismo lógico" y el "empirismo lógico". El Positivismo lógico se caracteriza sobre todo por su rechazo absoluto a la metafísica. Su teoría aparece como una combinación de la filosofía empirista, para la cual los datos sensibles son los primeros elementos del conocimiento humano, de una concepción cientificista y antimetafísica de las cosas y de un modo de análisis lógico del lenguaje. Este análisis del lenguaje deriva de Bertrand Russell y de Gottlob Frege, filiación que implica una nueva concepción: La identificación de una proposición con los métodos de verificación de su sentido. En nombre de la verificación, los integrantes del Círculo de Viena rechazan toda metafísica. Por otra parte, la técnica lógica de análisis les permite dar cuenta de las proposiciones lógicas de la ciencia, bajo la forma de proposiciones elementales. La proposición elemental solamente tiene sentido como traducción de una experiencia sensorial y la única manera de saber si tiene sentido es preguntarse acerca de la manera de verificarla. Aunque Ludwig Vittgenstein (1889-1951) y Karl Popper (1902-1994), intervinieron con frecuencia en las reuniones del grupo, no formaron parte del mismo.
Como se señalara precedentemente, en el Positivismo lógico, la lógica aparece no como la expresión de la estructura del pensamiento sino como un elemento que analiza la esencia misma del lenguaje y desde este punto de vista se va a discernir la dimensión formal de la dimensión material, es decir, separar la sintaxis gramatical, de la sintaxis formal para analizar esta última. La sintaxis formal hace posible que el enunciado cumpla una función explicativa; luego un buen sistema teórico será aquél que elabore una teoría correctamente estructurada desde el punto de vista lógico. El valor de una teoría científica va a estar dado por la presencia de elementos tales como leyes (enunciados generales), hipótesis auxiliares, fundamentales, etc., es decir, su organización, su estructura interna, todo lo que haga posible explicitar la estructura lógica que tenga la teoría y a partir de allí discutir el significado de los términos que plantea una teoría, esto es, un análisis en dos aspectos o momentos. El objetivo es estructurar sistemas abstractos que permitan reconocer formas válidas de razonamiento.
El análisis lógico aplicado al lenguaje posibilita esclarecer los problemas inherentes al significado de los términos. La primera regla es reconocer cuál de los términos es una propiedad y cuál el individuo que posee la propiedad; luego, todas las propiedades que se reconozcan deben tener un individuo al cual pertenezcan. De ese modo se particularizarán individuos y propiedades hasta llegar a enunciados singulares. La propiedad que no es atribuible a ningún individuo es simplemente un acto vocal.
En el trayecto del análisis lógico del lenguaje de un enunciado, es posible reconocer la existencia de términos que carecen de referente empírico, consecuentemente de nubosidad semántica y de precisión terminológica, lo que en la teoría de las ciencias sociales se conoce con el nombre de vaguedad. Klimosky cita a Althauser y a sus seguidores, quienes han concluido de esta dificultad la necesidad de abandonar el lenguaje ordinario, un lenguaje cambiante, impreciso, vago y cargado de deformaciones valorativas e ideológicas. La definición de ciencia, sostienen, estaría vinculada al empleo de un lenguaje riguroso y un tanto solemne, no ambiguo, construido en forma totalmente artificial y que se ha de aprender con independencia del aprendizaje del lenguaje ordinario (KLIMOVSKY-1994, 60). La investigación tiende en estos casos a desestructurar estos elementos.
El positivismo ha generado una línea de investigación que tiene un correlato muy fuerte en las ciencias físico-naturales donde aparece como un elemento heurístico que ayuda a la precisión significativa, en un proceso de depuración de componentes metafísicos, logrando un enunciado riguroso en términos científicos. Esta línea de investigación estuvo representada durante la Década del 60 por Popper, Feier, Hempel y Nagel, entre otros de igual renombre. Hasta Popper el conocimiento científico parece ser una actitud continua de la especie, en la cual el hombre va perfeccionando sus modos de reconocer la realidad, de modo tal que la noción de progreso en la ciencia, equivale a la posibilidad de plantear teorías mejor formuladas, mejor contrastadas y mejor justificadas en todo concepto; ya sea epistemológicamente y/o empíricamente. La historia de la ciencia antes de Popper es una historia evolutiva de las teorías con mayor y mejor capacidad explicativa, de manera tal que las teorías que fueron quedando en el camino son aquellas con poco alcance predictivo y explicativo; en el lenguaje de Popper, las que no han sido falsadas[2].
Lo trascendental de una ciencia es su capacidad de predicción a la par de su posibilidad de explicación. La explicación de un fenómeno no es suficiente si al mismo tiempo no es posible predecirlo.
Khun en "La estructura de las revoluciones científicas" toma en consideración un aspecto particular de la historia de las ciencias; para Khun la idea de cambio no es un sinónimo de progreso en la ciencia. Cambio es toda modificación del mundo del ser; progreso es un cambio que implica una mejora en el estado de las cosas. Pero para afirmar que algo es mejor que otra cosa, es necesario formular un juicio de valor a partir de un parámetro común. Ese parámetro común es lo que no existe como referente definido, porque lo que es mejor para determinadas cosas, no lo es para otras y así sucesivamente. En cada momento de la historia, el hombre ha percibido modos de actuar y de resolver sus problemas que le han sido funcionales y cada una de estas soluciones que le han sido funcionales se han contrapuesto a otras de manera tal que en la historia cada esquema que ha tenido el hombre para poder actuar, resolver sus problemas es tan valiosa como cualquier otro, ya que en su momento ha sido funcional en la solución de determinados conflictos. Entonces, lo que conforma un modo de aprehender la realidad, de valorar el conocimiento, recibe en Khun el nombre de paradigma con el cual designa el conjunto de ideas que legitiman las actitudes en la ciencia en cuanto perciben, entienden, justifican la verdad. El concepto de paradigma aparece anejo al concepto de ciencia normal, en la medida en que para hablar de paradigma es necesario acotar tramos en los cuales se verifiquen condiciones normales en la ciencia.
El Positivismo ha tratado de desentrañar los problemas del conocimiento a partir del esquema de las ciencias Físico-naturales; a su vez el Neopositivismo proyectó aquélla solución hacia el campo de las Ciencias Sociales lo cual condujo en muchos casos a esterilizar el campo de prueba de lo social, quedando relegados de la investigación una serie de problemas en razón de habérsele dado preeminencia al recurso metodológico sobre las características de los objetos. Así sucede por ejemplo con el inconsciente; si el inconsciente no se adecua a los parámetros de evaluación del método, queda fuera de la investigación. Lo mismo ocurre con conceptos tales como el de ideología o el de comportamiento social que, al no ser reducibles a soluciones empíricas, en términos propios de las ciencias físico-naturales, han sido menospreciados como objetos de análisis. Para comprender mejor este fenómeno debemos tener presente que las ciencias sociales nacieron en buena medida bajo la influencia de una presión cruzada de las tendencias positivistas y antipositivistas en el último siglo. No es sorprendente por lo tanto el que hayan venido a resultar un campo de batalla para las dos tendencias en liza en la filosofía del método científico (VON WRIGHT-1980, 25).
A las Ciencias Naturales se las identifica como ciencias con madurez porque han alcanzado cierta unidad metodológica y ciertos principios unitarios. Se dice de las Ciencias sociales por el contrario que tienen cierto grado de inmadurez por cuanto coexisten en ellas un sinnúmero de teorías que son contradictorias entre sí, desde que no coinciden en su objetivo. Para el positivismo la posibilidad de alcanzar la madurez en las Ciencias Sociales depende de alcanzar una única estrategia metodológica (monismo metodológico).
En cuanto a la reflexión filosófica en las Ciencias Naturales aparece en un plano de la actividad que no necesariamente involucra la actividad misma del científico, es decir, el físico puede ser totalmente inconsciente de la filosofía de la Física y puede sin embargo proceder con total eficacia. En las Ciencias Sociales por el contrario, el momento de la filosofía y de la epistemología es al mismo tiempo, el momento constitutivo de la teoría, porque la teoría social tiene un momento de autojustificación teórica. Los teóricos para postular sus modos de entender la realidad y construir los objetos, necesitan de un momento de justificación de lo que es el objeto y el procedimiento con el cual ellos van a trabajar. El momento de la reflexión filosófica y epistemológica, está muy ligado al sostén mismo de la teoría social.
Sin embargo, hay un planteo en la historiografía que es el de la búsqueda de leyes que expliquen la regularidad de los hechos sociales. En este sentido la impronta del Positivismo constituye un desafío en cuanto a problema epistemológico se refiere, porque orienta a las Ciencias Sociales a buscar justificativos consistentes, referidos a los criterios de validez que está manejando para sus conclusiones. De acuerdo al esquema de Nagel, el Positivismo prioriza como modelo de explicación el modelo nomológico deductivo, denominado también de explicación por subsunción o cobertura legal. El método deductivo muestra con sobrada evidencia la forma de alcanzar una explicación satisfactoria. Este modelo de explicación parte de la individualización del caso que queda afirmado como primera premisa. Lo que afirma la primera premisa tiene que ser tomado como verdad, porque si los principios son verdaderos, la conclusión no puede ser falsa. Luego formula la ley. La ley realiza una generalización empírica, que no es lo mismo que una generalización accidental. Una generalización empírica es una generalización a partir de los hechos observados y que de alguna manera serán postulados como verdaderos. La inducción juega como fundamento de aceptación de una ley como enunciado general pero la capacidad explicativa del sistema dependerá del carácter deductivo que tenga la relación del enunciado, tomado como enunciado mayor o ley y la conclusión que es el enunciado singular.
El positivismo parte de una evidencia empírica que a su vez tiene que ser explicada. El concepto de evidencia está presente en la historia de la filosofía, pero no como una reflexión fría, ni como una reflexión estéril, sino más bien, como una reflexión engarzada en el contexto del desarrollo de las ciencias naturales y en una visión de la naturaleza que es la que de alguna manera da sostén a toda percepción. Luego, el concepto de evidencia, va a sufrir modificaciones en los modos de ser analizado. La respuesta de evidencia en Epistemología, tiene que ser una respuesta válida en el contexto de la teoría del conocimiento. La evidencia es por fin, aquello que da sentido de seguridad a nuestras creencias, aquello que tiene que ver con la certeza. Es un hecho psicológico y a su vez un hecho filosófico en la teoría del conocimiento. En las raíces del Círculo de Viena se hallaba esa confianza en esta suerte de expresiones ostensibles o sea del conocimiento que parte de lo dado. ¿Cómo trasladamos esto al campo de lo social? Lo que es reconocible de un fenómeno es su in put y su aut put, pero no lo que sucede dentro del fenómeno, que es lo inobservable y por lo tanto no es relevante para el conocimiento científico, porque si se pretende reconocer pautas de conocimiento en torno a lo no observable y a lo que no tenga correlación empírica, en realidad lo que se está haciendo es, en términos del Positivismo, Metafísica. Para conocer un fenómeno es necesario someterlo a medición es de alguna manera objetivarlo, darle dimensión espacio-temporal. Luego, para reconocer las causas de un fenómeno es necesario explicarlo y para ello hacen falta leyes; las leyes plantean la regularidad de los fenómenos.
El modelo de explicación deductivo es el modelo de mayores certezas. Este esquema viene de las matemáticas y en las ciencias empíricas aquellas que lo aplican son las físico-naturales. Sin embargo en el esquema de Ernest Nagel, este es sólo uno de los modelos de explicación posibles.
El modelo probabilístico no deja de ser un modelo legal en sentido de que también tiene leyes (nomológico-probabilisítico), pero estas leyes, son leyes estadísticas basadas en el azar y por lo tanto son aleatorias. Permiten establecer un parámetro medio a través de un porcentaje; relatan una frecuencia relativa de una sucesión de casos que solamente se pueden desdecir (falsar) si se repite la misma frecuencia relativa. Estas leyes no establecen correlaciones causales, sino que determinan una correlación entre distintos hechos en función de la frecuencia que se presentan uno con el otro (NAGEL-2006,654 y ss).
Por otra parte no es lo mismo probabilidad estadística que probabilidad lógica. La probabilidad estadística es una correlación probable entre casos; generan explicaciones probabilísticas porque las leyes no están planteadas con carácter de universalidad y su relación entre los distintos enunciados no es una relación necesaria sino una relación probable. Todo cálculo de probabilidad posibilita cierto grado de certeza útil para justificar una generalización formulada a partir de cierta observación empírica. El cálculo estadístico fundado en las matemáticas, idóneo como tal para establecer el porcentaje de error tolerable, constituye el instrumento destinado a garantizar de alguna manera el segmento incompleto de la observación empírica. En un análisis probabilístico los objetos observados son casos puntuales a partir de los cuales se formula una generalización; la ley alcanza el porcentaje de casos no observados y la justificación de la ley es también una probabilidad y consecuentemente no es segura, porque es incompleta. El método en el análisis probabilístico, es el método inductivo que va de la observación de un fenómeno particular (o de varios) a la formulación de una ley generalizadora.
Dado que el conocimiento científico encuentra certeza en el procedimiento de observación-aprehensión-contrastación-formulación, las Ciencias Sociales van a ser ciencia en la medida en que apliquen esta misma estrategia. Al plantearse este esquema como desafío intelectual en la historia de la ciencia, las Ciencias sociales tomaron el desafío y fue la Biología la primera proyección que se intentó para explicar el fenómeno social. El Funcionalismo, como una proyección biológica del esquema de la teoría social, trata de encontrar el mecanismo propio de la biología, del desarrollo biológico, como modelo análogo de explicación. Para el funcionalismo lo social se reduce como comportamiento, a fenómenos de regularidad y la regularidad de lo social está marcada por la condición biológica del hombre. Al reconocer la dimensión biológica como factor dominante del comportamiento humano, todas sus investigaciones van a practicar una reducción de la explicación hacia fundamentos de orden biológico; esto es, así como los comportamientos psicológicos encuentran su correlato neurobiológico, los comportamientos sociales encuentran su correlato en las leyes del desarrollo de la especie y de los organismos vivos. Se llama homeostático o autorregulado al sistema que cuenta con un mecanismo de retroacción asociado (VON WRIGHT-1980, 37). Esta dimensión orgánica y material muestra su base explicativa con la misma fuerza que lo hacen las ciencias naturales porque estas últimas, son en definitiva, las que proyectan su fuerza y su consistencia al modo de entender lo social.
La explicación funcional supone que la causa se produce ex post ipso, o sea que el hecho se realiza en función del logro de un objetivo y ese objetivo aparece a futuro. Lo social como sistema tiende a su propia preservación, preexiste ante los individuos. Los individuos cumplen una función dentro del sistema de manera tal que los actos que realizan tienden a la preservación del sistema. La actitud global está en una dimensión del inconsciente. La iteración de los comportamientos sociales responde a principios inherentes al sistema y la hacen funcional al mismo. El comportamiento de los individuos independiente de su voluntad tiende a alcanzar un resultado que aparece como condición a realizarse a futuro y que al mismo tiempo es la causa de las acciones presentes. Como se puede observar el funcionalismo cae en una explicación circular desde que está afirmando lo mismo que está observando. Carece de capacidad predictiva porque la causa se explica a partir del efecto y sus enunciados no son falsables desde que reconocemos los mismos elementos que ya sabemos que existen. Al mismo tiempo se produce una asimetría temporal desde que la realidad futura aparece como principio explicativo del presente, fenómeno que por tal razón no es observable.
Por otra parte la afirmación de que todo sistema tiende a su preservación implica asignarle signos de vitalidad propia e independiente; entonces surgen otras cuestiones: Lo social por principio encierra la idea de totalidad, a partir de esta noción será necesario, de acuerdo al esquema legal individualizar los términos hasta llegar a producir enunciados singulares, es decir, explicar comportamientos o acciones individuales. Ahora bien ¿Lo individual se explica como una subsunción de propiedad de la totalidad? No tomado como una deducción sino como correlación entre totalidad y parte ¿Son las propiedades de la totalidad las que confieren explicación a las acciones de las partes? ¿Es la suma de las acciones o de propiedades de las partes las que confieren sentido a la totalidad? ¿Hay particularidades de la sociedad que sean transferibles a los individuos? A su vez ¿Tienen los individuos las mismas propiedades de la totalidad o son distintas? En este orden de ideas entrarían en juego principios tales como que el todo no es más que la suma de las partes, que el todo puede ser mayor que las partes o que el todo está compuesto por propiedades distintas a las de las partes. Luego cuando aplicamos la búsqueda de la respuesta del porqué en la explicación funcional, estamos tratando de explicar el comportamiento o la acción que desarrolla un individuo en función de una totalidad. En ese caso la totalidad tiene preeminencia sobre el individuo y esa preeminencia es una suerte de sentido. La totalidad entonces, es una totalidad consciente, inteligente, que está por encima de los individuos. Este tipo de explicación teleológica supone que hay una finalidad objetiva existente por encima de la voluntad de los individuos, inscrita en el orden social, que puede ser por obra de un designio superior (animismo-determinismo-fatalismo), o por una característica inherente a la estructura biológica del ser humano, etc. Es una especie de finalidad objetiva porque existe como realidad, como entidad. En la explicación teleológica de la historia se reconocen dos modalidades: La teleología objetiva, en la cual la transformación y el cambio dependen de un acontecimiento fortuito, es una ilusión, una esperanza de algo mejor[3]
La teleología subjetiva se da cuando se identifica la existencia de una predisposición o disposición que tiende hacia un fin y que viene de la subjetividad; la realidad no es la promesa que orienta, sino que es la conducta la que orienta la realidad.
En síntesis, la explicación funcional se inscribe en una teleología objetiva, que parte de hechos no observables, no falseables, que tiene principios metafísicos y que por tal motivo es desechada como explicación científica satisfactoria por cualquier perspectiva teórica.
El concepto de causalidad es muy fuerte en la teoría de las ciencias desde que alude a relaciones entre los fenómenos que son necesarias y suficientes y por lo tanto son relaciones mentales, no son relaciones fácticas. Una relación necesaria es encontrar una correlación de un hecho con otro hecho y estas correlaciones como necesarias son al mismo tiempo relaciones lógicas, lógicas con carácter necesario porque es una vinculación mental que se establece entre los distintos hechos. La explicación genética, como modelo de explicación en el esquema de Ángel, tiene analógicamente las características de una descripción de correlaciones de hechos como ley. Este modelo carece de fuerza predictiva, pero posee capacidad explicativa limitada. La explicación genética formula una mirada retrospecto-predictiva porque el hecho de conocer lo que ha sucedido antes, permite de algún modo reconocer o prever lo que puede suceder en adelante.
Bibliografía
DIEZ, José A. y MOULINES, C. Ulises "Fundamentos de la filosofía de la ciencia", Ariel, Barcelona, España, 1999.
GARCIA MORENTE, Manuel "Lecciones preliminares de Filosofía", Losada, Buenos Aires, 11° Ed. 1967, Pág. 24.
KLIMOVSKY, Gregorio "Las desventuras del conocimiento científico –una introducción a la epistemología-" Editorial A-Z, Buenos Aires, 1994.
NAGEL, Ernest "La estructura de la ciencia", Traducción de Néstor Míguez, Supervisión de Gregorio Klimovsky, 1ª Ed. En la colección "Surcos" Paidós Ibérica, Barcelona, 2006.
VON WRIGHT, Georg Henrik "Explicación y comprensión" versión castellana de Luis Vega Reñón, Alianza, Madrid 1980.
WARTOFSKY, Marx W. "Introducción a la Filosofía de la ciencia", Alianza, España, 1987.
Autor:
María de las Mercedes Suárez
[1] En uno de sus aspectos representado además por las ideas de John Stuart Mill o bien como tradición intelectual que partiendo de Comte y de Mill no sólo desemboca en nuestros días, sino que se retrotrae hasta alcanzar a Hume y a la filosofía de la Ilustración.
[2] Sabemos que por falsación se entiende el proceso mediante el cual una teoría es válida hasta el momento en que se comprueba la falsedad de sus enunciados.
[3] Durante la Edad Media la percepción del acontecer humano devenía de la concepción de un orden natural constituido donde encontraban origen no solamente las monarquías sino también las dimensiones del destino de cada ser humano, una suerte de determinismo insoslayable, cuya modificación sólo era posible por el azar, la magia o la fantasía. En literatura encontramos profusa ejemplificación de esta creencia (Merlín, Robin Hood, las hadas de la Bella durmiente o de la Cenicienta).
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